Holaaa! Lo prometido es deuda. Estaré actualizando a medida que vaya concluyendo un capítulo, realmente no sé cuántos me llevará para culminar esta historia, pero trataré de no extenderla tanto. También, quería comentar que, si aparece alguna falta ortográfica, les pido disculpas; he estado escribiendo en mi móvil, por lo que ha sido un poco incómodo.
Sin nada más que agregar, les dejo el capítulo 22..
Okāsan, doko ni iru no?
(22)
Sosteniendo un celular, una mujer que destacaba en apariencia por su elegancia y belleza caminaba entre las personas mientras escribía un mensaje con detenimiento e interés. Su pelo negro recogido en un rodete, llevaba puesto una blusa blanca mangas largas, falda roja más abajo de las rodillas, zapatos negros y unos lentes oscuros. De repente, alguien chocó contra ella, por lo que la acción obligó que apartara la atención del celular.
Al levantar la mirada, se extrañó de una situación: los transeúntes a su alrededor veían con detenimiento las grandes pantallas situadas en los altos edificios, donde presentaban una noticia de sumo interés para ella. Hablaban sobre el último concierto que dieron los miembros de C-ute, Callings y Berryz Koubou compartiendo escenario, en especial el dúo que realizaron la integrante y líder del grupo C-ute, Natsuki, con el integrante y líder del grupo Callings, Hiroshi. Las pantallas mostraron escenas cuando estos dos miembros cantaban cerca, juntos o agarrados de las manos. En resumen, del posible romance de estos dos.
Se quitó los lentes oscuros, dejando al descubierto sus ojos rojos. Entonces centró su atención en unos tramos donde habían periódicos y revistas, entonces algo más llamó su curiosidad. Avanzó hacia los tramos, luego tomó un periódico. – "El líder de la agrupación Callings, Hiroshi Sarutobi, y la líder del grupo C-ute, Natsuki Hatake, están saliendo". – agarró otro periódico. – "Los primogénitos de la familia Hatake y Sarutobi, están en una relación." – guardó el móvil y se detuvo a leer las noticias. – "Fuentes dicen que desde hace más de cinco años, los jóvenes Hiroshi Sarutobi y Natsuki Hatake, también líderes de las agrupaciones Callings y C-ute, mantenían una relación fuera de los medios. Esto podría desencadenar que ambas familias vuelvan a asociarse". – agarró ambos periódicos, los pagó y subió a un taxi.
– ¿A dónde la llevo? – preguntó el taxista, mirándola a través del retrovisor.
– A la academia Star. – musitó, seria mientras arrugaba el periódico, pues en uno de ellos estaba una foto de Hiroshi y Natsuki besándose en el parque.
El taxista la observó de reojo. – ¿Es usted la famosa directora, Kurenai Yuuhi? – ella asintió. – Disculpe que no la haya reconocido. Es un placer tenerla en mi taxi, es la segunda persona famosa que sube en mi taxi…
Mientras el señor parloteaba, ella acomodó el antebrazo entre la puerta y el cristal, enseguida contempló el panorama que le ofrecía la vista. – Mi miedo se ha vuelto realidad…– se dijo para sí misma.
...
Arena y sol... El mar azul.
Una joven vistiendo un traje de baño rojo consistente en una mini falda con revuelos y sujetador, por encima una blusa blanca transparente de mangas que le llegaba hasta los codos, la cual se encontraba sin abotonar, y un sombrero blanco estilo Floppy sobre su cabeza; caminaba a orillas de la playa, sintiendo la cálida arena tocar los dedos de sus pies a pesar de tener puestas unas sandalias blancas. La marea cantaba su canción, una sensación de aventura, como si en realidad sintiera una libertad refrescante. Detuvo su caminar, al instante sintió el agua y las espumas blancas rozar sus sandalias a medida que la marea llegaba a la orilla.
Pronto, la suave brisa del mar meció con suavidad su largo y brillante cabello violeta cual caía como cascada. Una sonrisa llena de vida, de felicidad atravesó sus labios. Desearía ser como las olas en este momento, dejarse llevar por el viento y la marea. De inmediato, unos fuertes brazos de hombre la agarraron desde atrás y ese alguien se lanzó al agua con ella en brazos.
Natsuki empezó a toser, escupiendo el agua que había ingerido. – Hiroshi. – siseó enojada. El aludido se reía a carcajadas.
– ¡Oigan, ustedes dos! – vociferó Ishida, acompañado de Natsumi, Yoshida y Árika. – ¡Hemos encontrado una tienda de suministros! ¿Necesitan algo? – vio a Natsuki levantándose dispuesta a acompañarlos.
Hiroshi agarró a Natsuki de la muñeca izquierda con su mano derecha, luego extendió el brazo izquierdo y lo movió, descartando que no necesitaban nada, por el momento. Entonces, esperó que sus amigos desaparecieran de su vista y la haló hacia sí, logrando que ella cayera sobre su desnudo pecho. Rodeó los brazos alrededor de su delgado cuerpo, abrazándola. Ella iba a reclamar, pero... – Quédate así, solo un rato. – le susurró suavemente.
Badump. El corazón de Natsuki palpitó agitado ante las palabras del Sarutobi, pues estaba consciente de que ambos se encontraban actualmente solos en esa playa, sus amigos cada quien decidió realizar diversas actividades, por lo que se separaron para reencontrarse a la hora de la cena.
Hiroshi deslizó sus manos en la espalda de la Hatake hasta posarlas en la parte baja y cerró los ojos con ella abrazada. En los últimos días había tenido mucho trabajo, el estrés lo estaba asfixiando, tampoco había tenido tiempo de compartir y salir con su amada, y necesitaba un respiro de todo aquello. Ella era su respiro y, ahora que puede tenerla entre sus brazos, quería disfrutar de su grata compañía. Por su parte, Natsuki rodeó los brazos en el cuello de él y cerró los ojos, sintiéndose amada, pues lo había extrañado también. El simple hecho de estar en esa posición, era gratificante.
– Natsuki. – en respuesta, ella se apartó un poco para verle y darse cuenta que él tenía las mejillas rojas. – Te extrañé en estos días. – le miró con ojos de enamorado.
El corazón de Natsuki dio un repentino vuelco, éste se inquietó al vislumbrar en Hiroshi, esa mirada calmada taladrando su alma, pues él le veía con esos ojos de ternura única e inigualable, que la hizo estremecer. Desvió la mirada hacia un punto muerto, lateral izquierdo. – Ah…– se llevó la mano izquierda a los flequillos intentando ocultar su inevitable sonrojo mientras la otra la mantenía posada en el pecho del chico. – Yo…– le miró nuevamente. Él continuaba observándola. Se puso nerviosa e inquieta. – ¿Por qué me miras así? – sus mejillas se intensificaron y las sintió arder cada vez más fuerte.
– ¿Así, cómo? – cuestionó sin dejar de mirarla.
– Etto… Esto es un poco incómodo. – desvió la cabeza hacia el lateral derecho.
Hiroshi posó mano izquierda debajo del mentón de ella y la incitó a mirarlo. – Natsuki, déjame verte. – dijo él, inclinando un poco la cabeza para tener más visibilidad y poder contemplar su ruborizado rostro. Poco a poco acortaron la escasa distancia que los separaba. Al verla tan hermosa y a pocos centímetros de su rostro, un intenso y ardiente rubor cubrió sus mejillas, sintiendo al mismo tiempo un incesante nerviosismo. – Natsuki…– sus respiraciones se agitaron. Él separó los labios y aspiró el aliento de Natsuki, al igual que ella sintió el aliento de él chocar contra sus labios. – Me gustas.
Natsuki le observó con deseos y ganas de sentir sus labios sobre los suyos. Se mordió el labio inferior, hinchándolo. Por su parte, Hiroshi inclinó la cabeza y entrecerró los ojos, empezó a rozar sus labios con los de ella y le besó en la comisura de los labios. Ambos abrieron ligeramente sus bocas y posaron sus labios sobre los de su acompañante, aprisionándolos y, lento y sin prisa, los movían con sensualidad, estimulando así su sensibilidad. Él sacó un poco su lengua y suavemente fue frotando su labio, es entonces que Natsuki rodeó los brazos alrededor del masculino cuello. Ambos degustaron y saborearon los labios del otro, atrapándolos y apretándolos, así constantemente, dos, tres, cuatro veces más, y mientras lo hacían se dejaron llevar plenamente y sus mentes le pedían a gritos probar más de aquel caliente contacto.
Deshicieron el beso. – Regresemos. – dijo Hiroshi, agitado mientras se ponía de pie. Ella asintió ruborizada y le regaló una cálida sonrisa, entonces se percató que él llevaba puesto un mojado short rojo, una camisa blanca desabotonada dejando a la apreciación su fornido abdomen y bien formados pectorales, y unas sandalias negras. Hiroshi sonrió, negando la cabeza, entonces le extendió la mano derecha y ella la aceptó encantada. Ambos caminaron en silencio tomados de la mano, completamente empapados, sintiendo las sandalias hundirse en la suave arena.
...
Más adelante, Ishida, Natsumi, Árika y Yoshida visualizaron la tienda de abastecimiento. Arribaron a la misma, pero era tan pequeña que apenas cabían menos de veinte individuos. Entretanto Ishida le solicitó al señor del establecimiento el contenido de la lista, Árika, Yoshida y Natsumi observaban detenidamente los pequeños estantes. Era una tienda antigua, eso lo percibieron por la madera desgastada.
Natsumi encontró casualmente unos paquetes de fuegos artificiales. – Ishida-kun, podemos llevarnos uno de éstos. Será divertido. – sonrió.
Él dirigió la mirada hacia ella, quien ya se había agachado para ver mejor y rebuscar varios paquetes con ayuda de sus dos amigas. – Se ve más hermosa cuando sonríe. – dijo para sí mismo, ruborizando por completo.
El dependiente, un señor mayor de unos sesenta y tres años de edad, parpadeó, más observó a un Ishida con el rostro atractivamente rojo, luego a una Natsumi tan lindamente sonrojada que hasta las orejas echaban humos. Una sonrisa pícara atravesó sus labios. – Los jóvenes de hoy en día. – musitó, llamando la atención de los presentes, quienes le miraron extrañados. – Me atrevería a decir que hacen una agradable pareja. – ellos ruborizaron. Él apoyó los codos encima del parador. – Sin embargo, los cuatro son muy jóvenes como para andar por estos lugares. Deberían regresar a sus casas.
Árika frunció las cejas levemente, extrañada por el comentario del señor. – ¿Por qué lo dice? – interrogó.
– Hace un par de días, han encontrado cadáveres de varios turistas…– Ishida, Natsumi y Árika prestaron atención, pero Yoshida se cruzó de brazos no creyendo en esos cuentos para alejar a los turistas. –…que al parecer andaban cerca de la playa después de las siete de la noche. – entrecerró los ojos.
– ¿Cadáveres? – interrogó Natsumi, interesada en el tema.
El señor asintió. Les hizo seña para que se acercaran más. – Se dicen que los muertos despiertan a la medianoche para capturar a sus víctimas y devorarlos. – susurró, añadiendo un poco de suspenso a su narración.
– Eso es poco probable. – intervino Yoshida, segura de sí misma. – Si encontraron cadáveres, debe de tratarse de algún loco psicópata asesinando personas. – giró sobre sus talones y salió del establecimiento.
– Cariño, no asustes a los jóvenes. – dijo una señora casi de la edad que el señor, de apariencia alegre. Les regaló una sonrisa. – No le crean, a mi marido le agrada contar historias para asustar a los turistas. – leve risilla.
– Bah, mujer. – meció ambas manos en desagrado. – No me dejas reír ni un poco con estos niños. Eres aguafiestas. – se retiró, desalentado. – A veces me pregunto cómo pude casarme contigo.
Risa. – ¿Ven? Le gusta burlarse. – dijo la señora, con simpatía. Árika y Natsumi dejaron escapar una risilla.
Ishida centró los ojos en Natsumi y sonrió feliz. Después de pagar la totalidad de la cuenta, salieron del establecimiento tomados de las manos. Mientras caminaban a su ritmo, Yoshida y Árika se iban alejando cada vez sin parar de discutir lo que el señor de la tienda les había contado. Él movió los ojos hacia Natsumi, quien aún estaba ruborizada. Entrecerró los ojos sin dejar de mirarla con una calidez inigualable, el ver su mirada tierna le provocaron ganas de protegerla ante el mundo si fuera preciso. Natsumi sintió la mirada de Ishida sobre ella. Le regaló una sonrisa.
Ishida apretó su mano. Ella sintió un estremeciendo por todo el cuerpo, tragó saliva. Esa era una señal. ¿Señal? ¿Señal de qué o qué? Es probable que él le indicara con esos gestos que era momento de avanzar al siguiente nivel, pero… ¿Y si no estaba preparada? Nerviosa y un poco aturdida, le miró y para su sorpresa, él le apretó la mano un poco más y la haló hacia su regazo. A continuación, él plasmó sus labios sobre los de ella en un repentino beso.
Natsumi abrió los ojos atónita mientras sentía sus labios ser aprisionados por los cálidos de su prometido. Ishida dejó caer las bolsas al suelo y, posando ambas manos en las mejillas de ella, la obligó a abrir su boca mientras succionaba los labios de ella, atrapándolos y apretándolos en un intento desesperado por poseerla. En una acción desesperada, él le mordió el labio inferior provocando que ella abriera su boca, en ese instante, introdujo la lengua dentro de la cavidad de la boca de ella.
Él deslizó sus manos de las mejillas de ella a los pómulos cerca de los oídos, apretando y succionando sus labios. No le daba la oportunidad a Natsumi de corresponder a su propio ritmo, él tocaba y enredaba su lengua con la de ella. No obstante, ella al instante sintió una mano en su espalda atrayéndola más hacia él.
Natsumi dejó escapar un gemido, frunció las cejas. – Ishid…– gimió. Era inevitable no sentir la humedad de sus bocas comenzando a diluirse, sus salivas a fundirse y sus lenguas bailar una sensual melodía de unión.
Ishida liberó su boca dejando a la apreciación, un hilo delicado e "invisible" de saliva que aún les unía. Él apoyó su frente contra la frente de ella sin dejar de mirarla, respirando agitadamente, pues Natsumi se veía indefensa con las mejillas rojísima y los rosados labios entreabiertos. – Lo siento, pero no pude resistirme. – le susurró, con dulzura.
– ¡Oigan tórtolos, se quedarán atrás! – exclamó Árika, agitando el brazo derecho en el aire.
Ishida agarró la bolsa y tomó la mano de Natsumi, así rápidamente se aproximaron a sus amigas, quienes estaban ansiosas por llegar a la casa en la playa para comer, tenían hambre y faltaba preparar la parrilla si querían cocer los alimentos. Por lo que, una vez vislumbraron la casa, vieron a Chad en el balcón dormitando sobre una hamaca con un sombrero encima del rostro; a Kimi, Nanami, Natsumi y Hiroshi jugando un partido de voleibol, dos contra dos. Árika se apresuró a llegar donde estaba Chad y le asustó, el chico simplemente cayó de la hamaca gritando improperios.
Entre risas y risas, los nueve amigos disfrutaron el paisaje, la estancia durante todo un día, olvidándose del trabajo, los insistentes fans, las cámaras, reporteros, las sofocantes entrevistas sobre sus vidas privadas, ser el centro de atención y chismes. Sus amigos Ishida y Natsumi, eran un ejemplo, tenían bastante estrés después de la propuesta en pleno concierto y el anuncio oficial del compromiso emitido por ambas familias.
Y así, la noche se hizo presente. La fogata encendida, y algunos sentados alrededor de ella. Otros bailando al ritmo de una movida música. Y una alejada de todos ellos, Nanami se encontraba sentada sobre la arena con las piernas dobladas y sosteniendo una tablet. – Me gustaría que estuvieras aquí. – siseó la Uzuki, actualmente apellidada Kanroji. Bajó la mirada hacia su dedo anular, donde apreció su anillo de bodas.
– Ya lo hemos hablado, amor. – le dijo Taisuke, desde el otro lado de la tablet, quien se encontraba en China haciendo negocios.
– Lo sé. – respondió entristecida. La marea, al subir, le mojaba los pies. Entonces, contempló la luna mientras el viento fuerte no dejaba de soplar y movía bruscamente su pelo lila.
Taisuke frunció el entrecejo, pues estar lejos de su amada, le dolía muchísimo. – Desearía que estuvieras aquí, conmigo. – susurró en voz baja. – Nanami, amor...– ella centró la mirada en él. – Te amo. – un intenso rubor apareció en las mejillas de ella. – No puedo regresar por un tiempo, las cosas aquí se han complicado. El señor Chang se ha negado a firmar el contrato. – suspiró, cansino. Ella entristeció. – No me gusta verte triste.
– L-Lo siento, es solo que...– un par de lágrimas escaparon de sus ojos, acariciando sus mejillas. – Te extraño. – se cubrió la boca, evitando sollozar fuerte para que los demás la vieran.
Por su parte, Taisuke cerró los ojos y las manos en puños con impotencia. – Na...– silenció, un nudo en la garganta le impidió hablar. Ella lloraba por él, solo por él y no podía evitarlo, no podía abrazarla, ni podía besarla. Tragó fuerte. La miró. – Nanami, también quiero verte. Me gustaría estar ahí para abrazarte. – ella asentía con la cabeza sin dejar de llorar. – También te extraño. Amor, te extraño demasiado. Ya han sido meses sin ti. Te extraño tanto que evito llamarte a menudo, porque si lo hago...– un intenso rubor cubrió sus mejillas. – Si lo hago, dejaría todo e iría en el primer vuelo solo para verte. Nanami...– ella empezó a secar sus lágrimas. – Sé que no debo pedirte esto, pero...– le dijo unas palabras, las cuales la dejaron sorprendida. – Piénsalo, y amor...– se llevó la mano derecha al corazón. – Te amo.
Nanami también se llevó la mano derecha al corazón. – También te amo. – respondió y cerró la vídeo llamada. Volvió la cabeza hacia atrás y observó la escena desplegada ante sus ojos. Árika platicando animadamente con un sonrojado Chad; Hiroshi hablando con Natsumi y haciéndola ruborizar de enojo o quizás de vergüenza, seguro le hablaba de Ishida; Ishida de pie en compañía de Kimi y Natsuki guardando los utensilios usados; y, Yoshida saliendo de la casa sosteniendo una bolsa.
– ¡Nanami, vamos a encender fuegos artificiales! – le vociferó Yoshida. Rápidamente, Nanami se puso de pie y se unió al grupo a disfrutar de lo que quedaba de la noche, aunque no durarían más tiempo allí, ya que debían regresar.
Se reunieron en un círculo y cada uno encendió un fuego artificial; mientras veían los diversos colores, no evitaron reír y hacerse bromas como cualquiera haría. Pero estaban tan concentrados en las coloridas luces, que nadie notó sobre la mesa en el balcón, un móvil vibrando con insistencia, se apagaba y volvía a encender, parecía urgente.
...
Sentada sobre el sillón detrás del escritorio, y viendo a través del cristal de la ventana el enorme patio trasero de la academia, Kurenai sostenía el móvil en su oído mientras escuchaba el timbre de éste. Con insistencia, llamaba a su hijo, más nadie contestó. Suspiró y colgó. – Hiroshi...– siseó, preocupada. – No debes estar con ella. Sufrirás mucho y seré culpable de ello. – agachó la cabeza, melancólica.
...
De regreso a la ciudad, Hiroshi conducía un deportivo, iba acompañado de Natsuki, quien se encontraba sentada en el asiento del copiloto; Ishida y Natsumi en el asiento trasero, el primero dormitando en las piernas de la gemela, mientras ésta veía a través del cristal de la ventana, el paisaje, sin dejar de acariciar el cabello del Ukitake. Detrás de ellos, Chad conducía otro deportivo, iba acompañado de Árika en el asiento del copiloto, entretanto Yoshida, Kimi y una dormida Nanami en el asiento trasero.
Todo iba a bien. La velocidad era normal. Hiroshi vio a través del retrovisor, a los chicos de atrás; Ishida y Natsumi estaban en su mundo, y Chad los seguía en su auto a una distancia prudencial. – Natsuki. – siseó él, sin apartar la vista al frente. La aludida volvió la cabeza hacia él. – Me gustaría que los dos fuéramos a una cita... mañana. Tú y yo – echó un rápido vistazo a la chica, quien ruborizó ante su petición. – Sin terceros. – sonrió.
Como la chica tardaba en responder, volvió la cabeza hacia ella. Natsuki tenía la cara tapada con sus dos manos, ocultando el rubor o eso intentaba. Empezó a reír, divertido por las graciosas reacciones de la Hatake, así que retornó la vista al frente. Fue entonces que percibió las luces de un camión que repentinamente tocó bocina, el cual se estrellaría contra ellos. Hiroshi intentó mover el guía, pero éste se atascó.
Natsuki abrió los ojos desmesuradamente, del camión se escuchaba el claxon sonar una y otra y otra vez. Reaccionó. – ¡Nos vamos a estrellar! ¡Hiroshi! – exclamó asustada.
– ¡Onee-chan! – gritó Natsumi, entrando en pánico.
Ishida despertó por todo el alboroto. – ¡Mueve el guía! ¡Hiroshi! – vociferó nervioso. Agarró a Natsumi, quien se cubrió los oídos, y la abrazó fuertemente.
– ¡Está atascado! – exclamó Hiroshi, más nervioso que ellos. La fuerza implementada no era suficiente y el maldito camión tocando el claxon una y otra y otra maldita vez, mientras se acercaba. En una acción rápida, Ishida apartó a Natsumi, se soltó del cinturón y se lanzó a agarrar el volante. Entre los dos, desviaron el guía, haciendo que las ruedas lograran doblar y rozando el auto contra el camión. Hiroshi frenó y suspiró aliviado.
– Ese camión quería matarnos. – musitó Natsumi, temblando.
Ishida abrazó nuevamente a Natsumi, intentando calmarla. – Nosotros íbamos en nuestro carril, ese conductor es un imprudente, podíamos haber muerto. – gruñó, furioso.
Natsuki miró al Sarutobi, quien mantenía la cabeza agachada. – ¿Hiroshi? ¿Estás bien? – interrogó preocupada, ya que él no había dicho nada desde que se detuvieron. – Hiro...– él levantó la cabeza.
– Estoy bien. Pero estoy preocupado por ti. – respondió tratando de parecer tranquilo. – ¿Cómo estás? – le miró directamente a los ojos.
– ¿Yo? – lágrimas escaparon de sus negros ojos sin tregua alguna. – Etto...– inconscientemente, se llevó las manos a las mejillas, dándose cuenta de que éstas se encontraban humedecidas.
Hiroshi rodeó los brazos alrededor de ella, la atrajo hacia su cuerpo. Ella explotó en llanto. La abrazó fuertemente transmitiéndole seguridad y calma, haciéndole entender que todo pasó, ellos estaban bien, sanos y, en especial, vivos. De repente, su móvil empezó a sonar. Era Chad, descolgó la llamada. – Estamos bien, un poco asustados. Pueden adelantarse, mañana hablamos. Sí, seguro. – colgó y se dio cuenta que su madre le había realizado más de cinco llamadas. Suspiró, desganado. Su madre últimamente llamaba cuando quería presentarle nueva propuesta de trabajo. Natsuki se apartó de él, limpiándose los rastros de lágrimas. – ¿Te sientes mejor? – obtuvo un asentimiento como respuesta. Volvió la cabeza hacia atrás. – Ishida, ¿Cómo se encuentra Natsumi-chan?
Ishida acariciaba la cabeza de la Hatake, con dulzura. Ella hipiaba, por todo lo que había llorado. – Estará mejor, una vez la dejemos en casa descansando. – respondió con sinceridad.
El Sarutobi tomó dicha respuesta como el motor para retornar el trayecto en la carretera. A medida que avanzaba, observó rápidamente a través del retrovisor a Ishida y su cuñada, éste usando palabras suaves para tranquilizarla, ya que ella se asustó demasiado; luego miró de soslayo a su amada, ella se encontraba perdida entre sus pensamientos. Extendió la mano derecha para tocar su mano izquierda, ella reaccionó mirándole, así que giró la mano quedando la palma hacia arriba, entonces ella juntó la suya con la de él. Entrelazaron sus dedos y apretaron fuerte.
– No permitiré que nadie te haga daño, mientras esté a tu lado. – le dijo Hiroshi. Después, se llevó las manos entrelazadas a sus labios y depositó un casto beso sobre el dorso de la mano de ella. – Te lo prometo. – ella elevó las comisuras de los labios hacia arriba, imitando una sonrisa. Como si el tiempo pasara rápido y el trayecto del camino corto, llegaron frente a la mansión Hatake. – Ishida, ¿te espero? – le interrogó mientras el aludido abría la puerta.
– Ando en mi auto, lo dejé aquí cuando Chad vino por nosotros. Conduciré de regreso. – respondió Ishida, agradeciendo el gesto de su amigo. Entonces él fue el primero en descender del automóvil, luego Natsumi, a quien se llevó abrazada hasta la casa.
Hiroshi vio a la pareja enamorada alejarse cada vez más, entonces contempló a Natsuki. Ella observaba detenidamente algo en su móvil, no quería desconcentrarla, así que apoyó los brazos encima del volante y entrecerró los ojos. Sonrió. Ella se veía tan hermosa, brillante, elegante e impecable, parecía una Princesa salida de un cuento de hadas. De pronto, ella terminó de ver el celular y abrió la puerta dispuesta a salir, pero la detuvo agarrándola del brazo. – ¿Te irás así? ¿Sin despedirte? – ella parpadeó, confundida. – ¿Sin un besito? – levantó el piquito en espera de ella.
Una divertida sonrisa salió de la boca de Natsuki. – No tienes remedio. – ella acortó la escasa distancia que los separaba, abrió ligeramente su boca y posó sus labios sobre los de él, aprisionándolos.
Hiroshi separó sus labios y, lento y sin prisa, ambos los movieron con sensualidad, degustando sus labios, atrapándolos y apretándolos, así constantemente. Sin apartarse, Hiroshi se desabrochó el cinturón y agarrándola de la nuca, le inclinó la cabeza un poco hacia atrás e introdujo su lengua dentro de la boca de Natsuki, buscando tener un contacto más íntimo con ella. – Mmm...– musitaba a medida que intensificaba el beso. Por su parte, Natsuki frunció las cejas y quería alejarlo, pues su respiración se estaba tornando agitada y él quería llegar a más, pero él no estaba dispuesto a terminarlo ahí, le devoraba los labios como si su vida dependiera de ello.
Él deslizó su mano disponible desde la cintura hasta la mejilla de ella, luego la llevó al pómulo cerca del oído, apretando y succionando sus labios, quería comérsela a besos, fueron muchos años aguantando esas emociones y ahora que podía tenerla, debía aprovechar cada momento, cada beso como el último; sin embargo, no podía apresurar las cosas, aunque sintiera el fuerte deseo de poseerla, pero debía soltarla, sino ella podría temerle. Soltó sus labios, y sin deshacer el agarre con ella, ambos respiraron agitados, chocando sus alientos entre sí. – Tú eres mi remedio. – el rubor carmesí de las mejillas de la Hatake era inocultable. – Cuando te beso, quiero hacerte mía. – dijo mientras observaba los entreabiertos labios de la chica.
– Hiroshi... No sé qué decir. – siseó Natsuki, avergonzada y nerviosa, pues él la veía con ojos depredador, más no la soltaba.
– Estoy loco por ti, Natsuki. Siempre lo he estado y ahora más que nunca. – susurró tiernamente. Ella iba a responder, pero le detuvo sus labios con los suyos. Beso corto, pero sustancioso. – Haría cualquier cosa por ti. – de repente, el celular de Natsuki empezó a vibrar, ella intentó apartarse para contestar, más él aprisionó los labios de ella con los suyos. Empezó a besarla suave mientras ella se dejaba llevar. Él entrecerró sus negros ojos y miró el móvil, furioso, maldiciendo internamente a esa persona que osaba molestar. Sin dejar de besarla, deslizó su mano izquierda y agarró el móvil. Rápidamente le echó un vistazo, arrugó las cejas y lo colocó en el mismo lugar donde estaba con anterioridad. Dejó libre la boca de Natsuki. – Te amo. – se separó de ella.
– Nos vemos mañana. – dijo ella y salió del auto, cerrando la puerta a su paso.
Mientras esperaba que ella entrara a la casa, recostó la cabeza en el asiento. Su mirada se tornó seria. En su mente, solo pensaba en lo que vio en el celular de Natsuki, estaba intrigado. El remitente no tenía nombre, más alguien de interés le pudo haber enviado aquello. Cuando ella entró, encendió el motor del auto y arrancó, acelerando.
Al llegar a casa, se encontró a su madre, sentada en la sala bebiendo un humeante café a esas horas, lo cual significaba que ella estaba estresada. – ¿Dónde estabas? – interrogó Kurenai, dirigiéndole a su hijo una mirada desaprobatoria. – Te llamé incontables veces y no logré comunicarme contigo.
– Salí con mis amigos. – respondió como si nada, entretanto se dirigía a las escaleras. Necesitaba asimilar todo lo sucedido en el día, el hecho de que casi podía haber muerto en un accidente automovilístico; pero lo más importante, Natsuki en ningún momento le ha dicho que también lo amaba. Esto último lo estresaba.
– Mañana, necesito que te presentes en el estudio R&T. – dijo Kurenai, dejando sobre la mesita central, la taza vacía. Hiroshi se giró dispuesto a refutar, tenía una cita con Natsuki, la cual no iba a faltar. – Si hubieras contestado a mi llamada, la cita podía haberse programado para otro día. – se levantó del sofá sin siquiera mirarle. – Te quiero ahí, a primera hora.
– Mañana tengo un compromiso. Cancela esa cita, porque no iré. – refutó Hiroshi, seguro de sí mismo y enfrentando a su madre.
– ¿Por casualidad, tu cita es con Natsuki-chan? – interrogó la Yuuhi, mientras rebuscaba algo en su cartera. Hiroshi abrió sus ojos, estupefacto. – ¿Por lo menos, has visto las noticias? – él arrugó las cejas. – ¿Estás saliendo con ella? – él parpadeó, perplejo, pues aún no le había dicho nada sobre su relación con la Hatake. – Entérate. – lanzó varios objetos de golpe contra la mesita, los cuales se trataban de periódicos, revistas y fotografías. – ¿Desde cuándo salen? – le regaló una mirada de pocos amigos.
Hiroshi se acercó a la mesita y empezó a ver todo el material lanzado por Kurenai. Agarró un periódico, donde él salía besándose con Natsuki en el parque. – "El líder de la agrupación Callings, Hiroshi Sarutobi, y la líder del grupo C-ute, Natsuki Hatake, están saliendo". – agarró otro periódico, donde ellos dos estaban abrazados y riendo alegremente. – "Los primogénitos de la familia Hatake y Sarutobi, están en una relación. Fuentes dicen que desde hace más de cinco años, los jóvenes Hiroshi Sarutobi y Natsuki Hatake, también líderes de las agrupaciones Callings y C-ute, mantenían una relación fuera de los medios. Esto podría desencadenar que ambas familias vuelvan a asociarse". – siguió leyendo otros periódicos. – "Noticia de último minuto: En el concierto celebrado en Tokio, los líderes de las unidades de la Academia Star, Callings y C-ute, evidenciaron públicamente que tienen una relación". – agarró una revista, donde se encontraban besándose en la playa. – "Los líderes de los grupos Callings y C-ute, en amoríos".
Pero lo que le enfureció fue ver fotografías de él y Natsuki de diferentes formas y lugares: en el parque caminando uno al lado del otro, él dejando caer su abrigo sobre la cabeza de ella y besándose; saliendo del cine, tomados de la mano; en el auto, sonriendo y también besándose; abrazándose, besándose y caminando empapados a orillas de la playa; y de esta noche, él agarrándola del brazo y besándose en el auto. – ¿Me estás espiando? – cerró las manos en puños.
– ¡Quiero que, en este preciso momento, cortes con ella! – le impuso, decidida.
La rabia se apoderó de él, apretó tan fuerte sus puños que éstos temblablan. Ella no tenía ningún derecho a obligarle que dejara a su amada, no permitirá que esas emociones de años desaparezcan así. No. – ¡No lo haré! ¡Amo a Natsuki desde que éramos niños y ahora que la tengo junto a mí, no la perderé por un capricho tuyo! – recibió una fuerte bofetada que le desvió el rostro hacia un costado.
Kurenai reaccionó al ver la mejilla magullada de su hijo. – Cariño, L-Lo siento. No quise...– se cubrió la boca, sorprendida de sí misma por haberlo golpeado por primera vez en su vida.
Hiroshi agachó la cabeza, permitiendo que los flequillos cayeran hacia delante cubriendo sus ojos. Apretó los puños un poco más hasta volverse blancos. – Acepté, convertirme en una celebridad tal como querías. Entré a tu academia, a pesar del aislamiento y maltratos que sufrí por ser hijo de la directora. Me convertí en una figura modelo, lejos de la farándula, para liderar la sub-unidad Callings. – volvió la cabeza hacia su madre, mirándole con furia, desconcertándola. – ¡Cumplí todos tus caprichos! ¡Accedí, porque era la única manera de acercarme a ella! – Kurenai abrió sus ojos carmesí, atónita por la confesión de éste. – ¿Por qué crees que viajé a Corea, ah?
– Para protagonizar la película... junto a ella. – respondió Kurenai, chocando duramente contra la triste realidad. Su hijo y la hija de su mejor amiga, o la que fue su mejor amiga, están enamorados. Después del daño que ha causado a esa familia, ellos dos no pueden estar juntos. Por más que le duela a su hijo, él no debe estar cerca de ella, por el bien de ambos. – Aún así, no me interesan tus motivos ocultos. Deberás romper con Natsuki-chan y es mi última palabra. – se dio vuelta dispuesta a marcharse.
– ¿Qué serías capaz de hacer para separarnos? – interrogó Hiroshi, perdiendo la poca paciencia que le quedaba. Kurenai se detuvo. – ¿Te atreverías siquiera a intentarlo? – sintiéndose ofendida, Kurenai giró para reclamar, pero... – La amo, quizás no puedas entender ese sentimiento de amar a una persona por tantos años y no ser correspondido. – ella agachó la cabeza, entristecida, comprendiendo ese sentimiento. – No tienes idea de lo feliz que me siento al abrazarla, besarla y saber que me corresponde. – él frunció el entrecejo. Expresión de amor reflejada en toda su cara. – Solo con abrazarla, soy estúpidamente feliz.
No. Kurenai no podía permitir que él la odie si se entera del pasado. Debe alejarse de ella. – Lo siento Hiroshi, pero tendrás que reprimir esas emociones y alejarte de ella. – el nombrado abrió la boca para quejarse, pero ella subió el tono de voz. – Si continúas con esa idea absurda de seguir juntos, tendrás que valerte por ti mismo. – giró sobre sus talones, dejando clara la situación. De seguir con ella, ambos no recibirán apoyo por parte de la academia, menos de ella.
Una socarrona sonrisa atravesó los labios del Sarutobi. – Si esa es la solución, perfecto. Me iré de esta casa. – Kurenai abrió sus ojos, en shock. – Puedes quitarnos todo el apoyo que quieras, también cerrarnos el camino por los medios posibles, pero se te olvida que Natsuki y yo somos celebridades, y saldremos adelante. – se dio vuelta, dándole la espalda su madre. – Hasta luego, okā-san. – salió de la residencia dejando a una Kurenai, sola, en aquella amplia sala, pensando si fue lo mejor.
...
A la mañana siguiente...
En una de la tantas recámaras de la mansión Hatake, se encontraban diversas piezas de ropa encima de la cama y el suelo. Natsumi, sentada a orillas de la cama, suspiró sin dejar de mirar el desastre de ropa y zapatos por toda la habitación, pues su gemela buscaba y se ponía ropas de distintas formas y colores, más no encontraba nada que ponerse. Sí, ella tenía una cita a las diez de la mañana con el Sarutobi y estaba más nerviosa que nunca, también murmuraba frases como "Y si me ve rara con esta ropa", "Y si él no llega", "Y si tal vez, yo me retrase por el tránsito y no llegue a tiempo". A todo eso, le tenía una respuesta a ella, la cual no se atrevía decirle: "Para cualquier eventualidad, se fabricaron los teléfonos celulares".
– Onee-chan, si no te apresuras, en verdad llegarás tarde. – musitó Natsumi, poniéndose de pie. Natsuki miró la hora, horrorizada. Eran las 9:15 a.m. La vio correr de un lado a otro, con los nervios de punta. Suspiró por segunda vez, así que se encaminó hacia el guardarropas y extrajo unas piezas. – Con esto, lo dejarás impresionado. – le guiñó un ojo, provocando que las mejillas de su gemela encendieran.
Veinte minutos más tarde...
El largo y sedoso cabello violeta de Natsuki, en esta ocasión, se encontraba rizado y los flequillos bonitamente peinados hacia el lado derecho. Llevaba puesto de arriba hacia abajo, una blusa roja con tirantes y mangas hasta los codos, dejando los hombros descubiertos; un collar plateado y pulseras del mismo color; un short blanco, zapatos altos de tacón de color beige y un bolso también color beige, combinando con los zapatos. – ¿Me veo bien? – interrogó dudosa y a la vez preocupada.
Natsumi se quedó pensativa. – Siento que falta algo. – su rostro iluminó. – Siéntate. – para completar el look de su gemela, decidió resaltar su belleza, poniéndole solo un poquito de maquillaje, un poco de sombra blanca encima del párpado y un labial rosadito de tono suave. Al terminar, miró el reloj: 9:50 a.m. – Debes irte, es tarde. – aterrada, su hermana salió corriendo. Empezó a limpiar el desastre, mientras se imaginaba la cara de Hiroshi cuando la viera vestida así. Una maquiavélica sonrisa atravesó sus labios.
...
No obstante, en el lugar del encuentro...
Los transeúntes pasaban observando en dirección a una banca de cemento, la mayoría mujeres, quienes sonreían coquetas, otras ruborizadas y muchas murmuraban entre sí sobre aquel chico guapo de revista sentado en la referida banca. Sus cabellos negros alborotados siendo mecidos por el viento. El chico vestía un pantalón jeans azul, zapatos negros, camiseta blanca y, por encima, una camisa de cuadros mangas largas dobladas hasta los codos de tres colores: blanco, rojo y negro. Él observó su reloj negro de pulsera. Al parecer estaba impaciente.
Pues sí, Hiroshi estaba impaciente y nervioso, en toda la noche no pudo dormir porque la había invitado a salir. Ella es alguien muy especial, por lo que su madre no será motivo para separarlos. El día anterior pasaron muchas situaciones. Volvió a mirar el reloj, entonces se percató de las miradas inquisidoras sobre él. –¿Me veo mal? – se preguntó a sí mismo, extrañado. Se miró la camiseta y demás accesorios, pues no tuvo más remedio que comprar esa ropa, ya que se fue de la casa y durmió en un hotel. Pero la chica de la tienda le dijo que era la última tendencia.
Volvió a escuchar las personas de su alrededor, esta vez no solo las mujeres murmuraban, también los hombres. Desvió la cabeza hacia atrás, el corazón dio un repentino vuelco y sus ojos abrieron desmesuradamente, más su rostro enrojeció. Era ella. Se cubrió el rostro, ocultando su patética expresión de idiota. Inhaló, exhaló. Decidido, se puso en pie y giró sobre sus talones, demostrándole seguridad ante todo. Ambos quedaron frente a frente. Badump... Badump... Badump. Al unísono, recordaron los besos dados la noche anterior. Badump, Badump, Badump. Un intenso y ardiente rubor cubrieron las mejillas de ambos, sintiendo al mismo tiempo un incesante nerviosismo. Desviaron las miradas hacia puntos diferentes.
Natsuki le echó un vistazo. Él estaba más guapo de lo normal, se veía atractivo con esa elección de ropa, más varonil. Cayó en cuenta, que no se había detenido anteriormente a contemplar su rostro, pero él tenía un pequeño lunar en la barbilla. De repente, sintió su corazón palpitar cada vez más fuerte, tanto así como si fuera salirse del pecho. Sus manos empezaron a temblar y sus mejillas a arder con insistencia. Mientras lo analizaba, él la miró. Quitó los ojos sobre él.
Hiroshi sintió su mirada sobre él, no era su imaginación, ella lo observaba, pero deteniéndose a contemplarla, se veía más hermosa con esa vestimenta y ese labial. Su corazón agitado, parecía querer salirse del pecho, más debía calmarse. Puesto que, ambos eran objeto de miradas curiosas y de personas intrigadas por sus bellezas, eso significaba que pronto los reconocerían y volverían a llamar la atención de la prensa. No le importaba realmente la prensa ni qué dijeran, pero las vidas de ambos se volvería farándula y serían el objetivo de muchas personas dañinas. Tomando valor y con delicadeza, la agarró de la mano, luego salieron corriendo.
Por su parte, Natsuki no entendía el motivo por el cual Hiroshi salió corriendo con ella tomados de las manos. ¿Será que ella se veía rara? Muchas interrogantes invadieron sus pensamientos, sin embargo, aún tomados de la mano entretanto corrían, Hiroshi volvió la cabeza hacia ella sonriendo alegre, como si había hecho alguna travesura. Una sonrisa de felicidad, una sonrisa contagiosa. Tan contagiosa, que ella también sonrió feliz.
...
En algún lugar del centro de la ciudad...
Yoshida caminaba segura de sí misma mientras mantenía una conversación por teléfono con Árika, quien le llamó con la finalidad de confirmar si asistiría a ver una película en el cine junto a las demás, para pasar una noche solo de chicas. En parte, salir con ellas significaba que podía olvidarse un rato del trabajo, ya que, además de estar en el mismo grupo musical, cada una ha tomado caminos diferentes y ella eligió el modelaje. Por otro lado, Natsuki estaría ahí, es su amiga, pero aún no supera que ella y su amor imposible estén saliendo formalmente.
– Estaré ahí. – dijo Yoshida, antes de cerrar la llamada.
– ¿Es usted, Yoshida Mizayaki? – interrogó un señor, apareciendo a su espalda.
Yoshida dio media vuelta. – ¿Y usted, es...? – enarcando una ceja, desconfiada.
– Mi nombre es Sasori. – le extendió una mano, la cual ella aceptó. – Trabajo para la empresa de modelaje Akatsuki y estoy en busca de nuevos talentos. ¿Le importaría tomarse un café? – indicándole un café al frente.
– En absoluto. – respondió encantada, entonces los dos entraron al establecimiento.
...
En un determinado bar a las afueras de la ciudad, Kakashi entrecerró sus ojos negros, observando con pesar el vaso en su mano y el líquido ambarino vibrando suavemente en el interior de las paredes de cristal, haciendo pequeñas ondas. Codo izquierdo sobre la barra y codo derecho igualmente sobre la misma, dedos firmemente enroscados alrededor del Whisky que acababa de pedir. En el interior del mismo, dos cubos de hielo chocaban ocasionalmente con un pequeño tintineo.
De repente, un señor de aproximadamente cincuenta años de edad, con el pelo blanco y dos rayas rojas que le llegaban justo al empezar la boca, tomó asiento a su lado y enseguida pidió al bartender un Whisky doble sin hielo. – Las informaciones suministradas por tu esposa...– apenas comentó, pero calló cuando el empleado dejó su pedido sobre la barra. –...han sido confirmadas. – Kakashi le miró directamente, sorprendido. – Me tomó bastante tiempo, recolectar las evidencias. – deslizó un sobre amarillo encima de la barra hacia el Hatake, quien lo iba a tomar, pero lo deslizó de regreso sin apartar su mano de dicho sobre. – Lo que verás, no te gustará. – dejó el sobre frente al Hatake, se bebió de un sorbo su Whisky y se levantó dispuesto a marcharse.
– Jiraiya...– susurró Kakashi, observándole. El aludido esperó pacientemente. – Gracias.
Jiraiya suspiró. – Kakashi, antes de abrir ese sobre, piensa lo que vas a hacer. Porque si actúas con ira, estarías haciendo lo mismo que ellos. – se marchó, dejando al Hatake solo.
Kakashi frunció el entrecejo, alzando la mano y acercando el Whisky a su nariz. – Tengo que conocer la verdad. – bebió de un sorbo su Whisky y, con un seco golpe, dejó el vaso sobre la superficie lisa de la barra. Sin perder más tiempo, abrió el sobre y extrajo todas las documentaciones y fotografías recolectadas. Empezó a leer con sumo cuidado, cada palabra de un informe clínico, el cual estaba en ruso.
A medida que avanzaba la lectura, sus ojos se abrían cada vez más. Entonces, una fotografía llamó su atención, la misma que años atrás le envió a sus hijas para que investigaran en Konoha alguna relación con la misma. En ella, Kurenai aparecía cargando un bebé recién nacido. Entre los documentos, habían tres registros de nacimiento del hospital donde su amada esposa dio a luz en Rusia. Ese día recuerda que, horas antes de adelantarse el parto, él tuvo que viajar en su avión privado a concretizar la firma de un acuerdo con un empresario destacado; cuando retornó, ella había perdido el conocimiento.
El informe clínico aclaraba que, su esposa, a pesar de su estado de salud, dio a luz parto normal, lo cual todo el proceso la agotó y duró días inconsciente. Al despertar, permaneció en observación y un doctor, cuyo nombre se desconoce, le indicó ciertos medicamentos no autorizados que alteraron su estado emocional. Por lo que, a la paciente le fue recomendado asistencia profesional con un psicólogo.
Dejó el informe clínico de lado, tomó un sobre blanco tipo carta, al abrirlo se sorprendió del contenido. Era una Certificación, donde confirmaban huellas dactilares en varias escenas: la cuerda de la barrandilla que cayó sobre Anko años atrás, la cual fue cortada; el vestido de novia despedazado y la recepción destrozada; un somnífero puesto en el zumo de naranja que Anko tomó en el hotel, la noche que él le iba a pedir que se casara con él, y que casi le costó la vida cuando cayó a la piscina; y, los frenos de su auto, los cuales fueron arrancados, por lo que Anko no pudo frenar y sufrió ese accidente, pero en éste último acto, alguien quería matarlo a él o a ambos, más no contaron con que ella subiría al automóvil sin compañía.
Cada una de esas escenas, tenían huellas dactilares diferentes y todas iban encaminadas a conocidos, pero viendo más allá no podría ser posible. ¿O sí? Sin embargo, un hecho sobre todos los procesados, no podía perdonar. Arrugó la hoja mientras sus manos temblaban de furia. Pidió otro whisky, ésta vez propio sin hielo. Cerró sus ojos, pensando en las diferentes formas que le diría a su esposa lo descubierto; ella ha estado los últimos días visitando un psicólogo de confianza, ya que ella necesitaba volver a ser la persona quien era.
Las sesiones de terapias, la han cambiado mucho y no era justo recordarle todos esos sucesos. No era justo, pero ella debía cerrar esos capítulos del pasado, deshacerse de esos molestosos fantasmas. Sin embargo, antes de hablar con ella, debía enfrentar a alguien de su pasado. El bartender colocó su bebida frente a él. Extrajo el celular del bolsillo de su pantalón y empezó a buscar un contacto que hacía más de veinte años no llamaba. Agarró el vaso con la izquierda y, torciendo el gesto con melancolía, marcó a ese alguien. Mientras esperaba escuchar la voz de la otra línea, bebió un sorbo de su whisky sin hielo. Sonaba, nadie contestaba... Sonaba y... Descolgaron. – Necesito que nos veamos en este momento. Te enviaré la ubicación. – dijo cortante, para luego cortar la llamada.
See you later... (~,~)...
