Konnichiwa! Cómo están? He vuelto con otro capítulo que acabo de terminar, espero que les guste. (^.^) (*,*)
Aclarando: Este y demás capítulos han sido redactados desde mi móvil, por lo que si aparece alguna falta ortográfica, les pido excusas anticipadamente.
#Quédate en casa, así estarás salvando vidas.#
Okāsan, doko ni iru no?
(31)
"Natsuki, ¿Estás embarazada? "
– ¿Em...? ¿Embarazada? – Apoyada de costado contra la pared y con los ojos bien abiertos, Natsuki, estupefacta, miraba directamente los ojos de Genji, quien esperaba paciente la respuesta de ella. Pues, por su cabeza, jamás había pasado la idea de estar embarazada, más era imposible, ya que en las últimas pruebas realizadas, se incluyó la de embarazo y salió negativa, además no había tenido retrasos en los últimos meses. Sin embargo, la doctora mencionó que los síntomas de los cuales padecía, era normal debido a los fuertes medicamentos. – No...– una leve sonrisa se figuró en sus labios. – No estoy embarazada. – respondió calmamente.
Extrañado por la respuesta de la Hatake, Genji apoyó las manos en los hombros de ella y la sacudió suavemente. – ¿Estás segura? – interrogó él, creyendo en la posibilidad de un niño en camino y el padre de ese niño debía responsabilizarse.
Sorprendida debido a la reacción del chico, Natsuki asintió. – Completamente segura. De los últimos análisis realizados, me hicieron la prueba de embarazo y resultó negativa. – volvió a responder con calma, aunque le hubiera gustado la idea de estar embarazada de Hiroshi y, de ese modo, su padre no tendría más opción que aceptar la relación entre ellos. Sí... Entrecerró los ojos. Sonrisa indescriptible para Genji. – Un hijo de Hiroshi...– cerró los ojos sin dejar de sonreír. – Me habría encantado. – susurró apenas audible.
Genji escuchó lo dicho por ella y, melancólico, apartó las manos de sus femeninos hombros. Natsuki reaccionó, pues lo dijo sin pensar, entonces desvió la mirada hacia un costado. Él no podía verla actuando de esa forma, ella debía tomar una decisión. – Si tanto lo amas, deberías estar con él. – en respuesta, ella se mordió el labio inferior. – ¿Qué te lo impide? – él enarcó una ceja, esperando contestación. – ¿Tus padres? ¿Ellos decidieron que él no te conviene?
¡Que él no le conviene! Cerrando las manos en puños, lo enfrentó. – ¡Hiroshi les agrada a mis padres! – exclamó enfurecida. De inmediato, se dio cuenta que había gritado y se cubrió la boca con la mano derecha. Él no merecía ser tratado como lo hizo, Genji era su amigo. Apartó la mano. –L-Lo siento por gritar. – tristeza en su mirar y con dicha expresión lo observó, pensando si debía confiar en él. De tanto observarlo, llegó a la conclusión de que debería confiar en Genji, a pesar de haber estado distanciados durante muchos años, además, no podía cargar a Natsumi con todos sus problemas, pues ella tenía una nueva vida al lado de su esposo.
Por otra parte, Genji no apartaba los ojos de ella, pero Natsuki agachó la cabeza como queriendo evitar la conversación sobre ello. Suspiró, sintiéndose agotado, pues ella no hablaría de Sarutobi. – Está bien, lo entiendo. – siseó con paciencia. – Pero si deseas platicar con alguien, en mí tienes un amigo más. – iba a girar sobre sus talones para marcharse, pero algo le impidió moverse. Abrió sus ojos, sorprendido.
Sin levantar la cabeza, Natsuki había agarrado una esquina de la camisa blanca del chico. – Hiroshi es...– el labio inferior empezó a temblar y se mordió dicho labio, tratando de que dejara de temblar. –...un Sarutobi. – Sí, él era un Sarutobi, la familia que destruyó la suya años atrás. Sus ojos aguaron. – Si él no perteneciera a esa familia, entonces nosotros...– cierto, si él no fuera un Sarutobi, la situación fuera diferente. Sí, todo sería diferente. Avanzó un paso y se permitió apoyar la frente en el pecho de Genji mientras las lágrimas empezaron a deslizar por sus blanquecidas mejillas. –...nosotros estaríamos juntos. – un quejido escapó de su boca.
Dolido de verla en ese estado, Genji elevó los brazos dispuesto a abrazarla para apoyarla en su sentir, más cuando estaba a poco de estrecharla entre sus brazos, decidió no hacerlo pensando que tal vez ella no deseaba ser abrazada por él; por lo que, resignado, descendió los brazos y deslizó las manos dentro de los bolsillos del pantalón, entonces alzó la cabeza hacia el techo entretanto ella, con la frente apoyada en su pecho, lloraba por amor, un amor desesperado. Era lógico pensar, que las penas de amor dolían tanto, pues Natsuki sufría por amor, pero... ¿y Sarutobi? ¿Él también sufría por ella? Si es así... ¿Por qué él no luchaba por ella? ¿Por qué? Enojado, cerró las manos en puños dentro de los bolsillos, tratando de reprimir su furia. – Maldito Sarutobi. – dijo para sí mismo.
Al mismo tiempo...
Rebosante de alegría, Himeko atravesaba el corredor para buscar a su hermana, ya que su madre biológica, Anko, le había pedido ir en su búsqueda, pues Natsuki se estaba tardando bastante cuando se suponía marchó con el objetivo de conseguir más botanas y no regresaba. No obstante, mientras caminaba pensó que compartir con los miembros de la familia Hatake, le embargaba de inmensa felicidad, no imaginó lo feliz que le hacía estar con ellos; sin embargo, debía reconocer, sus otros padres eran especiales, por eso pasará año nuevo con ellos, aunque le habría gustado ver a los miembros de ambas familias, unidos como una sola familia. Sí... Una gran familia...
Una radiante sonrisa atravesó sus labios, feliz de estar allí. Entonces cruzó uno de los tantos corredores de la residencia y vio de soslayo una figura parada en dicho corredor. Extrañada, retrocedió sobre sus propios pasos y, rápidamente, se escondió detrás de la pared. Debido a la distancia, no podía ver con claridad la persona en cuestión, por eso entrecerró los ojos forzándose en identificar y, para su desconcierto, se trataba de Genji, pero él no estaba sólo, sino acompañado de Natsuki. Ambos muy acaramelados o podría decirse, Natsuki mantenía la cabeza agachada y apoyada en el pecho de Genji mientras éste tenía la cabeza hacia arriba mirando el techo. La radiante sonrisa desapareció y se convirtió en una mirada triste. – Así son las cosas, ¿no? – dijo para sí misma. Entonces, no queriendo ver más, decidió retirarse, pero escuchó algo que le dejó impactada.
Entretanto...
Genji frunció las cejas, triste al escucharla llorar lastimosamente por culpa de Sarutobi, a quien desearía encontrar para romperle cada uno de sus huesos y hacerle entender que esa chica no era un juguete. Era cierto que, tal vez, no comprendía los motivos por los cuales ambos decidieron separarse, pero sin importar sobre quién se tratara, el amor debería ser limpio, felicidad, alegría y superar juntos los malos momentos. Si fuera él, jamás la haría sufrir. Si él tuviera el corazón de ella, lucharía por encima de quién se tratare, protegería su amor. Una punzada hincó en su pecho y un leve rubor apareció en sus mejillas. – ¿Qué estoy pensando en un momento así? – preguntó dentro de su cabeza.
De repente, Natsuki sintió una extraña sensación de querer vomitar. Algo iba subiendo desde su estómago hasta su garganta y allí se mantuvo, y su cuerpo dio una brusca sacudida. Rápidamente, se cubrió la boca con ambas manos y, pronto, sus piernas perdieron fuerzas. Genji la sintió temblar. – Natsuki...– la vio caer de rodillas y, por acto reflejo, extendió ambos brazos hacia ella y logró abrazarla, deteniendo su caída. Con suavidad, se agachó con ella abrazada. Cuando se agacharon, deshizo el abrazo. – ¿Te sientes mal? – ella cerró los ojos con fuerza mientras apretaba las manos en su boca. – ¿Otra vez las náuseas? – ella asintió con la cabeza. – Inhala, exhala. – él inhaló profundo y exhaló lentamente entretanto ella lo imitaba, repitiendo las mismas acciones varias veces.
Natsuki respiraba agitada. Genji frunció las cejas nuevamente, ella sufría no sólo por el amor de Sarutobi, sino además, por alguna clase de enfermedad que ella no había sido capaz de confesar, pero el pilar de la familia Hatake le confió la situación y pidió discreción. Sin embargo, según lo que investigó en relación a los medicamentos que ella ingería, era normal algunos síntomas; las náuseas eran normales debido a la fuerte sustancia ingerida y los desmayos porque aún su cuerpo necesitaba el consumo de más nutrientes, y probablemente ella había omitido algunas tomas, pero no eran normales las constantes ganas de vomitar. A menos que... – Creo que estás embarazada. – soltó sin anestesia.
Natsuki abrió sus ojos como platos, estupefacta. –¿Y-Yo? ¿Emb... Embarazada? – susurró sin poder creerlo. – No...– negó la cabeza. Ella no podía estar embarazada, por más que lo deseara, incluso se realizó muchas pruebas, pero todas fueron descartando su deseo de ser madre y llevar en su vientre un hijo de su amor Hiroshi. No, no era posible. Posando las manos en el pecho de él, cerró las manos en puños agarrándole la camisa en el proceso. Ojos tiritantes. – Los últimos resultados salieron negativos. – susurró mientras apretaba lo más fuerte posible, la camisa de él. – No juegues conmigo. – frunció las cejas, entristecida. – Por favor...
"Por favor". Esa súplica y por la mirada que ella tenía, le dijeron muchas cosas. Ella deseaba embarazarse o ya estarlo de Sarutobi, eso significaba que ellos dos intimaron incontables ocasiones. Al principio, no quería aceptarlo, pero ella ya era en cuerpo y alma de ese hombre. Si tan sólo, ella lo mirara a él, todo sería diferente. Por el momento, debía apoyarla como su amigo. – Tengo...– llevó mano derecha a las manos de ella, las cuales seguían apretujando su camisa, y las apretó dándoles apoyo. – Tengo una amiga obstetra/ginecóloga, puedo agendarte una cita con ella. – la Hatake no sabía qué decir, él lo sabía. – Deberías intentarlo, porque en caso de estar embarazada, los fármacos que estás tomando pueden causarle un daño irreversible al feto. – asustada, ella separó los labios más no logró musitar palabras. – Si lo estás, ese bebé no nacerá. – lágrimas escaparon de los ojos de Natsuki.
Volviendo a Himeko...
Ella no podía creer lo que escuchó: "Si lo estás, ese bebé no nacerá". ¿Bebé? ¿De quién? ¿De Genji-san? Una punzada golpeó su corazón que le dejó sin aliento. No, no podría ser de él, sólo podía ser de... – ¿Onii-sama? – susurró sin pensar, entonces se cubrió la boca deseando no haber sido escuchada. – ¿Natsuki-nee-san está embarazada de onii-sama? – se preguntó a sí misma mientras pensaba en las probabilidades. Sin embargo, algo le inquietaba: "...ese bebé no nacerá". – ¿ESTÁ PENSANDO EN ABORTAR? – gritó en su cabeza. – ¿Tanto odia a mi onii-sama? – sacudió la cabeza, bruscamente. – Natsuki-nee-san es tan amable que no sería capaz de eso. Pero...– retrocedió un par de pasos. – Onii-sama debe saberlo. – giró sobre sus talones y salió de allí para no ser descubierta.
...
Algún lugar de la ciudad...
En un determinado bar y vistiendo pantalón azul de mezclilla, abrigo tipo trench coat de color marrón por encima de un t-shirt negro, zapatos marrones y una bufanda de seda de color gris enrollada al cuello; Hiroshi entrecerró sus ojos negros, observando con pesar el vaso cristalino en su mano derecha y el líquido ambarino vibrando suavemente en el interior de las paredes de cristal, haciendo pequeñas ondas. Codo izquierdo sobre la barra y codo derecho igualmente sobre la misma, dedos firmemente enroscados alrededor del Whisky que acababa de pedir. En el interior del mismo, dos cubos de hielo chocaban ocasionalmente con un pequeño tintineo.
Mientras contemplaba fijamente el líquido ambarino, la figura de una Natsuki sonriente se hizo visible, así que sus ojos brillaron con intensidad. Ella se veía tan hermosa como siempre, esa sonrisa tan resplandeciente era lo único que lo mantenía de pie, ella era su mundo, su vida, su todo y ahora... Verla al lado de Maito Genji, no una, sino varias veces le ponía de mal humor. Furioso, apretó los dedos alrededor del vaso cristalino. Ese hombre no se detendría hasta hacerla suya y él no podía hacer nada por el momento, ya que ella misma fue la que decidió terminar su relación. Entendía un poco la situación, más no podía comprender que su familia fuera la causante del sufrimiento de la familia Hatake. Aún no tenía pruebas, pero las encontraría, debía hallar algo que pudiera usar para acercarse a Natsuki. Algo...
Pronto, recordó la vestimenta de ella cuando la encontró cerca del árbol navideño en el centro de la plaza. Llevaba puesto ese ajustado pantalón blanco, el cual él hizo que ella se lo colocara una vez en el departamento, ya que se le veía exquisito; el abrigo trench coat de color beige que hacía juego con el que tenía puesto, pues ambos lo compraron juntos; debajo de éste abrigo, usaba un abrigo con cuello de tortuga color rojo y botines rojos de tacón, color que le fascinaba verlo en ella y varias veces él lo manifestó logrando sonrojarla. Una divertida sonrisa atravesó sus labios, pues ella se vistió para él, probablemente pensó en él cuando se vestía.
No obstante, Maito Genji la pudo disfrutar de cerca mientras él la tuvo que ver desde lejos. La sonrisa desapareció de su rostro, en cambio puso una mirada sombría. – Maito, desgraciado. – masculló entre dientes. Bebió de un sorbo, todo el líquido ambarino y, con un seco golpe, dejó el vaso sobre la superficie lisa de la barra. – ¡Otro! – exclamó exasperado. El bartender le sirvió nuevamente. Hiroshi agarró el vaso con brusquedad vertiendo un poco del líquido en la barra y bebió de un sorbo todo el contenido del vaso. – ¡Otro, un poco más fuerte! – repitió varias veces, pues necesitaba enfriar su cabeza. Ella estaba preciosa y no pudo ni siquiera acercarse, menos tocarla.
El bartender nueva vez colocó otro vaso sobre la barra, el cual Hiroshi agarró y lo acercó a los labios. Desearía tenerla entre sus brazos una vez más y fundir sus labios con los de ella hasta quedar sin aliento o hasta que ella lo detuviera, pero ya no podía tenerla en su regazo. Intensificó el agarre del vaso y bebió el whisky de un trago. Golpe seco en la barra. – ¡Uno más! – exclamó ansioso. Frunció las cejas entristecido, quería llorar, deseaba gritar su nombre a los cuatro vientos y exigirle que regresara a su lado. Sí, ella debía retornar a él. Extrajo el móvil del bolsillo de su pantalón y tecleó el número telefónico de ella, y estaba a poco de pulsar el ícono de llamada, pero... ¿y si ella no respondía?
Cabizbajo, colocó el celular encima de la barra. – ¿Qué estoy haciendo? ¡Me estoy volviendo loco! – se dijo a sí mismo. Luego, se llevó las manos a los cabellos y los echó hacia atrás. Debía pensar la forma rápida de encontrar información sobre el pasado de ambas familias, así podía entender un poco más la situación y posición en la que Natsuki se encontraba. Porque, a pesar de estar al lado de Maito Genji, ella lo amaba o eso debía pensar. No podía permitir ser arrebatada de él. – ¡Con un demonio! ¡Debo recuperarla! – exclamó golpeando la barra con ambas manos, sorprendiendo al bartender, quien le colocaba vaso lleno de whisky frente a él. – ¿Qué debo hacer? – agarró el vaso y bebió un sorbo del líquido, el cual sintió que la bebida era más fuerte que la anterior. Sonrió de lado, al parecer el bartender entendió la idea.
Gustoso, Hiroshi alzó el brazo con la bebida en mano indicándole al bartender que le agradecía el gesto, entonces acercó el vaso cristalino a los labios y volvió a beber otro sorbo. – Nat, amor, este trago es por ti. – bebió todo el whisky que restaba en el vaso y lo dejó sobre la barra. Un rubor ligero apareció en sus mejillas y una divertida risilla escapó de su boca. – Debería ir a su casa y darle un beso de buenas noches. – le dijo al bartender, quien le prestaba atención mientras estaba preparando un licor para otro cliente. – Oye, pásame la botella. – el chico, sin replicar, le entregó la botella de whisky y él mismo se sirvió. – Iré a buscarla. Sí, eso haré y tal vez la secuestre. – dijo divertido. – Secuestrarla...– mirada seria, labios curvados hacia abajo. – ¿Por qué no? – agarró el vaso rebosante de whisky. – Natsuki es mi esposa, mi mujer. – de un trago, se tomó el líquido hasta dejar el vaso vacío. Luego, dejó el vaso sobre la barra y, mientras volvía a llenarlo, vio de reojo la figura de una mujer tomar asiento en la silla a su costado derecho.
– Una copa de vino, por favor. – le dijo esa femenina dama al joven bartender, luego ella giró la silla hacia el Sarutobi y una sonrisa se figuró en sus labios pintados de rojo pasión.
Hiroshi desvió los ojos hacia el costado derecho y la observó de arriba hacia abajo. Ella llevaba puesto un vestido rojo completamente ajustado, con una abertura desde los muslos hasta terminar la falda, zapatos negros de tacón y un abrigo negro a simple vista calentito; pero le sorprendía la forma del pecho estilo V que tenía el vestido, pues podía ver parte de sus senos. No podía negarlo, la chica se veía hermosa con esa vestimenta, pero no le llegaba ni a los tobillos a su amada Natsuki. Volvió la mirada al frente, agarró el vaso y acercó el whisky a su nariz embriagándose de su peculiar aroma. – ¿No tienes frío con ese vestido? – preguntó al aire.
Una divertida sonrisa atravesó sus labios pintados de rojo pasión. – ¿Eso crees? – interrogó ella agarrando la copa de vino que el bartender le acababa de colocar sobre la superficie lisa.
Hiroshi bebió un trago de su whisky y echó un vistazo a la mujer dueña del brazo que se encontraba a su lado, sentada, bebiéndose una copa de vino con calma. – Realmente no me interesa, pero puedes resfriarte vistiendo esas prendas, Yoshida. – siseó retornando la vista al frente.
Yoshida giró la silla hacia el frente, entonces acercó la copa a sus labios. – No pensé encontrarte en un lugar como éste. – calmamente, bebió un ligero trago. – ¿Por qué no estás con Natsuki-chan? – preguntó como sin darle importancia, pero intrigada por saber. – Últimamente, ambos se han vuelto inseparables.
Hiroshi no respondió, tan sólo bajó la mirada y, observó el vaso en su mano y el líquido vibrando ligeramente en el interior de las paredes de cristal, haciendo pequeñas ondas. – ¿Inseparables, eh? – una carcajada escapó de su garganta. – Desearía tenerla entre mis brazos ahora mismo. – comentó con dolor en sus palabras.
Comentario que no le gustó a Yoshida, pues su mirada ensombreció; pero pensando mejor lo dicho por él, significaba que ellos pelearon. Las facciones del rostro, suavizaron. – ¿Por qué estás sólo en este lugar? Hoy es navidad. – bebió un gran sorbo de vino.
Codo derecho sobre la barra, antebrazo izquierdo igualmente sobre la misma, y dedos firmemente enroscados alrededor del Whisky que acababa de servirse. – Podría preguntarte lo mismo y, además, con esa vestimenta. – sonrió. – ¿El novio te dejó plantada? – risa divertida.
Un poco enojada por el comentario de él, Yoshida apretó la copa. – No tengo novio. – masculló entre dientes. Volvió la mirada hacia él y lo vio ingerir varios vasos de whisky sin parar. Abrió los ojos, sorprendida de verlo en ese estado. – Hiroshi...– susurró ella, entonces visualizó el rubor en las mejillas del chico e inmediatamente notó que él no estaba sobrio. El Sarutobi aproximó el vaso a los labios e iba a tomarlo de un trago, pero Yoshida le agarró el brazo. – Has tomado suficiente. – siseó con firmeza.
Hiroshi tensó los labios en una línea y, de un brusco movimiento, sacudió el brazo e hizo que ella lo soltara. – Han sido un par de copas. – debatió sintiendo sus mejillas ardientes. De repente, escuchó su móvil sonar y lo ubicó, borrosamente, encima de la barra, donde lo había dejado cuando intentó llamar a su esposa. Palmeó la superficie lisa mientras su cabeza empezaba a dar vueltas hasta que lo agarró y, al ver el remitente, dejó escapar un suspiro. Se trataba de Himeko, probablemente quería que él fuera a casa para estar en familia, pero no deseaba rodearse de mentiras. Sin embargo, tenía que regresar a su hogar, a ese vacío apartamento donde nadie le esperaba, por tanto extrajo la cartera del bolsillo trasero de su pantalón y ubicó la tarjeta de débito. – Takato...– siseó extendiéndole la tarjeta para que cobrara todo lo consumido. El joven bartender, llamado Takato, agarró el plástico. – También, agrega las de la señorita. – el joven asintió y, cuando le devolvió el plástico, Hiroshi lo guardó en la cartera y ésta devuelta al bolsillo.
– Hiroshi...– susurró Yoshida moviendo los dedos con nerviosismo. El nombrado, sonrojado debido al alcohol dentro de su organismo, le observó mientras se llevaba el último vaso a los labios. El hecho de sentir la mirada de él, la ponía nerviosa. Carraspeó, tratando de calmarse. – ¿Qué le pasó a Natsuki-chan en la fiesta? ¿Ella está bien? – preguntó mirándole fijamente a los ojos.
Hiroshi entrecerró los ojos intentando verla mejor, ya que su visión no se encontraba bien, veía todo dando vueltas, pero sí escuchó claramente las preguntas. – ¿Natsuki? ¿En la fiesta? – ella asintió con la cabeza. Él frunció las cejas, tratando de comprender las interrogantes formuladas por la chica. Pues, si mal no recordaba, él la siguió al jardín y ambos pasaron un momento incómodo porque él la forzó, besándola cuando ella se negaba; pero no rememoraba alguna otra situación ocurrida, no debido a él. – ¿Le pasó algo a Natsuki? No recuerdo. – preguntó curioso entretanto sentía la cabeza dando vueltas y pequeñas punzadas como martillándole las sienes.
– Creí que sabías, pero Natsuki-chan se desmayó. – respondió Yoshida haciendo memoria del alboroto que hizo Natsumi cuando se enteró.
Con los ojos completamente abiertos y labios ligeramente separados, el vaso cristalino que Hiroshi sostenía, se resbaló de su mano hasta caer contra la superficie lisa de la barra, pero éste rodó y cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos. – ¿Qué...? ¿Qué le...? – no podía creer que su amada se hubiera desmayado, sin embargo, él no sabía nada de eso. ¿Cómo era posible? ¿Acaso, fue por su culpa? Nervioso y asustado, giró la silla hacia Yoshida y la agarró del cuello de su abrigo. –¿Qué le pasó a mi esposa? ¿Cómo está? ¿Está bien? – preguntó con desesperación mientras apretaba el agarre del cuello.
Con las cejas fruncidas, Yoshida agarró las manos de él intentando zafarse de su fuerte agarre. – Hi... Hiro...shi...– logró musitar a duras penas.
Hiroshi notó el dolor en el rostro de la chica, entonces se dio cuenta que la estaba lastimando y la soltó. – Lo siento, no era mi intención hacerte daño. – susurró apenado. Cerró los ojos y frunció las cejas debido a las fuertes punzadas en su cabeza. Luego, volvió a recordar lo sucedido con Natsuki. Abrió sus ojos. – Necesito ir con mi esposa. Ella me necesita. – se levantó de la silla y se tambaleó sintiéndose completamente mareado. Yoshida también se levantó y lo agarró. – Suéltame. – siseó apartándola y avanzó un paso, pero sus pies no lograron mantenerse estático, y retrocedió mientras su cabeza daba vueltas. – Necesito estar con mi Natsuki. Tengo que ir con mi esposa. – él tropezó. Rápidamente, Yoshida se aproximó y detuvo su caída.
– No estás en condiciones. – musitó Yoshida mientras intentaba sostenerlo para que no se cayera y se golpeara la cabeza contra el suelo.
Apoyando las manos en los hombros de la fémina, Hiroshi la empujó suavemente evitando hacerle daño. – No importa, necesito verla. – estaba desesperado por verla con sus propios ojos y confirmar el estado de salud de la Hatake, no podía esperar. Yoshida lo agarró del brazo, impidiéndole irse en ese estado. – ¡Quiero verla Yoshida, ¿No lo entiendes?! ¡Natsuki es mi esposa! – agregó mirándola con furia. Ella, con un poco de temor, retrocedió un paso soltándolo en el proceso. – Iré con mi mujer. – tambaleándose, se encaminó hacia la salida ante la mirada de Yoshida, quien decidió seguirlo a una distancia prudente. Parpadeó varias veces y entrecerró los ojos también, pero aún veía todo a su alrededor dando vueltas. – Nat...– de repente, sintió que iba cayendo hacia delante. –...suki...– la oscuridad lo envolvió.
De inmediato, Yoshida corrió cuando le vio caer hacia delante y, parándose frente a él, lo sostuvo antes de que se golpeara. – Hiroshi... estás pesado...– se agachó con él en sus brazos, ahí notó que él había perdido el conocimiento. Verlo así, le dolía y todo por culpa de Natsuki. Apretó los labios en una línea. Pronto, el joven bartender de nombre Takato fue en su auxilio y lo levantó del suelo hasta sentarlo sobre un sofá ubicado en un rincón. – Gracias. – le dijo al chico con una sonrisa en sus labios. Cuando éste marchó, extrajo su móvil y decidió marcarle a Ishida, ya que era su mejor amigo.
Mientras esperaba que el Ukitake apareciera, se detuvo a contemplar el sereno rostro del Sarutobi, quien dormía calmamente. Él era atractivo, hermoso y bastante guapo, Natsuki debía sentirse bendecida al tener a ese fascinante hombre a su lado y, sin embargo, él se encontraba bebiendo en ese bar sin saber porqué motivo o razón, pero el hecho de conocer que él no sabía qué había ocurrido con la Hatake, le indicó que probablemente ambos discutieron. Odiaba verlo sufrir, odiaba recordar que él tenía dueña y odiaba admitirlo, pero Natsuki y él hacían una linda pareja; no obstante, estaba cansada de ocultar sus sentimientos por ese hombre, no comprendía desde cuándo lo hacía, más estaba enamorada de él.
Extendió el brazo hacia él e iba a acariciar su mejilla, pero se detuvo en el acto al observar que él fruncía las cejas y susurró el nombre de ella: "Natsuki". Regresó el brazo, no era necesario hacer algo estúpido para luego arrepentirse. Ese hombre pertenecía a Natsuki, no a ella, más daría lo que fuera para que él la mirara. Sí, lo que fuera. Sonrisa enamorada atravesó sus labios. Natsuki no lo merecía, ella podría entrar en su corazón y ser algo más que una simple colega. Sí, deseaba estar en su corazón. Pronto, ubicó al Ukitake arribar al bar, quien los encontró de inmediato y se encaminó hacia ellos.
Cuando llegó, Ishida observó a su amigo dormir plácidamente mientras tenía las mejillas ruborizadas, gestos indicativos de que él había bebido varias copas de más y terminó en ese estado; sin embargo, le extrañaba encontrar a Yoshida en ese lugar, pero más le extrañó cuando ella lo llamó para explicarle lo ocurrido. Frunció las cejas sin despegar la mirada sobre ella. No desconfiaba de ella, era sólo que no comprendía cómo ambos estaban juntos. Quejido... Apartó la mirada de ella cuando escuchó dicho quejido y la situó sobre Hiroshi, quien murmuraba entre sueños algunas palabras incoherentes, pero hubieron tres que sí entendió: "Natsuki, te amo".
Ishida entristeció y se inclinó. – Vamos Hiro, te llevaré a casa. – dijo mientras colgaba el brazo izquierdo de su amigo por encima de sus hombros y, rodeando su brazo derecho alrededor de la cintura del Sarutobi, lo sujetó. También, agarró la muñeca izquierda de su amigo con su mano izquierda, procurando sujetarlo bien y evitar que se le cayera en el camino. Hiroshi comenzó a murmurar frases ilógicas e Ishida frunció las cejas aún más. – Bebiste demasiado, mírate como estás. – suspiró.
Hiroshi empezó a reír. – Ishi...– se movió bruscamente y plasmó los labios en la mejilla derecha del Ukitake. – Eres mi hermano y...– lo besó otra vez. –...te quiero mucho... mucho...– risilla.
Una venita palpitante apareció en la frente de Ishida, ya empezaba a irritarse. – Sí, sí... Vámonos. – siseó a medida que lo arrastraba hacia la salida. Mientras Hiroshi balbuceaba idioteces, observó de reojo a Yoshida. Ella los seguía a una distancia prudente. – ¿Por qué llegaste a esto? – le preguntó, asimilando el hecho de su amigo emborracharse la noche de navidad. Cuando llegó al auto deportivo de Hiroshi, le revisó los bolsillos del pantalón hasta encontrar las llaves del mismo. Abrió la puerta trasera y, con sumo cuidado, lo obligaba a entrar al vehículo, pero éste se negaba. – Hiro, entra al auto. Si no lo haces, te dejaré aquí. – el Sarutobi levantó el dedo índice de la mano derecha y, riendo como tonto, se dejó caer en el asiento trasero. Suspirando, Ishida cerró la puerta y la aseguró por si acaso. Entonces, vio a Yoshida de pie observando a su amigo. – ¿Quieres que te lleve a casa? – le preguntó siendo cortés, ya que no le gustaba la idea de dejar a una dama sola en ese lugar.
– E-Etto...– siseó Yoshida, un poco nerviosa. Había tenido una sesión fotográfica y llegado a ese bar citada por sus amigas, las cuales no se apresuraban en llegar. Aunque, pensándolo bien, le enviaría un mensaje disculpándose. – Gracias, aceptaré la oferta. – dijo sonriente.
Ishida abrió la puerta del co-piloto para ella, en un gesto de caballerosidad. La chica subió y él la cerró. Se dirigió al lado del piloto, abrió la puerta, pero antes de subir, extrajo su celular y le envió un mensaje a Natsumi: "Amor, iré a casa un poco más tarde. Hiro está ebrio, temo que haga una estupidez. No le digas a Natsuki. Te amo". De inmediato, subió al automóvil y echó un vistazo a su amigo desde el retrovisor. Éste, sentado, dormía tranquilamente, sin preocupaciones. Ishida comprendía que el Sarutobi hizo lo que hizo por su cuñada Natsuki. Suspiró por enésima ocasión. – No puedo creer que Hiro...– recordó a la chica sentada a su lado, por tanto silenció y arrancó.
Todo el camino hacia el apartamento de Hiroshi, iban en completo silencio. Ishida sabía que su amigo era un hombre apasionado cuando se trata de amor, en especial el amor latente por Natsuki. En ocasiones, llegó a pensar que tal vez el amor que sentía por ella, era un amor enfermizo; pues, todas las acciones y lo que él hizo para estar cerca de la Hatake, lo puso a dudar. No era normal perseguir a una mujer desde niños como acosador, aunque ella no lo notara así, incluso en la actualidad él moría por ella. No obstante, cuando él conoció a Natsumi, hizo cosas que jamás habría pensado hacer y dijo tantas palabras cursis que, en el pasado no las habría dicho. Entonces, ver a su amigo ebrio, le dolía, pues quería hacer algo por él, pero a la vez estaba atado de manos y pies literalmente.
Activó la luz termitente y, mientras desaceleraba para doblar en U, escuchó murmullos en la parte trasera del automóvil. Observó a través del espejo retrovisor a su amigo. Hiroshi fruncía las cejas y apretaba los labios. – Nat... Mi amor...– sacudió la cabeza. –...te necesito...– susurraba dormido. – No... No me dejes... No...– voz temblorosa. – Vuelve... Nat, no me dejes...– lágrimas escaparon de sus cerrados ojos. – ¿P-Por qué? – extendió una mano hacia arriba como intentando sostener o agarrar algo. – Re... Regresa...– el brazo descendió y cayó en su estómago. – Vuel...ve...– se desmayó.
Ishida apretó el guía y apartó la mirada de su amigo para concentrarse en el camino, entonces notó que la chica a su lado, estaba deseosa de preguntar sobre lo que sucedía con él, pues ella tenía los dedos entrelazados, los cuales apretaba y flojaba constantemente. A ella la notó nerviosa, y al mismo tiempo, no se atrevía a cuestionar. Yoshida separó los labios. – Es mejor no preguntar. – le dijo él y ella cerró los labios. Cuando llegaron al parqueo del edificio, Ishida estacionó y descendió del automóvil cerrando la puerta en el proceso, entonces abrió la puerta trasera. De inmediato, se inclinó. – Vamos Hiro, hemos llegado a casa. – dijo mientras despertaba al aludido.
Yoshida descendió del automóvil cerrando la puerta de paso, sin embargo, permaneció al margen mientras veía cómo Ishida, con paciencia y mucha calma, ayudaba a Hiroshi salir del vehículo procurando que éste no se golpeara la cabeza. Cuando el Sarutobi descendió, se tambaleó. Ella, asustada de que se diera contra el suelo, avanzó para sostenerlo; pero Ishida lo sostuvo fuerte y colgando el brazo izquierdo de Hiroshi por encima de sus hombros y, rodeando su brazo derecho alrededor de la cintura del Sarutobi, lo sujetó y agarró la muñeca izquierda de su amigo con su mano izquierda, procurando sujetarlo bien y evitar que se le cayera en el camino. Hiroshi murmuró un par de improperios. – Te ayudo. – siseó Yoshida caminando hacia ellos, luego cerró la puerta trasera y aseguró el automóvil.
Entretanto los copos de nieve caían sobre sus cabezas y hombros, Ishida caminaba pausadamente con su amigo arrastras, debido a que éste no podía mantenerse en pie sin tambalear. Y pensar, que salió de la residencia Hatake para comprar algunas bebidas que hacían falta y el patriarca de la familia quería seguir compartiendo con su amigo Maito. Por tanto, el mensaje enviado a su esposa Natsumi, fue para no preocuparla, y también, ponerla en conocimiento de que, precisamente en navidad, a Hiroshi se le ocurrió la brillante idea de beber hasta llegar a la embriaguez extrema, al punto de balbucear tonterías e improperios. Era de su conocimiento lo que acontecía entre las familias Hatake y Sarutobi, pues su esposa le confesó todo lo que ella sabía y, sin duda, tanto Hiroshi como Natsuki, lo estaban pasando mal.
El pasado no debería perjudicar el presente de la nueva generación y, sin embargo, ambos sufrían por no poder estar juntos y amarse uno al otro. Después de todo, comprendía un poco la posición en la que se encontraba su amigo, al querer tenerla cerca pero debía mantenerse lejos, ya que fue una decisión de ella y quería respetarla. No obstante, Ishida lo conocía bastante bien, por lo que podía colegir que el Sarutobi haría lo que fuera para recuperarla. Sí, la recuperaría... De tanto pensar, se sorprendió de que estaba llegando al apartamento donde Hiroshi convivió con Natsuki varios meses. El amor era cruel con ellos, Hiroshi decidió continuar viviendo en ese lugar, quizás con la esperanza latente de que ella algún día regresará a él.
Detuvo sus pasos frente a la puerta del apartamento, entonces buscó entre los bolsillos de su pantalón, una copia de las llaves que su amigo le entregó en una ocasión, cuando necesitó buscar las partituras de una canción incompleta. Canción que, después de Natsuki marcharse, Hiroshi no quiso tocarla. Una vez encontradas las llaves, abrió el cerrojo y entró arrastrando al Sarutobi. Para su desconcierto, encontró todo ordenado, debidamente limpio. Rápidamente se encaminó hacia la recámara y, en completo silencio, se aproximó a la cama, aún con él a cuestas. Con sutileza, lo dejó caer sobre la cama. Él no se movió, al parecer estaba demasiado ebrio.
A pesar de también estar agotado, el Ukitake tomó asiento a orillas de la cama y, con parsimonia, empezó a deslizar los zapatos de su amigo, quien dormía calmamente. Lo observó, su respiración acompasada hacía que su pecho subía y bajaba… Deslizó las medias de los pies del Sarutobi, más se puso de pie y se dispuso a cubrirlo con la sábana, pero volvió a observarlo. La respiración de su amigo, se volvió agitada mientras las mejillas intensificaron a un rojo vívido. De inmediato, inclinó el cuerpo y, apoyando una mano encima de la frente de él, cayó en cuenta de que estaba ardiendo en fiebre. – Hiro, de veras...– dejó escapar un sonoro suspiro. – Si continúas así, descuidándote, no lograrás que Natsuki vuelva a ti. – le dijo mientras lo cubría bien con las sábanas.
Separando ligeramente los labios, Hiroshi dejaba escapar su aliento a través de su boca mientras respiraba agitado. Frunció las cejas. – Nat...– volvió las manos en bolitas agarrando la sábana en el proceso. –...suki...– las cejas fruncieron aún más. – Nats...– empezó a toser.
Por otra parte, en el suelo de gres porcelánico de material pulido, Yoshida podía escuchar sus propios pasos en aquel lujoso apartamento. Detuvo los pasos en la sala de estar, donde el hermoso gres porcelánico resaltaba la refrescante y armoniosa decoración, y un bonito sofá modular de tapiz blanco. No podía negarlo, ese lugar tenía un toque femenino, lo cual dedujo que ahí ellos compartieron incontables momentos. De repente, escuchó toser a su amor unilateral, entonces corrió hacia la recámara. Ni bien entró, cuando el perfume de Natsuki invadió sus fosas nasales. Sí, el aroma de ella estaba por doquier y, no sólo el perfume, también sus objetos, ropas, accesorios... Odiaba eso... Odiaba reconocer, que la Hatake ocupaba un lugar demasiado importante en el corazón del Sarutobi, lugar que ella desearía ocupar, pero...
Ishida giró sobre sus talones y, sorprendido, parpadeó al encontrarla frente a él, muy cerquita. – Me había olvidado, que ella aún seguía aquí. – dijo para sí mismo mientras una gota estilo animé aparecía en la frente. – Yoshida...– susurró, sonriendo de lado mientras se rascaba la cabeza. Su amigo volvió a toser, entonces movió la cabeza hacia él y lo vio respirar cada vez más agitado. Su mirada se tornó seria, misma con la que miró a Yoshida sorprendiéndola. – Iré a comprar medicina para su resfriado. Volveré enseguida. – salió corriendo del apartamento, con la misión de encontrar alguna farmacia abierta a esas horas y volver lo antes posible, pues le disgustaba la idea de dejarlo a solas con esa mujer.
En otro sentido, Yoshida volvió la cabeza y observó el rumbo que tomó el Ukitake y, cuando escuchó la puerta cerrar, señal de que él había salido, sus ojos regresaron hacia el Sarutobi. Éste tenía las mejillas de un rojo intenso mientras respiraba a través de la boca, la cual estaba entreabierta. Se veía bastante mal, por tanto se aproximó a él y, sin decir nada, tomó asiento a orillas de la cama. Él era un hombre fascinante... Observó esas largas pestañas, su perfilada nariz, su piel suave y sus ojos, a pesar de estar cerrados, transmitían seguridad. Deseaba tocarlo, sí, tocar su suave piel, así que extendió mano derecha y, con ella, le acarició la mejilla, cual sintió sumamente ardiente y de su cabello desprendía un rico aroma a fresas. ¿Fresas? ¿El shampoo de Natsuki?
Entristecida, Yoshida cerró la mano derecha en puño. Incluso, él olía a ella. – ¿Por qué ella? – le preguntó posando la mano, nueva vez, en su masculina mejilla. Si tan sólo él la olvidara... Si tal vez, su perfume lo envolviera y ya no oliera a ella... Si tan sólo... Inclinó el cuerpo y, sin importarle el hecho de contagiarse del resfriado, separó los labios un poco y los depositó sobre los entreabiertos de él en un dudoso beso.
Segundos antes, Hiroshi sentía todo su cuerpo ardiente, su pecho subía y bajaba constantemente agitado, su cabeza daba vueltas, estaba demasiado mareado y, la garganta seca y sedienta, deseaba beber agua. Si mal no recordaba, Ishida debía estar allí con él... Sí, él podía darle agua... Así que, separó los labios para pedir agua, más su voz no salía. Sin embargo, abrió un poquito sus ojos y logró visualizar el rostro de una mujer a pocos centímetros de su rostro. La fiebre iba en aumento, entonces cerró los ojos nueva vez y, en ese momento, sintió unos labios tensos atrapar sus labios y una pequeña lengua entrando en su boca. Los volvió a entreabrir y esos labios se apartaron, pero podía sentir la respiración de esa mujer chocando contra su boca, entonces la vio.
Era ella. – Nat...– en un movimiento inesperado, Hiroshi extendió el brazo derecho hacia Natsuki y, agarrándola de la nuca, la presionó hacia abajo obligándola a caer encima de él y atrapó los labios de ella aprisionándolos con los propios. –...suki...– Debido a la fuerza empleada, la parte superior del cuerpo de Yoshida había caído encima de él. Ella abrió sus ojos como platos y ruborizó intensamente mientras sentía la lengua de Sarutobi deslizarse dentro de su boca, buscando tener un contacto íntimo, pues él quería llegar a más, le devoraba los labios con ímpetud.
Sin dejar de besarla, Hiroshi colocó su mano izquierda en la mejilla derecha de ella, luego la llevó al pómulo cerca del oído, apretando y succionando sus labios, quería comérsela a besos, fueron muchos días aguantando sin poder tenerla entre sus brazos, debía aprovechar cada momento, cada beso como el último, quería poseerla. – Natsuki...– dijo dentro de su cabeza, estaba ansioso y más porque la tenía en sus brazos, después de tantos días sin ella. – Natsuki...– la apegó más a su cuerpo y el beso se hizo más intenso, abriendo más la boca para tener un mayor acceso. – Natsuki...– empezó a frotar su lengua contra la de ella, quien dejó escapar un gemido. Sonido encantador para sus oídos, motor propulsor para lamer y chupar la lengua de ella con más pasión. Le estaba gustando tenerla así mientras repetía el nombre de ella dentro de su cabeza una y otra y otra vez. – Natsuki...– ella movió la lengua con torpeza. Debía ayudarla.
Hiroshi entrelazó su lengua con la de ella, cual ya estaba completamente húmeda, lo cual provocaba el deslizamiento de su lengua y, debido a que su saliva estaba diluyéndose y cayendo en la lengua de ella, la extrajo y volvió a penetrarla en la boca de ella, recorrió toda su boca, las suaves paredes, todo de ella. Su respiración se volvió más agitada, no sabía si era debido a la alta fiebre o al exquisito beso. No razonaba los motivos, pero no quería apartarse, deseaba besar a su amada Natsuki por siempre y para siempre. Sí, por siempre... La escuchó soltar un gemido agradable para sus oídos, sus respiraciones se tornaron aún más agitadas mientras sus lenguas bailaban en armonía. – Mmm... Mmm...– el beso se hacía más intenso, abriendo más la boca para tener un mayor acceso; entonces, Hiroshi deslizó su mano izquierda a la oreja derecha de la chica, y allí empezó a acariciarle la oreja, logrando arrancándole gemidos de placer y un gruñido de excitación.
Hiroshi necesitaba ver su hermoso rostro excitado, por tanto rompió el beso de un lamido. Su cabeza le daba vueltas y no podía visualizarla bien, sin embargo, entrecerró sus ojos y logró notar la boca de ella separada respirando aceleradamente y chocando el aliento contra el suyo. Subió la mirada un poco, tenía que verla a los ojos, contemplar sus mejillas candentes, pero la veía borrosa, cerró los ojos y volvió a abrirlos, más fue peor. Bebió demasiado hasta el extremo de no visualizar a su mujer, pero esos labios ricos, apetecibles e hinchados por él... – Natsuki...te amo...– susurró enamorado, enseguida deslizó ambas manos a las mejillas de la chica y, agarrándola con firmeza, unió sus labios con los de ella.
Por su parte, Yoshida sintió una punzada que le golpeó el pecho al haberle escuchado decir aquellas dolorosas palabras mientras él movía los labios con suavidad. Él la besaba suave y tiernamente como si estuviera besando a una muñeca de porcelana... Suave... El dolor en su pecho aumentó. – ¿Así la besas? Pero...– ella deslizó ambas manos y las colocó en las mejillas del Sarutobi. – Por hoy, olvídala. – correspondió, dejándose llevar enteramente por el beso y abriendo su boca aprobándole así el acceso a él de introducir su cálida y a la vez húmeda lengua en su boca. Sentir los húmedos labios del Sarutobi sobre los suyos y su lengua teniendo contacto con la suya, acariciando e intentando dominarla, le provocó un extraño pero agradable cosquilleo en su intimidad; por tanto, rozó sus senos cuyos pezones habían endurecidos y se apretujó contra él. Esa húmeda lengua jugueteando con la suya, era tan rico. Ella juntó sus piernas que seguían colgando en la cama y apretó su vagina con los muslos. Se empezó a apretujar más y más las piernas, frotando los muslos con su vagina.
– Hiroshi...–susurró Yoshida con dificultad, pues estaba demasiado excitada por un simple beso. – Quiero hacerlo...– frunció las cejas mientras la lengua del Sarutobi le provocaba exquisitas sensaciones, pero él no parecía entrar en razón y no dejaba de besarla. La experta lengua ensalivada de Hiroshi empujó la suya, enseguida sintió la saliva diluirse en su boca y escapar hasta deslizar por su mentón. La respiración de Hiroshi aumentó furiosamente, rompió el beso ante la falta de oxígeno que necesitaba sus pulmones quedando un hilo de saliva el cual aún los unía. Ella entreabrió los ojos y lo miró directamente. Él mantenía los ojos cerrados sin dejar de respirar con rapidez, la fiebre iba aumentando. Gustosa por las emociones que un beso le provocó, aproximó sus labios al oído de él. – Te quiero dentro de mí. – logró musitar, respirando agitada y sin conocer realmente lo que provocaba en un hombre esa clase de comentarios.
Hiroshi sintió su anatomía masculina endurecerse y, por encima de la fiebre, en un rápido movimiento, la tumbó en la cama y se colocó encima de ella posicionando las rodillas a los costados, e inclinó el cuerpo hacia delante quedando a escasos centímetros de su sonrojado rostro. Parpadeó varias veces, pues el dolor de cabeza seguía latente. Sacudió la cabeza y aproximó el rostro hacia ella. Yoshida cerró los ojos, esperando ese pasional beso, pero nunca llegó, pues él dejó caer su cabeza de cara contra la cama, a su costado derecho y el cuerpo sobre ella con cuidado de no aplastarla. Hiroshi necesitaba calmarse y, por más que su amada le excitara, debía controlarse, de lo contrario... Frunció las cejas, extrañado. Los besos que ella le había dado, no eran los de siempre; ella nunca lo acarició, solo se dejó besar; el gemido que escapó de la boca de ella cuando le acarició la oreja, no era el que obtenía; y estar así, sobre ella, podía notar que los senos aprisionados por el peso de su cuerpo, eran más pequeños.
Su cabeza hizo clic. Cierto, Natsuki lo besaba con amor y ternura, él le agregaba pasión y lujuria; Natsuki siempre lo acariciaba, en especial el cuello, pecho y espalda cuando se besaban; los gemidos que obtenía de Natsuki al tocar o acariciar sus orejas, eran más suaves y tímidos; cuando él caía de cara contra la cama, Natsuki siempre lo abrazaba; y los senos de Natsuki eran esponjositos y voluptuosos. Cierto... Apartó el rostro de la cama y acercó los labios al oído de ella. – Tú no eres Natsuki. – susurró. La chica se erizó y abrió los ojos como platos, desconociendo cómo él logró reconocerla sin verle al rostro. Recuperando la compostura y las fuerzas de su cuerpo, Hiroshi flexionó las rodillas quedando arrodillado encima de ella. Abrió sus ojos desmesuradamente al reconocerla. – ¿Yo-Yoshida...? – susurro incrédulo.
Pasos se escucharon acercándose hacia la recámara y el sonido de una bolsa podía apreciarse cada vez más cerca. – Hiro, para la fiebre sólo pude conseguirte...– Ishida se quedó estático. Su amigo estaba de rodillas sobre la cama respirando aceleradamente y Yoshida debajo de él también respirando agitada. No podía creer que esos dos... Mirada seria. – Hiro...– cerró las manos en puños, reprimiendo su enojo.
Sintiéndose asqueado por haberse dejado llevar por la situación y la calentura de su cuerpo debido a la alta fiebre, Hiroshi apretó los labios en una línea y agachó la cabeza permitiendo que los flequillos cubrieran sus ojos. – Yoshida, vete a casa. – murmuró él, voz apagada.
Yoshida se sintió miserable al verlo en ese estado, no quería dejar las cosas así. Él podía alejarse y ella perderlo por algo así, no. – Hi-Hiroshi, y-yo...– titubeó, nerviosa.
Aún con la cabeza agachada, Hiroshi apretó los dientes tan fuerte que éstos chirriaron. Estaba furioso consigo mismo. Maldición... Maldición... Besó a alguien más que no fuera su amada Natsuki, traicionó sus labios con otros, en su apartamento, el lugar donde compartió momentos maravillosos y noches de amor con ella. No... ¡No! –¡LARGO DE AQUÍ! – le gritó en frustración. Aturdida por la actitud del Sarutobi, Yoshida extrajo las piernas de entre las rodillas de él, se deslizó en la cama y salió corriendo pasando al lado del Ukitake, quien ni siquiera la miró. Hiroshi cayó sentado en la cama y se cubrió el rostro con la mano derecha. – ¿Qué estaba por...? – abrió sus ojos como platos. – La confundí con Natsuki... ¿Qué estoy haciendo? – deslizó la mano del rostro y empezó a reír hasta estallar en carcajadas ante la melancólica mirada del Ukitake. – Natsuki... Natsuki...– repetía su nombre mientras dejaba de reír. – La extraño. – sollozos escaparon de su garganta.
Evitando mirarlo entretanto él lloraba, Ishida desvió la cabeza hacia un costado. El Sarutobi necesitaba desahogarse lo más pronto posible para sobrellevar la situación y superar la separación, así pensar con la cabeza fría qué hacer para que ella volviera a su lado; pero la persona de él como estaba en ese momento, no era suficiente. Regresó la mirada hacia su amigo. Hiroshi apoyó las manos cuales volvió puños agarrando y arrugando la sábana en el proceso mientras seguía llorando desconsoladamente. Ishida bajó la mirada, y después de varios minutos, lo escuchó toser, entonces alzó la mirada. – Hiro...– el aludido se llevó la mano al pecho entretanto una incontrolable tos le agarró la garganta. De inmediato, se apresuró en llegar a él y colocó una mano en la frente de él. Abrió los ojos, atónito. – La fiebre aumentó. – susurró apenas audible.
Respirando entrecortado, Hiroshi cayó en la cama sin fuerzas. – ¡Hiro! ¡Hiro! – su amigo le llamaba. Veía a Ishida con preocupación en el rostro, pensó que él envejecería más rápido con esas cejas fruncidas. Intentó sonreír con ese pensamiento en mente, sin embargo, poco a poco fue cerrando los ojos, le dolía la cabeza y ésta daba vueltas, muchas vueltas. – ¡Hiroshi! ¡Maldición! ¡Hiroshi! – escuchaba al Ukitake cada vez más lejos hasta ya no escucharlo, ni verlo más.
Oscuridad...
Inmensa oscuridad. Lúgubre y luctuoso lugar, en el que nada era visible, donde la nada prevalecía y todo era una inmensa nada. Sentía el cuerpo tan pesado, sus fuerzas lo habían abandonado y, si alguien intentara atacarlo, no podría defenderse. Primera vez que le sucedía, no recordaba la ocasión en la cual haya tenido una fiebre tan alta, al extremo de caer sin fuerzas y confundir a su amada Natsuki. Sin embargo, podía sentir su respiración rápida y agitada; su garganta ardía tanto que quemaba, la sentía completamente seca y amarga, quería agua... Necesitaba agua. Si tan sólo... Separó los labios para pedir agua, más su voz no salía.
Poco a poco, fue abriendo sus negros ojos, pero el fuerte dolor de cabeza y los mareos seguían latentes, cada vez más intensos. No podía ver nítidamente, sin embargo, vislumbró el techo, por tanto era obvio pensar que Ishida lo había acomodado boca arriba, ya que era la única visión frente a él; tampoco podía escuchar con claridad, pero identificaba ecos resonar en sus oídos, o unos murmullos a lo lejos. La fiebre iba en aumento, sentía sus ojos ya pesados, entonces los cerró nueva vez y, en ese momento, escuchó una hermosa voz. Estaba tan cansado y sin fuerzas que no abrió los ojos evitando el desagrado de volver a confundir a su bella esposa con otra mujer, probablemente Yoshida regresó o quizás ella no se había marchado en un principio.
– ¡Hiro! ¡Hiro! ¿Qué...? ¿Por qué...?
Alguien... Una voz... ¿femenina? Se escuchaba preocupada y, al parecer, esa persona le tocó la frente y el pecho...
– ¿Por qué...? ¡Estás...! ¡Está ardiendo mucho en fiebre! ¡De-Debemos llevarlo a urgencias! ¡Hiro! ¡Hiroshi!
Calidez…
Sintió una extraña calidez que envolvió dulcemente su mano izquierda, como si alguien la agarrara y apretara con amor. Desearía que ella en verdad y, definitivamente, fuera su amada esposa, pero él bien sabía que ella no cedería a verlo otra vez. La amaba con todo su ser y, sin evitarlo, la veía en todas partes. Quisiera gritarle a los cuatro vientos cuánto la seguía amando, qué tan grande era su amor por ella, si tan sólo... Lágrimas escaparon de sus cerrados ojos y acariciaban sus sienes silenciosamente sin poder evitarlo. No sabía si atribuirlo a su alta temperatura corporal, pero estaba más sensible de lo normal. Sensible... Sí... Despacio, separó los labios. – Nat... Nats... Natsuki...– intentó tragar saliva, intento fallido. – Vu-Vuel...ve... te...– tos seca. –...te neces...sito...– abrió un poquito sus ojos y logró visualizar el rostro de una mujer a pocos centímetros de su rostro, mirándole con tristeza.
Borrosamente, Hiroshi observó esas largas pestañas y su fina nariz. De su cabello desprendía un rico aroma a fresas. Sí, su olor favorito; y sus ojos, a pesar de verse preocupados, eran hermosos, negros como el azabache. Sí, la fiebre le estaba haciendo delirar y ver visiones, pero deseaba tocarla, así que, débil, extendió el brazo derecho hacia Natsuki y posó mano derecha en la mejilla izquierda de su amada, y con ella, hizo una suave caricia. Su piel era tan suave y tibia. Era ella. – Nat...– ya no tenía fuerzas, entonces su mano se fue deslizando hacia abajo, pero ella la sostuvo y, en ese momento, sintió unos labios cálidos atrapar sus labios y, de repente, agua refrescante corrió dentro de su boca hasta llenarla, entonces tragó ese líquido, permitiéndole correr por su garganta. Esos labios se apartaron, volvieron a posarse en su boca al cabo de unos segundos con más agua.
El agua deslizaba suavemente dentro de su boca mientras él bebía del líquido. Repitieron esa acción dos veces más. Su garganta no estaba tan seca como antes, agradecía a esa persona. Quería verla, entonces intentó abrir de nuevo sus ojos, los cuales visualizaron la figura de una mujer y el femenino rostro muy cerquita de su rostro. Era ella... Era Natsuki o eso quería creer. Pronto, la escuchó respirar agitada y luego toser, enseguida sintió como si la parte superior de su femenino cuerpo cayera encima del pecho de él. Sin esperar más tiempo, ella colocó ambas manos en las mejillas de él, unió los labios sobre los suyos y dejó correr el agua en su boca. Con las mejillas intensamente rojas, Hiroshi frunció las cejas mientras tragaba agua. Quería besarla, deseaba besarla, aunque dudaba de si podía ser Yoshida otra vez, más no perdería nada con robarle un beso.
Los femeninos labios se fueron apartando. – No te apartes...– pensó y, en un movimiento inesperado, Hiroshi extendió el brazo derecho hacia ella y posando mano derecha detrás de su femenina nuca, detuvo que se alejara, más bien la atrajo hacia él y atrapó los labios de ella aprisionándolos con los propios. Así la mantuvo, mientras ella intentaba rechazarlo empujándolo con ambas manos en el pecho de él. Hiroshi deslizó la mano izquierda en la espalda de la chica en una sensual caricia y le rodeó la cintura con dicho brazo, apegándola bruscamente hacia él y evitando que se alejara. Ella no podía alejarse de él... No. La apretó un poco más, ella dejó de resistirse.
Sintiéndola suavizar los músculos, Hiroshi empezó a mover los labios con delicadeza y una sensualidad que le incitó a corresponder. Ella separó los labios y, ambos abrieron sus bocas, dejándose llevar y permitiendo el acceso de la lengua de su amante deslizarse dentro de la boca del otro, teniendo contacto con sus lenguas y empezaron a sostener una batalla, sobre quién dominaba territorio. Sentir los fríos labios de ella sobre los suyos debido al agua, y su refrescante lengua acariciando la suya, le provocó un enorme deseo de seguir probando su dulce boca. Entonces, deslizó ambas manos en una caricia hasta llevarlas a las mejillas de ella, e inclinándole la cabeza, profundizó el beso degustando y saboreando sus femeninos y adictivos labios.
Por su parte, sintiendo la exquisitez de sus besos, ella deslizó las manos desde ese varonil pecho descendiendo suavemente hasta posarlas en las caderas de Sarutobi y volvió a deslizarlas, ésta vez ascendiendo en una tímida caricia, subiendo por los costados y, al llegar un poco antes de las axilas, desvió el desliz de manos por detrás hasta posarlas en los hombros de él, allí cerró las manos en puños y agarrando el t-shirt negro, se aferró a Hiroshi mientras se dejaba llevar enteramente por el beso y abriendo su boca sin límites dándole acceso a él de introducir su cálida y a la vez ensalivada lengua en su boca. Ambos se besaban con gusto, devorándose los labios como si sus vidas dependieran de ello, apretando y succionando sus labios.
Pronto, Hiroshi inhaló y exhaló aire contra la boca de la fémina, le estaba faltando la respiración debido a su calentura, pero no la iba a apartar e hizo el beso más intenso, y en conjunto, sus respiraciones se tornaron agitadas mientras sus lenguas bailaban en armonía. Acogieron un movimiento de saciedad, dejándose llevar plenamente, degustando y saboreando los labios del otro, atrapándolos y apretándolos repetidamente entretanto su mente les pedía a gritos probar más de aquel caliente y fogoso contacto. Sin deshacer el agarre, Hiroshi soltó los labios de ella, inhaló y exhaló nuevamente contra la fémina boca, entonces inclinó la cabeza y volvió a besarla y atrapándole los labios con los propios, ella imitó la acción.
Ambos rompieron el beso. Hiroshi inhaló aire y exhaló varias veces, pues su respiración estaba siendo irregular, más no la apartaría de él... No. Así que, rozó su lengua con los labios de ella y posó sus labios nueva vez sobre los de la chica, aprisionándolos y, lento y sin prisa, los movió con una sensualidad que la estremeció. Luego, sacó un poco su lengua y suavemente fue frotando el labio de la fémina, por tanto, ella entreabrió su boca mientras sentía a Hiroshi degustar y saborearle sus labios, atrapándolos y apretándolos, así constantemente.
Dejándose llevar, ella introdujo su lengua dentro de la cavidad de Hiroshi, buscando desesperadamente tener contacto con la lengua de él y, al encontrarla, intentó enredarla. Hiroshi le aceptó su lengua a gusto y deslizó su propia lengua en la boca de ella, lo que provocó que ella se aferrara más a él. Se besaban suave y tiernamente, pero profundo y sus respiraciones se entrecortaron; entonces, por falta de aire en sus pulmones y los fuertes dolores de cabeza, Hiroshi liberó su boca y ambos respiraron agitados en sincronización. De repente, una incesante tos atacó la garganta del Sarutobi. Éste se volvió de costado en la cama y empezó a retorcerse mientras tosía.
Las fuertes palpitaciones en su cabeza, lo estaban torturando y los mareos le provocaron unas enormes ganas de vomitar. – Nat...– susurró con voz temblorosa. Frunció las cejas y cerró los ojos con fuerza, ya no aguantaba el dolor. Se llevó las manos a la cabeza y la apretó intentando comprimir el dolor vanamente. Pronto, sintió que la cama liberó el peso de alguien, lo cual significaba que ella se levantó de la cama. Tembloroso y con esfuerzo, entreabrió sus ojos y, borrosamente, vio la silueta de la mujer darle la espalda. – No...– un quejido de dolor escapó de su garganta. Ella marchaba, se iría otra vez abandonándolo. – ¡NO! – gritó desesperado y, extendiendo el brazo derecho, le agarró la muñeca derecha deteniendo su marcha. – No te vayas... Natsuki...– poco a poco fue cerrando los ojos y debilitando el agarre de mano. – Te... amo...– murmuró por última vez. Sus ojos cerraron y su mano se deslizó por la mano de ella hasta caer en la cama.
Por su parte, ella... Natsuki abrió sus negros ojos como platos y ruborizó furiosamente. Sus mejillas estaban rojísimas mientras un fuerte latido impulsó en su corazón, debido a las palabras de amor profesadas por el Sarutobi. Él, a pesar de estar al borde de caer en estado de gravedad a consecuencia de la alta fiebre, fue capaz de susurrar aquellas palabras tan esperadas y, no sólo eso, en todo momento la mantuvo en su mente y corazón; por lo que, él verdaderamente la amaba demasiado. Y ella lo abandonó... Ella... Estupefacta, alzó las manos y, cubrió con ellas, su propia boca. Quería llorar, necesitaba llorar. – Y-Yo...– giró sobre sus talones y, al verlo desfallecido, con los ojos llorosos, se dejó caer de rodillas próxima a la cama. –...lo siento tanto...– le agarró la mano derecha entre sus manos y la envolvió, transmitiéndole calor. – También te amo, con todas mis fuerzas. – depositó un tierno beso sobre el dorso de su masculina mano. – Te amo. – volvió a besar su mano, ésta vez llorando.
Por otro lado, Genji observó todo lo acontecido desde el marco de la puerta de la recámara y su mirada ensombreció.
Matta ne!
