Annyong haseyo~! ^.^


Okāsan, doko ni iru no?

(13)

– Flash Back –

Cielo azul, hermoso cabe destacar. Las nubes se mueven en ese espacioso cielo tan calmadas. Las aves revolotean en las fuentes de aquel inmenso jardín mientras cantan su peculiar sinfonía. Y los florecientes girasoles brillan bajo el ardiente calor del sol. Entretanto, sentada en el pasto del jardín se ubica una niña de unos seis años sonriendo. Ella olfatea un girasol sembrado en la tierra. Su corto cabello violeta se mece acorde al viento, pero de repente una fuerte brisa sopló. Ella posa sus manos en la cabeza evitando que su sombrero blanco no se vaya junto al viento. Más, el viento parece que se ensañó con ella porque se hizo más fuerte logrando que el sombrero se alejara.

– ¿A dónde habrá caído? – busca en el jardín, su sombrero favorito. El viento sopla de nuevo, meciendo violentamente sus cabellos. Cerró los ojos, procurando los flequillos hieran sus ojos. Al abrirlos, posa sus ojos marrones claros en la figura de una sombra. Vuelve la cabeza y allí estaba. Un chico mayor que ella, de unos diez años podría deducir, pero le sorprendió esa cabellera plateada. Ella inclina la cabeza. – ¿Quién eres tú? – pregunta inocentemente.

Él muestra sus manos que mantenía escondidas detrás de su espalda, y en esta sostiene su sombrero. – ¿Es tuyo? – le extiende el sombrero. Ella asiente. – Debes de ser Anko Mitarashi, ¿Cierto?

Ella parpadea. – Sí. ¿Quién eres tú? – él le entrega el sombrero y ella se lo coloca de nuevo. – No te había visto. ¿Eres hijo de uno de los amigos de mi padre? – le mira fijamente. Ambos se miran directo a los ojos, buscando alguna señal o indicio de algo que no sabían qué. – Eres lindo. – ella soltó. Él cubre su boca y nariz con una mano, más desvía la cabeza hacia un lado, evitando que ella notara el rubor. – ¿Eh? ¿Dije algo malo? Si es así…– reverencia estilo princesa. – Acepta mis disculpas, por favor.

Él se sienta en el suelo aún más avergonzado y se cubre la cabeza con ambas manos. Estaba ruborizado. Esconde el rostro, alza la cabeza. Sus rostros estaban demasiado cerca, a escasos centímetros uno del otro. Iba a retroceder, pero ella le posó el dedo índice en la frente.

Ella sonríe. Retira su dedo sin dejar de sonreír. – ¿Quieres ser mi príncipe? – él parpadea, ruborizado. – Estaba por tomar el té, pero si el príncipe gusta puede acompañarme. – el viento sopla fuerte. Se cubre los marrones ojos con su brazo derecho.

Él agarra el brazo de ella y hace que lo mire. Tomando valor, la hala hacia él logrando que ella cayera en su regazo. Traga saliva. – ¡Me gustas! – exclama avergonzado.

Posando sus manos en el pecho de él, ella se aleja unos pocos centímetros. Sus mejillas estaban sonrojadas. – ¿Te gusto? – se señala a sí misma. Él esquiva su mirada. – Tú también…– vuelve a mirarla. – Me gustas. – sonrisa. Ella había dicho sin saber exactamente el significado de aquellas palabras. Lo que sí estaba en lo correcto era que ese chico le había agradado. Tanto así que, se sintió feliz. Pero no se imaginaba que sería la última vez que lo vería.


...

Anko-sama, permítanos ponerle su vestido. – decía una de las sirvientas de la casa. Dos de ellas sostenían el vestuario. Mientras la chica seguía encerrada en el baño. – ¡Anko-sama! ¡No puede permanecer allí, debe alistarse!

– ¡No me pondré esa ropa! – exclama la chica de ya diez años. Asegura la puerta. – No me comprometeré con alguien que no conozco. – ve la ventana abierta. – Si no estoy presente, no podrán proseguir con el acuerdo. – coloca un banquito y sube encima de éste. – No volveré a ser lastimada por ese hombre. – trepa por la ventana y sale de la habitación de baño. Como había una enramada, se sostuvo de ella y se deslizó hasta llegar al suelo. – No regresaré a esta casa, jamás. – gira sobre sus talones y para su sorpresa, se encontró con él. Su sonrisa retorcida le hizo retroceder.

– ¿A dónde ibas mi querida sobrina? – pregunta él, sonriendo. Su voz le daba escalofríos y no podía negarlo. – No puedes escapar de mí. – la agarra bruscamente del brazo y la tira al suelo, lastimándola. – ¡Llévenla al sótano y enciérrenla! – le dijo a uno de los guardaespaldas.

Sintió un fuerte golpe en la cabeza que le hizo perder el sentido. Abre sus ojos lentamente, se da cuenta que se encuentra en la parte baja de la casa: el sótano. Y por si fuera poco, estaba encadenada. Forcejea, logrando lastimarse las muñecas y los tobillos. – Padre… madre… ¿Por qué me dejaron con ese hombre? – sollozo. – No quiero estar aquí, padre. ¡Ayúdenme! – grita con todas sus fuerzas, nadie venía en su ayuda. – ¡Por favor! ¡Alguien! ¡Quien sea! ¡Necesito ayuda! ¡Estoy encerrada! ¡Si pueden escucharme, por favor! ¡Mari! ¡Mari-chan! ¡Mari-chan! – Mari se volvió su amiga desde que entró a trabajar en la casa, ella es su más leal sirviente. – ¡Ayúdenme, por favor! ¡Alguien venga a ayudarme! Por favor…– su voz se iba apagando poco a poco. Cierra los ojos lentamente, entonces algo la despertó. Siente unas pezuñas clavarse en sus pies. Observa: una rata. – ¡AHHHHH! – la rata huyó. Lágrimas escapan de sus ojos. Mira con detenimiento el lugar, cual se encuentra todo polvoroso y descompuesto, además de estar solitario, la madera estaba oxidada. Se percibía un olor inmundo, quería vomitar.

Escucha el chirrido de la puerta abrirse. Pasos se acercan a ella. – Te ves tan frágil, pequeña. Sí que eres una princesita, pero no te servirá de mucho. – dice él, sonriendo como siempre lo hace, retorcidamente. – ¿Sabes? No me conviene que te cases con ese chico, así que…– se arrodilla a su lado. –…seré generoso contigo. – inesperadamente la agarra del cuello. Ella deja escapar un lastimoso gemido. – Te abriré las puertas de esta casa para que te largues y no vuelvas más. Fingiré tu muerte si deseas vivir. – la suelta de forma brusca, debido a la rudeza ella se golpeó la cabeza contra el muro.

Respira profundo. – Esta casa es de mis padres. No puedes deshacerte de mí. – sisea, enojada.

– Sí puedo y lo haré si no te largas de aquí. – rebusca entre los bolsillos de su saco, algún objeto. – Piénsalo bien, estamos en el sótano y nadie más, aparte de mí y los sirvientes, saben que estás aquí encerrada. – espira desganado. Extrae una calibre.25, le apunta la cabeza. – Puedo matarte cuando lo desee y si alguien intenta hablar, cavará su propia tumba. Tú decides. – ella agacha la cabeza. – Pero antes, necesito que firmes estos documentos. – le lanza unos papeles.

– No lo haré, soy menor de edad. – susurra, procurando ser valiente.

No te preocupes, no son documentos legales. Es tu sentencia de muerte. – quita el seguro al arma. Anko abre sus ojos desmesuradamente, cierra los ojos. Él le dispara, rozando la bala en su mejilla. Ella deja escapar un gemido. Vuelve a dispararle, esta vez al suelo, rozando la bala en su muslo derecho. – La próxima, no fallaré.

Abre sus labios en busca de aire, el dolor que siente su mejilla y muslo le arde. Puede que sea un leve rasguño, pero la pólvora de la bala le quemó un poco la piel. – Si me marcho, no necesitas que firme ese papel. – labio inferior tiembla. – No les hagas daño a ellos, por favor. – voz temblorosa.

Sabía que dirías eso. – guarda el arma y le lanza un pasaporte. – Hoy te irás de este país. Si haces algo imprudente, te mataré. – sale de aquel lugar.

Lágrimas brotan de sus ojos. Solloza. – Tengo miedo…– sisea entrecortadamente. ¡Me gustas! Escucha su mente repetir aquellas palabras que hace cuatro años ese chico le dijo. – ¿Dónde estarás ahora? – se pregunta, ruborizada. – Desearía verte, algún día. – sonríe entristecida. – Quiero verte, deseo verte.

Figura la imagen de un hombre de cabellos plateados como la de aquel chico. Podría ser… él. Estaba llamándola con desesperación, sus ojos se veían profundamente tristes. Deseaba acercarse a él y tocarlo. Lo deseaba.

– Flash Back –

Abre sus ojos marrones claros. Podía escuchar ruido por toda la habitación, pero sólo estaba centrada en una sola persona. Él. No podía dejar de mirarlo, tampoco parpadeaba. Sus ojos miraban los propios como leyendo su alma. Ella parpadea, mueve los ojos de un punto a otro, procurando reconocer el lugar. Estaba como perdida, no hablaba y sus ojos parecían confundidos.

Anko…– le oye pronunciar mientras se acerca. – ¿Puedes escucharme? – se posiciona a su lado. – ¿Me entiendes? – toma su mano. Ella le mira desorientada. – Estás en el hospital. Soy tu esposo, Kakashi. ¿Me recuerdas? – ella no deja de mirarlo, más no dice nada. Estaba confundida, no sabía porqué estaba ahí o porqué no podía moverse. – Gracias a Dios has despertado. – parpadea, pero sus ojos se sienten pesados. – Anko… ¿Qué…?


...

A medida que las chicas se despedían de los espectadores que disfrutaron del concierto, Kurenai gira sobre sus talones sorprendiendo a sus amigas, pues había visto cómo su hijo se iba con una de las hijas de Kakashi y Anko. Sonrisa entristecida. – El destino intenta jugar con nosotros. – se dice a sí misma. – Por favor, encárguense del resto. Me iré a casa. – se retira.

Atraviesa los corredores, las instalaciones del lugar hasta hallar la salida. Sale del recinto. Camina hacia el estacionamiento donde dejó el vehículo estacionado. De pronto se detiene y observa el edificio, aquel hospital donde ella se ubica hospitalizada y hoy… Chasquea la lengua, aprieta los dientes fuertemente mientras una lágrima desliza por su mejilla izquierda. Se limpia los restos de la lágrima y sube al auto cerrando la puerta de un portazo. Desde allí, sigue observando ese edificio.

– ¡Maldición! – exclama, golpeando el guía en la frustración. – Anko…– un nudo se le forma en la garganta. – Anko, perdón… Perdón. – apoya la frente contra el volante. – Perdón. Nunca quise hacerte daño, no fue mi intención. – solloza. – Tan sólo me enamoré del hombre equivocado. Lo lamento. – deja escapar un gemido. – Debí decírtelo, pero callé. Todas callamos, no queríamos que sufrieras. – cubre su boca con la mano derecha. – ¿Por qué tuviste que descubrirlo de ese modo? ¿Por qué saliste huyendo? Debiste escuchar nuestras versiones. Debimos detenerte esa noche, pero no pudimos detenerte, nos sentíamos culpables, no podíamos verte a la cara. – se muerde el labio inferior. – Anko… Anko… Si pudiera regresar el tiempo, evitaría esa tragedia. Todo inició en esa maldita noche. Somos culpables, lo sé y lo acepto. Pero nunca, jamás deseamos esto. Eres mi mejor amiga, la que cuidábamos de todo y todos. La que prometí proteger y ahora… ahora…– se cubre el rostro. – ¡Oh, por Dios! ¿Qué hicimos? ¿Qué demonios hicimos? – rompe en llanto.


...

Mientras tanto…

Shizune, sentada en una silla dentro de la cabina de controles, repite el video que reprodujeron durante el concierto. Lo ve a través de su laptop. – En verdad, eras feliz a su lado. – refiriéndose a Kakashi. – Me entristece recordarte, ¿Sabes? Pero te quiero y aprecio mucho, siempre lo hice. – traga saliva con fuerza, pues la siente seca. – Temo ir al hospital y ya no verte más. Lo siento tanto, espero algún día nos perdones. Por favor, perdona todo lo que hemos hecho. No debimos fijarnos en él. – pausa el video. Sonrisa melancólica. – Me gustaba verte con una sonrisa. Cuando una de nosotras estaba triste, nos animabas. Decías: "Ante las adversidades, debemos sonreír. Eso nos ayudará a sentirnos bien". – intenta sonreír, más no puede. – Pero en este momento, no tengo las fuerzas para sonreír. Lo siento, esta vez me doblaré ante las adversidades. Hoy que no estás a mi lado. – deja a las lágrimas acariciar sus mejillas. – Esto llegó a su final, cuánto te voy a extrañar. – solloza.

Abren la puerta. – Okā-chan…– susurra Kimi, entrando silenciosamente. – ¿La madre de Natsumi es en realidad Violet? – ella no responde. – Okā-chan…– toca el hombro de su madre. Shizune levanta el rostro, estaba devastada. – Okā-chan, no me gusta verte así. – acaricia su rostro. – Iré por otō-san. – iba a salir, pero la detuvo.

– Espera, no quiero que Genma me vea en este estado. – la mano que sostiene la de su hija, tiembla. – Quédate a mi lado y abrázame, ¿sí? – Kimi toma asiento y la abraza fuerte. – ¿Alguna vez te conté cómo creamos C-ute? – obtiene negación. – Fue gracias a las locas ocurrencias de Anko. Ella nos arrastraba a hacer cosas que jamás habíamos hecho o pensado hacer. – sonrisa melancólica. – Pero aprendíamos experiencias nuevas y divertidas. Desde que la conocí, la he visto llorar dos veces y aún así se levantaba recargada. Confieso que la admiraba, deseaba tener toda esa confianza. Ahora deseo retroceder el tiempo y abrazarla tan fuerte que me gritaría soltarla. Eso deseo. Verla sonreír una vez más. – acomoda la cabeza en las rodillas de su hija. – Y pedirle que nos perdone.


...

Por otro lado…

Yugao camina de un lugar a otro exasperada, buscando a sus dos amigas que no aparecen. Suspira. ¿A dónde habrán ido? ¿No pensarán dejarme la entrevista a mí, verdad? – se pregunta, irritada. Inhala lento, exhala despacio. – Okā-sama…– escucha la voz de su hija detrás de ella. Gira sobre sus talones y ahí estaba. De pie, vistiendo un pantalón blanco de mezclilla, una blusa verde casi transparente y unas zapatillas de tacón. Su pelo violeta recogido en una coleta alta y sobre la cabeza, una boina blanca. Cierto, el tiempo transcurre y su hija se vuelve cada vez más hermosa. Le sonríe. – Nanami, ¿Qué ocurre? – camina hacia ella, le acaricia el cabello como si de una niña se tratare.

– ¿Irás a casa? – pregunta Nanami, preocupada por su madre. Conoce la historia de C-ute y las mejores amigas que fueron, en ese caso debe de ser difícil para ella en este momento.

Yugao le sonríe cálidamente. – Estaré bien. Tu padre ha regresado y pasaré la noche con él. – retira la mano de su cabello. – Cuando llegue a casa, charlaremos durante un largo rato. – entrecierra los ojos. – Ha regresado porque desea volver conmigo y, creo que, ambos podemos intentarlo otra vez. Después de todo…– cierra los ojos, sonriente. –…lo he extrañado en estos años. – abre los ojos. – Tú debes irte a casa. – observa a Taisuke acercarse a ellas y abrazar a Nanami por detrás.

– Yugao-san…– sisea Taisuke, inclinando la cabeza un poco.

La Uzuki observa las manos del joven entrelazarse con las de su hija, allí percibió los anillos en sus respectivos dedos. – Ahora que conviven juntos, necesitan relajarse más. – ambos jóvenes se ponen tensos ante el comentario de ella. Yugao sonríe. – Nadie los va a separar. Vivan su juventud con calma. – Nanami ruboriza al instante, de pronto siente la frente de Taisuke posarse en su hombro. Él estaba más avergonzado que ella. Yugao no para de reír. – Son tan lindos. – nota cómo Taisuke aprieta los brazos alrededor de la cintura de Nanami mientras esconde el rostro en la espalda de la joven. – Ellos se parecen a…– la visión de dicha pareja cambió, vio en ellos a Kakashi abrazando a Anko fuertemente. Sacude la cabeza. – ¿Qué estoy pensando? – se pregunta, sonríe. – Eres tan lindo, Taisuke. – el aludido se pone nervioso.

Nanami sonríe nerviosa. – O-Okā-sama… T-Taisuke-kun no está acostumbrado a que le digas…– agacha la cabeza, mejillas sonrojadas. –…lindo. – susurra, apenada.

Yugao posa una mano debajo del mentón. – El "kun" está de más, Nanami. Taisuke casi es tu esposo, sé más lanzada. – el rostro desencajado de Nanami le hizo gracia.

Ella sacude sus manos en negación a la altura de su pecho. – C-Creo que e-es m-muy p-pronto, okā-sama. – titubea, siente los brazos de Taisuke atraerla más hacia él.

Yugao pone mirada maliciosa. – Ustedes…– mira ambos lados. – ¿Ya intimaron? – pregunta shock.

¿Ehhhh? – exclaman al unísono. Taisuke de repente deshizo el abrazo y retrocedió tres pasos al igual que Nanami. Al unísono agacharon la cabeza, avergonzados.

– Oh, comprendo. – chasquea los dedos. – Intimaron antes del matrimonio. – ambos sudan frío. – Es normal. Ya sabía que era demasiada tentación para ambos estar todos los días juntos. – tragan saliva. – Si tomaron las precauciones, está bien. Pero esta vez, no sean precavidos. – ellos levantan la cabeza. – Pronto quiero tener nietos correteando por toda la casa. – sonrisa. – Ahora, vayan a casa. Es tarde y necesitan descansar. – ellos asienten. Iban a retirarse, pero ella les detuvo. – ¡Taisuke! – el aludido vuelve la cabeza hacia atrás. – ¡Ven aquí un momento! – dudoso, camina hacia ella. Yugao lo abraza. – Eres como mi hijo, te quiero mucho. Cuida a Nanami de todo peligro y, por favor, no permitas que alguien los separe. – deshace el abrazo. – Es una promesa, ¿Sí? – él asiente y se retira, tomando la mano de Nanami. – Creo que actué extraño. – se dijo, melancólica. – Pero no quiero que pasen por lo que pasé. Son tan jóvenes. – mirada triste. – Ellos eran jóvenes también. – refiriéndose a los Hatake. – Y Nosotras no pensamos en su amor y quisimos obtener ese amor sin importar que la hiriéramos. No nos importó al principio, más a mí, yo deseé poseer lo indebido y todo terminó así. Sé que no tengo cara para pedir perdón después de lo que hice, y me aproveché de que no recordabas nada y me acerqué a ti, pero al final mi egoísmo y envidia pudieron más que mi deseo de protegerte. En verdad, me arrepiento. Más ahora que veo a mi hija feliz. Lo lamento tanto Anko, quizás algún día pueda obtener sinceramente tu perdón.


...

En el estadio…

Mikoto camina sobre la plataforma de un sitio a otro. Detiene su caminar, inhala profundo. Observa desde allí, aquel edificio. Está dudosa de si ir o no sería lo correcto, pero teme no recibir buenas noticias. Agacha la cabeza, detalla la plataforma. Se arrodilla y toca con su mano el piso. – Ésta fue la primera plataforma que pisamos. Recuerdo que, aquí cantamos por primera vez. – murmura, entristecida. – Contaba que el grupo se mantuviera intacto. No imaginé que el accidente de la caída de los barrotes te dejaría secuelas. – rememorando la tarde que los barrotes cayeron sobre Anko, haciéndola llorar amargamente en los brazos de Kakashi debido al susto. Esa fue la primera vez que sintió una profunda punzada al verla en los brazos de él, como si fuera la única persona que estaría con ella. – Y ese espantoso accidente terminó de incapacitarte. Lamento todo lo ocurrido, no debías pasar por ello. Eras tan fuerte y alegre, pero verte en esa cama…– algunas lágrimas escapan de sus ojos. – Al verte dormida, me sentí culpable. – limpia sus mejillas. – ¿Por qué tú? No comprendo porqué la vida se ensaña contigo. – gemido. – Tú que creías en la felicidad y el amor eterno, mira cómo has terminado. – más lágrimas. – No puedo sentir calma en mi corazón. Perdona mis acciones. Nunca debió gustarme ese hombre. Debí arrancarlo de mi corazón y desilusionarme, pero cada vez que te conquistaba, yo me enamoraba más. – se lleva una mano al pecho. – Mi corazón palpitaba excitado cuando lo veía y no pude evitar quererlo. Ninguna de nosotras pudo evitarlo. – se pone en pie. – ¿Puede haber esperanzas de que Kakashi se retractara?

– No lo creo. – responde una conocida voz.

Gira sobre sus talones, sorprendida. – Yugao…– susurra.

Aquí estabas. – responde, sonriendo o más bien, fingiendo una sonrisa. Se posiciona al lado de la Uchiha. Mira hacia ese edificio. – Yo también desearía que él desistiera de esa decisión, pero sus ojos se veían decididos. – entrecierra los ojos. – En parte lo comprendo, ha pasado dos años desde que Anko cayó en estado de coma. Sus hijos perdieron las esperanzas y él ya la perdió, nosotras también la perdimos. – espira. – Si Anko despierta, sería un milagro, aunque es tarde. Seguro ya ha sido desconectada. – da media vuelta. – Me iré a casa. Mi ex me espera, creo que es momento de seguir con mi vida.

– ¿Hayate regresó? – interroga Mikoto, extrañada.

Yugao asiente. – Sí. Volvió porque me extrañaba, y yo también lo extrañé. De hecho, sentí su ausencia como no tienes idea. – sonrisa entristecida. – Verdaderamente me enamoré de él. Soy una tonta, ¿Cierto? – Mikoto niega la cabeza, riendo. – Hayate me ama y ahora mismo estoy sola. No tengo nada que pensar, lo amo y sonreiré una vez más a su lado. – empieza a caminar. – Nos vemos. – mueve una mano en señal de despedida.

Mikoto alza la mirada al cielo. Observa las estrellas. – No está bien. Nada lo está. – cierra las manos en puños. – Nosotras somos felices, mientras que los Hatake sufren. Es injusto para ellos. – afloja los puños y se retira.


...

Hospital…

En el pasillo, sentado en el pasillo en un sofá con ambas manos cubriendo su rostro, siente las manos de su hija Natsuki apretar fuerte las de él. Estaba anonadado. Kakashi no sabe qué pensar al respecto. Sus ojos se veían desencajados, su labio inferior tiembla. No sabe qué tipo de emoción expresar en este momento, si sonreír o llorar. Rememora el momento que sucedió lo menos esperado.

– Flash Back –

Kakashi veía en su teléfono móvil, el concierto. Sonríe al ver a su hija bailar y cantar animadamente la canción que su esposa escribió años atrás. Se aleja de la ventana y se encamina hacia la cama. Observa los aparatos conectados, entonces una sonrisa entristecida surca sus labios. – Desearía que pudieras verlas en este momento. – susurra, dolido. Le muestra el concierto a través de su celular, sin embargo ella no podía verlo. – Lo siento.

Pronto, la enfermera arribó a la habitación. Retrocede para que ella haga su trabajo. La canción que canta su hija pronto terminaría. Una segunda enfermera entra a la habitación, sosteniendo una carpeta. Ambas proceden a cumplir su trabajo. La música concluye, entonces apaga el celular e iba a guardarlo, más se detuvo al ver cómo una de ellas desconectó el respirador. De repente, su esposa abrió los ojos. Dejó caer el celular al suelo, anonadado. – Anko…– logra musitar.

Las dos enfermeras abren sus ojos desmesuradamente. El electrocardiograma empieza a leer las palpitaciones del corazón. – ¡Conecta el respirador, rápido! – ordenó una de ellas a la otra. Rápidamente le conectaron el respirador y una salió de la habitación llamando a algún doctor. – ¡Es un milagro! – decía la joven enfermera mientras revisaba los signos vitales de ella.

Podía sentir la mirada de su esposa sobre él. Ella no dejaba de mirarlo, tampoco parpadeaba. Sus ojos miraban los propios como leyendo su alma. Ella parpadea, mueve los ojos de un punto a otro, procurando reconocer el lugar. Estaba como perdida, no hablaba y sus ojos parecían confundidos. – Anko…– empieza a caminar hacia ella. – ¿Puedes escucharme? – se posiciona a su lado. – ¿Me entiendes? – toma su mano. Ella le mira desorientada. – Estás en el hospital. – le enfermera le sonríe y sale de la habitación. – Soy tu esposo, Kakashi. ¿Me recuerdas? – ella no deja de mirarlo, más no dice nada. – Gracias a Dios has despertado. – ella parpadea, pero sus ojos vuelven a cerrar. – Anko… ¿Qué…?

El doctor arriba a la habitación. – Lo siento, necesito que salga. – le pide amablemente.

Es mi esposa, no quiero dejarla sola. – responde Kakashi, aún desconcertado.

– Lo sé, pero debemos realizarse algunas pruebas. Puede que haya reaccionado, más no es probable que sea un avance favorable. – les da indicaciones a los camilleros moverla cuidadosamente a la camilla para llevarla a la sala de cuidados intensivos.

Kakashi se quedó observando cómo era llevada lejos de él, lejos de su protección, lejos de su calor. Chasquea la lengua, más la rabia se apoderó de él y golpeó la pared con el puño. – Estuve a un paso de acabar con su vida. Yo…– se mira ambas manos. – Yo iba a asesinarla. Yo…– sus ojos abren desmesuradamente, estaba demasiado sorprendido que sus emociones se mezclaron y terminó por caer al suelo de rodillas. Ella estaba viva… estaba… viva.

– Flash Back –

Anko está…– murmura en susurros. Natsuki parpadea y le mira confundida. – Ella está viva. – se lleva las manos a la cabeza, lágrimas salen de sus ojos sin poder evitarlo. – Ella vive… Ella…– sonrisa de felicidad. –…despertó. Abrió sus ojos. – se levanta del sillón tambaleándose. – Necesito verla…– camina un par de pasos.

Natsuki se pone en pie. – Otō-san…– sigue sus pasos. Él estaba desorientado, jamás lo había visto sin saber qué hacer. En sus ojos no había expresión o emoción alguna, su rostro estaba demasiado pálido. Él se detuvo llevándose una mano a la frente. – Otō…– lo ve perder equilibrio y caer. Rápidamente lo sostuvo. – ¡Ayúdenme! – Ishida y Hiroshi se apresuraron en sostenerlo para llevarlo al sofá. Natsumi también corrió hacia él. Estaba ardiendo en fiebre.

Kakashi respira agitado, su respiración se acelera. Natsuki posa una mano en la frente de él, abre sus ojos desmesuradamente, él estaba ardiendo cada vez más. Natsumi actuó de inmediato y fue en busca de ayuda, esa fiebre no era leve. – Anko… Anko…– musitaba él, intentando ponerse en pie.

– Otō-san, cálmate. – Natsuki lucha con él para hacerle entrar en razón. – No estás bien, necesitas descansar. – él la ignora y se levanta del sillón. Hiroshi e Ishida no saben qué decir o hacer. – Por favor, hazme caso. – lo agarra del brazo, luego de la camisa y se posiciona frente a él imposibilitándole el paso. – ¡Por una vez, hazme caso! – le grita. Kakashi se detiene y le mira sin expresión en sus ojos. – Así como estás, no podrás ayudar a tu esposa. – él parpadea, volviendo poco a poco en sí. – Ella te necesita, pero estás débil. Necesitas descansar. Esa temperatura no bajará si estás en este estado. – Kakashi retrocede y apoya el cuerpo contra la pared. – Por favor, sé tú mismo. Despierta de esa ilusión. Nosotros, tus hijos, estamos contigo y siempre lo estaremos, apoyándote. – él cierra sus ojos.

Entreabre los ojos. – Anko… Ella… Ella volverá, ¿Cierto? – Natsuki asiente. – Lo siento. Lo lamento tanto. Yo…– se lleva una mano al rostro. Parece mareado como si fuera desmayar. – Si algo más le pasa, yo…– cae inconsciente.

¡Otō-san! – grita Natsuki corriendo en su auxilio. – ¡Otō-san! ¡Otō-san! – golpetea sus mejillas. Nada.

– Flash Back –

Cielo azul, hermoso cabe destacar. Las nubes se mueven en ese espacioso cielo tan calmadas. Las aves revolotean en las fuentes de aquel inmenso jardín mientras cantan su peculiar sinfonía. Y los florecientes girasoles brillan bajo el ardiente calor del sol. Entretanto, sentada en el pasto del jardín se ubica una niña de unos seis años sonriendo. Ella olfatea un girasol sembrado en la tierra. Su corto cabello violeta se mece acorde al viento, pero de repente una fuerte brisa sopló. Ella posa sus manos en la cabeza evitando que su sombrero blanco no se vaya junto al viento. Más, el viento parece que se ensañó con ella porque se hizo más fuerte logrando que el sombrero se alejara.

– ¿A dónde habrá caído? – busca en el jardín, su sombrero favorito. El viento sopla de nuevo, meciendo violentamente sus cabellos. Cerró los ojos, procurando los flequillos hieran sus ojos. Al abrirlos, posa sus ojos marrones claros en la figura de una sombra. Vuelve la cabeza y allí estaba. Un chico mayor que ella, de unos diez años podría deducir, pero le sorprendió esa cabellera plateada. Ella inclina la cabeza. – ¿Quién eres tú? – pregunta inocentemente.

Él muestra sus manos que mantiene escondidas detrás de su espalda, sostiene su sombrero. – ¿Es tuyo? – le extiende el sombrero. Ella asiente. – Debes de ser Anko Mitarashi, ¿Cierto?

Ella parpadea. – Sí. ¿Quién eres tú? – él le entrega el sombrero y ella se lo coloca de nuevo. – No te había visto. ¿Eres hijo de uno de los amigos de mi padre? – le mira fijamente. Ambos se miran directo a los ojos, buscando alguna señal o indicio de algo que no sabían qué. – Eres lindo. – ella soltó. Él cubre su boca y nariz con una mano, más desvía la cabeza hacia un lado, evitando que ella notara el rubor. – ¿Eh? ¿Dije algo malo? Si es así…– reverencia estilo princesa. – Acepta mis disculpas, por favor.

Él se sienta en el suelo aún más avergonzado y se cubre la cabeza con ambas manos. Estaba ruborizado. – Es linda. – susurra más para sí mismo que para ella. – Quisiera…– la mira de soslayo, ella le sigue mirando con la cabeza inclinada. Se veía tan inocente. Su corazón palpita fuerte y agitado, no puede deducir el motivo, pero siente un calor estremecer su cuerpo. Esconde el rostro. – ¿Esa chica será mi prometida? – se pregunta. – Es cuatro años menor que yo, pero…– alza la cabeza. Sus rostros estaban demasiado cerca, a escasos centímetros uno del otro. Iba a retroceder, pero ella le posó el dedo índice en la frente.

Ella sonríe. Retira su dedo sin dejar de sonreír. – ¿Quieres ser mi príncipe? – él parpadea, ruborizado. – Estaba por tomar el té, pero si el príncipe gusta puede acompañarme. – el viento sopla fuerte. Se cubre los marrones ojos con su brazo derecho.

Él agarra el brazo de ella y hace que lo mire. Tomando valor, la hala hacia él logrando que ella cayera en su regazo. Traga saliva. – ¡Me gustas! – exclama avergonzado.

Posando sus manos en el pecho de él, ella se aleja unos pocos centímetros. Sus mejillas estaban sonrojadas. – ¿Te gusto? – se señala a sí misma. Él esquiva su mirada. – Tú también…– vuelve a mirarla. – Me gustas. – sonrisa. Ella le había dicho sin saber exactamente el significado de aquellas palabras. Lo que sí estaba en lo correcto era que esa chica le había agradado. Tanto así que, se sintió feliz. Pero no se imaginaba que sería la última vez que la vería.

Después de un tiempo…

Los reflejos de sol entran por algunas aberturas a través de las cortinas de aquel despacho, se puede divisar la figura de un joven sosteniendo un bolígrafo, él firma unas cuantas certificaciones. Sus movimientos son delicados y elegantes, entonces deja de escribir. Suspira. Se levanta de la silla y camina hacia la ventana. Mueve las cortinas para mirar a través de la ventana. Desde ahí, podía ver el espacioso cielo azul. Los flequillos plateados cubren sus ojos. – ¿Qué estarás haciendo en éste momento? – se pregunta.

Tocan a la puerta. Arriba un joven de unos veinticinco años, piel morena y cabello negro, acompañado de otro joven casi de la misma edad con el cabello castaño y ojos marrones. – Kakashi, hemos encontrado una pista sobre el paradero de tu supuesta prometida. – dice el joven de cabello negro.

Gracias, Asuma. Ahora díganme, ¿Dónde está? – pregunta, impaciente.

Japón. – susurra el otro joven, dudoso.

¿En Japón? – enarca una ceja. – Como lo sospeché. Es posible que ella ya no me recuerde. – regresa sobre sus pasos y toma el saco ubicado encima de la silla. – Iré a buscarla. – se coloca el saco, sorprendiendo a sus amigos.

– P-Pero tenemos una junta dentro de una hora. – dice el segundo joven mirando el reloj de pulsera.

Lo siento Genma, pero encárgate de eso. – camina hacia la salida. – Anko Mitarashi me necesita y es momento de hacer mi aparición. Ha pasado ya doce años. – posa una mano sobre la cerradura. – Presiento que ha sufrido bastante desde la primera y última vez que la vi. No puedo abandonarla, no sabiendo que es mi prometida. – un leve rubor cubre sus mejillas.

– No será que ella es tu primer amor y por eso quieres encontrarla, ¿O me equivoco? – pregunta Genma, evaluando las posibles reacciones del Hatake. Sabía que él no hablaría de ese tipo de cosas, estaba seguro de ello.

– Lo es. – responde, sorprendiendo a sus amigos quienes parpadean incrédulos. – ¿Alguna otra pregunta respecto a mis sentimientos? – inhala, exhala. – Ah, si se preguntan si ella es el motivo del porqué no he tenido amoríos, la respuesta es…– vuelve la cabeza hacia ellos, sonríe. – Afirmativa. – sale de su despacho decidido. – Voy a encontrarte, lo prometo. Estaremos juntos, te lo aseguro. Mi amada Mitarashi. – esa tarde viajó a Japón en su avión privado. Como no sabía la dirección exacta de ella, se quedó unos días en un apartamento esperando encontrarla pronto.

A pesar de saber que estaba en ese país, le tomó una semana hallarla, más dos años encontrar la dirección en Estados Unidos y lo que encontró fue que ella había huido lejos. Ahora no perdería el tiempo y la ubicaría, estaba seguro. Por eso contrató dos detectives privados, quienes dieron con el paradero de ella. Para su sorpresa, descubrió el secreto de C-ute, no era estúpido para no darse cuenta de las identidades de cada una de ellas, en especial la brillante y explosiva personalidad de Anko. Estaba anonadado por su hermosa voz y esa espectacular sonrisa. Si estaba interesado en ella, ahora le gustó más.

En ese concierto, sintió que sus miradas se cruzaron. Quizás era su imaginación, pero ella despertó en él esas emociones que antes había experimentado. Pero sabía que había algo más detrás de esa sonrisa, lo presentía. Antes de encontrarse con ella, investigó el cruel pasado de ella hasta entenderlo por completo. Por eso decidió visitar las instalaciones del próximo concierto, necesitaba verla antes de regresar. No podía alejarla de su nueva vida, después de todo se veía feliz. Estando presente en el ensayo, inevitablemente tuvo que identificarse para que lo dejaran pasar y cuando supieron su identidad le ofrecieron el mejor lugar, vio los movimientos de cada miembro.

Sentado contempla el baile, ella realmente estaba feliz. Pero algo andaba mal con la plataforma. Se levantó de la silla y poco a poco se acercaba al escenario, procurando no ser visto por ellas para evitar interrumpir. Sin embargo, ella perdió el equilibrio y resbaló, iba a caer fuera del escenario el cual la altura era notable y si caía de cabeza… Apresuró los pasos hasta correr, la atrapó justo antes de tocar suelo. Ella mantenía los ojos fuertemente cerrados, los abre poco a poco. Sus ojos negros se encontraron con los marrones de ella después de tanto tiempo. Ella estaba anonadada. – ¿Se encuentra bien, mi damisela en peligro? – interroga él, feliz de tenerla en sus brazos.

– Flash Back –

Abre sus ojos poco a poco, descubriendo estar en una habitación de hospital. Kakashi intenta tomar asiento, pero las fuerzas desaparecieron de su cuerpo, estaba débil. – Cierto, me desmayé. – relaja su cuerpo. – ¿Por qué tuve que soñar con ese día? – suspira. Se lleva una mano a la frente. – Anko… Anko…– entrecierra sus ojos. – ¿Qué habrá pasado contigo? – cierra los ojos. – Regresa a mí.

De repente, una mujer aparece al lado de la cama. Lo mira dudosa, inclina la cabeza y una sonrisa cálida surca sus labios. Se aproxima, entonces inclina el cuerpo hacia él. Su pelo violeta desliza y estuvo a punto de caer en ese rostro varonil, más ella lo recogió antes de que sucediera. Su aliento choca contra los labios de él. Poco a poco acorta la distancia entre ambos, separa sus labios. Estaba a poco de besarlo, un poco más y lo haría. Despacio acerca su rostro, entonces plasma sus labios delicadamente sobre los de él en un tierno beso.

Kakashi abre sus ojos al sentir unos labios sobre los de él, no había nadie en la habitación. – Me estoy volviendo loco. – se toca los labios con los dedos. Escucha un murmullo. Mueve la cabeza hacia un lado, allí estaba ella. – Natsuki…– susurra. Su hija estaba dormida en una silla con la cabeza y brazos apoyados en la cama. Toma asiento, entonces ve a Natsumi dormida en el sofá con Koishi dormitando en sus piernas. – Gracias. – les dice. Cierra la mano en puño, más sintió una punzada en su mano. La abre, en ella está el broche de ella. – Anko…– acerca el broche a sus labios, lo besa.

Una enfermera arriba en la habitación. – Es buena noticia que haya despertado, señor Hatake. – murmura la joven sonriente. – Estuvo dormido por casi tres días.

– ¿Tres días? – abre sus ojos como platos. – ¿Y mi esposa? ¿Cómo está mi esposa? ¿Ella se encuentra bien? – estaba asustado de obtener malas noticias.

Ella desvía la mirada. – No tengo buenas noticias para usted. – musita, desconfiando de si contarle sería lo correcto, porque después del colapso de él, no es recomendable decirle. – Su esposa…– termina rápido sus deberes y camina hacia la puerta.

– Por favor. – suplica, deteniéndola.

Se muerde el labio inferior. – Su esposa despertó del coma, pero no reacciona ante las acciones o palabras. No hace gestos, nada. Es como si no quisiera hablar con nadie. – agacha la cabeza. – Ni siquiera sus hijos pudieron lograr algún avance.

¿Puedo verla? – pregunta temeroso de ser negada la petición.

Ella le regala una leve sonrisa. – Por supuesto. Si desea, puedo llevarlo en este momento. – él asiente. Ella le ayuda a ponerse en pie. Salen de la habitación y atraviesan los corredores para llegar a la habitación donde se encuentra su esposa.

Estando frente a aquella puerta, empieza a dudar. – ¿Puede dejarme a solas con ella? – la enfermera asiente y se aleja. Kakashi inhala, entonces abre la puerta. Las cortinas se mecen al compás del viento. Hay varios ramos de flores, en el alféizar de la ventana, la mesita, entre otros rincones de la habitación. Cierra la puerta a su paso. Algunos rayos del sol entran por entre las cortinas. Mueve la cabeza en dirección de la cama. Ella sigue acostada en esa cama de hospital, ya no tiene la mascarilla de oxígeno ni el electrocardiograma.

Camina poco a poco hacia la cama. Toma asiento a un lado de ella. Seguía dormida. Contempla el largo cabello lila, lo acaricia. Toca con sus dedos, los dedos de ella y asciende por el brazo hasta llegar a la mejilla. Allí acaricia su mejilla. Inclina el cuerpo y deposita un casto beso en la frente de ella. – Despierta. – susurra. – Estoy contigo. – besa las mejillas de ella. Poco a poco, ella abre sus ojos. – Hola. – musita suavemente. Ella parpadea, no contesta. – Perdóname por no estar a tu lado en estos días. – él intenta sonreír, pero se veía pálido.

La puerta se abre. Otra enfermera entra, se sorprende. – Disculpe, pero… ¿Podría salir un momento? Necesito revisarla. Es un chequeo rutinario. – él asiente.

Kakashi se pone en pie. Iba a alejarse, pero algo le detiene. Vuelve la cabeza, desconcertado. Ella sostiene su mano, hace el intento de apretarla, más no tiene la fuerza suficiente para ello. – Anko…– ella le suplica con la mirada que no se marche, que no la deje sola, lo necesita. Mira a la enfermera en espera de respuesta, la aludida estaba atónita ante los gestos de la paciente, entonces los dejó solos. – No me iré, esta vez no te dejaré sola. – ella sonríe. Kakashi parpadea, también sonríe y toma asiento al lado de ella. Entrelazan sus dedos. – ¿Me extrañaste? – ella mueve sus dedos en respuesta. – Yo también. No sabes cuánto. – una leve tos se apodera de su garganta. – Lo siento. – acaricia los flequillos de su frente, estaban largos. – Te queda bien el cabello largo. – ella frunce el entrecejo. – Pero sé que a ti no tanto. – aprieta la unión de manos. – Me hiciste mucha falta. – apoya la cabeza en el pecho de ella. Ella abre sus ojos desmesuradamente, más los entrecierra. Se veía feliz.


...

Natsumi despierta. Rápidamente se pone en pie al ver que su padre no está en la habitación. – ¡Natsuki-chan! – exclama moviendo su cuerpo para que despierte.

– Mm… Dime onee-chan. – murmura dormida.

Una gota al estilo animé desliza por su cabeza. Sonrisa maliciosa. Le da una bofetada. – ¡Despierta! – le grita al oído.

Natsuki sintió su corazón detenerse. – ¿Qué demonios te pasa? – le grita.

– ¡Te estoy llamando desde hace rato y no despiertas! – le responde. Koishi se levanta y sale de la habitación, cierra la puerta de golpe. Ambas dejan la pelea y salen detrás de él.

Atraviesan los corredores siguiendo un mismo camino, pues saben dónde podría estar. Koishi abre la puerta y parpadea atónito. Natsumi y Natsuki entran después de él y lo que ven sus ojos parece irreal. Anko acaricia el plateado cabello de Kakashi, mientras él parecía dormitar en su regazo. Ella tenía los ojos entrecerrados. En los tres días que estaba despierta no había hecho ningún movimiento, sólo parpadeaba, nada más. Y ahora, estando en presencia de él, sonríe y mueve sus manos, acariciándolo como si de un niño se tratase. Ni siquiera en presencia de sus amigas hizo alguna reacción, sólo con él. Sólo por él, y nadie más que por él.


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