Bonjour! Esperando que se encuentren bien... Aquí les dejo el siguiente capítulo, el cual acabo de realizarle unos últimos detalles. No abundaré mucho, sólo les exhorto tener una buena lectura y cualquier falta ortográfica que aparezca, les pido excusas anticipadas, ya que he escrito éste y otros capítulos desde mi celular.
Sin nada más que agregar...
Okāsan, doko ni iru no?
(23)
Kakashi observó el vaso en su mano derecha y el líquido cristalino vibrando suavemente en el interior de las paredes de cristal, haciendo pequeñas ondas. Codo izquierdo sobre la barra y antebrazo derecho igualmente sobre la misma, dedos firmemente enroscados alrededor del Whisky que acababa de pedir. En el interior del mismo, dos cubos de hielo chocaban ocasionalmente con un pequeño tintineo. Bebió un sorbo y observó con furia contenida a la persona dueña del brazo que se encontraba a su lado, sentado, bebiéndose un vaso de Whisky propio, sin hielo. – Te cité aquí por varios motivos. – siseó, serio. Luego deslizó sobre la barra un sobre amarillo y lo dejó frente a esa persona.
Asuma dio una calada al cigarrillo, entonces agarró el sobre mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero. – ¿De qué se trata esto? – le interrogó, extrañado.
– Ábrelo. – respondió el Hatake, tratando de aparentar sereno.
El Sarutobi abrió el referido sobre y vio el contenido. En él, habían muchas fotografías tomadas de su hijo Hiroshi con la hija del Hatake, Natsuki. Mientras las veía, no se sorprendió, ya que en los últimos días, ese era el tema ante los medios. Ambos jóvenes no han confirmado su relación, más no era necesario hacerlo, puesto que las evidencias estaban más que claras. – El destino sí que sabe realizar buenas jugadas. – comentó divertido.
Torciendo el gesto en desagrado, vaso aún en la mano, Kakashi observó molesto al Sarutobi. – Dadas las circunstancias, no puedo permitir que nuestros hijos mantengan una relación. – musitó mientras se llevaba el vaso a su boca. Bebió un sorbo y con un seco golpe, dejó el vaso sobre la superficie lisa de la barra
– Dadas las circunstancias, ¿eh?– dijo Asuma para sí mismo. Es cierto que, hubo un tiempo donde ambos fueron más que los mejores amigos y cómplices, hermanos; pero debido a las circunstancias, esa amistad fue hecha pedazos. Ahora, la vida se empeña, ya sea en unirlos otra vez o alejarlos cada vez, a causa de sus hijos, quienes mantienen una relación. No sólo eso, por esa relación, su hijo se fue de la casa. Y su ex-amigo, se niega a permitir que su hija sea feliz; entiende que el pasado no debería afectar a sus primogénitos, quienes son amigos de infancia, pero sinceramente está de acuerdo con alejarlos, a consecuencia de otra situación. – Que me muestres esto, significa que quieres que intervenga, ¿no? – preguntó tranquilo, más tomó un sorbo de su Whisky. Luego contempló el líquido ambarino vibrando gradualmente en el interior del vaso.
– También esto. – agregó Kakashi, deslizando otro sobre amarillo y colocándolo enfrente del Sarutobi.
Asuma frunció el entrecejo, extrañado. Más sin decir nada, agarró el referido sobre y lo abrió. Empezó a ver cada documentación, la mayoría estaba en ruso, por lo que no entendía ese idioma. Sin embargo, sí sabía lo que significaban las fotografías. Abrió sus ojos desmesuradamente. En ellas, aparecía su mujer cargando un bebé recién nacido. – E-Esto e-es...– sus manos empezaron a temblar. No podía creer que después de tantos años, el Hatake descubriera la verdad.
Kakashi vio de soslayo la temerosa expresión del Sarutobi, por lo que tensó los labios en una línea, tratando de calmarse. – Investigué todo, Asuma. – apretó el vaso y bebió otro sorbo. Necesitaba tranquilizarse, no podía perder los estribos, porque de hacerlo, golpearía a su ex-amigo como nunca había golpeado a alguien. – Ese niño, no es Hiroshi, ¿cierto? – Asuma tragó saliva, a duras penas. – Tampoco tuviste otro hijo, ni dentro o fuera del matrimonio. – Asuma empezó a respirar agitado, ya que sentía la nula ventilación a su alrededor. – ¿Cómo quieres que proceda? ¿Denuncio a tu esposa por secuestro?
– Kakashi, yo...– empezó a decir, más silenció. Volvió la mirada hacia el Hatake, quien tomaba Whisky desenfrenadamente y no era para menos. Él y su esposa le hicieron algo horrible a ellos, ella por realizarlo y él por ocultarlo. Ya no tenía caso seguirlo ocultando. Suspiró, resignado. – Hace años, quería arreglar las cosas contigo y Kurenai deseaba ver a su amiga otra vez. – agachó la cabeza. – Viajamos a Rusia, ahí nos enteramos de que tú habías viajado de improviso y tu esposa estaba en labor de parto. – agarró el vaso y bebió el líquido ambarino de un sorbo. – Decidimos esperar a que sus bebés nacieran antes de regresar. Eran tres hermosas niñas, pero hubo una explosión en el ala oeste del hospital. En esa área, estaban los bebés nacidos. – Kakashi abrió sus ojos, desconcertado. – Kurenai y yo corrimos para ver qué pasaba, ahí nos dieron la noticia de que una de tus hijas había fallecido por exceso de inhalación del humo esparcido. No pudieron hacer nada por ella.
– Una... niña...– Kakashi separó sus labios, atemorizado, pero a la vez feliz de saber que era una niña.
– Luego, escuchamos a unas enfermeras decir que la madre de una bebé, falleció en un intento por rescatar a su hija. – abrió la palma de su mano derecha con detenimiento, y una sonrisa entristecida surcó sus labios. – Esa bebé no tenía padres. Kurenai y yo no podíamos tener más hijos, así que decidimos adoptarla. – Kakashi agachó la cabeza y cerró los ojos, dolido por haber pensado que ellos habían secuestrado a su hija. – Con el tiempo, al conocer a Natsuki-chan...– Asuma alzó la cabeza hacia arriba, sabía que dijera lo que dijera a continuación destruiría definitivamente la relación entre ellos. – Cuando vimos a Natsuki-chan, al instante nos dimos cuenta del parecido con nuestra hija.
...
En algún lugar…
Sentados en una de las mesas del restaurante de comida rápida McDonald´s, ubicada en una esquina, Natsuki terminaba de comer vergonzosamente mientras un sonrojado Hiroshi, con el codo derecho sobre la mesa y cabeza apoyada en la palma, le sonreía sin dejar de mirarla. – Definitivamente, eres hermosa. – musitó, ilusionado.
Un intenso rubor apareció en las mejillas de Natsuki, quien las sentía ardientes. – ¡Deja de mirarme así, me da vergüenza! – exclamó ella, cubriéndose el rostro.
Una divertida risa escapó de la boca de Hiroshi. Dejó de reír, entonces la contempló, ella bebía la soda que había pedido con elegancia. Cada vez que se detenía a observarla, sin duda alguna ella era preciosa, sus gestos elegantes y toda ella espectacular. Parpadeó lento sin apartar sus ojos sobre ella. Si tan solo ella... De repente, su celular, ubicado encima de la mesa, empezó a vibrar. Desvió los ojos hacia él, agradecido de que se tratara de un mensaje y no una llamada de su madre. Si bien es cierto, rechazó la cita con ese importante productor para estar con Natsuki, tal vez su madre nunca le perdone el haberla desobedecido. Suspiró, lo hecho, hecho está.
Agarró el móvil y leyó el mensaje. Una aliviada sonrisa atravesó sus labios. Él había contactado a un agente inmobiliario con el propósito de que le consiguiera un apartamento acogedor y, una vez encontrado, fuera amueblado; y en el mensaje le confirmaban el espacio perfecto. – Natsuki...– ella le miró mientras tomaba el último sorbo de soda. – ¿Te importaría acompañarme a un lugar?
– No me importaría, en absoluto. – respondió Natsuki, sonriendo feliz.
– Sí... Esa es la sonrisa que deseo proteger. – se dijo Hiroshi a sí mismo.
...
Volviendo al bar...
– Cuando vimos a Natsuki-chan, al instante nos dimos cuenta del parecido con nuestra hija. – dijo Asuma, mirando hacia arriba.
La furia que Kakashi reprimía, explotó en parte. Se levantó de la silla y lo agarró bruscamente del cuello de la camisa. – ¿Por qué? – le miró con rencor. – ¿Por qué, Asuma? ¿Por qué callar y quedarte con mí hija? – el Sarutobi intentaba zafarse del agarre, pero el Hatake lo tenía bien agarrado. – ¿Sabes las veces que mi esposa lloró su pérdida? ¿Sabes qué se siente, ir perdiendo una a una a tus hijas? – lo soltó y le dio un preciso puñetazo que lo tumbó al suelo. – ¡Sabías que Anko y yo pasábamos por un mal momento! ¡Y ni siquiera tuviste el valor de decirnos la verdad!
– Tienes razón. – siseó Asuma mientras se levantaba del suelo y limpiaba la sangre que escapaba de sus labios. – Lo oculté por un deseo egoísta. Lo oculté para proteger a mi esposa. Lo oculté para seguir siendo una familia feliz, porque si te decía, esa niña iba a ser arrebatada de nuestros brazos. – agachó la cabeza, avergonzado, ante la mirada fría del Hatake.
Kakashi cerró los ojos, aplastando las lágrimas que intentaban escapar debido a la furia que continúa reprimiendo. – Asuma... ¿Dónde está ella ahora? – entreabrió los ojos observando al nombrado. Mirada atemorizante.
Asuma desvió la cabeza hacia un costado, no queriendo decirle esa información. – Lo lamento, pero no puedo decirte eso. – susurró, apenas audible.
Furioso, Kakashi apretó el puño dispuesto a golpearlo nueva vez hasta obligarlo a confesar. Pero deshizo el puño. – Yo mismo la encontraré. – se dio vuelta, dándole la espalda. – Y cuando lo haga, te la quitaré. – se puso en marcha. Asuma, asustado, giró sus talones. – Ah...– se detuvo. – Dile a tu hijo, que se aleje de mi hija. – se marchó, dejando al Sarutobi preocupado.
Kakashi subió a su auto y arrancó como alma que llevaba el diablo. Estaba más que furioso, también sentía dolor por la traición de quien creía su amigo. Pero debía calmarse, no podía llegar en ese estado a la casa. No solamente debía calmarse, tenía que buscar las formas de decirle a su esposa sobre lo acontecido. No podía ni debía ocultarlo, no a ella. Después de todo, ella se enteraría de otra manera. Mientras pensaba, se detuvo frente a su casa por inercia.
Inhaló profundo, exhaló lentamente. Repitió ese proceso tres veces, salió del auto y se encaminó hacia la casa. Cuando entró, quería lavarse el rostro, sin embargo, para su mala suerte se encontró con Anko, sentada en el sofá leyendo un libro. Al verla tan concentrada y quieta, pareciera como si nunca ella había estado en coma y en proceso de rehabilitación. No quiso interrumpirla, por lo que en cuclillas empezó a subir las escaleras.
– Kakashi. – la escuchó decir, se quedó de piedra.
Maldiciendo a aquellos que lo odian, giró sobre sus talones. Ella seguía leyendo el libro. – Hola, amor. ¿Cómo ha sido tu día? – preguntó, sonriendo forzosamente. – Pensé que estarías en la sesión con Ibiki-san. – el nombrado era el psicólogo de confianza.
Sin despegar los ojos del libro, Anko se levantó. – Quieres decirme algo, pero no te atreves. – Kakashi sudó frío. Ella empezó a caminar hacia él. – Te dirigías a lavarte el rostro para evitar que yo te viera furioso. – él cerró las manos en puños. – Más no contabas que hoy no tenía cita con el idiota de Ibiki-san.
– ¿I-Idiota...? ¿Qué habrá pasado ésta vez? – una gota de sudor deslizó por la cabeza del Hatake.
Anko cerró el libro de golpe, trayendo de regreso a la realidad a su esposo y le miró directamente a los ojos. – Kakashi, no me ocultes nada. – su mirada entristeció. – Por favor.
Dejando escapar un gran suspiro, Kakashi descendió los peldaños y la agarró de las manos. – Anko, amor, antes de hablarte con la verdad, necesito que te tranquilices. – ella afirmó con la cabeza sin despegar la mirada de él. – Lo que diré, cambiará nuestras vidas. – ella volvió a asentir. Inhaló profundo, exhaló lentamente nueva vez.
Kakashi empezó a contarle sobre sus sospechas de los incidentes surgidos años atrás, los resultados de la investigación realizada por Jiraiya, lo encontrado en las huellas dactilares en las escenas, las cuales fueron manipuladas, la relación de su hija con el hijo de los Sarutobi, de la cual ya sabía, pues está en todas las noticias. Hizo una pausa. Comenzó a contarle sobre la última información, la más impactante de todas, ella permanecía atenta y tranquila, hasta que la soltó. Del rostro de Anko, salieron silenciosas lágrimas deslizándose en sus pálidas mejillas y acumulándose en el mentón; y las piernas perdieron sus fuerzas.
Kakashi la agarró, entonces se agachó con ella, quien no retuvo las ganas de llorar y explotó en llantos. Rodeó los brazos alrededor de ella, abrazándola, reconfortándola y demostrándole seguridad. Verla llorar le partía el alma en dos. No podía verla así, pero debía decirle la verdad. No podía ocultarle algo tan importante. ¿Cómo su amigo fue capaz de ocultarle la existencia de su hija que creía muerta? ¿Era más importante callar para proteger su familia y la de su amigo cayera en ruinas? ¿Cómo pudo ser tan egoísta? – Te prometo encontrar a nuestra hija. – le susurró, dolido. La abrazó fuerte, centrándose en ella, por lo que no se percató de que alguien, escondido, había escuchado todo.
Detrás de la pared, Natsumi escuchó todo. Absolutamente todo. Por lo que, una punzada hincó en su pecho y se tapó la boca, procurando que no la descubrieran. Lágrimas empezaron a correr por sus sonrosadas mejillas. Quería llorar de dolor, impotencia, furia... No podía describir esas emociones que sentía en su pecho. Pero sí podía comprender, que una vez su hermana descubriera la verdad, su amorío con el Sarutobi... terminaría.
...
En el suelo de gres porcelánico de material pulido, se podía escuchar y sentir los repetidos pasos de tacones de alguien caminar en aquel lujoso departamento. Los pasos se detuvieron en la sala de estar, donde el hermoso gres porcelánico resaltaba la refrescante y armoniosa decoración, y un bonito sofá modular de tapiz blanco. – ¿Te gusta? – interrogó Hiroshi, sonriendo de lado mientras se rascaba la cabeza.
Natsuki, quien en ese momento le daba la espalda, giró sobre sus talones para mirarlo. – Tienes buen gusto. – respondió sonriendo.
– Me alegra que te gustara. – dijo Hiroshi, acercándote a ella. – Pero el crédito se lo lleva la decoradora que contraté. – rodeó los brazos alrededor de su delgado cuerpo y la abrazó apegándola hacia su cuerpo. Un leve sonrojo apareció en las mejillas de la Hatake.
– ¿Por qué decidiste mudarte? – cuestionó Natsuki, curiosa y a la vez extrañada, ya que él no había dicho nada sobre esa decisión tan repentina.
– ¿Por qué? – musitó él, escondiendo el rostro en el hueco entre el cuello y el hombro de la chica. Cerró sus ojos negros, disfrutando la cercanía de su Natsuki. – Digamos que...– entreabrió los ojos con una seriedad que la desconcertaría si ella lo viera. –...era tiempo de que tomara mi propio camino. – volvió a esconder el rostro en el mismo hueco. – Era esto o alejarme de ti. No quiero dejarte ir, ahora que te tengo a mi lado. – dijo para sí mismo, apretando el cuerpo de ella contra el suyo.
– Hiroshi... me estás abrazando muy fuerte. – se quejó Natsuki, frunciendo el entrecejo.
Hiroshi suavizó el abrazo y cerró nuevamente los ojos. – Quédate así un momento. – ella, sorprendida ante dicha petición, correspondió el gesto. Tenerse juntitos, olfateando el rico aroma de sus perfumes... sintiendo sus calores... Desearían tan solo... Se separaron un poco, lo suficiente para contemplar sus ojos.
Hiroshi apartó un mechón del cabello de ella y lo acomodó detrás de la oreja sintiendo el suave tacto de la femenina piel mientras sus ojos posaron en los labios de ella, notando un tenue color rosa y un leve brillo debido a la fría soda que minutos antes había ingerido. Labios pequeños y carnosos... Se mordió el labio inferior. Desearía probarlos, un corto beso, nada más... Sólo uno. Lento y sin prisa fue acortando los centímetros que los separaba, pues el incesante impulso de sentir sus labios le obligó a no pensar, sólo besarla, nada más. Sólo... Palpitación. Escuchó el fuerte latido de un corazón. ¿El suyo? Sí, pero también se escuchaba otro corazón alterado y era el de ella. Levantó la vista, las mejillas de ella estaban completamente ruborizadas de un rosado fascinante, dándole un aspecto tímido y avergonzado. Ella es diferente. ¿Diferente? Sí, especial en todos los sentidos. De sólo pensarlo, un leve sonrojo apareció en sus mejillas.
Miradas intensas, rostros sonrojados mientras la temperatura aumentaba en el departamento y el calor floreciendo de sus cuerpos cada vez atraía al género opuesto. Desearían... tantito nomás... tocar sus labios. Estaban a poco de rozar los labios del otro, pero rápidamente, ambos se dieron cuenta de la situación. Parpadearon volviendo en sí. Enseguida, ambos se apartaron y desviaron sus respectivos rostros a lados opuestos olvidando que sus corazones palpitaban a mil como la fuerza de un tambor, preciso y constante, como si fuera a salirles del pecho.
Natsuki se llevó ambas manos al pecho. – Me siento agitada. – dijo para sí misma, intentando calmar a su corazón.
Hiroshi se ventiló el pecho con la camiseta, totalmente nervioso y ruborizado. – Hace calor aquí, ¿no lo crees? – preguntó, contrariado. Ella afirmó con la cabeza. – ¿Dónde estará el control del aire acondicionado? – se dispuso a buscar el mencionado objeto.
– Hi-Hiroshi...– ella titubeó, nerviosa. – Lo mejor es que me vaya a casa. – la decisión de la chica, fue un duro golpe para él, más no sabía porqué. Ante la no respuesta del chico, Natsuki se dirigió a la puerta para irse, pero algo le detuvo.
Hiroshi, con la cabeza agachada y los flequillos cubriendo sus ojos, la tenía agarrada del brazo derecho, impidiéndole marcharse. – Natsuki...– voz rasposa y temblorosa. Ella volvió la cabeza hacia atrás, él no la miraba. – Quédate conmigo.
– ¿Eh? – ella se quedó de piedra. ¿Cómo debería interpretar aquello?
– Quédate aquí.– volvió a proponerle, más ella, ruborizada, no entendía la referencia, pues esa proposición tenía varios sentidos. Inhaló profundo, exhaló lentamente. Inhaló y alzó la cabeza, dedicándole una mirada seria. – Natsuki, ¿Quieres vivir conmigo? – le preguntó de imprevisto.
– ¿Eh? – Natsuki sentía que sus mejillas ardían cada vez más. – Pe-Pero e-es m-muy pr-pronto.– titubeó más nerviosa que él. – A-Apenas estamos saliendo. – movía la mirada de un lado a otro, esquivando la de él.
– Pero nos conocemos desde niños. – respondió Hiroshi, más seguro que nunca. Ella clavó la mirada completamente nerviosa hacia un costado. – No veo el porqué no podamos convivir juntos como una pareja. – ella le miró con ojos desbordantes de ilusión. – Tu hermana e Ishida pronto se casarán, nosotros debemos avanzar también. – descendió la mano en el brazo derecho de Natsuki, el cual mantuvo agarrado, en una tierna caricia y agarró su mano derecha. – Sabes que te amo, lo he dicho varias veces. – ojos entristecidos. – ¿Tú... me amas?
Natsuki abrió sus ojos desmesuradamente. Él sabía que ella lo amaba, ¿no? Pues, aceptó salir con él, sino no hubiera aceptado salir con alguien que no ama; tampoco le permitiría besarla, porque... ¿Quién se dejaría besar por alguien que no sientes atracción? O es que él aún... Una divertida risa escapó de su boca. – Eres un tonto. – él parpadeó, confuso. – Pero eres mi tonto. – correspondió el agarre de manos y se aproximó a él. – Si no me gustaras, jamás aceptaría salir contigo. – posando mano izquierda en la mejilla del Sarutobi y alzando un poco el rostro, plasmó sus labios sobre los de él en un casto beso. – Te amo. – ruborizada, procuró alejarse de él.
Pero... en un movimiento inesperado, Hiroshi extendió el brazo derecho hacia ella y posando mano derecha detrás de la nuca de Natsuki la atrajo hacia él y plasmó sus labios sobre los de ella aprisionándolos efusivamente. Por su parte, Natsuki abrió sus ojos desconcertada ante la acción del Sarutobi, sin embargo, los entrecerró desbordando éstos una ternura evidenciada y poco a poco iban cerrando mientras su cuerpo se relajaba ante el contacto de labios.
Sintiéndola suavizar los músculos, Hiroshi empezó a mover los labios con delicadeza indicándole la vivacidad del beso; entonces, ambos acogieron un movimiento de saciedad, dejándose llevar plenamente, degustando y saboreando los labios del otro, atrapándolos y apretándolos repetidamente entretanto sus mentes les pedía a gritos probar más de aquel caliente y fogoso contacto. Él deslizó su mano izquierda en la femenina espalda y la apegó de su cuerpo obligándola a retroceder hasta aprisionarla contra la pared. La sensación fue más real y gustosa, por tanto, ambos dejaron escapar un suspiro de placer. No obstante, sin darse cuenta, Hiroshi le frotó su lengua por el labio inferior y lo mordió suavemente ocasionando que ella deshiciera aquel contacto. – ¿Te desagrada? – le interrogó Hiroshi, mirándola directamente a los ojos. En respuesta, las mejillas de Natsuki se tornaron de rojo carmesí, pero negó la cabeza. – Es bueno saberlo. ¿Puedo intentarlo? – con cierto aire de timidez, ella afirmó con la cabeza. – Te amo. – susurró contra su boca.
Depositó sus labios sobre los de ella, ésta vez la besaba lento, sin prisa, siendo correspondido gustosamente y, aprovechando el momento, delineó los labios de Natsuki con su lengua. La sintió estremecerse, pero no se separó, más bien ella se dejó llevar separando los labios y permitiendo el acceso de la lengua de Hiroshi deslizarse dentro de su boca, teniendo contacto con su lengua e intentando dominarla. Sentir los húmedos labios del Sarutobi sobre los suyos y su lengua teniendo contacto con la suya, acariciando e intentando dominarla, le provocó un extraño pero agradable cosquilleo en su intimidad; por tanto, deslizó ambas manos y las apoyó en la espalda de él, enseguida las volvió puños agarrándole en el proceso la tela de la camisa no deseando apartarlo de su cuerpo porque la sensación empezaba a ser placentera. Se apegó más a él. Esa húmeda lengua jugueteando con la suya, era tan agradable, no sabía lo rico que era besar dándole una sensación de deleite.
Por su parte, Hiroshi sintió nueva vez esa sensación de exquisitez al probar la suavidad de los labios de su amada, los cuales desde que los probó se volvió adicto a ellos. Gustoso y emocionado por seguir probando tan suaves labios, la apegó más a su cuerpo y le mordió el labio inferior. Natsuki dejó escapar un quejido de incomodidad mientras el rubor en sus mejillas intensificaba. Gemido agradable para sus oídos, sus respiraciones se tornaron agitadas mientras sus lenguas bailaban en armonía. El beso se hacía más intenso, abriendo más la boca para tener un mayor acceso; entonces, Hiroshi deslizó sus manos acariciando la cintura de la chica, y en un arrebato posó una de ellas sobre el voluptuoso seno de Natsuki por encima de la blusa, le acariciaba masajeándolo y apretándolo, frotándole el pezón con la palma, arrancándole gemidos de placer.
– Hiro... shi...– susurró Natsuki, con dificultad. – E Es.. Espera...– frunció las cejas mientras las caricias del Sarutobi le provocaba exquisitas sensaciones, pero él no parecía entrar en razón y no dejaba de besarla mientras ella no tenía fuerzas para alejarlo. – A-Ah... Hi... Hiroshi es espera.– la experta lengua ensalivada de Hiroshi empujó la suya y sintió la saliva diluirse en su boca. Aferrándose a él, trató de acoger distancia, más él no le permitió alejarse, al contrario, Hiroshi la alejó de la pared y la obligó a retroceder hasta arrastrarla hacia la recámara. Sin dejar de besarse, se dejaron caer suavemente sobre la cama. – Hi... Hiro...– el aludido rompió el beso ante la falta de oxígeno que necesitaban sus pulmones quedando un hilo de saliva el cual aún los unía. Entreabrieron los ojos y se miraron directamente deleitándose con simpleza. – Hiroshi, debo ir a casa.– logró musitar, respirando agitada.
En un rápido movimiento, Hiroshi se colocó encima de Natsuki posicionando las rodillas a los costados e inclinó el cuerpo hacia delante quedando a escasos centímetros de su sonrojado rostro. – ¿Por qué quieres irte? – acomodó su cabeza entre el cuello y el hombro de Natsuki, entonces aspiró su aroma de mujer y mientras lo hacía le rozaba la nariz en el cuello, seguido de la lengua. –Quédate. – agarró sus pequeñas manos y las subió por encima de la cabeza de Natsuki, entonces deslizó las palmas en las manos de ella y posándolas en sus palmas entrelazó los dedos. – Te amo. – el brillo en sus ojos se avivó, al igual que los de Natsuki. – Te necesito conmigo. –le mordió el labio inferior con tanta sensualidad que ella dejó escapar un gemido.
La respiración de Hiroshi se volvió más agitada. – No quiero separarme de ti. – unió sus labios con los de Natsuki y ambos empezaron a moverlos con suavidad, degustando y saboreando los labios del otro. Sintiendo la exquisitez de sus besos, Natsuki correspondió a entrelazar sus manos y apretó las de Hiroshi dejándose llevar enteramente por el beso y abriendo su boca aprobándole así el acceso a él de introducir su cálida y a la vez húmeda lengua en su boca. Se besaban suave y tiernamente, devorándose los labios como si sus vidas dependieran de ello, apretando y succionando sus labios.
Hiroshi entreabrió sus ojos, mirada fascinada. Intensificó la unión de manos provocando en ella un arqueamiento y liberó su boca ante la falta de oxígeno; mientras respiraban vehemente, él la miró directamente al sonrojado rostro el cual mostraba una expresión esperanzada y encantada, al mismo tiempo una expresión de sorpresa, pues las mejillas de Hiroshi, al igual que las de ella, ruborizaban con intensidad, entretanto los corazones de estos dos próximos amantes palpitaban agitados. Por lo que, tembloroso, él aproximó su rostro al de ella, enseguida deshizo la unión de manos y de inmediato posó sus temblorosas manos suavemente sobre las sonrosadas mejillas de Natsuki y la volvió a besar, esta vez con más ternura. Por su parte, Natsuki posó sus manos encima de las de él y las agarró aferrándose a ellas y perdiéndose en el placer que le brindaban los apasionados besos del Sarutobi.
Hiroshi liberó su boca, enseguida hundió el rostro bajo su mentón, besando su cuello desde la oreja hasta el nacimiento de sus hombros y más abajo, ganándose sensuales gimoteos desde la boca de su amada, quien se irguió hacia atrás al sentir los labios de él besar lentamente en la piel de su cuello y, mientras la besaba en aquella zona, se deshizo de la blusa y ropa interior superior dejándola a su merced. Ella soltó un suspiro placentero ante la delicadeza de sus movimientos. Él descendió y le rodeó el pequeño botón que coronaba el seno derecho con su cálida lengua. Natsuki soltó un suspiro placentero ante la delicadeza de sus movimientos, sintiendo la cálida lengua de su enamorado lamiendo el rosado botón de su seno con devoción, y era una sensación difícil de explicar, así que empezaba a sentirse húmeda. De pronto, él comenzó a mordisquear la suave piel que besaba, y ella fue incapaz de reprimir un gemido, de arquear la espalda y abrazarse a él, y mordiéndose los labios para mantenerse callada.
Hiroshi hizo un camino de besos en línea recta hasta llegar al ombligo, allí le acarició las caderas y, poco a poco fue deslizando el short e interior dejándola completamente desnuda ante sus ojos. Avergonzada, Natsuki intentó cerrar las piernas y cubrirse con los brazos pero él la detuvo manteniéndolas separadas. – Eres preciosa. – el rubor de las mejillas, tanto de ella como las de él, se intensificaron. – Te quiero solo para mí. – sin dejar de mirarla, besó sus labios vaginales, otro beso y le pasó la lengua húmeda en su clítoris.
Natsuki se cubrió la boca con ambas manos evitando gemir. Él lamía y besaba saboreando y aprisionando sus labios vaginales, haciéndole perderse en aquellas placenteras sensaciones gustosas. Ella se mordió las manos que cubrían su boca, reprimiendo los quejidos. – ¿Qué estoy haciendo? Debemos parar, pero yo... – se dijo a sí misma entretanto aguantaba esos extraños sonidos que escapaban de su boca.
Hiroshi irguió el cuerpo y se deshizo de la camisa y camiseta permitiendo que los ojos de ella se deleitaran viendo su fornido y desnudo abdomen, sin embargo, desde allí contempló el ruborizado rostro de la Hatake provocando en él diversas emociones mezcladas cuales no se detendría a pensar en ello, solo a disfrutarla. No cabe duda, ella era hermosa ante sus ojos, especial y única. Ella es Su corazón palpitó más agitado. Ella Sus ojos brillaron intensamente. Ante sus ojos, ella se veía preciosa. Ella, la mujer por la que siempre esperó, la que había cautivado su corazón. Acortó la distancia que los separaba, entonces depositó un beso húmedo en su vientre y regresó por el mismo camino antes realizado, llenándola de besos hasta llegar al cuello.
Le apartó las manos de la boca y la besó en los labios ladeando la cabeza, pronto le sostuvo el mentón con su mano izquierda y empezó a correr la lengua dentro de su boca mientras la otra mano jugaba con su clítoris. Al sentirla contraer el beso, la mano posada en el mentón se trasladó detrás de su cabeza ejerciendo presión evitando que ella dejara de besarlo. Natsuki se removió un poco, deseando más de aquel excitante roce. Por su parte, Hiroshi dejó escapar un quejido al sentirla removerse mientras su pene palpitaba presionando contra su pantalón que hasta le dolía bastante y ya no podría seguir aguantando, la excitación latente no le permitía mantener su mente coherente; así que, sin esperar más, se deshizo del pantalón y calzoncillo ante la avergonzada mirada de Natsuki, la cogió por la cintura para elevar un poco su cadera, se acomodó entre sus muslos y poco a poco fue entrando dentro de ella.
Ella abrió los ojos abiertamente los cuales se desorbitaron mientras se aferró a las sábanas blancas, y arqueó la espalda pegando el pecho contra el suyo. Hiroshi presionó un poco más, pero un quejido de malestar escapó de la garganta de Natsuki. Preocupado, Hiroshi se detuvo y acomodó la palma de su mano derecha en la mejilla izquierda de ella, transmitiéndole calidez. –Dolerá un poco, pero estarás bien. – susurró, completamente seguro de sus palabras transmitiéndole confianza y seguridad. Natsuki afirmó con la cabeza, entonces Hiroshi procedió a continuar con la penetración mientras ella fruncía las cejas y cerraba los ojos con fuerza reprimiendo el dolor que le causaba ser penetrada. – ¿Te sigue doliendo? – interrogó, aún preocupado.
Natsuki entreabrió sus ojos, respirando forzosamente. – Un poco. – respondió, agitada.
Los dos se perdieron en las miradas y los rostros sonrojados de su compañero. Él rozó sus labios con los de ella y los presionó en un casto beso, entonces empezó a moverse suavemente, esperando a que ella se sintiera cómoda. Pero no pudo resistir la tentación al ver su rostro tan rojo como el tomate y mojada de sudor, por lo que, aumentó el ritmo de sus embestidas, mientras sus oídos se llenaban con la melodía que suponían para él los gemidos de su amada. Deseando sentirla un poco más, le subió las piernas permitiendo que las cruzara alrededor de sus caderas mientras que las manos de ella se agarraron a sus hombros. Ella, inconscientemente, movió sus caderas un poco mientras sentía la sensación de él introduciendo su miembro y sacándolo sin parar. Gemía y gemía, y él presionaba con más fuerza y más profundo.
Hiroshi aumentó la velocidad de las embestidas mientras se deleitaba escuchando las agitadas respiraciones entrecortadas y quejidos de ella cerca de su oído; pues, ambos lo estaban disfrutando tanto mental como físicamente, y sin darse cuenta, sus ojos empezaron a brillar, siendo dos enamorados envolviéndose y convirtiéndose en un sólo ser. Ella echó su cabeza hacia atrás y se perdió en la sensación de ser penetrada constantemente, una y otra y otra vez.
La penetración se daba fácilmente, pues ella había lubricado bastante y, sin embargo, la fricción de sus cuerpos era intensa, pues aumentaba, entretanto la vagina de ella seguía apretada y eso enloquecía al Sarutobi, quien constantemente se acomodaba sin dejar de penetrarla. Ella, por consiguiente, podía sentir el miembro de Hiroshi plenamente dentro de ella, sintiendo un enorme deseo de gritar y pedir más, sintiendo que llegaba aún más profundo, sintiendo que ambos estaban hirviendo de gusto. Su miembro se apoderó por completo de su cavidad húmeda y caliente.
Sus jugos escurrían y ella se sentía bañada por la corriente de fluidos que, poco a poco, surgía de su sexo caliente y pleno, sintiendo que había mojado la sábana; y él, excitado, estaba disfrutándolo completamente deseando correrse y continuar, y seguir corriéndose. Mente y cuerpo se habían vuelto un solo ser y deseaban lo mismo. Ambos apretaron los ojos fuertemente. Así, sus embestidas cobraron fuerza y velocidad, le daba más rápido, más rápido, más rápido. Él podía sentir su agitada respiración envolverla mientras Natsuki jadeaba más, más y más al sentir las embestidas volverla loca calentando su intimidad. Hiroshi agarró las manos de ella y ambos entrelazaron sus dedos juntando sus manos sudorosas con fuerza.
Ella estaba próxima a terminar, pues espasmos se acercaban cada vez más y más, y sin siquiera creer lo maravilloso de sentir esas excitantes palpitaciones comenzó a jadear; entretanto, él la penetraba profundamente jadeando frenético, pues las pulsaciones del pene rígido y enrojecido eran constantes. La contempló toda empapada por una sensual capa de sudor que cubría toda su piel, dándole un brillo exquisito que la hacía ver apetitosa. Sintió los espasmos de ella ser ahora continuos, una sensación divina recorría el interior de sus piernas, con las cuales le atenazó, como si éste fuese a detenerse y a escapar, pero no podían estar más lejos de eso. Los espasmos de su vagina no le impedían sentir. Las paredes de Natsuki se sentían ya estrechas, y eso le empezaba a molestar a su miembro, que lo sentía ya apretado, pero no le disgustaba.
– Hiro... Ahh... – susurró ella, sintiendo la penetración más forzada debido a que sus paredes se estrechaban. Irguió el cuerpo ya no aguantando más, es por eso que ambos apretaron la unión de sus manos y ella se corrió dentro de él en medio de un orgasmo intensamente fuerte que duró varios segundos y la dejó sin aire, segundos durante los cuales ella arqueó la espalda pegándolo completamente al fornido y caliente pecho de él, quien permaneció dentro de ella.
Hiroshi le introdujo el miembro hasta donde fuere posible y acabó dentro de ella en grandes cantidades sintiendo el tibio semen llenarla. – Nat... – se desplomó encima de ella dejando caer el rostro al lado del de ella y contra la cama. Ambos jadeaban y sudaban enrojecidos por haber disfrutado de un placer increíble, permaneciendo así tranquilos, sintiendo las palpitaciones de sus miembros unidos y sus respiraciones agitadas, pero acompasadas. El Sarutobi extendió el brazo hacia un lado para ubicar la sábana, la cual agarró y atrajo hacia ellos, con la misma cubrió la parte inferior de sus cuerpos, entonces apoyándose de los codos se detuvo a contemplar los hermosos ojos negros de su amada con sus ojos negros. – Eres hermosa. – cumplido que le hizo enrojecer avergonzada. Aprovechando la debilidad de ella, le robó un beso y acomodó el rostro en el hombro de Natsuki.
Natsuki extendió sus brazos y se abrazó a él posando las palmas de sus manos en la espalda del Sarutobi. Sus mejillas ardían calurosas mientras sus piernas empezaron a temblar, puesto él no había salido de ella y lo sentía palpitar dentro de su intimidad. Hiroshi se removió arrancándole a ella, suspiros de placer. Éste, se apartó para observar su rostro y fascinado por la expresión de ella, colocó ambas manos en las mejillas de la chica y, depositando sus labios sobre los de ella, los movió suavemente y los aprisionó. Natsuki, aún abrazada a él, entreabrió su boca y, lento y sin prisa, degustaron y saborearon tomando posesión de la boca del otro como si sus vidas dependieran de ello.
Llegada la noche...
Hiroshi despertó debido a la incomodidad de una luz que le reflectaba en los ojos, entonces se dio cuenta que la noche había llegado y la tenue luz provenía de la luna. De repente, se sintió desnudo, tan solo la sábana cubría hasta la cintura, y una alegre sonrisa atravesó sus labios al rememorar el acto de unión entre dos cuerpos vivido en toda la tarde, la sensación que Natsuki le hizo sentir tan exquisita, placentera y gustosa. El simple hecho de tocar su cuerpo, le provocó diversas emociones antes no experimentadas. Palmeó la cama y no la sintió.
Nervioso al no sentir su calor, tomó asiento en la cama con brusquedad y, para su alivio, ella estaba a su costado derecho dormitando plácidamente boca abajo casi a orillas de la cama. Exhaló el aire que había retenido debido al susto, pues la cama era un poco más grande que una matrimonial, por lo que no la había sentido.
Él sonrió, se acercó a ella y depositó un casto beso en la espalda de ella; en ese instante, escuchó una divertida risilla proveniente de Natsuki. Volvió a besarla y ella, dormida, volvió a reír. Hiroshi sonrió encantado, al parecer besarla en la espalda le hacía cosquillas, por lo que, la rodeó con sus masculinos brazos atrayendo el esbelto y desnudo cuerpo de su mujer hacia su regazo, entonces se deslizó con ella en la cama para quedar en el centro de la misma sin moverla de su posición inicial. Así que, estando ella boca abajo, Hiroshi pegó su desnudo cuerpo al de ella y acomodó la cabeza en la espalda de Natsuki. Le besó el hombro izquierdo. – Te amo. – casto beso en la nuca. –Natsuki... estoy loco por ti.– le apartó el cabello del cuello de la aludida y depositó un beso húmedo en el mismo. – Tenerte así, parece un sueño.– susurró mientras le acariciaba el cabello. Dormida, ella frunció las cejas y se acomodó de costado.
Hiroshi iba a aprovecharse de la posición de la chica para besarla en los labios, pero verla dormir tranquilamente decidió no alterar su sueño y tan solo rodeó los brazos alrededor de su femenino cuerpo, y la atrajo hacia sí, provocando que ella quedara encima de él, ambos abrazados en un cálido abrazo.
...
A la mañana siguiente...
Los rayos del sol se colaron a través de la ventana e iluminaron algunos espacios de la recámara, y uno de ellos enfocaba el rostro de Natsuki, quien se removió debido a la incomodidad del cálido rayo de sol que le reflectaba en los ojos, entonces sintió una sensación cálida bajo su cuerpo. Entreabrió sus ojos, dándose cuenta que estaba acostada encima de Hiroshi, y completamente desnuda. Los cerró sin darle importancia. De golpe, Natsuki abrió sus ojos como platos y un intenso rubor color escarlata cubrió sus mejillas mientras sentía éstas tan ardientes que pareciera salir humo de su cabeza, así que rápidamente intentó levantarse, pero el Sarutobi, aún dormido, rodeó los brazos alrededor de su cintura, impidiéndole moverse.– Hiro-Hiroshi...– siseó intentando soltarse.
Hiroshi abrió lentamente sus negros ojos y una radiante sonrisa surcó sus labios. – ¿Después de hacer el amor, quieres irte, dejándome así? – le preguntó mientras deslizaba su mano derecha en la espalda; más en un movimiento brusco, la apegó a su cuerpo y giró en la cama con ella en brazos, quedando encima de la chica, aprisionándola entre la cama y su cuerpo.
Ella tragó saliva con fuerza. – Hi-Hiroshi... S-Si no regreso a casa, p-pensarán que...– la silenció aprisionando los labios de ella con los propios y, empezó a moverlos con delicadeza mientras observaba que ella cerraba sus ojos para corresponder a gusto y dejándose llevar plenamente, saboreando los labios del otro. En ese instante, un celular empezó a sonar y ella rompió el contacto. – Hiroshi, es de día y...– volvió a unir sus labios con los de ella en un profundo beso.
Hiroshi agarró sus manos y las subió por encima de la cabeza de Natsuki, entonces deslizó las palmas en las manos de ella y posándolas en sus palmas entrelazó los dedos. Liberó su boca. –¿Y? – siseó con una sensualidad que la derritió, por lo que él acomodó su cabeza entre el cuello y el hombro de Natsuki, entonces aspiró su aroma de mujer y mientras lo hacía le dejaba cortos y húmedos besos. – ¿Y si digo que no quiero dejarte ir? – Natsuki iba a responder, pero le besó y mordió el cuello con tanta ansiedad que ella dejó escapar un gemido.
Gustoso por el resultado obtenido, agarró las manos de la Hatake con su mano izquierda mientras deslizaba la mano derecha en la femenina espalda hasta posarla en la parte baja. La besó lentamente con suma ternura, entretanto Natsuki separó los labios dejando a Hiroshi deslizar la lengua en su boca teniendo contacto con la suya, pues esa sensación de humedad de la boca del Sarutobi le provocaba excitaciones agradables, por lo que se encorvó pegándose más a él, no deseando apartarlo y queriendo más, mucho más de él y no lo podía evitar. – Quiero sentirte más.– le dijo Hiroshi, luego presionó su mano derecha hacia sí, pegando la desnuda vagina contra su miembro.
Natsuki, sintiendo el miembro de Hiroshi palpitando, como si éste tuviera vida, nerviosa, abrió los ojos y sus mejillas se tornaron de rojo intenso al sentirse pegada a él. Por su parte, Hiroshi cerró sus ojos y comenzó a mover un poco sus caderas friccionando su miembro contra la intimidad de ella, obteniendo un placentero gemido. Por lo que, inconscientemente, ella empezó a mover sus caderas mientras sentía su desnuda vagina ser frotada con el pene del chico, sintiendo ambos una sensación de deleite. Hiroshi presionó un poco más y aumentó la velocidad de las fricciones mientras se deleitaba escuchando las agitadas respiraciones entrecortadas y quejidos de ella cerca de su oído; pues, ambos lo estaban disfrutando.
Jadeando, Natsuki intentó soltarse, pero Hiroshi fue el que la soltó y, con ambas manos abrazando su femenino cuerpo, continuó frotándose con más fuerza, más fuerza, más fuerte una y otra, y otra, y otra vez. Ella se abrazó a él posando las manos en su amplia espalda mientras gemía, gemía y gemía más, más y más. Hiroshi apretando el cuerpo de ella, aumentó el ritmo, presionando más, más y más... El celular volvió a sonar, Natsuki lo escuchaba y él lo ignoraba... Ella se sentía caliente, frotarse sin penetración definitivamente era exquisito, estaba temblando y no podía aguantar más, ya no podía... Los gemidos de él, la volvían loca, quería más, más... Deseaba más de ese contacto, tan exquisito, un poco más... Espasmos se acercaban cada vez más, más y más, obligándole a jadear más fuerte. Hiroshi se movía frenético jadeando furiosamente, pues las pulsaciones del pene rígido y enrojecido se volvieron más firmes, y los espasmos de Natsuki, a pesar de no estar dentro de ella, los sentía más continuos y eso le empezaba a molestar a su miembro, que lo sentía ya apretado, deseoso por entrar en la vagina de su amada, palpitando por sentir la estrechez de su cavidad, quería entrar... Le gritaba penetrarla... Lo necesitaba; pero ella se frotaba con él, esa sensación era más que real... Ambos cuerpos en un vaivén y le gustaba. Le gusta.
El orgasmo les llegó al unísono, intensamente fuerte que duró varios segundos; a Natsuki la dejó sin aire, segundos durante los cuales ella se mantenía abrazada a él mientras el líquido escapaba de su intimidad; y Hiroshi acabó mojando los muslos de ella con su tibio semen. – Nat... – las fuerzas desaparecieron de su cuerpo, dejándolo indefenso. Con los ojos cerrados, ambos jadeaban y sudaban enrojecidos por haber disfrutado de otro placer indescriptible, permaneciendo así abrazados, sintiendo las palpitaciones de sus miembros y sus respiraciones agitadas, pero acompasadas. – E-Eso... fue... exquisito...– siseó él como pudo.
– Sí...– musitó ella respirando agitada. Entreabrió sus ojos. – ¿L-Lo... habías hecho... con alguien... más? – preguntó curiosa sin dejar de respirar aceleradamente.
Así, ella debajo de él y él encima de ella, mojados, Hiroshi entreabrió sus ojos y se alejó un poco apoyando los codos y antebrazos en la cama. – E-Es... la primera... vez... que lo hago... y quería.. sentir esto... contigo. – le confesó agitado y con seguridad. – Quiero ser... tu primera vez... en todo... Y yo... contigo...– la miró con amor. – Te amo.
– Te amo. – respondió Natsuki, maravillada por sus palabras.
Mirándose con un fascinante brillo en los ojos, unieron sus labios y empezaron a moverlos con voracidad, degustando y saboreando los labios de su compañero. Mientras se dejaban llevar enteramente por el beso, Hiroshi deslizó su mano derecha, acariciándola en línea recta desde las caderas hasta los muslos; liberó su boca, se alejó otro poco y le besó el vientre con devoción sintiendo la respiración de ella agitada, así que con suavidad le mordió el ombligo provocando en ella un arqueamiento de espaldas y enseguida hizo un camino de besos desde el ombligo hasta el cuello, allí hundió el rostro bajo su mentón besando la oreja hasta el nacimiento de sus hombros, ganándose sensuales gimoteos desde la boca de ella, quien se irguió hacia atrás al sentir los labios del Sarutobi besar lentamente en la piel de su cuello y, mientras la besaba en aquella zona, le acariciaba suavemente los senos.
Natsuki soltó un suspiro placentero ante la deliciosa sensación que provocaban los delicados movimientos del Sarutobi, era indescriptible, pero sabrosa. Muy sabrosa. De repente, se estremeció al sentir la boca de él chupando, lamiendo y rodeando la lengua en el rosado botón de su seno izquierdo con fervor; no cabe duda que él besaba rico y la embargaba de placeres inefables con su boca húmeda, su lengua cálida y su aliento Él la ama tanto o más que ella a él, pero la realidad es que es irrelevante esa aclaración porque lo importante es que ambos se aman. Sí, lo más importante.
El corazón de ambos palpitaba frenético, entonces Hiroshi deslizó las manos volviendo a colocarlas en las mejillas de Natsuki, la besó y ladeó un poco más la cabeza profundizando el beso mientras ella deslizaba las manos en su varonil espalda, acariciándola y las apoyó en las caderas del Sarutobi, quien se removía al sentir su pene palpitando fuertemente contra ella, por lo que ya no podía aguantar más tiempo, así que sin dejar de besarla, deslizó las manos hacia las caderas de su enamorada y entró en ella de manera tosca. Natsuki frunció el entrecejo y separó los labios rompiendo el beso y dejando escapar un gemido, entonces empezó a inhalar y exhalar ahogada tratando de recuperar el aliento debido al dolor ocasionado por la intromisión del Sarutobi.
Hiroshi entrecerró sus ojos mirándole con amor y ternura, entonces empezó a moverse suavemente mientras le rozaba los labios con los propios, cerró los ojos y presionó los labios con los de ella en un impúdico beso, calmando la agitación de la chica. Una vez sintiéndola cómoda con la unión entre ambos y aún más lubricada que antes, aumentó el ritmo de las embestidas llenando sus oídos con la melodiosa voz excitada de su amada gimiendo, quien movía las caderas sintiendo más las diversas sensaciones de placer que él le otorgaba al embestirla una y otra, y otra, y otra vez. Los dos gemían, gemían y gemían de placer mientras él presionaba más fuerte y profundo.
Hiroshi aumentó el ritmo de las penetraciones mientras se deleitaba escuchando las agitadas respiraciones entrecortadas y quejidos de ella cerca de su oído, y ella aumentó el movimiento de sus caderas al compás de las embestidas del Sarutobi, facilitando la penetración; pues, ambos se estaban deleitando. Natsuki se abrazó fuertemente de él y acomodó el rostro en su cuello dejando escapar inconscientemente gemidos de placer volviendo loco, sin darse cuenta, al Sarutobi; sin embargo, cerró sus ojos al sentir que las embestidas eran más profundas que antes, entretanto él la penetraba constantemente, una y otra, y otra, y otra vez.
Locamente excitado, Hiroshi apretó los ojos fuertemente logrando que sus embestidas cobraran fuerza y velocidad, la penetraba más, más rápido, más rápido, más rápido. Él podía escuchar su agitada respiración envolverla mientras Natsuki jadeaba más, más y más al sentir las embestidas calentando su intimidad. El deseo era incontrolable, ambos jadeando con frenesí, pues las paredes de ella se sentían ya estrechas y eso forzaba las embestidas. Ella estaba próxima a terminar, espasmos se aproximaban cada vez más y más, obligándole a jadear; entretanto él la penetraba hondamente jadeando furiosamente, pues las pulsaciones del pene rígido y enrojecido se volvieron más firmes, y los espasmos de ella eran más continuos y eso, para él, era más rico.
Hiroshi la sintió erguir la espalda pegando el pecho completamente al suyo y correrse dentro de él en medio de un orgasmo intensamente fuerte que duró medio minuto y la dejó sin aire; por lo que, él también acabó dentro ella en grandes cantidades sintiendo el tibio semen llenarla, entonces se desplomó nueva vez encima de ella dejando caer el rostro al lado del de ella y le miró. Jadeantes y sudados, ambos se miraron con las mejillas ruborizadas, sus respiraciones agitadas, pero sincronizadas. Sin dejar de contemplarla, extendió una mano hacia el rostro de su amada y le apartó los flequillos pegados en su frente debido al sudor. Ante sus ojos, ella era hermosa.
Fascinado por esos hermosos ojos, quería besarla, pero las fuerzas definitivamente abandonaron su cuerpo. – Quiero besarte... pero... no tengo... fuerzas... para moverme...– dijo Hiroshi y una divertida risa escapó de su garganta. Ella aún respiraba acelerada y no podía responder, solo sonreía. – Permíteme... quedarme así... un rato, hasta que... pueda apartarme.
– H-Hai...– logró musitar a duras penas. El calor desprendente del cuerpo del Sarutobi, era una especie de fuego que se removía suavemente en su interior, pero no era desagradable, al contrario, era cálida. Sintió el cuerpo de él un poco más pesado, entonces se dio cuenta de que él estaba dormitando. Se veía tan sereno y tranquilo, su respiración poco a poco se calmaba y ella decidió acompasar con la de él, hasta que inevitablemente, el sueño la venció.
