Bonjour!
Sé que este fic puede ser un poco raro XD, pero espero les agrade, lo escribí con mucho cariño y pasión a la escritura. Estaré actualizando más seguido, éste está casi terminado, en algunas partes aún estoy trabajando, más me gustaría conocer de sus opiniones, quejas, críticas. Se acepta de todo (¨-¨) XD.
También quiero agradecer a los que han comentado mis otras historias, porque me centré tanto en actualizar que lo pasé desapercibido. Gomen nasai!
Sin nada más que agregar...
Okāsan, doko ni iru no?
(2)
El sol brilla esplendoroso, pero el calor insoportable. El sudor corre por los cuellos, frentes y espaldas de los estudiantes mientras éstos corren de un lado a otro jugando un partido. Los chicos, vistiendo short azul oscuro y camiseta blanca, juegan un partido de fútbol, el cual es decisivo. Las chicas animan a sus equipos, o más bien, a sus novios y a los que les gustan.
Entretanto las chicas, vistiendo short ajustado color negro y camiseta blanca que dejan a la vista los colores de los brasiers debido al sudor, juegan voleibol en la otra cancha. Los chicos que no participan del partido de fútbol, contemplan a las chicas jugar y saltar. La pelota rebota y estaba a poco de caer al suelo.
– ¡Asumi! – exclama Eri, dejando que la aludida la golpee.
Asumi corre en busca de la pelota. – ¡La tengo! – se desliza en la tierra y la golpea con ambas manos, logrando que no tocara al suelo y se elevara en el aire. Pase para Tomoyo. – ¡Tomo-chan! – la llama.
– ¡Es mi turno! – Tomoyo salta y la golpea con tanta fuerza que la pelota rebotó en el suelo lado contrario, obteniendo un punto. Las chicas alzan el puño victoriosas.
Eri se coloca una venda en su frente y aprieta el nudo. – ¡Vamos por otro punto! – exclama, emocionada.
– ¡SI! – gritan las demás, entusiasmadas.
Realizan un espléndido saque. Pero Eri la regresa, sin embargo la pelota es regresada. Tomoyo se apresura en alcanzar la pelota, junta sus manos y la golpea fuerte. Del lado contrario, una chica devuelve el saque. Más Asumi se posiciona y la regresa. Dos chicas corren en dirección al balón, pero chocan entre sí y caen al suelo, pero una tercera chica le dio un puñetazo con la mano derecha logrando que pase la malla hacia el lado opuesto. Asumi está en la posición correcta y espera que la pelota descienda, más Eri se apresuró y la retornó, obteniendo otro punto a su favor. No obstante, cayó al suelo lastimada.
Tomoyo lo percibió y fue a su auxilio. – ¿Te lesionaste el tobillo? – interroga, preocupada. Eri asiente, frunciendo el entrecejo. – ¡Tiempo fuera! ¡La capitana está herida! – observa el tobillo lastimado. – ¿Puedes ponerte en pie?
– Llevémosla a la enfermería. – murmura Asumi, ayudando a Tomoyo a levantar a su amiga con cuidado. Cada una se colocó a ambos lados de Eri y empezaron a caminar.
Mientras salían de la cancha, los chicos de la otra cancha se quedan mirándolas. En especial, un chico de cabellos negros y piel blanca. Los flequillos cubren sus ojos, por lo que no se podía distinguir el color de los mismos. Sale de la cancha sin previo aviso y mientras sus amigos discutían por tal acto, se apresuró en llegar frente a Asumi y sus amigas.
Las chicas se detienen. Eri lo mira y agacha la cabeza, entristecida. – Eri…– susurra Tomoyo, dudando de si proseguir o no.
– Sigamos…– sisea Eri, intentando ignorar al joven apuesto.
El chico apretó los dientes y los puños. – Baka…– susurra entre dientes. Los presentes se sorprendieron ante la inesperada acción del joven. La tomó bruscamente del brazo y la cargó estilo conyugal.
– ¿Ah? ¡Bájame! – exclama Eri, exaltada y ruborizada. – ¡Chicas, ayúdenme! – Tomoyo y Asumi no podían hacer nada, él tiene derecho a llevársela. – ¡Bájame! – empieza a patalear, pero él la sostuvo firmemente, haciendo que ella acomode la cabeza en su pecho. El rubor aumentó de contraste.
– Cállate. – susurra, avergonzado.
– Eh…– al fin ella notó el rubor del chico, lo cual ella se tranquilizó y se dejó guiar. – Sosuke…– ante la pronunciación de su nombre, él apretó los brazos alrededor de ella, mientras ella lo abraza. Ambos se fueron alejando lentamente, dejando a todos desconcertados.
– Kyaaaaaaa! – gritaron las chicas coléricas.
Suspira. – No comprendo porque gritan así. La escena que acabamos de presenciar no tiene nada que ver, ¿O sí? – murmura Asumi a su amiga.
Tomoyo posa una mano en el mentón. – Así es, nada que ver… Creo. – Asumi le mira confusa y Tomoyo dudosa.
– Tomoyo. – susurra Asumi, en voz baja.
– ¿Hm? – responde con simpleza.
– ¿Esos dos tienen algo que ver? – interroga, arqueando una ceja.
– Probablemente, quizás no. O puede que sí, no lo sé. – responde insegura, a la vez seria.
– Pienso que esos dos tienen una relación. – murmura convencida.
– ¿Eso piensas? – se acaricia su largo cabello negro.
Asumi afirma. – Una vez me comentaste que esos dos son muy cercanos. Pero como no me gusta preguntar sobre asuntos personales, no comprendo dicha cercanía. – Tomoyo bebe sorbos de su botella de agua. – Más no es extraño si esos dos son una pareja. – Tomoyo escupe el agua. – El otro día ambos estaban sonrojados y el ambiente un poco tenso, no quise interrumpir. Fue entonces que ese chico besó a Eri. – Tomoyo empezó a toser.
– ¿QUÉ? – gritó Tomoyo, sonrojada. Todos la miraron, aturdidos. Asumi rápidamente le cubrió la boca y se fueron al patio trasero del instituto. – Espera, a ver si escuché bien. Acabas de decirme que él besó a Eri. – Asumi asiente. – No es posible.
– ¿Por qué no puede ser posible? – interroga Asumi, extrañada. – A Eri no le disgusta para nada. Es más, ella correspondió a gusto dicho beso. – pose pensativa. – Y pensar que fue un beso de esos que utilizas la lengua. – Tomoyo abre el grifo del lavadero y se moja el rostro. – Quise salir corriendo, pero mis piernas se paralizaron.
Tomoyo la agarra bruscamente por la camiseta. – ¿Qué más viste o escuchaste? – interroga, voz temblorosa. Mirada furiosa.
– Gemidos. – responde Asumi, simplemente. Tomoyo se quedó de piedra. – ¿Por qué te pones así? ¿Acaso te gusta ese chico? – Tomoyo niega la cabeza bruscamente. – Entonces… ¿Por qué…?
– No lo entiendes. – camina de un lado a otro. – No comprendes lo que esto significa. – espira. – Eri está…– traga saliva con fuerza. – ¿Enamorada? – se cubre la cara con ambas manos. – ¿Cómo puede ocurrir eso entre los dos? Es imposible que pueda haber ese tipo de relación.
– ¿Por qué dices imposible? – Asumi parpadea, aún más extrañada.
– ¡PORQUE SON HERMANOS! – gritó exasperada. La mirada desencajada y horrorizada de Asumi no tiene precio. – Dos hermanos no pueden andar besuqueándose. Eso es repulsivo. Incluso pensarlo es asqueroso. – caras de disgusto. – Quizás viste a otra chica parecida a ella.
– ¿Cuántas chicas crees que hay con el pelo rosa? – interroga Asumi, perpleja.
– Cierto. – inhala y exhala. – No es posible que tengan esa relación. – Asumi asiente de acuerdo. Se dejan caer sentadas en el suelo, cierran sus ojos. No obstante, imágenes de una Eri ruborizada y sudada debajo de la piel de aquel chico llamado Sosuke invadieron sus pensamientos. Abren los ojos. – ¿Pensaste lo mismo que yo? – al ver la cara desencajada de Asumi, quien afirma con la cabeza. Sus mentes les empiezan a jugar una mala pasada, pues ahora imágenes de Sosuke tocando los senos de su amiga arropan sus mentes. – Kyaaaa! – se levantan presurosas y corren en dirección hacia la enfermería.
Atraviesan los corredores a pasos todos prisa. Entonces vieron la puerta de la enfermería. Se detienen de repente. Intercambian miradas indecisas, preguntándose si entrar sería correcto. No obstante, escuchan gemidos provenir dentro de la habitación. – Sosuke… mm… ahí no… duele… ah… no lo muevas tanto… así… ahí mismo, aahh… ahí… ah…– ambas ruborizan al máximo. – ¿Ahí? Trataré de ir más despacio para no lastimarte, ¿De acuerdo? – le escuchan a él preguntar. Ella gimió. – No grites, es perturbador para mis oídos… Además, sacarlo no duele, pero… oh… ah, Eri… Está entumecido…– dice él. ¿Entumecido? se preguntan las dos. – Pero… ah… Sosuke… Sosuke, detente…– Asumi se mareó. – Espera, Sosuke… Espera, vas muy deprisa… Tus dedos humedecidos hacen que me… que me… ah… Sosuke, no, espera…– no aguantando más, abren la puerta de golpe.
– ¡BASTA USTEDES DOS! – gritan con los ojos cerrados y apuntándolos con el dedo. Abren los ojos. – ¿Eh? – Sosuke, sentado en una silla y sosteniendo el pie de Eri en sus piernas, intenta extraer el tenis del pie lastimado de la chica, mientras Eri está sentada en la cama y algunas lágrimas deslizan por sus mejillas debido al dolor provocado por la lesión y a la extracción del tenis.
– ¿Por qué entran sin avisar? – interroga Sosuke, un tanto molesto. Las mira con esos ojos verdes.
– Ah… Etto… Sólo queríamos ver cómo estaba Eri, nada más. – responde Asumi, sonriendo con nerviosismo.
Eri sonríe. – Sosuke está intentando extraer mi pie del calzado, pero es tan bruto que me hala. – golpea con la almohada la cabeza del chico.
Sosuke se cubre la cabeza. – ¡Oye! Agradece que te esté ayudando. – murmura, enojado. Continúa extrayendo el tenis, poco a poco.
– Espera Sosuke, espera. Más despacio, por favor. Duele. – sisea la chica de cabellos rosa.
Asumi y Tomoyo suspiraron aliviadas. – Tenemos la mente pervertida. – pensaron para sí mismas. Intercambian miradas, ríen. Sosuke y Eri se miran entre sí, más se encojen de hombros. – Bueno, entonces los dejamos solos. – dice Tomoyo y ambas salen de la enfermería, cerrando la puerta a su paso.
Sosuke detiene su labor. – Tus amigas son extrañas. – murmura, mirando el pie de su hermana. Ella afirma con una sonrisa. – Se preocupan por ti, más de lo que deberían. – alza la mirada, revelando sus verdes ojos con un brillo especial en ellos. – Aunque seamos hermanos gemelos, yo…– toma asiento al lado de ella. – Nosotros…– aproxima su rostro al de ella. Besa las comisuras de los labios de ella. – Nos amamos. – Eri asiente ruborizada y lo abraza fuerte.
– Pensamos mucho la situación. – dice Tomoyo, atravesando el corredor.
– Opino lo mismo. Ellos nunca harían algo indebido. – Asumi sonríe con ambos ojos cerrados.
Entreabre sus labios un poco, a pesar de tener puesta la mascarilla de oxígeno. Recostada en la cama de hospital, cierra las manos en puños arrugando las sábanas en el proceso. De pronto, siente una mano masculina tocar la suya. Acepta aquella mano y lentamente entreabre sus ojos. Sonríe al reconocerlo.
Él deposita un tierno beso sobre la frente de ella. – Hola. – murmura, despacio. – Descansa. Me quedaré a tu lado toda la noche. – ella cierra sus ojos. Él camina hacia la ventana. Contempla el cielo azul, luego extrae su teléfono móvil del saco y teclea un número telefónico. – ¿Cómo se encuentra? – espira. – Encárgate de él, me quedaré cuidando a mi esposa. – cuelga. Vuelve la cabeza hacia la mujer descansando sobre la cama. Una triste sonrisa surca sus labios. – ¿Por qué a ti? – regresa. Toma asiento sobre la cama. Acaricia la mano de ella, la agarra y aprieta. – Te cuidaré.
Chizuru guarda su celular en uno de los bolsillos de la chaqueta. Busca con la mirada al pequeño Koishi. – ¡Oji-sama! – lo busca, pero no lo encuentra donde lo dejó para tomar la llamada. – ¡Oji-sama! ¿Dónde está? – busca en el comedor, la sala, jardín, patio trasero. Nada. Le preguntó a los sirvientes, a la mucama, nada. Suspira. Sube las escaleras de aquella enorme mansión. – ¡Oji-sama! ¿Está en su recámara? – se detiene ante la puerta de la recámara del niño. La abre, pero no hay nadie. – No puede estar pasando. – de repente, sus ojos se sitúan en una puerta al fondo del corredor. – ¿Podría ser? – avanza hacia aquella puerta. – Oji-sama, está usted…– la abre y para su sorpresa, el niño está dormido sobre la espaciosa cama abrazando un oso de felpa. – en la recámara de su hermana. – sonrisa. Toma asiento a su lado, deposita un casto y tierno beso en la mejilla del pequeño. – Se siente solitario, ¿Verdad? – la sonrisa entristeció.
Una lágrima escapa del ojo izquierdo de Koishi. – Onee-sama… Vuelve pronto…– susurra dormido.
– Cierto, ha pasado ya una semana desde que la joven ojou-sama marchó. – se dijo a sí misma. Observa el móvil que sostiene Koishi en una mano. Lo toma y abre sus ojos al ver el fondo de pantalla del mismo. Una fotografía de su hermana Natsuki. – La extraña mucho. – guarda el celular en su chaqueta. Mirada seria y decidida. Arropa al pequeño con una suave manta. – Por hoy, le dejaré dormir aquí, oji-sama. – sale de la recámara, apagando las luces y cerrando la puerta a su salida. Apoya el cuerpo contra la puerta ya cerrada, rebusca el móvil del niño y abre la cubierta. Suspira, más teclea en él. Al terminar, guarda el mismo de nuevo en su chaqueta.
Camina alrededor de la cama, vistiendo un pijama consistente en un short y camiseta de tirantes de color lila. Con una toalla blanca, seca los excesos de agua del cabello. Entonces escucha el tono de su celular. – ¡Koishi! – rebusca entre sus pertenencias hasta encontrarlo, pues es el timbre reservado sólo para su pequeño hermano. No era una llamada, sino un mensaje: "Señorita, es Chizuru. Disculpe mi atrevimiento, pero el joven amo no se siente bien, la extraña, necesita verla. Cuando esté disponible, por favor llámelo. Que pase buenas noches, ojou-sama". – Koishi…– se deja caer sobre la cama.
– ¿Quién es ese tal Koishi? – interroga una chica de pelo sumamente corto y rubio, con picardía.
– Mi hermanito. – mirada melancólica.
– Oh…– mueve los ojos ambos lados, queriendo que la tierra se la tragara por pensar que sería algún noviecito. – Entonces… ¿Por qué tienes esa cara de funeral?
Natsuki se deja caer por completo en la cama. – Dice que me extraña, pero no podré volver durante un tiempo. – se acomoda de lado. – Pensaré en algo para que sonría mientras no esté a su lado. – una triste sonrisa adorna sus labios. – Le enviaré mañana a primera hora un regalo. – dicha sonrisa se vuelve alegre. – Se pondrá muy feliz. Aunque no pueda ver su rostro, me imagino la cara que pondrá. – acomoda la cabeza en la almohada. – Terminaré mi trabajo lo más pronto posible e iré a verte. – cierra los ojos hasta quedarse dormida.
Recostada sobre la cama, Asumi contempla el techo. No puede dormir y no conoce la respuesta. Observa el reloj situado sobre la mesita de noche, cual indica las 11:30 P.M. Suspira. Enciende la radio hasta que el sueño la venza. Fue entonces que escuchó el anuncio que el comunicador revela. *Las audiciones para entrar al mundo del espectáculo ya han sido confirmadas. Mañana sábado la empresa Star Entertainment abrirá sus puertas para las jóvenes que deseen audicionar.*
Rápidamente, Asumi toma asiento. – Una oportunidad…– sonrisa feliz. Salta de la cama y empieza a rebuscar entre sus pertenencias alguna vestimenta adecuada para la audición, pues no piensa dejar perder esa gran oportunidad.
...
A la mañana siguiente…
Camina apresurada por todo el apartamento. Lleva puesta una mini-falda roja con revuelos, camiseta blanca de mangas cortas con pequeñas y coloridas estrellas alrededor de la parte inferior de la camiseta, y unas medias azules que le llegan un poco más arriba de las rodillas, y tenis rojos con los cordones azules. Se recoge el pelo en un hermoso rodete. Agarra de sobre la cama, unos audífonos y su reproductor.
Sale de su departamento apresurada. Sonríe de pensar que irá a audicionar. Camina por las calles, tarareando una melodía con los audífonos en sus oídos. Extrae del bolsillo de su falda un pedazo de papel, cual tiene inscrita la dirección de la empresa Star Entertainment. Fue entonces que notó la enorme fila que le espera. Cara de estupefacción. Más se posiciona en la misma, como la última de todas las candidatas.
Para su sorpresa, la fila disminuía considerablemente hasta llegar su turno. Sentada sobre una silla, detrás de una mesa, se ubica una mujer joven de piel blanca, cabello oscuro, corto y lacio, y de ojos oscuros también. Ella viste un traje elegante. – Asumi-san, ¿Cierto? – interroga aquella mujer.
– Hai! – exclama, emocionada.
Ella extiende una mano, mostrándole una silla. – Toma asiento, por favor. – en ningún momento alza la mirada, más bien está concentrada en leer las informaciones de Asumi. – Aquí dice que el motivo de audicionar es para convertirte en Idol. Pero…– deja de lado la documentación. Apoya los codos en la mesa, entrelaza los dedos, barbilla sobre éstos. – ¿Qué harás para lograrlo? – entrecierra los ojos. Asumi abre sus ojos, cierra ambas manos en puños. – Si te acepto en Star Entertainment, ¿Estarás dispuesta a entregarte por completo a nuestra empresa? – Asumi no responde. – Lo pondré más sencillo. ¿Por qué estás aquí audicionando?
Manos temblorosas. – Yo…– se muerde el labio inferior. Sus manos dejan de temblar. – Quiero cantar en un escenario y que mis canciones lleguen a los corazones de todo aquel que me escuche. Mi sueño es brillar y que los demás me sigan. – dice, segura de sí misma. – Si obtengo la aprobación de todo aquel que escuche, me sentiré inmensamente feliz. – cierra los ojos en una sonrisa. Una brillante aura la rodea.
La mujer se levanta sorpresivamente, al percibir esa sensación de nostalgia en el aura que emana la chica, como si esa aura la hubiera visto antes en alguien más. – T-Tu nombre es Asumi, ¿Verdad? – la nombrada afirma, sin dejar de sonreír. La mujer vuelve la cabeza hacia un lado, observando a alguien en específico.
Una mujer vestida elegantemente con una falda rojo vino que le llega un poco más debajo de las rodillas, una blusa negra y por encima, una chaqueta negra. Además, unas zapatillas negras con tacón de aguja. Su ondulado pelo cae como cascada, mientras sus ojos están protegidos por unos lentes oscuros. Ella observa a la mujer de cabello corto y negro, y asiente con la cabeza.
– Harás una prueba de baile y canto. – dice la mujer de cabello corto. – Por favor, sígueme. – Asumi sigue los pasos de la mujer que la guía por un extenso corredor. Entonces, se detienen. Ella abre una puerta, y dentro de la amplia habitación se ubican un grupo de veinte chicas esperando impacientes. – Gracias por su paciencia. – avanza, mientras Asumi cierra la puerta. – Todas ustedes han pasado la entrevista, pero la verdadera evaluación comienza ahora. – algunas tragan salivas nerviosas, otras sonríen.
Alguien abre la puerta. – Shizune, creo que el número de pasantes es equilibrado, ¿No lo crees? – interroga la mujer de pelo ondulado y lentes oscuros. Ella se quita los lentes, dejando entrever sus ojos rojos.
Shizune sonríe. – Siempre tan indulgente, ¿No es así, Kurenai? – interroga, posando ambas manos en las caderas.
Kurenai cierra la puerta y se aproxima a Shizune. – Sólo me gustaría ver nuevos rostros en la Academia. Pero como es protocolo seguir las reglas, haremos las demás pruebas. – Shizune la ve sonreír de una manera nostálgica. – Esa chica…– susurra sin dejar de mirar a Asumi.
– Veo que su aura también te sorprende. – murmura Shizune, entrecerrando los ojos.
– No, lo que no me sorprende es otro asunto. – responde Kurenai, suspirando.
– ¿El qué? – enarca una ceja.
– Que aún sigas soltera. – mueve la cabeza en negación.
Una venita aparece en la frente de Shizune. – ¿Acaso andas revisando mi historial amoroso? – grita histérica.
– No hay necesidad, tu cara lo dice todo. – risa malévola. Una invisible flecha atraviesa el corazón de Shizune y ella cae al suelo como hoja de papel estilo animé, repitiendo una y otra vez: Cruel. – Bien chicas, pasemos a la evaluación. – se detiene a escuchar los murmullos de las jóvenes.
– Waoh, ¿Ella es la que formaba parte de aquella agrupación?
– Sí, es realmente hermosa en persona.
– Se dice que es la directora de la Academia para Idols. ¿Será cierto?
Kurenai y Shizune intercambian miradas y sonrisas cómplices. Chasquean los dedos y al instante, una pantalla gigante desciende, llamando la atención de las jóvenes presentes. La pantalla presenta imágenes de una prestigiosa Academia donde las Idols entrenadas realizan actividades, participan en concursos y toman clases de canto y baile.
– Esta es la Academia para Idols, donde enseñamos a jóvenes como ustedes aspirantes a ser famosas en el espectáculo. – dice Shizune, sonriente. – Esta Academia es exclusiva para aquellos que tengan la confianza de seguir adelante, sin importar las proezas que se presenten. – mirada seria, voz firme. – Aquí, no aceptamos chicas mimadas. Los entrenamientos son intensivos y la que no puede con dicha responsabilidad o no tenga la confianza en sí misma para arriesgarlo todo, entonces…– extiende una mano hacia la puerta. – ¡Ahí está la salida!
– ¿Eso quiere decir que pasamos?
– Sí, supongo que sí.
– Entonces, le diré a mis amigos.
Shizune parpadea confusa. Kurenai le da unas palmaditas a su amiga en la espalda, mientras ella seguía confundida. – Bonito discurso. – murmura, con deje de malicia. Shizune traga saliva. Kurenai gira sobre sus talones. – Todavía no han pasado, así que no se emocionen. – les mira de soslayo, sonrisa. – Pues deberán mostrarme de qué están hechas. – cierto brillo pasa por los ojos de la Yuuhi. – Aquí y ahora.
...
Por otra parte…
Automóvil negro se detiene enfrente del edificio Star Entertainment. La puerta trasera derecha del auto es abierta. De éste, desciende una mujer de pelo marrón oscuro que le llega a los hombros. Ella viste una falda negra estilo lápiz, blusa beige de mangas largas y revuelos en el pecho, usa además unos zapatos de tacón y gafas oscuras. Un pequeño niño de cinco años y cabellos violetas desciende también, sosteniendo en sus brazos un oso de peluche. Ella extiende su mano y él la toma. Ambos arriban al enorme edificio.
...
Kurenai posa una mano en su cadera, mientras con la otra echa los flequillos del cabello hacia atrás. – Es suficiente. – las chicas respiran agotadas de tanto bailar, pues los pasos eran complicados y rápidos y no estaban preparadas para ello, aunque no a todas les disgustó. – Lo hicieron bien para ser su primera vez. – extiende una mano y Shizune le entrega una carpeta.
Shizune suspira, cerrando los ojos. – Te excediste. Se suponía que iba a ser una pequeña prueba. – murmura, desalentada. Abre los ojos, más percibe a Asumi con los ojos cerrados y tarareando una canción, mientras movía levemente la pierna. – Esa chica…– recuerda una vez cuando pasaba por el parque, entonces escuchó la melodiosa voz de una chica que estaba sentada en una banca del parque. Al notar el talento, volvió al mismo lugar varias veces, pero esa chica no volvió más. – ¡Número 65! – numeración asignada a Asumi, quien presta atención. Un extraño brillo rodea a Asumi. – ¿Qué opinas? – le interroga a Kurenai.
– Podemos trabajar con ellas. – responde la Yuuhi, cierra la carpeta de golpe.
El sonido de unos tacones hace eco en los corredores, entonces la puerta de la habitación se abre. La mujer que usa gafas entra acompañada del pequeño. Ella se quita los lentes oscuros. – Disculpen la interrupción, Kurenai-san, Shizune-san. – hace una leve reverencia.
– Oh, Chizuru. Adelante. ¿Qué te trae por aquí? – pregunta la Yuuhi, sonriendo con ternura. Pues sabía que el pequeño se esconde detrás de la aludida.
Chizuru entra sosteniendo de la mano al pequeño. – Me pidieron que les trajera esto. – le pasa un sobre de oficio.
Kurenai toma el sobre, mirada seria. Shizune se arrodilla. – Hola, Koishi. Has crecido mucho desde la última vez que te vi. – el pequeño le sonríe, inseguro. – ¿Por qué no le das un abrazo a la tía Shizune? – señalándose a sí misma. Koishi se abraza de Chizuru. Shizune observa de reojo la mirada seria de su amiga mientras lee la carta, entonces se levanta. – ¿Qué sucede?
Kurenai frunce el entrecejo. – Me lo imaginaba. – sonrisa nerviosa. – No se le escapa nada.
Koishi abraza al oso de felpa, enseguida observa las jóvenes participantes, más reconoció el rostro de alguien. Sonrisa de felicidad. – ¡Onee-san! – corre hacia Asumi. – ¡Onee-san! – la abraza inesperadamente.
Asumi parpadea extrañada por el comportamiento del niño. – Hola pequeño. – él se aparta y ella se arrodilla, le acaricia el cabello. – Nos distes un buen susto aquella vez. – sonríen al unísono. Extiende una mano al niño. – Asumi. – él la acepta, pero cuando iba a presentarse, alguien le interrumpe.
– Oji-sama, debemos irnos. – murmura Chizuru, apareciendo detrás de él. Hace una reverencia. – Disculpe los inconvenientes que le haya causado el joven Koishi-san, señorita.
Asumi niega la cabeza. – Al contrario, pero…– sonroja. – Creí que usted era su madre.
Chizuru ruboriza. – Ah… ¡N-No! – agita las manos en negación. – S-Sólo soy su guardaespaldas. – agacha la cabeza, avergonzada de llevar vestimenta casual.
– Ella es niñera, educadora y madre temporal. – sisea Kurenai, brazos cruzados.
Koishi agarra la mano de Chizuru. – ¡Chizu-Chan, vamos por mi helado! – la hala.
– Hai, hai! – caminan hacia la salida.
Koishi se detiene, gira sobre sus talones. Agita su mano en el aire. – Bye, bye, onee-san! – sonrisa alegre.
– Bye, bye. – Asumi mueve su mano en despedida. – Es un niño tierno. – susurra.
– Lo es. – responde Kurenai, sorprendiendo a Asumi. La Yuuhi se marcha, pero antes les sonríe a todas.
Las chicas miraron a Shizune, quien sonríe nerviosa. – Significa que todas aprobaron. – emocionadas, saltan y salen corriendo para informarles a sus amigos o familiares que podrán entrar a la Academia. – Señorita Asumi, ¿Me permite unos minutos? – la chica se detiene. – Respecto a su formulario…– Asumi traga saliva. – ¿Puede decirme su apellido? No podemos aceptarla sin el consentimiento de sus padres. – Asumi abre sus ojos, desmesuradamente.
Las cortinas se mecen al compás del viento. Flores sobre el alféizar de la ventana, mientras un par de mariposas vuelan alrededor de ellas. Sentada en la cama de hospital, espalda apoyada contra la almohada. Suspira. De pronto, tocan la puerta y Kurenai entra a la habitación. – Me informaron que deseabas verme. – murmura caminando hacia la ventana.
– Gracias. – murmura ella. Los flequillos violetas cubren sus ojos.
Una sonrisa surca los labios de Kurenai. – Ha pasado tiempo, ¿Verdad? – apoya el cuerpo contra la pared, cruza los brazos.
Mueve la cabeza hacia un lado. – ¿Cuál fue el motivo de tu visita a mi despacho? No es para recordar viejos tiempos. – se muerde el labio inferior.
– En efecto, necesito tu ayuda. ¿Puedes volver? – intercambian miradas. La mujer sentada en la cama agacha la cabeza. – Comprendo que tu salud en este momento no es el mejor y debes cuidarte más. No conozco por completo tu situación ni el porqué regresaste al país y créeme, no quiero perturbarte. Es lo menos que quiero hacer en este momento. Todos están preocupados por ti. – ella niega la cabeza. – Todas nosotras tomamos rumbos diferentes, pero nuestra amistad no irá a ningún lado. – ella alza la cabeza, desconcertando a Kurenai. – ¿Por qué…? – camina hacia ella. – ¿Qué sucedió contigo? – toma asiento y le agarra las manos. – ¿Por qué lloras? – el llanto fue notorio. – ¿Qué es tan doloroso que no puedes contarme?
La puerta se abre. – Kurenai, por favor no la atormentes. – murmura un hombre de piel blanca y alto. Viste traje formal y elegante. La Yuuhi se levanta y él ocupó su lugar, más abraza a su mujer. – Es un tema muy doloroso para ambos. – le dice a Kurenai.
– ¿Qué pasa con ustedes? ¡Somos amigos! – exclama frustrada. – ¿Qué pasó con aquellos días de felicidad? Los noto muy serios. ¡Kakashi! – exige, mirándolo con reproche.
Él suspira. Se pone en pie y se aleja de la mujer acostada en la cama. – Hace años, cuando vinimos de vacaciones aquí en Japón, hubo un incendio en nuestra casa…– coloca ambas manos en el alféizar de la ventana – Allí, casi perdimos a nuestra pequeña hija. Fue traumático. – entrecierra sus ojos. – Por intentar salvarla, ella…– refiriéndose a la mujer recostada sobre la cama. – Quedó muy mal herida y su salud empeoró. Entonces decidimos regresar a los Estados Unidos para olvidar lo sucedido. – lleva las manos al rostro. Las desliza. – Estamos aquí, no por asuntos de negocios como todos creen, sino porque mi esposa necesita ser operada. – se muerde el labio inferior.
– ¿Por qué no me dijeron esto? Creí que su actual estado de salud se debía al estrés o agotamiento. – interroga Kurenai, furiosa. Mira a la mujer recostada en la cama, quien desvía la mirada y se muerde el labio inferior.
– Para no preocuparlos. – responde Kakashi, revolviéndose la plateada cabellera.
– Por favor Kurenai, pídele a "ella" que ocupe mi lugar. – susurra la mujer de cabellos violetas. – Si es por mí, lo hará. Como ves, no puedo ayudarte. No en este momento. – agacha la cabeza, una leve tos se apodera de su garganta. – Lo siento y gracias por preocuparte por mí. – la tos vuelve. – Cuando me sienta mejor, iré a visitarte.
La Yuuhi sonríe. – Me parece adecuado. – mira su reloj de pulsera. – Me retiro. Si me necesitas, no dudes en llamar. – abraza a la chica y camina hacia la salida.
– Te acompaño. – dice Kakashi. Deposita un tierno beso en la frente de su amada. – Vuelvo enseguida. – ella asiente y él acompaña a su amiga. Cierra la puerta en el proceso de salida.
Se alejan por el largo corredor. Kurenai se detiene. – Lo lamento, no debí gritar ahí adentro. – agacha la cabeza.
Kakashi desliza sus manos dentro de los bolsillos del pantalón. – Supongo que te preguntarás el porqué lo ocultamos. – ella le mira de soslayo, sumamente interesada. – No podía permitir que mi esposa sufriera, la prensa estaría ahí persiguiéndonos, recordando una y otra y otra vez aquel amargo suceso. – mirada seria y fija al frente. – Hice lo que creí mejor para ella.
– Lo sé. – suspira. – Y nuevamente te pido disculpas por hacerte hablar de ello. No imaginé que algo tan grave les había pasado. Lamento lo sucedido. – gira sobre sus talones, quedando cara a cara contra él. – Te prometo que no volveré a insistir más. – leve reverencia. – Pero ella es bienvenida cuando se sienta mejor. Cuando vuelva a visitarla no será para pedirle lo mismo. – recupera la postura. – Gracias, Kakashi.
Él la observa alejarse por el pasillo. – ¿Cuál es tu nuevo objetivo? – ella se detiene, da media vuelta.
– Trabajo en un nuevo proyecto. – responde, con sinceridad. Sigue su camino, perdiéndose entre los corredores.
Suspira, desganado. Sonríe. – Buena suerte, Kurenai. La necesitarás. – susurra, para luego perderse en aquel extenso pasillo. Arriba a la habitación.
– ¿Ya se marchó? – interroga la mujer, nerviosa.
Cierra la puerta. – No volverá a interferir, puedes estar tranquila. – toma asiento a su lado, luego agarra las manos de ella y las aprieta. – No voy a dejarte, de eso puedes asegurarlo. – aproxima el rostro hacia el de ella. – Yo te amo y nadie más intentará separarnos. – estaba apunto de besarla, pero ella desvía la cabeza.
– Yo también te amo, pero…– se lleva ambas manos al pecho. – Siento en mi pecho un palpitante dolor que impulsa cuando me dices esas palabras. Es como si… Como si no quisiera escucharlas. – entrecierra los ojos, dolida. – Siento que me apuñalas cada vez que las pronuncias. – lo mira con lágrimas en los ojos. – Me hieres. Estás aquí conmigo, pero a la vez no. ¿Qué sucede realmente conmigo? ¡Eres mi esposo, pero no entiendo porque huyo de ti! ¿Qué hice para alejarme así de ti? – las lágrimas deslizan por sus delicadas mejillas. – ¿Por qué mi cuerpo te rechaza? ¡No puedo soportarlo más! ¡Te amo! ¡Te amo y no me cansaré de repetirlo! ¡Pero no puedo tocarte! ¡Temo tocarte! – el llanto se apoderó de la habitación. – Quiero tocarte, más siento que…– mirada segura, voz seria. – Otra mujer te ha tocado antes. – él abre sus negros ojos como platos. – ¿Quién es esa otra mujer que te hizo sentir excitado? – estaba a por levantarse, pero ella le agarró fuerte de las manos. – ¿La conozco? ¿Quién…?
En un impulso acto, Kakashi la agarró firme por la nuca y depositó sus labios sobre los de ella en un posesivo y apasionado beso. La tumba por completo en la cama, intensifica el beso corriendo su lengua dentro de la boca de ella lentamente hasta encontrar la de ella y empezar un juego por la dominación. Agarra con su mano libre, la muñeca de una de las manos de la mujer apresándola fuerte.
Ella intenta liberar su mano, pero él se posiciona sobre ella. Gime. – Ahh… Kakashi… No…– rompe el beso, respira agitada. – Estamos en un hospital. – siente que él coloca su rodilla entre las piernas de ella incitándola a abrirlas. – No, espera. Aquí n…– su boca es obstruida por los labios ardientes de su esposo.
La oye gemir con intención de detenerlo, pero no lo iba a permitir. – Eres mía. – musita mientras agarra ambas muñecas de las manos de ella con las propias. Esconde el rostro en el cuello de su esposa, olfatea su rico aroma y lame su cuello. Vuelve a oírla gemir fascinada. – No hay otra mujer, amor. – responde seguro de sus palabras. – Sólo tú. – succiona el cuello de ella, dejándole una marca enrojecida. – Nadie más que tú sacia mi sed. – muerde su barbilla lentamente. – Que te quede muy claro. – le da un beso fugaz en los labios.
– Kakashi, yo…– lo ve ponerse en pie. – Realmente lo siento. – sonrisa entristecida. – No entiendo cómo se me ocurrió pensar en esas posibilidades, cuando no te has apartado de mi lado en éstos quince años. – desvía la mirada. – Lo lamento. Perdóname.
– No puedo perdonarte. – ella abre sus ojos desmesurados. Sonrisa divertida y encantadora. – La única manera de hacerlo, es…– se inclina a la altura del rostro de su esposa, acerca los labios a su oído. – Llevándote a la cama. Aunque sería difícil hacerlo aquí, pero no imposible. – aspira el aroma del cuello de ella.
El intenso rubor cubrió sus mejillas. – ¡E-Eres un per-perverti-tido! – coge la almohada y la lanza hacia él, quien se alejó justo a tiempo. – ¿C-Cómo me fijé en ti? – desvía la mirada hacia el lado izquierdo, cruza los brazos y hace un puchero. – Eres de lo peor. – Kakashi reía a carcajadas al ver el rostro enrojecido de su esposa, la cual no tiene precio ver en ese instante. Al no escucharlo reír más, lo busca con la mirada. Entonces ruborizó aún más al verlo a escasos centímetros de su rostro olfateando su sedoso y ondulado cabello violeta. – K-Kakashi… ¿Q-Qué haces? – titubea, ruborizada.
Acaricia el pelo y lo besa, olfateando en el proceso el rico aroma a flores. – Es exquisito. – murmura, voz baja. – Eres exquisita. Tu pelo, tus ojos, tu cuerpo… Todo de ti es exquisito. – ella traga saliva, nerviosa. Desliza los dedos por los brazos de su amada. – Tu piel es deliciosa. – la abraza acomodando la barbilla sobre el hombro izquierdo de ella. – Tus manos son…– agarra una mano y la entrelaza con la suya. – Cálidas. – abre sus ojos, desconcertado y nervioso. – ¿Frías? Sus manos están frías.
Ella sintió el cuerpo de él ponerse tenso, más no se aparta de ella. – Kakashi, ¿Qué sucede? – siente que intensifica el abrazo.
– Nada, amor. – responde acercándola más hacia él y apretándola más fuerte. – Sólo que, te ves pálida. – acerca sus labios al oído. – ¿No te pusiste maquillaje porque querías seducirme en pleno hospital? – la oye discutir, pero él sólo la abraza más y más fuerte con una intensidad de no querer soltarla jamás. – Te amo. – musita, desconcertándola. – Te amo tanto, tanto. Si me faltaras, yo me moriría contigo.
– Kakashi, tú…– empieza a decir, pero él rápidamente se aparta.
Sonrisa despreocupada. – Le preguntaré al doctor si ya puedes salir de este hospital. – camina hacia la salida, se detiene frente a la puerta. – Después de todo…– ella parpadea, preocupada. – Aquí no podemos hacer cosas, estamos en un hospital. – ella ruborizó considerablemente y lanzó fuerte la segunda almohada directo a él, ya que la primera ya la había lanzado. Kakashi abre la puerta, sale y la cierra, la almohada chocó contra la puerta.
– ¡Pervertido! – la oyó dentro la habitación.
– ¡Sólo contigo, amor! – exclama desde el pasillo. Apoya el cuerpo contra la puerta.
– ¡Kakashi, tú idiota! ¡Deja de decir eso que me pones nerviosa! – gritó ella, desde la habitación.
– ¡No es para tanto! ¡Eres mi esposa, debes complacerme! – sonríe, feliz.
– ¡Baka! ¡Baka! ¡Baka! ¡Baka! – exclama, nerviosa.
Kakashi reía contento, pues su esposa puede ser infantil algunas veces. – ¡Me imagino que habrás de cubrir tu rostro sonrojado! – en efecto, las mejillas ardían y ella no tenía palabras para defenderse. – ¡Eres hermosa con o sin maquillaje! – entrecierra los ojos. – ¡Deberías sentirte feliz de que tu flamante esposo, aquí presente, te halague y diga lo exquisita que eres! – mirada entristecida. – ¡Señora Hatake, no voy a permitir que te apartes de mi lado, eres la dueña de mi corazón! – no escucha ruido provenir de adentro. – ¿Me estás escuchando? ¿Amor? – abre la puerta. Fue entonces que la vio tirada en el suelo. – ¡Necesito un doctor, urgente! – corre hacia ella, la toma en brazos. – Vamos, despierta. No me hagas esto. – golpetea sus mejillas. – No, por favor. ¡Despierta!
(*-*)
Espero les haya gustado este y otros capítulos.. En espera de sus críticas o comentarios.
Au revoir!
