Bonjour! Ha pasado tiempo desde que no publico un nuevo capítulo, pero aquí estoy. A pesar de que no estoy subiendo tan seguido los capítulos, no significa que no continúe escribiendo; al contrario, esta historia estará pronto finalizada. Por lo que, les agradezco por su paciencia, ya que ha sido un fic bastante largo.

Sin nada más que agregar, feliz navidad para todos y sus familiares. Y si no publico al menos un capítulo antes de año nuevo, les deseo un feliz inicio de año 2020! Au revoir!


Okāsan, doko ni iru no?

(24)

Era una mañana como cualquier otra, el sol iluminaba radiante con todo su resplandor, el suave viento meciendo las hojas de los frondosos y pequeños árboles, y las avecillas armonizando su sinfónica canción mientras revoloteaban gustosas en las frías aguas de la fuente ubicada en el centro del jardín de la mansión Hatake. Todo indicaba que sería un día maravilloso. Sí, lo sería.

Pero en una de las tantas recámaras de la mencionada mansión, vistiendo pantalón de mezclilla azúl, blusa holgada de mangas 3/4 de color blanca y tenis converse blancos, Natsumi caminaba de un lado a otro sobre sus mismas pisadas sosteniendo su móvil en la oreja, nerviosa y a poco de perder la cordura. Pues, su querida hermana gemela y mayor por tan sólo minutos de diferencia, no contestaba sus llamadas y eso la tenía desesperada, ya que su queridísima gemela no llegó a casa desde que salió a su cita con el Sarutobi. No sólo eso, el mayor de la familia, su padre, la mandó a llamar con la servidumbre para desayunar y Natsuki no aparecía, tampoco Hiroshi contestaba el teléfono. Si bajaba al comedor sin ella y le preguntaba... ¿Qué le iba a decir?

Aturdida, se dejó caer sentada a orillas de la cama. – Natsuki... ¿Dónde estás? – enojada consigo misma, se haló de los cabellos y se tiró hacia atrás, reposando su espalda en el cómodo colchón. – Debo calmarme...– espiró, tratando de relajarse. – Probablemente, ellos...– un intenso rubor cubrió sus mejillas y, rápidamente, se cubrió el rostro con ambas manos. – No puede ser posible. – en un brusco movimiento, tomó asiento y volvió a marcarle. Nada. Suspiró por segunda vez. – No tengo otra opción más que ir y escuchar el sermón de otō-san. – se dijo a sí misma en susurros. – Onee-chan, tendrás que recompensarme...– se levantó de la cama dispuesta a dirigirse al desayunador, de repente su teléfono empezó a vibrar. Era Natsuki. – Onee-chan, ¿Dónde estás? ¿Con Hiroshi-san? – se mantuvo en silencio escuchándola hasta que colgó.

Un pulsante dolor se enterró en su pecho; ella esquivó la pregunta, pues no sabía si confirmar o no, y la entendía... O al menos trataba de entender. El hecho de que ella no respondiera a dicha interrogante, era una clara contestación a la problemática sobre que se acostó con él. Le dolía... Su pecho dolía cada vez más, al pensar que su hermana se entregó a un hombre que, posiblemente, debería alejar. Si lo escuchado por su padre resultaba verídico, Natsuki se alejaría de él debido al dolor que su familia ha pasado, y Hiroshi por el dolor que su familia ha causado. Dos corazones que ahora se amaban, tendrían que decir adiós. – Natsuki...– susurró entristecida.

De pronto, con ambas manos se golpeó suavemente las mejillas. – Bien. – salió de la recámara encaminándose a desayunar. Estaba un poco aliviada, pues por lo menos su hermana se encontraba bien. Al llegar al inicio de las escaleras, vio a su padre en el último peldaño sosteniendo una maleta. Extrañada, comenzó a descender los peldaños. – Otō-san...– musitó, frunciendo el ceño.

Kakashi giró sobre sus talones. – Oh, cariño. Estás aquí. – siseó, apresurado mientras mantenía una conversación con otra persona a través del celular.

Natsumi, cariño...– musitó Anko a su espalda, envolviéndola en un abrazo. – Cuida de tus hermanos. – se apartó de ella y descendió las escaleras.

Natsumi parpadeó, confundida. Su padre conversaba por el teléfono mientras sostenía una pequeña maleta y su madre le dijo que cuidara de sus hermanos, acaso... ¿Se van de viaje? Kakashi le dijo algo a Anko y ambos iban saliendo... Ellos se marchaban... Se iban quién sabe dónde... Pero se iban solos... – Matte! – gritó cayendo en cuenta de que quedaría a cargo de sus hermanos. Koishi no era problema, pero con el enamoramiento de Natsuki era otro tema. – ¿A dónde van? ¿Y con maleta? – puso los brazos como jarra, esperando una respuesta.

Anko miró al Hatake, expectante por la actitud que tomaría y respuesta que le daría, luego observó a Natsumi. Kakashi estaba serio, pues había recibido la información que estaban esperando, la ubicación de su hija, y Natsumi estaba enojada porque nadie le había mencionado sobre el repentino viaje. Padre e hija estaban liderando una batalla de miradas, de la cual no podía intervenir. Si bien era cierto, de cada viaje realizado, nunca le informaron a Natsuki, ya que ella siempre estuvo pendiente de sus actividades como idols; y de Koishi, Chizuru se encargaba.

Una gota estilo animé, se deslizó por la cabeza de Anko. – E-Etto... Kakashi, se nos hará tarde. – le recordó. – Cariño, cuando regresemos, te diré todo, lo prometo, pero ahora debemos tomar un avión. – Kakashi asintió y rápidamente salió de la casa. Anko suspiró. – No te enojes con tu padre, es solo que no está de humor. – Giró sobre sus talones, dispuesta a retirarse, pero volvió la cabeza hacia atrás. – Cuida de Natsuki, ella...– bajó la mirada, entristecida. – Por favor, cuídala. – marchó.

Natsumi dejó caer los brazos, estupefacta por la petición de su madre. El tono de voz usado por ella, fue como de súplica. Agachó la cabeza, entendía ese sentimiento, ella también habría pedido lo mismo, pero ha sido demasiado tarde. Su hermana pasó de niña a mujer, por lo que la situación cada vez se complicaba y a ella no le correspondía hablarle a Natsuki sobre su tercera hermana, sino a sus padres. De todos modos, ella se enteró por casualidad y ha de suponer que ellos encontrarán el momento adecuado para hablarles de eso. Suspiró.

De pronto, recibió un mensaje. – ¿Ino-san? – frunció las cejas, extrañada. Revisó el contenido del texto y sus ojos se abrieron, estupefacta. – Esto no es posible...– descendió las escaleras y salió de la casa, apresurada.


...

En la sala de estar de un lujoso departamento, se podían escuchar las alegres risas de una pareja. Sentados en el sofá modular de tapiz blanco, Hiroshi, vistiendo pantalón de mezclilla blanco y t-shirt blanco, abrazaba a Natsuki, quien sentada frente a él y la espalda apoyada en el pecho del Sarutobi, vistiendo un short blanco y camiseta blanca, se dejaba abrazar. – ¿Amor, pensaste en mi propuesta de vivir juntos? – preguntó Hiroshi, apegándola más a él.

Un leve rubor cubrió las mejillas de Natsuki. – Hiroshi, yo...– empezó a decir, más silenció.

Hiroshi acomodó la cabeza en el hueco entre el hombro y el cuello de la Hatake. – No te quiero para un día, te quiero para toda una vida. – musitó, dolido por el silencio de ella. – Pero entiendo que dudes.

No estoy dudando, te amo, es sólo que...– se mordió el labio inferior. No puede decirle sobre las sospechas que tiene hacia la madre de éste, pues vivir juntos, después, se volvería una agonía una vez él se entere de que ella ha sido la causa de tantas desgracias en la familia Hatake. – Nuestros padres...

Amor, somos adultos y ellos no tienen derecho a interferir en nuestras decisiones. – le depositó un casto beso en el hombro, recordando la discusión que sostuvo con su madre, antes de irse de la casa, pues no entendía porqué llegar tan lejos como para obligarle a decidir.

Natsuki se apartó un poco de él y giró el cuerpo para verle el rostro. – Tienes razón. Nuestros padres no deben decidir por nosotros. – lo abrazó, escondiendo el rostro en el pecho de él. – A partir de ahora, viviré contigo.

Una alegre sonrisa atravesó los labios de Hiroshi. – No te arrepentirás. – le dijo correspondiendo el abrazo de su amada.

De inmediato, los móviles de ambos empezaron a sonar al unísono. Extrañados, se apartaron y agarraron sus respectivos celulares. Se trataba de un mensaje de Ino-san, intercambiaron miradas confusas, por lo que, aún más confundidos leyeron el mensaje, y sus ojos se abrieron como platos, pues el contenido del texto los desconcertó. No podían creer lo que sus ojos leían. Natsuki miró a Hiroshi con angustia; pero él apretó el celular con tanta fuerza hasta temblar y lo lanzó contra la pared, asustando a la Hatake. Si era verdad la información recibida, su madre le debía una explicación.

Natsuki se cubrió la boca con ambas manos, sorprendida por la acción del Sarutobi. – Hi-Hiro...– no sabía qué decir.

Dándose cuenta del susto que sintió la Hatake, le acarició la mejilla. – Perdóname, no quise asustarte. – le dijo Hiroshi, tratando de calmarse mientras continuaba acariciando su blanquecida y suave mejilla. – Es sólo que, no puedo creer que mi madre fuera capaz de...– respiró hondo. –...cancelar todos nuestros conciertos y dejar a Callings en hiato. – se levantó bruscamente. – Ella tendrá que darme una explicación. – tomó dirección a la recámara y agarró una camisa roja de cuadros.

Natsuki se levantó del sofá y también se encaminó hacia la recámara. Ahí estaba él, sentado a orillas de la cama poniéndose unos tenis negros. – Te acompañaré. – agarró una camisa roja de cuadros, haciendo juego con la vestimenta del chico y se puso unas balerinas negras.

Hiroshi le regaló una sorpresiva mirada, pero al instante sonrió de felicidad al verla vestida igual que él, a diferencia de algunos accesorios. Pues, después de pasar la noche juntos, realizó varias llamadas a diversas tiendas; y, le pidió a la asistente de su padre, enviarle las ropas compradas tanto de mujer como de hombre, aún sin saber si Natsuki aceptaría vivir con él, más no perdía nada intentándolo. Ambos listos, salieron del departamento tomados de las manos.


...

En la Academia Star...

Sentada sobre el sillón, el cual se encontraba girado en dirección a la ventana, Kurenai cerró los ojos tratando de respirar profundo ante la ansiosa espera de esa persona, ubicada de pie frente a su escritorio. Demasiado tenía con resolver el enigma de quién le disparó a su amiga Shizune, la incógnita de quién le envió esa carta "¿Eres culpable o inocente?"; el problemático amorío de su hijo con la hija de los Hatake; y ahora, lidiar con los problemas causados por su repentina decisión sobre paralizar las actividades de ambos grupos y darle prioridad a Berryz Koubou.

Espiró, cansina. Pues, la puerta de su oficina fue abierta una segunda y luego una tercera ocasión; cada vez aumentaba la cantidad de personas en esa amplia habitación. Según las voces del gentío, podía deducir que se trataba de siete reclamantes, quienes hablaban y hablaban, más no callaban hasta que alguien más abrió la puerta y todos los presentes silenciaron. Una sonrisa entristecida surcó sus labios, ya que las decisiones van dirigidas a orillar a su hijo terminar esa dañina relación. No quería verlo sufrir, por lo que, hará todo lo posible para que así sea.

Al parecer, todos los afectados están presentes. – dijo Kurenai, girando el sillón en dirección a los miembros de los grupos Callings y C-ute. Cada uno mostraba su descontento.

Hiroshi, enfurecido, cerró en puño la mano izquierda mientras apretaba la mano izquierda de Natsuki con su derecha, la cual sostenía desde hacía rato. Iba a hablar, pero sintió una mano en el dorso de su derecha. Bajó la mirada. Era Natsuki, quien le sostenía cálidamente su mano derecha con ambas manos, dándole a entender que debía controlarse. Ella tenía razón, todos conocían al Hiroshi divertido, alegre y que provocaba a la Hatake cada vez que podía, pero solo ella y sus padres conocían su lado negativo.

Natsumi percibió la acción de su hermana. A medida que pasaban los minutos, comprendía los motivos por los que la directora había cancelado los conciertos; ella los estaba orillando a terminar su relación, involucrando a todo el equipo. Pero involucrar los problemas personales con los laborales, eso sí no. – Directora, todos aquí esperamos una explicación del porqué canceló nuestros conciertos y dejó a Callings en hiato. – intervino, mientras intentaba calmar su ansiedad. – Nosotros hemos trabajado duramente para conseguir esas presentaciones. – cerró las manos en puños.

Ishida se dio cuenta de que, su prometida quería llorar, pero aguantaba apretando los puños. – Natsumi tiene razón. – dijo, luego miró a Chad. El Yamaki y los demás asintieron.

Kurenai apoyó los codos encima del escritorio y entrelazó los dedos entre sí. – Han surgido muchas propuestas de trabajo para cada uno de ustedes, debido a su excelente desempeño en las diversas artes. – los presentes fruncieron el entrecejo, confundidos. – Es por esto que, hacer una gira en estos momentos, no sería beneficioso para nuestra agencia. – el murmullo no se hizo esperar. – Por eso necesito de su apoyo y colaboración, para que sigan dándose a conocer con los distintos productores.

¿Eso significa, que obtendremos más papeles? – preguntó Yoshida, emocionada, pues su sueño era ser la mejor modelo de todo el país.

En efecto. – respondió Kurenai, dedicándole una sonrisa. – Ino se encargará de asignarles un representante o asistente que puedan llevar sus apretadas agendas. Hasta entonces, espero que den lo mejor de ustedes. – vio la intención de las gemelas Hatake por intervenir, más se adelantó. – Si no les importa, tengo una importante reunión con un productor. – asintiendo, ellos iban saliendo. – Callings. – los tres chicos se quedaron, mientras las C-ute salieron. La última en salir fue Natsuki, quien le dirigió una mirada preocupada al Sarutobi, éste le sonrió. – Las actividades de Callings, como unidad, han sido canceladas por tiempo indefinido, debido a las constantes presiones que me han hecho varios productores.

¿Presiones? ¿En qué sentido? – interrogó Ishida, curioso.

Kurenai suspiró. – Me han pedido que ustedes tres, participen en varios dramas. – respondió, levantándose del sillón. – Además, Chad...– el nombrado parpadeó, poniendo toda la atención posible. – Tienes varias propuestas para modelar productos y diseños de ropas, en cinco anuncios televisivos y tres revistas. – Chad sonrío feliz. – Ishida, te han seleccionado para interpretar dos protagónicos, ambos dramas ambientados en la era Ninja. – el Ukitake ruborizó, avergonzado y alegre. – Hiroshi. – su hijo cerró las manos en puños, cada vez más enojado, pero mostrando un rostro apacible. Ella giró en dirección a la ventana, evitando la mirada del chico. – Del estudio R&T, volvieron a contactarme. Mañana a primera hora, quiero que te presentes y le pidas una disculpa por tu desplante. – Ishida y Chad intercambiaron miradas incrédulas, pues jamás habían escuchado que su amigo y compañero haya dejado plantado a alguien importante.

Hiroshi se mordió el labio inferior y agachó la cabeza, evitando que sus amigos notaran el enojo que aumentaba cada vez más. – ¿Podrían dejarme a solas con la directora? – les preguntó a sus amigos y compañeros de trabajo, quienes salieron sin decir nada. Una vez cerrada la puerta, golpeó el escritorio con ambas manos, sorprendiendo a su madre. – ¿Qué estás tratando de hacer? ¿Intentas que termine con Natsuki por tu capricho? – alzó la cabeza, mostrando un rostro sonrojado de la furia. – Te lo dije una vez, no voy a romper con ella. Y para que lo entiendas, hemos decidido vivir juntos. – Kurenai abrió los ojos como platos. – O más bien, estamos vivimos juntos. – Kurenai se dio vuelta, dándole la cara. Ambos mirándose fijamente, en una batalla que ninguno estaba dispuesto a perder. – Si te atreves a interferir nuevamente, no me volverás a ver. Huiré con Natsuki a un lugar donde, ni tú ni nadie, podrán encontrarnos. – giró sobre sus talones dispuesto a marcharse, más se detuvo en la puerta sosteniendo el cerrojo. – Es una advertencia. – salió, cerrando la puerta de un portazo.

Estupefacta, Kurenai se dejó caer lentamente en el sillón. Ese enamoramiento de su hijo, será la perdición de la familia Sarutobi. Cerró los ojos mientras apoyaba la cabeza en el sillón. Recordó, cuando la noche anterior, Asuma llegó a la casa con el labio inferior partido, confesándole que el Hatake fue la persona quien lo golpeó, ya que el susodicho se enteró del secreto que por tantos años guardaron, y que Hiroshi debía alejarse de la chica. Más, cada vez que intentaba arrinconarlo, se enojaba más y más con ella; tampoco quisiera que su hijo terminara por odiarla. Por lo que, lo más factible en estos momentos, era dejar que las aguas tomaran su cauce.


...

En algún lugar...

Se podía escuchar provenir del baño, el sonido del agua cayendo contra el piso, y a través de la plástica cortina se podía apreciar la figura de una joven mujer, de nívea piel, permitiéndose refrescar su cuerpo. Con los ojos cerrados, disfrutaba las cálidas gotas de agua golpeteando suavemente contra las curvas, cumbres y hondonadas de su rostro para luego caer lentamente por éste hacia abajo, por su mentón, cuello, la pequeña depresión de su clavícula, entre sus pechos, su plano vientre y finalmente hasta sus pies, en el resbaloso suelo de cerámico blanco.

Suspirando, cerró el grifo y tomó una toalla, la cual sujetó con firmeza alrededor de su cuerpo. Luego, sin más, abandonó la ducha y tomó una segunda toalla y con ésta, empezó a presionar delicadamente su largo cabello negro una y otra vez, librándose del exceso de agua en éste. Caminó hacia la maleta y escogió su atuendo. Con parsimonia, se colocó una ajustada mini-falda fucsia, más luego se removió la toalla y se abrochó un brasier negro, mismo color de la camiseta de tirantes que había elegido y ahora se deslizaba desde el cuello hasta las caderas; asimismo, se puso unos converse blanco con negro. Y, por encima, se deslizó un abrigo blanco, el cual dejó desabrochada.

Completamente vestida, con el cabello suelto cayendo como cascada, agarró su mochila negra y agarró una libreta. – Veamos...– empezó a hojear la referida libreta. – Mi próximo destino será...– una divertida sonrisa atravesó sus labios. – Japón... Konoha...– cerró la libreta y agarró su maleta para encaminarse hacia la puerta del departamento. Una vez frente a la puerta, vio por última vez la habitación. – Sí, es tiempo de regresar. – salió y cerró la puerta a su paso.


...

Cinco días después...

París, Francia...

Anko se ubicaba sentada encima de una silla en un restaurante sencillo, con ambos codos apoyados sobre la mesa, y los dedos de sus manos enroscados firmemente alrededor de una taza blanca. Acercó ésta a sus labios y bebió un sorbo del humeante té de manzanillo. – Delicioso. – dijo dentro de sí misma, disfrutando del aroma y sabor del líquido ambarino. Levantó la mirada y contempló a su esposo, sentado frente a ella mientras hablaba por teléfono conteniendo su enojo. Agachó la mirada y vio el café de él, estaba frío y su esposo ni siquiera lo había probado.

Kakashi dejó el celular sobre la mesa y agarró la taza para luego beber un gran sorbo de café. – Hemos perdido la pista de nuestra hija. – suspiró, cansino. Vio a su esposa agachar la mirada con tristeza. – Amor...– ella alzó la vista. Él extendió el brazo derecho y, posando la palma derecha en la mejilla de Anko, la acarició. – La vamos a encontrar, te doy mi palabra y sabes que siempre cumplo mis promesas.

Lo sé. – respondió Anko, ruborizando por el gesto de él.

Kakashi iba a decirle una información, hasta que escuchó una melodía y voces conocidas. Sus ojos se dirigieron a la televisión, donde pasaban un vídeo promocional de un dúo muy popular, según podía observar por la cantidad de personas que veían el vídeo extraído del concierto. Anko también miró hacia la misma dirección. Hiroshi y Natsuki chasqueaban los dedos mientras avanzaban al frente, Hiroshi extendió su mano derecha hacia ella, pero Natsuki desvió la cabeza.

Hiroshi: Ajigdo man seotileingeol

nae ma-eum-eun ige aninde

Natsuki: Seoduleuji anh-ado dwae

neoneun imi bichnaneungeol Yeah!

Hiroshi intercambió lugar con Natsuki. Al unísono, extendieron los brazos a los costados y los descendieron, levantaron el brazo derecho al cielo, luego el otro e hicieron un movimiento sensual. De un lado a otro, empezaron a mover los pies. Giraron hasta quedar frente a frente, extendieron un brazo intentando alcanzarse, luego el otro, pero se distanciaron.

Hiroshi:

Ttambang-ul chueog gadeughan undonghwa

tugtug teolgo mam-eul joyeo

(Natsuki: Hangeol-eum hangeol-eum)

uli yagsoghae (Natsuki: Neulyeodo gwaenchanh-a)

Hiroshi y Natsuki: Dasi Someday!

Se dieron vuelta hasta quedar cara a cara. Colocaron sus manos en las caderas e impulsándose, danzaron moviendo las piernas y caderas en sincronía. Retrocedieron dos pasos, giraron y, poniendo sus manos cerca del pecho, palmaron suavemente sobre el corazón tres veces. Natsuki giró hacia él, y mientras se alejaba al ritmo de la música extendía el brazo en su dirección; por su parte, Hiroshi se aproximaba a ella.

Hiroshi y Natsuki:

Modeun sesang gadeug ulideul mogsoliga

ullyeopeojil geu nal geu ttaekkaji

Natsuki: Mal mid-eojunda malhaejwo

nae nolaeleul deul-eojwo

Hiroshi danzaba decidido hacia ella con el brazo derecho extendido, ella se distanciaba cada vez más, pero cuando al fin creyó alcanzarla, Natsuki giró y pasó detrás de él. Hiroshi se detuvo y observó su mano derecha extendida, la cual acercó hacia su cuerpo. Giró buscándola.

Hiroshi:

Maeil (con Natsuki: hanahana) sueobs-i yeonseubhaeon

(con Natsuki: geu kkumdeul-i ilwojilttaekkaji)

gakkeum heundeullyeodo

nae yeopjalil (con Natsuki: jikyeojullae)

Natsuki se llevó ambas manos al pecho mientras mecía el cuerpo al compás de la música. Levantó la vista hacia el cielo y empezó a danzar lentamente sin despegar la mirada de las estrellas. Más sin embargo, Hiroshi casi la abrazó por detrás e inmediatamente se alejó dos pasos. Natsuki se giró, ambos acercaron una mano hacia el otro y la mantuvieron a escasos centímetros.

Natsuki:

Na yeogsi nam-eun naldeul-eul hemaego

jogeum bujoghan geol-eum-i

ttaeloneun neom-eojyeodo

Hiroshi y Natsuki: Eonjenacheoleom hamkke haejullae

Al mismo tiempo, deslizaron sus pies en direcciones contrarias. Hiroshi agachó la cabeza mientras Natsuki simplemente se abrazó a sí misma. Voltearon a verse, pero desviaron la mirada. Intentaron acercarse, más negaron la cabeza.

Hiroshi y Natsuki:

Eonjenga kkumkkudeon naldeul-i chaj-awado

nae mamsog-e neon neul geu jalie

Deslizaron sus pies hacia el costado derecho, saltaron y aplaudieron sobre su cabeza. Deslizaron sus pies hacia el costado izquierdo, giraron los brazos entre sí. Natsuki miró a Hiroshi con ilusión y le extendió una mano. Él la iba a tomar, pero...

Hiroshi:

Hangsang naleul bomyeo us-eojwo

nal midneunda (con Natsuki: malhaejwo)

Hiroshi se dio vuelta y se llevó la mano al pecho, apretujando la camiseta negra. Natsuki iba a tocar su espalda, más él se giró. De frente a su compañero, agitaron los hombros, primero Hiroshi hacia Natsuki, quien se inclinó hacia atrás, luego ella a él. Hiroshi giró sobre sus talones, posicionándose detrás de ella, y la rodeó con los brazos sin tocarla, más se apartó unos centímetros; con mirada enamorada, Natsuki giró quedando frente a frente y a escasos centímetros de su rostro varonil. Mirándose, alzaron ambas manos a la altura del pecho, las juntaron y entrelazaron intensamente.

Natsuki: Jeogi (Hiroshi: Ooohh~!) sesang ap-e nunbusin taeyangcheoleom

Hiroshi y Natsuki: Balg-ge bichnak naega doenda haedo

Hiroshi: Cheoeum geu nalcheoleom

Hiroshi y Natsuki: Na geugos-e neowa hamkke iss-eulge.

Hiroshi y Natsuki entrecerrarron sus ojos y acercaron sus rostros. A un paso de besarse...

Ellos se aman...– musitó Anko, pensando en todas las situaciones pasadas y los momentos amargos que ellos pasaron. Sólo de pensar que sus hijos se verán envueltos en todos esos problemas, le entristecía. Sus hijos merecen ser felices y, aunque la felicidad de una de sus hijas, sea hijo de las personas que más daño le hicieron, no deberían prohibirles el estar juntos. – Kakashi...

Sé qué estás pensando y no. – respondió Kakashi, completamente serio. – Es un Sarutobi. – volvió a tomar otro gran sorbo del frío café. – No permitiré que, mi hija siga con ese chico. Si tengo que separarlos por las malas, así lo haré.– agarró el móvil e hizo una rápida llamada. – Gai. – Anko abrió los ojos, atónita; diciéndole con la mirada: "No serías capaz de...". Él le devolvió la mirada respondiéndole: "Mírame". – Estoy en estos momentos, en un viaje de negocios con mi esposa. – Anko suspiró y desvió los ojos hacia un costado, no podía mirarlo a la cara. Kakashi percibió el gesto de ella, tampoco le agradaba recurrir a ello, pero debía hacerlo y con más razón, si su hija salía siendo promocionada al lado de ese chico. – ¿Gai, recuerdas aquella propuesta que me hiciste años atrás? – el aludido cambió el tono a uno serio mientras hablaba. – ¿Te parece bien, conversarlo cuando regrese al país? Perfecto, te llamaré. – colgó.

Anko le lanzó una mirada enojada. – No puedo creer que lo hicieras. – susurró, entrecerrando los ojos.

Amor, no me mires así. Sabes que me duele tu mirada de enojo. – regañó el Hatake, sonando infantil. – Además, no me puedes culpar por proteger a nuestros hijos. – enarcó una ceja, enfrentándola.

Mirada entristecida. – Ese es el problema, Cariño. No estuvimos para ellos, cuando nos necesitaron. – le dijo con pesar. Él bajó la mirada, pues ella tenía razón. – Ahora, quiénes somos nosotros para negarles o reclamarles algo. – agarró la taza y bebió un pequeño sorbo, pensando si fue lo mejor haberle dicho aquello.


...

Una semana más tarde...

Kurenai, sentada en el sillón en su oficina, observaba el vídeo promocional de su hijo con su novia, quienes, después de ese último concierto, se habían vuelto más populares que nunca; por más que intentó cerrarle el paso a su hijo obligándole a terminar con esa chica, la situación cambió a favor de ellos, pues editores y productores comenzaron a solicitarlos a ambos como pareja promocional de maquillaje y ventas de otros productos, también como invitados especiales en eventos y programas de televisión, por lo que salían juntos a todas partes. La fama de ambos, había sobrepasado lo inesperado. Suspiró, derrotada.


...

Mientras tanto...

En un estudio fotográfico y sentado sobre una silla, Hiroshi vestía una ropa de invierno, consistente en un pantalón jeans azul oscuro, suéter de algodón color gris, zapatos negros y una gabardina marrón claro, entretanto una joven maquilladora retocaba el rostro de él y otra peinaba sus negros cabellos hacia atrás. Buscó con los ojos a una persona en específico. La encontró. Natsuki estaba sentada en una silla, un poco alejada de él, vestía también una ropa de invierno, consistente en un ajustado pantalón blanco, suéter de algodón color blanco, botines negros de tacón fino y una gabardina marrón claro igual a la de él. También, dos chicas estaban con ella, una alisando su largo y hermoso cabello, mientras la otra le daba el toque final pintando sus labios de un brilloso rojo intenso.

Una vez listos, se aproximaron al área donde las luces y todo el equipo estaba reunido. Se miraron entre sí, al instante no pudieron evitar un sonrojo en sus mejillas, pues cada día ambos se enamoraban más. Era cierto que, tenían varias semanas viviendo juntos, información que solo sus amigos sabían, nadie más. Los murmullos positivos no se hicieron esperar, decían lo bien que se veían juntos, lo enamorados que estaban o lo perfectos que se veían como pareja.

El fotógrafo rompió la magia y les indicó que se agruparan uno al lado del otro. Hiroshi se colocó de perfil derecho y Natsuki de perfil izquierdo, ambos quedando frente a frente; él deslizó las manos en el bolsillo del pantalón expresando un rostro sereno, fresco y cool; ella dobló el brazo derecho y colocó el codo derecho en el hombro izquierdo del Sarutobi, y con la mano izquierda agarró una esquina de la manga derecha de la gabardina del chico, mostrando una mirada sensual, elegante y posesiva. Ambos mirando la cámara. Flash. – Quiero ver sus rostros más cerca. Quiero que se miren. – ellos asintieron. Hiroshi volvió la cabeza hacia ella y se inclinó, Natsuki hacia él y separó los labios un poco. – Bien. Más cerca. – ambos aproximaron sus rostros hasta rozarse los labios. Flash. – Eso. Hiroshi-kun, abrázala. – el aludido rodeó los brazos alrededor de ella y la apegó más a él. Inevitablemente, un intenso rubor cubrió las mejillas de ambos. Doble Flash. – Sé más sensual con ella. – Hiroshi deslizó su mano izquierda detrás del cuello de Natsuki, quien posó ambas manos en su masculina cintura, y acercó el rostro al cuello de ella como si fuera a besarla. – Perfecto.

Ambos se iban a separar, pero antes de eso, Hiroshi le robó un beso fugaz delante de todos los presentes, dejando a Natsuki hermosamente sonrojada con las manos cubriendo su boca, e ignorando el hecho de que el fotógrafo capturó ese momento. Recuperando la compostura, los dos se colocaron de perfil contrario, dándose la espalda y apoyando ésta en la espalda de su pareja. Se cruzaron de brazos e hicieron pucheros, como si estuvieran enojados. Flash. – Así. Otra más. Ahora sonrían. – ellos simularon reír a carcajadas.

Flash. – Ahora, me gustaría una pose divertida. – les dijo. Hiroshi encorvó el cuerpo hacia abajo y le indicó a Natsuki subir a su espalda, así ella lo hizo y él recuperó la postura rodeando los brazos en las piernas de ella, evitando que cayera. Natsuki rápidamente rodeó los brazos en el cuello de él, pensando que se iba a caer, pues el Sarutobi se balanceó y empezaron a reír divertidos, no por la foto, sino porque en verdad él se había tambaleado. Flash. Doble Flash. El fotógrafo observó la imagen capturada, en ella ambos se veían verdaderamente felices y eso le gustó. Hiroshi empezó a dar vueltas con ella en su espalda. Todos los presentes reían con ellos. Flash. Natsuki escondió el rostro en la espalda de él, sin dejar de reír. Flash.

Minutos después, Hiroshi llevaba puesto un pantalón negro, camisa mangas largas de color azul marino con cuadros negros, un chaleco de algodón color negro y zapatos negros; mientras, Natsuki tenía puesto una falda en corte A que llegaba un poco más arriba de las rodillas, camisa mangas largas de color azul marino con cuadros negros, zapatos negros de tacón y una cartera plateada.

Natsuki-chan, por favor toma asiento en el sofá. – le dijo el fotógrafo. La Hatake se sentó en el sofá y colocó las manos una sobre la otra en su muslo izquierdo. Hiroshi tomó asiento encima del brazo del sillón en el costado derecho de ella. – Quiero que se miren. – él bajó la mirada hacia ella y ella la subió hacia él, ambos mirándose con amor. Flash. El fotógrafo se acercó y agarrando las manos de la Hatake ante la mirada inquisidora del Sarutobi, las acomodó encima del muslo izquierdo del chico y le apoyó la cabeza encima de sus propios brazos, así dejando entrever la imagen de una chica enamorada con la cabeza recostada en el muslo de su amado. Doble Flash. El Sarutobi colocó una mano encima de la cabeza de ella, e inconscientemente empezó a acariciar su pelo. Flash. Doble Flash.

El fotógrafo sonrió de lado, contento, al ver cómo ellos se acoplaban bastante bien; estaba tan maravillado, que los capturó en el momento en que Natsuki entrecerró y cerró los ojos. – Hiroshi-kun, siéntate al lado de Natsuki-chan. – haciendo caso al mandato del fotógrafo, tomó asiento al costado izquierdo de la Hatake a una distancia prudente, con las manos deslizadas en los bolsillos del pantalón. El fotógrafo le guiñó un ojo al Sarutobi; éste, comprendiendo el mensaje, dejó caer el cuerpo en el sofá y acomodó la cabeza encima de los muslos de la chica, quien ruborizó intensamente. Doble Flash. El fotógrafo sonrió complacido, después de todo, la marca de ropa que ambos jóvenes usaban para la sesión fotográfica, era de la línea Lovely.

Después de varias fotografías más...

Hiroshi caminaba de un lado a otro, conversando vía telefónica a través de su móvil, con el diseñador de una línea de ropa mientras vestía pantalón negro de mezclilla, tenis blancos con los cordones rojos, camiseta blanca y, por encima de ésta, una sudadera azul con el cuello y los puños de color rojo. – No se preocupe Temari-san, estaremos ahí. – colgó, entonces empezó a buscar con la mirada a la Hatake, más no hubo necesidad de esperar; pues, ella se aproximaba a él vistiendo un pantalón jeans negro, zapatos blancos de plataforma y tacón, sencilla camiseta blanca con flores bordadas y, por encima de ésta, una sudadera negra. – Temari-san está impaciente. – le dijo cuando ella se detuvo frente a él.

¿Llegaremos a tiempo? – interrogó Natsuki, preocupada.

Una divertida sonrisa atravesó los labios del Sarutobi y agarró la mano izquierda de su mujer con su derecha, sorprendiéndola. – Lo haremos. – en respuesta, Natsuki sonrió. Ambos se giraron y despidieron de los presentes, ya que la sesión fotográfica había concluido. "Buen trabajo", "Gracias por su trabajo", eran las frases que utilizaron mientras se dirigían hacia la salida, agarrados de la mano.


...

Cuatro horas después...

En un parque y de pie frente a Temari, la diseñadora de la colección "Sunshine", Hiroshi llevaba puesto un pantalón jeans azul, tenis blancos con los cordones amarillo anaranjado, t-shirt de color verde guardia y, por encima de éste, una sudadera blanca con el cuello y los puños de color amarillo anaranjado. Ambos conversaban sobre el proceso de filmación, pues estaban grabando un comercial y llevaban más de tres horas repitiendo todas las escenas, ya que ella no se decidía por el hecho de que sus personajes actuaban bastante bien; sin mencionar que, en varias escenas, los extras cometían errores y la popular pareja sabía manejarlos a la perfección.

Hiroshi vio a Temari distanciarse de él para platicar con el productor y guionista sobre las escenas. Espiró, cansino. Al parecer, las grabaciones de ese comercial iban a durar más tiempo. Buscó con los ojos a Natsuki. La encontró. Ella se encontraba sentada en una silla, cabeceándose del sueño, vestía una mini falda plisada de color amarillo anaranjado, una camiseta blanca debajo de una chamarra blanca de piel con una correa alrededor de su esbelta cintura, y tenis blancos con cuatro hebillas en vez de cordones. Vio como dos chicas se acercaron a ella, despertándola en el proceso para retocar su maquillaje.

Él bajó la mirada, sintiendo un poco de tristeza. Debido a los constantes trabajos, ambos no han podido descansar lo suficiente, sólo lo necesario; a veces quisiera escapar con ella por un mes donde nadie los contacte, pero aceptaron todas las propuestas porque querían demostrarles a Kurenai, que ellos podían manejar la situación y no quedarían sin empleos a sabiendas de que ella les quitó el apoyo. Al contrario, se convirtieron en la pareja número uno en ser contratados por diversas agencias, sólo por su talento.

Una vez listos, se aproximaron al área donde las luces y todo el equipo estaba reunido. Volvieron a repetir las mismas escenas una y otra vez hasta que Temari estuvo satisfecha con los resultados. Entonces se dieron cuenta de que la noche había llegado y al otro día debían madrugar porque grabarían un comercial, también eran los invitados especiales a un programa televisivo de cocina. Hiroshi se despidió de todo el elenco y buscó a Natsuki con la mirada. La ubicó dormida en una silla. Sonriendo, se acercó a donde se encontraba y agachó el cuerpo frente a ella. – Amor, vamos a casa. – le susurró suavemente. Ella entreabrió sus negros y cansinos ojos. Él se puso de pie, ella se levantó de la silla, pero se tambaleó debido al sueño, así que la agarró con fuerza. La Hatake cerró los ojos y permaneció apoyada en su masculino pecho. – Nat...– silenció, sin dejar de mirarla y sentir su tranquila respiración indicarle que ella no le escuchaba. Así que, se quitó la sudadera y, con la misma, le rodeó la femenina cintura ya que ella llevaba puesta una mini falda, entonces la cargó estilo marital y marchó con ella en brazos.

Todos los presentes sintieron sus mejillas ardientes, pues un ligero sonrojo apareció en las mismas, al ser testigos de la mirada enamorada que él tenía en esos momentos. No podían negar el hecho de que la relación entre ambos era verdadera, no un montaje.


...

Apartamento lujoso...

En completo silencio, Hiroshi se aproximó a la cama, aún con ella entre sus brazos. Con lentitud, delicadeza y sutileza, la dejó sobre la cama. Ella no se movió, al parecer estaba más que agotada. A pesar de tambien estar agotado, el Sarutobi tomó asiento a orillas de la cama y, con parsimonia, empezó a desabrochar las hebillas de los tenis de la chica, quien dormía calmamente. Su respiración acompasada hacía que su pecho subía y bajaba… La observó, se veía condenadamente hermosa. Sus largas pestañas, su fina nariz y sus labios entreabiertos... Desearía estar con ella otra vez, besarla hasta el amanecer...

Deseaba tocarla, sin embargo, no quería arruinar su sueño, más ella ahora era su esposa, no formalmente, pero lo era y nadie podía negar ese hecho. Sonrió, feliz porque ambos están juntos, tal como lo deseaba desde la niñez. Desde un principio, sabía que proponerle vivir juntos antes de casarse, no era debido, debió pedir su mano ante los padres de ella, organizar una boda, comprar una casa y formar un hogar; sin embargo, la negativa de su madre y la petición de su padre de alejarse de ella, lo obligaron a tomar esa decisión. No se arrepentía de nada, pero en varias ocasiones se ha preguntado si ella deseaba lo mismo. Si bien era sabido, las mujeres esperan salir de la casa de sus padres vestidas de novia, aunque esa era la tradición. Están juntos, ella es su mujer, esposa, amante, amiga, compañera y cómplice. No la dejaría ir, de eso estaba seguro.

Deslizó los tenis y medias de los pies de la Hatake, más se dispuso a desvestirla hasta dejarla en ropa interior, pues era una noche bastante calurosa y ella podía ahogarse a causa del intenso calor. La visualizó nueva vez y deslizó sus manos en las femeninas curvas para luego depositarle un húmedo beso en el plano vientre, antes de levantarse de la cama, entonces la cubrió con la sábana y se retiró sosteniendo la ropa de la chica para acomodarla en el clóset. Él también se desvistió hasta quedar en short y camiseta. Apartó un poco la sábana para deslizarse en la cama, pero de repente, un celular empezó a sonar. Frunció las cejas, extrañado. Pensó que probablemente se trataba de su asistente confirmando la agenda de al día siguiente. Suspirando, buscó el celular que sonaba; no era el suyo, sino el de Natsuki. Indeciso de si abrir su cartera y coger la llamada, lo torturaba.

Inhaló profundamente, cogiendo valentía. Abrió la cartera y agarró el ruidoso móvil. Él entrecerró sus negros ojos y miró el número; haciendo uso de su buena memoria, recordó que es el mismo número que la había llamado tiempo atrás, cuando regresaban de la playa y casi sufrían un accidente en la carretera. Volvieron a llamar. Decidido, contestó sin musitar palabra, tan sólo permaneció escuchando a la otra persona. Voz varonil. Ese hombre repetía el nombre de Natsuki, una y otra vez, y al no escuchar respuesta de la chica, cerró. Furioso y maldiciendo internamente a esa persona que osaba molestar a su mujer, iba a devolver la llamada, más se contuvo; solo guardó ese maldito número en su celular y lo investigaría.

Colocó el móvil en el mismo lugar donde estaba con anterioridad. Volvió a la recámara y se sentó en la cama al lado de su amada. De repente, ella se removió quedando boca arriba con los labios entreabiertos. La observó y su mirada se tornó seria. En su mente, solo pensaba en esa llamada, esa voz... Estaba intrigado, el remitente no tenía nombre, más alguien probablemente la estaría molestando o, tal vez, enamorando. Frunció el seño, entristecido. No, eso no podía suceder. Ella es de él, él es de ella. Nadie debería involucrarse, no permitiría terceros en su relación. No es que sea posesivo, pero nadie perturbaría su matrimonio. Nadie. Inclinó el cuerpo, apoyó ambas manos en la cama, a los costados de la cabeza de Natsuki y depositó los labios sobre los de ella en un tierno beso.

Hiroshi liberó su boca y no se apartó de ella. – Te amo. Si algún día me abandonas, me caería en pedazos. – apoyó la frente contra la frente de ella, quien permanecía ajena a su alrededor. – Nunca me abandones, por favor. – voz entrecortada. – No lo soportaría. – escondió el rostro en el hueco entre el cuello y el hombro de Natsuki.

La aludida abrió sus negros ojos, aún adormilada, pero sintiendo el peso del cuerpo del Sarutobi encima de ella. – Hiroshi... ¿Te sientes mal? – ella arrugó las cejas, preocupada.

Hiroshi negó con la cabeza. – Hagamos el amor. Quiero hacerte el amor, ahora. – apartó la cabeza del hueco entre el hombro y cuello de ella, la miró con ojos libidinosos y, al mismo tiempo, con tristeza. Sonriendo con amor, Natsuki posó ambas manos en las mejillas de su hombre. Intercambiaron miradas intensas, lujuriosas, de amor y un fascinante brillo en los ojos. Así, ella debajo de él y él encima de ella, sonrojados, cerraron sus ojos, unieron sus labios y empezaron a moverlos con suavidad, degustando y saboreando los labios de su compañero.

Mientras se dejaban llevar enteramente por el beso, Hiroshi deslizó sus manos, acariciándola en línea recta desde las caderas hasta los muslos; liberó su boca, se alejó un poco y descendió para luego besarle el plano vientre con devoción sintiendo la respiración de ella agitarse, así que con suavidad le mordió el ombligo e hizo un camino de besos desde el abdomen hasta casi llegar a los senos, provocando en ella un arqueamiento de espaldas. Regresó depositando besos húmedos hasta llegar al abdomen; allí, se detuvo a acariciar suavemente esa parte de su cuerpo mientras seguía depositando besos.

Natsuki soltó un suspiro placentero ante la deliciosa sensación que provocaban los delicados besos del Sarutobi en su abdomen, y las suaves caricias eran aún más gustosas. De repente, se estremeció al sentir la boca de él chupando y lamiendo su vientre con fervor; no cabe duda de que, él estaba actuando extraño esa noche, pero ésta vez no dirá nada, tan sólo dejaría que su amor hablara por los dos. Esta noche, ambos se necesitaban más que nunca.

Hiroshi colocó su mano izquierda en la cadera (costado derecho) de ella y, con la otra mano (derecha), seguía acariciando dulcemente su femenina cintura. Entreabrió sus ojos sin dejar de besarle el vientre y su mirada se centró solamente en el abdomen de ella, sin darse cuenta de que el brillo en sus ojos intensificaba con deseo. Pues, él empezaba a desear fervientemente algo más de ella. Algo más... Si tan sólo ella... Enseguida hizo un camino de besos desde el ombligo hasta el cuello, allí hundió el rostro bajo su mentón besando la oreja hasta el nacimiento de sus hombros, ganándose sensuales gimoteos desde la boca de ella, quien se irguió hacia atrás al sentir los labios del Sarutobi besar lentamente en la piel de su cuello y, mientras la besaba en aquella zona, le acariciaba suavemente los senos por encima del brasier.

El corazón de ambos palpitaba agitado, entonces Hiroshi deslizó las manos hasta colocarlas en las mejillas de Natsuki, la besó y ladeó un poco más la cabeza profundizando el beso mientras ella deslizaba las manos en su masculina espalda, acariciándola y las apoyó en las caderas del Sarutobi, quien se removía al sentir su pene palpitando fuertemente contra ella, por lo que ya no podía aguantar más tiempo, así que sin dejar de besarla, se deshizo de la ropa interior de ella y de su propia ropa interior, quedando ambos completamente desnudos. Él deslizó las manos hacia las caderas de su enamorada y entró en ella de manera brusca. Natsuki frunció el entrecejo y separó los labios dejando escapar un gemido, entonces empezó a inhalar y exhalar con rapidez tratando de recuperar el aliento debido al dolor ocasionado por la intromisión del Sarutobi.

Hiroshi entrecerró sus ojos mirándole con pasión, entonces empezó a moverse suavemente mientras le rozaba los labios con los propios, cerró los ojos y presionó los labios con los de ella en un impúdico beso, calmando la agitación de la chica. Una vez sintiéndola calmada con la unión entre ambos, empezó a moverse y, de inmediato, aumentó el ritmo de las embestidas llenando sus oídos con la excitada voz de su amada gimiendo, quien movía las caderas sintiendo más las diversas sensaciones de placer que él le otorgaba al embestirla una y otra, y otra, y otra vez. Los dos gemían, gemían y gemían de placer mientras él presionaba más fuerte y profundo.

Hiroshi aumentó el ritmo de las penetraciones mientras se deleitaba escuchando las agitadas respiraciones entrecortadas y quejidos de ella cerca de su oído, y ella aumentó el movimiento de sus caderas al compás de las embestidas del Sarutobi, facilitando la penetración; pues, ambos se estaban deleitando. Natsuki se abrazó fuertemente de él y acomodó el rostro en el hueco entre el hombro y el cuello de él, dejando escapar gemidos de placer volviendo loco, inconscientemente, al Sarutobi; sin embargo, cerró sus ojos al sentir que las embestidas eran más profundas que antes, entretanto él la penetraba constantemente, una y otra, y otra, y otra vez.

Locamente excitado, Hiroshi rodeó los brazos alrededor de la cintura de la Hatake y apretó los ojos fuertemente logrando que sus embestidas cobraran fuerza y velocidad, la penetraba más, más rápido, más rápido, más rápido. Él podía escuchar su agitada respiración envolverla mientras Natsuki jadeaba más, más y más al sentir las embestidas calentando su intimidad. El deseo era incontrolable, ambos jadeando con frenesí, pues las paredes de ella se sentían ya estrechas y eso forzaba las embestidas. Ella estaba próxima a terminar, espasmos se aproximaban cada vez más y más, obligándole a jadear; entretanto él la penetraba hondamente jadeando furiosamente, pues las pulsaciones del pene rígido y enrojecido se volvieron más firmes, y los espasmos de ella eran más continuos y eso, a él, le gustaba.

Hiroshi la sintió erguir la espalda pegando el pecho completamente al suyo y correrse dentro de él en medio de un orgasmo intensamente fuerte que duró casi un minuto y la dejó sin aire; por lo que, él también acabó dentro ella en grandes cantidades sintiendo el tibio semen llenarla, entonces se desplomó encima de ella dejando caer el rostro al lado del de ella. Jadeantes y sudorosos, ambos permanecieron en silencio, sin moverse, tan sólo respirando agitados y sincronizados. El Sarutobi se movió un poco, evitando aplastarla con el peso de su cuerpo, y acomodó la cabeza en el pecho de ella, con las mejillas ruborizadas.

Natsuki sentía el calor desprendente del cuerpo del Sarutobi, como una especie de fuego que se removía suavemente en su interior, como anteriormente había sentido, pero no era desagradable, al contrario, era cálido. Sintió el cuerpo de él un poco más pesado, a pesar de que se había movido minutos antes, para que el peso corporal no la aplastara, entonces se dio cuenta de que él estaba dormitando. Se veía tan sereno y tranquilo, su respiración poco a poco se calmaba y ella decidió, como las veces anteriores, acompasar con la de él, hasta que inevitablemente, el sueño la venció. No obstante, Hiroshi no estaba dormido, al contrario, abrió los ojos y, colocando una mano sobre el abdomen de la Hatake, comenzó a acariciarlo mientras un intenso rubor cubría sus mejillas; una feliz sonrisa surcó sus labios y cerró los ojos hasta que el sueño también lo venció.


...

(~,~) (^.^)