Hello! Espero que estén todos bien y que este fic sea de agrado también. Estaré actualizando cada vez que termine los capítulos. (-,-) No los cansaré mucho hoy con la presentación ^.^, tan solo agradezco el apoyo recibido de ustedes. Y les dejaré para que puedan leer tranquilos...
Pronto, subiré el próximo capítulo... (`^,^`)...
Okāsan, doko ni iru no?
(21)
Una joven de cabellos violeta, vistiendo un elegante y largo vestido rosa pastel destellando brillos en la parte superior, mientras en la falda tenía una abertura desde la rodilla derecha hasta terminar el vestido, caminaba con delicadeza con sus zapatillas plateadas. Su largo pelo violeta recogido en una alta coleta, y los flequillos bonitamente peinados hacia el lado derecho y aprensados con un broche plateado diseño mariposa.
Ella avanzaba entre los invitados sin dejar de sonreír con su boca ligeramente pintada de rosado, pues todos se divertían, en especial sus amigas, quienes fueron invitadas a dicha fiesta. Eso a ella le agradaba bastante. El camarero se detuvo frente a ella, entonces tomó con galantería una copa de champagne. Movió levemente la copa, haciendo que el líquido hiciera un pequeño remolino. Acercó la copa a su nariz, olfateó e iba a dar un pequeño sorbo, pero alguien se posicionó detrás de su espalda y agarró con suavidad su pelo.
– Siempre lo he pensado, pero tu pelo es fascinante. – dijo una voz varonil mientras se llevaba entre los dedos, algunos mechones del pelo de ella a su nariz. – Huele a fresa como tus labios.– ella ruborizó fuertemente, se giró y le dio un manotazo, que le obligó soltar su pelo.
– ¡Hiroshi! ¡Compórtate! – exclamó ella, acalorada. Él llevaba puesto un pantalón gris, una camisa blanca con las mangas dobladas hasta los codos, y corbata rosada. Se veía bastante guapo y elegante con sus negros cabellos peinados hacia atrás. Por lo que, un intenso rubor cubrieron sus mejillas, el cual de inmediato desvaneció cuando se detuvo otra vez en el color de la corbata. Extrañada, porque combinaba con el vestido que ella estaba usando, arrugó el entrecejo.
El Sarutobi empezó a reír, feliz por lo que provocaba en la Hatake. – Natsuki-chan, solo digo la verdad. – se encogió de hombros con inocencia. – No me puedes culpar por ser honesto. O es que...– se aproximó peligrosamente a ella. – ¿Deseas que te robe otro beso? – ella retrocedió un par de pasos. – ¿Sería el tercero, no? – Natsuki iba a responder como se merecía, sin embargo, una suave melodía empezó a sonar y todos dirigieron las miradas hacia las escaleras.
Natsumi hizo su entrada vistiendo un hermoso vestido largo color beige, destellando brillos en la parte superior, mientras en la falda había una abertura desde la rodilla hasta terminar el vestido. Su pelo ondulado, los flequillos aprensados hacia el lado izquierdo con el mismo broche plateado diseño mariposa que llevaba Natsuki. Al pie de la escalera, Ishida la esperaba vestido de traje color negro, debajo del saco una camisa blanca y una corbata beige, haciendo juego con el ropaje de su prometida.
Natsuki observó a sus padres, quienes charlaban con importantes empresarios y altos ejecutivos; Anko sostenía una copa de vino con elegancia mientras Kakashi mantenía un brazo alrededor de la cintura de ella posesivamente. Pues, era evidente para muchos que su madre, a pesar de los años transcurridos, se veía atractiva y deseable, y eso enfurecía a su padre, quien trataba por todos los medios posibles mostrarse apacible ante las miradas hambrientas sobre su esposa.
Fue entonces que dirigió su mirada hacia su gemela, quien sonreía con alegría acompañada de su prometido Ishida. Ella se veía sumamente feliz. ¿Feliz? Una punzada se enterró en su corazón. Desvió sus ojos negros hacia su costado derecho, donde se ubicaba Hiroshi, quien permanecía a su lado, pero deleitándose con las miradas provocativas de algunas chicas coquetas. Entrecerró sus ojos negros y una ligera, pero entristecida, sonrisa surcó sus labios. Entonces se bebió de un sorbo la champagne, se alejó de Hiroshi y se encaminó hacia sus amigas, dejando la copa vacía encima de una mesa.
Cuando llegó con sus amigas, ellas le agradecieron el gesto de haber sido invitadas a la fiesta de compromiso de su hermana Natsumi e Ishida, ya que se suponía era una festividad familiar, pero hasta la prensa fue invitada. Ella se encargó de que los amigos más cercanos estuvieran presentes, incluyendo a las miembros de Berryz Koubou, sin embargo, de la prensa podía imaginarse a su padre interviniendo, porque no podía ser un secreto que uno de los herederos de la familia Hatake se estaría comprometiendo formalmente. Es decir, dos familias famosas se estarían uniendo como familia y haciendo negocios. Suspiró. Su padre no perdería la oportunidad de hacer negocios.
El ritmo de la música cambió, por lo que muchas parejas comenzaron a bailar, inclusive sus padres y, obviamente, los prometidos de la noche. Miró hacia la puerta, esperanzada de que Kimi apareciera, pero lo más probable era que estaba con su madre Shizune en el hospital; le entristecía saber por lo que la Shiranui pasaba por esos momentos, más no podía hacer nada, solo brindarle apoyo.
Continuó observando a su alrededor y percibió que Chad, un poco sonrojado, se acercaba a Arika para invitarla a bailar. La Yamashiro, también sonrojada, aceptó la oferta. Ambos se veían lindos y tiernos. Los siguió con la mirada hasta la pista de baile y lo que vieron sus ojos le desagradó. Hiroshi bailaba alegre con una invitada no identificada. Cerró las manos en puños y la rabia se apoderó de ella, provocando que un sonrojo se evidenciara en su rostro.
El mismo camarero que le sirvió la primera copa, se aproximó nueva vez sosteniendo varias copas de diferentes bebidas alcohólicas. Enfurecida, agarró la que contenía el vodka y lo bebió de un sorbo, antes de que el pobre chico la detuviera. Tomó otra copa, esta vez la que contenía vino y la bebió de un sorbo; agarró el vaso con whisky y se dio vuelta dispuesta a marcharse del salón, sin que el joven chico pudiera detenerla de beber tanto.
Por su parte, Hiroshi movía el cuerpo con sensualidad, pegando a su compañera de baile, más hacia él. Sin embargo, de vez en cuando, echaba una miradita hacia otra dirección, específicamente hacia Natsuki, pues su intención era provocar a la Hatake, pero la vio dirigirse a las escaleras y subirlas. Su plan fracasó, ya que ésta no se percató de la situación. O eso creía. Pero de lo que él no se percató, fue que ella lo había visto y por eso huía del salón, también no sé percató de que su compañera de baile se encontraba excitada por los pasos de baile.
Él detuvo el baile y, haciendo uso de su caballerosidad, pidió excusa y se retiró de la pista. Pensó en ir detrás de Natsuki, más ella probablemente por su carácter lo mandaría a volar, así que descartó esa idea. Maldijo para sus adentros, por más que lo intentara, ella no se daba cuenta de sus sentimientos, ni siquiera por las veces que se han besado, o más bien, él le ha besado; besos que habían sido correspondidos. O acaso... ¿Ella lo ve tan sólo como un buen amigo con quién besarse y agarrarse de las manos sudadas, así nomás? Se quedó pensativo. Pues no había caído en cuenta con esa posibilidad.
– Te ves con cara de querer ahogarte. – dijo una vocecilla detrás de su espalda.
Giró sobre sus talones. – Yoshida...– susurró apenas audible. – No, intentaba...– ella, sosteniendo una copa de vino, enarcó una ceja, recalcando con ese gesto que era obvio. – ¿Qué tan idiota puedo ser? – agachó la cabeza.
– ¿Debo responder a eso? – interrogó Yoshida, divertida. Con la cara de pocos amigos que él le lanzó, carraspeó. – Déjame adivinar... ¿Natsuki-chan no quiso bailar contigo y por eso se fue de la fiesta? – tomó un sorbo del vino.
Hiroshi se rascó la nuca. – Podría decirse que, no tengo idea del porqué se marchó. – una gota de sudor corrió por su frente, ante la mirada inquisidora de la chica.
...
Natsuki atravesaba los corredores de su mansión con seguridad en cada paso, tratando de no flaquear, más su visión se tornaba más borrosa a cada pisada. Su cara roja la delataría ante los demás, por lo que debía apresurarse por llegar a su recámara. Se detuvo unos instantes y se tomó de sorbo lo que quedaba de whisky en el vaso, al reanudar su caminar se tropezó, pero se sostuvo de una mesita ubicada en el corredor a su costado. Ahí dejó el vaso y continuó su camino agarrándose de las paredes. No podía dañarle la noche a su hermana, no podía.
Sin embargo, el recuerdo de haber visto a Hiroshi bailando sensualmente con esa chica, le obligó a detenerse. Es cierto que, ambos son amigos de infancia, por lo que no debería de importarle qué haga él con su vida. Y también es cierto que, se habían besado solo dos veces, desde que se conocían; la primera vez, fue en una filmación donde ellos protagonizaban un drama y se requería besarse de mentiritas, más él lo hizo de verdad, y la segunda, la noche antes del concierto. Esa segunda vez, ni siquiera quiso alejarlo, quizás su perfume, quizás su vestimenta, quizás su sola presencia. No lo sabía con exactitud.
Pero era un hecho, que en este momento le dolía el pecho. No podía atribuirlo a nada más que al alcohol recorriendo sus venas, el cual ya estaba haciendo estragos dentro de su organismo. Avanzó un par de pasos, más recordó el primer beso que él le robó, un beso inocente y tierno. Siguió avanzando, recordó el segundo y último beso, apasionado y sensual. Se tocó los labios con sus dedos, sintiendo la calidez de los labios de Hiroshi sobre los de ella en un acalorado beso.
Abrió los ojos desmesuradamente, al percatarse de una realidad que la golpeó. De inmediato, lágrimas empezaron a deslizarse por sus ruborizadas mejillas, entonces su cuerpo cayó de rodillas mientras sus ojos lloraban. El llanto no tardó en ser escuchado por todo el corredor de la casa; llanto que no podía ser oído más allá debido a la música desde el salón. Sin saber desde cuándo, ha estado enamorada del Sarutobi, pero su madre Kurenai le ha hecho mucho daño a su familia, no sólo ella, también las supuestas amigas de infancia de su madre. Por eso, ella tendría que elegir entre su amor por él o su familia.
Se llevó ambas manos a su boca, intentando acallar el llanto que salía de la misma. Recordó las ocasiones en las que ambos fingían pelear ante los demás; sí, fingían, porque no se le podía llamar pelea cuando los dos lo disfrutaban y se avergonzaban. Rememoró las veces en que otras personas suponían el hecho de ellos estar en una relación, debido al fuerte lazo que los unía desde la niñez. Incontables imágenes sobre las ocasiones en que ambos jugaban a ser pareja, pasaban por su cabeza. Y todo eso, ella lo hacía por una sola razón, una palabra: Amor.
Jamás había pensado que, Hiroshi era algo más que un simple amigo, su mejor amigo, a quien no ha podido confesarle sus sospechas hacia la madre de éste, por miedo a perderlo. Cada vez que podía verlo, el dolor de callar aumentaba. Más no podía decirle, no podría dañarlo. No podía. Entretanto lloraba apegada a la pared, alguien se acercaba a ella. No había notado una presencia aproximándose, hasta que esa persona se detuvo frente a ella, se agachara y apartara las manos de su boca. Natsuki sintió unas manos apartar las suyas de su boca y levantó la mirada encontrándose con esos ojos negros.
Hiroshi extendió una mano hacia ella y empezó a acariciar su enrojecida mejilla. No decía nada, más bien, no sabía qué decir, ya que era la segunda vez que la veía tan débil y frágil. Continuaba acariciando su mejilla en completo silencio, sin dejar de contemplar sus lagrimosos ojos negros; ella tampoco apartaba sus ojos de los de él. Así que, no identificando si era buen momento, poco a poco fue acortando la distancia entre ambos, puesto que verla en ese estado sensible, revoloteaba dentro de su pecho una diversidad de emociones indescriptibles.
A medida que reducía la distancia que los separaba, bajó la mirada a los labios de la Hatake, quien los mantenía ligeramente separados. Unos labios apetecibles, los cuales les volvía loco, pues cada vez que ella movía la boca para hablar, en cada momento, circunstancia o lugar, el deseo de acallarla con su propia boca siempre estuvo latente, solo que no sabía cómo ella reaccionaría. Para nadie había sido un secreto que desde pequeños, ella le cautivó con su belleza, pero al pasar los años, ella se volvía más hermosa y condenadamente atractiva; por lo que, empezó el juego de enfurecerla cada vez que le fuera posible, tan sólo para que ella se fijara únicamente en él y los hombres creyeran que entre ambos había algo. Así ganó el derecho de permanecer a su lado.
Alzó la mirada y percibió que ella tenía su mirada clavada en sus labios. Bajó nuevamente la mirada a los jugosos labios de Natsuki, y sí, lo reconocía, estaba nervioso, los latidos de su corazón estaban descontrolados. Estaba ahí, loco e indeciso por saber si podía besarla, un pequeño beso, corto y rápido, no tardaría más de un minuto... Sólo un minuto... Las manos le empezaron a temblar y, el corazón gritaba que la agarrara y aprisionara contra la pared, y sentir todo su cuerpo hasta hacerla suya. No... No podía aprovecharse de la situación. No...
Asustado de sí mismo y de lo que podría hacerle, apartó su mano de la mejilla de la Hatake. Ella se quedó en la misma posición. Le dolía verla así, le dolía su anatomía por lo que imaginó hacerle y le dolía la cabeza, ya que debatía mentalmente si la besaba podía conllevar a algo más intenso, porque de lo que sí estaba consciente y seguro, era que no aguantaba más. Estaba enamoradísimo de esa sensual mujer frente a él, la que siempre lo volvía loco sin tener idea. Sensual... Ella era la mujer más exquisita que sus ojos, durante todos esos años, habían podido disfrutar. Al diablo todo! Posó las manos en las sonrojadas mejillas de la chica, cerró los ojos y sorpresivamente plasmó sus labios sobre los de ella.
Cuando al fin sus labios hicieron contacto, la ansiedad explotó y un toque eléctrico recorrió todo su cuerpo; sacó un poco su lengua y suavemente le fue frotando el labio, obligándola a abrir su boca permitiéndole así la introducción de su lengua. El beso que él intentaba hacer tierno, terminó siendo pasional. Su lengua era suave y jugueteaba con la de ella dentro de su boca. Hiroshi deslizó su mano derecha detrás de la cabeza de Natsuki y deslizó la otra hasta posarla en la espalda; por lo que, haciendo uso de su hombría, la apegó hacia su cuerpo.
Por su parte, Natsuki se abrazó a su cuello y le besaba los labios con desesperación. Él, no se quedaba atrás, le acariciaba sus caderas mientras atrapaba y apretaba sus labios sucesivamente. Esas caricias eran calientes y, desbordantes de ternura y pasión que dejó escapar un suspiro de placer. – Ah...– ella deslizó su mano derecha y la posó en la mejilla izquierda de su "mejor amigo", para intensificar el beso. – Hiroshi...– apenas susurró.
Hiroshi movía su lengua con profesionalismo, acariciando la de ella en cada movimiento, lo cual provocaba que ella avivara el beso y la palpitación en su parte íntima impulsada por el deseo, apareciera. También, él sentía que en cualquier momento, iba a perder el juicio, más debía ser fuerte. – Nat...– un gemido de placer, escapó de su boca. – Natsuki...– otro gemido escapó de su boca. – Debemos... parar...– el rubor de su rostro aumentó mientras degustaba de esos exquisitos labios. – No puedo resistir más, quiero hacerla mía. Necesito tenerla. Te necesito...– se decía a sí mismo. Ella dejó escapar un gemido de placer.
Excitados, ambos cortaron el beso respirando agitados por falta de oxígeno, quedando los labios uno del otro, a pocos centímetros, tan cerca que podían rozarse. Él estaba más rojo que un tomate y ella más roja que una fresa en su punto. Ambas manos, Hiroshi las colocó en las mejillas de Natsuki, quien seguía respirando agitada. La besó nueva vez, pero un beso corto. Otro beso solo de punta. Otro, presionando sus labios con los de ella.
...
En la fiesta, a Kakashi le hizo falta la presencia de uno de sus hijos desde hacía bastante tiempo. Ubicó a Koishi, quien se encontraba conversando con un reportero; a Natsumi en compañía de Ishida, atendiendo a los invitados; sin embargo, no encontró a Natsuki. Suspiró, preguntándose a dónde habría ido esa niña en una noche tan especial para su hermana.
Anko notó su incomodidad. – Kakashi, ¿te sientes mal? – contestó, preocupada.
– No es nada, amor. – le respondió Kakashi, acariciándole la mejilla para relajarla. – Es que, desde hace rato, no veo a Natsuki. – Anko iba a responder, pero él le hizo una seña a Natsumi, quien rápidamente acudió a su llamado. – Cariño, ¿has visto a tu hermana? – cuestionó más inquieto.
Natsumi negó con la cabeza. – No la veo desde que bailé la primera pieza. – se llevó una mano al mentón. – Es probable que se haya sentido indispuesta. Iré a buscarla. – giró sobre sus talones y se dirigió al balcón, pero nadie la había visto. Buscó por los alrededores, en diversos lugares preguntándole a varias personas, y recibió la respuesta de que ella había subido las escaleras. Espiró, desanimada. Decidida, empezó a subir los peldaños de la escalera, dispuesta a buscar a su hermana.
...
Hiroshi rozó los labios de Natsuki, quien mantenía los ojos cerrados, disfrutando cada beso. –Natsuki...– beso. – Quiero que seas mía...– beso. – Sólo mía y de nadie más. – abrió su boca para besarla otra vez con pasión y deleite, pero sintió unos pasos aproximarse. El rubor aumentó, si eran descubiertos en dicha situación, ella no se lo perdonaría. – Natsuki...– la aludida empezó a reír como loca. Los pasos se detuvieron. Él levantó la mirada y suspiró aliviado.
Natsumi frunció las cejas, extrañada al verlos a los dos sentados en el suelo y su hermana riendo a carcajadas. – Onee-chan...– se arrodilló al lado de Hiroshi, no percibiendo que el chico estaba rojo, ya que su prioridad era su hermana. – ¡Onee-chan! ¡Onee-chan! – la llamó una y otra vez, pero ella no dejaba de reír. Hiroshi agachó la cabeza y se apartó lo suficiente para darle espacio a las dos, y que ella no descubriera su rostro enrojecido. – ¡Onee-chan! – le apartó los flequillos de la frente. –Estás ebria. ¿Cuántas copas tomaste? – espiró, cansina.
Natsuki se abalanzó sobre ella. – Mi hermanita...– hipo. – Estoy felizzz por tu co-compromizo. –risilla. – Sabes, yo también estoy felizzz por ti. – enterró el dedo índice en el pecho de su hermana.
– Otō-san no puede verte así. – murmuró Natsumi, nerviosa por lo que podría pasar si Kakashi se enteraba de su ebriedad.
Natsuki intentó levantarse, más no podía y Hiroshi la agarró, pero ella se removió obligándole a soltarla. – No. – Natsumi procuró sostenerla, sin embargo, Natsuki no quiso. – Yo puedo s-sola. – La dejaron tranquila, pero atentos a cada movimiento. Por lo que, de tanto trastrabillarse, logró ponerse de pie tambaleándose. – Si otō-san quiere verme...– avanzó un par de pasos y se iba a caer, pero Natsumi la agarró a tiempo. – Otō-san me verá. – risilla.
Natsumi agarraba con fuerza a su gemela, quien estaba necia. – Hiroshi-san...– logró musitar a duras penas. – Por favor, ayúdame. – retrocedió en contra de su voluntad debido a la fuerza aplicada por la necia de su hermana. – Será mejor llevarla a su recámara. – Hiroshi se acercó y la iba a sostener, no obstante...
Natsuki le miró directamente a los ojos, mostrándole una mirada indescifrable que le obligó a retroceder. – Hiroshi...– alzó el brazo en dirección a él. – Tú...– risilla. – Si supieras...– dejó de reír y le regaló una segunda mirada indescifrable. – Tennnngo en mi cabeza muuuuchas emocioooones hacia ti. – Hiroshi abrió sus ojos, sorprendido. Por su parte, ella empezó a forcejear contra Natsumi, quien procuraba mantenerla sobre los pies en la tierra, pero ella quería llegar hacia el Sarutobi.
Ambas forcejearon. – Onee-chan, por favor, tranquilízate. – siseó Natsumi, sintiendo el calor subir por su espalda y llegar a las mejillas.
– Déjame...– gruñó Natsuki, enojada. Haciendo uso de su fuerza interna, la empujó y se encaminó hacia él. – Yooo, por ti...– sus piernas flaquearon e iba a perder el equilibrio, pero se reincorporó. – Estoy bien. – se detuvo frente al Sarutobi, a escasos centímetros. – Hi-ro-shi. – volvió a contemplarle con una mirada indescriptible para él. – Yooo...– empezó a caer hacia delante. –...te...– perdió el sentido.
Hiroshi la sostuvo contra su pecho, antes de que ella cayera y se golpeara contra el suelo, más sorprendido de verla en ese estado. Rápidamente la cargó estilo marital, más grande fue su sorpresa al darse cuenta de que ella no pesaba lo suficiente. – Natsuki...– susurró, preocupado. No obstante, esa preocupación desapareció cuando al contemplarla, entre sus brazos, ella dormitaba tan serena y hermosa. Sonrió enamorado.
Un ligero sonrojo apareció en las mejillas de Natsumi, al ser testigo de la mirada que él tenía en esos momentos. No podía negar el hecho de que el Sarutobi era atractivo. Se golpeó mentalmente y carraspeó, llamando su atención. – Llevémosla a su recámara. – siseó, mientras se adentraba en aquel corredor.
En completo silencio, Hiroshi siguió a la Hatake, quien abrió una de las tantas puertas ubicadas en ese largo pasadizo. Al entrar, sus pensamientos estaban centrados, una parte en acostarla suavemente sobre la cama mientras la otra en descifrar qué ella intentaba decirle antes de desmayarse. Con lentitud, delicadeza y sutileza, la dejó sobre la cama.
Natsumi observó desde la distancia, la forma tan tierna de cómo él contemplaba a su hermana. Por su parte, su gemela se removió en la cama hasta descansar el brazo derecho cerca de su rostro mientras su cabello violeta, por culpa de tanto moverse, se esparció alrededor de la almohada. Incluso para ella, se veía tierna dormitando. Separó los labios para musitar palabra, más no dijo nada cuando Hiroshi tomó asiento a orillas de la cama.
Hiroshi apartó un mechón de cabello del rostro de su amada, y se detuvo a contemplarla dormitando calmamente. Gracias a la luz de luna, se percató de lo preciosa que siempre ha sido. Su respiración acompasada hacía que su pecho subía y bajaba… Observó esas largas pestañas y su fina nariz. De su cabello desprendía un rico aroma a fresas. Su olor favorito. Y sus ojos, a pesar de estar cerrados, afirmaban una serenidad inimaginable. Deseaba tocarla, así que extendió mano derecha y, con ella, le acarició la mejilla. Su piel era tan suave y tibia. Si él pudiera… Inclinó el cuerpo y, sin importarle la presencia de Natsumi, apoyó ambas manos en la cama, a los costados de la cabeza de su amada y depositó los labios sobre los de ella en un tierno beso.
Natsumi ruborizó intensamente y se tapó la boca con ambas manos, no imaginándose que él fuera capaz de besarla delante de alguien más. Si bien es cierto que, la noche del concierto la besó frente a varias personas, pero todos sabían el juego latente entre esos dos. Jamás se imaginaría que lo de ellos, en definitiva, iba en serio. Nerviosa, giró sobre sus talones, dándole la mayor privacidad posible.
Hiroshi liberó su boca y se apartó de ella completamente ruborizado. Reaccionó. – Natsumi-chan. – la aludida volteó en su dirección. – Lo que acaba de pasar, vamos a mantenerlo como nuestro secreto. ¿Sí? – le guiñó un ojo.
Anonadada por el tierno rubor del chico, Natsumi asintió con la cabeza. No pudo decirle nada, así que simplemente lo vio marcharse cerrando la puerta a su paso. Estando sola con su hermana, se aproximó a ella. – Onee-chan...– tomó asiento a orillas de la cama. – Ahora, comprendo el motivo por el que te pasaste de copas, hasta terminar así. – empezó a acariciar su pelo. – Hoy, abriste los ojos y, al fin, entendiste que lo amas. – agachó la cabeza, entristecida. Su hermana estaba atrapada dentro de la disyuntiva entre su familia o el amor.
Natsuki se removió, inquieta. – Hiro...– susurró apenas audible. Natsumi levantó la cabeza, estupefacta. – Hiroshi, no... no te vayas...– frunció el entrecejo. Lágrimas deslizaron de sus ojos. – Onegai...
Un par de lágrimas escaparon de los ojos de Natsumi, dolida porque si se descubre que Kurenai tuvo relación con el sufrimiento de los Hatake, su hermana sufrirá mucho y Hiroshi no querrá volver a verla. Desvió la vista hacia el balcón y se perdió en el intenso brillo de la luna, deseando que todo resultara bien, y Natsuki pudiera ser feliz al lado del Sarutobi.
...
La fiesta había finalizado sin ningún contratiempo. Kakashi, de pie frente a la puerta cerrada que accede al balcón, contemplaba la luna. La recámara estaba a oscuras, apenas unos reflejos de la luna entraban por algunas aberturas a través de las cortinas, y una pequeña lámpara encendida sobre la mesita de noche. Volvió la cabeza hacia atrás y pudo divisar la figura de una mujer acostada sobre una cama. Su pelo regado por toda la almohada. Ojos cerrados, respiración calmada. Pronto, ella abrió sus ojos, parpadeó y una triste sonrisa surcó sus labios.
– Kakashi, ¿Qué pasará si descubrimos que todo lo dicho es cierto? – le preguntó entrecerrando los ojos, triste por lo que llegaría a desencadenarse. – ¿Si ellas fueron capaces de tanto? – rápidamente sacudió la cabeza, alejando pensamientos negativos.
El Hatake se acomodó junto a ella, pegando su cuerpo al de su esposa. – Primero debemos tener pruebas. – le respondió rodeando un brazo alrededor de ella, atrayéndola. – Mañana, nos visitará un nuevo detective privado. Él nos ayudará a investigar, ya no podemos depender de nuestras hijas. Les estamos haciendo daño.
– Es lo que menos quiero. – respondió, dándose vuelta para quedar cara a cara. – Ellas no merecen ser arrastradas con los problemas de nuestro pasado. – poco a poco iba cerrando sus ojos, pues el sueño la estaba dominando. – Deben ser felices. – cayó rendida.
Una apesadumbrada mirada se figuró en el rostro del Hatake.
...
A la mañana siguiente...
Sentados en el comedor, la familia Hatake degustaba el desayuno, a excepción de un integrante, el cual no había aparecido. Kakashi miraba de vez en cuando a su familia, primero a Koishi, quien estaba más centrado en el celular que en comer, luego a Anko conversando con Natsumi e Ishida, a quien habían invitado la noche anterior. Estos últimos dos, tomados de la mano como tortolitos.
Kakashi sonrió, satisfecho, pero su vista se desvió al único asiento vacío y la sonrisa desapareció. Se dispuso a leer el periódico. – Natsumi, ¿Dónde está tu hermana? – interrogó. La aludida se atragantó con un pedazo de piña, Ishida de inmediato le empezó a dar golpecitos en la espalda con delicadeza. – Desde anoche, está actuando extraño. – alzó la mirada, clavando sus profundos ojos en los de ella.
Natsumi intercambió miradas con Ishida, quien apretó los labios en una línea. Una forzada sonrisa atravesó sus labios. – ¿Extraño? ¿En qué sentido? – interrogó curiosa, intentando parecer calmada.
– Se retiró temprano de tu fiesta. – puntualizó. Su hija comenzó a sudar. Entrecerró los ojos, pues las acciones de ella le indicaban que algo pasaba. – Iré a por ella. – se levantó.
Natsumi se levantó también. – Otō-san, permíteme ir en su lugar. – siseó, esperanzada a que su padre volviera a sentarse. – Onee-chan no se ha sentido bien, porque...
– Está resacada. – esclareció Koishi sin apartar la mirada del celular. Kakashi frunció el seño, Anko parpadeó incrédula, Ishida pasaba la mirada de un lado a otro y el rostro desencajado de Natsumi era causa de risa. – Anoche, se tomó una copa con champagne, vino, vodka y un vaso con whisky. Todo eso en cuestión de segundos. – Natsumi se dejó caer en la silla, asombrada.
Kakashi buscó en la mirada de su hija, algún indicio de que ella conociera sobre aquella información suministrada y el motivo por el cual ligó las bebidas, más descartó la idea, puesto que ella estaba más sorprendida que él. Suspiró, desganado y volvió a tomar asiento. Ahora que son una familia unida o eso intentan, le ha estado costando entender a sus hijos, en especial a las mujeres. La única mujer que mejor comprende, es a su esposa, pero comprenderla le costó muchos años.
...
En una de las tantas recámaras de la referida mansión…
Sobre una amplia cama, se distinguía un bulto debajo de las blancas sábanas. Las blancas y transparentes cortinas se mecían al compás del viento, permitiendo que los rayos del sol penetraran a través de las mismas. El bulto bajo las sábanas se removió bruscamente. Gruñó. Natsuki descubrió su cabeza, completamente roja. De inmediato, se cubrió la cara con ambas manos, avergonzada. – ¿Qué hice? – empezó a rodar en la cama como loca.
– Si continúas rodando así, te caerás de la cama. – le dijo una voz desde la entrada de su recámara.
Natsuki se detuvo estupefacta y miró hacia la puerta, encontrándose a su hermana riendo burlona. – Onee-chan...– suspiró. – Anoche...– tomó asiento sobre la cama, avergonzada de sí misma por haber bebido de más y acabar con resaca. – Discúlpame, no sé qué me pasó. – agachó la cabeza. – Siento decepcionarte como tu hermana mayor en un día tan especial para ti.
Natsumi se sentó a orillas de la cama y, sonriente, le alborotó el cabello a su infantil hermana como a una niña pequeña. – Anoche, Hiroshi se marchó temprano. – siseó al azar intencionadamente. Luego, observó de soslayo a su hermana, quien desvió la cabeza hacia un costado con las mejillas sonrosadas, pero en su rostro pudo notar un deje de tristeza. – ¿Onee-chan?
Natsuki se acurrucó en la cama y se arropó con la sábana, de pie a cabeza. – Quiero estar sola. – musitó debajo de las cobijas.
Natsumi se levantó. – Si necesitas hablar, puedes contar conmigo. – no obtuvo respuesta, así que decidió marcharse.
Al sentir que su hermana había salido de la habitación, destapó su melancólica cara. Es entonces cuando su móvil, ubicado sobre la mesita de noche, empezó a sonar. Rápidamente lo agarró y éste se deslizó de entre sus dedos al visualizar el nombre de la otra persona: Hiroshi Sarutobi. Su corazón dio un repentino vuelco y unos incontrolables nervios se apoderaron de todo su ser. No podía responder. La cara se le puso más roja que un tomate, la cual hundió en la cama. – No puedo hablar con él. – se logró escuchar.
– ¿Con quién no puedes hablar? – interrogó una vocecilla metiche.
Apartó la cabeza para mirar hacia la dirección donde provino esa vocecilla. Se trataba de Koishi, quien pasaba por ahí y la escuchó murmurar, por lo que se detuvo en el corredor. En un veloz movimiento, se apresuró en llegar hacia él levantándose de la cama y cerró la puerta de un portazo. Koishi se encogió de hombros, luego siguió su camino.
...
...
Una semana después...
Las seis chicas se encontraban practicando los pasos de baile sobre el escenario del estadio, donde tendrían un próximo concierto. Natsumi, vistiendo short deportivo negro con dos rayas violetas, camiseta blanca con el cuello y orillas color violeta, más tenis blancos; giraba, giraba, giraba sin perder el ritmo. Extendió su mano derecha al frente, movió sus caderas al compás de la música. Sonrisa. Caminó hacia un lado, giró y chocó las palmas de sus manos contra las de Árika, quien vestía pantalón deportivo blanco con dos rayas azules, camiseta blanca con el cuello y las orillas azules, más tenis negros.
Yoshida, vistiendo pantalón negro con dos rayas amarillo anaranjado, camiseta negra con el cuello y orillas amarillo anaranjado, y tenis blancos, les indicaba los pasos de baile. – 1, 2, 3…– aplaudiendo.
Detrás de la rubia, se ubicaba Kimi, vistiendo pantalón negro con dos rayas rojas y camiseta gris, y tenis negros; ella dio una voltereta sensual y se tomó de las manos con Nanami, quien llevaba puesto short blanco con dos rayas verdes, debajo una licra negra, camiseta negra y tenis blancos. Natsuki, vistiendo pantalón deportivo blanco con dos rayas rosadas, camiseta negra de tirantes y tenis negros, deslizó los pies hasta posicionarse frente a sus compañeras.
Al unísono, dieron un salto. Extendiendo los brazos a los costados, los elevaron hasta el cielo y los volvieron a descender, entonces empezaron a marcar los movimientos con sus pies de un lado a otro como meciendo el cuerpo. Aplaudieron, haciendo eco por todo el lugar. Giraron la cabeza, saltaron escuchándose con fuerza. Aplaudieron. Natsuki cambió de posición con Kimi, la cual se ubicó en el centro. Árika y Nanami cambiaron de lugar, Natsumi permaneció en el mismo sitio, ya que Yoshida las instruía. El sudor ya comenzaba a incomodar, por lo que decidieron descansar.
Kimi, Árika y Nanami se agruparon para buscar sus botellas de agua, mientras Natsumi y Yoshida conversaban sobre algunos pasos que podían ensayar una vez retornaran las prácticas, entretanto Natsuki rebuscaba entre sus pertenencias la toalla que suponía había empacado en su bulto. En ese momento, los miembros de la agrupación Callings hicieron su aparición cada uno cargando su respectivo bulto. Las chicas, a excepción de Natsuki que estaba concentrada buscando su toalla, saludaron a los chicos. Chad, vistiendo sudadera negra, camiseta azul marina y tenis negros, entabló una conversación amena con Árika; e Ishida, usando short negro, camiseta gris, medias blancas y tenis negros, se agregó a la plática de su prometida con Yoshida.
Hiroshi, vistiendo pantalón deportivo negro, camiseta blanca, abrigo negro con el cuello y puños color rojo, y tenis blancos, observó, desde una distancia prudencial, a su amiga, concentrada, buscando algo. Se rascó la nuca, pensando que probablemente ella lo estaba evitando por alguna razón. Quizás, ella sí recordaba el beso que ambos se dieron la noche de la fiesta del compromiso de la Hatake y su amigo. O peor aún, la propuesta indecorosa de hacer el amor. Oh, maldición! Un intenso rubor cubrió sus mejillas, de inmediato giró sobre sus talones y se tapó la cara con una mano. Con razón, desde hacía una semana ella no le respondía sus llamadas. – Hiroshi. – se engrifó. Esa voz la reconocería en cualquier lugar. Sonriente, se giró, pero al ver quién le llamó, quiso estrangular a esa persona.
Natsumi se encontraba frente a él, tratando de contener la risa. – Lo siento, es que te veías gracioso. – el pobre chico, desvió la cara evitando ser visto con el rostro totalmente ruborizado. Era lindo observarlo actuando con demasía timidez. Le extendió una pequeña toalla. Él, sin entender, arrugó las cejas. – No necesito explicarte. – con un gesto, le indicó la ubicación de su gemela.
– Te debo una. – agarrando la toalla, se encaminó hacia Natsuki. Al estar detrás de ella, le extendió la referida toalla. La Hatake volvió la cabeza hacia atrás, dándose cuenta de la persona que tenía la cortesía de prestarle una toalla.
Se puso de pie. Con timidez, agarró el objeto que él sostenía. – G-Gracias. – musitó, avergonzada. Más, fue inevitable que un tierno rubor apareciera en sus mejillas, al igual que en las del Sarutobi. Ambos estaban de pie, frente a frente, sonrojados, sosteniendo a la vez la dichosa toalla, con las caras desviadas a puntos diferentes no identificados.
Kimi y Árika se extrañaron por el comportamiento de sus dos amigos. Si bien, para ellas, esos dos ya tenían una relación, lo cual les quedó claro la noche del concierto cuando éstos se besaron minutos antes de subir al escenario; entonces, no entendían de qué iba tanto drama. Por su parte, Nanami, más o menos, comprendía lo que pasaba y estaba feliz por ellos; pero Yoshida intentó mantener la postura, ya que se alegraba de que esos dos comenzaran a darse cuenta sobre lo que escondían sus tratos y el juego de palabras y peleas, más dentro de su corazón, florecieron, años atrás, sentimientos de amor hacia el Sarutobi, sin embargo, decidió, desde el momento que descubrió esas emociones, mantenerlas guardadas bajo llave.
Sin embargo, todos estaban de acuerdo en algo: – El ambiente está tenso. – pensaron al unísono.
Arika carraspeó. – Deberíamos tomarnos un descanso. ¿Qué les parece? – sugirió la Yamashiro. Sugerencia que fue aceptada por todos.
Al poco rato, los nueve chicos se encontraban caminando en el parque, mientras conversaban sobre irrelevantes temas. Es entonces que percibieron un espacio claro dónde podían ensayar los pasos de baile.
– Hiroshi, ¿Trajiste el reproductor? – preguntó Chad a su compañero, quien rebuscaba entre sus pertenencias. El aludido extrajo de su chaqueta deportiva, un reproductor multimedia digital (reproductor MP4). Conectó y rápidamente empezó a organizar las canciones para reproducir.
Las chicas de C-ute se posicionaron: Yoshida al frente de todos; Natsuki, Kimi y Nanami dos pasos más adelante que Natsumi y Árika; mientras las chicos de Callings tomaron posición. Hiroshi al lado de Natsuki; Chad al lado de Yoshida, pero un par de pasos atrás; mientras Ishida se ubicó en el centro.
– Repitan los mismos pasos. – dijo Yoshida, tomando posición delante de todos. Agachó su cabeza y la Levantó. Lanzó el puño en el aire y lo agitó, así como sus caderas. Los ocho agacharon sus cabezas y las levantaron, enseguida lanzaron el puño en el aire y lo agitaron, así como sus caderas. Kimi y Natsuki dieron un paso e inclinaron el cuerpo. Los demás repitieron, pero Chad se equivocó dando el paso con el pie equivocado.
– Disculpen. Hagámoslo otra vez. – dijo Chad avergonzado.
– ¡Miren! ¡Es C-ute y Callings! – exclamó una transeúnte.
– ¿Dónde? ¿Dónde? – se aproximaron un grupo de chicos y chicas hacia la joven que exclamó.
– ¡Allá en el jardín!
– ¡Están ensayando!
– ¡Vamos a ver!
Veían a los cantantes agitar las manos encima de los hombros y agitar las caderas. Ellos bailaban moviendo las piernas de un lado a otro como si estuvieran saltando. Agitaron las manos encima de los hombros y extendieron su brazo derecho. Kimi y Árika chocaron las palmas de sus manos.
– ¡Son fabulosos!
– ¡Vamos a animarles!
– 1, 2, 3...– siseaba Yoshida aplaudiendo y provocando que sus compañeros no perdieran el paso. – ¡Vamos! 1, 2, 3, 4... ¡Terminamos! – Yoshida juntó las manos. Todos respiraron vehemente. Las prácticas físicas eran las más agotadoras, pero lo importante es que aprendieron los pasos de baile. Natsumi dejó caer su cuerpo hacia atrás en el césped e Ishida tomó asiento a su lado, ambos rieron entre sí.
– Ya es tarde.– recalcó Árika, contemplando el atardecer. Luego, echó un vistazo a las demás, en especial a Nanami, quien secaba el sudor de su frente y cuello con una toalla verde. Kimi, sentada en el césped con las piernas apegadas a su cuerpo, tenía una toalla roja sobre su cabeza. Yoshida y Chad practicaban una voltereta, ella tenía dificultades para frenar en una posición. Árika suspiró, pues al parecer ella era la única que estaba sedienta.
– ¿Tienes sed? – le interrogó Chad, apareciendo a su espalda. Árika atinó a afirmar. Él le regaló una sonrisa, ella ruborizó ligeramente. – Chicos, iremos por unas botellas de agua. ¿Necesitan algo más? – vociferó.
– Por aquí, tres sodas. – respondió Kimi, señalando a Yoshida, Nanami y a sí misma.
Ishida, sentado al lado de Natsumi, alzó el brazo derecho. – Dos botellas de agua. – pidió.
Chad agarró una piedra y la lanzó en dirección a Ishida, quien dificultosamente la esquivó y vociferó un par de improperios, referente a "si le daba a su prometida se las pagaría". Árika no contuvo la risa y explotó en carcajadas. Pero la verdad era que estaba celoso de él y su amigo Hiroshi, quien desde hacía poco rato no lo veía. Lo buscó con la mirada hasta ubicarlo a lo lejos platicando con Natsuki. No le iba a vociferar para saber qué deseaba, estaba bastante lejos, así que se giró y marchó acompañado de Árika.
Por su parte, Hiroshi y Natsuki empezaron a caminar alrededor del parque sin detenerse, viendo a los transeúntes deambulando de un lado a otro, algunos conversando, otros escuchando música con audífonos conectados y puestos en sus oídos, la mayoría apurados; niños jugando alegres, algunos con otros niños, pocos con sus padres; y personas paseando a sus cachorros.
De vez en cuando, Hiroshi desviaba sus ojos hacia la Hatake, tan hermosa y elegante, luego los volvía al frente, entonces fue consciente de una situación. Ella era observada por la mayoría de los hombres, supuso que éstos habían reconocido a una estrella famosa; pero la realidad iba más allá de sus suposiciones. Ellos miraban los voluptuosos senos de la chica, los cuales eran más notables debido a la camiseta de tirantes que llevaba puesto. El enojo se apoderó de él.
Entretanto caminaba lentamente al lado del Sarutobi, Natsuki visualizó algunas parejas tomadas de las manos, dedos fuertemente entrelazados y sonriendo. Luego, vio de reojo a su acompañante, quien observaba al frente con una mirada cálida y seguro de sí mismo. Bajó la cabeza, avergonzada, y una sonrisa tímida surcó sus labios. De repente, sintió un objeto caer sobre su cabeza, el cual se quitó para notar que se trataba del abrigo de Hiroshi.
Él se había quitado el abrigo, evitando los ojos hambrientos de esos libidinosos hombres sobre ella. – Póntelo. – siseó sin más, mientras deslizaba las manos dentro de los bolsillos del pantalón, pretendiendo serenidad cuando por dentro quería sacarle los ojos a esos idiotas y de paso romperles la cara.
Un viento frío escaló por todo su cuerpo, por lo que sin replicar, Natsuki se colocó el abrigo, agradeciendo mentalmente el gesto que él tuvo con ella, puesto que cada vez hacía más frío y la ropa que tenía puesta no era la apropiada.
Entonces se dieron cuenta de un puesto de helados cerca de ellos. – Iré por unos helados para refrescarnos. – dijo Hiroshi y se apresuró en llegar al referido puesto.
Natsuki tomó asiento sobre una banca, desde allí lo veía comprando los helados. Su rostro tan varonil con esa sonrisa radiante dibujada en sus labios… Sus fuertes brazos… De repente, el corazón dio un pulsante vuelco. Se llevó ambas manos al pecho. – Me siento agitada. – se dijo a sí misma. Hiroshi volvió la cabeza en su dirección y le sonrió. Un vivo rubor cubrió las mejillas de ella, más las sintió arder con intensidad. – Debo calmarme. – agachó la cabeza, inhaló y exhaló lento, volviendo en sí.
Hiroshi tomó asiento a su lado derecho, sosteniendo dos helados, uno de bizcocho y el otro de fresa. – ¿Aún sigue gustándote este sabor? – interrogó, pasándole el helado de bizcocho.
Natsuki asintió. – Sí, gracias. – lo tomó, sintiendo las manos temblorosas. Ella le contemplaba su rostro, sus labios entreabiertos le daban un aspecto más atractivo. Hiroshi le lanzó una sorpresiva mirada. Ella inmediatamente empezó a degustar el helado para evitar que él notara el rubor de sus mejillas.
Degustaron en silencio, ella mirando un punto incierto y él observando a los transeúntes. Sin embargo, el silencio no era incómodo, más bien agradable, pues la mera compañía era más que grata. Hiroshi movió los ojos hacia ella, la vio degustando el helado, se veía hermosa y atractiva con esa cola de caballo cayendo como cascada. Entonces se dio cuenta que el helado de ella empezó a gotear. Vio con cuidado las gotas descender del cono y ella pasando su lengua lento y pausado evitando que llegara a su mano.
El helado se derretía y ella no era tan rápida. Hiroshi sonrió negando la cabeza al sentirla nerviosa por el helado que no cesaba de gotear, entonces se inclinó y, empezó a degustar y lamer el cono del helado de ella. Natsuki, al verlo tan cerca, se sorprendió y no pudo evitar mirarlo intensamente. Su varonil rostro era agradable a la vista y, eso no podía negarlo. Sus labios rosados eran bastante apetitosos, más ahora que estaban más rojos de lo normal por el frío del postre.
Mientras lo analizaba de cerca, Hiroshi sintió su mirada sobre él y al entreabrir los ojos se dio cuenta de que no era su imaginación, ella lo observaba con profundidad. Una sonrisa surcó sus labios, más no dejó de saborear ese helado. Fue entonces, una gota cayó sobre la mano de Natsuki y él, decidido, rozó la lengua donde había caído la gota, haciéndole estremecer al contacto. Al tocarla con su lengua y sentirla sacudirse, volvió a despertar en él ese sentimiento de delectación. Se alejó del cono, procurando calmar su ansiedad de besarla. Le miró fijamente a los ojos.
Natsuki sintió su corazón palpitar cada vez más fuerte, tanto así como si fuera salirse del pecho. Sus manos empezaron a temblar y sus mejillas a arder con insistencia. El hecho de ser vista tan centradamente por él, le provocó una necesidad abrupta de tocarlo. Su sola presencia le era suficiente como para sentir que no existía nadie más que no fuera… él. Apartó los ojos de sobre él, y acercó sus labios al helado en donde la boca del Sarutobi había saboreado.
Sorprendido por la acción, Hiroshi desvió la mirada, sintiendo en su interior un hormigueo por todo el cuerpo. Por su mente pasaba la misma frase gritando "Bésala" una y otra y otra vez. No podía creer que estuviera pensando seriamente en aproximarse a ella, tomar su rostro entre sus manos y olvidarse de todo, besarla hasta que ambos quedaran sin aliento y demostrarle de una vez por todas que era a él, y sólo a él, a quien ella debía besar. Lo iba a hacer, lo necesitaba y por su expresión casi podía jurar que ella también deseaba lo mismo. Pero… Se golpeó mentalmente. ¡Es su amiga! ¿Realmente ella también lo deseaba? ¡No!
Natsuki volvió a mirarlo mientras él se deleitaba saboreando la crema de fresa. Su lengua era habilidosa y esos labios rosados debido al frío, si tan sólo ella pudiera al menos tocarlos, sólo un poco… En este momento se preguntó ¿Qué pasaría si lo besaba? ¿Sería rechazada? Agachó la cabeza. Desde niños, ambos se llevaban bien hasta el día de la filmación de esa escena, donde él le robó su primer beso sólo para evitar que la misma fuera grabada nuevamente. Tampoco tuvo el gesto de pedir disculpas, y la relación entre ellos se volvió incómoda. Él la molestaba, a sabiendas de que a ella no le agradaba el hecho de recordar ese día. Además, los chicos que a ella le gustaba fueron alejándose, más en represalia ella decidió seguirle el juego y hacerle lo mismo. Pero... Todos pensaron que ambos mantenían una relación amorosa.
Hiroshi parpadeó. – Te quedó un poco de crema. – aproximó el rostro para estar más cerca de ella y poder ver mejor la crema, luego le pasó el dedo pulgar derecho en su labio inferior retirando el exceso, provocando en ella una sensación de cosquilleo. – Estaba preocupado que todo el lápiz labial…– enseguida se lamió ese mismo dedo. –…se fuera de tus labios. – mirada penetrante.
Hiroshi abrió los ojos estupefacto, pues las mejillas de Natsuki estaban rojísimas. Se cubrió la boca con su mano derecha, entretanto sus mejillas y pecho ardían, le quemaba la piel, y su cuerpo deseaba obtener un contacto más íntimo con ella. Desearía tenerla por siempre y para siempre. Decidido, entrecerró sus ojos negros. – Natsuki...– ella parpadeó, reaccionando. Él apoyó su brazo izquierdo en el espaldar de la banca, cuya mano izquierda mantenía agarrando el helado, y posando mano derecha debajo del mentón de ella, cerró los ojos y unió sus labios con los de ella.
La besó suave, saboreando sus labios, atrapándolos con los suyos y apretándolos constantemente hasta que Natsuki correspondiera, pero ella no se dejaba llevar por el beso. Dejó caer el helado de fresa y la atrajo más hacia él, entonces delineó sus femeninos labios con su cálida lengua. Ella poco a poco iba separando sus labios hasta darle acceso total a su boca. Él aprovechó para introducir su lengua, buscando contacto con la de ella, enseguida la encontró, la acarició con la lengua, lo que ocasionó que Natsuki frunciera el entrecejo. Ambos estaban disfrutando suavemente del momento, que se olvidaron de los terceros, en especial un camarógrafo, cual le tomó varias fotografías. Hiroshi soltó dulcemente los labios de Natsuki y la miró, ella se quedó observándolo.
– Okā-chan, ¿por qué esas personas se estaban besando?
– Están enamorados.
– ¿Qué es estar enamorado?
– Pues...
Hiroshi reaccionó y, agarrando el derretido helado de la Hatake, se puso de pie, más giró sobre sus talones evitando que ella percibiera su cara roja y empezó a comérselo para enfriar su cerebro. Por su parte, Natsuki se llevó ambas manos al rostro, cubriendo su expresión avergonzada y el rubor carmesí por toda su cara, pues aún sentía latente la calidez de sus labios tocando los suyos. Ambos sentían sus corazones volverse locos por palpitar cada vez más rápido, mientras sus manos temblaban.
El corazón de Hiroshi le palpitó muy rápido, latía preciso una y otra y otra y otra vez, más fuerte que la vez anterior. Dejó caer el resto del helado al suelo, pues sus manos ya no podían sostenerlo más. El intenso rubor quemaba, ardía en sus mejillas. Ya no podía reprimir más esta sensación, estos sentimientos. – Natsuki. – la aludida apartó las manos del rostro. Sin pensarlo tanto, giró sobre sus talones, permitiéndole a ella visualizar su rostro sumamente avergonzado. – N-N-Nat...– titubeó. – Natsuki. – separó los labios dispuesto a decirle sus emociones, pero le resultaba difícil. Rápidamente, bajó la cabeza y lo soltó. – ¡Te amo! – gritó.
Levantó la cabeza y sus ojos se abrieron como platos, al verla más roja que un tomate. Humo empezó a salir de la cabeza de Natsuki, quien se levantó de la banca en automático y salió corriendo. Él intentó detenerla, pero ella corrió a una velocidad inhumana, por lo que se quedó con el brazo extendido. Se dejó caer en la banca y se cubrió la cara, completamente avergonzado.
Natsuki corría y corría como alma que llevaba el diablo en dirección donde se encontraban los demás, así que ubicó rápidamente a su gemela sin dejar de correr. La visualizó de pie conversando con Ishida y Kimi. Sin perder tiempo ni deternerse, la agarró de un brazo y siguió corriendo con ella arrastras, dejando a todos desconcertantes, incluyendo a Chad y Árika, quienes llegaban cargando bolsas con los pedidos de sus amigos. Cuando se cansó de correr, cayó de rodillas respirando agitada.
Natsumi inclinó el cuerpo y, apoyando las manos en las rodillas, se detuvo a recuperar el aliento y visualizar que ambas terminaron en un callejón sin salida. – Que salieras así, implica que sucedió algo realmente malo. – siseó como pudo.
En un movimiento rápido, Natsuki se levantó y, agarrando a su gemela por los hombros, empezó a zarandearla. – ¡Hiroshi se me confesó! – Natsumi sentía su cabeza dando vueltas y se estaba mareando; levantó un dedo en señal de que su hermana se detuviera. – ¡¿Sabes qué significa?! – sin dejar de mecerla con brusquedad.
– Que está enamorado de ti, no sabías cómo reaccionar a su declaración y saliste huyendo. – respondió Natsumi con obviedad. Su gemela al fin lo soltó y comenzó a murmurar frases sin sentido. – Eso es bueno, ¿no? – Natsuki la miró atenta a sus palabras. – Sientes lo mismo por él, deberías darle una oportunidad. – sonrió ante la inocencia de su hermana.
Natsuki, antes de responder, sintió y escuchó su móvil sonar con insistencia. Extrajo el referido objeto del bolsillo de su pantalón, observó el remitente en la pantalla. El rojo de sus mejillas, intensificaron. – Es Hiroshi. – susurró, nerviosa. – No sé qué hacer. – sus manos temblaban notablemente.
– Sólo haz lo que dicte tu corazón. – dijo Natsumi, quitándole el móvil de entre las manos de la chica indecisa. Contestó por ella. – Hiroshi, habla Natsumi. – la miró de soslayo, su hermana se veía tierna asustadiza y sin saber cómo actuar, al igual que un niño cuando pierde su juguete favorito. – Sí, estamos a varias cuadras en un callejón. Creo que...– las gemelas abrieron sus ojos abiertamente, pues el Sarutobi llegó en ese momento respirando rápido y agitado con el celular en una mano. Natsumi, asombrada por la velocidad del chico, cerró la llamada y le entregó el celular a su dueña. Luego se apartó del camino para que el enamorado tuviera espacio de acercarse a su hermana.
– Nats...– se le fue la voz. Hiroshi se agachó para recuperar el aliento, pues corrió lo más rápido que sus piernas les permitieron hasta hallarla. Aliento recuperado, se reincorporó. – No entiendo porqué huiste. – ella desvió la mirada, con miedo y nervios. – Lo que dije allá, es cierto. Me gustas. – Natsuki volvió a mirarlo, sonrojada. – Siempre me has gustado. Lo siento si te asusté, no pretendía hacerlo, pero ya me cansé de callarlo. – avanzó dos pasos, esos mismos ella retrocedió. – Perdón por haberte robado el primer beso, más no lo lamento. Quería ser tu primero en todo. Me gustas, sí. – frunció el entrecejo, entristecido de que ella empezaba a alejarse, lo estaba presintiendo en cada palabra que le decía, pero no callaría. No ahora. – Todo lo hacía porque quería estar siempre cerca de ti. A donde ibas, también estaba ahí: La academia Star; cuando viajaste a Corea para protagonizar esa película, sabía que alguien más te besaría, es por eso que moví mis influencias para que yo fuera ese alguien. – avanzó un paso hacia ella. – Natsuki, te amo. Lo digo en serio. Te amo. – Un par de lágrimas cayeron de los ojos de Natsuki, quien permanecía inmóvil.
Natsumi estaba a la espera de ambos, su hermana apenas procesaba todo y Hiroshi no se atrevía a dar otro paso por miedo a que ella saliera huyendo otra vez, hasta ella sentiría lo mismo que él. Suspiró, en definitiva, esos dos no irían a ningún lado sin ayuda. Se posicionó detrás de Natsuki y la empujó hasta llevarla a una distancia prudente entre ella y el Sarutobi, después tomó la mano izquierda de ella y la derecha de él, las unió para que se agarraran. – Onee-chan, debes responderle. – le aconsejó a Natsuki, quien reaccionó. De inmediato se alejó, dándole espacio a esos dos.
Natsuki bajó la mirada. Las mejillas más rojas que un tomate y el corazón latiendo tan fuerte como la fuerza de un tambor. – Esa noche, en la fiesta, mezclé varias bebidas porque estaba celosa de esa chica con quien bailabas. – Hiroshi abrió los ojos, atónito, pues lo hizo con ese objetivo y vaya que lo logró sin saberlo. – No me agrada cuando se te acerca una mujer. – entrelazaron los dedos de sus manos entre sí. – Me disgusta que observes a otras mujeres. – armándose de valentía, ella alzó la mirada. – Quiero que sólo tengas ojos para mí. – Hiroshi deslizó su mano derecha en la espalda de ella y la apegó contra su cuerpo. – Mientras entiendas esos puntos, tú y yo podemos...– rodeó ambos brazos alrededor de ella, abrazándola con ternura. –...estar juntos. – susurró apenas audible mientras se dejaba abrazar.
Matta ne! (`^,^`)...
