Hello! Cómo están? Lo prometido es deuda. Les traigo el siguiente capítulo, ya pronto estaré culminando ésta historia para darle prioridad a las que aún no he finalizado. Sin nada más que agregar, disfruten. (^.^) (*,*)

Aclarando: Este y demás capítulos han sido redactados desde mi móvil, por lo que si aparece alguna falta ortográfica, les pido excusas anticipadamente.

#Quédate en casa, así estarás salvando vidas.#


Okāsan, doko ni iru no?

(33)

31 de Diciembre / Residencia Hatake...

Los suaves rayos del sol se colaron a través de las cerradas cortinas cuando éstas se mecían ligeramente, e iluminaban algunos espacios de la recámara; sin embargo, uno de ellos enfocó el cuerpo de Natsuki, quien vistiendo pijama azul consistente en pantalón largo y suéter de mangas largas, se encontraba sentada en el suelo rodeada de papeles por doquier mientras escribía, escribía y borraba breves notas en un cuaderno. Estaba tan concentrada que no se percató de que, Anko la observaba desde el marco de la puerta de la recámara sosteniendo en la mano derecha un plato lleno de frutas tropicales ricas en vitaminas. Una leve sonrisa atravesó sus labios al ver a su hija concentrada, pues se parecía bastante a ella cuando era joven. Sí, hacía años de eso. Decidió tocar la puerta, llamando la atención de su primogénita. – ¿Puedo pasar? – preguntó, sonriéndole.

Okā-san...– susurró Natsuki, sorprendida de verla ahí de pie, cuando podía entrar sin preguntar; sin embargo, su madre siempre había respetado su espacio y nunca entraba a la recámara sin permiso. Le devolvió la sonrisa. – Por supuesto, okā-san. – respondió con alegría.

Anko arribó a la recámara y, calmamente, tomó asiento a orillas de la cama. – ¿Componiendo una nueva canción? – preguntó curiosa, mientras observaba de soslayo las notas escritas en el cuaderno que la joven sostenía. De pronto, Natsuki entristeció, alertando de ese modo a Anko, quien se dio cuenta más o menos de la situación. – Has estado escribiendo desde hace varios días. ¿Por qué no descansas un poco? – dijo, extendiéndole el plato lleno de frutas.

Agarrando el plato, Natsuki centró sus ojos en los pedazos de fresas que se veían jugosas. Un leve rubor apareció en sus mejillas, pues las fresas eran su adoración. – Gracias, okā-san. – susurró ella, feliz.

Entrecerrando los ojos, Anko contemplaba a su hija comer con emoción, los trozos de fresas que había cortado para ella, y excluir el resto de las frutas, pues sabía que la fresa era su fruta favorita y no se negaría a degustarla. Quería darle un poquito de felicidad aunque fuera con esas fresas, ya que era sabido por ella misma, que el amor en ocasiones dolía, y su pequeña estaba sufriendo por un amor a causa de un pasado doloroso. Desearía olvidar todos esos aconteceres y darle su bendición para estar con su enamorado, pero el problema residía en Kakashi; él no estaba dispuesto a ceder. Sin embargo, su pequeña era fuerte, pero también comprendía, por más fuerte que llegara a ser una persona, se rompía desde adentro. Y lo menos que deseaba, era que su niña se quebrara aún más. No, eso no.

Deslizando su cuerpo de la cama, Anko se dejó caer en el suelo, tomando asiento al lado de su hija, entonces rodeó los brazos alrededor de ella y la atrajo hacia su regazo, abrazándola fuertemente. – Mi bebé. – susurró suave mientras recordaba la noche que ella lloró entre sus brazos por haber roto su relación con el Sarutobi, esa misma noche celebraron la boda de su hija Natsumi. No podía imaginar lo que ella sufrió festejando la boda de su hermana mientras aguantaba su tristeza. – Has crecido mucho. – cerró los ojos con melancolía.

Ruborizada, Natsuki correspondió el abrazo sintiendo la calidez de una madre, su madre. – Okā-san, ya no soy una bebé. – respondió feliz, cerrando los ojos.

Intensificando el abrazo, Anko entreabrió sus ojos. – Lo sé, ya eres una hermosa mujer. Pero sin importar el tiempo que pase, seguirás siendo mi preciosa bebé. – posó la mano derecha encima de su cabeza y empezó a acariciarla. – Puede que me haya perdido de muchos momentos a tu lado y me he arrepentido por eso, pero nunca olvides que te amo y siempre te amaré. – la sintió acomodarse entre su pecho, lo cual le sacó una sonrisa.

También te amo, okā-san. – dijo Natsuki, abrazando más fuerte a su querida y amada madre. La calidez emanada de Anko, era indescriptible. No podía interpretar esa sensación de deleite, pero el regazo de su madre era cálido, sentía protección. Si era ella, podía protegerle. Sí, sólo su madre podía ser esa persona que le protegiera del sufrimiento y la comprendería. Entreabrió sus ojos. – Okā-san...– se aclaró la garganta. – Si yo... Si yo estuviera...– hundió el rostro en el pecho de Anko, sorprendiéndola. – Si yo estuviera embarazada, ¿Qué harías? – no obtuvo respuestas, tan sólo ella le seguía acariciando el cabello. Su rostro entristeció. – No es como si estuviera esperando un bebé. Los resultados descartaron la posibilidad, pero tengo la ligera sospecha. – acomodó la cabeza en el pecho de Anko. – El día de mi revisión, a escondidas de otō-san, volví a realizarme la prueba de embarazo. Aún no tengo los resultados, pero tengo miedo.

Atónita por la confesión de la joven, Anko detuvo las caricias. – Mi bebé, un hijo es la mayor bendición de Dios, y si lo estás, tendré un nieto saludable. – sonrió. Desconcertada, Natsuki abrió los ojos ante la respuesta de ella, más los cerró nueva vez, dejándose querer, feliz por el no rechazo de su madre. – Si tienes miedo de enfrentar la situación, estaré ahí para apoyarte y protegerte. – empezó a mecerla suavemente entre sus brazos como si fuera una niña de tres años. Pronto, sintió el peso del cuerpo de Natsuki y se percató de que ella se había quedado dormida. –¿Embarazada de Hiroshi, el hijo de Kurenai? – preguntó a sí misma. – Kakashi...– pensó con tristeza reflejada en el rostro, pues cuando su esposo se enterara de ello, podría quitarle al niño para criarlo él mismo, sólo para evitar que lleve el apellido Sarutobi.

Repentinamente, el móvil de Natsuki comenzó a sonar, ocasionando que ésta despertara de su sueño y, de inmediato, lo ubicó enterrado debajo de las hojas arrugadas. Vio el remitente, frunció las cejas con extrañeza, pues desconocía ese número telefónico y enseguida descolgó. – Sí... ella le habla...– sus ojos abrieron como platos. – Eh... Sí, gracias por la información. – colgó. Con el rostro entristecido, miró a su madre. – Era del consultorio médico, la doctora quiere verme. – sorprendiendo a Anko, ella se acomodó en su regazo. – Al parecer, tienen listos los resultados de la prueba. – dijo, escondiendo el rostro.

Sintiéndola temblar, Anko volvió a abrazarla amorosamente. – ¿Quieres que te acompañe? – obtuvo un asentamiento de cabeza. Natsuki tenía miedo de los resultados de la prueba, más también tenía miedo de su padre. Encima de todo lo que había pasado, Kakashi estaba siendo un poco injusto con su hija al querer tenerla en una caja de cristal, donde no fuera lastimada; entendía el sentimiento, puesto que ella tampoco deseaba ver a su pequeña sufrir y Kakashi era el que había empezado a tomar medidas mientras ella sólo observaba manteniéndose al margen, pero ya era tiempo de tomar sus propias medidas para proteger a su familia, ya no debía ocultarse.


...

Media hora más tarde...

Hospital Konoha...

Sentada sobre un sofá y con las manos entrelazadas, Natsuki esperaba impaciente que mencionaran su nombre. Trató de no destacar en aquel lugar, por lo que llevaba puesto un abrigo negro encima de un vestido que llegaba hasta las rodillas, de color rosa pálido con florecitas de colores entre blancas, negras y azules; medias panties blancas, botines negros hasta las pantorrillas sin tacón, y unos lentes sin aumento evitando ser reconocida, y por la prisa, se había hecho un moño caído. Los nervios estaban a flor de piel, había estado varias veces en el hospital realizándose los chequeos rutinarios, pero ésta vez era diferente, estaba a la espera de una noticia que podía cambiar su vida para siempre.

Es normal estar nerviosa, pero debes calmarte un poco. – le dijo Anko, quien se encontraba sentada a su lado derecho mientras ojeaba una revista.

Natsuki inhaló profundo y exhaló lentamente. Cierto, necesitaba calmarse. Las probabilidades de estar embarazada, eran escasas; debido a los resultados negativos de las tantas pruebas realizadas, tanto las rápidas compradas en farmacias como las dos en laboratorios diferentes. Y ésta sería la última, era momento de avanzar hacia el mañana sin remordimientos y con la frente en alto. Su amor por Hiroshi debía guardarlo en un cofre bajo llave dentro del corazón. De repente, escuchó su nombre. Miró a Anko buscando apoyo y ésta le sonrió. Sin esperar más tiempo, se puso de pie y caminó hacia el consultorio de la doctora, dejando a su madre sentada en la sala de espera, pues sólo ella debía entrar.

Al arribar al consultorio, encontró a la doctora Shizuka sentada detrás de un escritorio mientras escribía algunas notas en una libreta. – Buenos días, Natsuki-chan. – saludó la doctora, apartando la vista de la libreta.

Nerviosa, Natsuki tomó asiento encima de la silla frente al escritorio. – Buenos días, doctora. – respondió el saludo. Al instante, hubo un silencio sepulcral. Nadie decía nada, tan sólo se podía apreciar el sonido del lápiz escribiendo en la blanca hoja. Natsuki bajó la mirada, tratando de calmarse.

La doctora colocó el lápiz en la ranura de la libreta. – Natsuki-chan, tengo buenas y malas noticias para ti. – dijo con tanta seriedad que asustó a la joven Hatake. – En los estudios realizados, incluí el CSC (Conteo Sanguíneo Completo), que es la prueba de sangre, para medir la cantidad de glóbulos rojos, blancos y hemoglobina en tu sangre. – buscó en una gaveta, dos sobres blancos, mismos que colocó en el escritorio frente a la chica. – Aún sigues con anemia ferropénica y tu cuerpo no tiene las reservas adecuadas de hierro, por lo que necesitas producir hemoglobina. – espiró. – Natsuki-chan, la buena noticia es que tienes diez semanas de embarazo y la mala es que el óvulo fertilizado está fuera del útero. Para ser más precisa, está en una de las Trompas de Falopio.

Natsuki abrió los ojos desmesuradamente, estaba consternada. – Em... Embarazada...– siseó, quería sonreír porque al fin estaba embarazada de Hiroshi, pero a la vez quería llorar.

La doctora entristeció. – El óvulo fecundado no puede sobrevivir fuera del útero. – Natsuki la miró atónita. – Ese embarazo es grave para tu salud y debe ser tratado con urgencia. – Natsuki negó con la cabeza. – Si se permite que siga creciendo, puede dañar los órganos cercanos y ocasionar una pérdida de sangre mortal. – incrédula, Natsuki se levantó de la silla y retrocedió tambaleándose, no queriendo escuchar más. – Natsuki-chan, como estás ahora, no puedes satisfacer las necesidades del bebé; como también, si permitimos que crezca, romperá ese órgano y no podrás quedar embarazada otra vez. – se levantó de la silla y caminó hacia la joven Hatake, pero ella, asustada, abrió la puerta y salió corriendo. – ¡Natsuki-chan! – salió detrás de ella y se detuvo en el pasillo. – ¡Natsuki-chan! – exclamó, más no logró detenerla.

Por otro lado...

Aún sentada encima del sofá ubicado en la sala de espera, Anko hojeaba la revista, pues no estaba concentrada en ver ni leer el contenido. Su hija tardaba bastante y eso la ponía inquieta. Se golpeó mentalmente, ya que le había dicho que se relajara y la que estaba nerviosa era ella. Dada la ironía, decidió inhalar y exhalar continuamente para tranquilizarse. – Lo suponía, debí haber insistido en entrar con ella. – dijo para sí misma. De repente, vio a Natsuki salir corriendo de aquel lugar. – Nat...– de inmediato se levantó del sofá. –¡Natsuki! ¡Espera! – llamó, más ella desapareció de su campo de visión. Si ella salió de ese modo, eso significaba que... Con la mirada seria, decidió ir donde la doctora.


...

El sol, ocultado entre las grisáceas nubes, esclarecía el paisaje mientras la nieve empezaba a caer lentamente sobre la ciudad, dando un aire nostálgico. Los copos de nieve caían lentos y hermosos sobre las coloridas calles de Konoha donde los habitantes se encontraban felices, dándole a todo un aire fantástico. Y, en medio de todo aquello, Natsuki caminaba sola por las calles de la ciudad, con la cabeza agachada mientras los flequillos del cabello cubrían sus tristes ojos. Estaba triste y no era para menos, había deseado tanto tener un hijo de Hiroshi como prueba de que, en algún momento, hubo amor entre ellos y fruto de ese amor nació ese bebé. Y sin embargo...

¿Por qué? ¿Por qué la situación se había tornado de esa manera? ¿Por qué su hijo no podía nacer? Debía de existir alguna forma que le permitiera vivir, ¿no? ¿Ella era la culpable por no tener un cuerpo saludable? Antes, estaba preocupada porque su padre se enterara de su posible embarazo, pero ahora estaba desesperada porque ese bebé viviera. ¿Acaso, ella estaba mal por desear que ese niño nazca? Inevitables lágrimas escaparon de sus ojos y acariciaron sus sonrojadas mejillas, y no podía evitarlo.

La nieve seguía cayendo suavemente cubriéndolo todo con su manto blanco. A su alrededor, los pocos ciudadanos se encontraban vestidos con largos atuendos que cubrían hasta los tobillos y hacían más difícil el poder caminar. Los adornos y las diversas luces que acompañaban, y arropaban a la ciudad eran maravillosos. Los árboles habían perdido todas sus verdosas hojas y de ellos sólo habían quedado, troncos y ramas desnudas adornadas por hermosas formas de cristal y nieve. La única vegetación existente, eran los pinos que habían sido talados y utilizados como ornamento, tanto de casas como de los diversos negocios.

Detuvo sus pasos y levantó la cabeza para saber dónde estaba, ya que había salido desde el hospital sin rumbo fijo. De pronto, miró caer los copos de nieve, cayendo en cuenta de que estaba nevando, haciendo así, que las calles de la ciudad se fueran haciendo más y más blancas a cada momento. Alzó sus desnudas manos para coger algún copo de nieve, pero uno de éstos fue a caer en la punta de su nariz, quedando allí unos segundos. Sin estarlo pensando demasiado, escuchó el llanto de un bebé. Despertó de su ensoñación y empezó a buscar con la mirada el lugar donde provenía dicho llanto, entonces vio a una mujer acomodando las mantas alrededor de su bebé mientras éste seguía gritando hasta que lo calló tarareando una canción.

Con las cejas fruncidas y labios entreabiertos, Natsuki pensaba llamar a esa mujer para preguntarle qué se sentía ser madre, pero no se atrevió. Giró sobre sus talones y tomó asiento en una banca; desde allí, observaba a esos pocos ciudadanos caminar de un lado a otro, algunos llevaban a sus hijos agarrados de manos. Los agarraban tan fuerte que era difícil perderlos entretanto les sonreían a sus pequeños tan amorosamente que le causó envidia. Entonces comprendió, ser padres significaba proteger a esa criatura indefensa que dependía de éstos. Sí, ella debía proteger a su bebé por encima de quién fuera, inclusive de su propio padre.

Un par de zapatos negros, se detuvieron frente a ella. – Encontrarte aquí, debe de ser una señal. – dijo una masculina voz, conocida para ella.

Natsuki alzó la cabeza. – Genji...– susurró ella, sorprendida de verlo allí. En respuesta, el aludido sonrió cerrando los ojos con alegría. Ella sonrió levemente.


...

Residencia Sarutobi...

Sentado sobre el alféizar de la ventana, se encontraba Hiroshi, observando los copos de nieve cubriendo todo a su alrededor. Volvió la cabeza hacia atrás y miró de soslayo a sus padres alegres escuchando las anécdotas de los viajes de Himeko. Ella parecía estar alegre, a pesar de haber descubierto una verdad en poco tiempo; quizás, decidió dejar que todo fluyera y dejarse llevar por la corriente. Aún si fuera el caso, esa chica era sumamente diferente de Natsuki y Natsumi; su optimismo era superior, aunque en algunas ocasiones fuera torpe.

Retornó la mirada hacia la ventana. La diferencia entre esas hermanas era notable. Y pensar que, su propia hermana también lo era de su amada Natsuki y, peor, esa noche, cuando al verla después de tantos años, la confundió en su desesperación porque fuera su esposa. No la culpaba de todo, pues él había fallado en no saber protegerla del pasado de sus familias, del miedo constante a ser separados que ella vivió y él no lo notó por estar atrapado en su burbuja de amor, creyendo que todo era felicidad mientras ella calló sus temores y angustias por él. Por eso, debía encontrar a Orochimaru y sacarle la información a golpes en caso de ser necesario, pero debía comprender. Sus padres no entendían en su totalidad, qué ocurrió aquel tiempo y era extraño todo aquello.

Cerró los ojos. Primero, necesitaba detener los chismes sobre la supuesta relación con Yoshida Miyazaki, antes de que la situación salga de control y no pueda encontrar la forma de que Natsuki confíe en él. Suspiró. Natsuki era su vida y si ella, al final, mantenía su decisión de estar separados, lastimosamente deberá dejarla ir.


...

Hospital Konoha...

Atravesando el corredor de aquel triste hospital, Kimi caminaba sosteniendo en su mano izquierda, los resultados de las placas que le realizaron a su madre Shizune. Se detuvo frente a la puerta de la habitación donde ella se encontraba descansando y agarró el cerrojo con la mano derecha, pero recordó haber visto a Natsuki por el área de consultas, corriendo hacia la salida. Probablemente pasó algo, más no había escuchado nada al respecto; sin embargo, hizo memoria de la observación de Nanami, días atrás, cuando se reunieron para conversar sobre el destino de C-ute. Sin darle mayor importancia, abrió la puerta y arribó a la recámara. Entonces, vio a su madre despierta, observando a la nada. – Okā-san, ya estoy aquí. – dijo Kimi, aproximándose a ella.

Shizune parpadeó varias veces y la miró directamente a los ojos. – Ki... Kimi...– susurró con la voz ronca.

Otō-san ha ido a casa, regresará más tarde. – dijo Kimi, tomando asiento en la silla al lado de la cama. – Tengo buenas noticias. – una sonrisa atravesó los labios de la joven Shiranui. – Conversé con el doctor y me dijo que, en unos días, te dará el alta. – Shizune sonrió contenta de que al fin saldrá de ese lugar. De pronto, Kimi se quedó pensativa. – Hoy...– inclinó la cabeza con extrañeza, al rememorar nueva vez haber visto a la Hatake correr apresurada. –...vi a Natsuki aquí en el hospital. – frunció las cejas. – Aunque sólo la vi a lo lejos, pudo haber sido otra persona, pero estoy segura que mis ojos no me engañaron. – asintió, dándose la razón a sí misma.

¿Nat...suki...? – musitó Shizune, entrecerrando los ojos y un fuerte dolor impulsó en su cabeza. Fue entonces que, recordó esa noche cuando le dispararon.

~Flash Back~

Al concluir el concierto, se dispuso a recoger los trajes usados por las chicas y acomodarlos en los tubos para que los de vestuario se encargaran de llevarlos al Studio Star. Cuando terminó, agarró su bolso y abrió la puerta para retirarse, fue en ese momento que escuchó un sobre estilo carta caer al suelo. Giró sobre sus talones dándole la espalda a la puerta y agarró el sobre.

~End Flash Back~

Frunció las cejas y se llevó una mano a la cabeza. – Un sobre... Esa noche, recogí un sobre...– un quejido escapó de su garganta, debido al pulsante dolor de su cabeza. – Recuerdo escuchar pasos acercarse a mí...– cerró los ojos con fuerza.

~Flash Back~

Shizune se dio vuelta para encarar a esa persona, quien sostenía con esa mano enguantada en negro, una arma de fuego corta calibre .32 y apuntó con ella su cabeza. Esa persona apretó con más fuerza la guarnición del arma y se mordió el labio inferior, entonces suavizó su mano y disparó.

~End Flash Back~

Shizune dio un respingo. Todavía podía escuchar el sonido del disparo, resonando en sus tímpanos. –...duele...– se llevó ambas manos a los oídos, aún resonaba el disparo en ellos.

Kimi, preocupada, se levantó de la silla e intentó apartarle las manos de su cabeza. – Okā-san, escúchame, tal vez no sea el momento, pero... ¿Recuerdas el rostro de la persona que te disparó? – interrogó, tratando de conocer la verdad y, si ella era capaz de recordar aquello, ese alguien tendrá que asumir las consecuencias. – Okā-san, por favor...– le suplicó, habían sido meses en coma sin poder abrazarla o hablar con ella por un maldito que le hizo daño. – Okā-san, ¿Quién era esa persona?

Shizune abrió sus ojos como platos. – Esa... persona...– su labio inferior empezó a temblar mientras recordaba el rostro de ese alguien, o más bien, esos ojos mirándola fijamente. – No... No...– dentro de su cabeza, volvió a oír el sonido del disparo. Cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza, no quería volver a pasar por lo mismo, tampoco que su hija estuviera en peligro, pero también, alguien más podría estar en peligro ahora mismo sólo por callar. – Yo...– abrió los ojos y, colocando ambas manos en los hombros de su hija, clavó las uñas en la piel de la joven sin querer. – Kimi, debes cuidarte de esa persona. – la zarandeó suavemente. – Esa persona...– la soltó y lágrimas escaparon de sus negros ojos. No podía permitir que alguien más saliera lastimado, ya no. Su cabeza empezó a dar vueltas, entonces se dejó caer en la cama, estaba demasiado cansada y mareada. Con una punzada de dolor que hincó en su cabeza, recordó el rostro de alguien en especifico. –...Natsuki...chan...– perdió el conocimiento después de decir aquello.

¿Natsuki? Kimi retrocedió hasta chocar contra la puerta. No podía creer que su peor enemigo estuviera tan cerca de ellos y sin saberlo. Natsuki, una chica tan amable como ella, no sería capaz de agarrar un arma y dispararle a alguien, menos a su madre. Pero... Fue el nombre que su madre dijo, entonces debía creerlo. No obstante, Natsuki le había dado su apoyo en muchos aspectos mientras pasaba por dicha situación. Aunque pensándolo bien, lo hizo porque se sentía culpable, sí. Cerró las manos en puños y su mirada ensombreció. Natsuki debía pagar por lo que hizo. No iba a permitir que se saliera con la suya, no. Natsuki tenía que pagar y ella se encargará de cobrársela.


...

Residencia Hatake...

En el amplio despacho y de pie frente a la ventana, Kakashi se encontraba contemplando el paisaje que le mostraba el horizonte, con la mano izquierda dentro del bolsillo de su pantalón y en la mano derecha sosteniendo un vaso con el líquido ambarino vibrando suavemente en el interior de las paredes cristalinas, haciendo pequeñas ondas. Dedos firmemente enroscados alrededor del Whisky que acababa de servirse. En el interior del mismo, dos cubos de hielo chocaban ocasionalmente con un pequeño tintineo. Bebió un sorbo y, de repente, alguien tocó la puerta. Bebió otro sorbo. – Adelante. – siseó sin dejar de contemplar a través de la ventana.

Anko arribó al despacho con parsimonia y cerró la puerta a su paso. – Kakashi, tenemos que hablar. – dijo ella con tanta seguridad, que el aludido volteó a verla con sorpresa en su mirar. Ella se aproximó al Hatake hasta posicionarse frente a él ante su atenta mirada.

Ambos intercambiaron miradas. Kakashi la miró directamente a los ojos con firmeza y Anko le devolvió la mirada con seriedad. Kakashi desvió la vista, no deseando tener un duelo de miradas con su esposa, menos en año nuevo. – Podemos platicar en otro momento. – dijo él, acercando el vaso a sus labios. – Mejor disfrutemos el ambiente. – iba a tomar un sorbo, pero ella le agarró el vaso por encima de su mano. Ambos sosteniendo el vaso, mantuvieron otra batalla de miradas y, nueva vez, Kakashi decidió dejarla ganar descendiendo la mano con el vaso aún agarrado. Suspiró. – Bien, hablemos. – dijo derrotado mientras tomaba asiento encima del alféizar de la ventana.

Anko le quitó el vaso de la mano y lo puso sobre el alféizar de la ventana, cerca de su esposo. – Quiero que hablemos de nuestra hija. – siseó, segura de lo que estaba a poco de hacer.

Entrecerrando los ojos, Kakashi miró su propio reflejo en los ojos de ella. Dejó escapar un sonoro suspiro. – Amor, ahora no quiero hablar sobre eso. – dijo, tratando de aparentar sereno. Luego extendió los brazos hacia ella y, rodeándolos en la cintura, la atrajo hacia él. Entonces, apoyando la cabeza en el pecho de su mujer, cerró los ojos sintiendo la calidez emanada del cuerpo de ella. – Sé que me dirás que estoy siendo injusto con mis hijos, pero no cambiaré de opinión. – la apegó un poco más hacia su cuerpo. – Encontramos a Mitsuki, Natsumi se casó para formar su propia familia, Koishi está tomando su propio camino, y Natsuki necesita de nosotros. – entristecida, Anko lo abrazó. – Cada día la siento más cansada, aunque se está sobre exigiendo. Le asigné un chófer personal y varios escoltas, porque tengo miedo de que le suceda algo en un lugar lejos de aquí, donde no pueda llegar a tiempo para socorrerla. – entreabrió los ojos, centrándolos en un punto incierto.

Anko alzó la mirada hacia el techo. Comprendía el sentimiento, pues él tenía miedo de que, su hija pasara por lo mismo que ella pasó años atrás. Ese accidente automovilístico dejó graves secuelas, y él no iba a permitir que sucediera por segunda vez. Sin embargo, de lo que él no podía protegerla, era de ella misma. Cuando Natsuki salió corriendo del hospital, decidió hablar con la doctora, quien le comentó sobre la gravedad de la condición de su hija; información que no podía ocultarle al Hatake. – Kakashi...– espiró. – ¿Has pensado en la posibilidad de aceptar su relación con Hiroshi-kun? – preguntó, tocando el terreno.

Como si el contacto con Anko quemara, deshizo el abrazo y agarró el vaso con la mano izquierda para luego tomar un sorbo de whisky. Torciendo el gesto, suavemente la apartó y se puso de pie. – Ese chico es hijo de Sarutobi y no les perdonaré que nos ocultaran la existencia de Mitsuki. – le dijo con un tono tan serio que la desconcertó. Enseguida volvió a beber un gran sorbo, clavó sus ojos en los de ella. Anko le miraba con esos brillosos ojos, llenos de amor, los cuales les fascinaban y era incapaz de negarle algo, pero debía ser fuerte ésta vez. – Si estás tratando de persuadirme...– colocó la mano derecha en la mejilla izquierda de Anko y la deslizó hasta posarla bajo el mentón. –...es mejor que olvidemos ésta conversación. – intensificando el agarre del mentón sin lastimarla, le alzó la cabeza y de inmediato plasmó sus labios sobre los de ella, luego deslizó la mano detrás de la nuca de ella mientras cerraba los ojos. Deseaba los labios de Anko en ese momento, más que nunca, entonces intensificó el beso degustando los labios de su amada y hermosa esposa.

Kakashi...– susurró Anko contra la boca de él mientras trataba de apartarlo, pero el nombrado volvió apoderarse de su boca y, aprovechando la oportunidad, le inclinó la cabeza un poco hacia atrás e introdujo su tibia lengua dentro de la boca de su amada, buscando tener un contacto más íntimo con ella. Deslizando las manos en el pecho, Anko logró romper un poco el contacto de sus labios. – No he terminado de hablar contigo. – haciendo caso omiso, Kakashi dejó el vaso encima de una mesita y, posicionando ambas manos en las femeninas mejillas, aprisionó los labios de ella con los propios. Enfurecida por ser ignorada, Anko lo apartó con fuerza y le miró con enojo. – Cuando te digo que no he terminado de hablar, debes escuchar. – firmeza en la voz.

Sorprendido, Kakashi tragó saliva. – Mi error, sólo quería besarte. – dijo como si nada, sin embargo, la mirada de ella le delató. Cierto, la intención de él era evitar la conversación, pero también, hacía frío y él quería sentir el calorcito desprender del cuerpo de ella cuando hicieran el amor. Después de todo, ella estaba vestida para la ocasión con ese provocativo vestido negro. Ella frunció las cejas, enfureciendo aún más. Dejando escapar un suspiro, Kakashi volvió a sentarse sobre el alféizar de la ventana. – De acuerdo, te escucho. Pero después de escucharte...– la agarró de la mano y la haló hacia él. –...quiero que me calientes con tu cuerpo, tengo frío. – dijo con tanta sensualidad que la hizo ruborizar.

Avergonzada y con las mejillas rojísimas, Anko separó los labios dispuesta a decir lo que iba a decir, pero la mirada libidinosa del Hatake, le impidió decirlo. – E-Etto...– él le sonrió sensualmente. No podía con ello. – ¡Olvídalo! – exclamó nerviosa y salió caminando rápido de aquel despacho.

Cuando la puerta fue cerrada, Kakashi se levantó y alcanzó el vaso con whisky. Bajó la vista, centrándola en el líquido ambarino que quedaba en el vaso, dándose cuenta que los cubos de hielo se habían gastado. Con la mirada completamente seria, movió el vaso, haciendo que un pequeño remolino se formara. – Aún no estoy preparado para escucharte decirlo. – susurró, tratando de serenarse. Se acercó al escritorio, abrió una de las tantas gavetas y extrajo dos sobres blancos, cuales puso encima del escritorio. – Tampoco estoy preparado, para perder a una de mis hijas. – bebió de un trago, el líquido restante en el vaso.

Detrás de la puerta del despacho, Anko mantenía la espalda y cabeza apoyadas contra la misma. Con el rostro entristecido, se apartó de la puerta y tomó camino hacia la recámara. Mientras ascendía las escaleras, echó un último vistazo a la entrada del despacho de Kakashi. Lo conocía demasiado bien, han sido muchos años juntos, para no darse cuenta que evitó la conversación por alguna razón, pero debía insistir en hablar con él otro día cuando esté calmado. El hecho de que estuviera bebiendo, era señal de que estaba tenso e inquieto, y necesitaba pensar. Probablemente, dormiría tarde pensando demasiado.

Atravesando el pasillo, vio la luz encendida de la recámara de Natsuki. Extrañada de que ella aún se encontrara despierta, se acercó encontrando la puerta entreabierta. Entonces la vio, con la pijama puesta y sentada sobre un pequeño mueble frente al tocador mientras cepillaba su largo cabello. Para una madre, era difícil reconocer cuando sus bebés han crecido tanto y sus hijos habían crecido lo suficiente. Y Natsuki, se había convertido en una hermosa dama. Tocó la puerta. – ¿Puedo entrar? – preguntó, esperando respuesta. Natsuki asintió seguido de una sonrisa. Esa sonrisa era la que protegería a toda costa. Arribó a la recámara y se posicionó detrás de ella.

Viéndola, a través del espejo, agarrar un cepillo y comenzar a peinar su cabello, Natsuki se sintió culpable de haber huido y dejado sola en el hospital sin decirle nada. Incluso ahora, no era capaz de confesar el resultado de las pruebas, más debía hacerlo. Por tanto, entrelazando los dedos de las manos, intentó reprimir sus miedos. – Okā-san, yo...– agachó la cabeza.

Anko suavizó las facciones de su rostro. – Lo sé. – dijo ella con amabilidad en su voz mientras seguía peinando el cabello de Natsuki, quien sorprendida alzó la cabeza. Después de todo, cuando ella huyó, conversó con la doctora, quien además, de comentarle sobre las condiciones del embarazo, las complicaciones y las recomendaciones, le entregó dos sobres con los resultados de las pruebas realizadas; mismos que Natsuki olvidó. Todavía recordaba la voz de la joven doctora, explicándole la situación...

~Flash Back~

Cuando Natsuki salió corriendo del hospital, caminó hacia el consultorio de la doctora, preocupada de que se tratara de algo sumamente serio, lo cual impulsó a su pequeña actuar de ese modo. Fue entonces, que la vio entrando a la oficina. – Doctora, espere un momento. – la joven se detuvo a mirarla con extrañeza. – Soy la madre de Natsuki, Anko Hatake, y me gustaría platicar con usted, si es posible. – agregó con temor en su mirar.

La joven especialista no podía ignorar ese temor en los ojos de ella, sumándole el parecido con Natsuki, la invitó a pasar a su consultorio. – Por favor, tome asiento. – agregó entretanto tomaba asiento detrás del escritorio.

Agradecida, Anko también se sentó encima de la silla frente al escritorio. – Doctora, ¿Qué tiene mi hija? ¿Es grave? – interrogó, nerviosa. Saber que su primogénita, podría tener alguna complicación... No. Sacudió la cabeza, primero debía escuchar a la especialista.

La joven doctora bajó la mirada y observó fijamente los dos sobres, cuales iba a entregar a la Hatake, pero ésta salió huyendo. Colocó mano derecha encima de ambos sobres, entonces los deslizó hacia Anko. – Esos son los resultados enviados por el laboratorio, de las pruebas realizadas a su hija. – con parsimonia, Anko abrió uno de los sobres y se dispuso a leer calmamente. – El cuerpo de Natsuki-chan no tiene las reservas adecuadas de hierro y la cantidad de suplementos que ella está ingiriendo, no son suficientes para satisfacer las necesidades del bebé. – agregó sin titubeos.

Anko abrió sus ojos como platos. –¿Necesidades del bebé? – siseó con desconcierto. – Eso quiere decir... ¿Mi hija está embarazada? – preguntó arrugando una esquina de la hoja que sostenía en la mano.

La joven doctora asintió. – Natsuki-chan tiene diez semanas de embarazo, pero el óvulo fertilizado está fuera del útero, es decir, en una de las Trompas de Falopio. – dijo mientras veía a la madre de su paciente frunciendo las cejas hacia abajo y bajando la mirada; sentía tristeza, pero debía sincerarse con ella. – Señora Hatake...– Anko le miró directo a los ojos. – Considerando el estado clínico de Natsuki-chan, ese embarazo es perjudicial para su salud. Su anemia aún persiste, su cuerpo no tiene las reservas adecuadas de hierro para sostener un embarazo y el óvulo fecundado no puede sobrevivir fuera del útero. – Anko apretó los labios en una línea, tratando de mantener la calma. – En el hipotético caso de tratarse de un embarazo normal, cuya futura madre le fuera diagnosticada anemia ferropénica, los suplementos serían suficientes para satisfacer las necesidades del bebé. – apoyó los codos encima del escritorio y entrelazó los dedos de sus manos por debajo del mentón. – Pero estamos hablando de un embarazo ectópico. Si permitimos que el bebé crezca, romperá el órgano y puede que ella no vuelva a embarazarse otra vez.

Sintiéndose impotente, Anko apretó los dientes con fuerza. ¿Su hija estaría en peligro si no se deshace de la criatura? Era lógico pensar, si la doctora recomendaba la extracción del óvulo fertilizado, significaba que la salud de la paciente estaba en riesgo. Pero conociendo a su niña, ella querrá mantener al bebé. – ¿En caso de...? – tragó saliva, estaba asustada de preguntar, más debía hacerlo. –¿Si mi hija decide tener a la criatura, hay probabilidades de que ambos sobrevivan? – preguntó mirando a la doctora con expectativas positivas.

No quería darle expectativas positivas a la madre, pero la vida de su paciente estaba en riesgo, así que la doctora cerró los ojos un momento. – De por sí, un embarazo normal con la madre anémica, puede tener complicaciones...– volvió a abrir los ojos. – Cuando se trata de un embarazo ectópico, lo recomendable es someter a la madre a una cirugía para extraer el óvulo fecundado. – su mirada se tornó seria. – Si la madre decide continuar el proceso de gestación, no sólo pondrá en riesgo la vida de la criatura, también su propia vida. – deshizo la unión de sus manos que se encontraban entrelazadas. – En el caso de Natsuki-chan, por el momento, recomiendo que limite todas sus actividades. Es necesario evitar cualquier complicación, hasta tanto ella acepte la intervención quirúrgica.

~Flash Back~

Mientras cepillaba el largo cabello de Natsuki, pensaba en las probabilidades de éxito, pero la doctora no le dio buenas noticias. Por tanto, tenía miedo de conocer la decisión de la joven, más necesitaba escuchar; después de todo, haría lo posible para protegerla y mantenerla a salvo. Pronto, detuvo la acción del cepillado, obteniendo la atención de la chica. – Cariño, ¿Has decidido qué vas a hacer? – preguntó con temor.

Agachando la cabeza y colocando ambas manos en el vientre, Natsuki centró toda su atención en esa parte del cuerpo mientras se acariciaba con movimientos circulares. – Quiero tener a mi bebé. – respondió mostrando una mirada y sonrisa amorosa.

Observando a través del espejo, la expresión de la joven Hatake, Anko agachó la cabeza permitiendo que los flequillos del cabello cubrieran sus ojos. Sabía que ella tomaría esa decisión, lo sabía, sin embargo, no estaba de acuerdo. La vida de ella estaba en juego, no podía permitirse perderla, era su niña hermosa. Separó los labios con intención de exponer sus pensamientos, pero éstos comenzaron a temblar, entonces apretó los labios en una línea evitando los temblores, más no se detenían. No se detenían, porque estaba asustada; quisiera encerrarla en una caja de cristal y evitarle sufrimientos, más estaría actuando como Kakashi. Sí, puede que lo haya juzgado por ser un poco injusto con sus hijos, pero estaba dispuesta en tomar su lugar sólo para que Natsuki estuviera bien.

Sus hijos eran lo más sagrado para ella y, ahora, uno de ellos peligraba. No podía permitirlo, no podía, pero debía apoyar su decisión, debía hacerlo porque, de lo contrario, Natsuki se alejaría de ella. "Okā-san" le escuchó llamarle. Anko levantó la mirada y, ahí estaba su bebé, observándole desde el espejo con tristeza. Inconscientemente, le había demostrado debilidad, necesitaba mostrarle seguridad; entonces, le regaló una sonrisa. – Tu embarazo conlleva riesgos, por lo que tendrás que limitar tus actividades como idols. – dijo Anko reanudando el cepillado del cabello de Natsuki.

Natsuki asintió con la cabeza. – El último concierto de C-ute, será próximo. – bajó la mirada con tristeza, pero ver su vientre, le hizo sonreír. – Después de eso, le pediré a Ino-san cancelar todas mis presentaciones y rechazar los papeles de dramas que recibí. Aunque...– giró el torso hacia Anko. – He pensado, no rechazar todas las ofertas de apariciones en dramas, y recomendar a Natsumi. Ella podría reemplazarme fácilmente. – sonrisa. – Primero, tendría que hablar con los directores.

No te exijas demasiado, ¿sí? Necesitas descansar. – dijo Anko tratando de ser comprensiva. Natsuki afirmó alegremente. Sin embargo, había un tema que ambas no tocaron y eso le preocupaba. – Cariño...– voz seria. – ¿Cuándo hablarás con tu padre sobre esto? – preguntó meramente curiosa.

Cierto. Natsuki apretó los labios en una línea. Hablar con su padre era un tema difícil, pues cada vez que hablaban, uno de los dos salía herido, porque siempre relucía algún reclamo, y ella estaba harta de discutir. Lo último fue asignarle escoltas y un chófer privado, sólo para evitar que volviera a ver a Hiroshi. Él estaba mal, no confiaba en ella. Claro que, tarde o temprano debía confesarle sobre su embarazo, aunque eso no cambiará nada, pero necesitaría tiempo para prepararse mentalmente. Natsuki separó los labios e Inhaló. – Le diré a otō-san, pero necesito tiempo para pensar, antes de conversar con él. – le dijo a su madre. ¿A quién quería engañar? Ese tiempo no era para prepararse, sólo tenía miedo de su reacción. Así como también, buscar la oportunidad de conversar con Hiroshi, quien probablemente no querría nada con ella; más debía decirle que, pronto, se convertirá en papá.


...

Dos días después...

Suave calidez... A pesar de que el cielo se encontraba nublado, los cálidos rayos de sol atravesaban los pequeños huecos entre las nubes grisáceas, dándole al parque un aspecto más alegre, y al lago una visión brillante y hermoso, mientras personas abrigadas corrían de un lado a otro, algunos cargando cables, otros colocando las cámaras en lugares estratégicos; pues, los miembros del staff preparaban la locación para filmar el último vídeo musical de C-ute, asimismo, la agencia Star decidió aprovechar la reservación de todo el parque, para grabar al otro lado del mismo, las escenas faltantes de otro grupo idol.

De pie, al lado de un automóvil modelo Peugeot, se encontraba Natsumi llevando puesto un vestido corto hasta los muslos, color rojo, de finos tirantes, con dos capas de revuelos en la falda y un fino cinturón negro en forma de flores, estilo cadeneta, en la cintura. Además, tenía una chaqueta roja de cuero, con una manga larga cubriendo su brazo izquierdo, ajustada al cinturón; también zapatos rojos de tacón fino y elegante, y en la muñeca derecha, llevaba unas pulseras rojas. Cerró los ojos un momento mientras la maquilladora profesional retocaba sus párpados. Cuando sintió que ésta dejó sus párpados para pintarle los labios, abrió los ojos centrándolos hacia el vehículo.

Sentada dentro del automóvil y con las piernas colgadas fuera de éste, se ubicaba Natsuki, a quien le retocaban el maquillaje. Ella llevaba puesto el mismo vestuario: vestido corto hasta los muslos, color rojo, de finos tirantes, con dos capas de revuelos en la falda y un fino cinturón negro en forma de flores, estilo cadeneta, en la cintura; también, tenía una chaqueta roja de cuero, con una manga larga cubriendo su brazo, pero el derecho, ajustada al cinturón; también zapatos rojos de tacón fino y elegante, y en la muñeca izquierda, tenía las mismas pulseras rojas. Ambas llevaban los mismos aretes y sus cabellos casi igualmente peinados, a diferencia de los flequillos, Natsumi los tenía hacia el lado derecho y Natsuki hacia el lado izquierdo.

Natsumi agradeció a la maquillista por su colaboración, entonces esperó a que terminaran con su hermana. Bajó la mirada hacia los zapatos rojos que Natsuki llevaba puesto, arrugó las cejas. La verdad, estaba descontenta de que ella usara esos zapatos tan altos estando embarazada, pero no podía hacer mucho, sólo estar cerca por si acaso. A fin de cuentas, pocas personas conocían de su estado, Ino por ser su representante, su madre Anko, Genji (no entendía porqué), ella y, por consiguiente, Ishida debido a que soltó dicha información. Sólo cinco personas, mientras menos supieran, era mejor. Cuando terminaron con Natsuki, dobló el brazo izquierdo para que ella se apoyara. Agradecida, Natsuki descendió del automóvil y entrelazó su brazo derecho con el izquierdo de ella. – Si te sientes mal en algún momento, házmelo saber. Me preocupas. – dijo Natsumi, preocupada por ella.

Entristecida por estar preocupando a su pequeña hermana, Natsuki inclinó la cabeza y la apoyó en el hombro izquierdo de ella. Natsumi apoyó su mejilla izquierda sobre la cabeza de ella. Sonrió. – Te preocupas demasiado y te saldrán arrugas en la cara. – siseó divertida, pero la risa desapareció de su rostro al percibir los ojos de Natsumi un poco llorosos. Al principio, no iba a contarle la situación completa de su estado, sin embargo, su madre le obligó alegando que ambas pasaban la mayor parte del tiempo juntas y era necesario explicarle para cualquier eventualidad. – Estaré bien, en tanto no me sobreesfuerce. – agregó con voz suave.

Confiando en sus palabras, Natsumi dejó escapar un sonoro suspiro. – Si te sientes cansada, haz una pausa y descansa. Nadie te juzgará por ello. – murmuró, segura de sí misma.

Después de asentir, las dos hermanas se acercaron a la locación donde grabarían las escenas del video clip y lograron encontrar a Nanami y Arika. Ambas tenían el mismo peinado, media cola y completamente rizados, asimismo llevaban el mismo vestido corto hasta los muslos, color rojo, de finos tirantes, con dos capas de revuelos en la falda y un fino cinturón negro en forma de flores, estilo cadeneta, en la cintura; también, tenía una chaqueta roja de cuero, con una manga larga cubriendo un brazo, a Nanami el brazo derecho y a Arika el izquierdo, ajustada al cinturón; también zapatos rojos de tacón fino y elegante. Las dos notaron la presencia de las hermanas y se acercaron a ellas.

Agrupadas las cuatro, los miembros del staff se aproximaron a ellas y les empezaron a dar indicaciones mientras llegaban las dos faltantes. En ese momento, Natsumi fue solicitada por Ino, quien requería explicarle algunos movimientos que necesitarían eliminar en la coreografía de Natsuki, evitando algún movimiento innecesario que perjudicara a la Hatake, movimientos que Natsumi tendría que realizar. Preparadas, se ubicaron en el centro del parque de frente a la cámara principal, donde detrás de ellas se visualizaban unas escaleras. Natsumi, nerviosa, optó por colocarse dos pasos hacia atrás y, desde allí, visualizar los pasos de su hermana, pues el director decidió que era el mejor lugar, porque el lago se podía grabar como fondo. Sin perder más tiempo, las cuatro comenzaron a practicar mientras las dos restantes no hacían acto de presencia.

Al mismo tiempo...

Conduciendo su jeepeta, a una velocidad de 15 kilómetros por hora, con los cristales bajados, Genji observaba el tumulto de personas alrededor del parque. Parpadeó sorprendido, pues no imaginaba que las C-ute atraían tantos fans, había escuchado de su popularidad, pero era abrumadora la cantidad de fanáticos alrededor, por lo que, nervioso, se preguntaba si lograría pasar a través de esa multitud. Fue entonces que, a lo lejos, vio a Natsuki realizando varios movimientos en sincronización con las otras tres. El rostro alegre de ella, le provocó una leve sonrisa. – Hermosa como siempre. – susurró, enseguida buscó un lugar para aparcar el vehículo y encontrarse con ella.

Volviendo a la locación...

Las chicas detuvieron la práctica. La profesora de baile, hizo un llamado a Nanami, quien se alejó del grupo para escuchar las sugerencias mientras Arika fue a buscar alguna bebida. En ese momento, Natsumi notó la presencia de Kimi, quien no estaba vestida como las demás, cuando el vestuario se le hizo llegar al igual que el de todas. Extrañada, Natsumi avanzó unos cuantos pasos hacia ella. – Kimi, ¿Le sucedió algo a tu vestuario? – preguntó amablemente, pensando en la posibilidad de que se le olvidó o ensució.

Avergonzada con Natsumi, Kimi separó los labios con la finalidad de excusarse por no llevar puesto el vestuario seleccionado, pero rápidamente ubicó a la culpable de la tragedia de su familia, o más bien, la que le disparó a su madre. Entonces frunció la nariz y miró con furia a Natsuki, quien se encontraba de espaldas a ella conversando con Ino. Verla ahí, le causaba tanta furia que quisiera estrangularla. – Lo lamento Asumi, pero no puedo con esto. – siseó la Shiranui, cerrando las manos en puños.

Confundida, Natsumi parpadeó dos veces. – No entiendo... ¿No puedes con qué? – le preguntó a la Shiranui, pero ésta sólo observaba con recelos a alguien en específico. Miró de soslayo la dirección y el ángulo hacia donde ella lanzaba esa mirada recelosa. Giró el torso y abrió los ojos desmesuradamente, al darse cuenta que era a su hermana. Por su parte, Natsuki notó las miradas sobre ella, se dio vuelta y, con ternura, les sonrió a las dos cerrando los ojos. Kimi apretó los puños y empezó a caminar hacia la Hatake, de inmediato apresuró los pasos. – Ki...mi...– la nombrada le ignoró. Esa mirada no era para nada amigable. No entendía qué pasaba, pero sintió que debía detenerla. – ¡Kimi! – corrió hacia ella.

Aún sonriente, Natsuki entreabrió los ojos. Estaba sorprendida de que la Shiranui no llevaba puesto el vestuario correspondiente, pero su sorpresa fue mayor al verla acercarse a ella con pasos firmes y una mirada enfurecida. La sonrisa desapareció de su rostro, y la expresión de sorpresa cambió a una de preocupación. – Kimi, ¿Estás...– recibió una fuerte bofetada en la mejilla izquierda que le volvió la cabeza hacia el costado derecho. –...bien? – terminó la pregunta con desconcierto. – ¿Eh? – sin poder creer lo sucedido, se llevó la mano izquierda a la mejilla magullada.

Atónitas, Nanami abrió sus ojos como platos y se llevó una mano a la boca, Arika dejó caer la soda que sostenía en su mano derecha mientras que Ino parpadeó varias veces tratando de comprender qué había sucedido. Furiosa, Kimi apretó las manos en puños nuevamente. –¿Cómo pudiste? – gritó sin importarle la presencia de las personas en ese lugar, tampoco el desconcierto en sus rostros. – ¿Qué daño te causamos? ¿Por qué lo hiciste? ¡Eres una hipócrita! – de inmediato, levantó la mano derecha para golpearla otra vez.

No obstante, Natsumi se interpuso entre ambas y detuvo la segunda bofetada agarrando la muñeca derecha de la Shiranui con su mano derecha. Ambas forcejearon, Kimi por soltarse y Natsumi evitando otro golpe a su hermana. –¡Basta! ¿Qué te pasa? – preguntó Natsumi furiosa mientras apretaba la muñeca de su compañera.

¿Qué me pasa? – repitió Kimi cada vez más enojada, forcejeando contra la Hatake, quien no la soltaba. – ¡Pregúntale a tu hermana! – exclamó, o más bien, gritó. Por otra parte, en proceso de entender qué estaba pasando, completamente desconcertada, Natsuki alzó la mirada y observó a la Shiranui, ésta parecía querer estrangularla. – ¡Ella es la culpable! ¡Ella es la causante de todo! – Natsumi frunció el seño, no estaba entendiendo nada. – Esa noche...– agachó la cabeza permitiendo que los mechones de su cabello cubrieran sus ojos. – Ella...– levantó la cabeza mostrando unos ojos cargados de odio. – ¡Ella fue quien le disparó a mi madre! – gritó y, en un movimiento violento, agitó el brazo derecho soltándose del agarre de Natsumi. – Es una asesina. – odio en su voz.

Impactada por el reclamo de la Shiranui, Natsuki abrió sus ojos como platos y separó los labios un poco, los cuales empezaron a temblar. – Y-Yo...– titubeó sin saber qué decir o hacer en ese momento. Se trataba de una acusación bastante seria, ante muchos testigos. Temerosa, observó a los que estaban cerca y llegaron a escuchar: Ino, Natsumi, Nanami, Arika... Volvió la cabeza hacia el costado derecho y ahí estaba Hiroshi con las manos dentro de los bolsillos del pantalón. Sus ojos abrieron aún más al verlo ahí, mirándola fijamente. ¿Él habrá escuchado también? ¿No o sí? En ese instante, Yoshida, usando el mismo vestido y zapatos rojos, se posicionó al costado izquierdo del Sarutobi y se colgó de su brazo izquierdo. ¿Yoshida llegó con él? ¿Ellos estaban juntos? No... Natsuki, aturdida, retrocedió un paso. Hiroshi desvió los ojos hacia un lado, evitando contacto con ella. Natsuki sintió que él dudó de ella, entonces volvió a mirar a Kimi.

¡Niégalo ahora! ¡Fuiste la última persona que la vio esa noche! – agregó Kimi, dispuesta a lanzarse contra ella, pero Natsumi se interpuso nuevamente entre el medio de ambas abriendo los brazos, impidiéndole avanzar. – ¡Asumi, hazte a un lado! – exclamó enfureciendo más y más.

Natsumi agachó la cabeza. – Lo siento Kimi, pero...– estaba cansada de que todos quisieran herir a su hermana, ya demasiado Natsuki tenía con sus problemas, como para cargarse otros más. No podía permitir que le hirieran otra vez. No. – No puedo permitirlo. – levantó el rostro mostrando una expresión de enojo. – ¡Antes de tocarla otra vez, tendrás que pasar por encima de mí! – exclamó con firmeza.

Kimi dudó. – No lo entiendes. Por su culpa, mi madre...– se le fue la voz y un par de lágrimas escapó de sus ojos. – No... Ella debe pagar por lo que hizo. – más lágrimas deslizaron por sus mejillas.

Natsuki sintió una punzada en el pecho, la estaban culpando de atentar contra la vida de Shizune, Kimi lloraba de dolor mientras Arika se acercaba a la Shiranui y la abrazaba, Nanami no se movía de su lugar e Ino no sabía qué hacer. Natsumi, de espalda a ella, descendía los brazos que mantuvo abiertos protegiéndola de cualquier otra agresión por parte de Kimi; Yoshida colgada del brazo de Hiroshi y él... Le dolía más, darse cuenta que él había desviado sus ojos hacia otro lugar que no fuera hacia ella. De repente, Natsuki sintió un fuerte dolor en la parte baja de su vientre. Un dolor trasiego que le dejó sin aire durante un par de segundos, retrocedió sin percatarse de que había un escalón próximo e intentó apoyarse de algo, algún objeto animado o inanimado, de alguien... Pero el tacón del zapato derecho no le dio soporte deslizando en el escalón y su tobillo derecho se dobló obligándole a perder el equilibrio.

Agradecida de que Arika contuviera a Kimi, Natsumi volteó la mirada hacia atrás y vio de soslayo a su hermana, quien resbaló con el primer escalón. Temerosa, abrió sus ojos como platos y giró sobre sus talones. – ¡Onee-chan! – se apresuró a extender la mano derecha para agarrarla, pero sus dedos sólo rozaron con los de ella y no pudo detener la caída. – ¡ONEE-CHAN! – gritó asustada.

Ante el grito de la Hatake, Hiroshi volvió la mirada hacia las hermanas y sus ojos se espantaron al contemplar la caída de su amada.


Nos vemos en el próximo capítulo... (*,*)