Bonjour! Vuelvo con más capítulos, así que disfruten el capítulo 28 de ésta peculiar historia.
Recuerda: Quédate en casa, así estarás salvando vidas y cuidando de tu familia!
Okāsan, doko ni iru no?
(28)
Dos días antes de la ruptura de Hiroshi y Natsuki... Tres días antes de la boda de Ishida y Natsumi...
Sentada sobre una silla dentro de un lujoso restaurante y, vistiendo un abrigo gris con cuello de tortuga, jeans blanco ajustado y unos botines de color gris en material sintético decorado con un correaje en el empeine que tenía una hebilla, de tacón fino y elegante; Natsumi se apartó un mechón del cabello que coquetamente se había deslizado hacia el rostro, luego deslizó el plato con residuos de comida y agarró, con ambas manos, la taza llena de chocolate que había pedido minutos antes y la llevó a sus labios.
Mientras soplaba el chocolate caliente, sus ojos empezaron a moverse de un lado a otro, observando cada detalle de ese restaurante y, entonces, pensamientos sobre su infancia la abordaron, pues en aquellos tiempos no podía darse el lujo que en la actualidad se daba, ya que el dinero no era suficiente para siquiera comprarse un vaso con agua en ese lugar. Sus padres adoptivos le brindaron mucho amor, a pesar de haberlos perdido a temprana edad, pero le habían enseñado a sobrevivir en ese mundo lleno de injusticias. Y sus padres biológicos, le mostraron el verdadero amor y la calidez de una familia.
Una familia...
Miró a Natsuki sentada frente a ella, quien se veía tan elegante vistiendo una blusa holgada de mangas 3/4 de color rosa pálido, pantalón azul de mezclilla y zapatos negros de tacón, también llevaba puesto una pashima, que hacía juego con la blusa, rodeada en su cuello y atada al lado derecho en forma de lazo. A pesar de ambas ser idénticas, Natsumi admiraba a su hermana por su increíble belleza, tanto por dentro como por fuera, y su elegancia. Aunque quisiera, no podía compararse con ella, debido a que así era ella, era parte de su ser. Entretanto contemplaba a su hermana con las mejillas sonrojadas degustando la comida calmamente, sonrió feliz, pues ella parecía una niña de cinco años. Bebió un sorbo del humeante chocolate, entonces vio que un pequeño residuo en la mejilla empañaba el perfecto rostro de su hermana.
Sin dejar de sonreír, Natsumi negó con la cabeza. – Onee-chan...– musitó obteniendo la atención de Natsuki. Agarró la servilleta de tela, la cual había colocado encima de sus piernas antes de degustar la comida, luego extendió el brazo hacia su hermana y empezó a limpiarle la mejilla como si en verdad se tratara de una niña de cinco años, a pesar de que ella era la mayor de las dos y había tomado el primer paso para casarse con el amor de su vida. Como agradecimiento, Natsuki sonrió con alegría y continuó degustando los alimentos. – No tienes remedio. – siseó divertida.
Natsumi volvió la cabeza en dirección hacia fuera del establecimiento, entonces vio a los transeúntes bien abrigados y pasar de un lado a otro; también, observó a los empleados de otros negocios colocando las coloridas luces navideñas. Podía sentirse que esa temporada casi llegaba, pues a pocas semanas sería navidad y, en tan sólo tres días, estaría casándose con el Ukitake. Casándose... La familia Hatake crecería aún más y debía pensar en dedicarse a ser una buena esposa e irse olvidando de los medios, pero no podía abandonar a sus amigas, C-ute y, sobretodo, a su hermana. Todas lucharon con dedicación y hubieron muchas caídas hasta llegar donde se encontraban en la actualidad. No podía renunciar así con tanta facilidad, pero C-ute no volvió a subir sobre un escenario desde que Callings fue dejado en hiato; también, no había tenido tiempo para reunirse con sus amigas...
Una punzada clavó en su pecho. Cierto... sus amigas... Entrecerró sus negros ojos. Sus amigas, al igual que ella, tenían sueños por alcanzar y no pensaron en cómo se sentían al respecto; tampoco mencionaron el tema del grupo la última vez que se reunieron para compartir. Ahora que lo pensaba, se sentía culpable. Después de todo, la idea de formar un grupo salió de ella misma y simplemente dejó de lado a sus amigas, centrándose en sí misma y la celebración de su matrimonio. De repente, escuchó el sonido del tenedor ser colocado encima del plato. Volvió la cabeza, entonces vio a su hermana beber el zumo de naranja con galantería. Verla feliz, hizo que se olvidara de sus preocupaciones.
– En veinte minutos, debemos estar en el salón de eventos. – dijo Natsumi calmamente sin dejar de observarla, mientras se llevaba la taza a los labios.
Natsuki colocó el vaso completamente vacío sobre la mesa, cerró los ojos y estiró los brazos hacia el frente. – Ahora podemos continuar. – respondió sonriendo.
Una leve risilla escapó de la boca de Natsumi. – Tenías mucha hambre, a pesar de haber desayunado hace menos de dos horas. – musitó divertida y estalló en risas al ver la cara de enfado que puso Natsuki. – Lo siento. – carraspeó, evitando reír de nuevo. Sin embargo, el apetito de Natsuki se debía al consumo de suplementos con hierro debido a su anemia, lo cual le provocaba tener mucha hambre. Eso significaba, debía estar alerta respecto a ella por si se desmayaba o perdía el equilibrio, después de todo era su hermana y no sólo eso, Hiroshi la amenazó, repitiéndole un millón de veces que fuera cuidadosa con ella y la llevara paso a paso. Hiroshi... Recordó la cara de preocupación que él puso cuando le dijo que ambas irían a ver cómo iban los preparativos para la boda, parecía un padre preocupado por su hija. – Él la ama sinceramente. – dijo para sí misma. Pero sabía que las cosas se tornarían complicadas para ella y el Sarutobi, pues el pasado seguía atormentando a su familia. En verdad, deseaba la felicidad de esos dos por encima de quien fuera.
– Natsumi, ¿me estás escuchando? – interrogó Natsuki, empezando a enojarse.
Natsumi se rascó la mejilla derecha, avergonzada. – Discúlpame, estaba pensando en que ojalá todo salga como espero. – respondió lo primero que se le ocurrió.
Natsuki juntó las manos con entusiasmo. – Todo saldrá bien, personalmente me encargaré de que sea así. – sonrisa feliz. – Ahora vayamos al salón de eventos y luego iremos a probarte el vestido de novia. – se levantó rápidamente, pero de repente sintió un fuerte mareo que le obligó apoyarse de la mesa con una mano y llevarse la otra mano a la cabeza.
Natsumi se puso de pie con rapidez y se apresuró en llegar hacia ella. – Onee-chan, deberías sentarte...– obtuvo un asentimiento de cabeza y, agarrándola por los hombros, ella volvió a tomar asiento sobre la misma silla. Natsumi arrastró una silla y tomó asiento al lado de su hermana, luego le hizo señas al camarero para que se acercara. – Por favor, un café bien cargado con mucha azúcar. – el camarero se retiró apresurado. Volvió la cabeza hacia su hermana, quien estaba palideciendo cada vez más. – Onee-chan, debemos irnos al hospital. No te ves bien, estás pálida. – musitó preocupada, pero sentía que ella no le estaba escuchando, parecía aturdida y confundida. – Onee-chan...– colocó una mano sobre la frente y el cuello de ella en busca de alguna señal de fiebre, pero el calor corporal se encontraba normal.
– Estoy bien. – logró susurrar la Hatake.
La respuesta de ella, le enfureció. – No lo estás. – replicó Natsumi, viendo al camarero regresar sosteniendo una bandeja con una taza encima, la cual él le entregó y ella recibió agradeciendo el gesto con una sonrisa, provocando que el chico ruborizara. – Tómate éste café, te sentirás mejor. – observó como ella intentaba agarrar la taza con fuerza, más no tenía las fuerzas para mantenerla agarrada, por lo que la ayudó a sostener la taza con ambas manos sin soltar sus manos.
Natsuki acercó la taza a sus labios con ayuda de Natsumi, y bebió un gran sorbo, entonces arrugó las cejas al probar ese café. – Dulce. – murmuró con desagrado.
– Debes beberlo todo. – dijo Natsumi, con firmeza.
Mirando a su hermana nerviosa y preocupada por su salud, decidió tomarse hasta la última gota de café. – Gracias. – musitó Natsuki mientras dejaba la taza encima de la mesa con ayuda de su hermana, quien frunció el entrecejo sin comprender porqué le agradecía. – Te agradezco...– le agarró sus manos. –...por ser mi hermana, estar aquí conmigo en estos momentos y formar parte de mi vida. – un par de lágrimas deseaba escapar de sus ojos, más no le permitió salir cerrando los ojos como en una sonrisa, pero una sonrisa triste. – No debería decirte esto a tres días de casarte, pero...– abrió sus ojos, mirando fijamente los ojos de su hermana. – Pase lo que pase, no me dejes sola. – las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. – Puedo soportar que todos me abandonen, menos tú. Sólo tú, quédate a mi lado. – agachó la cabeza, evitando que los comensales percibieran su estado, ya que ella era una figura pública, más no se pudo aguantar.
Natsumi sintió, literalmente, como un cuchillo se clavó en su pecho, al escucharla decir esas palabras cargadas de emociones contrariadas, y verla cubrirse la boca tratando de callar su llanto. No sabía exactamente qué pasaba por la mente de su hermana, debía de tratarse de algo más allá, que ella no podía contarle en esos momentos; y, por más que lo pensara, llegaba a la conclusión de que ella estuviera pensando en dejar al Sarutobi... Abrió sus ojos como platos. – Acaso...– sacudió la cabeza. No era momento de sacar conclusiones, sino de brindarle apoyo, por lo que rodeó los brazos alrededor de ella y la abrazó intensamente. – Prometo nunca dejarte sola. – la apartó un poco y, agarrándole el mentón, le obligó a que la mirara.– Eres mi hermana, mi mejor amiga...– con sus pulgares, Natsumi limpió los rastros de lágrimas en las suaves mejillas de su hermana y le sonrió. – Estaré a tu lado, siempre que me necesites. No podría dejarte sola, somos cómplices. ¿Recuerdas?
Una ligera sonrisa atravesó los labios de Natsuki. – Gracias, cómplice. – siseó, sonriente.
...
Dos días después... Día antes de la boda...
Los preparativos de la boda estaban casi listos, sólo se esperaba que el día tan ansiado por todos, llegara para culminar la organización. Y así, como lo afirmó Natsuki, ella se encargaría de que ese día especial para su hermana, así lo fuera, especial e inolvidable. Se había encargado de que los empleados mantuvieran presentes que ese día debía ser perfecto. Todo estaba quedando como lo había planeado. Su hermana era feliz, ella irradiaba felicidad, puesto que no podía evitar expresar la alegría de celebrar su boda y era un evento que toda mujer enamorada esperaba con anhelo, algunas más que otras. Celebrar una boda...
De pie en el centro del salón, Natsuki observó la decoración blanco con lila, las flores, los souvenirs, los pequeños arreglos que adornaban los alrededores, los centros de mesas, las cortinas, la mesa donde iría el pastel... Todo se veía hermoso. Una leve sonrisa atravesó sus labios, satisfecha por los resultados de su dedicación junto a la novia y algunas personas que colaboraron para la ocasión. Al día siguiente, la boda daría inicio y Natsumi se encontraba nerviosa. De pronto, la vio correr de un lado a otro, confirmando que todo estuviera en completo orden. Natsuki empezó a reír divertida mientras contemplaba a su hermana enloquecer de los nervios, y pues así estaría ella si fuera su propia boda. Su propia boda...
Abrió los ojos desmesuradamente. Cierto, ella también deseó como toda mujer casarse vestida de novia, realizar una celebración aunque fuera íntima, pero no fue posible debido a las circunstancias. Por más que lo deseara, el pasado de su familia la perseguía. Un pasado que afectaba su relación con Hiroshi y, a pesar de que la boda se celebraría en el salón más amplio de uno de los famosos hoteles de la familia Hatake, no se había encontrado con su padre, desde que éste viajó en búsqueda de su hermana y ella empezó a vivir con el Sarutobi, tampoco ella no volvió a entrar a la casa por miedo a lo que él podía decirle o reclamarle. Sin embargo, agradecía no encontrarlo, al menos no hasta el día de la boda. Sí, era lo mejor, no encontrarlo hasta... Giró sobre sus talones y ahí estaba él, mirándola fijamente.
Los ojos de Natsuki se abrieron de par en par, sorprendida de verlo ahí, de pie en la entrada del salón, mirándola sin una expresión específica. No podía interpretar qué clase de mirada recibía de él, pero ella temblaba... Temblaba de miedo... Sí, ese padre por el que ella llegó a sentir enojo, luego compresión, ahora ella sentía miedo de él. – O-Otō-san...– no sabía cómo logró musitar palabra alguna, pues sus labios temblaban... Temblaban mucho y él sabía. La veía. Bajó la mirada, él no tenía derecho de verla en ese estado. No. Alzó la mirada, segura de sí misma. – Ha pasado tiempo, Otō-san. – él no respondió. – Los preparativos están listos para mañana, no tienes que preocuparte.
Kakashi deslizó las manos dentro de los bolsillos del pantalón, sin dejar de contemplarla. Ella le mostró miedo, más luego oprimió ese negativo sentimiento para enfrentarlo. Una ligera sonrisa se figuró en sus labios. – Tiene coraje para enfrentarme. – se dijo a sí mismo.
– Si me disculpas, tengo que retirarme. Mañana, estaré aquí temprano. – dijo Natsuki, haciendo una reverencia como cortesía, pues no tenía nada de qué hablar con él. Por tanto, segura de sí misma, se encaminó hacia la salida pasando al lado del pilar de su familia sin siquiera mirarle. No deseaba permanecer ni un segundo más cerca de él. "Parece que la advertencia que le hice a Sarutobi, no fue suficiente" le escuchó decir, entonces ella se detuvo en seco y giró sobre sus talones. – ¿Advertencia? ¿De qué advertencia hablas? – interrogó, inquietada.
Con parsimonia, Kakashi dio media vuelta para quedar frente a su hija, quien le miraba confusa. Él entrecerró sus ojos, ella parpadeó empezando a comprender. – Desde el inicio, he sabido sobre tus amoríos con el hijo de Sarutobi. – en respuesta, ella abrió sus ojos como platos y retrocedió un par de pasos. – No imaginé que, serías capaz de aprovechar que no estaba para irte a vivir con ese muchacho. – los ojos de Natsuki se desorbitaron y una punzada de dolor hincó en su pecho, sintiendo su corazón latir agitado y asustado. – ¿Pensaste que no me daría cuenta? – Natsuki agachó la cabeza, avergonzada. – ¿Te enamoraste? – ella apretó los labios en una línea. – ¿Querías enfrentarme? ¿O simplemente te acercaste a él para obtener información? – Natsuki rápidamente alzó la cabeza y negó. – ¿Cuál debo creer? – arqueó una ceja, esperando la respuesta de su hija. Ella volvió a agachar la cabeza.
Por más que intentara negarlo, él tenía razón en que ella aprovechó que él no se encontraba en el país para vivir con Hiroshi, a sabiendas de los problemas que aún persistían entre ambas familias. Apretó los labios tan fuerte que se hirió, permitiendo que un hilo de sangre se visualizara. No podía ocultar sus sentimientos, ya no. – Amo...– susurró, apenas audible. No debía titubear, por ello cerró las manos en puños. – Amo a Hiroshi con todo mi ser. – alzó la cabeza, enfrentando al Hatake y, sin poder evitarlo, lágrimas empezaron a escapar de sus ojos. – Otō-san... Lo amo, pero cuando pienso en el daño que su familia nos hizo, a veces no sé qué hacer.
– Déjalo. – respondió Kakashi, con sequedad. Natsuki separó los labios dispuesta a contradecirle, pero él continuó. – Ven conmigo a casa. – dijo mientras caminaba hacia la salida, pasando al lado izquierdo de ella. – Tenemos la visita de alguien, a quien me gustaría presentarte. – se detuvo y la miró de reojo, en espera de que ella decidiera si deseaba seguirle o simplemente permanecer allí con su dilema.
Indecisa, Natsuki aceptó ir a la casa, la cual no había vuelto a pisar desde que se mudó con Hiroshi. Por lo que, cuando arribaron a ésta, empezó a sentirse extrañamente incómoda mientras observaba a su alrededor. Todo como lo había dejado esa tarde, se encontraba igual, nada había cambiado, sólo ella. Cerró las manos en puños. Desde niña, siempre luchaba por lo que quería alcanzar y lo lograba, con empeño y esfuerzo, a pesar de los obstáculos presentados en su camino. Cuando su madre se enfermaba, debía permanecer con una sonrisa en el rostro por el bien de su hermano menor Koishi, a quien no había contactado desde ese día. Agachó la cabeza, recordando que debido a su amor por Hiroshi había dejado atrás muchas cosas importantes.
Kakashi detuvo sus pasos y observó de soslayo a su hija, quien permanecía de pie en el vestíbulo de la casa contemplando cada rincón y otros detalles del hogar. Se veía perdida entre sus pensamientos. Espiró, cansino. Desvió los ojos hacia su otra hija. – Natsumi...– la aludida le miró, esperando indicaciones. – Acompaña a Natsuki a la recámara. – se retiró, alejándose de sus hijas y se encaminó hacia el despacho. Necesitaba pensar, también tranquilizarse para no perder la cordura cuando los Sarutobi les visitara con Mitsuki.
Natsumi, preocupada por su hermana mayor, le agarró la mano izquierda con su derecha, haciéndose notar. Natsuki le regaló una triste sonrisa. – ¿Extrañada de estar en casa? – interrogó ella mientras le apretaba la mano.
– Me conoces tan bien que empiezo a tenerte miedo. – respondió Natsuki con burla, provocando que su hermana resoplara.
– Deberías, ahora vamos a ver mi vestido. Le hicieron los arreglos que sugeriste. – siseó Natsumi, emocionada. Entonces la haló de la mano en dirección hacia las escaleras para dirigirse a las recámaras, en especial a la suya. Natsuki tan sólo sonrió, divertida por la actitud infantil de la chica. Cuando iban ascendiendo los peldaños, se detuvieron en seco. Anko estaba de pie en el segundo escalón, gesto indicativo de que ella había empezado a descender. – Okā-san...– susurró, preocupada por la posible reacción de ambas, tanto de su madre como la de su hermana.
Natsuki agachó la cabeza y deslizó la mano izquierda que Natsumi le mantenía agarrada y, posándola en el antebrazo derecho, se apretó el brazo. Era difícil en ese momento ver a su madre al rostro, no podía enfrentar el semblante de decepción que posiblemente ella estaría poniendo. Tampoco deseaba entristecer a su hermana, el día antes de su boda; sin embargo, en caso de ella querer reprocharle, no podía impedírselo, después de todo se lo merecía. – Okā-s...– antes de terminar, Anko descendió con rapidez y se lanzó a abrazarla con fuerza, desconcertándola. – Okā-san...– en respuesta a su llamado, Anko intensificó el abrazo.
Por su parte, Natsumi sonrió feliz al ver que Natsuki correspondía el abrazo con ganas de llorar, más sabía que ella no lloraría, también entendía que el abrazo y palabras de aliento de una madre le hicieron mucha falta. – También sentiré celos. – musitó haciendo pucheros. Anko y Natsuki se apartaron un poco, le miraron, luego intercambiaron miradas entre sí, empezaron a reír y las tres se abrazaron.
Apoyado del marco de la puerta del despacho y con los brazos cruzados, Kakashi contemplaba la escena de su esposa e hijas desplegada ante sus ojos negros. Deshizo el cruce de brazos, entonces las vio ascender y perderse entre el corredor del segundo nivel. Entrecerró sus ojos y entró al despacho, cerrando la puerta a su paso. Tenía muchas cosas en qué pensar y no sabía dónde empezar, pues estaban sus hijas de por medio. En primer lugar, no deseaba arruinar la boda de Natsumi tomando decisiones que influyera el curso de la celebración, un día muy importante para una mujer, en especial el de su hija. En segundo lugar, Natsuki que estaba enamorada del hijo de Asuma y Kurenai Sarutobi, si intentaba algo en contra de él, ella jamás le perdonaría. Y, en tercer lugar, Mitsuki, esa niña fue criada y educada por los Sarutobi y, a pesar de odiarlos, ellos cuidaron muy bien de su hija y ella los quería como tal, sus padres.
Enojado consigo mismo, se dejó caer encima del sillón mientras se frotaba las sienes. La cabeza empezaba a dolerle, pero por más que lo pensara, alguien saldría lastimado; preferiría mil veces ser él la persona herida, más el pasado influyó en el presente y la disyuntiva entre ambas familias se disputaba. No obstante, como padre necesitaba decidir por el bienestar de sus hijos aunque uno de ellos saliera lastimado, porque después de todo, no podía perdonar a los Sarutobi por el daño causado. Gracias a ellos, Anko sufrió durante años y, aunque muchos incidentes no habían sido aclarados, les ocultaron a su hija.
Él comprendía a la perfección el significado de amar a esa persona maravillosa, lo había experimentado y seguía experimentando esa clase de emociones por Anko, la mujer de sus sueños, su mariposa. Y por ese gran amor, no podía permitir que sus maripositas salieran heridas. Natsuki amaba al hijo de Sarutobi, Hiroshi. Dentro de sí, entendía que él era un buen chico, que no la lastimaría; más el simple hecho de saber quiénes eran sus padres, fue suficiente para tomar una decisión. Y aunque doliera, deberá interpretar el papel antagónico de esta dolorosa historia.
Mientras pensaba y pensaba, Kakashi de repente escuchó el timbre. Los nervios se apoderaron un poco de él, sin embargo, él tenía que mantener la cabeza fría y actuar en el momento exacto, no podía darse el lujo de doblegarse. Cerró los ojos durante un par de minutos, luego se puso en pie y se dirigió a recibir la visita que cambiará la vida de algunos miembros de su familia. Caminando con seguridad, se detuvo frente al portón a una distancia menor de un metro. Deslizó las manos en los bolsillos del pantalón y le indicó a una doméstica abrir la puerta. Ella rápidamente se aproximó y abrió dicha puerta, permitiendo visualizar a los visitantes.
Kakashi extrajo la mano izquierda del bolsillo y la extendió hacia el costado izquierdo, indicándoles el camino. – Adelante. – les dijo, tratando de mantener la compostura. En ese instante, sintió la presencia de varias personas. Movió los ojos hacia el costado derecho y visualizó a un Koishi completamente incrédulo sosteniendo un vaso con zumo de limón, el cual se le deslizó de entre las manos cayendo al suelo y logrando quebrarse al instante. Luego desvió los ojos hacia atrás, vislumbró a una Anko sonriendo de inmensa felicidad; detrás de ella, estaban Natsumi y Natsuki: la primera, desconcertada, tenía los ojos abiertos como platos y, la segunda, negaba la cabeza como intentando descartar lo que pasaba frente a sus ojos.
Los cuatro pares de ojos estaban centrados en una joven mujer ubicada detrás de Asuma y Kurenai, quienes se apartaron un poco. Ella llevaba puesto un pantalón de mezclilla azúl, una blusa holgada de cuadros blancos con verde, y unos converse negros. Asuma la agarró delicadamente de la mano y la haló hacia sí, situándola frente a él como una forma de presentarla. – Himeko, ellos son los miembros de la familia Hatake. – le dijo con firmeza. Nerviosa, ella empezó a acariciar la punta de su cabello violeta que le llegaba hasta los hombros, el cual dejó de ser negro por decisión propia.
Kakashi cerró los ojos sonriendo, feliz debido a que ella no seguía teniendo ese pelo de color negro, sino su color natural, lila como las orquídeas. – Himeko, bienvenida a tu hogar. – musitó con alegría. Para su sorpresa, Anko descendió los peldaños de la escalera con suma rapidez, la agarró del brazo y empezó a caminar en dirección a la sala halando de ella. – Vamos. – les dijo a Asuma y Kurenai, quienes después de asentir con la cabeza, dejaron que él los guiara.
Natsumi volvió la cabeza hacia Natsuki, quien no parpadeaba y mantenía los ojos bien abiertos, asustada, como si se tratara de un fantasma que apareció ante ellos. – Onee-chan...– susurró, preocupada por su hermana.
La realidad la golpeó. Natsuki no podía creer que, la existencia de una tercera hermana era verídica; pues había deseado con todo su ser, que no fuera cierto. Y ahora... Movió el pie derecho un poco hacia atrás y el talón de éste chocó contra el muro del escalón, y ella cayó hacia atrás sentándose de golpe encima del peldaño. Natsumi rápidamente se agachó para ayudarla. Aturdida y nerviosa, Natsuki se llevó una mano temblorosamente a su boca. – ¿Acaso...? – empezó a preguntarse para sí misma, pero recordó que la idea de su padre de llevarla a casa era con la intención de conocer a alguien y si ese alguien se trataba de ella, todo tendría sentido. – Ahora lo entiendo...– susurró y, empezó a reír hasta que la risa desvaneció y su cuerpo comenzó a temblar. Un par de lágrimas escaparon de sus ojos, deslizando por sus delicadas mejillas; lágrimas que se limpió.
– Natsuki...– musitó Natsumi, entristecida y cada vez más preocupada por su hermana mayor.
Con las cejas ligeramente fruncidas, Natsuki alzó la cabeza y le regaló una sonrisa. – Estoy bien. – respondió, luego se puso en pie recibiendo la ayuda de su hermana. – Vamos, no podemos dejar esperando a los invitados. – con toda la elegancia que le caracterizaba, empezó a descender los escalones ante la mirada melancólica de Natsumi.
Koishi, quien había visto todo lo sucedido en completo silencio, cerró las manos en puños y los apretó con fuerza mientras veía la falsa sonrisa dibujada en los labios de su hermana. – ¿Cómo puedes...? – dijo en voz baja, no audible. Recordó las cejas fruncidas de Natsuki a pesar de su sonrisa y, furioso de que su hermana mayor intentara ocultar inútilmente su tristeza, caminó hacia ella, la agarró del antebrazo derecho y la haló con brutalidad obligándole a mirarle. – ¿Cómo puedes sonreír en un momento así? – le interrogó con enojo. Natsuki agachó la cabeza. – ¿Esto no significa que deberás dejar a Hiroshi-nii-san?
Natsuki abrió los ojos como platos y sus ojos empezaron a aguarse, pues él tenía razón. Su hermana desaparecida, la que todos creyeron muerta, estaba con los Sarutobi, eso significaba que Hiroshi conocía la existencia de ella y nunca le habló sobre ello. Cierto, Hiroshi sabía... él... ella tendría que... – No... Hiroshi...– susurró incrédula, así que rápidamente negó la cabeza. Él no podía saberlo, ambos se amaban, él nunca le mentiría u ocultaría una verdad como esa... Nunca. Con delicadeza, Natsuki agarró la mano que Koishi mantenía agarrando su antebrazo y la apartó ante la triste mirada de su pequeño hermano. – Está bien. No debes preocuparte. – retomó el camino hacia donde los invitados habían tomado, desapareciendo de la vista de sus hermanos.
Koishi frunció las cejas y dirigió la mirada hacia Natsumi, quien había permanecido al margen, ya que en una ocasión intervino y ambas se distanciaron. – ¿No te enoja también? – preguntó molesto.
Melancólica, Natsumi colocó una mano encima del hombro de Koishi. – Lo estoy, sin embargo, esa decisión le corresponde a Natsuki-nee-chan. – respondió segura de sus palabras. – Al igual que tú, deseo su felicidad, pero debemos respetar sea lo que ella decida y apoyarla. – le regaló una sonrisa y, del mismo modo que hizo Natsuki, ella se encaminó en dirección a la sala. Pero al llegar, escuchó una frase que tensó la atmósfera.
– A partir de hoy, Mitsuki vivirá en esta casa. – dijo Kakashi de manera tajante.
Natsumi parpadeó perpleja por la decisión de su padre, pero estaba contenta de que su otra hermana fue encontrada y, a la vez, sentía tristeza por los Sarutobi, ya que la pareja se encontraba sentada al lado de la chica, su hija, Kurenai en el lado derecho y Asuma del lado izquierdo, y sosteniendo su mano fuertemente. Ubicó a su madre sentada al lado de Kakashi, ambos agarrados de mano; luego vio a Natsuki, sentada sola en un sillón con la cabeza agachada. Inhaló y decidió tomar asiento junto a su hermana, pero Koishi llegó en dicho momento.
La conversación que su padre sostenía con los Sarutobi iba subiendo de intensidad. Ambas familias se reclamaron entre sí: Kakashi, el hecho de que por culpa de ellos, Anko sufrió la mayor parte de su vida, pero no quiso recalcar los incidentes que fueron el motor para que ella tuviera decaimientos de salud; Asuma, alegando que su intención nunca fue ocultarle la verdad, simplemente Himeko era su hija y no la iban a entregar como si nada. No obstante, debido a tantos reclamos y evitar conflictos innecesarios, acordaron que Himeko continuaría viviendo con la familia Sarutobi, pero debía visitarlos recurrentemente; también otro tema importante, quién decidiría el matrimonio de la joven... Kakashi y Asuma intercambiaron miradas fulminantes, sin embargo Anko y Kurenai no hablaron entre ellas.
Natsumi estaba cansada de escucharlos discutir el día antes de su boda, cuando debería estar revisando que el vestido y accesorios estuviera todo en orden, así que se levantó del sillón y se dirigió hacia Himeko. – ¿Quieres acompañarme? Te mostraré la casa. – le dijo amablemente.
Himeko no cabía de la impresión, tampoco entendía cómo era posible que dos o tres personas fueran tan similares. A pesar de no comprender, estaba frente a dos chicas idénticas a ella, dos versiones de ella. Una de ellas era sumamente elegante y hermosa, y la otra simpática. Los miembros de esa familia Hatake, eran completos desconocidos, pero no se veían malas personas. También, su vida dio un giro de 360 grados al enterarse de que, además de tener un hermano mayor que no visitaba desde hace años, tenía tres hermanos más. No sólo eso, tenía hermanas... Hermanas, lo que siempre había deseado, pero su madre Kurenai no podía tener más hijos. Entonces miró de reojo a Kurenai, quien asintió con la cabeza. – Me gustaría. – respondió con alegría.
Natsumi le extendió una mano, ella la tomó y ambas sintieron una conexión extraña pero no les disgustaba. Natsumi reconoció esa sensación, fue la misma que sintió cuando Natsuki y ella se tocaron de la mano la primera vez que se conocieron. De pronto, Natsumi visualizó una segunda mano extendida hacia Himeko; cuando miró, se percató de que se trataba de Natsuki que, sonriente, mantenía la mano extendida. Himeko también sostuvo esa otra mano sin soltar a Natsumi. Las tres sonrieron con los ojos cerrados.
Kurenai y Anko observaron en completo silencio a las tres chicas sonreír con naturalidad y también marcharse acompañadas de Koishi. Ambas sintieron una punzada en sus corazones; Kurenai sentía culpa por haberle ocultado a su propia hija, sobre la existencia de sus hermanas y padres biológicos, y Anko estaba dolida por no haber estado en el proceso de crecimiento y educación de su hija Himeko, pero independientemente de las circunstancias, no odiaba a la Yuuhi, pues a pesar de todo, ambas llegaron a ser las mejores amigas y el pasado no podían negarlo, sin embargo tenía resentimiento hacia ella, el cual se prometió a sí misma dejar atrás si le regresaba a su hija. No obstante, los que aún no superaban el pasado, eran sus esposos. Asuma no podía perdonar que por culpa del rechazo de él, Kurenai sufrió bastante; y Kakashi no estaba dispuesto a perdonar que por culpa de ellos, casi le costó la vida de Anko.
Pese a todo, debían reprimir esas negativas emociones por sus hijos... Sí, sus hijos... Pero Kakashi no estaba dispuesto a caer en ninguna clase de trampa, así que deslizó sobre la mesa un sobre amarillo y lo dejó frente a la pareja Sarutobi. – Ábranlo. – murmuró el Hatake, tratando de calmarse.
Asuma agarró el sobre mientras fruncía el entrecejo, ya que el Hatake siempre había sido capaz de estar por delante de su enemigo y hundirlo si fuera preciso, por tanto debía ser cuidadoso. Abrió el referido sobre y vio el contenido. –¡¿De qué se trata esto?! – le interrogó, con una furia que intentaba reprimir.
Kakashi entrecerró sus negros ojos sin despegar la mirada del Sarutobi, analizando los gestos de éste. – Sabes perfectamente de qué se trata. – respondió con cierto tono de ironía en su voz.
La furia que Asuma reprimía, explotó. Se levantó del sofá y lo agarró bruscamente del cuello de la camisa mientras Kurenai leía los documentos que él había visto. – ¡¿Te estás burlando de mí?! – le miró con rabia. – ¡No permitiré que te aproveches de la situación! – la expresión serena del rostro del Hatake, le hizo enfurecer aún más. – ¡No puedes hacer esto!
Nerviosa, Kurenai se levantó del sofá y agarró a su esposo del antebrazo. – ¡Asuma, por favor suéltalo! – exclamó ella. – Evitemos un escándalo por nuestra hija, por favor. – Asuma vio directamente los rubíes ojos de Kurenai, los cuales suplicaban que se detuviera; entonces ella lo soltó y él se dejó caer en el sofá, luego se llevó ambas manos a la cabeza, pensativo. Por su parte, Kurenai contempló cómo Anko arreglaba la camisa de Kakashi y se preocupaba por él, tal cual pareja enamorada y feliz. – Anko...– la nombrada agachó la cabeza. – Ambas somos madres y sabemos lo que una madre es capaz de hacer por sus hijos. – dicho eso, agarró un lapicero que, curiosamente, estaba en la mesita y firmó uno de los dos documentos. Luego de firmar, le extendió la hoja a Asuma.
– Si este es el precio que debemos pagar, firmaré. – siseó Asuma mientras plasmaba su firma en ese documento. – ¿Satisfecho?
Kakashi cerró los ojos. – Por ahora... – entreabrió los ojos observando al nombrado. Miradas atemorizantes.
Media hora más tarde...
En el amplio despacho y de pie frente a la ventana, Kakashi se encontraba observando el paisaje que le mostraba el horizonte, con la mano izquierda dentro del bolsillo de su pantalón y en la mano derecha sosteniendo un vaso con el líquido ambarino vibrando suavemente en el interior de las paredes cristalinas, haciendo pequeñas ondas. Dedos firmemente enroscados alrededor del Whisky que acababa de servirse. En el interior del mismo, dos cubos de hielo chocaban ocasionalmente con un pequeño tintineo. Bebió un sorbo y, de repente, alguien tocó la puerta. Bebió otro sorbo. – Adelante. – siseó sin dejar de contemplar a través de la ventana.
Natsuki arribó al despacho con parsimonia y cerró la puerta a su paso. – Me dijeron que querías verme. – murmuró ella, tratando de mantener el temple; pues, desde hacía ratos no se estaba sintiendo bien y debía regresar a casa lo más pronto posible antes de que Hiroshi se le adelantara.
– Los sobres encima de mi escritorio...– le dijo con tono serio mientras movía el vaso, haciendo que un pequeño remolino se formara y el tintineo fuera más fuerte. – Ábrelos. – agregó el Hatake, tratando de aparentar sereno. Enseguida, volvió a beber un gran sorbo.
Sintiendo extrañeza por el comportamiento de su padre, Natsuki no quiso llevarle la contraria, por lo que bajó la mirada hacia el escritorio y observó tres sobres, uno al lado del otro. Abrió uno de ellos y extrajo un documento. Sus ojos se abrieron como platos, no podía creer lo que éstos veían, pues se trataba del registro de matrimonio con Hiroshi. Apretó el documento arrugándolo en el proceso y una sarcástica sonrisa atravesó sus labios. No podía ocultar por más tiempo que al día siguiente de empezar a convivir con el Sarutobi, ambos visitaron la Oficialía a registrar su matrimonio. Ya ella no se apellidaba Hatake, sino Sarutobi. Natsuki Sarutobi. – También sabías sobre esto...– murmuró más para sí misma, que para él. Agarró el segundo sobre y extrajo un documento. Frunció las cejas, pues éste era su informe médico e historial clínico, el cual expresaba el padecimiento de ella y sus síntomas. – Tus hombres te han mantenido muy bien informado. – siseó, divertida. – ¿A dónde quieres llegar? – le preguntó, aunque ella bien conocía la respuesta.
Torciendo el gesto en desagrado, vaso aún en la mano, Kakashi observó de soslayo a su hija. – Lo entenderás cuando abras el último sobre. – musitó mientras se llevaba el vaso a su boca. Bebió un sorbo y retornó la vista hacia la ventana.
Natsuki dejó el documento sobre el escritorio y tomó el último sobre. Sin titubear, extrajo otro documento. Se dispuso a leerlo cuidadosamente, más no cabía de la impresión. – Esto es...– se trataba de una carta de renuncia de la custodia de Himeko que los Sarutobi debían firmar, pero en la parte ínfima no estaba firmada. No podía creer que su padre fuera capaz de ignorar los sentimientos de esa chica, ya que a pesar de todo, ellos eran completos extraños para ella y los Sarutobi eran su familia. Miró dentro del sobre y encontró otro documento, éste sí estaba firmado. Se trataba de otra carta de renuncia, pero no de la guarda de Himeko, sino de las acciones de los Sarutobi. Ellos habían renunciado a su fortuna por Himeko. – Otō-san... ¿Qué...?
– ¿Sorprendida? – cuestionó Kakashi, mientras tomaba otro sorbo de su whiskey. – Quería jugar un poco con ellos, pero no fue divertido. – enojada, Natsuki cerró las manos en puños e iba a contradecirle, pero... – Pensé: "Deben pagar por el daño que le hicieron a Anko". – él apretó los dedos alrededor del vaso cristalino. – "No puedo permitir que sean felices y se queden con mí hija, deben devolvérmela". – voz seria que Natsuki se asustó. – "Hemos pasado por tantos problemas por culpa de esa maldita familia". – dolida por las palabras de él, Natsuki frunció las cejas entristecida y agachó la cabeza. – Pero luego pensé: "Su hijo puede servirme para acabar con ellos". – bebió otro sorbo del líquido ambarino.
Natsuki alzó la cabeza y abrió los ojos como platos. No podía creer que su padre estuviera pensando en herir a Hiroshi, no él, lo que sea menos él. – No...– sacudió la cabeza, negando las palabras que él había profesado. – Hiroshi... No...– se llevó ambas manos a la cabeza y la sacudió bruscamente. – Él no...– susurró, apenas audible. Su padre no podía tocarlo, a él no. Si algo le pasaba a él, ella... – No puedes...– con el rostro serio, Kakashi dio media vuelta y la miró. Ella agarró bruscamente el registro de su matrimonio y lo extendió hacia él. – No puedes siquiera pensar en hacerle daño a Hiroshi. – cejas fruncidas, labios curvados hacia abajo. – Es mi esposo...– lágrimas desbordaron de sus ojos y deslizaron por sus blanquecidas mejillas. – Por favor...– de repente, un leve mareo le hizo tambalearse y caer sentada encima de una silla que estaba cerca de ella.
Enojado, Kakashi entrecerró sus ojos. No podía creer que su hija suplicara por el hijo de Sarutobi, a sabiendas de lo que esa familia le había hecho a ellos, sobretodo a Anko. La furia iba aumentando, pues su propia hija le contradecía... ¡Su hija! Bebió de un trago, lo que quedaba del whiskey. – A tu madre...– apretó más fuerte el vaso. – ¡Casi le arruinaron la vida! – exclamó con furia y lanzó el vaso contra la pared, rompiéndose éste en mil pedazos. Natsuki se espantó y cerró los ojos fuertemente. – ¡¿Qué puedes saber tú?! – vio a su hija temerosa, por tanto decidió calmarse. – Tu madre ha sufrido ya bastante.
Natsuki entreabrió los ojos, pero aún estaba mareada, más no permitiría que él notara su condición en dicho momento. Sin embargo, la sensación de malestar iba en aumento cada vez más. Todo le daba vueltas, parpadeó un par de veces tratando de enfocar a su padre, más lo veía en varias direcciones. – Ahora no. – se dijo a sí misma, mientras se llevaba la mano a la cabeza para luego frotarse la sien.
– Tengo varias formas de acabar con ellos. – Kakashi caminó hacia el escritorio y agarró una hoja. – Con este documento, puedo destruir a Sarutobi y su familia. Dejarlos en la ruina, es un buen inicio. – en su mano, tenía la carta que firmaron Asuma y Kurenai renunciando a su fortuna. – Se quedarán en la calle sin protección y me encargaré personalmente de que nadie pueda extenderle la mano. – vio de reojo a su hija, quien había detenido su masaje en la frente. – Con decir una palabra, puedo hacer que el apellido Sarutobi desaparezca en el ámbito empresarial, incluyendo a tu amado. – Natsuki abrió sus ojos desmesuradamente, luego bajó la mirada y cerró las manos en puños. Él sonrió, sonrisa que ella no vislumbró. – Pero...– ella deshizo los puños. – Si tanto amas a ese chico y quieres evitarle la pesada carga de su familia...– ella le miró, esperanzada de una posible aprobación por parte de él. – Frente a ti, está la decisión de salvarlos de su insolvencia.
– ¿Qué quieres decir? – cuestionó Natsuki, tratando de comprender la dirección hacia donde se dirigía su padre, puesto que el malestar le impedía pensar con claridad.
Kakashi dejó caer el documento que sostenía, encima del escritorio y levantó el dedo índice de la mano derecha. – Sólo una condición y, si la cumples, prometo dejarlos en paz y no tomar represalias. – le dijo con voz seria, entretanto ella esperaba paciente su petición. – Termina esa absurda relación que mantienes con ese chico y aléjate de él, o de lo contrario, personalmente me encargaré de destruir a los Sarutobi sin excepción. – Natsuki sintió una punzada en el pecho y el aire comenzó a faltarle. – Confío en que tomarás la decisión correcta. – tomó dirección hacia la puerta, se detuvo allí y agarró la manilla de la misma. – De ti, depende su futuro. – abrió la puerta. – Ah, se me olvidaba. Debes decidir hoy. – salió del despacho cerrando la puerta detrás, dejando a la chica sola y pensativa.
Las lágrimas deslizaron por sus pálidas mejillas. Natsuki se llevó ambas manos al rostro y empezó a limpiarse los rastros de lágrimas, pero éstas escapaban de sus ojos sin darle tregua. Era cierto que, ella aceptó salir con Hiroshi a sabiendas de que su padre no lo permitiría y, sin embargo, decidió arriesgarse y estar con él, provocando que su corazón latiera sólo por él y nadie más que por él. Anteriormente, cuando eran pequeños, tenía emociones y sentimientos de amor hacia él; más el hecho de estar cerca de ella como un juego, pensó que tal vez no la amaba. Después, la realidad la golpeó cuando la besó esa noche antes de iniciar el concierto, y aún más cuando se le confesó esa tarde, por eso decidió ir contra corriente y ahora... Ahora...
Explotó en llanto, pero al instante se cubrió la boca con ambas manos, evitando que alguien más la escuchara, pues no iba a arruinar la boda de su hermana, la cual con tan esfuerzo e ilusión organizaron. Sin embargo, dolía... Le dolía el pecho, tanto que desearía gritar con todas sus fuerzas o, salir corriendo y escapar donde nadie fuera capaz de encontrarla. El dolor la consumía por dentro, pero lo peor de todo era que no podía hacer nada. Si intentaba huir, su padre la encontraría; si escapaba con Hiroshi, él sería capaz de ubicarlos a los dos y lastimar a Hiroshi. Después de todo, Kakashi llevaba sobre sus hombros, la carga más pesada por ser el empresario con mayor poderío, pues debía mantener una imagen intachable. Imagen que ellos, como familia, también necesitaban mantener. Pero la apariencia no era su mayor problema, sino alejar y proteger a su familia del dolor.
Con todo el poder en sus manos, él podía ser capaz de cumplir lo dicho, más ella debía proteger a Hiroshi aunque tuviera que soltar su mano. Debía soltar su mano, de lo contrario sería el fin de la familia Sarutobi y Hiroshi podría jamás perdonarla por su familia destruir la de él. Sí, era momento de decidir... Ella elegía romper todo contacto con él, pero al menos necesitaba verlo una última vez y abrazarlo. Sólo una vez... En efecto, tenía que verle por última vez, así que se limpió las lágrimas y se levantó del sillón. En ese momento, la puerta se abrió.
– ¿Cuál es tu decisión? – interrogó Kakashi, arribando nuevamente a su despacho, luego deslizó las manos dentro de los bolsillos del pantalón mientras la veía permanecer de espaldas a él.
Natsuki giró sobre sus talones y le miró con seriedad, demostrándole que había tomado una decisión. – Terminaré mi relación con Hiro. – respondió, segura de sus palabras.
Una leve sonrisa atravesó los labios de Kakashi y empezó a caminar. – Muy bien, has tomado la mejor decisión. – dijo él mientras caminaba hacia su hija. Se detuvo frente a ella, extrajo las manos de los bolsillos y las colocó en los hombros de la chica. Cerró los ojos como si estuviera sonriendo. – A partir de hoy, volverás a vivir en ésta casa. – sentenció.
Natsuki abrió sus ojos como platos, incrédula. – Eso no estaba contemplado en tus términos. – musitó ella, comenzando a enojarse.
– Nm.. Tienes razón, no lo estaba. – respondió el Hatake con desganas. – Pero...– él abrió sus ojos y le miró directo a los ojos con una seriedad que la congeló. – Eres mi hija, volverás a llevar mí apellido y vivirás bajo mis condiciones, te guste o no. – voz firme y fuerte. Percibió que la chica iba a replicar, por tanto apretó los hombros de ella, ocasionando que frunciera las cejas debido al dolor causado. – Arreglaré el papeleo en la Oficialía para deshacer tu matrimonio y prohibiré que ese chico se te acerque. – apartó las manos de los hombros de ella, quien se llevó una mano a su propio hombro. – Ve a tu recámara y descansa, eres la dama de honor. – dio media vuelta para retirarse también a descansar, pero se detuvo al escucharla.
– Regresaré al apartamento, quiero ver a Hiroshi. – musitó Natsuki, con firmeza en la voz.
Kakashi dejó escapar un sonoro suspiro. – Sabiendo que él te ocultó la verdad... ¿Aún deseas verlo? – le preguntó, esperanzado de que ella se retractara.
Natsuki agachó la cabeza y cerró las manos en puños, pues su padre tenía razón, Hiroshi le ocultó el hecho de tener una hermana, pero lo más difícil de aceptar, era que esa hermana y ella poseían parentescos físicos. Sin embargo, necesitaba verlo. – Sólo por ésta vez, permíteme verlo. – alzó la cabeza. – Te prometo no intentar acercarme a él, pero hoy concédeme ésta egoísta petición.
Kakashi volvió a suspirar por segunda ocasión. – Te enviaré con el chófer y un par de escoltas. – la miró de reojo. Ella asintió con la cabeza. – Ellos esperarán y te traerán de regreso, así que procura no dificultarles el trabajo.
...
Noche silenciosa...
Se podía escuchar y sentir los repetidos pasos de alguien caminar con prisa a través del amplio corredor de un edificio. Se trataba de Hiroshi, quien había tenido una filmación, la cual terminó bastante tarde, por lo que, nervioso, atravesaba los corredores para llegar al apartamento donde vivía con su amada esposa. Al parecer estaba impaciente. De repente, observó su reloj negro de pulsera: 01:06 A.M. – Natsuki debe de estar dormida. – dijo para sí mismo. Pues, había intentado marcarle un par de veces a su móvil para informarle que llegaría un poco más tarde de la hora normal, pero ella no respondió a sus llamadas.
Detuvo sus pasos frente a la puerta del apartamento, entonces buscó entre los bolsillos de su pantalón, las llaves. Una vez encontradas, abrió el cerrojo y entró. Para su desconcierto, encontró a su esposa sentada encima del bonito sofá modular de tapiz blanco y sosteniendo el móvil entre sus manos. Frunció el entrecejo, extrañado, puesto que si ella tenía el celular, por qué no respondió las llamadas. Pero lo más extraño, ella no se había percatado de su llegada. Él bajó la mirada y vio el celular en su masculina mano derecha, entonces decidió marcarle nuevamente.
Por su parte, el celular de Natsuki volvió a vibrar. Ella se engrifó, luego bajó la mirada al móvil que sostenía entre sus manos; pues, toda la noche había estado pensando, más no quería contestar, porque de hacerlo, lloraría. Frunció las cejas, cerró los ojos e ignoró la llamada de su amado... otra vez. No quería contestar, o más bien, no podía responder. El nudo en su garganta, le dolía. Había llorado y pensado toda la noche, y la decisión de romper la relación entre ambos, fue la más favorable y ahora debía cumplir la promesa a su padre, sino él arruinaría a la familia Sarutobi.
Por otra parte, Hiroshi arqueó una ceja, confundido. Por tanto, se aproximó a ella con parsimonia y, una vez próximo a ella, carraspeó. – Amor, estoy en casa. – le dijo, tratando de sonar lo más tranquilo posible, a pesar de haber visto que ella ignoró su llamada.
Al escuchar su voz, Natsuki no podía calmarse, pero debía utilizar sus dotes de actriz para que él no se percatara de su tristeza, entonces entreabrió sus ojos negros y centró la mirada al frente en un punto no específico. Apretó los labios tan fuertes que éstos empezaron a temblar, pero inhaló profundo y exhaló lentamente. Debía calmarse si quería conversar con él. – Necesito ser fuerte, necesito decirlo...– se dijo a sí misma. – Tengo que hacerlo. – la expresión de su rostro cambió a una completamente seria. – Hiro, tenemos que hablar. – dijo con firmeza mientras se ponía de pie.
El corazón de Hiroshi dio un repentino vuelco que le provocó unas leves náuseas, estaba seguro de que ella le iba a reclamar por haber llegado tarde a casa. – ¿De qué quieres hablar? – interrogó el Sarutobi, sonriendo de lado mientras se rascaba la cabeza. – Es tarde y necesitas descansar, podemos hablar mañana.
Natsuki le daba la espalda, no deseaba que él le mirara en ese dilema, pero debía hacerlo. Giró sobre sus talones para encararlo, sin embargo, la mirada preocupada de él, la estaba haciendo dudar. – No debo flaquear, es por tu bien. Lo prometí. – dijo para sí misma. – Debo terminar contigo, perdóname Hiro. Por favor, no me odies. Te amo, pero...– Mirada seria. – Terminemos. – le dijo con seguridad en sus palabras.
Los profundos ojos de Hiroshi no parpadearon durante unos minutos, estaban perdidos en los ojos de aquella mujer frente a él, la que con tan sólo una palabra lo desarmó. – E-Espera... No entiendo... ¿Terminar? – interrogó nervioso, entretanto comenzaba a sentirse mareado.
La mirada de Natsuki entristeció. – Hiroshi...– avanzó un paso hacia él, más retrocedió. El Sarutobi, atónito, retrocedió hasta chocar contra la pared. – Lo siento, pero lo nuestro termina aquí. – siseó mientras intensificaba el agarre que mantenía con el móvil, tratando de no perder su temple. – Hiro, no podré perdonarme si mi padre te hiciera algo. Debo renunciar a ti, así que interpretaré mi papel para alejarte de mí. – inhaló, exhaló. – No puedo continuar con esto. – decidida, se aproximó hacia una esquina, donde se ubicaba una pequeña maleta, la cual agarró.
Ella volvió a mirarle. Hiroshi no reaccionaba. Lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos, deseosas por escapar, pero ella cerró los ojos, intentando aplastarlas, y caminó hacia la puerta, pasando por el lado de él sin mirarlo. Detuvo sus pasos frente a la puerta. – Hiro, lo siento tanto. – no soportando más, las lágrimas escaparon de sus ojos y un quejido escapó de su boca, el cual acalló cubriéndose la boca con la mano derecha. – Perdóname. – abrió la puerta y salió del apartamento dejándolo sólo.
Hiroshi no podía creer lo que ella había dicho: "Terminemos". Esa simple palabra lo desarmó, ella estaba poniendo fin a su relación como si nada. No. "Terminemos". Se llevó ambas manos a la cabeza. "Terminemos". Después de haber compartido tantos momentos juntos, noches de amor y entrega... ¿Ella lo dejaba así, sin más? No... "Terminemos". Natsuki era su persona especial, su otra mitad, su alma gemela; ella no podía abandonarlo así, él no podía permitir que se marchara. No podía ni quería dejarla ir. Así que, decidido, empezó a caminar dispuesto a seguirla, y de inmediato apresuró las pisadas. Tenía que llegar hacia ella... Natsuki era su todo y, si ella en verdad no quería continuar con él, no lo soportaría. No, ella no...
Sus pasos aceleraron hasta el punto de correr, entonces la vio a lo lejos, pero no estaba sola. Dos hombres vestidos con traje negro, camisa blanca y corbata negra, la habían interceptado. Uno de ellos, agarró la maleta de ella y, el otro, movió la cabeza de un lado a otro, entonces un automóvil negro blindado se estacionó frente a ellos, por tanto el segundo hombre le abrió la puerta trasera de aquel vehículo no identificado mientras el primero guardaba la maleta en el baúl del carro. Ella estaba a poco de subir al auto, pero... – ¡Natsuki! – asustado, gritó con todas sus fuerzas.
Natsuki se detuvo en seco al escucharlo gritar su nombre, más no debía retroceder, pues había tomado la decisión de terminar toda relación y contacto con él. No podía vacilar, así que, decidida, entró al auto. – ¡Natsuki! – volvió a oír esa voz varonil aclamando su nombre nueva vez.
– ¡Natsuki! – aclamó Hiroshi otra vez mientras se acercaba corriendo hacia ella, pero cuando estaba próximo al auto, el escolta que había guardado la maleta en el baúl, se interpuso en su camino.
– No puede acercarse a la señorita. – musitó el guardaespaldas que se encontraba frente a él.
Hiroshi apretó los dientes, sintiéndose frustrado. Entonces dio media vuelta y esquivó al guardia, más él lo agarró desde atrás rodeando ambos brazos en sus hombros. – ¡Natsuki, por favor! – exclamó desesperado, tratando de que ella respondiera. – ¿Qué está pasando? ¿Qué hice mal? ¡Por favor, responde! – en respuesta, ella cerró los ojos calmamente. – ¿Por qué me estás abandonando así? ¡Te amo! ¡Natsuki! – ella no respondió, sólo movió la cabeza hacia el otro costado evitando mirarle y el hombre que mantenía la puerta abierta, empezó a cerrarla. Natsuki no hablaría con él, ese gesto respondió por ella. Hiroshi enfureció e intentó soltarse del agarre. Se la iban a llevar y no podía evitarlo, pero tenía que llegar hacia ella... – ¡Suéltame! – exclamó forcejeando contra ese hombre, quien le inmovilizó mientras el otro se posicionó frente a él. – Nat...– recibió un puñetazo en el estómago que lo dejó sin aliento, luego sintió que lo habían soltado y cayó al suelo de rodillas.
Natsuki entreabrió sus ojos y miró a través del cristal de la puerta del automóvil, entonces lo vio. Sus ojos abrieron como platos. Hiroshi se encontraba de rodillas, con los brazos alrededor de su estómago, retorciéndose de dolor debido al puñetazo recibido. Sintiéndose profundamente dolida al verlo en ese estado, Natsuki agarró la perilla de la puerta dispuesta a salir, sin embargo, uno de sus guardaespaldas, quien había subido al auto, le agarró de la muñeca. – Tenemos estrictas órdenes de llevarla a casa una vez lo viera. Discúlpeme. – le dijo el guardia e indicó al conductor retomar el camino de regreso a la mansión Hatake, el cual arrancó alejándose de ese lugar. – No se preocupe por él, dejaré que Shun se haga cargo. – la soltó con delicadeza.
Natsuki miró a Hiroshi por última vez, ahí tirado en el suelo llamándola una y otra y otra vez. Lágrimas escaparon sin tregua alguna de sus ojos y se deslizaron por sus blanquecidas mejillas. Ella lloraba de dolor, lloraba porque lo había perdido para siempre, lloraba de impotencia y lloraba de angustia. Todas esas emociones mezcladas, salieron a flote delante de sus dos acompañantes, de quienes menos deseaba que la vieran. Más, no podía detener esas lágrimas. Quería dejar escapar todo lo que en su pecho se escondía, pero no ante ellos... No... Empezó a sollozar con más fuerza y se cubrió el rostro con ambas manos. Los dos acompañantes, a excepción del tercero que se quedó con el Sarutobi, entristecieron al verla llorar de ese modo, ya que ella era una joven alegre, a la cual no habían visto llorar hasta esa noche.
Por su parte, Hiroshi frunció las cejas, entristecido y sintiéndose impotente mientras veía cómo el vehículo se alejaba cada vez más de él, llevándose a su esposa sin poder evitarlo. Derrotado, agachó la cabeza. – Nat...– murmuró con la voz entrecortada. – ¿Por qué...? – lágrimas empezaron a caer de sus ojos y acariciaban sus mejillas. – Natsuki...– el guardaespaldas vio el cuerpo de él tembloroso, por lo que retrocedió un par de pasos, dándole espacio para que se desahogara.
Hiroshi apoyó las manos en el suelo, dolido. Ella le dejó sólo, pero.. ¿Por qué? ¿Qué hizo mal para que ella no pudiera continuar con él? ¿Qué pasó? ¿Acaso fue porque llegó tarde? No... Debía haber algo más, pero.. ¿Qué? Ella se marchó... ¿Por qué? ¿No se amaban? Entonces... Abrió sus ojos como platos. Probablemente su madre hizo algo, aunque no podía creer eso, puesto que le había advertido varias veces que no se involucrara en su relación; además, Natsuki no se dejaría presionar por nadie. Por nadie... El pasado de sus padres... Sacudió la cabeza, alejando aquellos extraños pensamientos. – Ella no puede abandonarme así. – su mirada se tornó seria y, se levantó dispuesto a buscar su automóvil para alcanzarla.
– Le recomiendo que no intente ir detrás de la señorita. – dijo el guardaespaldas que se había quedado atrás, sorprendiendo a Hiroshi, pues éste no recordaba su presencia. – Hatake-sama nos dio estrictas órdenes de impedir que usted se acerque a ella.
– ¿Hatake-sama? – se preguntó Hiroshi a sí mismo, atónito. – ¿El padre de Natsuki? ¿Por qué? ¿Ahora es él, quién se opone a nuestra relación? – su mirada cambió a una furiosa y cerró las manos en puños. – O acaso... ¿Mis padres tienen algo que ver en esto? – apretó los puños tan fuerte que éstos empezaron a temblar. – Si ellos están involucrados, no se los perdonaré. – alzó la cabeza hacia el cielo, tratando de descifrar el motivo por el cual ambas familias no permitían su relación y, no sólo eso, porqué esperar después a que ambos convivieran como pareja para intentar separarlos, pues Natsuki era su esposa... Cierto. – Natsuki es mi esposa, la recuperaré. – sentenció.
Matta ne! (^_~)
