Ohayou~ minna-san~! ^.^'
Okāsan, doko ni iru no?
(9)
Anko gira sobre sus talones y siente los brazos de alguien abrazarla. No era Asumi, ella estaba paralizada. Baja la mirada, era Natsuki. – Okāsan… Okāsan…– esconde el rostro en su pecho. Siente los brazos apretarla.
Se suelta de sus brazos y retrocede dos pasos. – No soy tu madre. – responde, tajante. – Yo no tengo hijos. – Natsuki, Asumi y Kurenai abre sus ojos impactadas. – No puedo tenerlos, yo…– retrocede angustiada. Se lleva las manos a la cabeza. – ¡Los perdí en ese incendio! – cae de rodillas. – Escucho sus gritos llamándome… desesperadas. – se encoge. – ¡No quiero recordar más! – una punzada hinca en su pecho.
"Despierta pronto… por favor."
Escucha una voz susurrarle. Se levanta como si nada hubiera pasado. – Kakashi…– murmura, empieza a caminar.
– ¿Por qué estás aquí? – pregunta Kurenai, enfrentándola. Anko parpadea volviendo en sí. – ¿Por qué merodeas este lugar? ¿Acaso no estabas en el hospital? – ella no responde. – ¡Maldita sea, contesta! – grita, agitada.
Anko se quita el antifaz. Levanta la mirada, sus ojos se veían profundamente tristes y desolados. – Si acepto el pasado, desapareceré de este mundo. – cubre su boca con una mano. – No quiero desaparecer. No quiero. – en ese momento, Yugao, Shizune y Mikoto salen curiosas a investigar porque Kurenai tardaba tanto. – Si estoy así, puedo seguir viva. – retrocede.
– Entonces, ¿Lo que habías perdido eran tus recuerdos? – interroga Asumi, avanzando hacia ella.
– Natsumi, no te acerques más. – Anko retrocede, lágrimas escapan de sus ojos. – Natsuki, lo siento. – mira a la Hatake. – Perdónenme las dos, por favor. Pero no se acerquen más. – Asumi y Natsuki siguen avanzando con el deseo de abrazarla. Asumi por haber encontrado a su madre después de tanto tiempo, y Natsuki feliz de verla bien.
...
Kakashi siente el cuerpo de su esposa cada vez más frío. – ¿Qué sucede? – posa las manos en sus frías mejillas. – No, no por favor. – murmura, voz quebrada. – No te vayas, no me dejes. Debes resistir.
...
– Ya no más. – musita Anko. – ¡Tengo miedo! – exclama angustiada. – ¡No quiero dejar a Kakashi!
Kurenai le da una fuerte bofetada, inesperadamente. – No te aferres a algo inexistente. – murmura entre dientes. – Todos están sufriendo por ti. – ve que las manos de Anko desvanecen. – ¿Qué pasa? ¿Tus manos están…?
Anko extiende sus manos a la altura de su pecho, sosteniendo el antifaz. Sonríe con tristeza. – Mi cuerpo ya no resiste. – agacha la cabeza. – Gomen ne! – siente unos brazos rodearla. – Natsumi… Natsuki…– sus hijas la abrazan con fuerza.
– Siempre he deseado encontrarte. Y ahora estás aquí. – dice Asumi, entristecida. – No quiero perderte, ahora que te encontré. No quiero dejarte ir. – hunde el rostro en su pecho.
– Debes luchar por nuestra familia. – añade Natsuki, llorando.
Con lágrimas en los ojos, corresponde el abrazo. – Si regreso a mi cuerpo, quizás no sobreviva. – susurra. Ambas abren sus ojos como platos. – Nunca se quiten esas cadenitas, porque siempre estaré con ustedes. – besa las frentes de cada una. – Las amo. – se separan. – Tengo tantas cosas que contarte y hacer juntas, Natsumi. Y tú, Natsuki, nunca te lo dije pero siempre he estado orgullosa de ti.
Ellas la toman de la mano. – No te vayas. – murmuran al unísono.
Anko niega la cabeza. Entonces aprieta sus manos. – Debo volver.
El teléfono celular de Kurenai empieza a sonar, recibe la llamada. – Kakashi, ¿Qué ha pas…? – abre sus ojos desmesurados, labios temblorosos. – No puede ser…– mira a Anko sonreír entretanto poco a poco desaparece. Aparta el celular de su oído.
Anko extiende a la altura de su pecho, la mano que sostiene el antifaz. Sopla y éste desaparece de su mano. Cierra los ojos en una cálida sonrisa. – No me daré por vencida. – alza su mano en señal de despedida. – Matta ne! – una luz la envolvió y al instante desvaneció.
– ¡Okāsan! – grita Asumi, corriendo hacia donde ella estaba hace un momento. Cae de rodillas. El llanto y las lágrimas se apoderaron de Asumi.
Natsuki se arrodilla a su lado. – Natsumi-chan…– la aludida no le hace caso. – ¡Onee-chan! – se abalanza sobre ella abrazándola con intensidad. Las lágrimas también se apoderan de ella. Pero los sollozos de Asumi la destrozaron por completo. La atrae más hacia sí y ella esconde el rostro en su pecho. Verla tan débil, le duele. No podía hacer más, sólo consolarla, pues ella también está destrozada.
Kimi, Árika, Nanami y Yoshida llegan en el momento y lo que ven les dejó atónitas. Asumi estaba llorando en los brazos de Natsuki, ambas sentadas en el suelo. Era la primera vez que las veían así. Ahora que la ven mejor, son idénticas. – ¿Por qué están llorando? – interroga Yoshida, confundida.
Kurenai inhala y exhala profundo. – Asumi-chan ha encontrado a su verdadera madre, y es la madre de Natsuki-chan. – los presentes abren sus ojos atónitos. – Son hermanas gemelas. Pero en este momento, su madre está en el hospital.
...
Kakashi sostiene fuerte la mano de su esposa. El electrocardiograma muestra que la frecuencia cardíaca va disminuyendo gradualmente. – Tienes que resistir. – murmura, voz entrecortada. Las enfermeras y los doctores entran y salen de la habitación, todos agitados.
Anko aparece al lado de la cama. Se ve a sí misma tirada en esa cama, cada vez más pálida, con una mascarilla de oxígeno y un electrocardiograma conectado. La presión arterial disminuye. Observa las manos de Kakashi sosteniendo la de ella, apretándola muy fuerte. Entrecierra los ojos, más ve su mano intentando sentir el calor de él. Pero no puede. Camina hacia él, se posiciona detrás, inclina el cuerpo y lo abraza, apoyando la mejilla en la ancha espalda.
– Fue una estupidez de mi parte salir corriendo aquella noche. Nunca pensé que terminaría así. – le susurra. Kakashi abre sus negros ojos, desmesuradamente. – De todos modos, te habría perdonado. No me interesa las veces que me hayas engañado, me haría creer a mí misma que nada pasó y seguiríamos felices. – cierra sus ojos, sintiendo el calor de su esposo. – Intentaste protegerme mintiéndome tantas veces, y por eso te agradezco. Olvidé esos dolorosos momentos porque quería empezar de nuevo a tu lado y cumpliste mi deseo. Te amo, Kakashi.
Repentinamente él se puso en pie y giró sobre sus talones. – Anko…– la busca con la mirada por toda la habitación, pero no había nadie. Vuelve la mirada hacia su esposa, sorpresivamente en su mano está el antifaz. – ¿Cómo llegó ahí? – susurra. Los médicos arribaron a la habitación con los camilleros. La trasladaron de la cama a la camilla y se la llevaron. Iba detrás de ellos, pero algo le detuvo en pleno pasillo justo antes de pasar por aquellas puertas donde su esposa desapareció junto al equipo médico.
Anko lo abraza desde la espalda. – No vayas ahí. – intensifica el abrazo. – No entres. – él no puede moverse, no ve a nadie detenerle, pero alguien lo hace y escucha su dulce voz. – No puedes estar con ella. – se siente liberado, entonces gira sobre sus talones.
Ahí estaba ella. – Anko…– sacude su cabeza. – Ella está…– mueve la cabeza en dirección donde ella desapareció en camilla y luego observa la mujer frente a él. – Tú…– acorta la distancia y la abraza tan fuerte como puede. – Gracias a Dios. – esconde el rostro en el cuello de Anko, aspira su aroma para afirmar si ella es real.
Ella se aparta de sus brazos. – Mi cuerpo sigue allí. – señala las puertas. – Te extrañé. – abrazándole. – Nuestra hija vive y está muy cerca de nosotros. Ella vendrá a verte. Por favor, acéptala. – alza la cabeza. – No te dejaré. – aproxima su rostro al de él. Las puertas se abren de golpe y las enfermeras entran y salen angustiadas. – No me daré por vencida. – deposita un tierno beso en los labios de Kakashi, quien se aferró a ella y profundizó el beso. Ella toma una mano de él y la cierra en puño sin dejar de besarlo. Se separan escasos centímetros. Cierra sus ojos en una cálida sonrisa. – Viviré. – desvaneció ante sus ojos.
Abre su mano, en ella estaba el broche en forma de mariposa que a ella tanto le gustaba usar. – Te estaré esperando. – susurra. Enseguida escucha pasos apresurados aproximarse hacia él. Observa a Kurenai hablando por el móvil, Shizune discutiéndole a Kurenai algo sobre no hablar por teléfono en los pasillos. Yugao preocupada y Mikoto calmando a Shizune. Detrás de sus amigas, viene su hija Natsuki sosteniendo de la mano a una chica de su misma edad y estatura, mismo color de pelo y ojos, misma vestimenta.
Natsuki suelta a Asumi y corre hacia Kakashi, lo abraza. – ¡Otōsan! ¿Dónde está okāsan? No estaba en la habitación. Y yo… yo…– los sollozos fueron inevitables. – No quiero que muera. – empieza a golpear el pecho de Kakashi una y otra y otra vez. – ¡Tienes que ayudarla! ¡Sálvala! ¡Usa todo tu dinero y ayúdala! ¡No permitas que muera! ¡No dejes que muera! ¡Ella no puede dejarnos! ¡No quiero que nos deje! ¡Otōsan! – él la abraza fuerte, ella se aferró a él llorando con impotencia y dolor.
– Lo siento hija, pero no depende de mí. He hecho todo lo posible para evitar este día. En verdad, lo siento. – murmura devastado. – Ahora nos queda rezar para que tu madre luche por su vida. Más sé que ella es fuerte y volverá a nosotros. – ella se aparta un poco. – ¿Mejor? – ella asiente. Levanta la mirada y la observa mirarlo fijamente. – Natsumi…– sus ojos le revelan la verdad. – ¿Eres Natsumi, verdad? – Asumi retrocede. – Creí que habías fallecido en aquel incendio. Estás viva. Han pasado trece años. – se arrodilla. – Soy tu padre, Kakashi Hatake. – extiende sus brazos. – Dame un abrazo. – el dolor reflejado en esos masculinos ojos, le hizo dudar. – Vuelve a nuestra familia, por favor.
– Una familia…– susurra Asumi, sintiendo ganas de llorar. Familia, palabra que mucho tiempo soñó escuchar de un padre y ahora la oye de los labios de su propio padre. – Otō-sama…– sisea. – ¿Otōsan? – él afirma. – ¡Otōsan! – corre hacia él y lo abraza. Una alegre y triste sonrisa atraviesa sus labios. – Al fin puedo decir papá. – los presentes sonrieron felices, pero Mikoto lloraba de felicidad.
– Ven. – Kakashi extiende una mano a Natsuki y ella la tomó. Abraza a sus dos hijas como antes lo hacía. – Estoy feliz de verlas juntas otra vez. – ellas se miran y sonríen entre sí mismas. – Natsuki, usa menos maquillaje.
Natsuki hace un puchero. – ¡Otōsan! – replica, sonrojada. – No es momento de hablar sobre mi maquillaje. – cruza los brazos.
Sonrisa entristecida. – Lo sé. – Natsuki agacha la mirada, entendiendo el porqué cambió de tema tan pronto. – Vayan a casa, necesitan descansar.
Ambas niegan la cabeza en coordinación. – Me quedaré contigo. – musitan al mismo tiempo.
Kakashi niega la cabeza. – No pueden, su hermano menor las necesita. Pero las dejaré quedarse un rato, ¿Sí? – se pone en pie. Todos se dirigen a la sala de espera, allí toman asiento. Asumi y Natsuki tomaron asiento a ambos lados de Kakashi.
Los minutos, las horas transcurren y no informan sobre la condición de Anko. Kurenai se pone en pie, dejando a los demás sentados y agotados. Al poco rato, ella regresó cargando una bandeja plástica con vasos desechables llenos de café. Ellos lo tomaron agradeciendo el gesto. Kakashi se remueve, pero pronto siente dos pesos sobre él. Asumi y Natsuki dormían en su regazo. Sonríe. Con cuidado de no despertarlas, se levanta y teclea el teléfono móvil. A los diez minutos, dos hombres vestidos de negro se acercaron y por orden del Hatake se llevaron a las niñas en brazos.
– Kakashi, también deberías ir a descansar. – dice Kurenai, posa una mano en el hombro de su amigo. – Debes cuidarte para no preocupar a tus hijos. Si te ven caer, ellos no sabrán qué hacer. – se muerde el labio inferior. – Recuerda, puedes contar conmigo. Sabes que yo…– sus ojos posan sobre un hombre barbudo que la mira fijamente. – Asuma…– se dijo. – Buenas noches, y llámame si tienes noticias. – se despide de las demás. – Nos vemos. – camina apresurada hacia aquel hombre y agarrándolo del brazo, se marchan.
– Así que su esposo vino por ella. – murmura Mikoto. Fue entonces que se dio cuenta de su error. Kakashi dio vuelta, evitando mirar al Sarutobi. – Lo siento, no quise…– desvía la mirada.
– No tienes que disculparte, nadie es culpable de enamorarse de la persona equivocada. – responde Kakashi, seguro de sus palabras. – Anko y yo, sólo queríamos ser felices. Sólo queríamos amarnos libremente. Eso no es un crimen.
– Cierto, amar a la persona equivocada trae sus problemas. – murmura Shizune con un deje de tristeza.
Mikoto suspira. – Si lo dices por tu marido, ve y reconcíliense. – Shizune se levanta rápidamente del sofá, más intenta cubrir el rubor de sus mejillas. – Al menos puedes ser feliz con el hombre que amas, pero por tu terquedad siguen estancados. – suspira. – Sólo míranos a nosotros. Somos un desastre. – agacha la mirada. – Hemos desconfiado, traicionado, peleado entre nosotros. Hemos vivido desamores, amores, ilusiones, lujurias, separaciones, pero nuestra amistad jamás se corrompió. Seguimos unidos a pesar de las circunstancias.
Silencio. Silencio tranquilizador. Shizune carraspea. – Bueno señores, me retiro. Mañana temprano vendré a quedarme para que puedas ir a descansar. – le dice a Kakashi, quien asiente y agradece.
– Espérame Shizune, yo también me marcho. – agrega Mikoto mientras se pone en pie. – Mañana tengo una rueda de prensa. Esos lunáticos no respetan la privacidad.
– Mikoto, por favor. – murmura Kakashi, entrecerrando los ojos.
Ella asiente. – Confía en mí, responderé sabiamente las preguntas respecto a la salud de tu esposa. – responde muy confiada. Se marcha en compañía de Shizune.
Kakashi toma asiento al lado de Yugao. – ¿Te sientes mareado? – pregunta, evidentemente preocupada.
– Estoy bien. – se lleva las manos a la cabeza. – Sólo necesito cerrar mis ojos un momento. – cierra sus ojos, procurando relajarse.
– La última vez que nos vimos fue para presentarnos a tu hija Natsuki, no sabía que Asumi-chan también era tu hija. – coloca una mano sobre las de Kakashi. – No volvimos hablar sobre aquel incidente. En verdad quería pedirte disculpas, aunque a quien dañé fue a ella. – desliza su mano y la posa en el muslo de él. – Me gustaste desde el momento en que te conocí. Mis presunciones iban más allá de una simple amistad. Sabiendo que Anko te amaba y tú a ella, intenté seducirte. – Kakashi le aparta delicadamente la mano. – Y esa noche no me contuve, te vi tan galán que deseaba estar contigo.
– FLASH BACK –
La fiesta era agradable. Las damas de la sociedad, sonreían hipócritas y ella lo sabía. Entonces la vio, vistiendo un elegante y largo vestido azul destellando brillos en la parte superior, mientras en la falda había una abertura desde la rodilla derecha hasta terminar el vestido, camina con delicadeza, cual le caracteriza. Su pelo violeta ondulado, los flequillos bonitamente peinados hacia el lado derecho y prensado con un broche plateado diseño mariposa.
Se veía hermosa y no lo negaba. Su amiga era especial. No era envidia, pero sus expresiones de galantería le hacían dudar de qué estaba haciendo en esos años que estuvieron estudiando. Más se preguntaba porqué él se enamoró de su amiga y no de ella. Camina entre los invitados y la ve acercarse al Hatake. Señora Hatake, pensó melancólica. Él rodea sus fornidos brazos alrededor de la cintura de su esposa con una posesión que deseó ser ella en ese instante, pero no podía desear aquello. No podía.
Sin embargo, de algún modo necesitaba probar aquellas gratas sensaciones de estar en sus brazos. Entonces lo ve alejarse acompañado de un importante empresario. Inconscientemente lo siguió y esperó a que terminaran la plática. Entonces vio el antifaz de Anko que uno de los empleados llevaba para guardarlo en la recámara de ella. Lo pidió prestado y esperó. Cuando Kakashi salió del despacho, lo agarró del brazo.
– Yugao, ¿Qué haces? – interroga él, confundido. – Vamos a un lugar más privado. – atraviesan el corredor y entran a una recámara. – Dame ese antifaz, no puedes usarlo en un lugar como éste, además, es de mi esposa. – extiende su mano esperando que ella le entregue el antifaz, pero ella se abalanzó contra él y lo besó. Un beso tan apasionado que él no pudo resistirse. Se dejó llevar con el pensamiento de que esa mujer que tenía en sus brazos era su esposa, más entró en razón y la alejó. – Lo siento, pero esto es un error. Será mejor que vayas a la fiesta. – camina hacia el gavetero y apoya las manos en éste.
Yugao se aproxima y acaricia su espalda con sensualidad, volviéndolo loco con sus caricias. – Quieres hacerlo, pero temes hacerlo. – roza el pecho de Kakashi, provocando que se incline.
En un movimiento repentino, él la agarró por los hombros y la empujó contra la pared, besándola salvajemente. Si era la única forma de deshacerse de ella, estaría dispuesto a darle lo que pide. Al ser brusco, la escuchaba repetir su nombre una y otra vez mientras gemía.
Fue entonces que ambos oyeron la puerta abrirse de golpe y el sonido de una copa romperse en pedazos. Se alejó lo más rápido que pudo de Yugao, pero los ojos de su esposa estaban hechos furia. Percibió la mano izquierda de Anko sangrando. – Amor, puedo explicarlo. – dijo, preocupado por la probable reacción de ella. No pudo moverse ni musitar más palabras hasta que observó como abofeteaba la mejilla de Yugao.
Sonrisa entristecida. – Lo sospechaba desde un principio. Todas ustedes me estuvieron engañando. – lágrimas deslizan por sus delicadas y sonrojadas mejillas, cuales caen al suelo y algunas en el vestido azul. – ¡SON UNAS DESGRACIADAS! – alza el rostro, devastado. Los presentes sintieron una fuerte punzada en sus pechos al verla en ese estado. Retrocede un par de pasos. – No tienes derecho a usar esto. – refiriéndose al antifaz. – ¡NINGUNA LOS TIENE! – su cuerpo y la voz tiemblan.
– ¿Qué sucede? ¿Por qué tanto alboroto? – interroga Mikoto vestida con un hermoso vestido negro ajustado a su figura, acompañada de Shizune quien ya tenía una noción de los hechos, llegan a la recámara pues los empleados les habían informado que la señora Hatake no estaba sobria.
Él parpadea entrando en razón y se aproxima hacia su esposa, para calmarla. – Amor, respira profundo. Estás alterada. – posa ambas manos en los hombros de ella.
– ¡No me toques! – retrocede, golpeando las manos de él. – No quiero ver tu rostro nunca más. – Kakashi la agarra fuertemente del brazo derecho. – ¡Suéltame! – lo empuja con todas sus fuerzas, sorprendiendo a todos los presentes. Sollozo. – Me duele el pecho. – sigue retrocediendo hasta chocar contra la pared. – Ustedes…– se lleva ambas manos al pecho, lo comprime mientras agacha la cabeza. Las lágrimas no cesan. – ¿Por qué? No lo puedo comprender. Creí que eran mis amigas. – Kakashi iba a tocarla, pero se detuvo al escucharla gritar: – ¡TE ODIO! – alza la cabeza, hirviendo en furia, sus ojos reflejando decepción, dolor, miedo, angustia, desprotección, desilusión, y con ganas de morir. – ¡LOS ODIO! – sale corriendo empujando en el camino a Shizune y Mikoto.
– FLASH BACK –
Yugao se pone en pie. – Espero que, algún día me perdonen. – inclina la cabeza en señal de despedida y se marcha.
Kakashi espira. – Anko…– apoya los codos en los muslos y entrelaza las manos. Apoya la frente en sus manos. – No mueras, por favor.
...
Mientras Mikoto rebusca en su bolso, las llaves del auto, Shizune se detiene frente a ella quedándose inmóvil. – Shizune, hazte a un lado. No puedo ver, tapas la luz. Shizun…– levanta la cabeza. Sonrisa divertida. – Vaya, vaya. Miren quién está aquí. – le da unas palmadas a su amiga en la espalda. – Yo me retiro, buenas noches. – para Shizune esas palabras significan: Los dejo a solas, llévala a casa.
Shizune ve a su amiga subir al auto y alejarse del lugar. Suspira. – Tomaré un taxi. – murmura, empieza a caminar. Rápidamente, él corre hacia ella y la sostiene del brazo. – Genma…– susurra. – No es momento de hablar. – desvía la mirada.
– Para ti, nunca es el momento. – responde Shiranui, cansado de ir tras ella. – Desde que pusimos distancia entre nosotros, me has hecho mucha falta. Te extraño, Shizune. – extiende una mano y la posa en su mejilla. – Y sé que tú también. – acaricia la mejilla de ella. – Ésta será la última vez que te molestaré. – ella abre sus ojos desconcertada. – Me iré a un viaje de negocios, no sé cuanto tiempo me tome. Pero si estoy lejos quizás me extrañes. No lo sé. A lo mejor estoy pidiendo demasiado. – rodea los brazos alrededor del cuerpo femenino. Inhala y exhala el aroma a fresa de su negro y corto cabello. – Si pides que no me vaya, no lo pensaré y me quedaré contigo. – ella no corresponde su abrazo. – Eso pensé. – deshace el abrazo y retrocede dos pasos. – Mi vuelo será mañana en la noche, pero antes de irme firmaré el acta de divorcio. Adiós, Shizune. – gira sobre sus talones. – Me despediré de mi hija, mañana en la mañana. – Se aleja.
Yugao había escuchado la conversación sin querer. Entrecierra los ojos, quizás es momento de darles un empujoncito. Camina hacia ella. – Si aún lo amas, no lo dejes ir. – susurra.
Gira sobre sus talones. – Yugao. – desvía la mirada. – Yo…
– En su mirada leí que no volverá. Se irá para siempre y no lo volverás a ver. – mira a Genma, abrir la puerta de su lujoso automóvil. – ¿Estás segura de tu decisión? ¿Estarás bien sin él? Porque cuando iba a verte con ramos de flores o chocolates, sonreías feliz. Creo que no debes retroceder más, ya lo has hecho bastante. Es momento de avanzar, avanzar al lado de tu esposo. – sonrisa triste. – No cometas mis errores. Los estoy pagando muy caro. – apoya la mano en su hombro, dándole apoyo y se marcha.
Shizune agacha la cabeza, se muerde el labio inferior. – ¡GENMA! – grita fuerte y claro. Él iba a cerrar la puerta cuando escuchó su nombre, la ve con lágrimas en los ojos, entonces desciende del auto. – ¡No te vayas! – avanza un par de pasos. – ¡No te vayas! ¡No me dejes sola! ¡No quiero que me dejes! – Genma parpadea, sorprendido. – ¡No puedo estar sin ti! ¡Me agradaba cuando ibas a llevarme flores a la oficina! – Genma empieza a caminar hacia ella. – ¡Tenía miedo de aceptarte, pero deseaba tenerte! ¡Sé que estoy siendo egoísta, pero no puedo dejarte ir! – se detienen frente a frente. – Te amo.
– Yo también te amo, nunca he dejado de amarte. – posando sus manos en las mejillas de Shizune, la besó. Desliza sus manos por la femenina cintura hasta posarla en las caderas, la apegó más a él y las posó en la espalda, atrayéndola un poco más. Poco a poco desliza su lengua dentro de su cavidad en busca de la de ella para mezclarse y unirse. Degusta suave y deliciosamente los labios de su mujer como si no hubiera un mañana para ellos.
Para ella, esos suaves y tiernos labios de Genma moviéndose lento y sanamente, le hacían sentir cosquillas en su estómago y en otras partes del cuerpo. Pensaba que se iba a derretir en sus varoniles brazos. Por tanto, se aferra a él creyendo que desmayaría. Ahora comprende porqué se enamoró de él y no puede dejarlo escapar.
Genma separa sus labios de los de ella. La observa, ella tiene los ojos y labios entrecerrados, dándole un aspecto adorable. Ruboriza. – Oh, maldición. – se muerde el labio inferior, y vuelve a besarla. – Eres tan hermosamente adorable. – casto beso. – Vamos a mi departamento. – roza con su nariz, el cuello de Shizune. – Quiero hacer cosas contigo.
– E-Espera, y-yo…– esconde el rostro sonrojado en el pecho de él. – K-Kimi está sola y… y yo… yo…– silencia.
– Sólo es una noche. – besa su sonrojada mejilla. – Nada malo pasará y nosotros nos divertiremos toda la noche.
– Que conste que me asustó la idea de que no volverías más. – murmura entre su pecho.
– ¿Eh? – arquea una ceja, extrañado. – No recuerdo haber mencionado que no volvería. Dije que no sé cuánto tiempo me tome, puede que un mes, dos semanas o quizás tres días.
Shizune queda de piedra. – Yugao…– murmura entre dientes. – Me la pagarás con creces.
– Pero gracias a ella, podemos estar juntos. – ella sonríe. Es cierto, ella les ayudó. – ¿En qué estábamos? – posa mano en la barbilla de Shizune y la besa con profundidad. – Vamos a casa. – le abre la puerta del copiloto, después de ella subir, la cierra.
Yugao, sentada en el asiento del conductor en su auto, contempla como sus amigos se marchan muy felices en el auto de Genma. Suspira desanimada. – Merecen ser felices. – leve sonrisa. Rebusca en la gaveta del auto, extrae dos fotografías. En una de ellas se encuentran las cinco chicas enmascaradas sonriendo sumamente alegres, y en la otra fotografía, estaban las cinco riendo divertidas cuando eran estudiantes de secundaria. – Al menos hubo un tiempo en el cual todos éramos felices. – pasa sus dedos en los rostros de la fotografía. – Siempre nos arrastrabas con tus locuras e ideas, aunque no estuviéramos de acuerdo. – mirando a Anko. – Pero me gustaba ser parte de tus locas imaginaciones. Es por ti que hoy somos quienes somos. – apoya la cabeza en el respaldar del asiento. – Nos apoyaste en los momentos difíciles, pero nosotras te hicimos cosas terribles. – entrecierra los ojos. – Una de ellas fue enamorarnos del hombre que tanto amas, hoy tu esposo. Por más que lo disimulamos, no supimos ocultarlo mejor, fue nuestro primer amor y lo descubriste. – sonrisa triste. – Si algún día descubres lo que hicimos ese día, jamás nos perdonarías. Lo siento, lo siento tanto Anko. Perdóname.
...
De pie cerca de la ventana, Kakashi contempla el cielo azul y las nubes flotar. Natsuki acomoda las flores en el florero intentando crear un hermoso arreglo. Sentada en el sofá, Natsumi acaricia el pelo violeta de Koishi, quien duerme en su regazo. – Otōsan, ¿Okāsan despertará algún día? – pregunta Natsuki. Natsumi deja de acariciar el pelo de su hermano. Ellas observan a su madre sobre aquella cama de hospital, durmiendo un sueño profundo.
Labios curvados hacia abajo, ojos melancólicos. – No lo sé. – desliza sus manos en los bolsillos del pantalón. "La operación ha sido exitosa, pero sus síntomas confirman que seguirá durmiendo un sueño profundo del cual puede no despertar. Por un momento sentimos que despertaría, sus ondas cerebrales se elevaron mientras la operábamos, como si ella deseara despertar. Me temo que su fuerza de voluntad no fue suficiente para volver. Lo lamento, señor Hatake. No pudimos hacer más por ella." Kakashi extrae una mano del bolsillo y la cierra en puño. – Aunque su madre no esté despierta, estará feliz de verlas cumplir el sueño que ella no pudo realizar en su totalidad. – se muerde el labio inferior. Gira sobre sus talones y les sonríe contento. – Yo también seré feliz si lo logran. Den lo mejor de ustedes.
– Hai! – responden al unísono.
Mirada seria. – Prométanme que, sin importar las circunstancias o los problemas, sonreirán. – ellas parpadean confusas. – Anko lo hubiera querido así. – vuelve la mirada hacia el cielo. – Ella siempre tenía una sonrisa que regalar. Nunca le dije, pero empecé a admirarla. Admiré su voluntad, coraje, persuasión y entusiasmo. A pesar de los problemas, ella no se dejaba vencer. – sonrisa entristecida. – Quiero que sonrían, como ella lo hacía.
...
Dos meses después…
Un automóvil negro se detiene enfrente del centro comercial. De éste desciende Natsuki vistiendo un vestido corto de revuelos azul cielo, zapatos negros de tacón y una boina negra. Su largo pelo recogido en una coleta alta, mientras los flequillos están aprensados hacia el lado derecho con un broche en forma de mariposa. Por su parte, Natsumi desciende vistiendo el mismo vestido, pero verde esperanza zapatos negros de tacón y la boina. Su pelo recogido en una coleta, y los flequillos aprensados hacia el lado izquierdo con el mismo broche.
– Natsuki-chan, no me gusta esta vestimenta. – murmura Natsumi ruborizada.
Natsuki posa manos en las caderas. – Quedamos en que me dirías onee-chan, no Natsuki-chan. – puchero.
– Pero…– intenta replicar, más no obtiene atención.
– No. Vestiremos igual, te guste o no. – impone, lanzando el puño en el aire. – Así que ahora iremos de compras. – sonrisa de felicidad. Manos en la cintura, risa maliciosa.
Gota estilo animé desliza por la frente de Natsumi. – Estás un poco loca. – susurra en voz baja, creyendo que no escucharía.
– ¡TE OÍ! – Natsumi iba a escapar, pero Natsuki la agarró del vestido y la arrastra dentro del centro comercial. – ¡IRÁS CONMIGO! – vocifera mientras la hala con fuerza, pero Natsuki está agarrada de un póster.
– ¡NO! ¡NO QUIERO ENTRAR AHÍ! – grita Natsumi, desesperada. – ¡CHIZURU-CHAN, AYÚDAME! – suplicando, extiende una mano hacia Chizuru.
Chizuru hace leve reverencia. – Lo siento tanto, Ojou-sama. – se despide con la mano y se marcha en el auto.
Lágrimas deslizan por sus mejillas a gran escala. – ¡CHIZURU-CHAN TRAIDORA! – grita. – ¡ONEE-CHAN, NO QUIERO! ¡SUÉLTAME!
– ¿Qué hacen armando semejante alboroto? – interroga una masculina voz que reconocieron al instante. Hiroshi. Natsuki suspira y Natsumi mira con horror.
Rápidamente Natsumi se esconde detrás de Natsuki al ver a Chad, Hiroshi e Ishida frente a ellas. Los tres usando gafas oscuras y gorras, ocultando su identidad. – Oh, parecen interesados eh. Por eso se acercaron a nosotras. – responde Natsuki con autosuficiencia. – Típico en los chicos. – niega la cabeza.
Ishida inclina la cabeza, mira a Natsumi escondiéndose detrás de su hermana para no ser vista. – Asumi-san, ¿Por qué te escondes? – sonríe.
Natsuki sonríe maliciosa. – Me lo agradecerás después. – le susurra a su hermana. En un veloz movimiento, se apartó dejando al descubierto a su hermana. – ¿No está hermosa el día de hoy? Yo la vestí. – afirma confiada. Observa a una avergonzada Natsumi y un ruborizado Ishida, Chad parecía normal, pero Hiroshi no parpadeaba, estaba ¿Atónito? Enojada, Natsuki le golpeó la espalda con una fuerza sobrenatural que lo hizo hasta toser. – Te saldrá la baba por la boca, baka. – sonrisa fingida, pues quería estrangularlo. Él lo percibió así que tragó saliva y sonríe nervioso. Se acerca a Ishida. – ¿Qué te parece? – le susurra al oído. – Dile algo, o se sentirá más avergonzada.
– A-A-Asumi-san, t-te v-ves her-hermosa. – titubea Ishida sin saber qué decir exactamente. Natsumi abre sus ojos desmesurados, más el rubor aumentó de contraste.
– Este ambiente apesta. – musita Chad, suspirando.
– ¿CÓMO QUE APESTA? – gritan Natsuki, Hiroshi e Ishida al unísono. – ¿NO VES LO INCREÍBLEMENTE HERMOSA QUE ESTÁ HOY? ¿ACASO ESTÁS CIEGO? – el trío parpadea, sonríen nerviosos, más agachan la cabeza decepcionados, miran a Natsumi, quien estaba increíblemente roja que cayó desmayada al suelo.
Natsuki corre en su auxilio. – O-onee-chan, despierta. – golpetea la mejilla de ella. – No está acostumbrada a ser elogiada. – suspira, desganada.
– Bonjour, chicos! – vociferan Árika y Eri animadas, acompañadas de Kimi y Tomoyo. Las cuatro se aproximan y se sorprenden ver a Natsumi desmayada en las piernas de Natsuki, quien nerviosa le echa aire con una hoja de papel que encontró por ahí.
Más tarde…
Asumi abre sus ojos lentamente, siente algo suave donde su cabeza está apoyada. Sonríe feliz. Pero siente algo extraño, la respiración de alguien choca contra su pelo. Alza la cabeza y ve a Ishida muy cerca de ella. Sonríe aún más, sigue adormilada. Parpadea. Los colores subieron a su cabeza cuando descubrió la posición en que se encontraba. Sentada sobre una banca, apoyando el pecho contra el pecho de Ishida. – AHHHH! – lo empujó lejos de ella.
Observa el lugar donde se encuentra. Hiroshi conversa animadamente con su hermana, Eri y Árika toman licuados de fresa, mientras Kimi y Tomoyo hablan, Chad y Yoshida conversan sonrientes y Nanami ruboriza mientras Hiroshi le insinúa algo.
Natsuki la nota despierta. – Oh, ya despertaste. – murmura sonriente. – Te pedí un licuado de chocolate, tu favorito. – le extiende el licuado. Natsumi bebe un sorbo. – ¿Sabes? Ishida te trajo hasta aquí sobre su espalda. – Natsumi escupió el licuado. – Es muy caballeroso. – le extiende una servilleta. – Por cierto, ¿Dónde está ahora? – los presentes lo buscan con la mirada. Entonces lo sitúan lejos, tirado en el suelo desmayado. – Uhhh! Eso debió de doler. – dijeron todos.
– ¿Por qué han venido todos? – pregunta sin comprender. Después de todo, era una salida entre hermanas, por eso dejaron a Koishi.
– Buena pregunta. Nos encontramos con Kimi-chan, Eri-san, Tomoyo-san y Árika-chan. Así que invité a Yoshi y Nanami-chan. – responde Natsuki, emocionada. – ¡Vamos al karaoke! – exclama, entusiasmada. Los demás le siguen la corriente, pero una parte de ellos se siente triste al verla reír forzosamente. Al menos Natsumi no oculta sus sentimientos.
Así, todos marcharon al karaoke. Seleccionaban la música en pareja, la pasaban bien cantando y consumiendo comida chatarra. No obstante, Asumi percibió un deje de tristeza en Natsuki. – Callings, por favor cántenos una canción. – solicita Asumi sonriendo.
– Como si pudiéramos hacerlo en un lugar como…– empezaron a murmurar Chad y Hiroshi, más no pudieron concluir.
– Si es por ti, con gusto lo haremos. – responde Ishida sonriendo.
– ¿Eh? – sus amigos enarcan sus cejas.
Se posicionan al frente de la pantalla. Cierran los ojos. La música empieza a sonar conjuntamente con sus voces. Extienden el brazo izquierdo al cielo. Marcan el paso con la pierna derecha. Empiezan a moverse al ritmo de la música.
Akogare no TINKAA BERU Negai kanaetai
Daisukina KIMI dakara Itsu made mo dakishimetai
Oh Yeah!
Ishida:
KIMI no koto wo ippai Hajikeru kotoba de tsutaetai Hontou no KIMOCHI wo
(Señala a Asumi, mirándola tan fijamente que la hizo ruborizar, sonríe con picardía sin importarle ser visto. Da una vuelta.)
Hiroshi:
KIMI to issho nara Futari dake no sekai e Tsure saritai yo
Please, Follow Me Tonight
(Entrecierra los ojos, más le guiña un ojo. Natsuki le mira con sus ojos brillosos de la emoción)
Chad:
Sukoshi dake Setsunai keredo Ima wo eien ni
Kono omoi wo subete sasage yo
(Cierra los ojos concentrado en la música, pero sonriendo dándole un aire atractivo. El resto de las chicas se quedan prendadas de él)
Hold Me Tight
(Extienden ambos brazos)
(Abre sus brazos. Sus auras atrayentes reflejan alegría, las chicas ruborizan. Mueven los hombros al ritmo de la música)
Itooshii TINKAA BERU Omoi tsutaetai
Taisetsu na KIMI no tame Sou Itsumade mo
Shiawase no TINKAA BERU Negai kanaetai
Daisuki na KIMI dakara Itsumade mo dakishimetai
Oh Yeah!
La puerta se abre de repente. – ¡SÍ, SON ELLOS! – una chica grita con pudor.
– ¡Salgamos de aquí! – dice Hiroshi. Callings se coloca sus gorras y gafas. Hiroshi agarra de las manos a Natsuki y Nanami. Ishida toma a Natsumi y Tomoyo. Chad agarró inconscientemente a Árika y Eri. Y Yoshida se encargó de Kimi. Corren apresurados huyendo de las coléricas chicas y chicos que los persiguen.
– ¿Por qué tenemos que correr? No somos celebridades como ustedes. – interroga Eri mientras es arrastrada por Chad.
– Aunque no lo seas, si te quedas te aplastarán. Estás involucrada, quieras o no. – responde Chad, serio. Eri traga saliva y apresura el paso.
Hiroshi apuntó un desvío. – ¡Por ahí! – agitados, doblan. Oh, oh. Un grupo de fans salieron por ese lado. Toman otra vía. Parecen caballos corriendo. – Bello día te atreves a invitarnos. – le dice a Natsuki, sonriendo nervioso.
– ¡No es mi culpa! – exclama Natsuki, apretando la mano de Hiroshi. – ¡Culpa a onee-chan! – la apunta.
– ¿Eh? – una venita explota en su frente. – ¡Que me imaginaba que esto pasaría! – grita la aludida.
– ¡Cállense y apresúrense! – gritó Yoshida a lo lejos, mirando hacia atrás. – ¡Mientras más hablan, sus pasos disminuyen! ¡No pierdan el aliento en tonterías! – siguen corriendo, en silencio. Excepto las respiraciones agitadas.
– ¡Ahí! – exclama Nanami, desesperada por tanto correr. Necesitaba un respiro, sin mencionar que la llevaban a rastras. Se escondieron en un callejón oscuro. Los locos fans pasaron de largo. Esperaron el menor ruido posible. Suspiran, caen al suelo estilo animé. – No puedo… casi… respirar. – musita Nanami, acalorada.
– Vaya corrida, podíamos haber ganado un torneo de carreras. – agrega Kimi, apoyando las manos en sus rodillas.
– Si corremos como acabamos de hacerlo, nos llevaríamos por delante a todo mundo. – añade Tomoyo, agotada. – Me duelen mis pies.
– Estoy muerta. – musita Eri, dejándose caer sobre Tomoyo.
– ¡Quítate, que pesas! – exclama Tomoyo, empujando a su amiga.
– Definitivamente, ganaríamos. – murmura Yoshida, seria.
Silencio total. Cada uno intercambia miradas cómplices. Intentan aguantar la risa, pero explotaron a carcajadas. Natsumi mira a Natsuki reír contenta y eso le agradó. La corrida valió la pena. Después de descansar los pies, Kimi, Árika, Eri, Yoshida y Tomoyo se retiraron a sus casas. El chofer de Kimi las recogió.
Chad, Nanami, Natsuki, Natsumi, Ishida y Hiroshi, caminan por las calles en silencio. La luna se encuentra llena esta noche, las estrellas parecen escasas, pero el ambiente es agradable. Pasan bajo los árboles de cerezos. Hiroshi se acerca poco a poco a Natsuki hasta rozar su mano con la de ella, Natsuki lo mira y ruborizada, acepta que la tome. Nervioso, Ishida extiende su mano deseoso de sostener la mano de Natsumi, pero ella parece no notarlo. Se rasca la nuca sin saber qué hacer.
Chad percibe los nervios de su amigo, espira. Rodea el brazo sobre los hombros de Nanami, ella se estremeció ante el contacto. Acercándola más a él, apresuró el paso y empujó levemente a Natsumi, quien chocó con Ishida. – ¿Estás bien? – le pregunta Ishida, a lo cual ella afirma. Sin esperar más, la tomó de la mano.
Nanami se dio cuenta. – Fue un lindo gesto. – musita, sonriendo con los ojos cerrados.
– No sé de qué hablas. – responde indiferente. Ella no responde, sigue sonriendo, sin embargo, cuando la observa sus mejillas ruborizaron. Aún la tenía abrazada, y a ella no parece importarle. Fue entonces que su corazón empezó a palpitar violentamente al notar lo hermosa que ella es. – Es la primera vez que le digo esto a una chica, pero debo decirte que hoy te ves…– Nanami se alejó de él corriendo. –…linda. – ella se detuvo frente a un chico de unos 19 años, cabellos alborotados de un tono rojizo opaco, ojos amarillos como el ámbar y piel aperlada. Bastante apuesto cabe mencionar. Él le alborota el cabello, mientras ella ruboriza. – ¿Quién es ese chico? – se pregunta.
– Nanami-chan…– susurra Asumi, curiosa y a la vez sorprendida de que ella haya corrido directo hacia un chico que ven por primera vez o eso creen ellos.
Nanami se da cuenta de su actitud al correr hacia él. – E-Etto… él es…– agacha la cabeza, avergonzada.
Él posa los brazos alrededor de los hombros de Nanami en un abrazo y la atrae hacia su cuerpo, posesivamente. – Permítanme presentarme. – les mira uno por uno, entonces percibió la mirada de Chad. Sonrisa divertida. Desliza la mano derecha por el brazo derecho y cintura de Nanami hasta posarla en el vientre. Con su otra mano, agarra el mentón de Nanami y le hace volver e inclinar la cabeza hacia él. – Mi nombre es Taisuke Kanroji. – pasa su lengua sobre los labios de Nanami, haciéndole encorvar hacia atrás. – Y soy…– mira de soslayo a Chad. – El prometido de Nanami. – posa sus labios sobre los de ella. – Abre tu boca, amor. – ella le hace caso. Y él la besó delante de todos, moviendo sus labios con tal maestría que dejó a los chicos atónitos. Desliza su lengua en la cavidad de Nanami provocando que ella frunza el entrecejo, pero no de desagrado. Aprensó la mano que mantiene en su vientre atrayéndola más hacia él.
– T-Taisuke-kun…– logra musitar entretanto él desea llegar a más. – T-Taisuke…kun…
Él rompe el beso. – Lo siento Nanami, me dejé llevar. – responde, agitado. Observa de soslayo a los amigos de Nanami, desorientados. – Sabes que no puedo contenerme cuando estamos solos. Olvidé que tus amigos estaban presenciando nuestro saludo. – "¿Saludo?" Se preguntaron estando de piedra. Taisuke roza su nariz en el cuello de la Uzuki. Suspira, entristecido. – Estaba preocupado por ti. Quedaste de llamarme para salir juntos en una cita y esperé ansioso tu llamada, así que vine a buscarte. – sonrisa feliz.
– ¿Cómo supiste dónde estaba? – interroga, sorprendida.
– Un hombre enamorado debe saber ubicar a su futura esposa. – besa su mejilla. – Si no lo hace, no será buen marido. – le guiña un ojo. Nanami se derritió ante su sonrisa atractiva. – Entonces, ustedes son los amigos de Nanami. Gusto en conocerles. Puede que esté un poco fuera de tiempo, pero he visto uno de sus conciertos, me encantó. Sigan así. – sonrisa. – He estado fuera del país por muchos años. Vine para estar al frente de la empresa de mi padre, pero aquí entre nosotros, lo hice para estar con Nanami. – apoya la mejilla contra la de ella.
– T-Taisuke-kun…– titubea más ruborizada que antes.
Cierra los ojos, sonrisa. – ¿No es linda cuando sonroja? – abrazo de oso.
– T-Taisuke-kun… V-Vamos a casa. – susurra, avergonzada por ante tal escena.
– Como diga, mi hermosa damisela. – reverencia de caballerosidad. Se encamina hacia un lujoso auto, abre la puerta del asiento trasero. Espera por ella mientras se despide de sus amigos. Ella se encamina hacia el auto. Entonces aprovechó la ocasión para tomar su mano. Ambos subieron y el auto arrancó. Aprieta la mano de Nanami.
– Taisuke-kun…– se dice a sí misma sintiendo la mano de él temblando.
Desvía la mirada en dirección de la puerta, observa los transeúntes, los autos pasar. – Ese chico…– murmura, con recelo. – Ese chico tiene interés en ti, Nanami. – ve a través del cristal, el rostro sorprendido de ella. – No dejaré que se acerque a ti, apresuraré nuestra boda y nos iremos del país. Pero aún no cumples los 18 años, entonces debo hacer algo para que no te vea con esos ojos. – el chofer observa a través del retrovisor, sonríe divertido. – Sólo yo puedo verte con esos ojos, sólo yo puedo tocarte, sólo yo deseo compartir mi vida contigo. Ese chico no es más que un conocido, yo soy tu prometido. Nos vamos a casar. – murmura cada vez más enojado.
Ella parpadea, luego comprendió todo. – ¿Estás celoso, Taisuke-kun? – pregunta, con timidez. Sonrisa.
Taisuke calla. Traga saliva, nervioso. – ¿Yo? ¿Celoso? ¡Que va! ¡Sólo digo que…! – vuelve la cabeza hacia ella, se puso más rojo que un tomate. El verla cerca de él, sonrojada, ojos entrecerrados y con los labios entreabiertos, le dieron enormes ganas de… Observa como el tirante de su blusa se desliza solo dejando al descubierto su níveo hombro. Traga saliva por segunda vez. – N-Na-Nanami, ¿S-Sa-Sabes que puedes hacer que u-un h-hombre p-pierda la razón, v-verdad? – inconscientemente, ella inclina la cabeza sin entender. – T-Tú… E-Esa p-posición en v-verdad no es la correcta. D-De-Deberías cu-cubrirte un poco. – desvía la mirada a un lado, procurando no mirar. Pero miró fijamente como ella se aproximaba más hacia él.
Traga saliva, mira hacia arriba. De repente, sintió el peso de Nanami sobre sus piernas. Se estremeció por completo. Sitúa sus ojos hacia abajo, cuales se agrandan. La parte superior del cuerpo de Nanami está sobre sus muslos, mientras ella extiende una mano al otro lado del asiento como buscando algo. Taisuke cierra los ojos, procurando no perder su autocontrol ante ella, aunque varias veces debe usar su fuerza de voluntad. Repentinamente, siente el roce de un seno contra su entrepierna. – N-Nanami…– se cubre el rostro. – ¿P-Podrías darte prisa? – voz ahogada.
– ¿Eh? ¿Por qué? Intento alcanzar aquella cobija. – dice inocente, señalando la cobija ubicada en un rincón del asiento.
– P-Pues p-porque soy un hombre y, a los h-hombres le pasan ciertas situaciones que n-no es grato que una m-mujer vea. – dice avergonzado, luego medita para sus adentros para que ella se apresure en tomar la maldita cobija.
– Sólo un poco más…– susurra extendiendo más el brazo. – Casi la alcanzo. – apoya una mano en el asiento entre los muslos de Taisuke. Él casi no resiste. – Ya casi…– está a un paso de tomarla, más sin querer vuelve a rozar el seno en la entrepierna de él, quien empieza a respirar agitado. – La tengo. – la tomó. Pero cuando iba a recobrar la postura, Taisuke la agarró asustándola.
– Nanami, ¿Sabes lo que hace a un hombre diferente de una mujer? – en respuesta, ella parpadea. Nota que los ojos negros y curiosos de Nanami descienden, si mira más abajo descubrirá el bulto entre sus pantalones. En un movimiento rápido, le quita la cobija y la acomoda sobre sus muslos cubriendo la erección ante la vista de su prometida.
– Taisuke-kun, ¿Por qué me quitas la cobija? ¡Regrésala! – la coge de vuelta.
Él agarra la cobija. – ¡La necesito! – hala de ella.
– ¡Pero me dijiste que debía cubrirme! – ella hala con más fuerza.
– ¡Sé lo que dije, pero la necesito urgente! – forcejean por la maldita cobija. La fuerza que empleaban era indescriptible, mientras el chofer aguantaba la risa. Taisuke empleó tanta fuerza que resbaló con la cobija y cayó encima de la chica. Intercambian miradas, ella estaba roja y sabía la causa. Más escondió el rostro entre el cuello de ella y el pecho. – Nanami… perdón. – Estaba paralizada. Podía sentir un bulto erecto justamente tocando su parte íntima. – Quedémonos así hasta que me calme, ¿Sí? – ella afirma sin musitar palabra. Mira al chofer y éste, entendiendo, sube el cristal negro que los separa, con éste no puede escuchar ni ver lo que suceda atrás. – Estoy avergonzado. Sé que debo ir suave contigo, pero estoy enamorado de ti y en varias ocasiones duele aguantar. – refiriéndose ahí abajo. – Y ahora no puedo calmarme. – ella rodea los brazos alrededor de él en un cálido abrazo. – Soy cuatro años mayor que tú, pero ya deseo que seas mi mujer. – se remueve un poco. La escucha levemente gemir. – Creo que hoy llegué a mi límite. – él también deja escapar un gemido. – Te dejaré en casa y…– mientras intenta levantarse con cuidado de no rozarla, pero ella le detuvo agarrando su camisa mirando un punto específico. Mejillas sonrojadas.
– Yo puedo alivianar tu dolor… si quieres. – susurra nerviosa y cierto grado de timidez.
Verla completamente ruborizada debajo de él, hizo que la molestia en su entrepierna aumentara. – Oh, maldición. – musita, traga saliva con fuerza. Su garganta se había secado. – N-Nanami, n-no creo que sea…– ella parpadea nerviosa. –…conveniente. – al diablo todo, se deja caer poco a poco sobre ella. – Eres inexperta, por eso te ayudaré a entender ciertas situaciones. – toma una de sus manos, se inclina y lleva la mano de Nanami por su abdomen, rozándolo, hasta descender. La ayuda a sentir donde se ubica la correa del pantalón y un poco más abajo. Ella abre sus ojos, comprendiendo mientras siente ese bulto en sus dedos. Ella intenta regresar su mano, pero él la aprieta y la posa en su bulto erecto. – Así alivianarás mi dolor. – mueve su mano, haciendo que ella acaricie su anatomía. Suelta su mano y ella la extrajo, pues estaba toda sonrojada que parecía una hermosa fresa.
Sonrisa divertida. – Ahora es mi turno. – arqueándose sobre ella, empieza a desabrochar los botones de la falda. – Te gustará, te lo aseguro. – sube un poco la blusa de Nanami dejando el ombligo descubierto. Deposita un beso en su plano vientre. – No te preocupes, me detendré cuando sea el momento. – hace un camino de besos en círculo, más empieza a subir al cuello, allí empieza a succionar llenándola de estímulos y excitación. Ella agarra la camisa de él cerrando las manos en puños y arqueándose. Desciende, sorprendido ve los pezones hinchados de Nanami, sonríe. Sube la blusa, dejando a la vista sus redondos y grandes senos. Sin pensarlo dos veces, succiona uno de ellos con ímpetu.
Ella cierra sus ojos, los aprieta. – N-no, T-Taisuke-kun…– él no hace caso. Desciende su mano acariciando su cuerpo en el proceso hasta llegar al vientre. Allí, él desliza su masculina mano dentro de su falda. Ella abre sus ojos desmesurados, al sentir un dedo entrar dentro de su cavidad. Escapa un gemido. – Ahh… T-Taisuke…kun…– se muerde el labio inferior.
– Tranquila, no pasa nad…– se detiene a observar sus ojos, lágrimas brotaban de ellos. – Me excedí. – se dijo, chasquea la lengua. Extrae su dedo sonriendo calmado, dándole a entender que todo estaba bien ahora. Así como desabrochó los botones, los abotonó. – Realmente lo siento, olvidé por completo que debo ir despacio. – besa sus senos, luego le acomoda la blusa. – Espero que esto no arruine nuestra confianza. – desvía la mirada, maldiciéndose a sí mismo por llevarla a ese extremo. – Te llevaré a casa. – iba a tocar el cristal negro que los separa de los asientos delanteros, más ella agarra su camisa.
– Arigatou. – mejillas sonrojadas. – Q-Quiero…– agacha la cabeza, avergonzada. – Quiero aprender…– alza la mirada. – ¡Quiero aprender contigo! ¡Quiero que seas el primero en todo! – mueve los ojos de un lado a otro, sin tener el valor de mirarlo. Cuando al fin se decide, sorpresa.
Taisuke se abalanzó sobre ella, abrazándola fuerte mientras sonríe alegre. – Me haces tan feliz. – acaricia el cabello de ella. – Supongo que sabes que, esa es una declaración de amor. – ella se queda rígida. – Creo que no.
...
Sentada sobre el pasto del jardín trasero de la mansión Hatake, Natsuki contempla la luna. Inhala, exhala. – ¿No puedes dormir? – pregunta Natsumi acercándose a ella. Toma asiento a su lado. – Yo tampoco. – musita, apegando las piernas a su cuerpo.
– ¿Y Koishi? – pregunta interesada, pero desanimada.
– Acaba de dormirse. Me hizo narrarle uno de sus cuentos favoritos. – sonríe, entristecida. – Verlo así tan alegre, me recuerda mi niñez. Puede que no crecí con mis verdaderos padres, pero fui feliz. Les debo mucho a mis padres adoptivos.
– ¿Qué…? – silencia, con miedo a preguntar algo indebido.
– ¿Pasó con ellos? – apoya la cabeza entre sus brazos. – Fallecieron cuando tenía nueve años. Tuve que seguir mi vida sola. Más no me arrepiento porque conocí buenos amigos. – sonrisa. – Te conocí a ti, a Koishi de la manera menos esperada. Me dio un susto de muerte, debo confesar, pero he sido feliz. – un nudo se forma en la garganta. – Ahora sé quiénes son mis padres biológicos. – empieza a temblar. – No puedo ver a otōsan decaído, menos ver a okāsan en ese estado. Me duele mucho. – las lágrimas brotan de sus ojos sin poder evitarlo.
Natsuki alza la mirada hacia la luna. – Durante un tiempo me sentí ignorada, otōsan tenía ojos para okāsan y eso me deprimía. Llegué a pensar que no me querían, pero luego Koishi llegó a mi vida. – sonrisa. – Le dio sentido a mi vida. Más ahora comprendo el porqué otōsan nunca se apartó de okāsan. – baja la mirada. – La ama. La ama tanto que, siento que desearía morirse si algo le pasa. Para él, ella lo es todo. Es un amor verdadero, posesivo y hasta enfermizo. – estruja sus ojos. – A veces no aguanto verlo triste. – inevitablemente, las lágrimas deslizan por sus mejillas. – Quiero que nos ponga más atención, es lo único que he pedido. – los sollozos fueron inevitables.
Natsumi se limpia las lágrimas y abrazó a su hermana. Natsuki apoya su cabeza en el pecho de su hermana, aferrándose a ella. Natsumi acaricia el pelo de ella motivándola a continuar llorando, porque las lágrimas alivian un poco el dolor que guardamos en nuestros corazones y el peso que ella carga en sus hombros es grande. – Estaremos bien si seguimos juntas. Superaremos el dolor, estoy segura. – musita, alentándola a luchar por sus ideales. – Vamos a seguir adelante.
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