Konnichiwa! Otro capítulo más, el 29! Deseo de todo corazón, que todos ustedes se encuentren bien de salud... (^.^) (*,*)

Aclarando: Este y demás capítulos han sido redactados desde mi móvil, por lo que si aparece alguna falta ortográfica, les pido excusas anticipadamente.

#Quédate en casa, así estarás salvando vidas.#


Okāsan, doko ni iru no?

(29)

Día de la celebración de la boda...

La noche había caído. La música era amena, idónea para la ocasión. Los empleados estaban presentes encargándose de servir y brindar las diversas bebidas incorporadas en el menú. La decoración blanco con lila, las flores, los souvenirs, los pequeños arreglos que adornaban los alrededores, los centros de mesas, las cortinas, la mesa donde estaba el pastel y el mismo pastel... Todo se veía espléndido y hermoso. La lista de invitados era extensa, en ella se encontraban los empresarios prestigiosos quienes controlaban la comercialización y conversaban de asuntos relevantes, otros de pequeñas empresas que habían asistido con fines de socialización, también habían idols de distintas categorías disfrutando de la fiesta, amigos y familiares compartiendo esa noche tan especial.

Reunidos en grupos de tres, cuatro o cinco miembros, los invitados conversaban tranquilamente disfrutando la noche mientras el transcurrir de la misma pasaba sin el menor de los inconvenientes, y así debía continuar. Sin embargo, entre los murmullos de los invitados, la suave melodía y ante las curiosas miradas de algunos presentes, Natsuki caminaba con delicadeza vistiendo un hermoso y largo vestido estilo strapless, color beige, algo ondulado en la forma del pecho, destellando brillos y ajustado en la parte superior tallando su esbelta y curvilínea cintura, y desahogado en la inferior, con una cinta lila alrededor de la cintura y, con la misma, tenía formado un bonito lazo, el cual caía como cascada en el costado izquierdo.

Sus ondulados cabellos violetas se encontraban recogidos en un rodete hecho con pequeños rizos, los flequillos bonitamente peinados y aprensados hacia atrás, permitiendo la completa visibilidad de su hermoso rostro, el cual estaba ligeramente maquillado: párpados con sombras de color lila y labios pintados con un brillo labial resaltando así su color natural. En el lado derecho de su cabeza y cerca del rodete, llevaba puesto un broche plateado en forma de mariposa, cuyas alas tenían pequeñas piedrecitas color lila.

Natsuki avanzaba entre los invitados sin dejar de sonreír, ya que era observada por los presentes, pues todos se divertían, menos ella. A pesar de que se veía radiante y feliz ante los ojos de todos, la verdad era que logró cubrirse las ojeras con maquillaje profesional, pues su corazón estaba roto, había llorado la noche anterior hasta que el sueño la venció; más no debía demostrar esas emociones negativas, esa noche era especial para su hermana.

El camarero se detuvo frente a ella, entonces Natsuki extendió su mano derecha y tomó con elegancia una copa de vino. Movió levemente la copa, haciendo que el líquido hiciera un pequeño remolino. Acercó la copa a su nariz, olfateó e iba a dar un pequeño sorbo, pero su mirada se centró en su muñeca derecha y vio la pulsera plateada con una mariposa como dije que llevaba puesta. Pulsera que Hiroshi le había obsequiado tiempo atrás. Una triste sonrisa atravesó sus labios, luego recordó que Natsumi e Ishida no habían llegado al salón; entonces decidió dirigirse a las escaleras y empezó a subirlas.

Mientras atravesaba los corredores del hotel con seguridad en cada paso, tratando de no flaquear, su visión se tornó borrosa. Se detuvo unos instantes y se dio cuenta de que estaba frente a la recámara donde su hermana permanecía cambiándose. Deseaba con todo su corazón, ser ella la que festejaba la noche de su boda, sin embargo, debía ser realista. No era ella y no podía dañarle la noche a su hermana, no podía. Natsumi era feliz, pero ella no debía estar cerca de Hiroshi, debido a las situaciones acontecidas entre ambas familias y, a pesar de haber terminado su relación con el Sarutobi, no le dio explicaciones del porqué. Sin embargo, tarde o temprano, él iba a enterarse.

Cerró los ojos, inhaló profundo y exhaló lentamente. Al abrirlos, una sonrisa de felicidad se vislumbró en sus labios, por lo que, sintiéndose preparada para ver a su hermana, tocó y al escuchar un "adelante" abrió la puerta. Sus ojos abrieron desmesuradamente al verla sentada con elegancia sobre un sofá mientras la maquillista hacía su trabajo. Natsumi llevaba puesto un hermoso vestido blanco estilo strapless, con forma de corazón en el pecho, bien ajustado en la parte superior tallando su curvilínea cintura y plano vientre, ancho y esponjoso en la parte inferior; alrededor de la cintura, tenía una cadeneta de diamantes y al final del vestido estaba rodeado de un encaje de flores y pedacitos de diamantes. Su largo cabello violeta se encontraba ondulado y rizado mientras la parte delantera estaba recogida en una media cola, y los flequillos bonitamente divididos por mitad y aprensados hacia los lados.

La mirada de Natsuki suavizó al contemplar lo bella que estaba su hermana y no podía negar que el maquillaje la hacía relucir con brillantez: sus ojos resaltaban con ese tono ocre y sus labios pintados de rosa pálido. Por su parte, Natsumi parpadeó asombrada debido a la maternal mirada de Natsuki entretanto sus labios estaban siendo retocados. – Te ves hermosa. – musitó Natsuki, sonriendo.

Natsumi le indicó a la maquillista que podía retirarse y le devolvió la sonrisa a su hermana. –Gracias, tú también. Ese vestido te queda perfecto. – dijo ella, feliz porque al fin el día de su boda había llegado sin contratiempos. – Onee-chan, ¿todos los invitados están presentes? – preguntó con mera curiosidad, pues Ishida no había aparecido.

Natsuki dejó escapar una risilla, logrando que Natsumi, enojada, frunciera las cejas. – Si te preocupa que Ishida fuera a escapar, puedes estar tranquila. Él está más nervioso de lo que estás tú. – siseó entre risas. Pronto, notó que su hermana estaba arrugando aún más las cejas. – Además, todo va de acuerdo a lo planeado. Te dije, me encargaría de que éste día fuera especial para ti e Ishida. – debido a las palabras dichas, Natsumi se llevó ambas manos al pecho, aliviada y agradecida. Fue entonces que Natsuki se percató del anillo que su hermana llevaba puesto en el dedo anular de la mano izquierda, por tanto un deje de tristeza la embargó. – Hiroshi...– dijo para sí misma mientras apartaba la vista del anillo.

Natsumi cerró los ojos y suspiró aliviada, sin embargo, al abrirlos, percibió la mirada triste de su hermana y comprendió la situación. Entendía los motivos por los cuales ella estaba triste; uno de ellos, su hermana mayor no pudo ser capaz de celebrar su boda con el Sarutobi. Y pensando en el Sarutobi, se preguntó si él había llegado, ya que era el padrino de su boda. – Onee-chan...– murmuró llamando la atención de ella. – Hiroshi...

Natsuki reaccionó, volviendo a mostrar su cara sonriente. – Él estará aquí pronto. – respondió como sin darle importancia, evitando que ella volviera a preguntar por él; por tanto, movió levemente la copa que aún sostenía en su mano derecha, logrando que el líquido hiciera un pequeño remolino. Acercó la copa a su nariz, olfateó y dio un pequeño sorbo con elegancia. El líquido corrió por su garganta, de pronto comenzó a toser. Rápidamente, se llevó la mano izquierda a la boca, dejó la copa encima de una mesita y corrió hacia el baño privado de la recámara.

Preocupada, Natsumi se levantó y corrió detrás de ella. – Onee-chan... ¿Qué...? – silenció al verla vomitando, en el lavamanos, los restos del vino que había ingerido. Con parsimonia, fue acercándose a ella y, una vez detrás, le empezó a masajear suavemente la espalda. – Respira despacio. – la sintió temblar, a causa de que su cuerpo estaba reaccionando negativamente al alcohol. – Tranquila...– Natsuki agarró una toalla y se cubrió la boca, tratando de calmarse. – Probablemente, no deberías ingerir alcohol mientras estés en tratamiento. – dijo mientras le acariciaba la espalda. Sin embargo, para su desconcierto, Natsuki se dio vuelta y la abrazó fuertemente como si se tratara de una niña asustada.

En ese instante, la puerta de la habitación fue abierta y ese alguien se acercó al baño, viendo cómo Natsumi correspondía el abrazo de su hermana. Aclaró la garganta. Se trataba de Ishida, quien llevaba puesto un traje consistente en pantalón y saco blanco, una camisa de color lila, corbata negra y zapatos blancos. – ¿Qué sucedió? ¿Necesitan que le avise a Hiro? – interrogó también preocupado por la salud de su cuñada. Natsumi le miró de soslayo y no podía negar que se veía bastante guapo y elegante con sus negros cabellos peinados hacia atrás, pero le indicó con la mirada que les permitiera unos minutos. El Ukitake asintió con la cabeza.

Natsuki se apartó de su hermana, sonrió. – Gracias, pero no es necesario. Estoy bien. – respondió mirando a los dos presentes. – Mi cuerpo rechazó el vino que tomé, eso es todo. – cerró los ojos, sonriente. – Ustedes son los que deberían de preocuparse, los invitados ya están ansiosos por su entrada. – Natsumi e Ishida intercambiaron entre sí miradas preocupadas, pero entendieron que ella no deseaba verlos preocupados en especial esa noche, por tanto decidieron sonreírle.

Tienes razón, los invitados nos esperan. – dijo Ishida encorvando el brazo izquierdo, invitando a la novia tomar su brazo. Natsumi sonrió feliz y entrelazó el brazo izquierdo de él con su derecho. – ¿Lista? – arqueó una ceja en modo burlesco.

Natsumi observó a su hermana, quien afirmó con la cabeza, y volvió la mirada hacia su esposo. – Lista. – respondió ruborizándose.

Natsuki los vio alejarse y se sintió muy feliz por su hermana, quien había cumplido su sueño de casarse vestida de novia; pero ella... Agachó la cabeza con tristeza en su mirar. – Hiro...– las lágrimas iban a escapar de sus ojos, más alzó la cabeza hacia el techo, inhaló y exhaló alejando esas tristes emociones. No era el momento ni el lugar. Así que, decidida, volvió al salón y la pareja había realizado acto de presencia. Todos los presentes aplaudían eufóricos mientras ambos descendían los peldaños de la escalera ante tantas miradas sobre ellos. Cuando éstos descendieron y los invitados se aglomeraron alrededor de ellos, ella también descendió.

De repente, el camarero se detuvo frente a ella sosteniendo una bandeja con diversas bebidas. – ¿Hime-sama? – le extendió la bandeja para que tomara alguna bebida.

Natsuki alzó la mano dispuesta a tomar una copa de champagne, pero recordó lo sucedido en la recámara y descendió el brazo. – Lo siento, gracias. Esta noche no consumiré nada de alcohol. –murmuró sin dejar de sonreír.

Un leve rubor apareció en las mejillas del camarero, pues la belleza de la hija del jefe era inigualable e incuestionable. – Entonces le traeré un cóctel de frutas sin alcohol. – siseó entusiasmado y se retiró con rapidez sin esperar respuestas de la Hatake, además necesitaba estar pendiente de los miembros de la familia Hatake y servirle como debía. Después de todo, eran sus empleadores.

Natsuki, mentalmente, agradeció el gesto de ese chico, por lo que decidió esperar el cóctel ofrecido, a fin de cuentas necesitaba tomar algún líquido y no podía beber nada de alcohol. Mientras esperaba, observó a sus padres, quienes charlaban con importantes empresarios y altos ejecutivos; Anko sostenía una copa de vino con elegancia mientras Kakashi mantenía un brazo alrededor de la cintura de ella, como siempre, posesivamente. Entonces dirigió su mirada hacia los recién casados, quienes sonreían con alegría e inmensamente feliz.

Una punzada se enterró en su corazón. Desvió sus ojos negros hacia el costado derecho, donde ubicó a Koishi, quien estaba rodeado de algunas chicas coquetas y deleitándose con las miradas provocativas de éstas. Observó cada rincón, cada lugar y lo que podía ver eran parejas; antes no le habría preocupado, pero después de volverse consciente de Hiroshi, era imposible no notar esas situaciones. Entrecerró sus ojos negros y una ligera, pero entristecida sonrisa surcó sus labios. De repente, frente a sus ojos apareció una bandeja con sólo la copa de cóctel encima. Alzó la mirada y vio que se trataba de aquel chico camarero, quien sostenía dicha bandeja. – Gracias. – musitó, luego sonrió con alegría. Tomó la copa y el chico rápidamente marchó.

Natsuki bebió un sorbo del cóctel y se dispuso a caminar entre los invitados para saber si ellos necesitaban algo o si la estaban pasando bien. De pronto, escuchó el bullicio de algunos presentes y una suave melodía de fondo. Volvió la cabeza hacia atrás, entonces visualizó que Ishida invitaba a Natsumi a bailar; gesto que ella gustamente aceptó. En la pista de baile, las parejas bailaban abrazados al ritmo de esa romántica canción, entonces vio cómo Ishida y Natsumi se abrazaron firmemente. De repente, alguien la abrazó desde atrás. Frunció las cejas dispuesta a regañar la persona que se atrevió a tocarla de ese modo, pero al volver la cabeza hacia atrás, su sorpresa fue notable al visualizar a una sonriente Árika, quien deshizo el abrazo. Natsuki giró sobre sus talones y una sonrisa de felicidad atravesó sus labios al ver también a Nanami, Yoshida y Kimi acompañando a la Yamashiro.

Nanami llevaba puesto un elegante vestido corto de color gris, cuya parte superior ajustada mostraba su esbelta silueta y la parte inferior plisada le llegaba hasta las rodillas, también usaba unos zapatos negros y un bolso negro de mano mientras su corto cabello se encontraba suelto. Yoshida había optado por un enterizo rojo vino, de tirantes y con la espalda descubierta, y zapatillas negras; también llevaba un bolso negro de mano y su maquillaje consistía sólo en un labial rojo pasión.

Árika eligió un sencillo vestido largo mientras la falda tenía una abertura desde la rodilla derecha hasta terminar el vestido, color negro y zapatillas plateadas, entretanto su cabello rubio estaba recogido en un rodete bonitamente peinado. Kimi tenía una elegante blusa blanca de mangas largas, pantalón ancho de vestir color marrón y zapatos blancos de tacón. Todas ellas se veían sumamente elegantes, tanto que habían cautivado a muchos invitados.

Pronto, Natsuki agarró las manos de Nanami en un gesto de agradecimiento y observó a las cuatro chicas. – Gracias por haber venido. – les dijo, quienes felices por el recibimiento, entablaron conversación sobre la hermosa decoración, entre otros temas.

Por otro lado, en la pista de baile...

Natsumi cerró los ojos, al sentir los fuertes brazos de Ishida deslizarse en su cintura. Él, por su parte, acarició la mejilla de ella con su mejilla, lento y suavemente; sus mejillas ruborizaron y apretó fuertemente los brazos alrededor de ella como si no quisiera dejarla ir, como si al soltarla ella se alejaría de él y no estaba dispuesto a perderla. – Te amo. – le dijo Ishida, mientras la apegaba más hacia su cuerpo. Ella, por su parte, sonrió, depositó un cariñoso beso en el cuello de él y acomodó la cabeza en su hombro llenándose del embriagante aroma de Ishida que tanto le gustaba.

Poco a poco, Ishida se fue acercando al rostro de Natsumi hasta quedar a pocos centímetros de distancia. Aspiró su aroma con suavidad. Ella se estremeció bajo su tacto y eso a él le encantó. Llegó a un punto de que las ganas de besar esos labios que le sonreían, transmitiendo paz y serenidad, eran incontrolables; entonces abrió un poco su boca para plasmar los labios en los de ella, pero sólo le rozó sus labios. Ella entrecerró sus ojos, esperando con ansias tocar los labios de él, aferrarse a su boca. Ishida acarició la espalda de su ahora esposa con sensualidad, entonces ahí ella lo miró a los ojos, como diciéndole que no necesitaba permiso para probarla. Sonriendo, abrieron un poco sus labios hasta que se unieron en un apasionado beso. De pronto, la música cambió a una movida, por tanto, ambos rompieron el beso y, sonrientes, empezaron a bailar al ritmo de la melodía.

Al mismo tiempo...

La figura de un hombre vistiendo elegante traje de pantalón y camisa negra, a juego con una chaqueta azul marino, dándole una apariencia tan varonil que cautivó a dos mujeres que lo habían notado, hizo presencia en aquella fiesta. Él deslizó ambas manos dentro de los bolsillos del pantalón, entonces observó a las alegres personas bailando, luego ubicó a una feliz Natsuki sosteniendo una copa de cóctel casi vacía y conversando con sus cuatro amigas. Una divertida sonrisa surcó sus labios y empezó a caminar en la pista de baile a través de los invitados que bailaban con suma elegancia, evitando roces con ellos. De repente, un camarero se interpuso en su camino sosteniendo la bandeja. Agradeciendo el gesto, agarró un vaso de whisky y una copa de cóctel, y se encaminó hacia la Hatake.

Mientras tanto...

Natsuki dejó escapar una risa agradable para los oídos de la mayoría de los empresarios y hombres solteros, quienes centraron las miradas sobre ella. Algunos padres, quizás en la espera de que sus hijos fueran elegidos por ella, los cuales babeaban ante la belleza de aquella mujer, a sabiendas de reconocer que ella tenía una relación con el hijo del Sarutobi; sin embargo, la esperanza se mantenía, debido a que aún no estaba casada. Otros, deseando tener alguna pequeña oportunidad con la primogénita y así mantener una alianza con la familia Hatake, la más poderosa a nivel empresarial. No obstante, era sabido que el futuro esposo de aquella hermosa joven, manejará y ejecutará el control absoluto de las empresas Hatake.

Sin embargo, el número de candidatos había aumentado, pues el hecho de que ella mantuviera una relación con el hijo de Sarutobi, no impedía que dejaran de soñar por algún día uno de ellos ser el elegido. Así, agrupados, hijos de empresarios cuchicheaban entre ellos sobre las mujeres más interesantes y, en ese instante, Natsuki mostró una sonrisa radiante. Ellos ruborizaron al ver una especie de flores y burbujas alrededor de la Hatake, por tanto, sin duda alguna, la ganadora de la encuesta fue dirigida hacia aquella elegante joven.

Entretanto, el hombre que sostenía el vaso de whisky y la copa de cóctel, se posicionó al costado izquierdo de Natsuki, sorprendiendo a Kimi, Árika, Yoshida y Nanami. – Ha pasado tiempo y sigues hermosa como siempre. – le dijo sonriente.

Natsuki abrió sus ojos como platos, pues reconocería esa voz en cualquier lugar, así que con una sonrisa en sus labios, se giró hacia él. – Gracias por el cumplido, Genji. También, te has vuelto bastante guapo en los últimos años. – siseó sutilmente.

Genji alzó una ceja, mirándola con incredulidad por el comentario de la chica, más entrecerró sus negros ojos sin dejar de contemplar el hermoso rostro de la Hatake. Fue entonces que en su cabeza comenzó a recordar la sonrisa angelical cuando ella era niña y ahora se había convertido en una dama respetable... Y deseada por muchos. Él no era la excepción.– Haz cambiado y, en verdad, te has vuelto más hermosa. – dijo para sí mismo. Para su sorpresa, se percató de los gestos contrariados de ella, a causa de que no lo había presentado con sus amigas. Entonces, le extendió la copa de cóctel, obteniendo una mirada curiosa y él respondió con una simple sonrisa, a lo cual Natsuki tomó la copa. – Señoritas, disculpen mi descortesía. – saludó, haciendo una pequeña reverencia. – Soy cercano a la familia, mi nombre es Maito Genji.

Nanami y demás chicas hicieron una leve reverencia. – Es un placer conocerle, Maito-san. –respondió la Uzuki, actualmente Kanroji.

Sonrisa radiante. – El gusto también es mío. – Genji se dirigió hacia la Hatake. – Si me permites, me gustaría platicar contigo después de tantos años. – le dijo como sin darle importancia, pero deseando compartir unos minutos con ella.

Árika reaccionó. – N-Nosotras estaremos por allá. – siseó con nerviosismo entretanto empujó a Yoshida y Kimi. Nanami simplemente hizo una reverencia y siguió a sus amigas.

Genji percibió a un camarero que se aproximaba, entonces agarró la copa vacía que sostenía la Hatake, la cual colocó sobre la bandeja que éste llevaba. Entonces la observó de arriba hacia abajo. Ella estaba contemplando a los invitados mientras movía levemente la copa con elegancia, haciendo que el cóctel sin alcohol hiciera un pequeño remolino. Él imitó los gestos de ella con el vaso de whisky, luego acercó el vaso a su nariz, olfateó y dio un pequeño sorbo. De pronto, sintió las miradas de aquellas jóvenes con las hormonas alborotadas, entonces les dedicó una sonrisa seductora que las derritió. – Aquí, hay muchas bellezas. – murmuró como si nada.

No cambias. – le dijo Natsuki negando la cabeza y sin mirarlo. – Deberías buscarte una esposa. – le lanzó una mirada divertida.

Genji cerró los ojos, sonriendo. – Me atrapaste. – siseó sonando divertido. – Pero...– abrió los ojos. –...la mujer que deseo tenga el privilegio de ser mi esposa...– desviando la mirada hacia el grupo de chicas, quienes ruborizaron al captar los ojos de él sobre ella. –...está enamorada de alguien más. – él volvió la mirada hacia ella, pero sus ojos iluminaron al verla y, sin darse cuenta, colocó su mano libre sobre la cabeza de ella. – Así que desistí y ando detrás de una belleza que me cautivó.

Eso quiere decir, ella te dejó una buena impresión. – le apartó la mano de su cabeza.

Desinteresado, Genji se llevó la copa a los labios. Iba a tomar un trago, más recordó ese largo cabello negro mecerse al compás del viento cuando esa chica salió corriendo aquella noche. – Podría decirse. – atinó a decir, recordando el beso que le robó a esa chica tomándola por sorpresa, sobretodo, la patada que ella le impactó en el estómago como respuesta. Ruborizó y dejó escapar una risilla alegre.

Extrañada, Natsuki frunció las cejas levemente. Sin embargo, al verlo sonriendo de esa forma, las cejas dejaron de fruncirse y sus labios elevaron hacia arriba. – Me alegro verte feliz. – bebió un sorbo del cóctel. Luego, sus ojos se situaron en dirección a las escaleras y éstos abrieron desmesuradamente. Él había llegado y estaba descendiendo los peldaños de la escalera ante las miradas de algunas idolatras. Su elegante traje de pantalón y chaqueta gris, zapatos negros, camisa blanca y corbata lila de seda que resaltaba entre todo ese conjunto, le daba una apariencia única, varonil y tan perfecta que enloqueció a las mujeres que notaron su presencia.

Su corazón palpitó fuertemente, tan preciso que su pecho empezó a agitarse de una forma que sentía le faltaba el aire y un intenso rubor cubrió sus mejillas. Él se veía bastante guapo y elegante con sus negros cabellos peinados hacia atrás. Se llevó la mano izquierda al pecho entretanto sostenía la copa con la mano derecha, pues su corazón estaba descontrolándose a pesar de saber que él asistiría, pero no estaba preparada para verlo tan pronto. Y ahí estaba él, caminando hacia ella con seguridad y firmeza en su mirar, y evitando chocar con las personas que bailaban. Su corazón latía y latía cada vez más rápido, no podía calmarse. Desde el momento en que él llegó, ella fue cautivada con su encanto.

Genji bajó la vista hacia ella, quien ya no le prestaba atención a él. Para su asombro, la Hatake tenía las mejillas rojas y los labios ligeramente entreabiertos. – Natsuki...– llamó su atención, más ella no respondió. Echó un vistazo al lugar donde la chica había quedado mirando tan anonadada, entonces entendió todo. El Sarutobi estaba acercándose a ellos. – Sarutobi. – entrecerró los ojos. – Natsuki...– colocó su mano libre encima del hombro de la aludida. Ella reaccionó y giró sobre sus talones, logrando que Genji apartara su mano y dándole la espalda al Sarutobi. – ¿Estás bien? – cuestionó, obtuvo un asentimiento dudoso. – Me parece que estás alterada.

Nerviosa, Natsuki se llevó la mano que anteriormente había posado en su pecho, a la frente procurando que su amigo no se percatara de lo agitada que estaba y los labios se curvaron hacia abajo. – Estoy bien. – respondió lo más calmada posible.

Las manos de ella temblaban, entonces Genji colocó la mano libre en su femenina y desnuda espalda. – ¿Es por Hiroshi? – ella abrió sus ojos y volvió la cabeza hacia él. – ¿Estás así por él? –Natsuki separó los labios para responder, pero no pudo musitar palabra; después de todo, era como él dijo.

Mientras se aproximaba a ella, Hiroshi percibió la ubicación de la mano de Maito Genji en la espalda de SU esposa. La furia se apoderó de su cuerpo, entonces frunció las cejas y entrecerró los ojos. Si pudiera matarlo con la mirada, lo habría hecho, ya que ese hombre no tenía ningún derecho de hablar con SU mujer, menos tocarla. Sólo él podía tocarla. Deslizó las manos dentro de los bolsillos del pantalón y las cerró en puños, pues no podía aguantar. Quería romperle la cara delante de todos los invitados, sin embargo, por respeto a la amistad de Ishida y su cuñada debía soportarlo. Debía respirar y calmarse... Calmarse... Se posicionó detrás de ella y le lanzó a Genji una mirada furiosa. Genji, desconcertado, apartó su mano de la espalda de Natsuki. Hiroshi extrajo su mano izquierda del bolsillo de pantalón, la cual colocó en la cadera izquierda de ella y la deslizó hasta posarla en su plano vientre y, presionando hacia él, la apegó bruscamente a su cuerpo.

Natsuki abrió sus ojos completamente atónita y Genji parpadeó perplejo. – H-Hiro...– susurró ella. El Sarutobi apretó el brazo alrededor de ella.

Genji se aclaró la garganta. – Tanto tiempo sin verte, Sarutobi. – murmuró. Sonrisa radiante.

Lo mismo digo, Maito. Ha pasado tiempo. – le respondió Hiroshi con recelo. Luego, juntó su mejilla izquierda a la mejilla derecha de Natsuki y entrecerró sus ojos sin dejar de mirar al chico, pues no olvidaba que, cuando eran niños, Genji estaba enamorado de ella y ahora ella era su esposa, debía mantener su distancia. – Amor...– apartó la mejilla de la de ella y le depositó un beso en la misma mejilla. El rubor de Natsuki intensificó. – Estás preciosa. – Genji se rascó la nuca, sintiéndose fuera de lugar.

Natsuki abrió los ojos como platos mientras el corazón no dejaba de latir con la fuerza de un tambor al tenerlo cerquita, ya no podía ocultarle su nerviosismo y sí, estaba súper nerviosa y deseosa de volver con él; pero su relación no era posible, y al parecer él no se resignaba. Probablemente, él esperaba alguna explicación sobre el porqué ella dijo adiós. – Hiroshi...– pronto, sintió una intensa mirada que la congeló, entonces volvió la cabeza hacia un punto y encontró a Kakashi, quien le lanzó una mirada reprobatoria. El rubor de sus mejillas desapareció de inmediato. En efecto, estaba siendo abrazada por el hombre del cual prometió alejarse.

Hiroshi plantó un rápido beso en el hombro derecho de su esposa. – ¿Por qué regresaste, después de tantos años? – le preguntó a Genji, tratando de bajar la guardia.

Por negocios. Kakashi-san, le hizo una propuesta a mi padre. – respondió Genji, deslizando la mano libre en el bolsillo del pantalón.

¿Mi padre a Gai-san? – Natsuki parpadeó intrigada.

Genji acercó el vaso a sus labios. – Aún no conozco la propuesta que le hizo, pero está feliz por eso. – hizo un gesto de señalamiento con el vaso. Hiroshi y Natsuki dirigieron la vista hacia dicha dirección, y vieron a Gai riendo a carcajadas en compañía de Kakashi y Anko. – ¿Y ustedes...? –ambos jóvenes le miraron intrigantes. – Veo que su relación es como dicen los medios. – bebió un gran sorbo de whisky, pero se percató de que Natsuki entristeció mientras que Hiroshi apretó a la chica hacia su regazo y le besó la mejilla. – Hm...– separó los labios dispuesto a musitar algunas palabras, sin embargo, su móvil empezó a vibrar. – Discúlpenme un momento. – se alejó un par de pasos y extrajo su móvil para contestar una llamada.

Natsuki desearía que, en la actualidad, su relación fuera como los medios decían, no obstante, nada era como parecía. La magia fue forzada a terminar. La noche anterior había terminado con ese hombre que la mantenía abrazada y no la soltaba, y le comprendía. Entendía lo que pasaba por la mente de él, si la soltaba tal vez no podría tenerla nuevamente así. Sin embargo, él debía entender que no era posible continuar engañándose, tenían que aceptarlo y dejarse ir. Ella agachó la cabeza con melancolía. – Hiro...– susurró, apenas audible. Apretó los dientes con fuerza, no debía llorar, debía ser fuerte y conversar directamente sin titubeos. Sí, sin titubear. Bebió de un sorbo el cóctel que quedaba en la copa y agarró la mano izquierda de Hiroshi, la cual seguía apretando su vientre y la apartó, luego se giró sobre sus talones para enfrentarlo, pero sus ojos se situaron en una persona que había hecho presencia en aquel salón de eventos, entonces el miedo se apoderó del rostro de ella.

Hiroshi frunció las cejas ante el gesto de la chica, pues cuando la abrazó, ella no lo apartó y ahora se alejaba de él como si nada. No. Natsuki no podía estar siendo seria respecto a terminar su relación. Él la amaba demasiado como para dejarla ir sin luchar por ese amor y más sabiendo que ella también lo amaba. Entonces... ¿Por qué...? – Nat...– colocó delicadamente ambas manos en los hombros de su esposa, llamando su atención de ese modo. Ella alzó la mirada hacia él, pero se veía nerviosa y asustada al mismo tiempo. – Natsuki, ¿Qué pasa? – los ojos de ella abrieron desmesurados, luego los entrecerró mostrando dolor en ellos. No podía negar, ella tenía miedo de algo, pero ¿de qué? – Amor, ¿Qué...? – echó un vistazo hacia la dirección donde ella había estado observando antes de actuar así y abrió sus ojos como platos.

Después de haber finalizado su llamada, Genji se acercó a ellos y vio que ambos, contrariados, mantenían los ojos en dirección a las escaleras. Frunció el entrecejo y entonces decidió mirar también mientras aproximaba el vaso cristalino a los labios y, de un trago, estaba a poco de beber el líquido contenido en el mismo, sin embargo, sus ojos se posaron ante una figura que le dejó estupefacto.

Los profundos ojos de Genji no parpadearon durante unos minutos, estaban completamente perdidos en aquella resplandeciente joven, vestida con un hermoso y corto vestido, estilo halter, color beige, ajustado en la parte superior tallando su curvilínea cintura, y desahogado en la inferior; el vestido llevaba una cinta beige alrededor del estómago y un gran lazo en el centro; también, llevaba puesto unos zapatos beige de tacón alto que le hacía ver más elegante. Sus cabellos violetas estaban recogidos en una media cola y una sencilla diadema adornaba su cabeza. – Bella. – susurró contemplándola mientras ella descendía agarrada al brazo de Asuma Sarutobi. De pronto, cayó en cuenta de que esa chica tenía un enorme parecido con Natsuki y su hermana Natsumi, pero estaba acompañada del pilar de la familia Sarutobi. – ¿Sarutobi? – frunció el entrecejo, desvió los ojos hacia Hiroshi.

Por su parte, Hiroshi no podía creer lo que sus ojos contemplaban, su padre estaba ahí con... Bajó la mirada hacia su esposa. – Natsuki...– la aludida tenía la cabeza agachada y apretó los labios en una línea. Asustado, deslizó las manos a los brazos de ella y la zarandeó suavemente. – Nat, mi amor, déjame explicarte. Yo no...– ella se movió retrocediendo un par de pasos, obligándole a soltarla. – Amor, por favor...– Natsuki lo enfrentó, mostrándole una mirada de tristeza y una sonrisa triste atravesó sus labios. – Amor...– ella hizo una leve reverencia y se dirigió hacia la recién llegada. – No puede ser, por eso ella...– cerró las manos en puños y, decidido, siguió a Natsuki.

Al mismo tiempo...

Natsumi acompañada de Ishida conversaba con una pareja de invitados, entonces movió la cabeza hacia un lado y reconoció a sus hermanas saludándose. Una sonrisa apareció en sus labios, así que ella se disculpó de la pareja y decidió acercarse también a sus hermanas. – Himeko-chan, bienvenida. – dijo al llegar donde ellas estaban.

Una sonrisa alegre surcó los labios de Himeko. – Gracias por invitarme. – respondió agradecida por el gesto. Luego, se percató de la presencia de alguien aproximándose a ellas tres. Al mirar, vio que se trataba de Hiroshi. – Onii-sama...– Natsuki y Natsumi le daban la espalda al Sarutobi, pero sólo Natsumi giró sobre sus talones para platicar con él entretanto Natsuki agachó la cabeza no queriendo verle. Himeko abrió sus ojos, desconcertada, pues el rostro de él se veía demasiado serio, tan serio que podía cortar el aire si fuera preciso. Hiroshi se detuvo detrás de Natsuki y extendió una mano con la intención de colocarla encima de su femenino hombro; sin embargo, el sonido de un leve choque en una cristalería, lo detuvo en seco.

Kakashi sostenía una cuchara en su mano derecha y una copa en la izquierda, la cual contenía en su interior un líquido rojizo. – Su atención por favor. – colocó la cuchara encima de la mesa, enseguida agarró la copa con la mano derecha. – Bien, señores. – carraspeó. – Agradezco la asistencia de todos los presentes en la celebración de la boda de una de mis adorables primogénitas. – echó un vistazo en la ubicación donde ellas estaban. – Cariño. – alzó la copa hacia ellas. Natsumi sonrió y un leve rubor apareció en sus mejillas. – Si bien, la mayoría conoce de mi postura al mantener a mi familia lejos de los medios de comunicación, pero quiero aprovechar la oportunidad. – observó a Anko y encorvó el brazo izquierdo, ella se acercó a él y rodeó el brazo derecho al izquierdo de él.

Vio a Koishi acercarse a sus hermanas, entonces Kakashi continuó. – Les presento formalmente a mis hijos, mis hermosas trillizas, Natsuki, Natsumi y Mitsuki, y el hombrecito de la casa, Koishi. –contempló los rostros de los presentes, analizando con calma las expresiones de sorpresas de éstos y la de enojo por parte de Asuma; en especial, el rostro desconcertado de Hiroshi. – Todos han tenido el privilegio de conocer a Natsuki y Natsumi. Pero...– Kakashi cerró los ojos, había logrado enojar al Sarutobi y destruir la relación de Natsuki con el hijo de ese hombre. – Brindemos. – abrió los ojos y alzó la copa. Los presentes alzaron sus respectivas copas en espera de las palabras del magnate. – ¡Brindemos por la felicidad de mi hija Natsumi con mi yerno Ishida y, por el próximo compromiso de una de mis hijas, con el hijo de mi amigo Maito Gai!

¿Qué? – atinó a decir Genji, pasmado.

¡Salud! – exclamó Kakashi, sonriente. Bebió un sorbo del líquido rojizo que contenía la copa y, mientras tomaba, vio a Hiroshi con el rostro agachado permitiendo a los mechones del cabello caer hacia delante y cubrir sus ojos.

Las piernas de Hiroshi perdieron fuerzas y retrocedió dos pasos. – ¿C-Compromiso? – siseó atónito. Había un próximo compromiso en la familia Hatake, pero... ¿De quiénes se trataba ésta vez? ¿Himeko o Mitsuki? No entendía nada. ¿Natsuki? No, Natsuki no. Por más que sus padres quisieran separarlos, no podían hacer nada porque ella seguirá siendo su esposa. – ¿Natsuki? ¿De qué se trata esto? – al no obtener respuestas, la agarró del hombro izquierdo y la obligó a girarse. – Nat...– silenció. La nombrada tenía una mirada triste, más no le miraba a los ojos, al contrario, lo evitaba. – ¿Acaso...?

Natsuki cerró las manos en puños. – Hiro, éste no es el momento, por favor. – Su padre había tomado una decisión a la ligera, pues la inocente Himeko estaba en shock, ya que no sabía de cuál hija se trataba, y era obvio creer que podía ser una de las dos, debido a que la chica no conocía sobre la relación entre sus hermanos. Se mordió el labio inferior. Sonaba raro, pues Himeko era su hermana y de Hiroshi también. No. Empezó a caminar hacia una puerta que daba acceso al jardín, necesitaba salir de allí, sino sentiría que se ahogaría. No quería seguir ahí, las miradas de los presentes la estaban asfixiando. Apresuró los pasos.

Himeko parpadeó aún más confundida. – No entiendo. ¿Un compromiso? – susurró, luego miró a Natsumi. – ¿Natsuki-san, se casará con esa persona? – cuestionó preocupada, pues ella no tenía planes de contraer nupcias con nadie, por el momento. En respuesta, Natsumi no respondió, tan sólo observó al Sarutobi, quien en un arranque comenzó a caminar, pero sus pasos aceleraron hasta llegar a correr. Himeko vio cómo su hermano salió disparado detrás de Natsuki. – ¿Onii-sama, está enamorado de Natsuki-san? – las facciones del rostro de Natsumi suavizaron, respondiendo a su pregunta.


...

En el amplio jardín del hotel, Natsuki caminaba pausadamente mientras contemplaba la luna. Sus pasos todos lentos, los altos tacones de sus zapatos beiges se enterraban en la tierra y césped a cada pisada. De repente, una fría brisa sopló calando por su cuerpo, por tanto un ligero temblor causado por el frío, le obligó abrazarse a sí misma sin dejar de caminar. En el pasado, cuando sus padres no tenían tiempo para ella, por dedicarlo trabajando en las empresas Hatake y pendiente de la salud de su madre Anko, había perdido las ganas de seguir y dejado el alma en un cajón junto a su corazón, pero un día de pronto cuando conoció a Hiroshi, ella encontró en él una persona en quien confiar hasta que se volvieron los mejores amigos. Poco tiempo después, ambos decidieron convertirse en un ser debido al amor que surgió entre ellos, aunque no recordaban desde cuándo estaban enamorados uno del otro.

El viento sopló más fuerte, algunos mechones de cabello deslizaron del rodete y cayeron hacia delante. Se detuvo, agachó la cabeza permitiendo que la brisa la abrazara. Sí, efectivamente, no recordaba desde cuándo empezó a sentir amor por el Sarutobi, de lo que sí estaba segura, era que lo amaba más que a su propio ser; sin embargo, para evitar que su padre hiciera algo en contra de él o la familia Sarutobi, renunció a su amor aunque el corazón se le rompiera en miles de pedazos. De repente, escuchó el césped ser pisado. Volvió los ojos hacia un costado y ahí estaba él, de pie, detrás de ella. Entonces, ella giró sobre sus talones.

Ambos intercambiaron miradas entre sí. Hiroshi frunció las cejas, dolido porque ella huyó en vez de enfrentar la situación y decirle la verdad, tampoco podía aceptar que ella terminara unilateralmente vuestra relación. Desearía entrar dentro de su cabeza, sólo para saber qué estará pensando, aunque eso no fuera posible. Alzó la cabeza hacia el cielo. Sí, desearía entrar en su cabeza. Bajó la cabeza, clavó los ojos sobre ella. Natsuki temblaba debido al frío más no apartaba su mirada de los ojos de él, entonces avanzó un par de pasos y se detuvo a pocos centímetros de ella. – Nat...– extendió los brazos hacia su mujer con el objetivo de abrazarla, pero ella retrocedió.

La realidad lo golpeó. Derrotado, Hiroshi descendió los brazos. Ella tenía una mirada segura de sí misma, no titubeaba y sus ojos tan negros como el azabache tampoco dudaban. La observó calmamente de arriba hacia abajo, se veía preciosa con ese vestido, y a pesar de haberle dicho sobre lo hermosa que estaba, no se había detenido a deleitarse. – No la he visto en horas, pero... ¿Por qué siento que ella está más preciosa que nunca? – se preguntó a sí mismo. Enseguida recordó el anuncio del pilar de la familia Hatake, la rabia empezó apoderarse de él. – ¿Lo que pasó anoche, tiene relación con el anuncio de tu padre? – no obtuvo respuestas. Ella continuaba observándolo. – ¿Por qué...? – silenció, quería seguir preguntando, más debía calmarse.

Natsuki parpadeó con pesar, sentía el cuerpo frío y pesado; no obstante, tenía prohibido demostrar debilidad si deseaba terminar toda relación con él. Mirada firme. – Anoche, creí haber sido clara contigo. – le dijo calmamente.

La mirada de Hiroshi entristeció. – Natsuki...– avanzó un paso hacia ella, más ella retrocedió. El Sarutobi, enojado, apretó las manos en puños. – Dijimos que sin importar las dificultades o quien intentara separarnos, estaríamos juntos. siseó mientras intensificaba los puños, tratando de no perder su temple. – Ahora... ¿Estás renunciando a mí? – apretó los dientes, sintiéndose frustrado. – ¿Por qué? ¿Qué te hizo cambiar de opinión? – inhaló y exhaló lentamente. Imágenes de lo sucedido en el salón, invadieron su cabeza, luego recordó la llegada de Himeko al lugar acompañada de su padre Asuma. – Entiendo, es debido a Himeko, ¿cierto? – ella apartó la mirada. Él, no soportando más, la agarró por los hombros. – ¿Himeko tiene que ver en esto?

Natsuki entrecerró los ojos con tristeza. Él conocía sobre ella y nunca le habló de ello. Eso quería decir, que su padre Kakashi tuvo razón todo el tiempo, esa familia sólo sabía destruir vidas y herir corazones. No. Él no era así, él la amaba... Jamás la lastimaría, pero reconoció a Himeko. Lo hizo. Le ocultó la existencia de esa chica y no podía perdonarle... No, aún así... – El pasado estará presente en nuestras vidas, y tu familia...– ella le miró con recelos y él frunció las cejas. – ¡Tu familia siempre se encargará de lastimar a la mía! – exclamó con furia y le dio un brusco empujón que le obligó perder el equilibrio. Hiroshi se tambaleó, pero logró reincorporarse. – ¿Por qué? ¿Por qué tenemos que seguir luchando? ¿Por qué? – volvió a empujarlo con fuerza. – ¡Todos están en nuestra contra! – las lágrimas empezaron acumularse en sus ojos. – Estoy... cansada...– apoyó ambas manos en el pecho de él y las cerró en puños, agarrando la tela de la chaqueta en el proceso. – Tú y yo no podemos seguir con esto. – cerró los ojos y apoyó la frente en el pecho del Sarutobi. – Yo...– un quejido escapó de su boca. –...no puedo...

Hiroshi frunció las cejas, entristecido y sintiéndose impotente mientras sentía el cuerpo de su amada temblando y aferrándose a él. Ella estaba llorando, podía asegurarlo sin siquiera mirarla a la cara. No podía verla así, desearía consolarla, pero ella culpaba a su familia por ser la culpable de lastimar a la de ella, por tanto no tenía derecho; no obstante, Natsuki era su esposa, debía estar para ella. Entonces, alzó los brazos con intención de abrazarla, y estaba a poco de hacerlo, pero cerró las manos en puños y descendió los brazos. Su familia había hecho daño a los Hatake y ella no aceptaría reconsiderar su matrimonio. Acaso... ¿Este es un adiós? ¿Será lo mejor para ambos? Alzó la cabeza hacia el cielo, cerró los ojos con fuerza. No.

No. No iba a dejarla ir así nada más, así sin luchar. Por tanto, en un movimiento sorpresivo y posicionando, con presión, ambas manos en las mejillas de Natsuki, le levantó la cabeza y de inmediato aprisionó los labios de ella con los propios. Estupefacta, ella abrió sus ojos abiertamente mientras Hiroshi cerraba los ojos y, de manera forzosa, movía los labios sobre los de ella. Por su parte, Natsuki sintió la lengua de él frotando su labio inferior buscando penetrar a su boca, entonces reaccionó y apretó sus labios negándole el acceso a la misma; y, haciendo uso de sus fuerzas, ella intentó rechazarlo empujándolo con ambas manos en el pecho de él.

Pero accionando con dominio y posesión, Hiroshi deslizó su mano derecha a la nuca mientras con el brazo izquierdo le rodeó la cintura, apegándola bruscamente más hacia él y evitando que se alejara. Sin embargo, Natsuki dejó escapar un quejido debido a la brusquedad, pero seguía forcejeando contra él y con las manos aún en el pecho de él intentaba empujarlo obteniendo resultados negativos. – Mmm...– Hiroshi la apegó más a su cuerpo provocando que los senos de ella se apretujaran contra su pecho. – Mmm...– Natsuki dejó escapar un quejido de incomodidad mientras el rubor en sus mejillas intensificaba. Él aprovechó la oportunidad, le inclinó la cabeza un poco hacia atrás e introdujo su húmeda lengua dentro de la boca de su amada, buscando tener un contacto más íntimo con ella. – Mmm...– musitaba a medida que intensificaba el beso.

Natsuki cerró los ojos con fuerza. – ¡NO! – gritó empujándolo, logrando alejarlo de ella.

Hiroshi se reincorporó y la miró, ella tenía las cejas fruncidas y las mejillas seguían ruborizadas, lo cual causaba en él un deseo incontrolable de besarla. Mientras ella le gritaba palabras que no escuchaba, él tan sólo centró su atención en sus femeninos labios que se movían. No podía comprender los motivos que le alejaban de ella, su amada, esposa, mejor amiga y confidente; tampoco, podía aceptar que la razón era Himeko, o más bien, la causa se tratara sobre el pasado de ambas familias, cuando ambos decidieron que eso no afectaría su relación y ahora ella, simplemente, lo abandonaba. No... Ella no podía dejarlo así, no. Entonces, acortó la distancia entre ambos y colocando las manos en las mejillas de Natsuki, plasmó sus labios sobre los de ella en un apasionado beso y, aprovechando la oportunidad, deslizó su lengua en la boca de ella.

Los ojos de Natsuki abrieron desmesuradamente, parecían estar desorbitados mientras sentía los cálidos labios de Hiroshi sobre los suyos y su húmeda lengua teniendo contacto con la lengua de ella, entrelazando, acariciando e intentando dominarla, le provocó un incontrolable cosquilleo en su intimidad. – Mmm...– las cejas se fruncieron aún más mientras sentía la suavidad y presión de sus masculinos labios. Desearía alejarlo, apartarlo de su cuerpo, por lo que reaccionó y empezó a empujar lo nuevamente, más él no la dejaba en libertad. Sus labios eran succionados agresivamente por los de él y si éstos comenzaban a seguirle el ritmo, si esto continuaba, perdería su voluntad. – Mmm...– el ceño entre sus cejas poco a poco desaparecía y sus ojos iban cerrando, su cuerpo ya no reaccionaba a sus órdenes. Los labios de Hiroshi eran tan cálidos, suaves y sus besos húmedos. Ya no podía evitarlo, ella lo amaba.

Gustoso y excitado por seguir probando tan suaves labios, la apretujó más a su cuerpo y le mordió el labio inferior. Natsuki dejó escapar un quejido de incomodidad mientras el rubor en sus mejillas intensificaba cada vez más. Sus respiraciones se tornaron agitadas. – Mmm...– el beso que Hiroshi intentaba se hacía más intenso, abriendo más la boca para tener un mayor acceso, pero Natsuki aún se resistía, ella cerró las manos en puños, aferrándose a él y a la vez aguantando no corresponder. Hiroshi abrió un ojo, ubicó un árbol bastante cerca. – Mmm...– en un arrebato, Hiroshi avanzó con ella obligándole a retroceder hasta aprisionarla contra el árbol y su propio cuerpo. Rápidamente, Hiroshi rompió el beso, entonces inclinándole el cuello más hacia atrás y, escondiendo su rostro entre el cuello y hombro izquierdo de Natsuki, plantó los labios en dicha zona y empezó a succionarla con devoción.

Natsuki abrió sus ojos como platos entretanto sentía al Sarutobi succionándole el cuello, apretando los labios y un poco los dientes, a lo cual ella intentó alejarlo nuevamente sin resultados, ya que él era un hombre y no podía comparar su fuerza contra la de él. – H-Hiro... Nm... Hiro... Ah...– Hiroshi estaba excitado, y si dejaba que él continuara, harían el amor en ese lugar, más ella tenía que ponerle un alto como sea. – De-Detente...– él no escuchaba, le succionaba con los labios y dientes la misma zona. Natsuki cerró los ojos con fuerza. – ¡NO! – gritó, empujándolo. Respirando agitada, le impactó una fuerte bofetada en la mejilla izquierda que le volteó el rostro hacia el lado derecho.

Sorprendida de sí misma, Natsuki se llevó mano derecha a sus labios, entretanto veía que la mejilla magullada del Sarutobi sangraba a consecuencia de unos rasguños ocasionados por sus uñas al momento del golpe. – Y-Yo...N-No quise...– Hiroshi se pasó los dedos en la herida, enseguida echó un vistazo a éstos, manchados de sangre.

Entiendo. – susurró Hiroshi con dolor en sus palabras. Ella abrió sus ojos desmesuradamente. – Ya que ese es tu deseo...– Natsuki sintió una punzada en su pecho. –...te dejaré cumplirlo. – él retrocedió un par de pasos y ella le miró con temor. Hiroshi agachó la cabeza, permitiendo a los mechones de su cabello cubrirle los ojos, así ella no podía ver su triste expresión. – Natsuki, tú ganas. – giró sobre sus talones y se alejó de ella.

Entristecida, Natsuki frunció las cejas entretanto veía cómo su amor se alejaba cada vez más de ella sin poder evitarlo. Él caminaba lento, pero pareciera que avanzaba a pasos todos con prisa. Sabía que le rompió el corazón, pero debía alguien más ser quien uniera esos pedazos, porque ella... Ella... Extendió el brazo hacia él y empezó a caminar en su dirección, luego reaccionó. No debía seguirle, no debía. Ese fue el adiós. Ahora, ella también tenía el corazón roto y los pedazos no volverá a unirlos porque él era su alma gemela, su persona favorita, su todo y ahora... – Lo siento, Hiro... Lo siento tanto. – no soportando más, las lágrimas escaparon sin tregua alguna de sus ojos y se deslizaron por sus blanquecidas mejillas, entonces un quejido escapó de su boca, el cual acalló cubriéndose la boca con la mano derecha.

Ella lloraba de dolor, lloraba porque ahora sí lo había perdido para siempre, lloraba de impotencia y de angustia. Todas esas emociones mezcladas, salieron nueva vez a flote la noche especial de su hermana Natsumi, más no podía detener esas lágrimas. Quería dejar escapar todo lo que en su pecho se escondía, pero no allí... No... Empezó a sollozar con más fuerza y se apretó la boca con ambas manos, procurando evitar ser escuchada por alguien.


Al mismo tiempo...

Genji salió al jardín a respirar aire fresco, pues su padre no dejaba de molestarle sobre el anuncio realizado por el Hatake. No era que no estuviera feliz, sin embargo, Natsuki tenía una relación con el Sarutobi y, para completar su desafortunio, ella se puso nerviosa cuando éste llegó. Emociones incontrolables. Apoyó el codo derecho sobre el balaustre de piedra y antebrazo izquierdo igualmente sobre el mismo, dedos firmemente enroscados alrededor del vaso. Suspiró con desganas. – Natsuki...–susurró melancólico. Bebió un gran trago, bajó la mirada y observó el líquido ambarino vibrando gradualmente en el interior del vaso. – Si mal no recuerdo, Kakashi-san presentó tres hijas. – apartó el antebrazo izquierdo del balaustre y deslizó la mano izquierda dentro del bolsillo izquierdo de su pantalón. – Podría ser la tercera hija. – Sacudió la cabeza. – Si no se trata de Natsuki, no tiene sentido para mí aceptar ese compromiso. – suspiró por segunda ocasión.

Luego, Genji decidió mirar hacia el hermoso paisaje que le ofrecía la vista para olvidarse de esa estupidez de compromiso, pero visualizó a una dama en el jardín. Desinteresado, bebió un sorbo mientras la observaba a distancia desde el rabillo del ojo. De repente, vio que dicha dama se tambaleó, pero logró apoyarse con la mano izquierda en el tronco de un árbol. Frunció las cejas, entonces decidió acercarse a ella por curiosidad. Cuando se aproximó lo suficiente, sus ojos abrieron con asombro, pues se trataba de Natsuki. Ella lloraba con los ojos cerrados y cubriéndose la boca con la mano derecha como deseando no ser descubierta.

Entristeció al verla llorar de ese modo, ya que ella era una joven alegre, a la cual desde que la conocía no la había visto llorar hasta esa noche. Avanzó un par de pasos, pero pensándolo mejor, no era conveniente revelar que la había visto llorar, puesto que ella podría avergonzarse. No debía ser indiscreto. Sin embargo, le dolía verla así. Inhaló profundo, exhaló lentamente. Sonrisa. – Natsuki, ahí estás. Te estaba buscando. – dijo con alegría, deslizando las manos dentro de los bolsillos del pantalón.

Natsuki se encrispó y rápidamente se limpió los restos de lágrimas. – Ah... Genji, discúlpame. –respondió, luego se dio vuelta hacia él. – Decidí tomar un poco de aire. – le regaló una sonrisa cerrando los ojos.

Es hermosa. – musitó Genji, contemplando el cielo. Ella parpadeó confundida. – La luna, es hermosa. – bajó la mirada, situándola sobre ella. – Pero tú lo eres más. – entrecerró los ojos sin dejar de observarla y, para su asombro, un leve rubor apareció en las mejillas de la Hatake. – Natsuki...– se acercó a ella y se detuvo a unos pocos centímetros de distancia. – Te ofrezco una disculpa, desconocía totalmente las intenciones de mi padre. – ella abrió sus ojos como platos, más luego bajó la mirada. – Hablaré con él. – extendió la mano derecha y la colocó en la mejilla izquierda de ella, la cual empezó a acariciar sin darse cuenta de que Himeko iba pasando cerca de ellos y los observó a distancia. – No me agrada verte llorar. – Natsuki entristeció. Él echó un vistazo a los alrededores, entonces percibió, a lo lejos, la espalda de Sarutobi. – ¿Estás bien? –volvió a mirarla.

Un punzante dolor hincó en su cabeza, sin mencionar que estaba sintiendo náuseas, Natsuki se llevó la mano derecha al pecho y le miró sonriente, aparentando ser fuerte. – Estoy bien. –respondió calmamente.

Genji la veía pálida, no parecía tener la misma tonalidad de piel de cuando llegó a la fiesta. El semblante de ella había cambiado, estaba seguro y todo por culpa del Sarutobi. Apartó la mano de la mejilla de Natsuki y cerró ambas manos en puños. – ¿Es por Hiroshi? – ella abrió sus ojos y desvió la mirada. – ¿Estás así por él?

Natsuki separó los labios para responder, pero no pudo musitar palabra; después de todo, tenía razón por segunda vez en la noche. – Volvamos a la fiesta. – musitó con una sonrisa en los labios, tratando de no crear conflictos y que la noche terminara bien. Avanzó un par de pasos, más se tambaleó. – ¿Qué...? – sus piernas flaquearon e iba a perder el equilibrio, pero Genji la agarró por los hombros.

A lo lejos, Himeko entrecerró sus negros ojos, pues le parecía extraño ver a Natsuki con ese hombre, en vez de estar con su hermano Hiroshi. Pero pensando bien la situación, ¿habrá pasado algo entre ellos? – Hiroshi-nii-san...– siseó preocupada, pues no entendía nada. Tampoco sabía que existiera una historia de amor entre sus hermanos. Torciendo el gesto en desagrado, sacudió la cabeza. – Esto es extraño. – aunque lo pareciera, Hiroshi era su hermano de crianza y Natsuki su hermana de sangre.

Natsuki sentía el cuerpo cada vez más pesado, por lo que era necesario regresar a la recámara donde había dejado su bolso y tomarse el medicamento indicado cuando sintiera mareos, debido a que las píldoras de hierro recetadas por la doctora, eran demasiado fuertes y les provocaba incontables mareos y náuseas. Le regaló una cálida mirada a Genji. – Estoy bien. – él la soltó una vez ella logró reincorporarse. – Gracias. – pronto, todo se volvió oscuridad ante sus ojos.

Por su parte, Genji la vio caer de espaldas, por tanto, extendió el brazo izquierdo y logrando a tiempo colocar la mano izquierda en la espalda baja de la chica, detuvo su caída. Rápidamente la atrajo hacia él y se agachó con ella en brazos. – Natsuki...– susurró, preocupado. La aludida no despertaba.

Himeko abrió sus ojos como platos, al ver a su hermana caer en los brazos de ese hombre. De inmediato, corrió hacia ellos. Cuando llegó, se arrodilló. – ¡Natsuki-san! ¡Natsuki-san! – le llamó, más ella no se movió. Estaba inconsciente. Se puso nerviosa.

¿Natsuki-san? – siseó Genji interrogativo, pues ellas eran hermanas.

Himeko recordó la presencia de ese hombre y el enojo se apoderó de su ser, aunque no entendía muy bien el motivo, pero simplemente no lo soportaba. Le miró y frunció el cejo. – ¿Quién eres? Y... ¿Qué le hiciste a Natsuki-san? – entrecerró los ojos aún más, mirándole con desconfianza.

Genji también frunció el entrecejo, pues sentía un extraño enojo contra esa chica, la cual le había parecido hermosa al momento de verla descender las escaleras en compañía de Asuma Sarutobi, pero en ese momento le parecía irritable. – No le hice nada. – respondió calmamente, armándose de paciencia. – ¡Natsuki! – empezó a toquetear suavemente las mejillas de la desmayada. Nada. – Debemos llevarla a una recámara. – siseó nervioso.

Iré por ayuda. – dijo Himeko, poniéndose de pie. – Espera aquí, volveré pronto. – salió corriendo.

Genji parpadeó atónito cuando ella salió disparada, corriendo con esos tacones tan altos. Sin embargo, algo en ella atrajo su atención, no podía explicar con exactitud, pero no dejaba de mirarle desde que ella se alejó. Verla correr con tanto entusiasmo y energía, le recordó la chica que conoció esa noche, a la cual le robó un beso. Ambas corrían idéntico. Negó la cabeza, ella no tendría porqué estar en esa fiesta. Agachó la mirada y contempló el hermoso rostro de Natsuki, entonces echó un vistazo a su pelo lila. Volvió a recordar esa chica. – No, ella tenía el cabello negro. – una extraña idea pasó por su mente, entonces miró de nuevo a Himeko y concentró su atención en el cabello de ella, el cual se movía igual que el de esa chica. No. Se golpeó la frente con la palma. – ¿Natsuki, me escuchas? – no obtuvo respuestas. No obstante, notó la marca de un chupón en el cuello de la Hatake, lado izquierdo. – Sarutobi. – un incontrolable enojo se apoderó de él, más debía calmarse. La prioridad era tratar a Natsuki.

Himeko volvió corriendo acompañada de Kakashi, quien corría rápidamente. Cuando él llegó, se arrodilló frente a Genji, olvidándose de la existencia del chico. Himeko se detuvo detrás del Hatake, nerviosa porque su hermana no despertaba. – ¡Cariño! – exclamó Kakashi preocupado por la salud de su hija, quien no respondió a su llamado. – ¿Qué pasó? – cuestionó mientras colocaba dos dedos en el cuello de ella, tratando de sentir su pulso.

La encontré aquí y empezamos a conversar, pero de pronto, se desmayó. – respondió Genji, analizando la situación.

Kakashi frunció las cejas al notar la marca de un chupón en el cuello de su hija. – ¿Había alguien más aquí? – interrogó empezando a enfurecer.

Genji parpadeó extrañado, luego miró a Himeko, quien nerviosa, entrelazó los dedos de sus manos. – No entiendo qué está pasando, pero creo que me debes una, Sarutobi. – dijo para sí mismo. – No, no había nadie más con ella. – respondió como si nada.

Kakashi espiró aliviado. Sabía de antemano, que el hijo de Sarutobi tuvo que haber estado allí con Natsuki, pero si ella estaba sola, significaba que su relación definitivamente había sido destruida. – Llevémosla a una recámara. – siseó, mientras se ponía de pie. – Vamos.

En completo silencio, Genji cargó a Natsuki estilo marital y siguió al Hatake, quien abrió una de las tantas puertas ubicadas en el jardín que dio acceso a un largo pasadizo. Mientras lo seguía, pudo destacar que la espalda del Hatake era ancha y muy masculina, después de todo él tenía buen parentesco físico, y no era que estuviera cautivado por la belleza de ese hombre, pero debía reconocer que Natsuki y demás hijas habían sacado parte de la belleza de él y la otra parte de su esposa Anko. No obstante, aceptaba que en cuanto a los negocios, era un hombre sin escrúpulos, capaz de destruir a quien se interpusiera en su camino y, él no deseaba tenerlo de enemigo. Pero, de un momento a otro, se sorprendió de que Natsuki no pesaba lo suficiente.

Omitiendo ese importante hecho, vio de soslayo a Himeko, ubicada en su costado derecho. Ella era igual de hermosa que su hermana Natsuki. Debía reconocer que, a pesar de tener el mismo parentesco físico, eran diferentes. Y vaya que lo eran. La miró de arriba hacia abajo y abrió sus ojos desmesuradamente, ella caminaba descalza entretanto llevaba los zapatos colgando de su mano derecha. – Lo siento Kakashi-san, pero...– siseó dentro de su cabeza. – Esta chica no parece una dama. – una nube oscura pasó por su frente.

Kakashi se detuvo en pleno corredor. – Aquí es. – abrió la puerta y se hizo a un lado para que los demás entraran. Observó desde la distancia, la forma tan delicada de cómo el chico dejaba sobre la cama a su inconsciente hija. Luego, echó un vistazo a su otra hija y arqueó una ceja al ver que Himeko se encontraba descalza con los zapatos siendo agarrados en la mano derecha. Carraspeó.

Himeko le miró, entonces empezó a reír con nerviosismo debido a la mirada penetrante de su padre. Avergonzada, dejó de reír y agachó la cabeza. – No volverá a pasar. – susurró haciendo referencia a sus pies descalzos.

Permanezcan con Natsuki mientras, iré por el médico del hotel. – musitó Kakashi, luego salió de la recámara cerrando la puerta a su paso.

Himeko observó desde la puerta a Genji, quien tomó asiento a orillas de la cama y la forma tan tierna de cómo ese chico contemplaba a su hermana. No entendía el motivo, pero sintió una punzada en el pecho. Por su parte, Natsuki frunció las cejas y se removió en la cama hasta descansar la mano derecha en la frente, la cual se masajeó. Abrió sus ojos y lo primero que vio fue al chico. – ¿Genji? ¿Qué me pasó? – preguntó mientras intentaba tomar asiento.

Genji separó los labios para preguntar qué había pasado, porqué se desmayó, más no dijo nada. Podía darse el caso de que Hiroshi tuvo algo de culpa, probablemente discutieron y ella no soportó la acalorada discusión. Apretó los labios en una línea, sólo estaba realizando conjeturas. Espiró. – Te desmayaste. – respondió mirándola fijamente a los ojos.

¿Otra vez? – susurró Natsuki más para sí misma, que para los presentes.

¿Otra vez? Genji frunció el cejo. – ¿Te ha pasado anteriormente? – cuestionó intrigado. No obtuvo respuestas. – ¿Acaso, estará enferma? – se preguntó a sí mismo.

Natsuki frunció los labios y desvió la mirada hacia su hermana, a la cual le sonrió cálidamente. – Estoy bien. – extendió el brazo derecho hacia Himeko, quien con timidez, se acercó y le agarró su mano derecha. Luego miró a Genji. Éste, asintiendo, se levantó de la cama, dándole espacio a las hermanas. Himeko dejó los zapatos en el suelo y tomó asiento en el mismo lugar donde él había estado sentado. Natsuki sonrió y le apretó su mano, pues ella tenía un enorme parecido con Natsumi en cuanto a sus expresiones de preocupación y miedo, se veían tan frágiles que quisieras protegerlas; y no lo pensaba porque fuera la mayor de las tres, sólo se sentía así. – No debes preocuparte, mi desmayo es debido al cansancio. – a pesar de haberla conocido la noche anterior, le parecía tierna. Un leve rubor apareció en sus mejillas. – Eres tan linda. – dijo feliz.

Genji parpadeó perplejo cuando vio las mejillas de Himeko ruborizar a causa del comentario de Natsuki. Ésta última, reía por la timidez de su pequeña hermana. Fue entonces que Genji centró su atención en esa chica vestida con un elegante vestido corto, se veía preciosa, no podía negarlo, pero volvió a observar sus pies descalzos, los zapatos en el suelo y su expresión tímida. No entendía, definitivamente no entendía. Bufó. – No le veo lo linda. – murmuró desviando la mirada hacia un costado.

Furiosa, Himeko le lanzó una fulminante mirada. – Repite eso que dijiste. – se puso de pie y le enfrentó colocando los brazos como jarras. Él le devolvió la misma mirada. Ella frunció el entrecejo, entonces echó un vistazo a ese hombre de abajo hacia arriba. Él llevaba puesto zapatos negros, pantalón y camisa negros, a juego con una chaqueta azul marino. Se veía bastante guapo, cabía destacar, pero no le quitaba lo descortés.

Genji arrugó el entrecejo. Empezó a analizarla de arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba. Ella tenía los brazos como jarras, dándole un toque cómico, y las mejillas infladas como lo haría una niña de cinco años. – Sólo tienes lindas piernas. – musitó, provocando en ella que los colores subieran a su rostro, pues la chica ruborizó furiosamente. – Espera... Esto ya lo he vivido. ¿Dejavú? – entonces su cabeza hizo crack.

Ambos intercambiaron miradas confusas, luego abrieron sus ojos como platos. – ¡Tú...! – dijeron al unísono. Ambos nerviosos, señalaron al otro con el dedo índice de su mano derecha.

¡Tú eres la chica acosadora! – él dijo.

¡Y tú, el chico pervertido! – ella agregó. Entonces, recordó otro hecho. – ¡Ah! ¡Devuelve lo que me robaste! – exclamó aún más furiosa.

Natsuki parpadeó, asombrada. – ¿Acosadora? ¿Pervertido? ¿Qué pasó entre esos dos? – se preguntó a sí misma.

Él levantó ambas manos en un gesto de paz. – Disculpa mi torpeza, mi más sinceras disculpas. – luego se llevó una mano al pecho. – Además, no pensé que eras hija de Kakashi-san. Si puedo pagarte de alguna forma, lo haría. – sonrisa.

Mejillas sonrosadas. Avergonzada de haber permitido que le robara su primer beso, Himeko cerró las manos en puños. – ¡Eres un idiota! ¿Crees que puedes ponerle un precio? – giró sobre sus talones y agachó la cabeza. – Era mi primer beso. – susurró, apenas fue escuchado por Natsuki.

Avergonzado, Genji se llevó una mano detrás de la cabeza y se rascó la nuca. – Creo que me equivoqué. – musitó más para sí, que para alguien en específico. – Pero, ¿No tenías el cabello negro? – preguntó, como sin darle importancia.

Himeko apretó los labios en una línea y le lanzó una mirada de pocos amigos. Genji tragó saliva con fuerza, pensando si había tocado un punto sensible. Por su parte, Natsuki se cubrió la boca mientras observaba nerviosa a los aludidos, primero a uno y luego al otro, y viceversa; deseaba intervenir, pero el ambiente estaba tenso. De repente, la puerta fue abierta, por tanto Natsuki se llevó la mano que tenía cubriéndose la boca, al pecho y respiró aliviada al ver a su padre Kakashi arribando a la habitación.

¿Cómo te sientes? – interrogó Kakashi mientras se aproximaba a ella acompañado de un doctor. Podía sentir el ambiente tenso entre su hija Mitsuki y Genji, más no preguntaría.

Estoy bien, de verdad. – respondió Natsuki, sonriendo con nerviosismo. La mirada firme de Kakashi, hizo que dejara de reír y una tristeza la embargara. El doctor se acercó, le tomó la presión y el pulso. – No fue nada realmente, sólo me sentí mareada. – bajó la vista hacia sus manos, las cuales entrelazó. Pues, no deseaba que su padre atribuyera el desmayo a Hiroshi, él no tenía culpa sobre lo sucedido.

Kakashi le indicó con la mirada al doctor si era cierto, lo cual él asintió con la cabeza. Respiró, aliviado. – Procura siempre tomarte los medicamentos. – atinó a decir. Natsuki asintió. Sabía que la había estado presionando en los últimos días con el tema de su relación con el hijo de Sarutobi, pero era que no deseaba tener motivos que uniera a ambas familias, ya el asunto de Mitsuki era suficiente. – Te he presionado bastante en éstos días. – Natsuki alzó la cabeza, sorprendida. – Eres la mayor de tus hermanos, por eso deseo tu bienestar.

Una leve sonrisa atravesó los labios de Natsuki. – Lo sé. – respondió calmamente y agradecida. La puerta abrió de golpe, asustándola. Anko y Natsumi entraron apresuradas. Anko corrió y la abrazó fuertemente como si ella fuera a algún lugar y no quisiera dejarla escapar; Natsumi se acercó con los ojos acuosos, como si fuera a llorar en cualquier momento. Una divertida sonrisa apareció en los labios de Natsuki, pero dentro de sí misma, quería llorar por haberlas preocupado. – Estoy bien, okā-san. – Anko negó la cabeza sin apartarse, entonces la apretujó contra su pecho. Melancólica y un poco triste, Natsuki correspondió el abrazo de su madre y cerró los ojos dejándose querer un poco más. Poco a poco, sus ojos fueron aguándose. – Okā-san... Yo...– escondió el rostro en el pecho de Anko y dejó salir el llanto. Había perdido a Hiroshi, no volverá a verlo nunca más. – Lo dejé ir...– lágrimas escaparon de sus ojos sin poder detenerlas.

Kakashi giró sobre sus talones y deslizó las manos dentro de los bolsillos del pantalón, tratando de no perder su temble, pues efectivamente la había presionado demasiado y, ahora, su hija sufría. Desearía desparecer su tristeza, pero era lo mejor para todos. Natsumi desvió la vista hacia el costado izquierdo mientras se llevaba la mano derecha al antebrazo izquierdo, no podía verla así, llorando de ese modo; en ese momento, Ishida entró a la recámara y la abrazó fuertemente.

Por otro lado, Himeko agarró las esquinas de su vestido y lo apretó, arrugándolo un poco. No podía soportar ver a su hermana llorando. No entendía qué pasaba, pero las lágrimas empezaron a salir de sus ojos, pues sentía un nudo en su pecho y garganta; quizás, se debía al vínculo de las trillizas. No sabía con exactitud el motivo, más le dolía. Sin embargo, desvió los ojos y éstos se situaron sobre Genji. Él también la miró. Ambos ruborizaron y desviaron sus respectivas cabezas hacia lados opuestos. Por su parte, Genji inhaló y se dio vuelta poniendo una expresión seria, luego empezó a caminar hacia la puerta, pues debía ponerle los puntos claros al Sarutobi y, si fuera preciso, lo haría a golpes. Himeko percibió la mirada que él puso. Entristeció. – Él la ama. – un punzante dolor hincó en su corazón cuando lo vio salir y cerrar la puerta a su paso. Colocó una mano en el pecho, lado izquierdo, sobre el corazón y la presionó. – No corazón, no te enamores de él. No debes. – sentenció en su cabeza.


Matta ne!