Bonjour! ¿Cómo están? Espero que todos se encuentren bien. Me tomó bastante tiempo completar éste capítulo, pero lo he logrado. Les dejaré el capítulo 35, los próximos serán un poco más largos, pues busco terminar la historia en la menor cantidad de capítulos. Gracias a los que aún siguen leyendo mis historias.

De a poquito, he empezado una nueva basada en el universo ninja. Una vez, finalice ésta, iré subiendo los capítulos. Ahora...

(^,^) ("_")


Okāsan, doko ni iru no?

(35)

9:32 A.M.

Conduciendo su deportivo rojo a una velocidad de 80 kilómetros por hora, a través de la autopista con los cristales bajados, Hiroshi pisaba el acelerador, pues necesitaba llegar a tiempo a la cita programada para las 10:00 A.M., con el pilar de la familia Hatake. Era inevitable no estar nervioso. Entretanto visualizaba los altos edificios, tratando de identificar el edificio H&M Company, el viento mecía violentamente su cabello, entonces recordó la conversación sostenida el día anterior con la madre de su amada, sin embargo, aún seguía sorprendido de que ella le confiara a Natsuki sin ponerle trabas. No obstante, a pesar de que la madre aceptara permitirle acercarse a su hija, todavía faltaba el padre, de quien estaba seguro no estaría de acuerdo; pues al final, él no pudo verla el día anterior debido a su prohibición.

Mientras pensaba en las posibilidades y probabilidades de que el Hatake lo aceptara como el prometido de Natsuki, visualizó el enorme edificio H&M Company a dos cuadras más adelante. Disminuyó la velocidad para tomar el carril derecho y, cuando estuvo frente a la entrada, giró hacia la derecha y se encontró con un gran portón; mismo que fue abierto por el guardia de seguridad, así que pasó a través del portón y tomó una entrada de varios kilómetros. Visualizó el edificio y redujo la velocidad hasta estacionar el automóvil a un lado de la acera, frente al referido edificio; enseguida, subió los cristales y descendió del vehículo, asegurando las puertas.

De pie en el pavimento, echó un vistazo a la cantidad de niveles que tenía el edificio y una gota de sudor deslizó por su frente al contar un décimo piso, pues la empresa de su padre apenas tenía una sexta planta. Inhaló profundo, exhaló lentamente. Estaba más nervioso que antes. Observó su reloj negro de pulsera: 9:45 A.M., enseguida apartó los ojos del reloj, entonces se percató de las miradas inquisidoras sobre él, en especial de mujeres, quienes entraban y salían de la empresa mientras sonreían coquetas, algunas tímidas y otras ruborizadas.

¿Me veo mal? – se preguntó a sí mismo, extrañado. Se miró la camisa azul marina debajo del abrigo trench coat color marrón, combinando éste con la correa y zapatos marrones, mientras el pantalón gris claro hacía contraste con los colores oscuros. Estaba vestido formal, no sentía que el vestuario estuviera fuera de lugar, aunque ya no importaba, estaba ahí. Inhaló, exhaló. Sin más, decidió atravesar el pavimento y arribó al edificio. Dentro del mismo, ubicó y caminó en dirección hacia la recepcionista, quien se encontraba detrás de un aparador sosteniendo el teléfono en mano, al parecer había terminado una llamada. – Buenos días. – saludó, sonriente.

Atónita debido al hermoso rostro de él y lo guapo que se veía con esas ropas, la joven separó los labios entretanto sus mejillas ruborizaron furiosamente. – ¡Qué guapo! – gritó para sí misma. De repente, el teléfono resbaló de sus manos, pero torpemente logró atraparlo. – D-Disculpe...– murmuró colocando el teléfono en su lugar. Recuperó la postura. – Bienvenido a H&M Company, ¿Cómo puedo ayudarle? – preguntó, agachando la cabeza mientras se golpeaba mentalmente por ser tan torpe delante de ese guapo hombre.

Hiroshi observó de nuevo, su reloj de pulsera: 9:47 P.M. Kakashi-san...– la chica le miró curiosa. Carraspeó. – El señor Hatake me está esperando. Tengo una reunión con él, a las 10:00 A.M., ¿Podría informarle que Hiroshi ha llegado, por favor? – dijo con una sonrisa en los labios.

Ella le miró contrariada. – El señor Hatake, solicitó que nadie interrumpiera su reunión...– de repente silenció, al reconocer ese lindo rostro. Ella apretó los labios en una línea, no sabía qué hacer, quería gritar de la emoción, pero debía controlarse. Su idol estaba frente a ella, luego recordó que él mencionó una reunión, quizás... – Permítame contactar con el asistente del señor Hatake. Mientras tanto, puede esperar unos minutos en aquel asiento. – le indicó, un espacio habilitado como sala de espera.

Hiroshi asintió con la cabeza. – Gracias, entonces esperaré. – dijo calmamente. Se dio vuelta y dejó escapar un silencioso suspiro, pues cada vez estaba más nervioso. El hecho de que el padre de su amada, le convocara a una reunión en su despacho, le parecía confuso. De todos modos, ya estaba en el lugar convenido, sólo necesitaba esperar. Tomó asiento sobre el sofá, entonces agarró una revista y empezó a hojear las páginas. Pronto, vio dos mujeres agruparse y acercarse a la recepcionista. No le dio importancia.

Oye, oye, ¿Ese no es Hiroshi-san, el actor? – preguntó una de ellas a la recepcionista, quien asintió mientras intentaba localizar al asistente del jefe.

Sí, es cierto. ¿Pero qué hace aquí? – cuestionó la segunda chica.

Recuerda que él y la hija del jefe están saliendo. – respondió la primera.

Pensé que habían terminado. ¿No te acuerdas de la noticia de que salía con Miyazaki-san? – preguntó la segunda.

Claro que sí. Pero si estuviera saliendo con ella, no estaría visitando a nuestro jefe. – agregó la primera con obviedad.

Una gota estilo animé deslizó por la frente de Hiroshi. Suspiró. – Las estoy escuchando. – dijo él para sus adentros, sintiéndose incómodo por los comentarios.

Shhh...– las mandó a callar la joven recepcionista, quien seguía pegada al teléfono. – Sí, señor... A las 10:00 A.M. – ella se mordió el labio inferior, pensando que le llamarían la atención, pues tenía órdenes estrictas de no interrumpir a su jefe. Para su sorpresa, recibió confirmación. – Entendido. Gracias, señor. – colgó y se llevó una mano en el pecho, suspirando aliviada. – Pensé que Daisuke-san me reprendería.– refiriéndose al asistente de Kakashi. – Menos mal que el señor Hatake es amable. – se dijo a sí misma mientras caminaba hacia el Sarutobi. – Hiroshi-san, el señor Hatake le está esperando. – dijo, bajando un poco la cabeza. – Si me permite, le llevaré a su despacho.

Hiroshi se levantó del sofá. – Gracias. – sonrisa. La joven ruborizó intensamente, sacudió la cabeza alejando extraños pensamientos y le indicó el camino. A medida que él iba detrás de la joven, pudo notar que el edificio no sólo era grande, sino además, la cantidad de empleados estaba equilibrada y la gran mayoría realizaban sus labores sonrientes, como si les gustara trabajar allí. Pero un detalle peculiar logró percibir, algunas mujeres le veían emocionadas, otras sonrientes y unas pocas murmuraban; era obvio pensar que esos murmullos trataban sobre él. Cuando ambos subieron al ascensor, la joven recepcionista empezó a escanear el código de un carnet con su teléfono.

Las puertas del ascensor se abrieron y salieron del mismo. La chica vio de soslayo a una empleada que les miraba extraño, pero la ignoró para luego atravesar un corredor elegante, cuyo piso estaba alfombrado. Miró a su idol Hiroshi con alegría. – Estamos en el décimo piso, los accesos aquí son restringidos, sólo algunas personas están autorizadas. – ella percibió que él iba a preguntar. – Aquí están los despachos del señor y la señora Hatake. – se detuvieron frente a una puerta de caoba. – El ascensor que tomamos, nos permite subir a éste piso, los demás sólo llegan al noveno. – Hiroshi parpadeó sorprendido. – Generalmente, el señor Hatake no recibe visitas en su despacho, siempre las recibe en el salón de conferencias. – insertó el código en la puerta y ésta abrió. – Y usted, ha sido autorizado. – le extendió el carnet.

Aún más sorprendido, Hiroshi agarró el carnet con desconfianza. – Gracias, pero...– centró la mirada en el carnet, sin comprender el verdadero motivo del porqué estaba siendo autorizado en esa empresa.

Una leve risilla escapó de la boca de la joven. – Señor Hiroshi, usted es la pareja de la señorita Natsuki. Es lógico que el señor Hatake, personalmente, le haya autorizado la entrada. – dijo con obviedad. El Sarutobi abrió sus ojos, desconcertado por la conclusión de la chica, cuando aún no tenía el permiso del Hatake para acercarse a su hija. – Señor Hiroshi, no tengo permitido cruzar esa puerta, así que deberá seguir adelante a partir de ahora. – reverencia. – El señor Hatake, le está esperando. Si me necesita, estaré en recepción.

Hiroshi asintió. – Gracias por su amabilidad. – dijo él, luego le regaló una sonrisa que la hizo sonrojar. De inmediato, atravesó las puertas de caoba y caminó en el alfombrado piso hacia otra puerta de caoba, no sin antes percatarse de que la joven había cerrado la puerta anterior. Observó nuevamente la hora en su reloj de pulsera: 9:58 A.M. Avanzó rápido y se detuvo frente a esa puerta. Inhaló y exhaló, estaba más que nervioso, entonces alzó la mano derecha e iba a tocar, pero...

La puerta fue abierta. Kakashi le miró fijamente de arriba hacia abajo sin parpadear, analizando la vestimenta del joven. – Tiene presencia. – pensó para sí mismo. Alzó el brazo izquierdo a la altura del pecho y observó la hora en su elegante reloj de pulsera negra: 9:59 A.M. Llegó puntual. Arqueó una ceja mientras volvía a mirarlo. El chico se veía nervioso, quería sonreír al verlo así, más decidió dejarlo, pues él estuvo de ese modo la primera vez que visitó el padre de Anko, antes de éste fallecer. Deslizó la mano izquierda en el bolsillo del pantalón y pasó al lado de él, luego se detuvo dándole la espalda. – Vamos, primero me acompañarás a una reunión, que tengo programada a las 10:00 A.M. – dijo observándole desde el rabillo del ojo.

¿A las 10:00 A.M.? ¿No se suponía, la reunión era con él? Desconocía lo que ese hombre estaba pensando, pero le iba a demostrar que él tenía madera que cortar, así que con la mirada segura, Hiroshi giró sobre sus talones y miró al Hatake, quien le daba la espalda. – Entendido, estaré bajo su cuidado. – dijo con firmeza.

Una leve sonrisa atravesó los labios de Kakashi, de inmediato dejó de sonreír para mostrar un rostro sereno. – Sígueme, iremos al salón de conferencias. – Hiroshi afirmó y lo siguió, ambos subieron al ascensor y bajaron un nivel, por lo que estando en el noveno piso, el ascensor abrió sus puertas y ellos atravesaron un largo corredor entretanto los empleados le saludaban con entusiasmo. Kakashi le devolvió el saludo, sorprendiendo al joven Sarutobi. Al final del corredor, visualizó una amplia puerta. – Caballeros. – dijo al entrar al salón de conferencias haciendo acopio de toda su elegancia.

Los presentes se pusieron de pie como gesto de respeto. Kakashi tomó asiento en la silla presidencial y le indicó a Hiroshi, con la mirada, tomar asiento sobre la silla ubicada a su costado izquierdo. Le observó tomar asiento y luego vio a Gai, quien se encontraba sentado a su costado derecho, mirando fijamente a un grupo de empresarios sentados de frente, también sus aliados corporativos no despegaban la vista de esos hombres. De repente, su asistente Daisuke arribó al salón y colocó frente a él, Gai, Hiroshi y demás miembros corporativos, una carpeta con información detallada sobre un proyecto.

De repente, un señor de aproximadamente cuarenta años de edad, de tez blanca, ojos verdes y cabellos rubios, carraspeó la garganta. – Presidente Hatake, entendemos que usted es un hombre bastante ocupado, por lo que iniciaremos con la presentación y seremos breves. – le indicó a su compañero que portaba el control, encender el proyector, cual presentó la imagen de un complejo turístico. – Lo que usted puede visualizar, es un complejo turístico dibujado en 3D. Éste complejo, es una apuesta con fuerza para lograr el lugar ideal para residencia permanente o de descanso. – empezó a decir, emocionado. – Es algo único que realzará a la joya, la naturaleza del país y, que a ojos de todo el mundo, supondrá un antes y un después en lo que conocemos como proyectos turísticos.

Sin expresión en el rostro, Kakashi tomó entre sus manos, la carpeta que su asistente le había dejado sobre la mesa y empezó a ver el contenido. Efectivamente, ya había visto la información, como cada propuesta que le presentaban, pero... Movió los ojos hacia el costado izquierdo y vio a Hiroshi echando un vistazo al contenido de la carpeta que su asistente también le había entregado. El joven enamorado estaba muy concentrado leyendo la propuesta. – Señor ¿Inosuke? – el nombrado asintió. – Prosiga. – dijo volviendo la vista hacia la proyección.

Con una amplia sonrisa en el rostro, Inosuke cambió la imagen. – El proyecto está diseñado para ser catalizador del destino turístico de la zona y, preservar los recursos naturales y el paisaje del entorno, rodeado por sus playas, dunas y montañas. – dijo viendo a sus colegas, quienes asintieron. – Lo que buscamos, es el reconocimiento nacional e internacional de esa zona como un destino turístico atractivo para la inversión, y el crecimiento del comercio en todos sus términos. – mostró la imagen de la playa. – Si usted invierte en éste proyecto, definitivamente obtendrá un porcentaje económico considerable. – sonrió feliz, pero la sonrisa se tornó nerviosa al ver que el Hatake estaba silencioso. – S-Señor Presidente, ¿Qué le pareció la propuesta?

Kakashi leyó los detalles del proyecto, pero faltaban informaciones relevantes como la cantidad de metros a ocupar, la orografía y la vegetación del lugar, entre otras. Definitivamente, cómo podía dar una opinión al respecto, cuando requería lo esencial para evaluar las probabilidades de déficit. Desvió los ojos al costado izquierdo, Hiroshi leía con detenimiento. Entrecerró los ojos, mirada seria. – ¿Qué me pareció? – repitió cerrando el fólder de golpe. Inosuke se encrispó, al igual que sus colegas. – Hiroshi responderá por mí. – dijo con firmeza. Los presentes, incluyendo a Gai, abrieron sus ojos sorprendidos.

Hiroshi alzó la cabeza, le miró estupefacto. – ¿Eh? ¿Yo? – preguntó dubitativo, sin embargo, visualizó una divertida sonrisa atravesando los labios del Hatake. Sabía que él lo hizo a propósito, quería avergonzarlo delante de todos esos empresarios. Entrecerró los ojos, entonces ambos batallaron a simple vista para ver cuál de los dos ganaría la pelea. Fue entonces que, Hiroshi recordó las palabras de la Hatake: "Kakashi no te ha aceptado aún, pero te estará poniendo a prueba". Cierto, estaba probando si él era capaz para estar al lado de su hija.

Por otra parte, con sorpresa en su mirar, Gai percibió las incesantes miradas entre su amigo Kakashi y el hijo de su amigo Asuma. No obstante, desde que ambos arribaron al salón de conferencias, le pareció extraño verlos llegar juntos y, más desconcertante, que ese joven, primogénito de la familia Sarutobi, estuviera en la empresa de la familia Hatake. Entrecerró los ojos. – ¿Qué estás tramando, Kakashi? – se preguntó a sí mismo, frunciendo las cejas.

Hiroshi notó que Kakashi le miraba con superioridad, entonces le devolvió la mirada, pero con firmeza y determinación, pues no se retractaría de sus palabras. – Esa propuesta...– empezó a decir, volviendo la cabeza hacia Inosuke. –...carece de los detalles que permiten evaluar, el posible déficit que tendría la empresa en caso de invertir capital. – Inosuke tragó saliva y Kakashi cerró los ojos sin dejar de sonreír. – Un ejemplo notorio...– señaló en uno de los documentos, un párrafo. – Aquí, no se detalla la cantidad de metros que se dispondrá para la construcción de éste complejo turístico; tampoco conocemos la orografía de la zona, ni cómo es su vegetación. – los presentes comenzaron a murmurar sobre que el chico tenía razón en su señalamiento.

Hiroshi volvió la cabeza hacia el Hatake. – Kakashi-san, si usted me permite...– señalando al proyector. Gai permaneció expectante ante la posible respuesta de su amigo; Kakashi entreabrió sus ojos y simplemente extendió la mano hacia el frente, en un gesto indicativo de que podía continuar. – Basándome en mi experiencia, la vegetación de esa zona es desértica, predominan los cactus. – Hiroshi se levantó y se acercó a la imagen proyectada. Allí, indicó un espacio. – La orografía del terreno es accidentada, con colinas que se levantan desde la costa...– dijo señalando la distancia entre un punto a otro. –...y llegan a 200 metros sobre el nivel del mar, separadas por senderos secos. – centró la mirada en Inosuke. – La idea de un complejo turístico en ésta zona no está mal, pero...– Kakashi le miró fijamente, esperando la continuidad de ese análisis. – ¿De cuántos metros cuadrados estamos hablando? ¿El suelo soportará la infraestructura de esa construcción a gran escala? – preguntó Hiroshi, arqueando una ceja. Luego se dio cuenta, que Kakashi le observaba; entonces se aclaró la garganta.

E-Eso es...– titubeó Inosuke, completamente nervioso, pues no había pensado en ello cuando decidió hacer la propuesta, ya que creyó pertinente presentarla, y una vez aprobada, investigar al respecto. – S-Señor Presidente...– Kakashi dirigió los ojos hacia él. – Me parece insensato escuchar el análisis de éste joven, que parece no conocer de estadísticas. Además, no comprendo porqué él está aquí. – dijo, preocupado de que el chico le dañara el plan estratégico de construcción. Los murmullos no se hicieron esperar, debatiendo las palabras de éste.

Llevándose el dedo índice de la mano derecha a los labios, Kakashi le indicó con ese gesto que callaran. Inosuke y los demás presentes, silenciaron. – Hiroshi, continúa. – dijo con firmeza.

Sorprendido de la acción del Hatake, Hiroshi parpadeó, más recuperó la postura. – De invertir en éste proyecto, se dispondría para la construcción unos...– cerró los ojos un momento ante las miradas inquisidoras de los presentes, volvió a abrirlos. – 15.5 millones de metros cuadrados con un frente de mar de 7 kilómetros de largo, de los cuales 5 kilómetros podrían ser de playa. – Kakashi y Gai sonrieron divertidos, mientras los demás abrieron sus ojos desmesuradamente. – Pese a lo agreste de la tierra, ésta tiene una riquísima biodiversidad, que va desde la iguana Rinoceronte hasta flamencos en la costa y manglares de abundante vida marina. – dijo Hiroshi, seguro de sí mismo. – Antes de aceptar el proyecto, recomiendo realizar una investigación exhaustiva de la zona y el terreno, también la distancia entre donde se construiría éste complejo turístico y el hotel más cercano. – dicho esto, volvió la mirada hacia el Hatake.

El silencio reinó en aquel salón de conferencias. Aún nervioso, Inosuke tragó saliva y carraspeó la garganta. – S-Señor Presidente, me gustaría escuchar su opinión. – siseó, pues ese joven no era nadie para sugerirle recomendaciones, sólo porque el Presidente le había dado autorización para hablar. Estaba furioso, más debía aguantarse.

Apoyando los codos encima de la mesa, Kakashi entrelazó los dedos entre sí, sin dejar de sonreír. – ¿Realmente, necesita escuchar mi opinión? – interrogó sonriente. Él afirmó. – Señor Inosuke, usted acaba de escucharla. – le dijo al nombrado, entonces la sonrisa desvaneció de su rostro volviéndose serio.

Agitado, Inosuke se puso en pie. – P-Pero ese chico no es miembro de ésta empresa. ¿C-Cómo puede permitirle tal privilegio? – Gai cerró el folder llamando la atención de los presentes. Inosuke también lo vio, tragó saliva. – Señor Presidente, con el debido respeto que usted se merece, él no debería participar en ésta junta. – Hiroshi apretó los labios en una línea, pues ese tipo tenía razón.

Con el rostro completamente serio, Kakashi deshizo la unión de sus manos y se levantó de la silla. Los miembros corporativos se pusieron nerviosos, pues sabían que a él no le agradaba que le contradijeran. – Le recomiendo que cuide sus palabras, señor Inosuke. – dijo Kakashi, con voz seria. – Aprovecharé la ocasión para anunciar...– observó a cada uno de los miembros corporativos. – A partir de hoy, Hiroshi también estará participando de todas las reuniones que requieran mi presencia y, las opiniones recibidas por él, las tomarán como si fueran dichas por mi persona. – Hiroshi abrió los ojos como platos, estaba anonadado; Gai cerró los ojos mientras una sonrisa divertida atravesaba sus labios; los otros no cabían de la impresión.

Kakashi vio de soslayo a su amigo Gai, quien se estaba divirtiendo con todo aquello, pues éste ya tenía la idea de lo que iba a hacer. De todos modos, hizo lo mismo con su hijo Genji. – Caballeros...– deslizó la mano izquierda dentro del bolsillo de su pantalón. – En éste edificio, se ha estado rumoreando sobre el destino de las empresas y cadenas de hoteles. – los reunidos, excepto Gai y Hiroshi, intercambiaron miradas nerviosas entre sí. – Muchos piensan firmemente y aseguran, que mi futuro yerno, esposo de mi primogénita, tomará el control absoluto de todo. – entrecerró los ojos, analizando los gestos de ellos. – Lamento desmentir esos rumores para los que aún me envían propuestas de matrimonio. – los empresarios palidecieron. – También, les pediré que se abstengan de enviarlas, porque...– desvió la mirada hacia el joven Sarutobi. – He tomado mi decisión. – Hiroshi parpadeó sorprendido.

¿A-Acaso s-se re-refiere a...? – siseó Inosuke, luego cayó sentado encima de la silla estupefacto, debido a que la reunión anterior presentó al hijo de Gai, como el prometido de una de sus hijas, lo cual significaba, Hiroshi también lo era de la otra hija.

Caminando hacia el joven Sarutobi, Kakashi se detuvo frente a él y le colocó la mano derecha encima de su hombro derecho. – Vamos, tenemos una conversación pendiente. – dijo con voz firme. Apartó la mano del hombro de Hiroshi y volvió la cabeza hacia su amigo. – Gai, acompáñanos. – salió del salón con toda la elegancia que le caracterizaba. Por su parte, Gai se levantó del sillón y salió acompañado de Hiroshi.


...

Por las calles de la ciudad...

Se podía visualizar a Himeko caminando sobre el camino peatonal, pausadamente, tocando las líneas divisorias del pavimento con su converse amarillo con blanco. Era extraño en ella no estar dando zancadas en forma de saltos como le gustaba, y se encontraba desanimada. Su desánimo se debía a que todos andaban preocupados por Natsuki, ella también lo estaba, sin embargo, tenía un poquito de celos de su hermana mayor. ¿Celos? Se detuvo en seco y se golpeó las mejillas con las palmas de sus manos. ¡No podía estar celosa de su hermana! Suspiró, entonces notó a una pareja contemplando un vestido de novias desde el cristal de la tienda.

Observó el cristal y se vio a sí misma, vio lo que llevaba puesto: short de color beige, abrigo amarillo por encima de una camiseta blanca, y en la espalda, como siempre, colgaba su mochila negra. Y su cabello... Su largo cabello lila, danzaba al ritmo del viento cuando éste soplaba, o sea, tantito descuidado. Entristeció, pues era obvio pensar que vistiendo así, Genji no le haría caso y por ello estaba un poquito celosa, debido a la especial atención de ese chico hacia su hermana y ya no podía soportarlo. Como también, era un hecho de que, tenía poco tiempo conociéndolo y sentir amor por alguien que apenas conoces, le parecía ilógico y confuso.

Sacudió la cabeza alejando extrañas ideas y confusos pensamientos, entonces cruzó la intersección y arribó a una pastelería. Cuando se sentía desanimada, comer dulces le alegraba el día. Primero comenzó a ver los pasteles, siempre le encantaba comerlos, en especial de chocolate, era su favorito; pero no entendía el motivo, sin embargo, quería comprar uno diferente. De repente, sus ojos brillaron cuando vio un bizcocho redondo de vainilla con relleno y decorado de fresas. Un joven se posicionó a su costado derecho demasiado cerca para su gusto, ya que invadía su espacio personal, más le ignoró, compraría el pastel y se iría de ese lugar.

Apoyando el dedo índice de su mano derecha en el cristal del mostrador, señaló dicho pastel. – Quiero éste / Quiero éste. – dijeron ella y ese joven al mismo tiempo. Ella frunció el entrecejo, dándose cuenta que se trataba del mismo bizcocho, entonces le echó un vistazo de abajo hacia arriba. Él llevaba puesto zapatos negros, pantalón marrón oscuro, correa negra y camisa blanca con las mangas dobladas hasta los codos. Siguió moviendo los ojos hacia arriba y éstos abrieron como platos al toparse con la realidad de que ese chico era Genji y la estaba mirando fijamente.

De imprevisto, su corazón latió fuerte como si le hubieran dado un latigazo al verlo allí, por lo que siguió palpitando tan preciso que su pecho empezó a agitarse y un intenso rubor cubrió sus mejillas. Rápidamente, apartó los ojos de sobre él y alejó su dedo del cristal. – ¿Qué haces aquí? – preguntó ella, agachando la cabeza y con cierto aire de timidez.

Ignorando el rubor de la chica, ya que los flequillos de su cabello le impedía ver su cara, Genji sonrió divertido al encontrarla en esa pastelería. – No sabía que también te gustaran los pasteles de fresas. – musitó mientras veía otros bizcochos de fresas.

¿También? ¿A él le gustaban los pasteles de fresas? No, probablemente se trataba de alguna chica. Apretó los labios en una línea, tan fuertes que éstos empezaron a temblar. ¿Una chica? – ¿Ese pastel es para Natsuki-nee-san? – preguntó, escondiendo aún más la cabeza con sus flequillos. – Por favor, responde que no. Por favor, responde que no. – siseaba dentro de su cabeza.

Genji parpadeó, incrédulo. – ¿Cómo adivinaste? – interrogó, sonriendo. Un intenso dolor hincó en el pecho de Himeko. – Podría tratarse de otra mujer, pero adivinaste a la primera. Es interesante. – volvió la cabeza hacia un costado y encontró uno perfecto. – Señorita, quiero éste pastel para llevar, por favor. – dijo indicándole el requerido. – ¿Vas a querer ese? – le preguntó a la Hatake, señalando la primera opción, más ella no respondió. Optó por comprárselo. – Señorita, también prepáreme éste. – dijo sin dejar de sonreír.

Odio las fresas. – susurró Himeko, cerrando las manos en puños.

Genji escuchó lo que ella dijo, entonces bajó la mirada y arrugó el entrecejo. Empezó a analizarla de arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba. Ella tenía la cabeza agachada con los flequillos ocultando su rostro y las manos cerradas en puños. – Mitsuki-chan, ¿Te encuentras bien? – preguntó, acercándose más hacia ella. – Mitsuki-chan...– colocó ambas manos en los hombros de la chica, pero ella levantó la cabeza. – Mitsu...– abrió sus ojos como platos, pues ella tenía el rostro completamente ruborizado. –...ki...– esas mejillas tan rojas como las fresas dulces, sus ojitos negros brillaban hermosamente y sus labios entreabiertos como si gritaran ser besados. De pronto, el corazón latió fuerte y, de inmediato, la soltó como si el simple contacto le quemara.

Himeko bajó la mirada y retrocedió dos pasos, sin darse cuenta que las mejillas de Genji ruborizaron y él desvió la cabeza hacia el costado derecho y se cubrió boca y nariz con la mano izquierda. – D-Debo irme. – musitó ella, nerviosa porque él la vio así. Dio vuelta, decidió marcharse.

Genji la observó marchándose con rapidez. Apartó la mano izquierda de su rostro y una punzada de dolor hincó en su pecho mientras la veía alejarse. No comprendía del todo porqué, de todas las mujeres que podía tener entre sus brazos, tenía que ser la hermana de Natsuki, la mujer que desde niño estaba enamorado; sin embargo, ese enamoramiento fue en la niñez y en la actualidad la situación era diferente, ella amaba a Hiroshi y él decidió apoyarla, pero estaba dispuesto a intervenir si éste le hacía llorar otra vez. ¿Ahora, tenía los ojos puestos en la hermana? ¿Por qué? ¿Será que aún amaba a Natsuki y veía su reflejo en ella? ¿Son idénticas, no? ¡Por Kami-sama, se trataba de trillizas! ¡El parecido era obvio! No, no eran parecidas, físicamente sí, pero cada una era diferente.

Ella era diferente de Natsuki. No era delicada ni refinada, sino alegre, carismática y hermosa. Aún desconocía sobre sus intereses y gustos, tampoco entendía la relación entre ella y Asuma Sarutobi, y el motivo por el cual ella era bastante respetuosa con los Hatake, pero... Extrajo una tarjeta azul de la cartera que buscó del bolsillo trasero de su pantalón y la entregó a la cajera. – Facture los dos pasteles, vuelvo enseguida. – giró sobre sus talones y salió apresurado de la pastelería. Ansioso, buscó con los ojos la silueta de la Hatake, entonces la ubicó esperando cruzar la transitada avenida, pero alguien pasó corriendo chocándole el hombro y, por consiguiente, ella perdió el equilibrio hacia delante. Asustado, corrió apresurado mientras un automóvil se acercaba a ella.

Himeko intentó detener la inminente caída y, en una acción desesperada, sus pies avanzaron y bajaron a la calle. De repente, vio el automóvil acercarse rápidamente hacia ella y palideció. En un veloz movimiento, Genji la agarró en el codo izquierdo con su mano derecha y halándola hacia él con fuerza, la obligó girarse y, rodeando el brazo izquierdo alrededor de su pequeña cintura, la atrajo hacia él, pegándola contra su regazo y cayó de espaldas protegiéndola. El automóvil pasó sin detenerse. Genji espiró aliviado, pues había llegado justo a tiempo, de lo contrario, tendría que rendirle cuentas a Kakashi.

Sintiendo la respiración de él chocando contra su cuello y esa varonil mano posada en su espalda baja sosteniéndola con firmeza, Himeko ruborizó intensamente. Por su parte, sintiendo el cuerpo de la chica pegado al de él y el corazón de ella latiendo rápido y preciso como la fuerza de un tambor, Genji ruborizó furiosamente. Estando así, acostados en el suelo, ella encima de él y él debajo de ella abrazándola, apartaron sus rostros lo suficiente para verse y se miraron fijamente directo a los ojos. Y como si estuvieran hechizados, poco a poco fueron acortando la distancia entre ambos, pero la realidad les golpeó cuando se dieron cuenta que estaban en plena calle y las personas comentaban entre ellos la imprudencia del hombre que empujó a Himeko y la desconsideración del conductor.

El rubor de las mejillas de Himeko, aumentó de contraste al notar la posición en la que estaba, ella encima de él. – L-L-Lo l-la-lamento m-mu-mucho. – titubeó apartándose de él y sentándose a su lado. Avergonzada, agachó la cabeza. – Gracias por ayudarme. – susurró con timidez, más no escuchó respuesta, entonces alzó la mirada y le miró. Él intentaba sentarse mientras fruncía las cejas. Colocando ambas manos en los hombros de él, rápidamente ella le ayudó a sentarse, pero Genji dejó escapar un quejido. – ¿Estás bien? ¿Te hiciste daño? – preguntó, preocupada.

Él cerró los ojos con fuerza. – E-Estoy bien, no te preocupes. – dijo entreabriendo el ojo izquierdo mientras reprimía un quejido de dolor.

Enojada de que él mintiera abiertamente, cuando era obvio que sufría, Himeko intentó ver su espalda. – Déjame ver tu espalda. – le dijo sintiéndose culpable.

Agarrándola por los hombros, Genji la detuvo. – Estoy bien, no es nada. – siseó sonriente. – Te estás preocupando por algo insignificante. – ella entristeció. No le gustaba verla triste, así que apretó el agarre de hombros obligándola a mirarlo. – Volvamos a la pastelería, para buscar los pasteles. – Himeko intentó sonreír y afirmó con la cabeza. Feliz de haber logrado que ella sonriera, intentó ponerse de pie, pero las fuerzas desaparecieron de su cuerpo y cayó de rodillas respirando agitado.

Asustada, recordó que él la haló con fuerza y cayó de espaldas amortiguando el golpe de ella, por lo que él debió de haberse golpeado fuerte. – Lo siento, por mi culpa estás lastimado. – musitó Himeko, entristecida. Él iba a responder, pero el comentario de alguien le hizo callar: "Amigo, estás sangrando. Será mejor que vayas al hospital". Himeko se apresuró y observó la espalda de él, su camisa blanca tenía sangre y, a un lado cerca de la costilla izquierda, la tela estaba rota por lo que podía visualizar una herida bastante grande derramando sangre. Ella abrió sus ojos como platos y se cubrió la boca con ambas manos, no podía creer que a causa de ella, él se hubiera lastimado tanto.

Viendo los ojos de ella tiritantes, Genji llevó su mano derecha a la mejilla izquierda de la Hatake, tomándola por sorpresa. – Por tu cara, puedo ver qué estás pensando y no, no es tu culpa. – ella volvió a mirarlo. – Sólo me lastimé las heridas, eso es todo.

¿Las heridas? –de inmediato, Himeko recordó que Genji salvó a Natsuki cuando ella resbaló y cayó de unos escalones, amortiguando él el peso de la caída. –¿Los golpes que recibiste, no fueron leves? ¿Por qué nos mentiste? – o más bien... ¿Por qué él mintió? ¿Para quedar bien delante de Natsuki? ¿Tanto la amaba que estaba dispuesto a soportar cuán dolor fuera necesario? ¿Tan grande era su amor por ella, que prefería callar sus males, sólo para que Natsuki estuviera bien? Agachó la cabeza y cerró las manos en puños, no podía seguir soportando ese dolor.

Lamento preocuparte, pero eso quería evitar. – respondió Genji, derrotado. Ella levantó la cabeza y le observó expectante. Él respiró profundo, de todos modos ya no podía seguir ocultando sus heridas, menos a ella. – Como has podido notar, la herida resultó ser más profunda de lo que creí. Y no les mentí, simplemente no deseaba preocuparlos con mi problema, demasiado tenían con la situación de Natsuki. – sonrió. Himeko apretó los labios en una línea, melancólica. – Busquemos los pasteles. – hizo un gran esfuerzo por levantarse, pero sus pies tambalearon.

Nerviosa de que se cayera, Himeko se puso de pie con rapidez y lo agarró rodeando sus brazos alrededor de la cintura de él con cuidado de no lastimarlo. De repente, sus fosas nasales inhalaron un rico perfume proveniente de él que no había olfateado antes, así que sin pensarlo hundió el rostro en su pecho. Pronto, se dio cuenta que lo estaba abrazando delante de muchas personas y su corazón palpitó agitado obligándola a reaccionar. Inhaló, debía comportarse como siempre. – Eres terco. – apartó el rostro y, deshaciendo el abrazo, se distanció unos centímetros. – Iremos por ese pastel, pero...– puso los brazos como jarras. – Al salir de la pastelería, te llevaré al hospital. – dijo con tanta seriedad que le desconcertó.

Por su parte, verla con las manos en la cintura y los brazos como jarras, le sacó una risilla. Ella chasqueó los dedos y empezó a buscar algo en su mochila. No comprendía porqué no podía dejar de observarla, tampoco el motivo por el cual últimamente pensaba en ella, no estaba entendiendo nada, porque si eso significaba que aún permanecía a las sombras del amor de Natsuki, entonces no merecía estar cerca de Mitsuki. Probablemente, veía en ella a Natsuki y no era justo para esa chica, no debía lastimarla, sin embargo, sus gestos y su forma de expresión eran totalmente diferentes a las de Natsuki, pero aún así, sabiendo eso... Agachó la cabeza, no debería actuar imprudentemente.

Tadan~! – exclamó Himeko, extendiendo una prenda negra hacia él.

Genji alzó la cabeza y, frunciendo las cejas, agarró la prenda extendida por ella, notando que era una chaqueta. – Esto es...– siseó, extrañado.

Colocando las manos en la cintura, Himeko sonrió feliz. – Es una de las chaquetas de mi uniforme de práctica. – Genji parpadeó, sorprendido, pues desconocía que ella practicara karate. – Y para que sepas, soy cinturón negro. – dijo con orgullo. – Generalmente, mis chaquetas son blancas, pero hoy...– recordó, no era necesario decirle que tuvo una competición y que por eso usó la negra. – Te ayudaré a ponerla, estás herido y se hará difícil hacerlo tú mismo. – rápidamente, ella le puso la chaqueta y ambos se dirigieron hacia la pastelería.

Cuando arribaron al establecimiento, Genji se acercó a la cajera, quien le devolvió la tarjeta azul. – Gracias, señorita. – la joven se sonrojó. Él volvió la cabeza hacia el costado derecho, entonces la vio, Himeko miraba al suelo, no sabiendo qué, pero se veía entretenida. Agarrando la cajita de uno de los dos pasteles, se acercó a ella y lo extendió. – Es para ti. – le dijo sonriendo. Ella entrecerró los ojos, desconfiando. – No me mires así, te estoy agradeciendo por la chaqueta. ¿Acaso, para ti, soy tan poco confiable? – interrogó, arqueando una ceja. – Si no lo quieres, entonces...

Rápidamente, Himeko se lo arrebató de la mano y desvió la cabeza hacia el costado derecho. – No he dicho que no lo quiera. – infló las mejillas. Genji dejó escapar una carcajada, risa que causó Himeko le lanzara una mirada de pocos amigos. – Oye idiota, tenemos que tratar tu herida, sino podría infectarse. Vamos. – ella salió apresurada del establecimiento.

¿Idiota? Genji parpadeó, cada vez más sorprendido de la actitud y acciones de esa chica; sin embargo... Entrecerrando los ojos, la observó salir y esperar fuera de la pastelería con una feliz sonrisa en los labios. Recordó el otro pastel, giró para tomarlo y cuando retornó los ojos hacia la Hatake, éstos la miraron intensamente a través del cristal. La intensidad de su mirada era tal, que sus ojos empezaron a brillar, un brillo especial que sólo una persona enamorada podía tener. La estaba mirando demasiado, así que golpeándose mentalmente, salió del lugar para encontrarse con ella, quien seguía sonriendo.

Feliz por haber recibido el pastel, Himeko abrazó la cajita contra su pecho en un gesto de posesión y alzó la mirada sonriente. – ¿Cómo sabías, que mi favorito es el de chocolate? – preguntó con alegría en su voz.

Pues...– cuando volvieron al lugar, él notó que Himeko centró su mirada hacia la vitrina, pero no podía decirle que su atención había estado puesta en ella desde que la vio entrar por primera vez en la pastelería. Avergonzado, empezó a levantar la mano izquierda para llevársela a la nuca mientras sostenía la pequeña caja del otro bizcocho en la mano derecha, pero el dolor de la herida le obligó a descender el brazo. – Mitsuki-chan, yo...– ella tenía las mejillas sonrojadas, sus ojitos negros brillaban como a una niña que le regalaron un dulce y sus labios... Quisiera besarlos, desearía besarla. Sin apartar sus ojos de los labios de la chica, empezó a caminar hacia ella mientras el corazón latía fuerte y preciso.

Himeko frunció el cejo al verlo aproximarse a ella con una mirada seria en el rostro. Nerviosa, retrocedió dos pasos. – ¿Q-Qué pasa? ¿P-Por qué me miras así? – él avanzó y se detuvo a escasos centímetros de ella, provocando que sus mejillas intensificaran. Genji bajó la mirada, clavándola en sus labios; estaba cerca, demasiado cerca, terriblemente cerca y ella no podía moverse, sus pies parecían estar clavados en el suelo.

De imprevisto, Genji inclinó el cuerpo hacia ella provocando que la joven Hatake se pusiera más nerviosa, de lo que por sí ya estaba, y eso le estaba gustando. Desde esa noche, cuando la vio por primera vez, percibió que esa chica era pura, demasiado pura, por lo que provocar en ella esas reacciones, le fascinaba. Así que, sin más, acercó el rostro acortando la distancia entre ambos y, de inmediato, plasmó un beso en su mejilla izquierda, dejándola desconcertada.

Un hombre de aproximadamente cincuenta años, se detuvo detrás de él. Carraspeó. – Genji-sama...– el aludido deshizo el beso y volvió la cabeza hacia atrás. Himeko ruborizó furiosamente y bajó la mirada, aturdida por el beso de él. – Disculpe la interrupción, pero debemos irnos. – le dijo mientras notaba el líquido rojizo traspasando la chaqueta negra, significado de que la herida estaba empeorando y él haciéndose el fuerte delante de la Hatake.

Genji suspiró, desganado. – Lo entiendo, pero...– volvió la mirada hacia ella y entrecerró sus ojos, viéndola fijamente mientras se veía aturdida debido al beso. – Mitsuki-chan tratará mi herida. – la nombrada alzó la cabeza, aún más aturdida. Él acercó los labios al oído izquierdo de la fémina. – ¿Lo harás o vas a retractarte? – preguntó con sensualidad, pero dentro de él estaba ansioso. Ella se quedó de piedra. – Tú, vendrás conmigo. – le susurró al oído otra vez, entonces se dio cuenta de lo que había dicho, por tanto se alejó de ella y giró sobre sus talones dándole la espalda. Estaba estúpidamente ruborizado y sus ojos abiertos como platos, incrédulo por lo que dijo. – Nos vamos, Sayu-san. – le dijo al hombre de cincuenta años, enseguida un lujoso automóvil estacionó frente a ellos.

Sayu observó al joven empresario con el rostro completamente rojo dándole la espalda a la chica, podía deducir que éste se encontraba demasiado nervioso y avergonzado, pero sobretodo, era la primera vez que le veía sonrojado a causa de una mujer, ya que él nunca había tomado enserio a una, sólo de pequeño a la hija mayor de la familia Hatake. Genji le entregó la cajita del pastel y caminó hacia el auto, de inmediato abrió la puerta trasera y subió dejándola abierta. Con una sonrisa en los labios, Sayu vio que él se deslizó hasta ubicarse junto a la otra puerta trasera dejando espacio considerable para otra persona, estaba siendo obvio, entonces miró a la chica teniendo también el rostro sonrojado. – Al parecer, es mutuo. – dijo para sí mismo. Carraspeó, llamando la atención de Himeko. – Señorita, la llevaremos a su residencia. Por favor, acepte nuestra egoísta invitación. – leve reverencia.

Estupefacta, Himeko miró a ese hombre, luego sus ojos se situaron en Genji, quien permanecía sentado al otro lado de la puerta mientras miraba a través del cristal de la ventana. Aceptar la invitación, sería aceptar que tenía sentimientos por él y él estaba enamorado de su hermana Natsuki, por lo que ella no estaba dispuesta a sufrir por amor, eso no. Sin embargo, notó una ligera expresión de dolor en su rostro; después de todo, él la protegió, debería mostrar un poco más de preocupación, pero era un hecho, que esa herida fue hecha por salvar a su hermana. Aún así... – Gracias, pero...– se mordió el labio inferior. Genji apartó la espalda del espaldar frunciendo las cejas. – Aceptaré la invitación. – dijo haciendo una leve reverencia por respeto al señor y subió al auto.

Satisfecho, Sayu cerró la puerta, subió al asiento del co-piloto y le indicó al chófer movilizarse. Fue entonces que, desde el rabillo del ojo, vio a su joven amo, sonrojado, apartar la cajita del pastel que ella tenía en las piernas y dejar caer el cuerpo hacia el costado permitiendo acomodar la cabeza encima de las piernas de la joven, quien ruborizó intensamente, para luego cerrar los ojos sonriendo. Por su parte, Himeko, atónita, contempló a Genji tratando de acomodar mejor la cabeza en sus muslos y la expresión de dolor ya no estaba en su rostro, así que entrecerrando los ojos, ella acercó una mano al rostro de él y, decidida, la posó en su masculina mejilla mirándole descansar y revelando, de ese modo, la expresión de una mujer enamorada.


...

3:00 P.M.

Ventanas abiertas, cortinas blancas siendo mecidas suavemente a consecuencia del viento que entraba a la habitación, donde Natsuki dormía plácidamente con la cabeza de costado derecho y la mejilla derecha reposando encima de la almohada, su mano izquierda encima de su vientre mientras la derecha permanecía al costado con una aguja lastimando su blanquecida piel. Aguja conectada a un tubo plástico, del cual fluía un goteo de suero intravenoso. Su respiración era ligera, hacía del pecho subir y bajar calmamente, nada perturbaba su descanso. Sin previo aviso, la suave brisa meció ligeramente los flequillos de su cabello, alborotándolos un poco.

La puerta fue abierta y luego cerrada, entonces un par de zapatos marrones hicieron eco debido a sus pequeños tacones mientras se aproximaban a la cama con parsimonia, luego se detuvieron al costado izquierdo de la cama. Desde ese ángulo, sosteniendo un hermoso ramo de rosas rojas en la mano derecha y un sobre blanco en la mano izquierda, Hiroshi contempló el tranquilo rostro de su amada Natsuki. Entristeció, verla así, tan débil, le dolía. Ella era una de las pocas personas conocidas que demostraban fortaleza; a pesar de las circunstancias, ella sonreía, jamás se daba por vencida, pero... ¿Por qué? ¿Por qué se dio por vencida con él? ¿Por qué ella...?

Hiroshi sacudió la cabeza, pues no debía pensar en eso; entonces, vio el ramo de rosas rojas y rosas violetas dentro de un cristalino florero encima de la mesita ubicada al lado de la cama, mismas que había comprado el día anterior, colocó el ramo de rosas encima de la misma mesita y, dejando el sobre blanco parado en el suelo y apoyado contra el hierro de la cama, tomó asiento sobre la silla. Repentinamente, recordó la ocasión de cuando ella estuvo hospitalizada durante más de cinco días, producto de la anemia que aún seguía afectando su salud; también, rememoró la noche cuando ella decidió alejarse de él, la mirada que ella reflejó la noche que fue celebrada la boda de su amigo, pero enfatizó el recuerdo de hacía tres días, cuando ella resbaló de las escaleras y él no pudo llegar a tiempo para protegerla.

Cerró las manos en puños con fuerza hasta éstas temblar, se quedó como un inútil delante de ella, pues no le importaba la opinión de los demás, sólo la de ella y de nadie más. Pero el temor de sus hermosos ojos antes de ella caer por esas escaleras, le dijo que Natsuki estaba asustada de la opinión de él sobre ella, después de escuchar las acusaciones de Kimi. Las diversas expresiones alegres, de tristezas, angustias, temor, todas esas expresiones de ella fueron visibles para él y nadie más, sin embargo, no notó algo muy importante la noche que terminaron, lo importante era que ella reprimió sus emociones.

De repente, Natsuki frunció las cejas como si algo perturbaba su sueño. Preocupado por la posible pesadilla que interrumpía el pacífico sueño de su amada, extendió la mano derecha hacia ella y empezó a acomodarle los flequillos de la frente con ternura, continuado de una suave caricia que terminó en la mejilla izquierda. Allí, rozaba con las yemas de sus dedos delicadamente la tersa piel hasta posar la palma en dicha mejilla. Habían pasado muchos días, desde la última vez que la tocó, la última fue esa noche cuando la besó a la fuerza y tampoco fue delicado con ella, al contrario, la desesperación lo llevó a actuar con posesión y salvajismo, porque estaba celoso de Genji. Estúpidos celos. Ella arrugó las cejas, Hiroshi apartó la mano de su mejilla no queriendo irrumpir su sueño. No obstante...

Poco a poco, Natsuki fue abriendo sus negros ojos, entonces percibió borrosamente una ventana y cortinas blancas siendo mecidas gracias al viento, pero extrañamente el ángulo de visión no era la esperada, todo se veía inclinado. Los cerró con pesadez y los volvió a abrir, su visión seguía inclinada. Parpadeó lentamente como si sus ojos estuvieran tratando de adaptarse a la luz solar, luego se dio cuenta que era ella, quien tenía la mejilla derecha apoyada en la almohada. De repente, recordó la pesadilla que tuvo y, de inmediato, deslizó ambas manos en su vientre. Asustada, movió la cabeza hacia el costado izquierdo y enfocó a Hiroshi mirándole fijamente.

Natsuki abrió sus ojos de golpe. Él estaba sentado con la mano derecha extendida hacia ella, probablemente la calidez que ella sintió en la mejilla izquierda, se debió a que él había estado acariciándole. Hiroshi extrajo su mano y se acomodó en la silla. Ella le observó mejor, estaba vestido elegante con una camisa azul marina, pantalón gris y, por encima de la camisa, un abrigo trench coat marrón; esa elección de ropa, le daba una apariencia varonil y tan perfecta que su corazón palpitó fuertemente, tan preciso que su pecho empezó a agitarse y un intenso rubor cubrió sus mejillas.

Él se veía bastante guapo. Se golpeó mentalmente, pues no debía visualizar el aspecto de él, cuando ha de suponer no tendría que estar allí. Entonces... ¿Por qué estaba ahí? No debían verse, se lo prometió a su padre, con la salvedad de él no le haría daño a ningún miembro de la familia Sarutobi. Bajó la mirada, a pesar de la prohibición, su corazón estaba descontrolándose, debido a que habían pasado muchos días desde que ambos estuvieron cerca uno del otro, sin mencionar que tres días antes le vio acompañado de Yoshida. Cerró las manos en puños, arrugando la sábana en el proceso. – ¿Por qué estás aquí? – interrogó con timidez.

¿Por qué preguntó ella? Hiroshi bajó la mirada, dándose cuenta que ella había cerrado las manos en puños. Podía saber, ella estaba frustrada; más, era obvio el motivo por el cual él se encontraba allí y sólo había una respuesta. – Por ti. – respondió sin titubear y con voz firme.

Natsuki suavizó el agarre de la sábana. Escucharlo hablar con esa voz tan varonil, hizo que su corazón latiera cada vez más rápido, ya no podía calmarse. Desde el momento en que lo vio, ella quedó atrapada con su encanto. – No deberías estar aquí. Lo mejor, es que te vayas. – agregó ella con tristeza.

Hiroshi extendió mano derecha y la posó encima de la mano izquierda de ella. La agarró con firmeza. – No me iré. – siseó, seguro de sus palabras. Natsuki abrió sus ojos desmesuradamente, incrédula por la respuesta. – Necesitamos conversar. – dijo apretando su mano.

¿Conversar? Natsuki sintió que él intensificó el agarre de su mano izquierda. No entendía a qué se refería, pues no tenían nada sobre qué conversar. Él estaba con Yoshida y ella... La cabeza hizo clic. Centró su mirada en la mano derecha, la cual se movía por inercia acariciándose el vientre. Alzó la mirada y, para su desconcierto, el Sarutobi observaba el circular movimiento de su mano derecha, el cual rápidamente ella detuvo.

Con una mirada triste reflejada en su rostro, Hiroshi soltó la mano de ella y agachó el cuerpo para recoger el sobre blanco, mismo que le mostró cuando se enderezó en la silla. Abrió el sobre y, de éste, extrajo la ecografía realizada al bebé, su bebé, vuestro bebé. Estupefacta, Natsuki abrió sus ojos, pues no entendía cómo llegó a sus manos esa placa. – Lo sé todo. – dijo con seriedad. Ella sintió que esa frase, le cayó como agua fría.

¿Cuándo pensabas decirme sobre el embarazo? – le preguntó Hiroshi suavizando la voz, sin reclamos. Sin saber qué responder, Natsuki frunció las cejas y desvió la cabeza hacia el costado derecho, apoyando la mejilla en la almohada, evitando mirarle. – ¿Por qué eres tan obstinada? – interrogó frunciendo las cejas, dolido de verla tan débil. Con deseos de llorar, ella apretó los labios en una línea. – ¿Por qué tienes que hacerte la fuerte? – el labio inferior de ella, empezó a temblar. –¿Por qué debes cargar con todo tú sola? Dentro de ti, está creciendo el fruto de nuestro amor. – agarrando la ecografía con la mano derecha, posó mano izquierda encima de la mano izquierda de la Hatake. – Natsuki, estoy aquí para ti. Apóyate en mí.

Natsuki abrió los ojos como platos mientras su corazón volvió a palpitar preciso y tan acelerado, que su respiración se tornó irregular. Su corazón estaba agitado de estar cerca de él y sentir su masculina mano apretando la suya, pues se había vuelto consciente del contacto, ya que la primera vez que la tocó en ese rato, fue tomada por sorpresa cuando el Sarutobi le dijo: "Necesitamos conversar". No podía evitar amarlo, lo amaba con todas sus fuerzas, más no debía estar cerca de él, él no debía estar allí; después de todo, él ocultó la existencia de Mitsuki y la familia Sarutobi hizo daño a su familia. Pero, a pesar de eso, seguía amándolo, sin embargo sabía que Kakashi no les permitiría estar juntos. Por más que lo haya extrañado, su relación ya no podía ser.

Con tristeza, Natsuki deslizó la mano de entre la de él, soltándose del agarre de su mano y entrecerró los ojos. Debía calmar sus emociones, pues dentro de sus entrañas crecía una criatura indefensa que necesitaba proteger, y agitarse no le hacía bien al bebé, menos a ella. Después de todo, tarde o temprano él se iba a enterar de su embarazo, más no era la forma, quería ser ella quien le diera la noticia. Sí, esperaba que al decirle sobre esa bendición, Hiroshi volvería con ella y su padre los dejaría estar juntos; pero el hecho de existir un doloroso pasado familiar, era una realidad. Cerró los ojos no queriendo verlo, pues lo mejor era que él se marchara.

Por su parte, Hiroshi sintió dolor, ella había retirado su mano deshaciendo el agarre de manos, tampoco respondió a sus interrogantes. – Natsuki...– no obtuvo respuestas. Las facciones del rostro endurecieron. – "No te quiero para un día, te quiero para toda una vida". – Natsuki abrió sus ojos como platos y las lágrimas escaparon de éstos. Él puso la ecografía en una esquina de la mesita. – Esas fueron mis palabras, ¿Las recuerdas? – ella asintió dejando escapar un monosílabo. – Sin importar las circunstancias, los problemas o el pasado de nuestras familias... Natsuki, yo te amo. – con los ojos llorosos, Natsuki escondió la cabeza un poco más hacia el costado derecho, hundiéndola en la almohada, evitando ser vista y se cubrió la boca con una mano reprimiendo algún quejido, quería decirle que también lo amaba, pero no debía hacerlo. Sin embargo...

De repente, Hiroshi percibió el cuerpo de la Hatake temblando, entonces suavizó las gesticulaciones del rostro. Ella lloraba en silencio, eso significaba que aún tenía esperanzas. – Te amo. – volvió a repetir. – Mis sentimientos por ti, jamás cambiarán. No importa cuántas veces intentes alejarme, buscaré la forma de estar cerca y lo sabes. – ella, no soportando más, apretó la mano contra su boca acallando un quejido que intentó escapar de ésta mientras las lágrimas escapaban sin tregua alguna de sus ojos. Con las cejas fruncidas, él intentó sonreír tristemente, pero era inevitable hacerlo. – Natsuki, tú y yo nos amamos. Por eso, no puedo entender tu insistencia en apartarme de tu lado, pero no quiero dejarte ir. No te dejaré ir. Natsuki no podía detener esas lágrimas y empezó a sollozar con más fuerza.

Sintiendo una punzada de dolor hincando en su pecho mientras veía el cuerpo de su amada temblando y escuchándola sollozar, Hiroshi se levantó de la silla y, tomando asiento a orillas de la cama, extendió la mano izquierda hacia Natsuki y, posándola en su mejilla derecha, hizo que ella volviera la cabeza hacia él, mostrándole su rostro mojado en lágrimas. Afligido, un sonrojo apareció en sus mejillas. No podía verla en ese estado de vulnerabilidad, así que inclinó el cuerpo hacia delante y, apoyando codo y antebrazo derecho en la almohada por encima de la cabeza de su amada, presionó sus labios sobre la frente de ella en un beso protector.

Estupefacta, Natsuki abrió sus ojos como platos mientras Hiroshi cerraba los de él disfrutando el roce y sentía la respiración de la chica en su cuello, pues tenerla así provocaba que su corazón sintiera calidez. Ese amor que sentía por ella no era superficial, fueron muchos años esperando la oportunidad de estar a su lado y ahora que podía formar parte de su mundo, no soltará su pequeña mano como si nada. Hiroshi alejó el rostro unos centímetros apartando los labios, entreabrió sus ojos y la miró directo a los ojos, la amaba demasiado. No quería perderla, haría lo que fuera para mantenerse ocupando ese espacio dentro de su corazón, pues ella era su mundo, su universo.

Por otra parte, el corazón de Natsuki dio un fuerte latido y un intenso rubor cubrió sus mojadas mejillas, él miraba sus ojos con una expresión de amor; rápidamente, ella se cubrió el rostro con ambas manos. – No me mires, por favor no me mires. Me veo horrible. – siseó Natsuki, avergonzada.

No es cierto, te ves hermosa. – susurró el Sarutobi, agarrando las manos de ella y apartándolas de su rostro. Volvió a mirar sus bellos y lagrimosos ojos negros. – Estás preciosa. – con el codo y antebrazo derecho todavía apoyados en la almohada por encima de la cabeza de la Hatake, Hiroshi deslizó la mano izquierda y empezó a limpiar sus mejillas de lágrimas saladas. – Eres preciosa. – ella no dijo nada, pero el brillo de sus ojos, sus mejillas sonrojadas y sus apetitosos labios entreabiertos, le hicieron sentir en su interior un hormigueo por todo el cuerpo, el cual sólo ella le provocaba mientras su mente gritaba la misma frase "Bésala" una y otra y otra vez. No podía ignorar a su mente y corazón, no podía perderla nuevamente.

Hiroshi bajó la mirada a los labios de la Hatake, quien los mantenía ligeramente separados. Unos labios apetecibles, los cuales le volvía loco, y esa ocasión no era una excepción. – Te amo y no aceptaré que me abandones otra vez. – redujo a cero la distancia entre ambos, separó sus labios y aprisionó los de ella con los propios. Natsuki entrecerró sus ojos desbordando éstos una ternura evidenciada y poco a poco éstos iban cerrando mientras su cuerpo se relajaba al contacto. Por su parte, Hiroshi empezó a mover los labios con delicadeza mientras cerraba los ojos.

Ella separó los labios y, ambos abrieron sus bocas, dejándose llevar con plenitud, degustando y saboreando los labios del otro, atrapándolos y apretándolos repetidamente entretanto sus mentes les pedía a gritos probar más de aquel fogoso contacto; así que, aprovechando el momento, Hiroshi delineó los labios de Natsuki con su lengua, entonces deslizó la lengua dentro de su boca, teniendo contacto con su lengua e intentando dominarla, por lo que ambos empezaron a sostener una batalla sobre quién dominaba territorio. Sentir los húmedos labios del Sarutobi sobre los suyos y su lengua teniendo contacto con la suya, acariciando e intentando dominarla, le provocaron unas enormes ganas de sentirlo más, aún más...

Anhelando más de su boca, Natsuki deslizó ambas manos y las apoyó en el pecho de él, enseguida las volvió puños agarrándole en el proceso la tela de la camisa, no deseando apartarlo porque la sensación empezaba a ser placentera. Quería apegarse más a él, quería sentirlo más. Esa húmeda lengua jugueteando con la suya, era tan agradable, nunca olvidó la sensación de deleite que sólo él podía provocarle. Pero ésta vez, el deseo de tenerlo cerca era mayor, no entendía qué pasaba, más la exquisitez de sus labios, la quería para ella, sólo para ella. El beso se hizo más intenso, abriendo más la boca para tener un mayor acceso; entonces, se aferró a su camisa. – Hiro...– susurró ella contra su boca, perdiéndose en aquel placer.

Sorprendido por haber escuchado el susurro de la chica, Hiroshi entreabrió los ojos, soltó dulcemente sus labios y se distanció unos centímetros, lo suficiente para verla, pero Natsuki apretó la tela de la camisa, no deseando que se apartara, porque a pesar de él profesar su amor por ella, no podía olvidar los rumores existentes entre él y la Miyazaki. Entonces, lo entendió; entendió que el deseo de tenerlo cerca, se debía a su inseguridad de él ser alejado de ella por esa chica y no, no podía permitirlo. – No...– siseó la joven Hatake, con lágrimas en los ojos. Aferrándose a él, trató de acercarlo, más no tenía las fuerzas necesarias para hacerlo.

Sintiendo las féminas manos temblorosas tratando de aferrarse a él y viendo las mejillas ruborizadas de su amada, Hiroshi sonrió, pues comprendió qué pasaba por la cabeza de ella. – No te dejaré, jamás lo haré. – bajó nuevamente la mirada a los jugosos labios de Natsuki, y sí, estaba loco por ella. Unió sus labios con los de ella y ambos empezaron a moverlos con suavidad, degustando y saboreando los labios del otro. Sintiendo la exquisitez de sus besos, Natsuki correspondió dejándose llevar enteramente por el beso y abriendo su boca aprobándole así el acceso a él de introducir su cálida y húmeda lengua en su boca. Se besaban suave y tiernamente, devorándose los labios como si sus vidas dependieran de ello, apretando y succionando sus labios.

Hiroshi liberó su boca ante la falta de oxígeno; mientras respiraban vehemente, él la miró directamente al sonrojado rostro el cual mostraba una expresión esperanzada y encantada. Su corazón palpitó agitado, ella se veía hermosa. – Hiro, bésame otra vez. – murmuró ella, respirando agitada. Las mejillas de Hiroshi aumentaron el rojizo, pues ella jamás había sido tan insistente, sin embargo, él también lo deseaba. De inmediato posó manos suavemente sobre las sonrosadas mejillas de Natsuki y la volvió a besar, esta vez con más ternura. – Una vez más...– el Sarutobi la besó en los labios ladeando la cabeza, pronto le sostuvo el mentón con su mano izquierda y corrió la lengua dentro de su boca mientras la otra mano seguía posada en la mejilla izquierda de la Hatake.

Ambos cortaron el beso respirando agitados por falta de oxígeno, quedando los labios uno del otro, a pocos centímetros, tan cerca que podían rozarse. Él estaba más rojo que un tomate y ella más roja que una fresa en su punto. Los dos estando así, respirando agitados, se miraron entre sí con devoción y anhelo. Querían disfrutarse, sin embargo Natsuki tenía la necesidad de aclarar todas sus dudas y Hiroshi embriagarse de ella, así que rozó sus labios con los propios y abrió su boca para besarla otra vez, pero... – ¿Qué pasará con Yoshida? – Hiroshi frunció las cejas, mostrando molestia ante la pregunta. – ¿Tú y ella...? – Natsuki apretó la tela de su camisa.

Hiroshi dejó escapar un suspiro, al ver el rostro de la Hatake contrariado. – Entre ella y yo no ha pasado nada que debas preocuparte. – respondió seguro de sus palabras, luego rememoró el beso que compartió con Yoshida la noche que estaba ebrio confundiéndola con su amada. Nervioso, se apartó de la Hatake y se puso de pie provocando que las femeninas manos soltaran su camisa. ¿Eso no cuenta, o sí? Después de todo, la ebriedad era un estado de inconsciencia.

Extrañada por el comportamiento de él, Natsuki frunció las cejas y entrecerró sus negros ojos. Él empezó a sonreír como si nada. – Leí los titulares de los medios de comunicación. – dijo la Hatake con seriedad en su voz, él comenzó a sudar y separó los labios para hablar, pero ella se adelantó. – No estoy reclamando que estuvieras en los brazos de ella, es mi culpa. – Hiroshi abrió los ojos desmesuradamente. – Te arrastré a eso, decidí abandonar los lazos que nos unían, lo que permitió a Yoshida aprovechar nuestra ruptura para acercarse a ti. – entrecerró los ojos y una triste sonrisa atravesó sus labios. – Siempre he sabido de los sentimientos de Yoshida hacia ti y en esas fotografías...– cerró sus ojos con tristeza.

Con los ojos centrados en su amada, Hiroshi la observó. Ella no estaba enojada, sino triste, entonces sabiendo que lo mejor era no ocultar lo sucedido, él dejó escapar un sonoro suspiro. – Fue en Noche Buena...– ella le miró con sorpresa, pues fue esa noche que él se embriagó hasta el punto de enfermar. – Llegué a un bar, empecé a beber como idiota porque me dio coraje y no pude soportar que esa noche estuvieras visitando el árbol de navidad con el imbécil de Genji. – terminó diciendo con enojo en su voz. Natsuki abrió sus ojos, atónita. – ¡Detesto verte cerca de él! ¡Me hierve la sangre cada que te veo con él! ¡No soporto que ese imbécil sea tan amigable contigo! – la Hatake parpadeó sin saber qué decir. – ¡Sentí confusión y rabia cuando de la nada me dijiste que debíamos terminar! ¡Pero más rabia sentí, cuando ni siquiera fui capaz de llegar a tiempo y evitar que te lastimaras!

Al darse cuenta que alzó la voz, Hiroshi vio la expresión desconcertada reflejada en el rostro de su amada, entonces espiró y tomó asiento a orillas de la cama. – Discúlpame, no debí alterarme. – susurró avergonzado. – Verte indefensa, postrada en esa cama, me hizo sentir el hombre más inútil de la tierra. – triste sonrisa atravesó sus labios. – Soy tu esposo y mi deber es permanecer a tu lado pase lo que pase, pero...– colocó mano derecha sobre la izquierda de Natsuki. – Ver a Genji reaccionar más rápido que yo...– envolvió su femenina mano y la apretó. – No sé, me hizo sentir como si fuera un cobarde. – agachó la cabeza, melancólico. Natsuki sintió una punzada de dolor en su pecho – Además, no me permitían verte, estaba desesperado, así que conversé con Anko-san y enfrenté a Kakashi-san. – alzó la cabeza, la miró y sonrió con nerviosismo.

Impactada, Natsuki separó los labios con el propósito de cuestionar qué sucedió entre esos dos, pero el labio inferior empezó a temblar. – No debes preocuparte. – dijo Hiroshi convencido de sus palabras, la Hatake frunció el cejo con extrañeza. – Kakashi-san me ha permitido acercarme a ti, paulatinamente. – cerró los ojos, sonriente.

Preocupada, Natsuki desvió los ojos hacia un costado, pues estaba segura de que su padre no cedería fácilmente, tampoco aceptaría la relación entre ambos. Entonces, ¿por qué cambió de opinión? De repente, la respuesta iluminó su mente. – ¿Hiro, quién te habló de mi embarazo? – preguntó con temor de conocer la verdad.

Hiroshi parpadeó dos veces, luego comprendió. – Fue Kakashi-san, él me dijo todo lo que debía saber. – respondió calmamente. – Tambien, él me entregó la ecografía de nuestro hijo. – un leve rubor apareció en sus mejillas, sólo de pensar que ella estaba esperando un bebé, su hijo.

La mirada de Natsuki entristeció. – Pensar que otō-san...– murmuró, pues pensaba que ella era la persona quien le diría a su padre la buena noticia, pero por miedo y temor a su reacción, dejó pasar los días, sólo por cobardía. – Hiro, perdóname por decidir sobre nuestra relación. En ese momento, no tuve otra alternativa, lo siento. Siento haberte lastimado. – dijo, arrepentida por haber terminado vuestra relación unilateralmente.

Con su mirada enamorada, Hiroshi observó las cejas fruncidas de la fémina y sus labios curvados hacia abajo, entonces él sacudió la cabeza en negación. – Soy quien debería sentirlo. Siento no haber sido tan confiable. – susurró él, calmamente. Ella negó la cabeza, como diciéndole que no era así. – Si lo fuera, habrías confiado un poco más en mí. – Natsuki desvió los ojos hacia un costado. – Pero, entiendo que te puse en una situación difícil, tuviste que elegir entre tu familia o yo. – ella apretó los labios en una línea, no sabiendo qué decir. – Ahora, no quiero que elijas. – dijo con seguridad, logrando que ella le mirara confusa.

Hiroshi le apretó la mano izquierda con su derecha. – Quiero que me permitas estar a tu lado otra vez. – deslizó la mano izquierda detrás de la nuca de ella, inclinó el cuerpo y, apoyando la frente contra la frente de la Hatake, cerró los ojos. – Te amo y, porque te amo, comparte tus alegrías y tristezas conmigo. Comparte todo lo que guardas en tu corazón, déjame entenderte un poco más. – Natsuki entrecerró sus ojos, dubitativa; deseaba contarle todo a él, pero se trataba de su familia, un tema delicado. Aún así... – Natsuki, quiero ser ese hombre confiable, en el que puedas contar siempre y sentirte segura. Déjame ser ese hombre incondicional y el esposo que mereces. – dijo el Sarutobi, entonces entreabrió los ojos y la vio de soslayo mordiéndose el labio inferior, podía deducir que ella estaba reprimiendo sus emociones y ocultando sus pensamientos. – Eres mi esposa y lucharé por ti. – sonrisa.

Un intenso rubor apareció en las mejillas de Natsuki, pues ella también quería luchar por él, por el amor que ambos tenían uno al otro ante cualquiera, incluyendo su padre. Sí, debía luchar y proteger ese amor, su bebé necesitaba crecer en una familia feliz y él, además de ser el amor de su vida, era su esposo y el padre de esa criatura. Sí, estaba dispuesta a pelear contra quién fuera, incluyendo a Yoshida si ésta se interpusiera entre los dos. De inmediato, extendió la mano derecha hacia él y la posó en la mejilla izquierda del Sarutobi, cual acarició y a quien le sonrió. – Gracias por amarme, esposo mío. Te amaré siempre. – dijo ella, cerrando los ojos sin dejar de sonreír felizmente.

Por su parte, Hiroshi ruborizó furiosamente al escucharle decir aquellas hermosas palabras, además verla sonrojada y correspondiendo el gesto, provocaron que una sonrisa de felicidad atravesara sus labios, pues estaba dispuesto a protegerla, protegerá su sonrisa pasara lo que pasara y contra quién fuera. – Te protegeré con mi vida. – se dijo a sí mismo. Esa sonrisa en los labios de ella, dedicada a él, dirigida sólo a él, la protegerá también, después de todo, ella era el amor de su vida, su otra mitad, su media naranja, su complemento.


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