Konnichiwa! Comprometida con mi trabajo, les traigo el capítulo 30 recién terminado! Deseo de todo corazón, que todos ustedes se encuentren bien de salud... (^.^) (*,*)
Aclarando: Este y demás capítulos han sido redactados desde mi móvil, por lo que si aparece alguna falta ortográfica, les pido excusas anticipadamente.
#Quédate en casa, así estarás salvando vidas.#
Okāsan, doko ni iru no?
(30)
Conduciendo su deportivo rojo a una velocidad de 120 kilómetros por hora, con los cristales bajados, mientras atravesaba las calles de la ciudad, Hiroshi no veía los altos edificios ni a los transeúntes pasar de un lado a otro, tan sólo pisaba el acelerador. Sentía la fría brisa de la temporada chocando contra su cara; pues, en dos semanas sería navidad, época para compartir en familia... Familia que había sido destruida. Desde niño, había cumplido todos los deseos de sus padres; Kurenai le incitó a convertirse en el líder de la sub-unidad Callings, aguantando todos los insultos, problemas y situaciones por ser el hijo de la directora; Asuma lo indujo a aprender los conocimientos básicos en el ámbito empresarial para heredar la compañía de la familia, a pesar de los intentos fallidos de los ambiciosos por quedarse con la empresa.
Pudo soportar los rechazos de muchas personas que no deseaban verlo involucrado en los dos ámbitos, más a él no le importó, ya que el único apoyo que necesitaba, era ver la sonrisa de Natsuki. Ella fue la única persona que sostuvo su mano cuando se vio en la desesperación y casi cayó en la oscuridad. Él era un prodigio, todo lo que se proponía, lo cumplía; pero ser el chico perfecto, no le llenaba hasta que la encontró esa tarde cuando tenía ocho años y sus familiares esperaban demasiado de él, Natsuki con casi cinco años le regaló una alegre y cálida sonrisa. Esa insignificante sonrisa, fue el motivo de no rendirse.
Ya que su padre quería heredarle la compañía, decidió ponerle carácter, y su madre deseaba convertirle en idol, entonces le dio el gusto sólo porque Natsuki soñaba en ser idol. Apoyaría el sueño de su amada y llenaría las expectativas de los demás. Todos felices. Porque desde ese instante, desde esa sonrisa cálida, se enamoró de ella y decidió seguirla hasta los confines del mundo si fuera preciso. No le importaba el pensar de los demás, sólo el de ella; si algo a ella le disgustaba, intentaba cambiarlo. Ante los ojos de ella, quería ser el hombre perfecto, su príncipe azúl; entonces se convirtió en su mejor amigo, pues la ayudaría en todo y la abrazaría cuando le gustara un hombre que no le correspondiera, y de ese hombre después él se encargaría de romperle los huesos a golpes por hacerla llorar.
Sin embargo, en esta oportunidad, él había sido el hombre que la hizo llorar. Se detestaba, jamás habría pensado que ese día llegaría, el día que él le rompería el corazón porque ella estaba llorando, aunque no viera sus ojos, lo sabía. Natsuki intentó hacerse la fuerte ante él, más ese dolor se encontraba ahí, en su corazón. No podía perdonarse, se odiaba a sí mismo, pero ella tenía que escuchar sus argumentos, aunque después le gritara no querer volverle a ver. Respetaría su decisión. Si después de conversar, ella no lo aceptaba, renunciaría a ese hermoso amor. La dejaría ser feliz con alguien más... Apretó el guía con ambas manos. Sí, la dejaría...
De repente, el semáforo cambió de amarillo a rojo. Frenó de golpe, ocasionando que las llantas rasparan en el asfalto. Apoyó los brazos y la cabeza encima del guía mientras esperaba que el semáforo cambiara a su favor. – Nat...– Comprendía, el motivo por el cual ella rompió su relación, fue por Himeko. No entendía exactamente qué ocurría con ella, sabía que era su hermana cuando llegó a la mansión Sarutobi a reclamarle a sus padres por interferir en su relación con Natsuki, y la encontró allí.
~ Flash Back ~
Después de que Natsuki se fuera esa noche con esos guardaespaldas, decidió buscar una respuesta con las personas que le dieron la vida. Subió a su auto y arrancó hasta aparcar frente a la casa. Al entrar a casa, se encontró a su madre, sentada en la sala bebiendo un humeante té a esas horas mientras leía unas partituras, lo cual significaba que ella estaba revisando las canciones de los nuevos estudiantes de la academia Star. – Okā-san...– susurró dubitativo.
Kurenai le dirigió la mirada, entonces puso la taza encima de la mesita central, luego se levantó del sofá y lo abrazó. – Bienvenido a casa. – se podía escuchar la alegría en su voz. – ¿Te quedarás con nosotros, esta noche? – interrogó ella, feliz.
Hiroshi se mordió el labio inferior, inhaló. – Okā-san, tenemos que hablar. – dijo mientras retrocedía, ocasionando que Kurenai, confusa, frunciera las cejas. – Por favor, respóndeme con la verdad. – su mirada entristeció. – ¿Otō-san y tú interfirieron, otra vez, en mi relación con Natsuki? – cejas ligeramente fruncidas.
Dejando escapar un sonoro suspiro, Kurenai tomó asiento nuevamente sobre el sofá. – ¿Discutieron? – interrogó curiosa, luego agarró la taza y bebió un sorbo de té ante la atenta mirada de su hijo, quien se limitó a no responder. Volvió a suspirar. – Prometí no interferir en tu relación con ella. – Hiroshi abrió sus ojos, estupefacto. – Tu padre y yo respetamos tu decisión. Así que, nos hemos mantenido al margen.
Hiroshi cerró las manos en puños, tan fuerte que éstos temblaban. Mientras no entendía qué pasaba, ella se alejó de él y la tenía tan cerca que no pudo detenerla. Ella lo abandonó. Derrotado, agachó la cabeza. –Nat...– murmuró con la voz entrecortada. – ¿Por qué? – confundido, retrocedió hasta chocar la espalda contra las escaleras. – Entonces...– sacudió la cabeza. – ¿Por qué Hatake-san interfirió? ¿Ah? – Kurenai abrió sus ojos como platos, desconcertada de que Kakashi actuara. – ¿Por qué no puedo estar cerca de ella? ¿Por qué debemos separarnos? – las lágrimas empezaron a nublar la visibilidad de sus ojos. – ¿Qué está pasando? ¿Por qué no podemos estar juntos? – las lágrimas cayeron por sus pálidas mejillas. – ¿Por qué debo alejarme de mi esposa? ¿Por qué? ¿Por qué? – se llevó la mano derecha a la frente entretanto sus lágrimas descendían sin tregua alguna.
Kurenai cerró los ojos con fuerza, pues escuchar a su hijo llorar le desgarraba el alma. No podía verlo así, dolía, él era parte de su ser y oírlo desahogarse de ese modo, le recordó el pasado. Pasado que los atormentaba. – Hiroshi...– agachó la mirada y la centró en el líquido ambarino vibrando en el interior de la taza.
– ¡No entiendo! ¡La amo! – exclamó él, deslizando las manos de la frente a los cabellos y se los agarró. – No entiendo... ¡Quiero que me la regresen! – se dejó caer de rodillas, llorando con fuerza. Su corazón dolía mucho, Natsuki lo dejó sólo sin darle explicaciones y no podía comprender qué hizo mal. Tan sólo le entregó su corazón y todo de él, todo. ¿A ella no le importó? O... ¿Por qué? ¿Por qué ella se fue sin decir nada? ¿Qué pasó? ¿Qué hizo mal? – La amo demasiado. – se cubrió el rostro, evitando que su madre lo viera en ese estado, aunque ya no importaba. – Acaso... ¿Yo no era suficiente para ella? – el llanto se hizo más fuerte.
Dolida por ver a su hijo decaído, Kurenai se levantó del sofá y caminó hacia él. – Lo siento, Hiroshi. – cuando estuvo frente a él, cayó de rodillas y rodeó los brazos alrededor de él, abrazándolo con fuerza. – Lo siento tanto. – tembloroso, él se acurrucó entre sus brazos. – Lamento mucho que tengas que sufrir. Es lo que intenté evitar, pero no quería perderte. – ella cerró los ojos, apretando más a Hiroshi entre sus brazos.
– Ayúdame a recuperarla. – musitó Hiroshi, sin dejar de llorar. Lo único que le habría pedido a su madre sería ello, pero estaba desesperado. – Regrésamela. – el corazón de Kurenai se le rompió en dos, pues él nunca había pedido nada, era la primera vez que suplicaba por algo, pero no podía complacerlo. – Okā-san, por favor...– su voz se quebró.
Kurenai tenía un nudo en la garganta, más debía ser fuerte y enfrentar la realidad. – Hiroshi, escúchame. – colocando ambas manos en los hombros del chico, lo apartó un poco, lo suficientemente para verle al rostro. Un par de lágrimas escaparon de sus rubíes ojos, al ver los hinchados ojos y párpados de su hijo, lo cual era indicios de haber estado llorando por mucho tiempo. – Hiroshi...– miró al techo y volvió a mirarle a los ojos. – Ambas familias compartimos un pasado. – Hiroshi dejó de llorar. – Anko y yo éramos las mejores amigas. Asuma y Kakashi eran como hermanos. Kakashi y Anko estaban comprometidos. – separó los labios para continuar, pero la voz no salió. Inhaló. – Éramos jóvenes y yo me enamoré. – Hiroshi abrió sus llorosos ojos desmesuradamente. – Me enamoré de Kakashi e hice cosas de las que ahora me arrepiento. Lastimé a mi mejor amiga.
– E-Eso quiere decir que tú...– empezó a decir Hiroshi, aún con la voz temblorosa, más silenció.
– Mi amor no fue correspondido. – respondió Kurenai, tratando de sonreír en vano. – Anko sufrió mucho y gran parte de ese sufrimiento, tuvo que ver con nosotras, con C-ute. Debido a eso, Anko dejó su identidad, su esencia. – ella colocó las manos en las mejillas de Hiroshi, quien estaba sorprendido. – Entones, C-ute se separó. Cada una tomó caminos diferentes. Anko se fue con Kakashi y yo me enamoré de Asuma. – deslizó los dedos en las mejillas de él, limpiando sus lágrimas. – Años después, busqué su perdón, pero pasó un accidente que me impidió conversar con ella. ¿Recuerdas cómo encontré a tu hermana?
Hiroshi asintió con la cabeza. – Tú y otō-san la rescataron de un incendio en un hospital en Rusia, cuando realizaron un viaje de negocios. – respondió seguro de sus palabras. – Su madre murió en ese incendio.
Kurenai espiró. – Después de tenerte, no podía embarazarme otra vez y vi la oportunidad de volver a ser madre cuando conocí a Himeko. – una leve sonrisa atravesó su boca. – Esa niña me devolvió la alegría de darte un hermanita. – apoyó la frente en la frente de Hiroshi. – Tú y Himeko, son mis más grandes tesoros. Nunca lo olvides.
– ¡Estoy en casa! – exclamó una vocecilla que Kurenai conocía a la perfección.
Kurenai apartó la frente de la de Hiroshi y agachó la cabeza, permitiendo que los flequillos cubrieran sus ojos; pues, tarde o temprano, los hermanos tendrían que encontrarse, ya que desde niños Hiroshi estuvo estudiando en América y Corea, y pocas veces visitó Japón, sin embargo, Himeko fue enviada a la mejor universidad en Francia y al cumplir los dieciséis años se le permitió viajar a los países que deseara. No fue intencional, simplemente el destino no les permitió reunirse en las épocas festivas. Además, Hiroshi estaba concentrado en sus actividades como idols y aprendiendo el manejo de la empresa, por tanto sólo hablaban vía telefónica. El destino podía llegar a ser cruel. – Bienvenida a casa. – apretó los labios en una línea.
Hiroshi miró por encima del hombro de Kurenai y sus ojos abrieron estupefactos, cuando éstos observaron a la joven que acababa de arribar. – Nat...– sus labios empezaron a temblar y, tambaleándose, logró ponerse en pie. – Natsuki, volviste a mí. – una radiante sonrisa atravesó sus labios. – G-Gracias a Dios... Gracias...– se apresuró en llegar hacia ella y, rodeando los brazos alrededor de ella, la abrazó fuertemente. – Gracias. – se limpió las lágrimas y sonrió feliz.
– ¿O-Onii-sama? – titubeó Himeko, nerviosa por la actitud del chico. Luego, miró a su madre. Kurenai se puso de pie, giró sobre sus talones y le regaló una triste mirada. – E-Etto... O-Onii-sama... ¿M-Me perdí de algo? – él no la soltaba, entonces ella alzó los brazos y le empezó a dar palmadas en la espalda, dándole ánimos, pues no comprendía qué pasaba.
Hiroshi estaba feliz de que Natsuki volviera a sus brazos, pero qué hacía allí; además, ella no lo estaba abrazando. La sonrisa de su rostro, desvaneció y se apartó de ella. – Tú no eres Natsuki. – sentenció, entonces retrocedió alejándose de esa mujer.
Himeko miró confundida a Kurenai, quien negó la cabeza. Luego volvió la mirada hacia Hiroshi. – Ha pasado tiempo, onii-sama. – cerró los ojos mientras le sonreía.
Negando la cabeza, Hiroshi retrocedió hasta chocar contra la pared. Ella era idéntica a Natsuki, no estaba loco. Ella debía ser Natsumi haciéndole una broma, pero la Hatake no jugaría con sus sentimientos; además, Natsuki lo abandonó, terminó con él. – No... ¡NO! – se agarró la cabeza. – ¡Esto no puede ser! ¡NO! ¡NO! – deslizó el cuerpo en la pared, hasta caer sentado en el suelo. – ¡¿Qué hiciste, okā-san?! ¡¿Por qué?! – cerró las manos en puños, agarrándose algunos mechones del cabello.
Himeko parpadeó, confundida. – Okā-san...– susurró, apenas audible.
– Lo siento. – murmuró Kurenai llevándose una mano a la boca, evitando que un gemido saliera de la misma. Lágrimas desbordaron de sus rubíes ojos. – Lo siento. Cuando salvamos a Himeko, no sabíamos que era hija de Anko, hasta años después cuando nos encontramos con Natsuki. – alzó la mirada al techo. – El parecido entre ellas, era innegable. Pero "no iba a entregar a mi hija", eso pensé y callé. – bajó la mirada hacia su destrozado hijo. – Fui egoísta. – Himeko la abrazó y ella correspondió el abrazo. – ¡Himeko es mi hija!
– ¡AMO A NATSUKI! – gritó Hiroshi con todas sus fuerzas. – La amo con todo mi ser y ahora... ¿Ahora, qué? – la voz se rompió. – ¿Por qué todo resultó así? – se cubrió la boca, evitando que el llanto se siguiera escuchando. – ¡Dios! ¿Por qué? ¿Cómo puedo mirarla a la cara? ¡Le hice daño! Okā-san, dime... ¿Cómo la recupero? ¿Cómo? Dime, por favor...– rodeando los brazos en las rodillas, apegó las piernas a su cuerpo y escondió la cabeza entre sus rodillas. – AHHH! – gritó otra vez. – Duele mi pecho... Okā-san, duele...– sollozos.
Kurenai apretujó a su hija contra su pecho. – Lo siento mucho, lo siento. – ella también dejó escapar el llanto que aguantaba desde hacía ratos.
~ Flash Back ~
El semáforo cambió a verde. Hiroshi arrancó velozmente y mientras aceleraba, se quitó la corbata lila, la cual lanzó en el asiento del co-piloto. Debía esperar el transcurrir los días para conversar con Natsuki; después de todo, él también era inocente y ese fue el pasado de ambas familias, y el pasado ahí debía permanecer. No obstante, la corta historia contada por su madre, le faltaba memorias, así lo sentía. Entrecerró sus negros ojos al recordar que Natsuki también investigaba con ayuda de ese hombre. – Orochimaru...– tal vez si lo encontraba, podía revelar los secretos que escondían ambas familias.
...
Cuatro días después...
Cortinas blancas se mecían al compás del viento, misma que impedía la visión más allá de la recámara. Sin embargo, de pronto empezó a sonar un teléfono móvil haciendo eco en la amplia recámara mientras los rayos del sol entraban por su ventana. Sobre la cama, se podía distinguir un bulto encogido debajo de las cobijas, el cual se removió y de éste, salió un brazo que empezó a tentar con la palma de la mano, la mesita de noche en busca de sentir aquel odioso objeto de donde provenía aquel molesto sonido que no se detenía. Palmeó hasta encontrarlo, agarró el móvil y se lo llevó debajo de las sábanas. – Mmm... Estaré ahí en una hora. – murmuró adormilada.
A los pocos segundos, Natsuki se levantó con pesadez, ya que en los últimos días, su cuerpo se sentía cada vez más pesado y, con parsimonia, se encaminó hacia el baño. Minutos más tarde, se escuchaba provenir del baño, el sonido del agua cayendo contra el piso, y a través de la puerta transparente de la bañera se apreciaba su figura, de nívea piel, permitiéndose refrescar su cuerpo. Cerró los ojos con pesadez mientras sentía las frías gotas de agua golpeteando suavemente contra las curvas, cumbres y hondonadas de su rostro para luego caer lentamente por éste hacia abajo, por su mentón, cuello, la pequeña depresión de su clavícula, entre sus pechos, su plano vientre y finalmente hasta sus pies, en el resbaloso suelo de cerámico blanco.
Suspirando, cerró el grifo y tomó una toalla, la cual sujetó con firmeza alrededor de su cuerpo. Luego, sin más, abandonó la ducha y tomó una segunda toalla, y con ésta, empezó a presionar delicadamente su cabello violeta una y otra vez, librándose del exceso de agua en éste. Caminó hacia el guardarropas y escogió su atuendo. Con parsimonia, se colocó un pantalón negro, más luego se removió la toalla y se abrochó un brasier blanco, mismo color de la camiseta de tirantes que había elegido y enseguida se deslizó desde el cuello hasta las caderas; asimismo, se puso unos zapatos blancos de tacón fino y elegante. Y, por encima, se deslizó una fina blusa blanca de mangas largas, con estampados, la cual dejó caer a ambos lados.
Completamente vestida, con el cabello recogido en un rodete, agarró su bolso de mano, color marrón, y salió de la recámara cerrando la puerta detrás. Atravesó el corredor, ubicó las escaleras y empezó a descenderlas. Entonces, escuchó el timbre y, rápidamente, una de las domésticas abrió la puerta permitiéndole la entrada a Himeko, quien llevaba puesto un abrigo, estilo t-shirt, de color amarillo pálido que le llegaba hasta los muslos, un short blanco apenas visible, y unos converse negros con blancos; su pelo se encontraba recogido en una coleta de caballo. Se veía linda. – Buenos días, Mitsuki-chan. – la saludó una vez llegó al último escalón. Sonrisa.
Himeko la miró de arriba hacia abajo. Un leve rubor apareció en sus mejillas y se puso nerviosa, pues Natsuki era elegante y la admiraba. – E-Etto... Buenos días, Natsuki-san. – respondió ella, haciendo una leve reverencia.
Natsuki parpadeó, luego dejó escapar una alegre sonrisa. – No tienes que ser tan seria. – le colocó una mano encima de la cabeza de ella. – Somos hermanas. – sonrisa cálida. Las mejillas de Himeko intensificaron, sin embargo, una triste sonrisa apareció en sus labios al recordar que Natsuki estuvo llorando días atrás por el amor de su hermano Hiroshi, y ahora ella reía como si nada hubiera pasado. Natsuki se percató de lo que ella pensaba y no tenía que entrar en su cabeza para saberlo. – Estaré bien. – apartó la mano de su cabeza. – Por cierto... ¿Te gustaría pasar el día conmigo? Así podemos conocernos un poco más. – le guiñó un ojo.
El rostro de Himeko se iluminó debido a la invitación de su hermana. – Hai! – afirmó alegremente.
Ambas salieron de la mansión Hatake y subieron al automóvil blanco de Natsumi, ya que el de Natsuki se encontraba en el taller y como Natsumi estaba de luna de miel, dejó el vehículo a su cuidado. Natsuki se puso el cinturón de seguridad mientras pensaba cuál sería su agenda, la cual no había programado. Echó un rápido vistazo a su pequeña hermana, que de pequeña sólo le llevaba minutos. Himeko se abrochaba el cinturón muy emocionada, pues saldría con su hermana. Natsuki sonrió feliz al ver a Natsumi en Himeko, pues ambas tenían la misma expresión cuando empezaron a conocerse. – ¿Mitsuki-chan, ya desayunaste? – le preguntó mientras realizaba el cambio direccional.
Con timidez, Himeko empezó a jugar con los dedos de sus manos. – E-Etto... Como salí temprano de casa, olvidé desayunar. – respondió nerviosa, luego agachó la cabeza avergonzada.
Concentrada en la reversa, Natsuki desvió los ojos hacia ella y retornó la vista al camino. – Iremos a desayunar, una vez termine mi sesión fotográfica. – agregó, ocasionando que Himeko riera con alegría. Natsuki detuvo la reversa y arrancó. – Me hubiera gustado que comiéramos ahora, pero si me retraso, tendría que escuchar los sermones de Ino-san. – una gota de sudor, deslizó por su frente.
– ¿Ino-san? – atinó a decir Himeko, curiosa.
– Mi representante. – respondió Natsuki sin despegar la vista del camino. Ambas iban todo el trayecto animadas, conversando sobre sus gustos. Entretanto iban entretenidas, atravesaban las intersecciones a una velocidad de 60 kilómetros por hora. Tiempo después, hubo silencio.
Himeko observaba los diferentes establecimientos y los altos edificios, todos tenían las coloridas luces navideñas, indicativo de que en la próxima semana sería navidad y pronto año nuevo. Aún no había decidido con quién pasaría la navidad y año nuevo, más necesitaba elegir porque ambas familias no compartirían juntas debido a las circunstancias. Para ella, habían acontecimientos que no entendía, quería preguntarle a su hermana, pero de hacerlo, el tema de Hiroshi saldría en la conversación y no deseaba ver el rostro de ella entristecido. Pero... Volvió la cabeza hacia Natsuki y separó los labios dispuesta a cuestionar, necesitaba saber, sin embargo, ver la alegría en el rostro de ella, le impidió preguntar.
Natsuki redujo la velocidad hasta estacionar el auto a un lado de la acera, frente a un alto edificio. Rebuscó entre la guantera del auto, entonces encontró la gafa de sol que Natsumi siempre guardaba, la cual se puso al instante, evitando que los fans la reconociera creando un alboroto. – Vamos. – le sonrió y descendió del vehículo. Atravesó el pavimento y arribó al edificio con Himeko siguiendo sus pasos. Inmediatamente, Ino se acercó a ella y le entregó un vaso con café. – Gracias. – bebió un gran sorbo y volvió la cabeza hacia su hermana. – Mitsuki-chan...– le extendió el vaso a ella, quien extrañada, frunció las cejas. – Nos tomará tiempo y te ayudará a mantenerte despierta. – su hermana asintió con la cabeza y agarró el vaso. – Tu onee-chan trabajará duro. – se quitó la gafa, enseguida se la colocó a Himeko en la cabeza para luego guiñarle un ojo.
Himeko vio como su hermana se perdía entre la multitud en ese estudio fotográfico y tomó asiento sobre una silla. Al poco rato, la encontró. Natsuki estaba sentada en una silla, un poco alejada de ella, vestía una ropa de invierno, consistente en un ajustado pantalón rojo, suéter de algodón color blanco, botines rojos de tacón fino y una gabardina negra. Dos chicas estaban con ella, una alisando su largo y hermoso cabello, mientras la otra le daba el toque final pintando sus labios de un brilloso rojo intenso. Una vez lista, se aproximó al área donde las luces y todo el equipo estaba reunido.
Desde allí, podía contemplar su belleza. Natsuki era hermosa, su inigualable hermosura no se podía cuestionar. Cuando conoció a sus padres biológicos, la curiosidad le incitó a investigar sobre su verdadera familia y, entre sus investigaciones, encontró incontables noticias sobre las gemelas Natsuki y Natsumi, pero más sobre Natsuki desde que era solista y actriz a muy temprana edad; ahí confirmó la relación entre ella y Hiroshi, información que, durante un tiempo, era el tema favorito de los medios, pero no hubieron escándalos, sólo confirmaciones de su relación. En los pasados cuatro días, procuró investigar el pasado de ambas familias, pasado que impedía a esos dos amarse libremente, pero en los medios no encontró información; tampoco pareció el tema de la ruptura, eso significaba que no lo hicieron público. El tema que sí apareció con bastante frecuencia, fue el compromiso entre una de las primogénitas de la familia Hatake y el idiota de Genji.
Bufó. Sólo recordarlo, le enojaba. – Ese idiota. – murmuró Himeko inflando las mejillas y apretando los labios. De repente, escuchó la melodiosa risa de Natsuki; cuando volteó a verla, la expresión alegre de ella hizo que ruborizara. Más, no sabía que el motivo de la risa de su hermana, se debía a que Natsuki la había observado de soslayo y le pareció gracioso los gestos que había realizado.
Después de muchas fotografías, la sesión había finalizado y Natsuki se había cambiado de ropa a la vestimenta casual con que llegó en primer lugar al edificio: Pantalón negro, camiseta blanca de tirantes, zapatos blancos de tacón fino y elegante, y, por encima, la fina blusa blanca de mangas largas, con estampados, la cual dejó caer a ambos lados. Cuando marchaba en compañía de Himeko, recordó un tema que debía conversar con su representante. – Ino-san, me preguntaba si era posible que C-ute realice un concierto por motivo de fin de año. – dijo Natsuki, tanteando el terreno.
Ino puso una expresión seria, luego suspiró. – Natsuki-chan, entiendo tu preocupación, pero...– colocando una mano encima del hombro de ella, volvió a suspirar. – Las ventas de C-ute han bajado considerablemente, desde que todas iniciaron sus propios proyectos. – apartó la mano del hombro de la chica. – Coordinar y programar un concierto en tan poco tiempo, no es recomendable. Además, como agente publicitario y representante, debo cumplir con las expectativas de lo que el público quiere ver. – desvió la cabeza en dirección a las personas del staff, que trabajaban incansable. – Ahora, el público tiene los ojos puestos en ti, Natsuki-chan. También, en Natsumi-chan y Hiroshi-kun. – volvió a mirarla. – Hiroshi-kun y tú, son nuestras estrellas principales. – Natsuki bajó la mirada con melancolía. – Concéntrate en terminar esa canción, debemos lanzar tu próximo sencillo antes de finalizar el año. – entonces recordó que debía entregarle un documento, por lo que rebuscó en su cartera hasta encontrarlo y le extendió una invitación.
Natsuki levantó la cabeza, frunció las cejas. – ¿De qué se trata? – cuestionó mientras tomaba la invitación.
– Estás invitada a la entrega de premios Starlight que se celebra cada año. – dijo Ino con una gran sonrisa en el rostro. – También, has sido nominada, por lo que estás obligada a asistir. – se dio vuelta para retirarse, pero permaneció allí sonriendo. – Y debes ir acompañada de una pareja. – marchó, dejándola pensativa.
Natsuki se golpeó ambas mejillas con la palmas de sus manos. – Vayamos a desayunar, me muero de hambre. – le dijo a su hermana, sonriendo.
Himeko la vio marchar hacia la salida, entonces rápidamente la siguió. Aunque ella estuviera sonriente, sabía que estaba sufriendo, pues el público también le exigía y ella tenía que estar a la altura para cumplir con las expectativas de todos, incluyendo la de sus padres. No deseaba estar en la posición de ella, demasiada presión y estrés, pero no le daría problemas, al contrario, ayudaría a su hermana en lo más que pudiera. Asintió con la cabeza. Sí, la ayudaría. –...ki-chan...
– ¡Mitsuki-chan! – exclamó Natsuki, llamando su atención. La aludida despertó de su ensoñación, dándose cuenta que el auto estaba siendo estacionado a un lado de la acera, frente a un elegante restaurante. – Hemos llegado. – avergonzada, Himeko asintió con la cabeza. Sin más, descendieron del automóvil, cruzaron el pavimento y arribaron al restaurante. Inmediatamente, un camarero se acercó a ellas, por lo que pidió dos cafés de entrada. Tomaron asiento, cada una en una silla respectivamente, frente a frente. Natsuki apoyó ambos codos sobre la mesa, y entrelazó los dedos de sus manos mientras contemplaba a su hermana.
Por su parte, Himeko estaba anonadada. En sus viajes, había visitado varios restaurantes, pero ese tenía un toque francés y se veía elegante. – Es la primera vez que visito un restaurante francés en Japón. – susurró emocionada.
Una leve sonrisa atravesó los labios de Natsuki. – Me hace feliz que te guste. – dijo obteniendo la atención de Himeko, quien iba a decir algo, pero calló cuando el camarero se acercó.
– Señoritas, sus cafés expresso. – el camarero colocó las tazas sobre la mesa, al igual que las cartas del menú y esperó paciente.
– Quiero Croissants, chausson aux pommes y pain aux raisins o escargot. – solicitó Natsuki hambrienta. Una gota estilo animé, deslizó en la frente de Himeko, sorprendida por la cantidad de variedad de panes que ella había pedido. – Ah, un zumo de naranja natural. – cerró la carta y la entregó al camarero.
Sonrisa nerviosa. – Pediré Tartines con relleno de mermelada y zumo de naranja. – dijo Himeko entregándole la carta al camarero, quien marchó al instante. Luego, observó a su hermana agarrar la taza y soplar el café, alejando un poco el humo proveniente de ésta y beber con galantería el café recientemente servido. Sus labios se curvaron hacia arriba en una leve sonrisa, después de confirmar con esos gestos, que ella se encontraba bien. Sin embargo, cinco noches atrás, su hermano Hiroshi lloró desconsoladamente. Entendía que su hermana realmente aparentaba estar bien, aunque también lloró la noche que se celebró la boda de Natsumi.
De repente, los ojos de Natsuki se desviaron hacia la ventana y una leve sonrisa surcó sus labios. Himeko entrecerró sus negros ojos sin despegar la vista de Natsuki, quien tenía una mirada enamorada reflejada en su rostro y bebía del café sin apartar los ojos de aquel punto. Curiosa por lo que ella miraba, Himeko decidió observar también y lo que sus ojos vieron le desconcertaron. Un autobús con una imagen pegada de Hiroshi y Natsuki sosteniendo el mismo micrófono, estaba parado frente al restaurante en un congestionamiento.
Cuando el autobús se movió, notó una pantalla grande en el edificio del frente, la cual presentaba fotografías de un Hiroshi parado de perfil derecho mirando los labios ligeramente separados de una Natsuki parada de perfil izquierdo, ambos quedando frente a frente; él con las manos en el bolsillo del pantalón expresando un rostro sereno, fresco y cool; ella con el brazo derecho doblado y el codo derecho encima del hombro izquierdo del Sarutobi, y con la mano izquierda agarrando una esquina de la manga derecha de la gabardina del chico, mostrando una mirada sensual, elegante y posesiva. Ambos con los rostros muy cerca al punto de rozarse los labios. Entre otras fotografías más de esos dos, un poco sensuales.
Himeko percibió el sonrojo en las mejillas de Natsuki. – Onii-sama...– sacudió la cabeza. – Hiroshi-nii-sama...– Natsuki le miró fijamente, por lo que ella agachó la cabeza, esquivando la mirada de su hermana. – ¿Amas a Hiroshi-nii-sama? – preguntó y se llevó la taza a los labios. – Él te ama. – bebió un sorbo de café, no esperando respuesta de parte de la mayor.
Las facciones del rostro de Natsuki, entristecieron. – Lo sé. – agachó la cabeza. – Pero lo nuestro ya no es posible. – se llevó la taza a los labios y bebió un gran sorbo de café.
Desconcertada por la decisión de la chica, abrió los ojos y le miró. – Pero Hiroshi-nii-sama...
– Quizás ahora no comprendas. – interrumpió Natsuki con firmeza en su voz y una mirada seria. – Pero llegará el día en que, conocerás el pasado de nuestra familia. – la expresión de su rostro, entristeció. – Temo que, cuando llegue ese momento, deberás tomar una decisión. Quiero evitarte ese sufrimiento. – dijo para sí misma.
...
Al mismo tiempo...
Conduciendo su deportivo rojo a una velocidad de 25 kilómetros por hora mientras atravesaba las calles de la ciudad, Hiroshi veía con detenimiento los altos edificios como si estuviera buscando alguno en específico, pero ninguno era el indicado y, llevaba más de media hora dando vueltas por las mismas calles procurando encontrar la editorial J&T, donde tendría una entrevista. Pronto, el semáforo cambió de amarillo a rojo. Suspirando, esperó paciente a que el semáforo cambiara a su favor, entonces visualizó la pantalla grande de un edificio, en la cual mostró varias fotografías de él y Natsuki. Una sonrisa triste atravesó sus labios, pues esas fueron las últimas fotos tomadas antes de romper.
Odiaba salir a la calle, debido a los diversos afiches, anuncios, episodios de dramas donde ambos participaron como protagonistas, todo eso era televisado y la tristeza lo embargaba porque cada uno de esos momentos fueron compartidos con ella, y ahora ella no estaba a su lado. De repente, golpeó fuerte el guía en la frustración de no tenerla a su lado. – Natsuki, te extraño tanto. – susurró con dolor en su voz. Luego desvió la cabeza hacia el otro lado, evitando ver las imágenes que mostraba dicha pantalla, pero sus ojos abrieron como platos. – Nat...– sentada en un restaurante francés, Natsuki desayunaba mientras mantenía una conversación con Himeko. No cabía de la impresión, al verla frente a sus ojos, era el destino que deseaba unirlos otra vez. Así que, se apresuró y estacionó el vehículo al lado del cruce peatonal, apagó el motor del auto y descendió del mismo con intención de dirigirse hacia ella.
Caminaba a pasos todos deprisa y cuando estaba a punto de entrar al restaurante, visualizó a Genji situándose al lado de su esposa. Se detuvo en seco, preguntándose qué hacía él en ese lugar con su esposa y hermana. Cerró las manos en puños, tenía ganas de romperle la cara a golpes, pero ver el rostro sonriente de ella platicando con él, hizo que retrocediera un par de pasos. – Natsuki...– agachó la cabeza, permitiendo que los flequillos del cabello cayeran hacia delante ocultando sus ojos. – Al parecer, ya no me necesitas. – giró sobre sus talones y marchó.
Mientras tanto...
Himeko resopló, no soportaba a ese hombre (Genji). ¿Por qué tenía que aparecer en ese momento? Por desgracia para ella, Genji llegó al establecimiento debido a una reunión de trabajo con unos accionistas y cuando las vio, se acercó a saludar. No entendía porqué no hacía que no las conocía y continuaba con su dichosa reunión. Observó a su hermana. Natsuki sonreía con nerviosismo, pues esos dos siempre peleaban cada vez que se veían. Enojada, Himeko desvió la cabeza hacia la ventana y abrió sus ojos como platos al notar la espalda de alguien que subió al auto y arrancó como loco, raspando las gomas en el asfalto. – Hiroshi-nii-sama...– dijo para sí misma.
– ¿Qué les parece si las invito al parque de atracciones? – preguntó Genji, emocionado. – Recién abrieron uno por aquí cerquita. – parpadeó consecutivamente, incitándolas a aceptar.
Natsuki espiró. Dentro de sus planes, no estaba el visitar un parque de atracciones, pero la insistencia de su amigo invitándolas al dichoso parque, en especial a ella, le indicó que él deseaba pasar más tiempo con Himeko, quien tenía los ojos brillosos, deseosa por ir. Después de todo, ella sobraba en esa salida, ya que Himeko era su prometida. – Está bien, sólo iremos por una hora. – aceptó sonriendo al ver la felicidad de su hermana reflejada en el rostro.
Por otro lado, Himeko parpadeó confundida, pues Natsuki había aceptado tan ligeramente. Era obvio que el odioso de Genji, según ella, estaba intentando cortejar a su hermana usándola a ella como excusa. Y lo peor, no podía replicar o llevarle la contraria porque, a pesar de no entender muchas situaciones, sí comprendía que Natsuki había sufrido mucho por Hiroshi, además ella era la prometida de él. Desvió la cabeza hacia un lado. – Sólo una hora. – aceptó ruborizando.
Sonrisa divertida escapó de la garganta de Genji. – Que aceptaran, me hace feliz. – les guiñó un ojo y se marchó para reagruparse con los accionistas.
Media hora después en el restaurante...
Un par de platos con residuos de comida encima de la mesa, tenedores y cuchillos sucios sobre dichos platos. Las hermanas, sentadas cómodamente, bebían de sus refrescantes zumos de naranjas después de haber desayunado. Natsuki agarró la servilleta de tela, la cual había colocado encima de sus piernas antes de degustar el desayuno y se limpió los labios con ella; por otro lado, Himeko bebía calmamente un leve sorbo del líquido amarillento mientras contemplaba a su hermana perdida entre sus pensamientos con la mirada fija hacia la ventana. – Natsuki-nee-san...– obtuvo su atención, pues la aludida dirigió la mirada hacia ella. Himeko separó los labios dispuesta a contarle que había visto a su hermano afuera del restaurante, más se arrepintió. – ¿Cuándo vas a lanzar tu nuevo sencillo? – fue lo único que pudo decir.
– Debería ser antes de año nuevo, pero...– Natsuki dejó escapar un sonoro suspiro. – Aún necesito terminar la última canción del álbum. – percibió la desilusión en el rostro de su hermana, entonces se le ocurrió una idea. – ¿Te gustaría ser la primera en escucharla cuando la termine?
La alegría ocupó el rostro de Himeko. –¿Estará bien? – cuestionó emocionada.
Las facciones del rostro de Natsuki suavizaron. – Por supuesto. – sonrisa. Repentinamente, alguien carraspeó. Cuando las hermanas observaron, se trataba de Genji. Himeko resopló con disgusto y Genji arqueó una ceja en desagrado. – Esos dos no se llevan bien. – dijo Natsuki para sí misma mientras sonreía con nerviosismo.
– Vamos. – Genji extendió la mano derecha hacia Natsuki, quien la tomó y él la haló hacia sí, ayudándola a levantarse. Luego, miró a Himeko y desvió la cabeza. Enojada, una vena palpitó en la frente de Himeko.
Los tres salieron del establecimiento y, en unanimidad, decidieron trasladarse en la jeepeta de Genji, por tanto Natsuki le entregó las llaves del automóvil de Natsumi a uno de sus escoltas para que regresara con él a casa. Después de todo, Kakashi le había asignado cuatro guardaespaldas que la seguían a todas partes y a distancias prudentes. Ella sabía que el objetivo de su padre, era evitar su acercamiento con Hiroshi, más prometió que no volvería a verlo, pero él no quedó conforme con ello. Mientras estaba perdida entre sus pensamientos, se percató de que habían llegado al parque de atracciones y como si tratare de una niña, vio a Himeko descender del vehículo con prisa. Sonriente, también descendió detrás de su pequeña hermana.
Apoyando los brazos en el guía, Genji dejó escapar un suspiro. Para él, era difícil entender cómo una dama llamada Mitsuki, podía tener una faceta de chica cool, luego saltar de la emoción como si fuese una niña de cuatro años. Volvió a suspirar y descendió del vehículo, con el propósito de seguirlas. De repente, su sorpresa fue aún mayor cuando contempló a Himeko halando a Natsuki del brazo mientras le indicaba subir a la montaña rusa, pero la sorpresa estaba en la felicidad en el rostro de esa chica y sus mejillas ruborizadas. Latido. Su corazón palpitó fuertemente. –¿Qué me pasa?– para su desconcierto, Himeko vociferó su nombre y agitó la mano en el aire. Otra vez, su corazón latió agitado. –¿Acaso, por ella... Yo...?– sacudió la cabeza. – No, es una niña mimada. – dijo para sí mismo, contrariado.
Dejando sus contrariados pensamientos al olvido, los tres decidieron disfrutar del parque, subiendo a los diversos juegos de atracciones y comiendo comida chatarra. Sin embargo, se suponía que durarían una hora y llevaban tres horas; por tanto, Natsuki sugirió que debía retirarse porque había quedado en comprar los obsequios de navidad, y Himeko podía continuar disfrutando de la compañía de Genji; más Himeko replicó porque no deseaba permanecer al lado de él, menos sola. No obstante, sus palabras y acciones eran contradictorias.
– ¡Natsuki-nee-san, subamos al último juego mecánico! – exclamó Himeko sosteniendo una paleta de algodón de azúcar y halando a su hermana del brazo.
Sonriendo con nerviosismo, Natsuki observó la última atracción, la cual era demasiado peligrosa, se trataba del hacha y el simple hecho de observar las dos partes que cruzaban cerquita como si fueran a chocar, la mareó. – Ésta vez, creo que paso. Genji te acompañará. – el nombrado que se encontraba detrás de Himeko, empezó a sacudir las manos en negación, pues tampoco deseaba subir a ese juego.
Himeko volvió la cabeza hacia atrás y vio a Genji rascándose la nuca. – Además de idiota, es un cobarde. – entrecerró los ojos, probando la paciencia del aludido.
Una vena palpitante, apareció en la frente de Genji. – No soy un cobarde y te lo probaré. – en un veloz movimiento, agarró a Himeko de la muñeca y se encaminó hacia dicha atracción arrastrándola con él.
Una gotita de sudor deslizó por la frente de Natsuki mientras veía a Himeko discutiendo con Genji mientras era arrastrada por él. Suspiró profundamente cuando ambos se perdieron de su vista; pues, estar con ellos era divertido, pero a la vez agotador. Entretanto los estaría esperando, comenzó a ubicar un lugar poco concurrido, más sus ojos situaron en un carrito de helados. Sin pensarlo, se aproximó al puesto y compró un helado de bizcocho. "¿Aún sigue gustándote este sabor?" Voz de Hiroshi. Abrió los ojos como platos y giró sobre sus talones, buscándolo, pero no lo encontró.
Entristecida, Natsuki tomó asiento sobre una banca apartada del conglomerado de personas e inmediatamente empezó a degustar el helado en completo silencio mientras observaba un punto incierto. Entonces, una gota cayó en su mano y se dio cuenta que el helado empezó a gotear; las gotas descendían del cono y ella tan sólo permaneció allí mirando como el helado se derretía. Hiroshi se inclinó y, empezó a degustar y lamer el cono del helado de ella. Natsuki, al verlo tan cerca, se sorprendió y no pudo evitar mirarlo intensamente. Su varonil rostro era agradable a la vista y, eso no podía negarlo. Sus labios rosados eran bastante apetitosos, más ahora que estaban más rojos de lo normal por el frío del postre.
Mientras lo analizaba de cerca, Hiroshi sonrió, más no dejó de saborear ese helado. Fue entonces, una gota cayó sobre la mano de Natsuki y él, decidido, rozó la lengua donde había caído la gota, haciéndole estremecer al contacto. Al tocarla con su lengua y sentirla sacudirse, volvió a despertar en él ese sentimiento de delectación. Se alejó del cono y la miró fijamente a los ojos.
Natsuki sintió su corazón palpitar cada vez más fuerte, tanto así como si fuera salirse del pecho. Sus manos empezaron a temblar y sus mejillas a arder con insistencia. El hecho de ser vista tan centradamente por él, le provocó una necesidad abrupta de tocarlo. Su sola presencia le era suficiente como para sentir que no existía nadie más que no fuera… él. Apartó los ojos de sobre él, y acercó sus labios al helado en donde la boca del Sarutobi había saboreado.
Hiroshi parpadeó. – Te quedó un poco de crema. – aproximó el rostro para estar más cerca de ella y poder ver mejor la crema, luego le pasó el dedo pulgar derecho en su labio inferior retirando el exceso, provocando en ella una sensación de cosquilleo. – Estaba preocupado que todo el lápiz labial…– enseguida se lamió ese mismo dedo. –…se fuera de tus labios. – mirada penetrante.
Hiroshi abrió los ojos estupefacto, pues las mejillas de Natsuki estaban rojísimas. Se cubrió la boca con su mano derecha, entretanto sus mejillas y pecho ardían, le quemaba la piel, y su cuerpo deseaba obtener un contacto más íntimo con ella. Decidido, entrecerró sus ojos negros. – Natsuki...– ella parpadeó, reaccionando. Él apoyó su brazo izquierdo en el espaldar de la banca, cuya mano izquierda mantenía agarrando el helado, y posando mano derecha debajo del mentón de ella, cerró los ojos e iba a unir sus labios con los de ella.
Natsuki cerró sus ojos, pero no sintió nada, entonces abrió sus ojos y las lágrimas empezaron a caer al darse cuenta de que sólo estaba pensando en ese día. El helado se deslizó de su mano y cayó al suelo, rompiéndose el cono al instante. Ella vio cómo se quebró el cono, así estaba su corazón y se cubrió el rostro con ambas manos mientras lloraba en silencio, pues le dolía mucho, lo extrañaba demasiado y, a pesar de haber transcurrido menos de una semana, quería verlo, necesitaba verlo. Pronto, sintió una mano masculina tocar su cabeza. – Hiroshi...– feliz, dijo para sí misma e inmediatamente alzó la cabeza, pero su decepción fue enorme al ver que se trataba de Genji, quien estaba sentado a su lado.
– Estoy aquí para ti. – dijo él acariciando la cabeza de ella. Natsuki frunció las cejas y rompió en llanto. Genji la haló hacia su regazo y, rodeando los brazos alrededor de su femenino cuerpo, la abrazó fuertemente. – Usa mi pecho cuantas veces lo necesites. – ella escondió el rostro en su pecho masculino y se aferró a él sin darse cuenta de que Himeko los veía a lo lejos, pero no se atrevía a interrumpirlos.
Himeko percibió la mirada de amor que mostraba Genji mientras abrazaba a su hermana, entonces agachó la cabeza, permitiendo que los flequillos cubrieran sus ojos. – Lo siento onii-sama, pero Natsuki-nee-san...– empezó a caminar sin rumbo, dándole espacio a esos dos.
...
Días después… llegó Navidad…
Cielo oscuro. La nieve caía lentamente sobre la ciudad, dando un aire nostálgico como también navideño. Todo se veía calmado y el ambiente alegre. Los copos de nieve caían lentos y hermosos sobre las coloridas calles donde los habitantes se encontraban felices, dándole a todo un aire fantástico y, en medio de todo ello, una figura corría sola por las calles de la ciudad. Su largo cabello violeta se mecía bruscamente a medida que sus piernas se movían apresuradas mientras sus alegres ojos tenían un brillo intenso sin importarles que algunos copos de nieve cayeran sobre su cabeza. Ella vestía un short color rosado pastel y un abrigo negro sobre una camiseta lisa color blanco. Llevaba puesto debido al frío, unas botas negras hasta las rodillas sin tacón, guantes y medias panties blancas.
La nieve seguía cayendo suavemente cubriéndolo todo con su manto blanco, por lo que a su alrededor, los ciudadanos se encontraban vestidos con largos atuendos que cubrían hasta los tobillos y hacía más difícil el poder caminar. Los adornos y las diversas luces que acompañaban y arropaban a la ciudad eran maravillosos. Todo era maravilloso. Los árboles que habían perdido sus verdosas hojas y de éstos solo quedaban troncos y ramas desnudas, estaban adornados por hermosas formas de cristal y nieve.
Manteniendo el ritmo energético que le caracterizaba, Himeko corría y corría sin parar por las calles tratando de llegar a tiempo, pero el frío comenzaba a estremecer su cuerpo y la nieve a debilitar su ritmo. – Ya casi llego. – dijo para sí misma, entretanto visualizaba el enorme árbol en el centro de la plaza adornado por hermosas formas coloridas de cristal y luces. Apresuró sus pasos un poco más y ahí la vio de espaldas. Natsuki se encontraba de pie contemplando el árbol navideño entretanto sostenía tres bolsas de compras. Ella vestía pantalón blanco y un abrigo trench coat de color beige sobre un abrigo con cuello de tortuga color rojo; también, llevaba puesto unos botines rojos de tacón, y guantes negros.
Himeko notó que ella se veía perdida mirando el horizonte, como si su expresión mostrara tristeza. Sin embargo, evitando dejarla seguir esperando más tiempo, se aproximó a reducir más distancia. Cuando estuvo un poco más cerca, se detuvo, apoyó las manos en las rodillas para respirar y recuperar el aliento. Una vez recuperada la postura animada que le caracterizaba y haberse acomodado un "poco" el cabello, sacudir y planchar con las manos su vestimenta, iba a llegar a su encuentro, pero alguien se acercó a su hermana sacándola de sus pensamientos. – Genji-san...– él vestía un elegante pantalón negro, un abrigo grisáceo por encima de una camisa blanca y zapatos negros. Se veía elegante y varonil.
El corazón de Himeko empezó a palpitar agitado, pues el solo hecho de su presencia, la ponía nerviosa y ansiosa. ¿Nerviosa y ansiosa? Rápidamente, sacudió la cabeza tratando de alejar extraños pensamientos de su cabeza, pues él era prometido de Natsuki y no debía estar pensando en él de esa manera. – Lo mejor es que me vaya. – giró sobre sus talones, pero su teléfono móvil empezó a sonar. Se trataba de Natsuki. Descolgó. "¿Dónde estás? Otō-san y okā-san nos están esperando." Separó los labios dispuesta a responder, pero escuchó la voz de Genji a su lado. "Natsumi e Ishida también están aquí." Himeko abrió sus ojos en sorpresa y se dio vuelta para confirmar las palabras de ella. Se sintió apenada por desconfiar, debido a que ellas se iban a reunir frente al árbol navideño para pasar noche buena con su familia biológica. – Lo siento, estoy llegando. – colgó.
Sintiéndose avergonzada, se golpeó las mejillas suavemente. Inhaló y empezó a correr para llegar al punto de encuentro. Cuando llegó, Natsumi se abalanzó a abrazarla fuerte, pues no la había visto desde la noche de bodas, ya que ella e Ishida acababan de llegar de su luna de miel. – Natsumi-nee-san... me estás... ahogando...– siseó Himeko como pudo.
Natsumi notó que estaba apretando a su pequeña hermana. – ¡Ah! ¡Lo lamento! – exclamó mientras la soltaba. Ishida dejó escapar una risilla. – ¡Ishida, no te rías! – ella infló sus mejillas, enojada. El Ukitake rodeó los brazos alrededor de la cintura de su avergonzada esposa y la apegó a su cuerpo sin dejar de sonreír.
Los presentes estallaron en risas a excepción de Natsumi que estaba nerviosa. Himeko dejó de reír y los miró de arriba hacia abajo. Natsumi llevaba puesto una mini falda roja con dos capas de revuelos, t-shirt gris con cuello de tortuga y abrigo tipo trench coat color negro; llevaba puesto debido al frío, unas botas negras hasta las rodillas con tacón y medias panties blancas. Por su parte, Ishida llevaba puesto un pantalón negro, un abrigo tipo trench coat color azul marino por encima de un t-shirt gris con cuello de tortuga y zapatos negros. Ambos se veían lindos combinados como pareja.
Luego, Himeko movió los ojos hacia Genji y para su sorpresa, él la miró directo a los ojos. Rápidamente, apartó la mirada de sobre él, quien para sus ojos se veía varonil, evitando que él viera un intenso rubor adornando sus mejillas. – ¿Nos vamos? – susurró avergonzada. Así que, decidieron irse a casa.
Sin embargo, ninguno de ellos se dio cuenta de que alguien más los observaba marcharse. Pero su presencia era notable para algunas chicas que estaban cerca de él, debido a lo elegante que se veía vistiendo pantalón azul de mezclilla, un abrigo tipo trench coat de color marrón por encima de un t-shirt negro, y zapatos marrones. También, llevaba enrollada al cuello una bufanda de seda de color gris. Una sonrisa triste se dibujó en el rostro de Hiroshi, al ver a su amada esposa sonreír con alegría, una sonrisa que no era dedicada a él, sino a Genji. Agachó la cabeza, y apretó los dientes con fuerza. – ¿Te olvidaste de mí? – preguntó a sí mismo. – Natsuki...– susurró con dolor. Lágrimas desbordaron de sus ojos acariciando sus pálidas mejillas.
...
Hospital de Konoha...
Sentado sobre una silla al lado de la cama de hospital, Genma apretó entre sus manos la mano de Shizune, quien tenía conectado un respirador artificial y un electrocardiograma. Aquel silencio en esa habitación le dolía, dolía verla en ese estado. ¿Por qué ella? Se preguntaba repetidas veces. No podía creer que esto le sucediera a ella. Contempló sus ojos cerrados, sus pestañas eran cortas, pero hermosas. Una triste sonrisa surcó sus labios y posó una mano en la mejilla de ella, entonces empezó a acariciarla. – Shizune, te extraño. – agachó la cabeza. – ¿Recuerdas cuando nos conocimos? – sonrisa, entristecida. – Me cautivaste desde el primer momento. Te veías hermosa y no pude negar mis sentimientos. – apretó la mano de ella con ambas manos. – Aún sigues hermosa como ese día. – depositó un casto beso sobre la mano de ella.
De repente, la puerta fue abierta por Kimi, quien sostenía un ramo de margaritas en la mano derecha y una bolsa en la izquierda. – Otō-san, traje pastas. – dijo ella mientras cerraba la puerta de la habitación.
– Gracias. – respondió Genma, agradecido por las atenciones de su hija con él y su madre. Pues, ella fue desligándose de las actividades idols hasta abandonar por completo toda presentación, y los productores dejaron de preguntar por ella; pero sus amigas permanecieron en contacto con ella, a pesar de lo ocupadas que se encontraban, inclusive las hermanas Hatake, de vez en cuando, les enviaban arreglos florales.
Sintiéndose culpable por no haber estado más cerca de las hermanas Hatake cuando pasaron por la misma situación, Kimi entendía por lo que ellas habían tenido que sobrellevar al ver a su madre tirada en una cama sin poder moverse, sin señales de vida. Sin... Se mordió el labio inferior, tratando de evitar que las lágrimas fluyeran delante de su padre, no delante de él, porque él estaba destrozado y ella tuvo que hacerse cargo de la empresa, ya que él abandonó todo para estar cerca de su madre. Ahora entendía las circunstancias familiares de las Hatake. Le estaba siendo difícil sobrellevar todo el proceso, más lo intentaba. Lo hacía con todas sus ganas, pero era difícil.
Con parsimonia, Kimi colocó la cena encima de la mesita, ubicada al lado donde se encontraba su padre y se alejó para arreglar las flores y ponerlas en el florero. – Otō-san, el señor Yukio quiere comprar nuestras acciones. – soltó sin anestesia. No obtuvo respuestas. Suspiró, pues el señor Yukio era un hombre ambicioso que deseaba comprar las acciones de la empresa, a fines de destituir a su padre de la empresa que él fundó con tanto esfuerzo y ella no estaba dispuesta a perder la empresa de su padre. Sin embargo, estaban pasando por una situación económica inaceptable, debido a que los accionistas mayoritarios retiraron sus inversiones y los gastos clínicos eran cada vez mayores. Si ella no encontraba un nuevo accionista, tendría que vender la mitad de sus acciones.
Cuando terminó de arreglar las flores y acomodarlas en el florero, se aproximó a la cama y las colocó encima de otra mesita. – Otō-san, debes comer. – musitó Kimi, preocupada por la salud de él.
– Desearía saber qué pasó esa noche y destruir a la persona que le hizo esto. – logró musitar Genma, mentalmente agotado y físicamente cansado.
Ella agachó la cabeza. – Los oficiales no encontraron evidencias. – siseó, dolida de ver a su madre en ese estado. – No sabemos ni tenemos nada. – cerró las manos en puños. – Lo siento, no he podido encontrar evidencias. – repentinamente, sintió una mano encima de su hombro.
Genma, de pie frente a su hija, le estaba dando apoyo con su mano en el hombro, a pesar de no ser expresivo con ella. – Sólo tu madre puede decirnos qué pasó esa noche. – dijo, seguro de que su esposa despertará en algún momento.
Ambos dirigieron sus miradas hacia la mujer postrada en la cama e inesperadamente Shizune abrió los ojos. – Okā-san...– susurró Kimi, completamente desconcertada. – Otō-san, okā-san...– él se acercó a ella tambaleándose, pues estaba en shock. En una rápida acción, ella salió corriendo de la habitación en busca de alguna enfermera o algún doctor, entonces ubicó dos enfermeras y regresó a la habitación con ambas.
Las dos enfermeras abrieron sus ojos desmesuradamente. El electrocardiograma estaba leyendo las palpitaciones del corazón. – ¡Desconecta el respirador, rápido! – ordenó una de ellas a la otra. Rápidamente le desconectaron el respirador y una salió de la habitación llamando a algún doctor. – El doctor vendrá en un momento. – dijo la joven enfermera mientras revisaba los signos vitales de ella.
Podía sentir la mirada de su esposa sobre él. Ella no dejaba de mirarlo, tampoco parpadeaba. Sus ojos miraban los propios como leyendo su alma. Ella parpadeó, entonces movió los ojos de un punto a otro, procurando reconocer el lugar. Estaba como perdida, no hablaba y sus ojos parecían confundidos. – Shizune…– empezó a caminar hacia ella. – ¿Puedes escucharme? – se posicionó a su lado. – ¿Me entiendes? – tomó su mano. Ella le miró desorientada. – Estás en el hospital. – la enfermera le sonrió y salió de la habitación. – Soy tu esposo, Genma. Y ella, tu hija Kimi. – ella no dejó de mirarlo, tampoco respondió. – Gracias a Dios has despertado. – ella parpadeó, pero sus ojos volvieron a cerrar. – ¿Qué…?
El doctor arribó a la habitación. – Lo siento, necesito que ambos salgan. – les pidió amablemente. Sin replicar, Kimi se llevó a Genma fuera de la habitación y mientras esperaban pacientemente en el corredor del hospital, el doctor salió cerrando la puerta a su paso. – La paciente ha recobrado la conciencia. – Genma respiró aliviado, Kimi se llevó una mano al pecho sintiéndose aliviada. – Está fuera de peligro, pero necesitará tiempo para recuperarse totalmente.
– Gracias, doctor. – dijo Kimi, feliz porque su madre despertó de ese largo sueño y, ahora sí, podrían saber qué sucedió la noche en que le dispararon.
...
Residencia Hatake...
Los adornos y las diversas luces navideñas que adornaban la mansión eran maravillosos, y el árbol ubicado en el centro de la sala, el cual fue decorado por las mujeres, estaba resplandeciente. Los miembros de la familia Hatake festejaban con alegría acompañados de sus invitados Gai y su hijo Genji, después de todo el chico era prometido de una de las hijas mayores. La época navideña, era para compartir todos en familia y eso hacían, pues a sabiendas de las dificultades que habían tenido que pasar y sobrellevar, estaban todos reunidos en armonía. Y la alegría era bastante evidente, gracias a las ocurrencias de Gai, quien a pesar de su edad, prefería seguir viviendo en su eterna juventud. Las risas resonaban, la felicidad incuestionable.
Apoyado del marco de la ventana de la sala y con las manos en los bolsillos del pantalón, Kakashi contemplaba la escena desplegada ante sus ojos negros. Sentadas en el sillón, su esposa Anko platicaba alegremente con sus hijas Mitsuki (Himeko) y Natsuki; de pie, cerca de la escalera, su nuero Ishida, y sus hijos Koishi y Natsumi conversaban amenamente con su posible candidato a nuero Genji. Y Gai... No lo ubicó, probablemente fue a buscar más bebidas. Una leve sonrisa atravesó sus labios, entonces movió la cabeza en dirección hacia la ventana y observó lo que ofrecía la vista. Los copos de nieve caían lentamente sobre la residencia, dando un aire nostálgico como también navideño. Todo estaba tranquilo y el ambiente alegre. Su familia sonreía feliz... Su principal deseo.
Por su parte, Gai se aproximó a él sosteniendo en cada mano, un vaso con whisky propio sin hielo. – Has cuidado bien de tu familia. – atinó a decir mientras le extendía un vaso.
Desviando la mirada hacia su amigo, Kakashi agarró el vaso con la mano derecha. – No tan bien como esperaba. – echó un vistazo rápido a su hija Natsuki y observó el líquido cristalino vibrando suavemente en el interior de las paredes de cristal, haciendo pequeñas ondas.
Apoyando también la espalda en el marco paralelo de la ventana y mostrando una mirada seria, Gai acercó el vaso a sus labios y desvió los ojos hacia el Hatake. – Deberían hacer las paces. Han pasado ya muchos años desde entonces. – haciendo referencia a la situación entre él y Asuma, pues ambos eran sus mejores amigos incluyendo a Genma, quien estaba pasando por un mal momento con el estado de salud de su esposa Shizune. A continuación, bebió un trago de whisky propio sin hielo.
Torciendo el gesto en desagrado debido al comentario, vaso aún en la mano, Kakashi observó de soslayo a su amigo. – Tienes un buen argumento, han pasado años. – musitó mientras se llevaba el vaso a su boca. Bebió un sorbo y retornó la vista hacia la ventana. – No puedo aceptar que, Asuma me ocultara la existencia de mi hija Mitsuki. –musitó entretanto tomaba otro sorbo de su whisky.
Gai entrecerró sus negros ojos. – Seré imparcial, como lo he sido hasta el momento. Pero...– empezó a decir, más visualizó a su hijo Genji riendo en compañía de Ishida, Koishi y Natsumi. – ¿Qué habrías hecho, si Anko te hubiera dado un hijo y no fuera capaz de embarazarse otra vez, y de pronto salvas a una recién nacida cuya madre "murió" intentando rescatarla? – volvió a observar al Hatake. – ¿Devolverías esa bebé, a sabiendas de no conocer a su verdadera familia?
Kakashi apretó los dedos alrededor del vaso cristalino. – No estás siendo imparcial. – voz seria que provocó una sonrisa en el rostro de Gai. – Ellos hicieron sufrir a mi esposa y...– apretó el vaso aún más fuerte. –...no puedo olvidar el pasado. – bebió otro sorbo del líquido ambarino.
Entristecido por las palabras de su amigo, Gai bebió un gran sorbo de whisky. – El destino puede ser cruel, pero es sabio. – susurró seguro de sus palabras, luego echó un vistazo fuera de la ventana. – Tu hija se enamoró de su hijo. – volvió la mirada hacia el Hatake, quien apretó los labios en una línea. – Usaste tus tácticas con tu propia hija, obligándola a romper su relación. – decepcionado, dejó escapar un suspiro. – Luego me involucras, haciendo público el compromiso de nuestros hijos. Aunque obviaras el nombre, sé que comprometiste a Natsuki-chan. – Kakashi acercó el vaso a sus labios, para tomar de un sorbo lo que restaba del líquido. – Pero estoy en un dilema. – Kakashi no tomó el líquido restante y lo miró con detenimiento. – Mitsuki-chan, o mejor dicho, Himeko-chan también es la prometida de Genji.
Kakashi abrió sus ojos desmesuradamente. –¿Por qué no lo mencionaste antes y lo dices hasta ahora? – cuestionó furioso al enterarse de que Asuma prometió a su hija Mitsuki en matrimonio, pero trató de contenerse. Suspiró profundamente.
Sonriendo con nerviosismo, Gai se rascó la cabeza. – Ah, pues...– se aclaró la garganta. – No conocía a Himeko-chan, cuando Asuma y yo hablamos sobre el compromiso. – voz seria. – La reconocí cuando realicé las investigaciones que me pediste, ahí confirmé mis teorías. – bebió de un trago, el líquido ambarino que quedaba en el vaso. – Pero no me imaginé, que seguirías con el tema del compromiso, cuando aquella vez rechazaste mi propuesta. A menos...– entrecerró los ojos, comprendiendo el objetivo de Kakashi. – Entiendo. Buscas evitar que ellos vuelvan a estar juntos. – refiriéndose a la relación entre Hiroshi y Natsuki.
Cerrando los ojos y acercando el vaso cristalino a sus labios, Kakashi bebió de un sorbo el whisky que quedaba en el vaso. – Preferiría que tu hijo, elija a Natsuki. – entreabrió sus ojos y los fijó en Genji, y se dio cuenta que éste observaba a Natsuki, quién reía sentada al lado de Himeko; luego los fijó en Himeko, quien miraba de vez en cuando a Genji. – Pero...– cerró los ojos nuevamente. – Él puede decidir por cualquiera de las dos. – Gai le miró, estupefacto. – Después de todo, ambas son mis hijas.
Una sonrisa divertida, Gai logró visualizar en los labios del Hatake, por tanto tuvo un extraño presentimiento y una gotita estilo animé deslizó por su cabeza. – ¿No estarás pensando en usar a Genji como el tercero, verdad? – interrogó, nervioso debido a que su amigo tendía a organizar situaciones, las cuales salían como él esperaba. – ¿Kakashi? – el nombrado se encogió de hombros.
Por otra parte, los demás presentes observaron al unísono, a un Gai nervioso cuestionando a un Kakashi sereno, escena que causó bastante gracia por lo que todos empezaron a reír en carcajadas. Sin embargo, Natsuki dejó de reír y agachó la cabeza, pues por un lado estaba feliz de ver a su familia reunida, pero a cambio de qué; ella dejó ir a Hiroshi, sólo para que su familia volviera a estar unida y continuara sin retornar al pasado, el cual lastimaba. Ella, a Hiroshi, lo vio llorar, lo vio retroceder y lo vio marcharse sin expresión en el rostro. Él...
De repente, Natsuki se levantó del sofá y, sonriente, dijo que iría a la cocina a buscar unas botanas. Así que, rápidamente atravesó los corredores y, cuando se percató de que se había distanciado lo suficiente, se escondió detrás de una pared y apoyó la espalda contra la misma. Frunció las cejas. – Hiro...– susurró entristecida. Sus ojos empezaron aguarse e inevitablemente un par de lágrimas escaparon de éstos, pero no queriendo que alguien fuera capaz de descubrirla, retiró los rastros de lágrimas. – Hoy debo sonreír, necesito sonreir. – forzándose a sí misma, intentó sonreír. Pronto, un enorme y horrible deseo de vomitar se apoderó de ella, por lo que se cubrió la boca con ambas manos. – ¿Qué me pasa? – se preguntó a sí misma mientras aguantaba las ganas de vomitar. Sin embargo, su cuerpo empezó a temblar y, tambaleándose, corrió en busca de un baño.
Salió tan apresurada, no se dio cuenta que pasó al lado de Genji. Éste parpadeó confuso, entonces la siguió con cautela a través del corredor. De repente, la vio tambalear hacia atrás y apoyarse de costado contra la pared. Rápidamente se aproximó a ella, entonces sus ojos abrieron como platos al verla nerviosamente indispuesta y cubriéndose la boca con ambas manos. – Natsuki, ¿Estás bien? – interrogó, preocupado. Aún con la boca tapada, la aludida sacudió la cabeza, negando que estuviera bien. – ¿Tienes náuseas? – ella asintió con la cabeza. – ¿Quieres vomitar? – volvió a asentir. Nervioso, miró a varios lados en busca de algún lugar donde pudiera llevarla a vomitar, pero era una realidad de que no conocía esa residencia. – E... Este...
Viéndolo contrariado, Natsuki inhaló y exhaló repetidamente, por lo que las terribles náuseas minimizaron. Apartó las manos de su boca. – Ya estoy mejor, gracias por acompañarme. –murmuró ella, agradecida por el gesto de haber permanecido allí en dicho momento.
Dejando escapar un suspiro de alivio, Genji la observó sonreír; sin embargo, era extraño que ella sintiera nauseas y con ganas de vomitar, resaltando además, el desmayo la noche de la fiesta del compromiso. Era como si ella... – Natsuki, ¿Estás embarazada? – preguntó él con firmeza, dejándola estupefacta.
Matta ne!
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