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Okāsan, doko ni iru no?
(4)
Hermosa mañana en la academia donde las chicas tienen el día libre y pueden pasarla con sus familias o amigos. Las aves cantan su tan sincronía y suave melodía. Asumi sale de su recámara, lista para salir con el objetivo de visitar a sus amigas. Viste short de mezclilla, abrigo blanco de rayas violetas y por encima, un chaleco morado estilo sudadera, medias largas color blancas y tenis morados. Gira en el fondo del pasillo, entonces se encuentra con Árika y Kimi que se acercan muy sonrientes.
– ¡Buenos días, Mi-san! – exclama Árika entusiasmada.
– Oh, buenos días Árika-san, Kimi-san. – responde Asumi, jovial. Kimi asiente en forma de saludo.
– ¿Saldrás a algún lugar en especial? – interroga Árika, curiosa.
Agacha la mirada. – No exactamente, pero…– alza la mirada, con una sonrisa en los labios. – Iré a visitar a mis amigas en mi antiguo instituto. – contesta observando el gesto de desagrado de la rubia. – ¿Sucede algo, Árika-san?
Pucheros. – Queríamos ir al parque de atracciones contigo. – responde desanimada.
Sonrisa nerviosa. – Será en otra ocasión. – murmura Asumi, tranquila.
Árika chasquea los dedos. – ¿Por qué mejor no vamos contigo? ¿Podemos ir? – carita de cachorro.
Asumi duda en responder, pues Kimi le hace señales de no aceptar. Pero el rostro de la rubia le animaba a aceptar y no podía resistir ese rostro. – E-Está bien. – responde, viendo a Kimi chocar la palma en su frente. Risa nerviosa.
...
Joven de aproximadamente 15 años, cabello negro y largo recogido en una coleta de caballo que le llega a la cintura, ojos marrones oscuros. Viste uniforme consistente en una mini-falda negra tachonada, blusa blanca y por encima una ajustada chaqueta negra con un solo botón ubicado un poco más debajo de los senos y el peculiar corbatín en forma de lazo color marrón claro. Lleva medias blancas que le llegan a los tobillos y zapatos negros escolares.
A su lado y emocionada, camina una joven de ojos verdes y de cabellos rosa que le llega un poco más arriba de los hombros. Viste el uniforme escolar, mini-falda negra tachonada, blusa blanca de mangas largas, pero recogidas hasta el antebrazo. No lleva puesta la chaqueta, pero en su lugar tiene un chaleco negro que forma parte del uniforme. Corbatín en forma de lazo color marrón claro, medias blancas hasta los tobillos y zapatos marrones.
Ambas se dirigen hacia la salida conjuntamente con los muchos estudiantes que también salen, y aunque otros se quedaran en el campus ya sea practicando era la hora de volver a casa. La chica de pelo rosa lanza el puño en el aire, mientras su acompañante ríe por la acción de su amiga.
– ¡Tomo-chan! ¡Eri-chan! – escuchan que alguien las llama. Buscan con la mirada, entonces vieron a su amiga Asumi en la entrada del instituto agitando sus manos en el aire.
Sonrisas de felicidad. – ¡Asumi! / ¡Asumi-chan! – exclaman respectivamente. Corren hacia su amiga y se abalanzan sobre ella, abrazándola.
Se separan. – Es bueno verte por estos caminos. – sisea Tomoyo, cruzando los brazos.
Asumi hace leve puchero. – No me he olvidado de ustedes si es lo que intentas decir, Tomo-chan.– murmura entre dientes y desanimada.
Eri golpea con la palma de su mano, la frente de Asumi. – ¡Piensa rápido! – manos en las caderas, ríe con alegría. – Extrañaba hacerte eso. – viendo a Asumi acariciarse la frente, gracias al regalo de bienvenida de su segunda mejor amiga. – ¿Cómo va todo en esa academia? – pregunta, entrecerrando los ojos verdes.
Asumi hace una pausa mirando el suelo, luego mueve los ojos hacia un lado sin saber qué responder. – Paciencia. – murmura Tomoyo, a lo que Asumi le mira con sorpresa. – Debes tener paciencia. – cierra los ojos. –En lo primero que debes pensar es en subir sobre ese escenario, si no lo logras no podrás verla, ¿Cierto?– Asumi afirma con la cabeza. – Ella te verá cuando llegue el momento.
– ¿Eh? ¿Quién te verá Mi-san? – pregunta Árika, caminando hacia ellas. Asumi y sus amigas se quedaron calladas sin saber qué contestar. – No era mi intención escuchar, lo siento. – leve reverencia.
Asumi agita sus manos negando. – No te preocupes, no es nada malo. – risa nerviosa.
– Asumi-chan, has venido en el momento más oportuno. – dice Eri, guiñando un ojo.
– ¿Eh? ¿Por qué? – frunce el entrecejo, sin comprender. Risa maliciosa por parte de Eri. – No me agrada esa risa. ¿Qué estás planeando? – Eri la toma de la muñeca y empiezan a correr por el campus del instituto.
Tomoyo suspira, mientras Árika y Kimi intercambian miradas desconcertadas. – Esto se pondrá bueno. Les gustará lo que verán. – musita Tomoyo, empezando a caminar por el campus. Árika y Kimi se aventuran a seguir a Tomoyo.
– Eri-chan, esper…– su amiga la hala con fuerza. Corren atravesando el campus, pasando a través de los estudiantes hasta llegar al gimnasio. Asumi apoya manos en las rodillas procurando no ahogarse con la falta de aire. – ¿Intentas matarme? – el sudor corre por el cuello y frente.
- Has perdido potencial. ¿Qué has estado haciendo? ¿Comiendo y durmiendo? – se burla Eri sonriendo.
Una venita palpita en la frente de Asumi. – Por supuesto que n…– de pronto, un bullicio ensordeció a la aludida. – Esto es…– recupera la postura y observa el gimnasio repleto de chicos y chicas ansiosos de ver el partido.
– ¡Miren, es Asumi-sempai! – exclama una chica en las gradas. El bullicio aumentó, sorprendiendo a Asumi.
– ¡Sempai, ha vuelto!
– ¡Asumi-sama, por aquí!
– ¡Aquí, mírenos!
– ¡Asumi-san!
– ¡!Ehhh! ¡Vamos, Asumi-sempai! ¡Acabe con ellos!
Sonrisa melancólica. – No cambian. – musita.
– Todos te extrañamos. – agrega Eri sosteniendo el balón, cual le lanza. – ¿Cómo en los viejos tiempos?– guiña un ojo.
Sonrisa divertida. – Como en los viejos tiempos. – repite, apretando el balón contra su pecho. Se quita el chaleco y se arremanga el abrigo.
Cuando Tomoyo y las demás ingresaron al gimnasio, Asumi estaba jugando basketball con el equipo. Ella se veía feliz y emocionada sobre todo. Árika abre sus ojos desmesuradamente, Kimi parpadea. Tomoyo apoya el cuerpo contra la puerta. – La chica que conocieron hace un momento es Eri Kisaragi, la capitana del equipo de voleibol, pero eso no la detiene para probar otros deportes. – entrecierra los ojos. – Asumi es popular en este y otros institutos. Los deportes se le dan bastante bien y aunque había rechazado ser la capitana de todos ellos, es querida por la gran mayoría. – Asumi esquiva la defensa, moviéndose estratégicamente hacia la izquierda, desliza un poco su pie derecho para impulsarse y saltar. Cesta. Los chicos gritan emocionados el nombre de Asumi.
La seriedad del rostro de Asumi da un poco de miedo, pero se nota que se divierte bastante. – ¡Es genial! – exclama Árika, agitada.
Eri le arrebata el balón al equipo contrario. – ¡Asumi-chan! – lanza el balón. Asumi recibe un excelente pase que no desperdició. Encesta. Choca los cinco con Eri y las demás. – Vamos a ganarle a esos perdedores. – dice Eri, excitada.
Contraatacan. Una de las integrantes recibe el pase, pero pierde el balón gracias al arrebato del contrincante. Tomoyo coloca ambas manos alrededor de su boca. – ¡PLAN V! – vocifera.
– ¿Plan V? – preguntan Kimi y Árika al unísono, mirándose entre sí.
– Ya lo verán. – cruza nuevamente los brazos. Sonrisa de satisfacción.
Eri y Asumi se miran de soslayo con seguridad. Eri corre por el lateral derecho, Asumi izquierdo. Vuelven a mirarse, esta vez para atacar. Bloquean al oponente que sostiene el balón, quien suda frío al verlas muy cerca. –No pierdas la concentración en un juego, ¿Cierto, Asumi-chan?– murmura Kisaragi. La aludida afirma, más sonrisa divertida surca sus labios. Por acto reflejo, Eri pasa al lado izquierdo, Asumi derecho y vuelven a repetirlo haciéndose confundir una a la otra. Momento que aprovecharon para arrebatarle el balón, dejando confundida a la chica.
Ambas continúan la misma estrategia hasta llegar a la canasta. Asumi lanza un pase para Eri, pero inesperadamente es detenida, más lanza el balón a Asumi mientras escapa del contrario y se acerca a la canasta lo más rápido posible. Asumi la ve posicionada en buen lugar, pase a su amiga quien lo tomó con esfuerzo, pero es marcada por dos oponentes. Sonrisa divertida. – ¡Asumi-chan! – gira la parte superior del cuerpo hacia atrás y lanza con fuerza el balón mientras Asumi calculando la distancia y la velocidad logró idear plan, salta, agarra el balón y la entra en canasta. Se sostiene de la canasta, suelta y cae de pie.
Silbato, siguiente partido. Todas se posicionan, más las contrincantes observan en especial a Asumi. – Van a marcarme. – dice para sí misma. – Esto se pondrá interesante.– sonrisa. Silbato. Le pasan el balón, entonces se apresura en llegar al arco del oponente, pero es marcada por tres. Rebota el balón, sin perderlo. – Piensa, Asumi, piensa. – observa a Árika ser marcada por dos, mientras las tres compañeras, una está en el centro y las otras dos cerca de la portería. Pero son malas lanzando. Mueve los ojos de un lado a otro, buscando la manera de escapar de dicha marcación.
– Está analizando las muchas maneras de anotar sin perder el balón. – murmura Tomoyo, mordiéndose las uñas de las manos. – Tú puedes. – susurra, observa cuidadosamente.
Rebota con fuerza el balón, logrando distraer a los contrincantes que lo observan dispuesta a tomarlo. Sin embargo, Asumi escapa de la marcación, salta y lo toma. Corre en dirección al canasto. Una de las que marcaba a Árika se interpuso. Asumi sonríe, pase para Árika. Árika se apresura en tomar la delantera, salta y anota.
No obstante, el equipo contrario no se queda atrás. A medida que el partido avanza han anotado muchas veces, logrando casi emparejar el marcador. – Un punto más y ganamos.– dice la capitana del equipo contrario.
– Chicas, aún nos queda tiempo suficiente para anotar y ganar este partido. – dice Árika, emocionada. – Después de todo, nos tienen a Asumi-chan y a mí en su equipo.– guiña un ojo.
– ¡Sí! – exclaman emocionadas.
– Dilo por ti, pero mi cuerpo ya no resiste. – murmura Asumi, apoyando sus manos en las rodillas. Inhala y exhala. – El entrenamiento de la academia es muy riguroso. – piensa. Inhala profundo, recuperando la compostura. – Démosle una paliza. – choca sus manos contra las de su equipo.
Se colocan en sus posiciones, marcación uno a uno han usado el equipo contrario. Asumi en el centro siendo bien marcada, de repente ve en los asientos de arriba a un chico de unos 17 años con el cabello mezclado entre negro y azul oscuro alborotado que a pesar de tener puesta una gorra pudo distinguir con facilidad, sus ojos son negros y su mirar profundo. Piel blanca, bastante apuesto cabe mencionar. – Ese chico… Fue el que me salvó aquella vez. – murmura. El rubor cubre las mejillas de Asumi.
– ¡Asumi-chan!– vocifera Eri, regresándola a sí misma. Pase para la nombrada.
Asumi acepta, empieza a correr rebotando el balón y evadiendo la defensa con facilidad. – ¿Qué hace él aquí?– mueve los ojos en dirección donde se ubica. – Me está observando. – en efecto, él no despega los ojos de sobre ella, más sonríe. – Así que, es lo que quieres ver. – sonríe igual. Gira sobre sus talones dándole la espalda a la canasta, salta y lanza el balón hacia atrás. Entra.
El chico sonríe fascinado, pero la sonrisa desvaneció al ver a una del equipo contrario chocar contra Asumi cuando descendía. Asumi cayó al suelo deslizada. Tenía el impulso de bajar y ayudarla, estaba a punto de hacerlo, pero un chico de la misma edad con el cabello castaño claro, ojos color ámbar, y piel morena, le detuvo posando una mano en el hombro de su amigo.
– No debes ir. – murmura el chico de cabello castaño claro.
– Pero Chad…– intenta replicar, sin embargo el aludido niega la cabeza.
– Es una competencia entre mujeres. Que ellas lo resuelvan. – entrecierra los ojos, mirando a su amigo con desconfianza. – Espero que no sea lo que creo que es. – su amigo le mira confundido. – ¿Te gusta esa chica? – el chico no responde, más un leve rubor cubre sus mejillas. – No debes involucrarte, no está a tu nivel. Recuérdalo.
Él asiente. – Sí. – suspira, relajando los músculos. Se coloca lentes oscuros, ocultando su identidad.
La chica seguía tirada en el suelo. – ¡Asumi-chan! – Eri corre en su ayuda. – ¿Qué te duele?– al ver el rostro incómodo de su amiga, así como las cejas fruncidas. – ¿El hombro? – asiente, sin poder moverse. Sólo allí, tirada. – Debemos llevarte a la enfermería. – se pone en pie para buscar asistencia.
– ¡Asumi-sempai, levántese! ¡Usted puede!
– ¡Sí, Asumi-sama!
– ¡No se deje vencer!
– Chicos…– Asumi se levanta dificultosamente, frunce el entrecejo. – Estoy bien. Sólo un punto para ganar, ¿No?– sonrisa. El bullicio no se hizo esperar, algunos aclaman frenéticos, otros llorando excesivamente. – Eri-chan, pásame el balón cuando te avise.
– Pero…– procura contradecirla para hacerle entender el daño que puede hacerse si continúa.
– Esto no es nada para mí. Recuerda que he tenido peores caídas. – camina lentamente. – ¡A jugar! – Silbato. Las chicas avanzan, mientras ella se queda parada, observando los movimientos, mientras el dolor intenso del brazo le incomodaba. Empieza a trotar, procurando de no mover mucho el brazo. Eri sostiene el balón, más lo pasa a una compañera y ella a otra, y ésta a Eri. Oportunidad perfecta. – ¡Eri-chan! – grita.
Desvía la mirada a un lado. – Lo siento Asumi-chan, pero no te lo daré. Estás herida. – se dijo para sus adentros.
– ¡Eri-chan! ¿Qué esperas? ¡Lánzame el balón! – vocifera enojada.
Rebota fuerte. – No puedo. – pase para su compañera, quien rebota el balón una y otra y otra vez, mientras es marcada por el adversario. Ella pasa a otra, quien no tiene la oportunidad de lanzar, pero mantiene el balón bajo su dominio.
– No puede ser. – aprieta los dientes. Empieza a correr veloz, llega donde se ubica su compañera y le arrebata el balón, sorprendiéndola debido a la velocidad de la aludida, más corre hacia el canasto. Defensa aparece, más eso no la detiene, la elude con un ágil movimiento. Salta, no sin antes gemir y sosteniendo fuerte con ambas manos el balón, dobla la muñeca y lo lanza. Encesta.
Silbato. Fin del partido. El bullicio no tardó en explotar. Kimi y Árika se agarraron y saltaron emocionadas mientras Tomoyo sonríe asintiendo con la cabeza. Eri no sabía que hacer o decir, más gracias a Asumi ganaron el partido. Las compañeras de Asumi corrieron hacia ella y la abrazaron, quien ríe feliz.
Asumi camina hacia Eri, golpea con la palma de su mano la frente de la rubia. – Eso es por ser lenta. – murmura, con fastidio.
– ¿Cómo se encuentra tu brazo? – analizando los gestos de su amiga.
– Estará bien. Lo que unas vendas y des inflamatorio no resuelvan.– se encoge de hombros. – Físicamente soy difícil de mitigar. – Árika, Kimi y Tomoyo se aproximan. – ¡Vayamos por unos helados! ¡Eri-chan paga!– lanza el puño contrario en el aire, entusiasmada.
– ¡Asumi-chan! – replica. La nombrada se muerde la lengua, divertida. Desvía la mirada, mejillas sonrojadas. –¡Sólo por esta vez! – le deja bien claro.
– Sí, sí, vamos. También quiero ir al karaoke. – Asumi las empuja hacia la salida. Se detiene a suspirar, toca el hombro y un gemido escapa de sus labios, frunce el entrecejo. – Duele… Pero resistiré. Sólo por esta vez, un rato más. – inhala profundo y exhala lento, sonríe y sale a encontrarse con sus amigas.
El chico de cabello mezclado entre negro y azul oscuro alborotado, ojos negros y mirar profundo, contempló todos los gestos que hizo Asumi antes de salir. Se quita las gafas. – Esa chica…– risa amenizada. – Es divertida y bastante… peculiar.
Después del partido, marcharon hacia el karaoke donde compartieron largas horas cantando y comiendo comida chatarra y degustando helado. Cabe destacar que, Eri sólo invitó los helados. Eri y Árika se hicieron muy buenas amigas y cantaron juntas una canción, mientras Kimi y Tomoyo se llevaron muy bien. Asumi pensaba que era porque tenían las mismas personalidades. Tomoyo, Eri y Asumi cantaron una canción emotiva estilo pop. Luego Asumi, Árika y Kimi también cantaron en muy buena sincronía. El paseo concluyó cuando Tomoyo vio el reloj indicando que era tarde y debían regresar a casa, Kimi secundó la propuesta.
Las tres amigas llegaron a la academia tarareando la melodía, según ellas contagiosa, que cantaron en el karaoke. Observan la luna llena reflejada en la fuente. Asumi toma asiento a orillas de la fuente, sus amigas hacen lo mismo. Asumi extrae de su chaleco, el reproductor.
Árika observa de soslayo las canciones grabadas. – ¿Te gusta mucho C-ute? – interroga.
– Sí, mucho. – mirada ilusionada, sonrisa satisfecha.
Kimi inhala el agradable aire fresco. – Hagamos realidad nuestros sueños de convertirnos en Idol. – murmura. Las dos asienten. – Habrán dificultades, pero no quiero rendirme a medio camino. – se levanta de repente. Extiende una mano hacia ellas. – Es una promesa. Hagámoslo.– Árika y Asumi posicionan sus manos sobre la de Kimi, afirman. Impulsan sus manos y las extienden hacia arriba.
Desde entonces, han estado practicando después de clases, ya sea corriendo por los alrededores y saltando la cuerda o el trampolín. Más su ánimo sigue intacto o se podría decir que se ha elevado, a tal grado que sonríen en sus prácticas y eso Kurenai lo había notado. No sólo la directora, también Yoshida y Nanami.
A pesar de no relacionarse con las demás, Nanami siente felicidad al notar la alegría de su primera amiga Asumi al tener amigas. Pero una tristeza invade su corazón, desearía poder compartir tanto o como ellas. Más no puede darse el lujo, pues la mayoría en la academia la rechaza, excepto Kimi que la aprecia aunque no hablen seguido, y Asumi quien todavía no conoce su historia.
Cabe destacar que, Nanami es un poco torpe y varias compañeras se burlan de ella. Mientras corren por el campus, la maestra se descuida tan sólo un momento y alguien interpuso el pie haciendo que Nanami cayera de cara al suelo. Cuando la maestra ve a la chica en el suelo, suspira.
Kimi se detuvo de repente, iba a ayudarla, pero alguien se adelantó. Asumi corre apresurada hacia Nanami. – ¿Te golpeaste muy fuerte, Nanami-chan? – preocupación en su mirar. La ayuda a ponerse en pie, al momento de ver sus negros ojos pudo apreciar lágrimas en ellos. – Ah… No llores. – rebusca entre la sudadera alguna servilleta o algo. Entonces encuentra un pañuelo, con el cual seca sus lágrimas y limpia el barro de su rostro. – ¿Mejor? – obtiene asentimiento.
– Mírala, es una inútil. Mira que caerse en pleno entrenamiento. – murmuran un grupo de chicas riendo.
La rabia se apodera de Asumi. – ¡Ustedes! – las mira con furia. – ¡Esto no hubiera sucedido si no le hubieran puesto el pie para que cayera!– ellas tragan saliva. – No intenten negarlo, porque las he estado vigilando desde que inició el entrenamiento. – agarra la mano de Nanami. – La próxima vez que molesten a Nanami-chan, se la verán conmigo. Y no querrán verme enojada, porque cuando me enojo no tengo piedad. – mirada peligrosa. – ¡Ahora, discúlpense con ella! ¡He dicho que se disculpen!
– ¡L-Lo sentimos! – inclinan las cabezas, nerviosas.
– ¡Otra vez! ¡Más alto porque no las escucho! – grita Asumi, enojada.
– ¡LO SENTIMOS! – vociferan con ánimo.
Árika ríe. – Mi-san puede ser cruel si se lo propone. – murmura. Kimi afirma riendo, mientras ve a Asumi discutir con esas chicas.
Asumi se aproxima a ellas sosteniendo a Nanami de mano. – Esas chicas en verdad me hacen enojar. – murmura entre dientes. – No deben molestar a otros. – aprieta la mano de Nanami. – Si continúan molestándote, dímelo. Las pondré en su lugar.
– G-Gracias, Asumi-san. – responde Nanami agachando la cabeza.
Sonriente, le alborota el cabello. – No me agradezcas, lo hice porque somos amigas. – Nanami abre sus ojos desconcertados, estaba feliz, entonces mira a Kimi quien asiente. – A partir de ahora, cuentas con nosotras. Y con Yoshi. – mirando de reojo a Yoshida, quien iba pasando cerca de ellas.
– ¡No me digas así! – exclama irritada. Al percibir la mirada de Nanami, desvía el rostro sonrojado. – Etto…– se rasca la mejilla con el índice. – Ya que compartimos dormitorio, puedes decirme lo que te moleste. – vuelve los ojos sobre Nanami. Ella sonreía feliz, aunque un poco tímida.
Árika coge las manos de Nanami con las propias. – También puedes recurrir a mí. Cuando entraste a la academia, te vi tan frágil que quería acercarme a ti y ser buenas amigas. – sonrisa melancólica. – Pero eras reservada, o quizás eso creí. – sacude su cabeza. – De todos modos, ahora que puedo hablar contigo me siento conforme y a la vez emocionada de poder llamarte amiga. – sonrojo en las mejillas de Nanami. – ¡Eres tan linda! – se abalanza sobre ella, la abraza fuerte.
– A ella le gustan las cosas lindas. – murmura Kimi, riendo nerviosa. Suena la campana, indicando cambio de actividad. – Nos toca clase de música. – informa. Empiezan a correr en dirección a los dormitorios, necesitaban cambiarse de ropa.
Nanami observa las espaldas de sus amigas, se veían tan lejos. Entonces percibe la presencia de alguien cerca de la fuente. Se detiene. Un joven de unos 18 años, cabellos alborotados de un tono rojizo opaco, ojos amarillos como el ámbar y piel aperlada. Bastante apuesto cabe mencionar, le sonríe.
Asumi se detiene. – ¿Nanami-chan? – arquea una ceja, confundida.
– C-Continúen sin mí, luego las alcanzo. – responde Nanami sonriendo. – T-Tengo algo que hacer. – se despide agitando su mano. Asumi se encogió de hombros y alcanzó a las demás. Estando sola, camina hacia la fuente. Detiene sus pasos, le mira. Ambos intercambian miradas, no musitan palabras. No obstante, toman asiento a orillas de la fuente de agua.
Él alza la cabeza contemplando las nubes flotar. – Veo que, ya tienes amigas. – murmura como si nada. – Es un gran paso. – sonríe. – Me siento aliviado. – Nanami parpadea sin comprender. – Y feliz de que tengas amigas. – Nanami asiente. – Siendo sincero, me preocupaba el hecho de que estabas siempre sola. Espero que ellas no te estén utilizando porque saben quién es tu madre. – mirada seria.
Nanami niega la cabeza. – E-Ellas no lo saben. No se los he dicho, aún. – responde segura de sus propias palabras.
– ¿Estás segura que alguien no tuvo el privilegio de contárselo? – arquea una ceja, evaluando las reacciones de la chica. Ella mantiene la cabeza agachada. – Escucha Nanami, mi intención no es ponerlas en tu contra. Al contrario, quiero saber hasta dónde llega su amistad por ti. – nota que el cuerpo de ella tiembla. – Lo lamento, no quise…– inhala y se arrodilla frente a ella. – No llores, ¿Sí?– seca sus lágrimas, rozando sus dedos en las mejillas de Nanami. – Si alguien más te hiere, piensa en mí. Siempre te protegeré, lo sabes.
– Lo sé. – susurra, voz entrecortada.
– Sabes también, cuáles son mis sentimientos hacia ti. – ella asiente con la cabeza. – No dejaré que seas lastimada. Vine a Konoha para estar cerca de ti. – ella limpia sus propias mejillas. – Nanami, escuché que tu madre vendrá pronto. – ella abre sus ojos como platos, más se deja caer en los brazos de él y lo abraza fuerte. – No sabe que estás aquí, tranquila. – corresponde el abrazo. – Y aunque lo supiera, hablaría con ella para convencerla de que te deje conmigo. Ella no me negará esa petición.
Esconde el rostro entre el cuello y pecho varonil. – Arigatou, Taisuke-kun. – cierra sus ojos.
Sonrojado, acaricia dulcemente el pelo de Nanami. – No me agradezcas. Lo hago con gusto. – cierra sus ojos ámbar mientras siente la calidez del cuerpo de ella. – Soy fiel a ti, Nanami. – mueve uno de sus brazos alrededor de los hombros femeninos. – Me gustas. – le susurra al oído, más le deposita un tierno beso en la mejilla. Siente el cuerpo de ella estremecerse. – Lo siento, no estás acostumbrada a escuchar esa clase de palabras.– verla tan frágil entre sus brazos, le hace sentir no querer separarse de ella ni por un segundo. Pero eso no es posible. Deshacen el abrazo. – Debo regresar a la oficina. – se pone en pie, extiende su mano y ella la toma. La ayuda a levantarse. Sin soltar su mano, la acerca a sus labios para besar el dorso. Ella ruboriza. – Sé que estoy yendo rápido, pero estando a tu lado no puedo controlar mis emociones y acciones. – sonríe. – Cuando llegue el día que me digas esas mismas palabras, seré el hombre más feliz de la tierra. – acorta la distancia que los separa y la besa en las comisuras de los labios. – Es lo más que puedo llegar, sino perderé mi autocontrol. – se dijo a sí mismo. – Esfuérzate en lograr tus metas.– gira sobre sus talones, no sin antes darle una mirada de seguridad y decirle. – Kouun wo inorimasu. (Te deseo, buena suerte)
Lo ve alejarse. Siente la necesidad de detenerlo, si lo hace sus sueños se derrumbarían. – T-Taisuke-kun…– susurra. Aunque él ha estado junto a ella, apoyándola en sus decisiones. – ¡Taisuke-kun! – vocifera, no tan fuerte. Él da media vuelta. Manos cerradas en puños y a la altura de su pecho. – Gambatte kudasai! – que significa "Esfuérzate, tú puedes."
Él ruboriza, sacude su cabeza recuperando la compostura. – Arigatou, Nanami. – sonrisa. Gira sobre sus talones reanudando el camino.
...
Academia Star Estados Unidos…
De pie en el campus, observa el cielo azul. Su largo y sedoso pelo violeta recogido en una coleta alta, se mece al compás del viento al igual que, algunos flequillos que se deslizan del broche en forma de mariposa que los mantiene aprensados. Viste mini-falda beige tachonada, blusa blanca mangas largas y por encima una ajustada chaqueta azul verdoso con dos botones ubicados un poco más debajo de los senos. Lleva además, botas blancas de tacón que le llegan a las rodillas y medias largas que llegan hasta los muslos.
El viento sopló fuerte logrando que los flequillos empezaran a moverse al ritmo, ocultando los ojos de ella. Pasa una mano echando los flequillos hacia atrás, dejando entrever sus negros ojos y el ligero maquillaje que resalta su belleza. – Un mes…– susurra, entristecida. Extrae del bolsillo de la chaqueta, su teléfono móvil. – Koishi…– baja la mirada, se muerde el labio inferior.
– ¿No has tenido noticias de él? – interroga una joven a su espalda. Se posiciona al lado de ella. – ¿Me estás escuchando, Natsuki?
Alza la mirada y sus ojos reflejaban una seguridad que daba miedo. Sonrisa. – Debe de estar bien, lo sé.– murmura, alegre. Da media vuelta. – Volvamos a clases. – empieza a caminar, alejándose de su amiga.
– Si está preocupada, ¿Por qué no sólo llama? – se pregunta, suspira. – Cada vez la entiendo menos. – corre para alcanzarla.
Natsuki aprieta su teléfono móvil hasta temblar. – Estará bien sin mí, lo sé.– se dijo, melancólica. – Lo presiento, pero…–se detiene. Observa el cielo azul, mientras su amiga le mira con el ceño fruncido. – ¿Por qué me siento inquieta? ¿Qué está pasando en Japón? – levanta el celular dispuesta a llamar, pero cuelga al instante. – Debo tranquilizarme.
Por otra parte…
– ¡Quiero ver a onee-sama! – exclama Koishi corriendo por toda la sala. Chizuru corre detrás de él. – ¡Onee-sama! – ella lo atrapa. – ¡No! ¡No quiero ver a otō-sama! ¡Otō-sama no me quiere! – él se aferra a Chizuru y las lágrimas brotan de sus pequeños y negros ojos.
Un hombre alto y bastante elegante se detiene a observar la escena desplegada ante sus ojos. Su mirada severa e intensa demuestra no ser un padre cariñoso, pero las apariencias pueden engañar. Sus ojos negros se centraron en el pequeño. Camina hacia él, se arrodilla frente al niño. – Campeón, ¿Por qué dices que no te quiero? – voz amable, mirada suave.
Koishi deja de llorar, lo mira con detenimiento. – Otō-sama…–susurra, con cierta timidez en su voz y mirada.
Él pasa una mano por sobre su pelo plateado. – Koishi, ven aquí. – extiende sus manos hacia su hijo. Mira a Chizuru buscando ayuda. Ella entendió el mensaje y acerca al pequeño a los brazos de él. – Ven…– rodea los brazos alrededor del niño y se pone en pie con él en sus brazos. – Al decir que no te amo, me hieres. – mirada triste.
– Hatake-sama, él no quiso decir eso. – interviene Chizuru, procurando aligerar el ambiente entre padre e hijo.
– Conozco el motivo del porqué lo dijo, Chizuru. – responde Kakashi, serio. – Saldremos un momento. – ella asiente, agacha la cabeza. Kakashi sale de la enorme casa con su hijo en brazos. Suben a la limosina. –Llévanos al hospital. – el chofer asiente y enciende el motor del vehículo. Mientras el vehículo avanza, contempla a su hijo observar a través del cristal de la ventana. – Koishi, sabes que tu madre no se encuentra bien de salud. – él presta atención, afirma. – Como estoy con ella cuidándola, no paso tiempo contigo. Pero no significa que no te quiera. Al contrario, en nuestras vidas eres quien nos da fuerza a tu madre y a mí para seguir adelante.
– Otō-sama…–susurra, sin comprender.
– Vamos a ver…– revuelve su cabello plateado, procurando buscar las palabras correctas para que él comprenda. Chasquea los dedos al encontrar la manera de explicarle. – Otō-san no puede estar con Koishi cuando Koishi lo desee, porque otō-san debe cuidar a okā-san. –posa una mano sobre la cabeza del pequeño Hatake. – Okā-san necesita ser cuidada por otō-san y Koishi. –Koishi afirma con la cabecita.
– ¿Y por onee-sama? – interroga, inocentemente.
Kakashi desvía la cabeza en dirección a la ventana mientras su mirada se tornó seria y apesadumbrada. – Onee-san no está con nosotros. Ella decidió cumplir su sueño, desobedeciendo las órdenes de otō-san.
Él pequeño agacha la cabeza. – Pero extraño a onee-sama.– susurra, entristecido.
Kakashi abre sus ojos como platos, comprendiendo el grave error que ha cometido separándolos. – Perdóname, Koishi. – murmura mientras le extiende un teléfono celular. – Úsalo cuando desees hablar con ella. –vuelve la cabeza hacia él y le regala una cálida sonrisa. – Otō-san estará muy feliz de saber que Koishi habla con ella. – de repente su celular empieza a sonar. Rebusca entre su saco hasta encontrarlo. – ¿Diga? – abre sus ojos como platos. – ¿Qué? No puede ser…– su labio inferior empieza a temblar.
El rostro desencajado de Kakashi desconcertó a Koishi. – Otō-sama…–sisea, preocupado por la reacción de él. Lo ve dejar caer el aparato en el asiento mientras cubre su rostro con ambas manos.
El auto se detiene. – Señor, ¿Qué le sucede? ¿Se siente mal? – interroga el chófer, angustiado por la actitud de Kakashi.
Kakashi no podía creer la noticia que había recibido. – Mi esposa… mi esposa está…– se afloja la corbata, el aire le estaba faltando. Necesitaba verla, necesitaba abrazarla. – Maldición… Maldición… ¡Maldición! – golpea la puerta del auto con fuerza, asustando a su hijo. Fue entonces que percibió la presencia del niño. – Lo siento.– intenta sonreír, a pesar de las situaciones contradictorias. Lo atrae a sus brazos y abraza. – Otō-san no quería ser rudo. –esconde el rostro entre los cabellos violetas de él. – Otō-san está bien, no te preocupes. – alza la mirada abatida para que el chófer se diera cuenta de la situación.
– Entiendo. – el vehículo vuelve a tomar curso, esta vez veloz pasando cerca de una mujer de tez blanca con cabello lila cayendo como cascada que cruzaba la intersección. Ella viste un vestido blanco de revuelos que le llega a las rodillas y por encima un abrigo azul de mangas hasta los codos, lleva además unas zapatillas blancas y bolso blanco.
Ella mueve la cabeza hacia donde el vehículo había marchado y centró sus castaños ojos en él. Una sonrisa atraviesa sus labios mientras observa todo a su alrededor, las personas, los autos, los niños, todo. La brisa toca su rostro, entrecierra los ojos y empieza a caminar. Se siente libre al poder caminar por los alrededores e ir a lugares donde siempre ha querido sin necesidad de estar restringida.
...
Kakashi desciende del auto con el pequeño en brazos. Observa la amplia puerta de la academia, más no desea entrar a ese lugar, pero era el que quedaba cerca. Entonces vio a Kurenai acercarse a él con rapidez. –¿Puedes cuidar de mi hijo mientras Chizuru viene por él?– pregunta, nervioso.
– Sí, pero... ¿Qué sucedió para que estés tan alterado? – cuestiona entretanto toma en brazos a Koishi. Los ojos desorbitados del Hatake, le hizo entender. – Ella…– él asiente.
Kakashi deposita un casto beso en la frente de su hijo. – Chizuru vendrá por ti. Lo siento, Koishi.– mira a su amiga. – Te mantendré informada.– dicho esto, subió a la limosina y la misma arrancó de repente.
Observa de soslayo al niño, quien rodea los brazos alrededor de su cuello. – Tranquilo, ¿Sí? – gira sobre sus talones y avanza en dirección a la academia, mientras tanto Shizune le espera con una mirada preocupada e impaciente.
– ¿Qué sucedió? ¿Acaso su madre…? – Kurenai niega la cabeza, indicando que no es momento de hablar enfrente de Koishi. – Lo siento. – toma en brazos al pequeño e ingresa con él al edificio. Kurenai le sigue los pasos.
...
En el campus en compañía de sus amigas, Natsuki cae al suelo de rodillas inesperadamente llevándose ambas manos al pecho. – Duele…– musita, respirando agitada. Un fuerte dolor impulsa en el pecho, siente que el aire le falta y el corazón palpita violento y no comprende el motivo. – Duele…– apoya las manos en el suelo. Abre su boca procurando respirar.
– Hatake, ¿Qué te sucede? – interroga una de sus compañeras, evidentemente preocupada.
– Mi pecho…– respira difícilmente. El sudor corre por su cuello y frente.
– Vamos a la enfermería. Estás pálida. – ellas se agruparon para ayudarla a ponerse en pie, más Natsuki no podía levantarse, pues sus piernas no parecían responder.
Lágrimas brotan de sus ojos sin entender porqué. – Me duele mucho.– se le formó un nudo en la garganta. – Okā-san… Okā-san, perdóname… Okā-san…– repite una y otra vez, preocupando más a sus amigas. –Okā… san…– cae desmayada.
– ¡Hatake! ¡Hatake! ¡Natsuki-san! ¡Natsuki-san! – escuchaba a sus amigas llamarla hasta no oírlas más.
Más tarde, el sonrojo era inevitable, pues la temperatura se apoderó de su cuerpo. Se encuentra acostada sobre la cama de su recámara. Inhala y exhala a través de su boca como si el aire le faltara mientras el sudor se desliza por toda su frente, pecho y cuello. – Okā-san…– susurra, voz ahogada.
– ¿Qué le habrá sucedido? – interroga una joven de pelo marrón oscuro y ojos grises a otra chica de pelo negro y ojos azules. – Hace un momento estaba bien y en otro… ¡Bam! Cayó al suelo. – toma asiento en la otra cama, observando a Natsuki desde allí.
– Okā-san…–Natsuki vuelve a repetir, en esta ocasión las lágrimas escapan de sus ojos cerrados. Enrolla las manos arrugando la blanca sábana. – No te vayas… Okāsan. – musita con la voz sofocada.
Una joven de pelo sumamente corto y rubio arriba a la recámara. – Acabo de llamar a su casa, me informan que su madre está interna en el hospital y se encuentra en estado crítico. Ha perdido la consciencia y sus signos vitales no reaccionan al tratamiento. – comunica, desconcertando a las presentes. – Dicen que, las posibilidades de caer en coma son muy altas.
– ¿Por qué Natsuki-san no nos informó sobre esto? – interroga la chica de cabellos negro y ojos azules.
– Quizás para no preocuparnos. – responde la joven que escasos minutos había entrado. – Pobre, jamás había pensado que estuviera pasando por tanto. – suspira. – Seguro sintió lo que iba a pasar y por eso actuó así. Ahora entiendo su angustia al no obtener noticias de su hermano.
– Koishi es muy pequeño, no comprende ciertas cosas. – musita Natsuki abriendo los ojos poco a poco, sorprendiendo a sus amigas. – Desde que nació, he estado a su lado cuidando de su bienestar, salud y educación.– intenta sentarse con dificultad. – El cuerpo de mi madre es débil. Cada vez que desvanecía frente a nosotros, al despertar nos sonreía diciendo "Todo estará bien ahora, okā-san los cuidará siempre y seremos una familia". Pero en varias ocasiones, no despertaba y era llevada de urgencias al hospital. – su cuerpo empieza a temblar. – Hice que Koishi dependiera de mí y no de mis padres. Debía buscar la manera de hacer que olvidara a okā-san, porque si ella faltara no sufriría tanto. –lágrimas acarician sus mejillas. – Al ser apenas un niño, me dije que lo lograría, pero no pude hacer que la olvidara. Él la ama tanto como yo, pero sólo deseaba verlo feliz.– se cubre el rostro con ambas manos. – Sé que estuvo mal pretender ser alguien que no era. No debí intentar ocupar ese lugar que nunca ocuparé. Sin embargo, ahora que Koishi me necesita más no puedo estar a su lado. Elegí este camino y ahora me arrepiento de haberlo dejado solo.
– No está solo, su padre está con él. – musita una de ellas.
– Es como si lo estuviera. – responde Natsuki limpiando sus mejillas. – Otō-san sólo ha tenido y tiene ojos para okā-san. Ver su rostro entristecido, me enfermaba. Se quedaba en el hospital cuidando de ella, mientras Koishi sufría por el calor de un padre. –mirada seria. – No puedo perdonar que haya sido injusto con nosotros.– sus ojos reflejan rencor, odio.
– Natsuki-san, hablas como si realmente odiaras a tu padre. – musita la chica de pelo marrón y ojos grises. Natsuki abre sus ojos desconcertados, comprendiendo que ella tiene razón. – Según lo que dices, entiendo que tu padre ama sinceramente a tu madre y el verla en ese estado le hiere. – le mira directo a los ojos. – Si lo analizas bien, podrás descubrir que él permitió que cuidaras de tu hermano porque sabía que le darías el amor y el calor que tu hermano necesitaría, y el estar con tu madre no le permitiría estar con ambos. – Natsuki agacha la cabeza. – Creo que fue un hermoso gesto de su parte, dejar que recibieras el amor de tu hermano porque eras feliz cuidando de él.
– Yo… Yo no lo vi de esa forma. – susurra Natsuki entristecida.
– Quien sufre más por la ausencia de tu padre, no es tu hermano, eres tú Natsuki. – continúa la chica, analizando cada aspecto de las palabras de su amiga. – Cuando lo veías preocupado por tu madre, anhelabas tener al menos un minuto de su atención, pero no podía dártelo. No era porque no quería hacerlo, era porque tu madre necesitaba todo el cuidado necesario.
– No, yo…– se lleva las manos a la cabeza.
– Eres fuerte y al serlo, sacaste adelante a tu hermano. – sonrisa. – Esa fortaleza es lo que te hace ser quien eres ahora. No te lamentes de las decisiones ya tomadas, procura levantarte y seguir adelante. Nada más. – se pone en pie. – Si me disculpan, necesito ir a la biblioteca. – sale de la recámara apresurada.
La chica de pelo negro y ojos azules sale detrás de ella. – ¡Espera! – la chica de ojos grises se detiene. – ¿Cómo hiciste para darte cuenta de sus problemas?
Sonrisa. – No lo hice, sólo usé algunas palabras del guión de la nueva película que estoy rodando y funcionó. – responde, reanudando el camino. – La protagonista es una chica con sueños de ser feliz algún día, pero sufre en silencio por su hermana menor, la inesperada muerte de su madre y el rechazo de su padre, quien es un hombre exitoso que no puede cuidar de ella ni de su hermana porque al morir su esposa, su corazón quebró en pedazos.– ambas se detienen. – Pero lo que la protagonista no sabe es, que su padre es feliz al verla cuidar de su hermana y sufre al no poder darle el amor que merecen. – entrecierra los ojos. – Por un momento sentí, que la historia encaja con la de Natsuki-san. – mirada seria. – Espero que no sea el caso.
...
Mirada seria, ojos entrecerrados, labios curvados hacia abajo. Sostiene el auricular del teléfono en su oído. – Sí, entiendo. Por supuesto, cuidaré de él. Kakashi, por favor no hagas nada estúpido. – cuelga. Kurenai observa al pequeño Koishi sentado en el sofá jugando con Shizune. Entristece. – Sucedió lo que temíamos. – Shizune le mira de soslayo sin dejar de jugar con el pequeño. – Ella sufrió un paro cardiorrespiratorio y ahora se encuentra en estado de coma. – espira, desanimada. – Cuánto más van a sufrir.
– Confiemos en Dios para que despierte del coma. – responde Shizune, sonriéndole a Koishi. – Ten por seguro que despertará, su hijo la necesita. – ve a Koishi abrazar al oso de peluche.
– ¡Okā-chan! – exclama Kimi, entrando al despacho sin antes tocar. – Te busca Mikoto-san y…– silencia al ver a Koishi sonreírle a su madre. – Okā-chan, ¿Quién es ese niño? – hace un gracioso puchero.
Shizune ríe nerviosa. – Es hijo de un amigo, ¿Verdad, Kurenai? – la aludida afirma con la cabeza. – Miko… ¿Qué te trae por… aquí? – frunce el entrecejo al ver a la Uchiha entrar y lanzar un periódico sobre el escritorio.
Mikoto apoya las manos en el escritorio y empieza a leer la portada. – "La esposa del empresario más exitoso de toda Europa, Kakashi Hatake, ha sufrido de un severo paro cardíaco y ahora se encuentra hospitalizada en el Centro Clínico de Konoha. Fuentes dicen que el empresario no vino a Japón por asuntos de negocios sino para encontrar un donante que pueda salvarle la vida a su esposa". – ojos desconcertados, labios semiabiertos. – ¿Cuándo sucedió esto?
Kurenai se levanta de la silla, gira el cuerpo hacia la ventana. – Shizune…– atina a decir.
La aludida toma en brazos al pequeño. – Cariño, ¿Puedes cuidar de él durante un rato? – Kimi asiente con la cabeza. – Nosotras tenemos que hablar sobre un asunto importante. – su hija carga a Koishi y sale de la oficina. Shizune asegura la puerta. – Apenas unas horas.
– ¿Desde cuándo ellos están en Japón? – pregunta Mikoto, intranquilizada.
– Dos meses… O quizás más, no lo sabemos con exactitud. – responde Shizune, tomando asiento sobre el sofá. – Cuando nos enteramos, Kurenai fue a visitarla a su despacho, pero se desmayó y la hospitalizaron de emergencia.
Mikoto toma asiento. – Discúlpenme, en los últimos días he estado muy estresada. Y saber que Kakashi está sufriendo, me pone nerviosa. – musita, suspirando. – Somos amigos y debemos apoyarnos unos con otros. Pero si ella fallece, sería más fácil para él. Porque después de todo, Kakashi nunca la quiso, está con ella por lástima y culpa.
– Te equivocas, Mikoto. – murmura Kurenai, dándose vuelta. – Kakashi no es ese tipo de hombre, tampoco es perfecto. Es cierto que ha cometido errores en su vida, pero de algo sí estoy segura, ama a su esposa con devoción. – sonrisa melancólica. – Lo vi en sus ojos cuando habla de ella o la mira. – hace una pausa mirando los antifaces. – Aunque nos cueste creerlo, es la mujer que eligió para formar una familia. Nosotras debemos aceptarlo. – las tres espiran.
...
Sosteniendo una maleta, una mujer que destaca en apariencia por su elegancia y belleza camina entre las personas que entran y salen del aeropuerto cuidando de no chocar con alguien. Tiene el color púrpura largo hasta la cintura y el flequillo peinado hacia el lado derecho. Lleva puesta unos lentes oscuros y se detiene fuera del aeropuerto. Centra su atención en unos tramos donde hay periódicos y revistas, entonces algo llamó su curiosidad.
Avanza hacia los tramos, luego toma un periódico. – "La esposa del empresario más exitoso de toda Europa, Kakashi Hatake, ha sufrido de un severo paro cardíaco y ahora se encuentra hospitalizada en el Centro Clínico de Konoha." – se quita los lentes oscuros, dejando al descubierto sus ojos de puntas muy pronunciadas con el iris negro y unas pupilas marrones de gran tamaño. – "Fuentes dicen que el empresario no vino a Japón por asuntos de negocios sino para encontrar un donante que pueda salvarle la vida a su esposa".
– Señorita, por aquí. – dice un taxista. Ella asiente y él sube la maleta mientras ella asciende al automóvil. – ¿A dónde la llevo? – la mira a través del retrovisor.
– No se preocupe, conduzca, luego le diré dónde detenerse. – musita, seria. Arruga el periódico.
– Lamentable la situación de ese empresario. – comenta el taxista mientras conduce. – Ni con todo el dinero del mundo podrá comprar una vida. Si su esposa se salva será un milagro. – dobla la primera intersección. – Sus hijos deben de estar destrozados.
– Sus hijos...– susurra ella, arqueando una ceja. – Que extraño se escucha. Creí que sólo tenía una hija. – Él parpadea, sin comprender. – La conocí cuando apenas ella cumplía dos años. Era tan linda. – sonríe. – Eran una familia feliz.
– ¿Es amiga de esos ricachones? – pregunta, meramente curioso.
– Me pregunto si aún lo soy. – murmura en voz baja. – Pero alguna vez lo era. – acomoda el antebrazo entre la puerta y el cristal, enseguida contempla el panorama que le ofrece la vista.
El taxista la observa de reojo. – ¿Es usted la famosa modelo, Yugao Uzuki? – ella asiente. – Disculpe que no la haya reconocido. Es un placer tenerla en mi taxi…
Mientras el señor parloteaba, ella se estaba perdiendo en sus pensamientos. – Kakashi…– se dijo para sí misma.
…
La mujer de tez blanca con el cabello lila cayendo como cascada, viste un vestido blanco de revuelos que le llega a las rodillas y por encima un abrigo azul de mangas hasta los codos, lleva además unas zapatillas blancas y bolso blanco, se detiene frente a una floristería. Sus ojos castaños posan en un anuncio publicado en el periódico. Lee cuidadosamente, al terminar entrecierra los ojos. Un recuerdo de un hombre besando sus labios vino a su cabeza.
Desliza sus dedos por el labio inferior sintiendo la dulce calidez de los labios de ese hombre sobre los suyos. Sacude la cabeza, se encoge de hombros como sin darle importancia al recuerdo e ingresa a la floristería Yamada. Allí disfruta de ver las diversas flores y rosas, así como la variedad de colores. – Son hermosas. – sisea, sonriente.
– ¿Puedo ayudarla? – se aproxima una joven de unos 25 años, pelo rubio y de ojos verdes. Ella le contesta con una sonrisa. – ¿Le agradan los narcisos? – pregunta, al verla interesada observando.
– Tienen una historia interesante. Narciso era un joven apuesto que rechazaba a todas las doncellas que se enamoraban de él. – toca los pétalos de un narciso. – Entre esas desilusionadas estaba Eco, la ninfa. Como su amor no fue correspondido, pasó el resto de su vida en soledad, consumiéndose por el amor que nunca conoció. – labios curvados hacia abajo.
– ¿Qué sucedió con Narciso? – pregunta, ilusionada.
– En cuanto a él, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propio reflejo. Por lo que, incapaz de apartarse de su imagen, se arrojó a las aguas. – silencio. – Donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor.
– Narciso. – susurra la joven.
– ¿Puedes envolverme un ramo de esos narcisos? – sonríe con los ojos cerrados.
– Como guste. – contesta entusiasmada.
Después de pagar por las flores, sale de la floristería. Fue entonces que un niño de unos nueve o diez años pasó corriendo a su lado llevándose el bolso con él. – ¿Eh? – rebusca su bolso, inmediatamente notó lo ocurrido. – Me acaban de robar el bolso…– sisea, desanimada.
– ¿Se encuentra bien? – le pregunta el oficial de policía.
– Sí, pero ese niño acaba de robarme el bolso. – musita como si nada.
– ¡Oye niño! ¡Regresa ese bolso! – exclama el oficial corriendo detrás del niño que sostiene el objeto y corre con todas sus fuerzas. Pero alguien detuvo al niño, agarrándolo fuerte. Se trataba de una joven con el pelo lila recogido en dos coletas; ella viste un pantalón deportivo blanco con dos rayas en los laterales de color violeta, chaqueta deportiva también blanca, pero el cuello y puños violeta, tenis blancos y mantiene conectado un reproductor en sus oídos. – Gracias por atraparlo. – dice el oficial, agarra bruscamente al niño. – Vas a lamentar haber robado.
– Espere, oficial. – interviene la víctima, interponiéndose entre el niño y el oficial. – Si no le molesta, me haré cargo. Gracias por su ayuda. – el oficial asiente y se retira, no sin antes mirar mal al niño. Ella se arrodilla frente al niño. – ¿Te encuentras bien? – él asiente. – Comprendo porqué corriste, el rostro de ese oficial también me asustó. – el niño ríe. – Pero tomar las pertenencias de otros no es bueno. No vuelvas a hacerlo, ¿De acuerdo? – el niño asiente.
– ¡Onii-Chan! – exclama una pequeña y hermosa niña que, por la vestimenta se veía la pobreza en que vivía.
La mujer rebusca entre el bolso. Extrae la mano sosteniendo dinero suficiente para comprar ropa y comer durante varias semanas. – Acepta este dinero. – toma la mano del pequeño y lo deja en ella. – No es mucho, pero pueden abastecerse por unos días. – observando a la pequeña escondida detrás de su hermano.
– Gracias, señorita. Es usted muy buena. – agacha la cabeza modo agradecimiento. Toma de la mano a su hermana y empiezan a correr.
Alza la mano en el aire, lo agita. – ¡Cuídense y no hagan travesuras! – exclama, cuando los pierde de vista una sonrisa triste surca sus labios.
– Esos niños se veían felices. – comenta la joven de había atrapado al niño.
– Así es. – responde la mujer, sonriente. – Gracias por ayudarme. – la observa de pie a cabeza. – ¿Academia Star? – pregunta extrañada, al ver la estrella bordada en la sudadera. – ¿Puedo saber el nombre de la joven que me prestó su ayuda? – sonrisa.
– Sí. Mi nombre es Asumi. – extiende una mano hacia ella.
La mujer extiende su mano y acepta la de la chica. – Asumi… Hermoso nombre. Soy Anko… Anko Mitarashi. Gusto en conocerte y gracias. – al estrechar sus manos, una corriente eléctrica pasó entre ellas.
Sueltan la mano de la otra. – Igualmente. Usted parece de las que les gustan los niños. – musita Asumi mientras desliza sus manos dentro de los bolsillos del pantalón. – ¿Tiene hijos?
Anko abre sus ojos desconcertada, más suaviza la mirada. – ¿Eso crees? – Asumi asiente. – Me agradan los niños, pero no, no tengo hijos. – una idea aparece por su cabeza. – Te invito un helado, ¿Aceptas? – interroga, entusiasmada. Asumi iba a rechazar la oferta, pero Anko ya iba en dirección hacia el carrito de helados. Cuando regresó con dos helados, Asumi estaba sentada mirando el cielo. – ¿En qué piensas? – le entrega uno de fresa.
– Gracias. – musita al aceptarlo. La ve tomar asiento a su lado, también contemplando el cielo. – Estaba pensando en mi madre. – mirada entristecida.
Anko frunce el entrecejo. – Es triste…– susurra. Asumi escuchó y levanta la cabeza, sorprendida. – Deberías sonreír cuando hablas de ella. No recuerdo a mi madre, pero sé que fue amorosa conmigo. Aunque no estuve a su lado, le agradezco haberme dado la vida. – degusta de su helado de chocolate.
– Mi madre me abandonó. – murmura Asumi, con pesar en sus palabras.
La mira de soslayo. – A mí también me abandonaron. – voz apagada, agacha la cabeza. Asumi parpadea. – Como dije, no la recuerdo pero me amó. Si no lo hubiese hecho, no viviría como hasta ahora. Mi tío cuidó de mí y a pesar de no ser bueno conmigo, le agradezco. – levanta la cabeza, orgullosa de sí misma. – Ahora mismo estoy hablando contigo sobre mi vida, pero…– sonrisa disfrazada de alegre. – Siento que he olvidado algo muy importante. Aunque por más que intente recordarlo, no puedo. Es como si una barrera me impidiera hacerlo. –Asumi ve cómo el helado de Anko se derrite y desliza por el cono. – Lo siento, parece que el helado ya se derritió. – lo echa al bote de basura.
– Ella es como yo. También fue abandonada. – se dice Asumi, pensativa mientras contempla a la Mitarashi utilizar la servilleta delicadamente.
– Asumi-chan, ¿Por qué ingresaste a esa escuela? – pregunta como sin darle importancia. – Dicen que es muy popular, al ser para Idols. ¿Te gusta? ¿Es tan genial como dicen? El entrenamiento Idol debe de ser delicado, sin mencionar que es difícil poder ingresar.
Una leve risa escapa de los labios de Asumi. – Es como una niña. – dijo a sí misma. Aclara la garganta. – Lo es. Mi sueño ha sido convertirme en cantante para poder subir en un escenario y animar al público.– ojos iluminosos. Se levanta de la banca y posa un pie sobre la misma. Cierra una mano en puño y la posiciona cerca del rostro. – Esperé un año para tener la oportunidad de entrar y ahora que estoy allí, pondré de mi parte para realizar mi sueño.– decidida.
La imagen de una mujer llevando un antifaz de color gris con hermosos diseños rosados de la parte frontal a las sienes y desde los pómulos hasta la nariz, mientras por toda la orilla del antifaz tiene un decorado blanco; además alrededor de la apertura de los ojos, tiene pestañas negras bonitamente dibujadas y para el toque final, una rosa rosada en el lateral derecho, pasó de repente por su mente. – Violet.– susurra, melancólica.
– ¿Eh? – Asumi parpadea confusa.
– Tienes mucha energía. Eso es bueno. – comenta Anko, poniéndose en pie. Una fuerte brisa sopla, meciendo sus respectivos cabellos. Anko cierra los ojos, evitando que los flequillos incomoden sus ojos grises. Por su parte, Asumi la mira sorprendida, pues la elegancia como ella recibe la brisa le llamó la atención. – Es hora de regresar. – Asumi sale de su ensueño. – Deberías volver también.– camina hacia Asumi. – Pronto habrá lluvia. – acaricia el cabello de la chica. – No te mojes, tu pelo es sedoso y se maltrata con facilidad, cuídalo. – pasa por su lado.
Asumi parpadea sin comprender la acción de ella, más decidió responder. Entonces giró, pero ella ya no estaba. – ¿Eh? ¿A dónde se habrá ido?– repentinamente las nubes grises cubrieron el cielo azul, los truenos empezaron a hacer eco y las gotas cayeron apresuradas. – ¿AH? – sale corriendo a buscar un refugio. Fue entonces que la vio alejarse caminando por la calle, bajo la lluvia. – ¡Oye! ¡Está lloviendo! ¡Deberías buscar un refugio! – no escuchó. Empezó a correr con el objetivo de alcanzarla, más ella dobla la esquina y cuando dobló ya no estaba. – ¿Eh? Es rápida. – musita, mojada. – ¡Ya estoy empapada! – exclama sintiendo la ropa húmeda y viendo las gotas caer de su cabello. – Debo regresar cuanto antes, sino cogeré un resfriado.– corre de regreso a la academia.
Anko sale de un callejón oscuro. La ve distanciarse, mirada seria. Alza sus manos a la altura de los hombros y las gotas salpican en las palmas, mientras sus ojos parecen estar perdidos en algún lugar del cielo. – ¿Dónde está? Debo encontrarla…– susurra. Sonrisa maliciosa. – Te encontraré.– un relámpago iluminó el lugar, donde Anko estaba hace un momento y desapareció.
Espero les haya gustado ambos capítulos.
Estaré actualizando constantemente, así que por hoy les deseo una feliz noche y que descansen.
Matta ne!
