Hello everybody! ¿Cómo han pasado los próximos días? Espero que hayan estado bien. He tardado más de lo establecido, porque me tomó un poco más de tiempo darle forma a éste capítulo, además salió extenso por dos motivos, el primero porque me dejé llevar escribiendo y, segundo, decidí reducir la cantidad de capítulos finales.
Sin nada más que agregar, les invito a leer el presente capítulo...
Okāsan, doko ni iru no?
(36)
A la mañana siguiente...
Konoha / 11:45 A.M.
Atravesando el largo corredor de aquel centro de salud, Hiroshi, nervioso, avanzaba a pasos con prisa, sosteniendo un hermoso ramo de margaritas; pues, Natsuki iba a salir del hospital y se suponía que debía estar antes de las 11:30 de la mañana en dicho lugar y estaba retrasado por quince minutos, no por negligencia o descuido, sino porque su suegro había solicitado de su presencia en la empresa, y como era de esperarse, debía acudir al llamado; después de todo, estaba en la cuerda floja. Necesitaba estar disponible para él, si deseaba estar con su amada esposa, quien le reclamaría si no llegaba pronto. Apresuró los pasos con impaciencia. – Natsuki debe de estar enojada. – dijo para sí mismo. Pues, le había enviado un mensaje de texto diciéndole que estaba en camino, pero ella no respondió.
Detuvo sus pasos frente a la puerta de la habitación asignada a su amada, entonces tocó dos veces. Al escuchar respuestas, arribó a la recámara. Para su sorpresa, vio a la señora Anko de pie a un costado de la cama, mirándole con una sonrisa en los labios mientras estaba sosteniendo lo que parecía ser una blusa de color limoncillo. Rápidamente, hizo una leve reverencia y bajó la mirada al suelo. – Buenos días, Anko-san. – vio a Anko retroceder un par de pasos, entonces logró ver y reconocer las piernas de su amada, las cuales colgaban de la cama. Tragó saliva. – Lamento la tardanz...– alzó la cabeza y sus ojos abrieron como platos mientras un intenso rubor cubrió sus mejillas.
Pues, Natsuki se encontraba sentada encima de la cama con las piernas colgando, los pies descalzos, vistiendo una falda blanca hasta las rodillas, y la parte superior semidesnuda, apenas tenía puesto el brasier color limoncillo cubriendo sus voluptuosos pechos. Parpadeó, notando que sus pechos estaban un poco más grandes de lo normal. ¿Más grandes? ¿Ella tenía los pechos más grandes? Los colores le subieron al rostro, de inmediato giró sobre sus talones dándole la espalda. Estaba nervioso y el corazón empezó a latir con la fuerza de un tambor, parecía un novato, pero qué podía hacer, habían pasado muchos días desde la última vez que la contempló o la tocó, y ahora ella... Se veía más sexy. Rápidamente, sacudió la cabeza, alejando extraños pensamientos.
Por otra parte, Anko observó al joven Sarutobi cerrar los ojos y apretarlos mientras les daba la espalda, se veía avergonzado con las mejillas rojas; entonces vio de soslayo a su hija, quien fruncía el cejo con molestia. Una divertida sonrisa surcó sus labios al ser testigo de la cómica escena entre ambos. – Cariño, termina de cambiarte. – le dijo Anko a su primogénita, extendiendo la blusa hacia ella. – Así, Hiroshi-kun podrá acercarse. – el nombrado se encrispó.
Enojada, Natsuki infló las mejillas, frunció las cejas y agarró la blusa. – No entiendo su actitud, cuando no es la primera vez que me ve así. – Hiroshi abrió los ojos desmesuradamente, volvió la cabeza hacia ella y, nervioso, le indicó con la mirada que no era debido mencionar aquello. Sin comprender, Natsuki vio al Sarutobi frunciendo los labios y moviendo los ojos como si estuviera diciéndole algo con esos gestos, luego levantó la vista hacia su madre, quien estaba sonriendo con picardía. Entonces, se dio cuenta de lo dicho, por lo que, avergonzada, bajó la mirada.
De repente, la puerta fue abierta bruscamente, llamando la atención de Anko y Hiroshi, y alertando a Natsuki quien se cubrió de inmediato con la blusa, pero respiró aliviada al ver que se trataba de su hermana. – Disculpen el retraso. – dijo Natsumi arribando a la habitación, sosteniendo un shopping, luego cerró la puerta a su paso. – Hay mucho tránsito en la ciudad. – se aproximó a su hermana. Rápidamente, Natsuki le arrebató el shopping y extrajo una prenda de vestir. – Logré conseguir una talla más grande. – respiró profundo, pues había corrido de un lado a otro buscando la misma blusa de color limoncillo que Natsuki se encaprichó usar, la cual le quedaba muy apretada, motivo por el que hizo una rabieta y ella se vio obligada a buscar una boutique que estuviera vendiendo dicha prenda, pero una talla más grande, sólo para complacer y calmar a su hermana mayor.
Intrigado por la felicidad reflejada en el rostro de Natsuki, Hiroshi se dio vuelta para mirarla de frente. No entendía qué pasaba, pero ella se veía hermosa sonriendo. Separó los labios con intención de pronunciar algunas frases, sin embargo, percibió que la prenda sostenida entre las manos de su amada y la que ella había dejado de lado, era la misma. – No comprendo. – dijo él, frunciendo las cejas mientras veía como ella se ponía la pieza de ropa. – Es la misma blusa, ¿no? – las tres Hatake le miraron fijamente, Anko sonriendo, Natsumi riendo con nerviosismo y Natsuki con las cejas fruncidas, lo cual le puso un poco nervioso. – ¿Dije algo malo? – se preguntó a sí mismo.
Anko bajó la mirada, centrando su atención en el ramo de margaritas que el Sarutobi sostenía entre sus manos, significando amor puro, inocente y verdadero, lo cual se podía interpretar que él de verdad amaba a su hija, aunque al parecer el chico no estaba consciente sobre el significado de sostener esa cantidad de margaritas. Una sonrisa se dibujó en los labios. – Hiroshi-kun, acércate. – dijo Anko, obteniendo la atención del joven, quien se aproximó con cierto aire de timidez. – Natsumi...– la nombrada comprendió y sostuvo las margaritas, para luego retroceder con ellas entre sus brazos.
Viendo la confusión del joven Sarutobi, Anko le agarró la mano derecha y la extendió hasta colocarla en el vientre de Natsuki, por encima de la fina tela, logrando ver en él una mirada de sorpresa. – En el embarazo...– él le observó con atención. –...nuestro cuerpo empieza a cambiar y las prendas de vestir a quedarnos ajustadas. – Hiroshi volvió la cabeza hacia Natsuki, quien, avergonzada, ruborizó y desvió los ojos hacia un punto incierto. – Para que el bebé crezca saludable, es necesario usar ropas desahogadas. – dicho ésto último, le soltó la mano y retrocedió un par de pasos con la finalidad de darle espacio a esos dos de disfrutar ese momento.
Hiroshi empezó a acariciar suavemente el vientre de Natsuki; de repente, lo sintió un poco abultado y parpadeó sorprendido, pues ya entendía el motivo del porqué los senos de su amada esposa estaban más grandes de lo normal. El embarazo suponía cambios e inclusive traer dificultades para la mujer, pero no dejaba de ser una experiencia verdaderamente única y milagrosa. Sí, una experiencia maravillosa. De inmediato, se arrodilló y colocó su otra mano en el femenino vientre haciendo firme el tacto con ambas manos, entonces un rubor apareció en sus mejillas al confirmar que no era un sueño, ella estaba embarazada de su hijo. Sonrió, feliz. La maravilla de la biología humana se reflejaba en el desarrollo de la vida dentro del vientre de una mujer de manera sorprendente. En éste caso, dentro del vientre de su esposa, donde se encontraba un pedacito de él, de ella, de ambos.
Natsuki le observó y no pudo evitar sonreír cariñosamente, al ver el feliz rostro de su amado, quien parecía maravillado tocando y acariciando su vientre. Sin embargo, sintió molestia cuando Hiroshi, en un rápido movimiento, le subió la blusa descubriendo su estómago, pero el enojo inmediatamente desapareció; pues, él rodeó su cintura con los brazos abrazándola y apoyó el oído izquierdo en su vientre, parecía querer escuchar al bebé. Enternecida, apoyó una mano encima de la cabeza del Sarutobi y empezó a acariciar sus suaves cabellos negros. Tenerlo así, junto a ella, le llenaba de inmensa felicidad, ya no deseaba verlo llorar, tampoco retroceder, menos marchar. Ya no, ella también luchará por él, su hijo y familia.
No obstante, Hiroshi alzó la cabeza y sonrió ampliamente sorprendiendo a Natsuki, entonces ella agradeció estar embarazada, porque sentir ese extraño cambio en su cuerpo era una experiencia maravillosa y ver el rostro alegre de él le embriagaba la misma alegría. Estaba feliz, muy feliz. – Hiro...– pronto, un enorme y horrible deseo de vomitar se apoderó de ella, por lo que se llevó la mano izquierda a la boca y, empujando al Sarutobi con la mano derecha, lo apartó y corrió hacia el baño privado de la recámara.
Hiroshi parpadeó confundido de que ella le empujara así de repente y saliera corriendo en dirección al baño. ¿Al baño? Preocupado, se puso de pie rápidamente y corrió detrás de ella. – Nat, ¿Estás bien? – avanzó un paso queriendo entrar al baño, más se detuvo en seco al verla vomitando en el lavamanos.
Preocupada, Natsumi puso el ramo de margaritas encima de una mesita y se encaminó hacia el baño, pero sintió una mano agarrarla del hombro izquierdo. Volvió la cabeza hacia atrás, y fue grande la sorpresa al visualizar a su madre, quien le mantenía una mano en el hombro. – Son síntomas del embarazo. – dijo Anko, también preocupada, sin embargo, trataba de no mostrar inquietudes. – Entiendo que estés preocupada, pero debemos darle espacio. – le indicó con la mirada observar al joven Sarutobi. En efecto, él se veía ansioso y contrariado.
Indeciso, Hiroshi se debatía si era buen momento entrar y acompañarla, pues estaba seguro que ella le gritaría, pero ella necesitaba de él y él necesitaba apoyarla. Sí, ambos se necesitaban. Decidido, fue acercándose a su esposa con parsimonia y, una vez detrás, percibió que ella intentaba apartar los mechones de cabello que caían hacia delante. Entonces, sin pedir permiso, él agarró con una mano su sedoso cabello largo desprendiendo un olor a fresas, su olor favorito, y lo levantó imitando una cola de caballo. Natsuki desvió los ojos hacia él y le agradeció con la mirada el lindo gesto. Viéndola vomitar, Hiroshi sintió inquietud al no poder ayudarle a aliviar el malestar, sólo sentía inutilidad de no poder hacer algo. Así que, queriendo hacer aunque fuera algo pequeño por ella, empezó a acariciarle suavemente la espalda.
Mientras le frotaba la espalda, sintió el cuerpo de ella relajarse en cada caricia, sin embargo, de un momento a otro, la sintió temblar, a causa de que su cuerpo estaba reaccionando y volvió a vomitar. Había leído, que uno de los principales síntomas del embarazo, eran las náuseas y vómitos; no obstante, era bien sabido que ella no debía estar pasando por aquellos malestares, su embarazo se encontraba en la onceava semana, más sabía del Hatake que el cuerpo de Natsuki era débil, consecuencia de su anemia, y el proceso de gestación conllevaba riesgos, tanto para la madre como para el bebé, y si no guardaba el debido reposo, ella podía perder la criatura. No, no estaba dispuesto a perder a su hijo, tampoco permitiría que su mujer lo abandonara. No, ya no, estaba dispuesto a todo por proteger a su pequeña familia.
Sí, la protegería. – Tranquila...– le susurró logrando obtener su atención, más sin embargo, Natsuki empezó a toser y vomitó nueva vez. Hiroshi deslizaba su mano en la espalda de la chica, tratando de calmar su ansiedad de seguir vomitando, pronto sintió la rigidez en su femenina espalda, lo cual ese gesto le llamó la atención. Bajó la vista y abrió sus ojos como platos; vio sangre en el lavamanos, ella había vomitado sangre. – Nat...– espantado por lo visto, la agarró de los hombros y la giró hacia él. – Natsuki, tú...– la aludida frunció las cejas, entristecida. Ella... Hiroshi sacudió la cabeza en negación. No, ella no podía estar en peligro, ella no. – Por favor, no me digas que tú...– dijo con la voz temblorosa. Sacudió la cabeza nuevamente, negándose a aceptarlo. Natsuki extendió los brazos hacia él y lo abrazó fuertemente como si no deseara escucharle decirlo.
Hiroshi separó los labios con intención de cuestionar, hablar, no sé, decirle algo, pero su voz no salía. Asustado, estaba asustado. Si tener un hijo con Natsuki, formar una familia con ella, ponía en riesgo su vida, entonces así no quería. Preferiría ser sólo ellos dos, nada más. Sólo dos... Rodeó los brazos alrededor de su hermoso cuerpo y la abrazó fuertemente, demostrándole con ese gesto que no permitiría verla en peligro, estaría allí siempre. Siempre... Entrecerró los ojos, entonces recordó la conversación sostenida con el padre de ella.
~ Flash Back ~
Día anterior...
Después de la reunión que se sostuvo en el salón de conferencias, con el objetivo de aceptar o rechazar la propuesta del complejo turístico, donde el patriarca de la familia Hatake le dio la oportunidad de participar; Hiroshi se encontraba sentado encima de un elegante sofá, color marrón oscuro, con los dedos de sus manos entrelazados y la mirada centrada en la alfombra bajo sus pies. Estaba nervioso, pues al terminar la reunión, Kakashi, Gai y él arribaron al despacho del primero; y, desde entonces, ninguno de los tres había dicho nada (aún). Incómodo, estaba incómodo, el silencio era incómodo y Hiroshi sentía la respiración cada vez más pesada, necesitaba aligerar el ambiente al menos un poco. Alzó la mirada ubicando al padre de Genji sentado sobre un amplio sofá frente a él.
Con el brazo izquierdo descansando encima de el espaldar del sofá y sosteniendo un vaso de whisky con hielo en la mano derecha, Gai mantenía los ojos cerrados mientras una leve sonrisa podía divisarse en sus labios. Por otra parte, Hiroshi separó los labios para iniciar una simple conversación, pero... Se escuchó el tintineo de cubos de hielo chocando contra las paredes de un vaso cristalino. Hiroshi volvió los ojos hacia su costado izquierdo, entonces ubicó a Kakashi de pie frente al bureaux, dándole la espalda mientras se preparaba un vaso de whisky con hielo. Hiroshi apretó la unión de sus manos, entonces se puso a observar los detalles de aquel amplio despacho. A medida que el tiempo transcurría, se hacía más difícil estar allí, en la misma habitación que su suegro y el padre de su rival Genji.
Por su parte, Kakashi giró sobre sus talones y se aproximó a ellos sosteniendo en cada mano, un vaso con whisky, uno propio sin hielo y el otro con hielo. Tomó asiento sobre el mismo sofá donde Gai permanecía sentado y, extendió hacia Hiroshi, el brazo que sostenía el vaso con whisky propio sin hielo. – Lo necesitarás. – atinó a decir mientras le extendía el vaso.
Mirando a Gai de soslayo, quien calmamente bebía un sorbo de alcohol, Hiroshi agarró el vaso con la mano derecha. – Gracias. – observó el líquido cristalino vibrando suavemente en el interior de las paredes de cristal, haciendo pequeñas ondas.
Echando el cuerpo hacia atrás, Kakashi apoyó la espalda en el sofá y, mostrando una mirada seria, acercó el vaso a sus labios, desvió los ojos hacia un rincón y los volvió hacia Hiroshi. – Te cité aquí, por varias razones. – siseó con tanta seriedad que asustó al joven Sarutobi, entonces iba a beber un trago de whisky, pero bajó la mirada y observó el vaso en su mano derecha. El líquido ambarino vibraba suavemente en el interior de las paredes de cristal, haciendo pequeñas ondas mientras en el interior del mismo, dos cubos de hielo chocaban ocasionalmente con un pequeño tintineo. Apretó los dedos alrededor del vaso cristalino y descendió el vaso.
Mostrando una mirada seria, Gai acercó el vaso a sus labios y desvió los ojos hacia el Hatake. – Dime Kakashi, ¿Qué estarás pensando en éste momento? – se preguntó a sí mismo, extrañado por el comportamiento de su amigo hacia el hijo de Asuma. Si bien era sabido, todos fueron los mejores amigos, antes de acontecer los problemas que arrastraron decepción y la amistad quebrantara.
– Había decidido...– masculló Kakashi, obteniendo las atenciones de su amigo y del joven Sarutobi. –...que mi hija no se acercaría a ti, como tú no podrías acercarte a ella. – acercó el vaso a sus labios y observó con furia contenida a la persona que pretendía alejar a su preciosa hija de él. En un arrebato, bebió un sorbo de whisky, desconcertando a Hiroshi. – "¿Candidato para luchar por su amor?" "¿Pedir su mano?" "¿Celebrar boda?" "¿No la entregarás a otro hombre?" – entrecerró sus negros ojos y lo enfrentó con la mirada. – ¿Piensas que es tan simple con sólo decirlo? – le preguntó al chico, quien apretó los labios en una línea.
Percibiendo que la mano del Hatake, cual tenía agarrado el vaso, estaba temblando, Gai, sorprendido, parpadeó varias veces, pues había pasado tiempo desde la última vez que su amigo perdía la serenidad. – Kakashi, cálmate.– pensó, preocupado.
Tratando de contener su enojo, Kakashi bebió de un trago todo el líquido restante en el vaso y, con un seco golpe, dejó el vaso sobre la superficie lisa de la mesita frente a él. – No estaba dispuesto a permitir que ambos mantuvieran una relación. – torciendo el gesto en desagrado, Kakashi observó molesto al joven Sarutobi, quien se mantenía escuchando en completo silencio. – Tú, no tienes idea de lo temible que puedo ser, si alguien lastima a mi familia, y precisamente tú...– rabia en su voz. – ¡Hiciste llorar a mi hija! – dio un fuerte golpe en la mesita, desconcertando a Gai y dejando atónito a Hiroshi. – Mencionaste que la amabas y asumirías la responsabilidad de tu familia, pero ni siquiera eres capaz de aclarar un simple malentendido. – cerró las manos en puños tan fuerte que éstos empezaron a temblar.
Hiroshi bajó la mirada y observó el vaso entre sus manos, entonces vio su rostro ensombrecido en el líquido ambarino, vibrando suavemente en el interior de las paredes de cristal, haciendo pequeñas ondas. Apretó los dedos alrededor del vaso, estaba enojado consigo mismo, porque el Hatake tenía razón en todo lo mencionado, también en el hecho de que no había sido capaz de aclarar el malentendido con Miyazaki; algo tan simple como eso, no había podido manejar, pero no por ello dejará de luchar por Natsuki, no. Alzó la mirada con seguridad reflejada en sus ojos y enfrentó al Hatake. – Puede que tenga razón, no es tan simple. Pero quiero demostrarle, que puedo ser una persona confiable para Natsuki. – dijo con firmeza.
– ¿Cómo piensas demostrarlo? – le interrogó Kakashi, frunciendo las cejas.
Contraataque. Hiroshi estaba nervioso, no podía negarlo, después de todo era el padre de su enamorada. Separó los labios, inhaló y exhaló tratando de calmar sus nervios. – Anunciaré públicamente mi matrimonio con Natsuki, con o sin su autorización, porque la amo y lucharé por hacerla feliz. – dijo con seguridad en sus palabras.
El rostro de Kakashi endureció. – ¿Anunciarás el matrimonio? ¿Hacerla feliz? – cuestionó sintiendo cada vez más furia, pues por su culpa, su preciosa hija estaba en peligro, llevando un embarazo riesgoso y ese niño... Se puso de pie y caminó hacia el bureaux. Necesitaba calmarse, necesitaba un fuerte trago. La familia Sarutobi le había hecho mucho daño y seguía haciéndolo, ahora era su hija quien estaba en manos de ellos. No. ¡NO! ¡Su hija, no! Agarró la botella, vertió el whisky llenando el vaso, lo bebió de un trago ante el asombro de su amigo Gai y dejó el vaso encima del bureaux con un golpe seco. ¡Su hija, no! – Sarutobi ocultó la existencia de mi hija Mitsuki. – dijo con melancolía en la voz. – Me perdí de sus momentos importantes.
– Puedo entender que mis padres ocultaran la verdad sobre la identidad de mi hermana Himeko, pero...– siseó el Sarutobi, enseguida colocó el vaso con whisky encima de la mesita y se puso de pie. – No soy igual a mis padres, yo soy yo y lo que ellos hicieron en el pasado, incluso ahora, lo puedo comprender, más no justificar. – Kakashi, desconcertado, abrió sus ojos desmesuradamente. – Hoy he venido aquí, para obtener su aprobación, pero si no puede aceptar que su hija y yo nos amamos, entonces no tiene sentido ésta conversación. – frunció las cejas, empezando a sentirse enojado.
Con furia, Kakashi miró al joven por encima del hombro. – ¿No tiene sentido ésta conversación? – le preguntó mientras entrecerraba sus negros ojos. Hiroshi tragó saliva, pues había cometido un error. Gai también tragó fuerte, pero el sorbo de whisky que acababa de ingerir. Se podía percibir el ambiente bastante tenso y cortante. – ¿Qué pasa si me niego a entregártela? Ésta vez, ¿Qué harás? ¿Le propondrás ir en mi contra? ¿Huirás con ella? – volvió a cuestionar, provocando que el Sarutobi cerrara las manos en puños. – ¿Piensas que es fácil para mí, entregarte a mí hija, después de todo lo sucedido entre ambas familias? – agarró la botella y vertió el whisky llenando el vaso. Dejó la botella encima del bureaux con un golpe seco, agarró el vaso con la mano izquierda y se dio vuelta dándole la cara al chico.
Sorprendido de ver la mirada seria, pero también melancólica del Hatake, Hiroshi bajó la mirada y deshizo los puños. Se notaba que el señor Hatake, no permitiría la relación entre su hija y él debido a las circunstancias, más no entendía qué pasaba realmente o qué hizo su familia para ser desplazados de esa forma; sin embargo, un hecho era seguro, el Hatake se preocupaba seriamente por su hija. Hiroshi alzó la mirada y lo vio, tomando pequeños sorbos con parsimonia mientras observaba hacia un punto específico. Dirigió la vista en dicha dirección para notar varias fotografías ubicadas en una repisa, objetos que antes no había notado. – Quiero...– se aclaró la garganta. – Quiero comprender, porqué el pasado de mi familia, me impide estar con Natsuki. – dijo seguro de sus palabras.
Sintiéndose agotado, Kakashi caminó hacia la repisa sosteniendo el vaso de whisky en la mano izquierda. – El pasado...– se detuvo frente a las fotografías y sonrió con tristeza. – Hace años, casi perdí a mi esposa y ahora...– agarró la fotografía donde estaba Natsuki sonriendo feliz. – Ahora, mi hija está...– torciendo el gesto en desagrado, bebió un trago. Espiró. – He visto, en todos éstos años, cómo has tratado a mi hija. Así, como he podido ver, el cariño que ambos se tienen. – colocó la fotografía en su lugar. – También, la he visto llorar y, como padre, desearía poder encerrarla en una pequeña burbuja, donde el dolor no la alcance. – Hiroshi agachó la cabeza, sintiéndose culpable. – Eres un Sarutobi y, al principio, estaba renuente en permitir que te acercaras a Natsuki.
Desconcertado por las palabras de él, Hiroshi alzó la cabeza. – Kakashi-san, entiendo su preocupación, pero he amado a Natsuki desde que éramos niños. Siempre he estado a su lado, cuidándola. Jamás la lastimaría. – dijo con seguridad, ocasionando que Gai observara a Kakashi de soslayo, ya que esas palabras fueron demasiado directas. – Con mis despreocupadas acciones, causé un malentendido y provoqué ésta situación. Lo de Miyazaki, sólo fue un malentendido. Amo a su hija, amo a Natsuki. – inhaló, exhaló despacio. Estaba nervioso, demasiado nervioso, más no se detendría hasta obtener su aprobación. – Como padre, no puedo comprender el sentimiento de soltar la mano de una hija. – Kakashi apretó los dedos alrededor del vaso. – Pero como hombre, usted comprende el sentimiento de estar enamorado. – cerró las manos en puños, oprimiendo los nervios. – Jamás intentaría poner a Natsuki en su contra, ella es su hija y, por más que intente ocupar el primer lugar en su corazón, ese espacio estará ocupado por su padre, o sea, usted. – entrecerró los ojos. – No puedo luchar contra usted.
Sintiéndose derrotado por las palabras del chico, Kakashi bebió un sorbo grande de whisky, luego apretó los labios en una línea, ya no había vueltas hacia atrás. – Natsuki está...– Hiroshi deshizo los puños rápidamente al escuchar el nombre de su amada. Kakashi giró sobre sus talones y, para su sorpresa, el joven Sarutobi se veía ansioso e inquieto por saber qué ocurría, así que caminó hacia su escritorio y abrió una de las gavetas. De allí, extrajo varios sobres, entre los cuales había uno grande color blanco y dos pequeños color amarillo. Regresó sobre sus propios pasos y volvió a tomar asiento encima del sofá. – Ábrelos. – siseó, serio. Luego deslizó los sobres en la mesita y los dejó frente al joven enamorado.
Entrecerrando sus negros ojos, Gai observó los sobres encima de la mesita, entonces comprendió. – Kakashi, ¿Qué estás tratando de hacer? – le interrogó, inquieto.
– Le estoy brindando a Hiroshi, la oportunidad de tomar una decisión. – respondió el Hatake, tratando de estar sereno mientras movía el vaso, haciendo que un pequeño remolino se formara.
Gai movió los ojos en dirección a su amigo Kakashi, quien trataba de aparentar serenidad. – ¿Brindarle la oportunidad de decidir? ¿Crees que lo pondrás en contra de Asuma? – se preguntó a sí mismo, entrecerrando los ojos aún más. Sabía que el Hatake no estaba bien porque notó las temblorosas manos de él, lo cual significaba que se estaba debatiendo entre sí mismo, interrogándose una y otra vez sobre si debía permitir esa relación. Así que, suspiró y entonces miró al joven Sarutobi, quien se inclinó y agarró el sobre grande. – Pequeño Asuma...– el aludido volvió la mirada hacia él. – Antes de abrir ese sobre, aclara tu mente. – le dijo, luego se puso de pie y se encaminó hacia el bureaux para servirse otro vaso de whisky, pero su verdadera intención fue la de darle espacio a esos dos de seguir conversando.
Hiroshi bajó la mirada y frunció el entrecejo mientras observaba el referido sobre entre sus manos. – ¿Qué es esto? – con desconfianza, lo abrió.
Kakashi observó con detenimiento al joven Sarutobi, quien aún permanecía de pie. – Es el primer ultrasonido de mi nieto. – musitó mientras se llevaba el vaso a su boca. Bebió un sorbo y con un seco golpe, dejó el vaso en la mesita. – Ese bebé, es tuyo. – de inmediato, Hiroshi extrajo la imagen del sobre y sus ojos abrieron desmesuradamente. – Natsuki está embarazada de tu hijo. – Hiroshi cayó sentado sobre el sofá y separó los labios, pero no pudo decir nada, estaba demasiado atónito debido a la sorpresiva noticia. – Su embarazo ha sido diagnosticado ectópico, es decir, la criatura está creciendo fuera del útero; y para complicar la situación, el cuerpo de Natsuki no tiene las reservas adecuadas de hierro para sostener al bebé debido a su anemia. – con una expresión de miedo, Hiroshi le miró. – Su vida y la de mi nieto, están en riesgo.
Sacudiendo la cabeza, Hiroshi negó que lo dicho era real. – Esto no...– siseó, asustado. Volvió a centrar la mirada en el ultrasonido, en su hijo... Sus piecitos, manitas y cabecita estaban ya formados... Era tan pequeñito y hermoso, pero sobretodo frágil. Su hijo, tendría un hijo con Natsuki... ¿Y por él, Natsuki estaba en peligro? ¡No es posible! Se levantó bruscamente, sus mejillas sonrojaron de furia. – ¡Natsuki no puede estar en peligro! ¡Es una mentira! ¡Ella no puede dejarme! – exclamó colérico, pronto enfrentó al Hatake. – Usted me está mintiendo, para que me aleje de ella. ¿Cierto? – la expresión melancólica de él, le respondió a su pregunta. – No, no, no, no no...– sacudió la cabeza, negándose a aceptarlo.
Apoyando los codos encima de sus rodillas, Kakashi entrelazó los dedos de las manos. Los apretó. – Al saber que mi hija estaba en peligro, pensé en deshacerme de ese niño. – dijo con rabia y dolor. Desconcertado, Hiroshi se dejó caer nuevamente en el sofá. – Tuve la oportunidad de autorizar la cirugía para extraer la criatura, estuve a poco de aceptar...– intensificó el entrelace de manos. – Pero Anko me confesó que Natsuki había decidido tenerlo. No podía ir contrario a sus deseos, ella no me perdonaría. – agachó la cabeza, sintiéndose incapaz de ayudar a su hija que estaba en peligro y no querer aceptarlo. – Debo ser imparcial con mis cuatro hijos, pero desde pequeña, Natsuki ha sido mi orgullo y saber que la puedo perder...– quería llorar, deseaba llorar, más no lo haría delante de él. Bruscamente, se levantó del sofá.
Hiroshi vio al Hatake caminar en dirección a la ventana sin musitar palabra, entones observó a Gai. Éste último bebía calmamente mientras reflejaba una expresión triste. – Como padre, debí haber estado más pendiente de su bienestar, pero contrario a eso...– dijo Kakashi, viendo con tristeza a través del ventanal, los grandes edificios, los transeúntes y las pequeñas casas que podían visualizarse desde allí. – Contrario a eso, la obligué a romper toda relación contigo. – deslizó las manos dentro de los bolsillos del pantalón, mostrando una actitud serena, aunque no estuviera sereno en ese momento. – Quizás no te informaron, pero tus padres firmaron un documento donde renuncian a su fortuna, a cambio de no perder la custodia de Mitsuki. – Hiroshi abrió sus ojos como platos, sorprendido.
Una sonrisa sarcástica atravesó los labios de Kakashi, quien empezaba a sentirse miserable por lo que le había hecho a su propia hija. – Con ese documento, logré que Natsuki se alejara definitivamente de ti, a cambio de no dejar en la ruina a la familia Sarutobi. – volvió la cabeza hacia el joven Sarutobi. – Por protegerte de mí, ella prometió no volver a buscarte. – Hiroshi endureció su mirada, pues estaba comenzando a entender los motivos por los que Natsuki actuaba distante con él, más aún no comprendía el origen de todo aquello. – A causa de mis intereses, la vi derramar lágrimas. En ese momento, sólo deseaba destruir a Sarutobi, ahora...– retornó la vista hacia la ventana. – Por la salud de mi hija, estoy dispuesto a permitir que la veas. Me guste o no, eres hijo de Sarutobi y Natsuki se enamoró de ti, son una pareja casada, matrimonio consumado, y esperan la llegada de un hijo. – Hiroshi separó los labios para responder, más no pudo. – Ella necesitará de cuidados especiales y yo me encargaré de que así sea. Mientras esté embarazada, Natsuki vivirá en mi residencia. – sentenció.
– Me gustaría decir que estoy en contra, pero...– susurró Hiroshi, entristecido. – En éstos momentos, no importa qué diga, usted ha tomado una decisión analizando las atenciones y cuidados que Natsuki necesita. – bajó la mirada, volviendo a contemplar a su frágil bebé que no tenía la culpa de todo lo acontecido y que deseaba vivir. – No me agradan sus métodos y no le juzgaré por sus acciones, pero estoy dispuesto a ceder, porque ambos tenemos el mismo objetivo, que es proteger a Natsuki. – un leve rubor apareció en sus mejillas, al ver las piernas y manos tan pequeñitas de su hijo, se veía tan chiquito y lindo. – Aún desconozco lo que mis padres le hicieron a su familia, pero empiezo a comprender la necesidad de proteger a un hijo. – sus ojos brillaron mientras observaba con detenimiento los deditos de sus manos. Apenas conocía de la existencia de esa criatura y ya la amaba, era el fruto del amor que sentía por su amada esposa.
Las facciones del rostro de Kakashi, endurecieron. – Por esa necesidad que acabas de mencionar, protegeré a mis hijos. – giró sobre sus talones y lanzó una mirada penetrante al Sarutobi. – Natsuki vivirá en mi residencia y estoy dispuesto a permitir que la veas si aceptas colaborar conmigo. – Hiroshi parpadeó sorprendido, más luego entendió que el Hatake era un hombre de negocios, no cedería fácilmente sin nada a cambio. – En esos dos sobres, encontrarás los resultados de la investigación que me ha tomado años la búsqueda de esas pruebas. – dijo Kakashi para luego extender la mano en dirección a los sobres, como diciéndole con ese gesto que debía ver el contenido de los mismos.
Hiroshi bajó la mirada centrándola en dichos sobres, entonces dejó a un lado la sonografía de su hermoso bebé y, sin perder más tiempo, abrió los sobres, enseguida extrajo todas las documentaciones y fotografías recolectadas. Empezó a leer con sumo cuidado, cada palabra de un informe clínico, el cual estaba en ruso. Para él, no era difícil leer el informe debido a que, por compartir tantos años con Natsuki, ella le enseñó varios términos. A medida que avanzaba la lectura, sus ojos se abrían cada vez más. Entonces, una fotografía llamó su atención, en ella su madre Kurenai aparecía cargando un bebé recién nacido, era obvio pensar que se trataba de su hermana Himeko.
Entre los documentos, habían tres registros de nacimiento del hospital donde la madre de su esposa, Anko, dio a luz en Rusia, por esas fechas recuerda a sus padres regresar con una bebé en brazos. El informe clínico aclaraba que, ella, a pesar de las complicaciones que tenía su estado de salud, dio a luz parto normal, lo cual todo el proceso la agotó y duró días inconsciente. Al despertar, permaneció en observación y un doctor, cuyo nombre aún se desconocía, le indicó ciertos medicamentos no autorizados que alteraron su estado emocional. Por lo que, a la paciente le fue recomendado asistencia profesional con un psicólogo. Dejó el informe clínico de lado, tomó otras documentaciones y se sorprendió del contenido.
Se trataba de una Certificación, donde se confirmó huellas dactilares en varias escenas: la cuerda de la barrandilla que cayó sobre la señora Hatake años atrás, la cual fue cortada, ese hecho lo recordaba porque una vez escuchó a su madre Kurenai mencionar la caída de una barrandilla cuando practicaban los pasos de baile para un próximo concierto y que casi les costó la vida a C-ute; el vestido de novia despedazado y la recepción destrozada; un somnífero puesto en el zumo de naranja que Anko tomó en el hotel, donde C-ute tenía una sesión fotográfica y que casi le costó la vida cuando cayó a la piscina; y, los frenos del auto que su suegra conducía una noche, mismos que fueron arrancados y ella no pudo frenar, por lo que sufrió ese accidente que la mantuvo en chequeos e internamientos constantes.
Cada una de esas escenas, tenían huellas dactilares diferentes y todas iban encaminadas a conocidos, pero viendo más allá no podría ser posible. ¿O sí? Atónito, Hiroshi dejó caer los documentos que sostenía entre sus manos, pues no podía creer lo que había leído y esas informaciones eran oficiales. Todas las miembros de C-ute fueron capaces de... No, Sacudió la cabeza: Mikoto Uchiha cortó la soga para que esos rieles cayeran, Shizune colocó el somnífero en la bebida, Yugao saboteó la boda y Kurenai ocultó la existencia de Himeko. – Esto no... No puede ser...– siseó, desconcertado. Sacudió la cabeza nuevamente y miró al Hatake. – Debe de haber alguna clase de error. – le dijo tratando de sonar seguro en sus palabras.
– Lastimosamente...– atinó a decir Gai, llamando la atención de los dos. – Esos fueron los resultados que arrojaron la investigación. – bebió un sorbo de whisky. – Yo también, formé parte de ésta investigación y descubrimos algo inusual. – su mirada se tornó bastante seria, lo cual preocupó al joven Sarutobi. Parpadeó y le sonrió. – A pesar de las circunstancias que lograron romper nuestra amistad, Kakashi aún no quiere denunciar esos hechos. – Gai desvió los ojos hacia el Hatake, éste giró sobre sus talones, evitando ser visto. – Puede hacerlo porque tenemos todas las pruebas para encarcelar a los involucrados, pero por respeto a esa amistad, Kakashi no quiere ver a tus padres y demás, envueltos en un escándalo y ser juzgados sobre sucesos acontecidos en el pasado. – Hiroshi, sorprendido, dirigió la mirada hacia el Hatake.
Por su parte, Gai dejó el vaso encima del bureaux con un golpe seco. – Ahora que conoces el pasado de la familia Hatake, ¿Qué harás? – le preguntó al hijo de su amigo Asuma. – ¿Vas a colaborar con Kakashi? – Hiroshi bajó la mirada, pues si aceptaba, estaría en contra de sus padres. – Puede que, en éste momento, te sientes presionado, pero si decides no colaborar...– entrecerró sus negros ojos sin dejar de mirarle. – Me veré obligado a confirmar públicamente, el compromiso de mi hijo Genji con Natsuki-chan; y haré lo que Kakashi no fue capaz: anularé tu matrimonio con ella. – atónitos, Kakashi se giró y Hiroshi alzó la cabeza. – Después de todo, Natsuki-chan está embarazada y necesita un padre para el bebé, antes de que su pancita empiece a notarse.
¿Genji? No, él no podía ser el padre de SU hijo. Eso sí que no, no lo iba a permitir, entonces Hiroshi se puso de pie con la mirada seria. – Ese bebé, tiene un padre y ese padre soy yo. Natsuki es mi esposa, siempre lo será. – dijo seguro de sus palabras, sorprendiendo al Hatake. – Natsuki, mi hijo y yo somos una familia. Protegeré a mi familia, contra quien sea. – aseguró con más ímpetud, provocando que Gai cerrara los ojos mientras sonreía con tranquilidad. Volvió la mirada hacia el Hatake. – Kakashi-san, estoy dispuesto a colaborar con usted. Sólo dígame qué tengo que hacer y lo haré. – sentenció.
Sorprendido por la decisión del chico, Kakashi parpadeó, luego se acercó a él y estando frente a frente, le extendió la mano derecha. – A partir de éste momento, eres mi hijo. – dijo firmemente. El joven Sarutobi extendió su mano derecha y la estrechó con la de él. – Bienvenido a la familia, Hiroshi Hatake. – sonrió cerrando los ojos, pues estaba feliz de tener otro hijo dentro de su familia.
~ Flash Back ~
Hiroshi abrazaba fuertemente a su amada esposa, demostrándole con ese gesto que pasara lo que pasara, él estaría allí para ella, siempre sería así y más en esos momentos en los que el Hatake le ha permitido acercarse a ella, aunque no entendía realmente qué estaba pensando su suegro. Sin embargo, agradecía estar cerca de ella, su esposa, a pesar de las situaciones acontecidas en el pasado entre ambas familias, pero si tenía que elegir entre ellas, elegiría estar a favor de los Hatake, después de todo, ellos han sufrido bastante; tampoco podía dejar de pensar en su familia, si en verdad sus padres hicieron todo eso. Tenía que investigar y, para ello, se alió con el Hatake.
De repente, sintió que Natsuki se removió entre sus brazos y entonces le miró. – Hiro, salgamos de aquí. Quiero salir de éste lugar. – le dijo frunciendo las cejas y haciendo pucheros.
Maravillado por su expresión de niña, Hiroshi ascendió la mano derecha, que reposaba en la cintura de ella, hasta colocarla detrás de su cabeza y, en un sorpresivo movimiento, la aproximó un poco más hacia él acortando la distancia entre ambos y le besó la frente. – Te amo, recuérdalo siempre. – ante éstas palabras, un intenso rubor cubrió el rostro y las orejas de la Hatake, dejándola completamente indefensa. De inmediato, se separó de ella y, agarrándole la mano izquierda con su derecha, salieron del baño, pero rápidamente fueron abordados por Natsumi.
– Onee-chan, ¿Cómo te sientes? – preguntó Natsumi, preocupada mientras le agarraba la mano derecha, ya que la izquierda estaba siendo sostenida por el Sarutobi.
Sorpresivamente, Hiroshi sintió su mano derecha ser apretada por la izquierda de Natsuki, indicándole con ese gesto que ya quería salir de allí cuanto antes. – Anko-san, le encargo a mi esposa. – dijo mirando de reojo a Natsuki, quien mantenía los ojos hacia el otro costado, evitando mirarle, pues estaba demasiado avergonzada como para enfrentarlo. Anko asintió con la cabeza. – Me encargaré del papeleo, así que nos vemos en la salida. – soltó la mano de Natsuki, más ella no quiso soltarlo. Extrañado, giró el cuerpo hacia ella. – ¿Qué pasa? ¿No quieres que me vaya? – ella bajó la mirada. Hiroshi observó a Anko y Natsumi, ellas intercambiaron miradas preocupadas. – No te dejaré, sólo iré a Recepción para firmar el alta y encargarme de los gastos. – la abrazó rodeando el brazo izquierdo alrededor de ella, pues no le soltaba su mano derecha. – Espérame en la salida, ¿Sí? – desganada, ella asintió y soltó su mano. Él asintió con la cabeza mirando a la madre de las trillizas.
Entendiendo la situación, Anko se acercó a Natsuki y, tomándola por los hombros, la separó del Sarutobi. – Cariño, vamos a casa. Hiroshi nos alcanzará en la salida. – siseó mostrándole seguridad, entonces ambas salieron de la habitación.
Por otra parte, Natsumi se quedó mirando fijamente al Sarutobi, quien sonrió con nerviosismo ante la intensidad de su mirada. Entristeció, alertando al joven. – ¿Otō-san, te habló sobre el pasado de mi familia? – preguntó con tristeza reflejada en sus ojos. Hiroshi afirmó con la cabeza. – El estar aquí, significa que has decidido luchar por mi hermana. Por eso, quiero pedirte un favor. – agarró el bulto de Natsuki y lo confrontó. – Nos conocemos desde hace varios años y sé que no lo harás, pero no hagas llorar a mi onee-chan; tampoco decepciones a otō-san, porque él confía en ti. – una leve sonrisa surcó sus labios. – Yo también confío en ti, todos nosotros lo hacemos. – con una leve reverencia, Natsumi salió de la habitación, dejando a un Hiroshi pensativo.
Con las aletas del bulto colgando de su hombro izquierdo, atravesó el corredor con intención de alcanzar a su madre y hermana, quienes se habían adelantado bastante, pues ya no las visualizaba entre los pasillos de aquel hospital, indicando que, probablemente, se encontraran en la salida. "El estar aquí, significa que has decidido luchar por mi hermana". De repente, una alegre sonrisa surcó sus labios, feliz de que su padre aceptara la relación de Natsuki y Hiroshi, debido a que ellos estaban enamorados y sufrían a consecuencia del pasado entre ambas familias. Pronto, logró verlas caminando hacia la salida, pero sintió su móvil vibrar, por lo que se detuvo y lo extrajo del bolsillo trasero de su pantalón, pensando que se trataba de su esposo Ishida; sin embargo, estaba equivocada, la llamada era de su hermano menor Koishi.
Descolgó la llamada. – Hi, Koishi. – siseó Natsumi, reanudando los pasos en dirección a la salida. "Onee-san, no salgan del hospital." Extrañada por la petición del menor, ella frunció las cejas. – ¿Por qué no debemos salir? ¿A qué te refieres? – interrogó sin comprender qué estaba pasando. "No dejes que Natsuki-nee-sama salga. No es buen momento." Su voz se escuchaba agitada como si le fuera difícil respirar. – ¿Qué está pasando? ¿Koishi, estás bien? – percibió a varias enfermeras murmurar sobre algún problema que acontecía. "En la entrada, se están aglomerando periodistas que esperan abordar a Natsuki-nee-sama." Natsuki cruzó la puerta acompañada de su madre. Natsumi abrió sus ojos y salió del edificio para llevarla de regreso, pero encontró un grupo de periodistas y camarógrafos.
De espaldas al edificio y con el brazo izquierdo extendido hacia el costado izquierdo, Koishi sostenía el móvil en su oído derecho explicándole a su hermana los motivos por los que no debían salir mientras, acompañado de cuatro guardaespaldas, evitaba que esas personas se acercaran a la puerta. De repente, los flashes de las cámaras empezaron a bombardear, obligándole a cerrar los ojos. Volvió la cabeza hacia atrás y entreabrió sus ojos, entonces logró ver a la persona que menos deseaba que fuera objetivo de chismes por los paparazzis. Éstos abordaron rápidamente a su adoraba hermana, pasando a través de sus cuatro escoltas. – Mierda. – gruñó, entonces chasqueó la lengua. – ¡Protejan a mi onee-sama! – le ordenó a sus escoltas, quienes de inmediato se mezclaron entre esas personas, tratando de alejarlos de la joven.
Repentinamente, Anko extendió sus brazos hacia Natsuki y la envolvió con ellos, protegiéndola de esos paparazzis; la apretó contra su pecho, abrazándola muy fuerte mientras Natsumi, preocupada, le hablaba a su hermana tratando de que le mirara a ella, no a ellos. Por su parte, Koishi también corrió al lado de Natsuki y la agarró del brazo, provocando que ella se espantara. – Onee-sama, ¿Estás bien? – le preguntó, pero no estaba siendo ella misma, tenía los ojos abiertos mientras sus labios temblaban, todo eso provocado por el miedo. – ¿Onee-sama? – le apretó el brazo, más no obtuvo respuestas.
Siendo abrazada por su madre mientras Natsumi y Koishi intentaban obligarla a volver nuevamente al hospital, Natsuki sólo podía ver a esas personas que la acusaban, bombardeaban de preguntas una y otra y otra vez mientras eran interceptados por los guardaespaldas de su familia; pero las cámaras y esos flashes no dejaban de enfocarla. No paraban, nadie paraba. Quería que se detuvieran. Estaba asustada, mantenía los ojos abiertos de par en par mientras sus labios ligeramente separados estaban temblando, pues las lentes de esas cámaras la señalaban y esas personas le estaban recordando lo sucedido entre Hiroshi y Yoshida, y la acusación de Kimi contra el atentado de su madre Shizune. No quería seguir viendo, tampoco escuchar nada más, sin embargo...
– "Natsuki-san, ¿Es cierto que terminó su relación con Hiroshi-san? ¿Es verdad, que él sale con Yoshida-san?" – preguntó un periodista, acercándose a la Hatake, quien era arrastrada de regreso al edificio.
– "Hay rumores de que usted le disparó a Shizune-san, ¿Qué nos puede decir sobre eso?" – preguntó otro periodista. Natsuki fue rodeada, entonces escondió el rostro entre el pecho de Anko.
– "¿Por qué le disparó? ¿Tuvieron alguna riña? ¿Por eso, C-ute decidió separarse? ¿Por su culpa?" – continuaron las preguntas. Los ojos de Natsuki empezaron a aguarse.
– "¿Terminó la relación con Hiroshi-san por su compromiso con el heredero de las empresas Maito o por la infidelidad de Hiroshi-san?"
– "¿Por qué fue hospitalizada? ¿Nos puede decir, porqué la ingresaron en éste lugar?" – Koishi observó en distintos puntos, buscando alguna abertura donde ellos pudieran escapar, ya que la entrada había sido bloqueada.
– "¿Por qué Hiroshi-san no está acompañándola?" "¿De verdad, Kimi-san la empujó por las escaleras? ¡Explíquenos!"
Entristecida de ver a su alegre hermana mostrar debilidad, y furiosa por esos paparazzis que no les importaba destruir la vida de alguien para buscar noticias, Natsumi apretó los dientes con fuerza. No podía soportar eso, no más. Giró sobre sus talones, enfrentando a esos hambrientos de información. – ¡Dejen a mi hermana en paz! – exclamó, furiosa. No podía verla con lágrimas en los ojos, se prometió a sí misma que la protegería contra quien le hiciera daño. – ¡Onee-chan no es culpable de nada! ¡Dejen de acusarla! – vociferó, enojándose cada vez más entonces movió los ojos hacia Natsuki, quien perdió las fuerzas de sus piernas. – Onee-chan...– susurró, atónita.
Entretanto mantenía la estabilidad de su cuerpo, Natsuki escuchó un zumbido en sus oídos y un ligero mareo le provocó ver todo su alrededor dando vueltas. Veía a las personas dando vueltas y mirándola con reproche. Necesitaba salir de allí lo más rápido posible, no quería estar ahí. – Okā-s...– frunció las cejas sintiendo un terrible dolor golpeando su cabeza y se aferró a Anko, quien la sintió temblar. – Okā-san...– logró musitar. Frunció más las cejas, el dolor era cada vez más insoportable que la obligó a cerrar los ojos. A lo lejos, oía la voz distorsionada de Anko, Koishi, Natsumi y de otras personas, pero no podía escuchar con claridad. Entreabrió sus ojos. – Hiroshi...– susurró, deseando que él apareciera y la llevara lejos de allí. Sí, eso desearía... – Hir...– pronto, todo se volvió oscuridad ante sus ojos.
De repente, Anko sintió el cuerpo pesado de su primogénita sobre ella, obligándola a perder el equilibrio. Asustados, Koishi y Natsumi se apresuraron a agarrarla. Koishi atrajo hacia él a su adorada Natsuki y se agachó con ella en brazos mientras Natsumi ayudaba a su madre a reincorporarse. – Onee-sama...– susurró, preocupado. La aludida no despertaba.– ¡Natsuki-nee-sama! – empezó a toquetear suavemente las mejillas de la desmayada. Nada. – ¡Reacciona, por favor! – siseó nervioso.
– ¿QUÉ ESTÁ SUCEDIENDO AQUÍ? – alguien preguntó con imponencia, llamando la atención de todos los presentes. Era Hiroshi, quien observó el tumulto de gente aglomerada alrededor de los miembros de su nueva familia, con cámaras y micrófonos en sus manos. Los paparazzis retrocedieron. Bajó la mirada, entonces vio a Koishi arrodillado en el suelo mientras sostenía contra el pecho a una inconsciente Natsuki. Ella no se movía, sus ojos estaban cerrados... ¿Cerrados? Cerró las manos en puños y frunció las cejas con furia, estaba furioso. – Nat... ¡NATSUKI! – corrió hacia ella y se arrodilló frente a Koishi, olvidándose de la existencia de los presentes. Separó los labios con deseos de gritar y, temblorosamente, extendió las manos hacia el rostro de ella, pero tenía miedo de tocarla.
Los paparazzis lo abordaron, haciéndole toda clase de preguntas sobre si había terminado con ella, qué pensaba de la acusación contra ella por intento de asesinato, su relación con Miyazaki, entre otras interrogantes que no prestó atención; en ese momento, su prioridad era Natsuki y se culpaba por no haber llegado a tiempo para protegerla. Si algo le pasaba a ella, él... Cierto... Pronto, Natsuki frunció las cejas, estaba reaccionando. La tomó entre sus brazos y, apretándola contra su pecho, se puso de pie con ella en brazos cargándola estilo princesa. Agachó la cabeza, permitiendo que los flequillos ocultaran sus ojos. – Entre Miyazaki y yo, no existe relación amorosa, nunca la hubo, tampoco la habrá. Mi corazón sólo pertenece a una persona, a Natsuki. – los murmullos no se hicieron esperar. – Se está investigando los hechos ocurridos contra Shizune-san, pero les puedo adelantar que Natsuki es inocente de haberla atacado. – alzó la cabeza, mostrando una mirada furiosa, sorprendiendo a los reporteros. – Y no existe tal compromiso con Genji, así que no vuelvan a acercarse a mí esposa con acusaciones falsas. Si ella o nuestro hijo resultan afectados por lo de hoy, no se los perdonaré. – giró sobre sus talones y se encaminó hacia el edificio.
¿Esposa? ¿Hijo? Eran los términos interrogativos, cuales ocuparon las mentes de los agentes publicitarios. Por otra parte, Natsuki frunció las cejas nueva vez, abrió sus ojos y lo primero que vio fue el cuello y mentón del Sarutobi mientras era cargada por éste. Él bajó la mirada, le sonrió. – ¿Te sientes mareada? – preguntó con suavidad, obtuvo una afirmación. – ¿Sientes náuseas? – ella negó la cabeza. – Apóyate en mí. – Natsuki se aferró de él, agarrándole de la camisa. – Le pediré a la doctora Shizuka, que te realice otro chequeo. – dijo, arribando al edificio.
Ilusionado, Koishi vio el comportamiento de su cuñado, primero agresivo y luego, cuando su apreciada hermana abrió los ojos, él cambió a una actitud amorosa y amable. Fue entonces, se dio cuenta que el Sarutobi era sinceramente amable con Natsuki, las personas alrededor de ella y cercanas a él, pero fingía serlo con terceros. Antes, cuando era pequeño notaba, Hiroshi alejaba los idiotas admiradores que la perseguían; ahora, con sus trece años de edad, percibía muchas más situaciones y, entre ellas, él ya no ocultaba sus sentimientos como solía hacerlo, evitando que ella sintiera incomodidad siendo, en aquel tiempo, amigos desde la infancia. Ambos estaban profundamente enamorados, podía notarlo por las tímidas expresiones de Natsuki y la mirada enamorada de Hiroshi dirigida hacia ella.
Se puso de pie, sin apartar los ojos de Hiroshi y Natsuki. Al principio, cuando descubrió el pasado de su familia años atrás, estaba a la expectativa sobre los sucesos que acontecería, así como dispuesto a intervenir si su adorada hermana terminaba sufriendo. Después, lo que temía se hizo realidad, Natsuki sufría porque estaba enamorada de Hiroshi y fue obligada a terminar su noviazgo con él, o más bien, su matrimonio, la noche antes de la boda de Natsumi. Esa noche, escuchó la conversación entre Natsuki y su padre Kakashi, además la vio llorar. Ella lloró en Noche Buena, a pesar de haberse ocultado tras una pared, evitando ser vista, más él logró verla. También, se enteró de su embarazo, porque escuchó la plática de su madre Anko con ella.
Siempre ha estado cerca de Natsuki, observando desde la distancia, pues él decidió que no debía interferir, tan sólo necesitaba esperar la decisión de su hermana; pero mientras esperaba, necesitaba convertirse rápidamente en un hombre para proteger a sus hermanas mayores, en especial a Natsuki, de quien sentía especial cariño y admiración, porque gracias a ella conoció el amor maternal, después de todo, ella se encargó de su crianza y educación. Sin embargo, ella fue volviéndose cada vez más sensible y esa sensibilidad la convirtió en una persona vulnerable, también dejó de ser esa hermana fuerte, empezó a fingir su fortaleza y buscó refugio en los brazos del Sarutobi. En la actualidad, ella se volvió insegura.
Koishi frunció las cejas con tristeza en su mirar. – Onee-sama...– susurró, apenas audible.
...
Recámara a oscuras, sólo era iluminado pequeño espacio gracias a un televisor encendido mientras sentado sobre un sofá frente al televisor, observando las escenas que ocurrieron en el hospital, se encontraba una figura masculina de piel muy pálida, con un pelo de color negro que le llegaba hasta la cintura. Parpadeó, sus ojos de color ámbar con cortes en sus pupilas y unas marcas de color púrpura alrededor de los ojos, volvieron a mirar hacia la pantalla; entonces, una retorcida sonrisa atravesó sus labios. Al instante, la puerta de la habitación fue abierta y alguien arribó a la misma. – Cuando sólo usas la fuerza para tomar un lugar, te conviertes en un idiota con prisa por morir. – suspiró desganado. – Sabes qué hacer. – dijo clavando sus ojos en dicha persona: un hombre de cabello grisáceo recogido en una cola de caballo.
La figura masculina inclinó el cuerpo en reverencia y, al incorporarse, centró los ojos color negro sobre el hombre sentado frente al televisor. – Seré cuidadoso, Orochimaru-sama. – respondió Kabuto, acomodándose los anteojos circulares, luego marchó de aquella habitación.
Orochimaru agarró el control remoto y presionó el botón pausa, deteniendo el video en Anko abrazando a Natsuki como protegiéndola de los medios. Sus ojos ambarinos posaron en el rostro de su sobrina, quien se veía contrariada, asustada mientras las cejas estaban fruncidas. Él entrecerró sus ojos. – Las cosas que tienen forma deben caer algún día. Lo mismo pasa con la gente. – apagó el televisor, quedando la recámara completamente a oscuras.
...
Dos semanas después...
Residencia Hatake...
Sentada sobre el sofá y, vistiendo camiseta blanca debajo de una chaqueta rosa pálido con las mangas dobladas hasta los codos, jeans azul y unos botines de color negro en material sintético de tacón fino; Natsumi se apartó un mechón del cabello que se había deslizado hacia el rostro mientras veía en una revista, vestidos para fiestas de diversos modelos, formas y diseños. Sin apartar los ojos de la revista, extendió el brazo izquierdo hacia la mesita frente a ella y agarró la taza llena de café que una de las domésticas le había dejado minutos antes, y la llevó a sus labios. Bebió un sorbo y movió los ojos hacia su costado derecho.
Allí, sentada a su lado, Natsuki vestía una blusa holgada de color blanca con diseños de grandes girasoles, una falda amarilla hasta las rodillas, y unas pantuflas rosadas. Ella también leía una revista, se veía radiante a pesar de estar sencillamente vestida; sabía que su hermana era elegante y todas las prendas de vestir que elegía ponerse le quedaban hermosas, pero había algo en ella que era difícil no notar. Ese algo, era el brillo de una mujer embarazada. Una tierna sonrisa atravesó los labios de Natsumi, entonces colocó la taza de regreso a la mesita y volvió a mirarla. Ella estaba tan concentrada que no había probado bocado, es por ello que Natsumi agarró un tenedor, lo hincó en un pedacito de fresa y lo extendió hacia ella.
De inmediato, Natsuki vio su preciada fresa extendida hacia el rostro enganchada en un tenedor y, con las mejillas sonrojadas, la comió de un bocado. Sonrió feliz, degustando la cítrica fruta. Sonriendo, Natsumi negó con la cabeza. – Vamos a comer, luego podrás seguir viendo las revistas. – musitó Natsumi, arrebatándole la revista de la mano. Natsuki resopló e infló sus mejillas para luego empezar a comer las frutas que se encontraban en un plato encima de la mesita, como si en verdad se tratara de una niña regañada, a pesar de que ella era la mayor de las tres. Verla degustando, le hizo sentir nostalgia. De repente, la puerta fue abierta, llamando la atención de ambas.
Con un pedazo de piña en su boca, Natsuki miró en dirección a la puerta y sus ojos abrieron desmesurados. Arribaron tres personas conocidas, pero su atención fue dirigida hacia él. Hiroshi había llegado y se acercaba a la sala caminando detrás de su padre Kakashi y Koishi. Su elegante traje de pantalón y chaqueta azul marina, zapatos marrones y camisa blanca le daba una apariencia muy varonil. Su corazón palpitó fuertemente, tan preciso que podía sentirlo en las palmas de sus manos, pues tenía varios días que ambos no se veían, ya sea porque el Sarutobi estaba en las empresas Hatake acompañando a su padre y, cuando llegaba a la casa, ella dormía; o él tenía rodajes de algún comercial, entrevista y dramas que necesitaban su presencia mientras ella siempre esperaba en casa. Debido a su condición y embarazo, no le permitían salir a menos que fuera estrictamente necesario.
Sin embargo, siempre esperaba ansiosa el poder verlo y tenerlo cerca, pues Kakashi decidió que ella necesitaba vivir en la residencia Hatake mientras el embarazo perdurara. Lo entendía, como entendía que su padre aceptó la relación por su felicidad y, por eso, ella debía aceptar todas sus disposiciones. Aún así, anhelaba la compañía de su esposo y ese anhelo crecía cada vez, más debía esperar como niña buena, como siempre lo ha sido.
De inmediato, Natsuki tragó el pedazo de piña, agarró el único vaso con zumo de naranja que se encontraba encima de la mesita y se levantó del sofá ante la mirada curiosa de Natsumi. Quería darle su jugo a Hiroshi, pero no quería interrumpir la conversación de él con Kakashi y Koishi. Los tres platicaban amenamente sobre varios proyectos que iniciaron con una empresa de bienes raíces, inclusive Koishi empezó a interesarse por los negocios familiares, mientras ella sólo esperaba. Estaba consciente de que Hiroshi trabajaba duro para ganarse la confianza de su padre, sin embargo, ella también lo necesitaba a su lado. Entristecida, Natsuki apretó el vaso con sus manos, entonces bajó la mirada y sus labios se curvaron hacia abajo.
Natsumi movió los ojos hacia el vaso con zumo de naranja que su hermana sostenía entre las manos, entonces se puso de pie y colocó la mano derecha en el hombro de ella. Natsuki abrió sus ojos y volvió la cabeza hacia ella. – Otō-san...– llamó su atención, más el aludido no respondió esperando que ella continuara. – En unos días será la premiación Starlight. Así que, mañana, Natsuki y yo agendamos cita con un diseñador de modas. – dijo Natsumi, segura de sus palabras.
Kakashi bajó la vista hacia el objeto que Natsuki sostenía entre sus manos. Ella se veía triste y contrariada mientras apretaba el cristalino vaso, es por ello que él podía deducir, ese zumo de naranja era para el joven Sarutobi; también, el hecho de Natsumi interrumpir su conversación, se debió a que le estaba pidiendo espacio entre esos dos. Mirada seria. – Cuando necesiten salir, los escoltas las acompañarán. – sentenció, entonces percibió a Hiroshi y Natsuki intercambiando miraditas. De repente, su móvil empezó a vibrar, lo extrajo del bolsillo de su pantalón y descolgó para luego distanciarse de los jóvenes mientras dialogaba con la persona al otro lado de la línea telefónica.
Hambriento, Koishi observó con gusto, el plato de frutas ubicado sobre la mesita de centro, entonces vio a su padre conversando un poco lejos de ellos y a Natsuki acercarse tímidamente al Sarutobi. Éste le sonrió a su hermana y agarró el vaso de jugo que ella le extendió. Ambos se veían cursis, así que él caminó hacia el plato y se llevó a la boca un trozo de piña, entonces notó un detalle no percibido desde su llegada: Natsumi y Natsuki estaban peinadas con la misma cola de caballo y los flequillos bonitamente cayendo hacia los lados. Agarró otro pedazo de piña y lo acercó a los labios, pero sus ojos desviaron hacia un sonriente Hiroshi, quien agachó el cuerpo y besó el vientre de Natsuki. Mordió el pedazo de piña entretanto escuchaba a Hiroshi iniciando un monólogo con el bebé.
"¿Quién es el bebé más lindo del mundo?". Koishi casi se atragantó con el pedazo de piña, cuando escuchó decir a Hiroshi esas palabras al bebé. No comprendía los motivos que logran hacer de las personas hablar a una criatura que, probablemente, sus oídos no se encontraban desarrollados; sin embargo, no podía negar que su sobrino ha llenado a todos de alegría, a pesar de las pocas probabilidades de nacer. Aún así... Una sonrisa atravesó sus labios, sólo de pensar en tener a su sobrino entre los brazos, a esa pequeña criatura, hijo de su hermana mayor. Sí, le gustaría tenerlo entre brazos. Pronto, Kakashi colgó la llamada y pronunció el nombre de Hiroshi, logrando que éste le prestara atención, entonces ambos intercambiaron palabras y su padre marchó saliendo de casa. Hiroshi se puso de pie y, acortando la distancia entre Natsuki y él, plasmó sus labios en los de ella, luego marchó detrás de Kakashi, sin darle tiempo a ella de decir algo.
Con las cejas fruncidas, Koishi vio a Hiroshi cruzando a través de la puerta principal, luego movió los ojos hacia Natsuki, percibiendo en ella una mirada entristecida. – Onee-sama...– susurró, sintiendo tristeza al verla así.
Viendo a su hermana agachar la mirada, Natsumi se acercó a ella y la rodeó con los brazos. – Continuemos viendo los vestidos. – le dijo con alegría. Siendo abrazada por su hermana y mejor amiga, Natsuki dejó escapar una risilla, provocando en Natsumi una inmensa alegría; pues, ella decidió protegerla ante todo y todos, inclusive de sus propias emociones.
...
Días después...
Residencia Sarutobi / 6:45 P.M.
En una de la tantas recámaras de la mansión Sarutobi, se encontraban diversas piezas de ropa encima de la cama y el suelo. Himeko suspiró sin dejar de mirar el desastre de ropa y zapatos por toda la habitación, pues había buscado y puesto ropas de distintas formas y colores, más no encontraba nada que ponerse. La razón, ella tenía una cita a las 8:00 de la noche con Maito Genji y estaba más nerviosa que nunca. Sólo pensar que estará sola con él, en una cita... Un intenso rubor cubrió sus rosaditas mejillas y, cubriéndose el rostro con ambas manos, se dejó caer sobre la cama, avergonzada mientras murmuraba frases como "Quiero verme linda" "Pero no sé qué ponerme" "¿Y si nos besamos?" Besarse...
De pronto, cayó en cuenta sobre algo y tomó asiento en la cama. La tarde cuando ambos se encontraron en la pastelería y él, en un acto heroico, la protegió de sufrir accidente automovilístico causando que la herida en su espalda agravara, insistió en que ella debía atender la herida; pero pasó nada más, sólo la dejaron en casa y él marchó. Desde entonces, no habían tenido contacto, hasta hacía pocas horas cuando él la invitó al cine y ella aceptó, por tanto era la primera salida formal que los dos tendrían, sólo ellos dos, sin interrupciones.
Sacudió la cabeza, alejando extraños pensamientos. No debía pensar en cosas innecesarias, después de todo eran amigos y sólo ella estaba ilusionada, pues él tenía sentimientos por su hermana mayor. – Ésta noche, no me preocuparé. – musitó Himeko, poniéndose de pie y miró la hora. Eran las 6:58 P.M. Rápidamente, se encaminó hacia el guardarropas y extrajo unas piezas.
Quince minutos más tarde...
Completamente vestida, Himeko contempló su reflejo frente al espejo, así logró apreciar el lindo lacito blanco adornando su coleta de caballo y los flequillos bonitamente peinados hacia el frente. Deslizó ambas manos desde el estómago hasta los muslos, alisando la blusa de mangas 3/4, color verde y un short blanco que llevaba puesto; echó un último vistazo a sus medias blancas que le llegaban hasta los tobillos y los converse negros con blancos. No llevaba prendas preciosas, sólo portaba un reloj plateado de pulsera metálica con piedrecitas alrededor de la cubierta.
7:25 P.M. Agarró su peculiar mochila negra y volvió a mirarse en el espejo de arriba hacia abajo y viceversa. No podía compararse con sus hermanas, ellas eran elegantes y femeninas, atraían a las personas con sus auras radiantes; ella, alguien normal que no podía actuar ni cantar, menos administrar una empresa, tampoco vestía como ellas y no aguantaba los tacones, tan sólo era buena en artes marciales. Espiró, tal vez era mejor no asistir, pero ya había confirmado. Sacudió la cabeza, pues estaba siendo pesimista. Una alegre sonrisa surcó sus labios y salió de la recámara cerrando la puerta detrás.
...
Al mismo tiempo...
Con el antebrazo izquierdo apoyado en la puerta, Genji conducía un automóvil negro a una velocidad de 55 kilómetros por hora, con los cristales bajados, atravesando las calles de la ciudad mientras sonreía con ilusión, pues tenía una cita con Mitsuki Hatake. Cierto, Mitsuki. De inmediato, imágenes de la chica invadieron sus pensamientos, en especial las escenas de ese día en la pastelería, cuando ella tenía el rostro completamente ruborizado; esas mejillas tan rojas como las fresas dulces, sus ojitos negros brillaban hermosamente y sus labios entreabiertos como si gritaran ser besados.
Su corazón empezó a latir fuerte y sus mejillas ruborizaron furiosamente, por lo que se cubrió boca y nariz con la mano izquierda. Todavía, no comprendía del todo porqué, de todas las mujeres que podía tener entre sus brazos, tenía que ser la hermana menor de Natsuki, la mujer que desde niño fue su primer amor; sin embargo, a pesar de ser trillizas, cada una era diferente, ella era diferente de Natsuki. No era delicada ni refinada, sino alegre, carismática y hermosa. Sabía que ella gustaba practicar artes marciales, pero desconocía sobre sus otros intereses y gustos, tampoco entendía la relación entre ella y Asuma Sarutobi, y el motivo por el cual ella era bastante respetuosa con los Hatake, más quería conocerla, necesitaba conocerla.
Visualizó el parque frente a una plaza comercial, donde ambos se encontrarían, entonces tomó el carril derecho y, cuando estuvo próximo a la entrada del parque, redujo la velocidad hasta estacionar el automóvil a un lado de la acera; enseguida, subió los cristales y descendió del vehículo, cerrando la puerta a su paso. De pie en el pavimento, observó su reloj de pulsera: 7:28 P.M. Restaban 32 minutos, así que decidió esperar sentado sobre el capó del automóvil. No obstante, las mujeres pasaban observando en su dirección y sonriendo coquetas, otras ruborizadas y muchas murmuraban entre sí sobre lo elegante que se veía sentado en el capó mientras sus cabellos negros alborotados eran mecidos por el viento.
Volvió a echar un vistazo al reloj de pulsera: 7:31 P.M. Estaba impaciente y nervioso, no había estado de esa forma cuando de citas se trataba, pues siempre estaba rodeado de mujeres y no se preocupaba por su apariencia. ¿Apariencia? Bajó la mirada y observó la vestimenta que llevaba: traje de pantalón y chaqueta azul marino, camisa blanca, corbata amarilla, medias azul marino y zapatos negros, dándole una apariencia tan varonil que cautivaba a las mujeres. Se golpeó mentalmente, pensando que debió haber ido a casa para cambiarse de ropa, pero salió de la oficina directo a encontrarse con la Hatake, evitando llegar tarde, más llegó temprano.
Miró nuevamente el reloj: 7:34 P.M., y volvió la cabeza hacia varios puntos buscando a la chica con la mirada, más no la veía. Se mordió el labio inferior, tratando de calmar sus nervios, los cuales cada vez le dejaba inquieto. Hasta ésta cita, no había sentido impaciencia por esperar a alguien, pero tenía muchos días sin verla y eso no le ayudaba. De repente, su móvil empezó a vibrar dentro del bolsillo izquierdo de su pantalón, por tanto deslizó mano izquierda en el bolsillo y lo extrajo. Extrañado por el nombre del remitente, descolgó. – Sarutobi. – atinó a decir, no gustoso de recibir la llamada de él. "Tengo un favor que pedirte". ¿Favor? Detenidamente, escuchó la petición del Sarutobi y, contrariado, aflojó su corbata. – Sarutobi, en éste momento, tengo una cita con...– "Por favor, ahora mismo me encuentro fuera de la ciudad, no podré llegar a tiempo y no quiero que ella asista sola. Sólo la acompañarás hasta que llegue. Temo que pueda pasarle algo con tantas personas alrededor". El nombrado se escuchaba desesperado.
Genji dejó escapar un silencioso suspiro. – ¿A qué hora necesitas que esté allá? – "7:45 P.M. más o menos, la celebración inicia a las 8:00 P.M." Observó el reloj: 7:39 P.M. Entendía la preocupación del Sarutobi, pues Natsuki estaba embarazada y era un embarazo riesgoso. – Estaré ahí, pero me debes una. – colgó, se levantó de encima del capó y marcó el número de Mitsuki, pues necesitaba disculparse con ella, más ella no respondió. Volvió a marcarle, nada. Espiró otra vez, entonces abrió la puerta del automóvil, miró nuevamente hacia los alrededores, tampoco logró verla. Decidió llamarle otra vez, no quería irse sin platicar con ella y disculparse. Subió al vehículo, cerrando la puerta a su paso. Entristeció, irse así sin explicación, le parecía no agradable, por tanto tomó la decisión de escribirle un mensaje de texto: "Mitsuki-chan, discúlpame. Se me ha presentado una emergencia, te llamaré más tarde." Envió el mensaje y arrancó pisando el acelerador.
En ese momento...
Un taxi estacionó frente a la entrada del parque. Enseguida, una alegre Himeko descendió de éste cerrando la puerta a su paso y, en ese instante, logró escuchar el motor acelerado de un auto; entonces, vio de soslayo un automóvil deportivo negro que salió corriendo a una velocidad impresionante, sin saber que dicho vehículo era conducido por Genji. Sin darle importancia, observó su reloj de pulsera metálica: 7:40 P.M., luego varios espacios procurando encontrar a su cita, más no lo ubicó. – Aún no es la hora acordada. – dijo Himeko para sí misma en voz baja. Sonriente, caminó hacia las bancas con el objetivo de esperarlo, allí tomó asiento.
Sentada sobre la banca, Himeko alzó la cabeza hacia el cielo, contemplando las pocas y esparcidas estrellas. Movió los ojos en dirección a la luna, ésta se veía tan hermosa y atrayente que hacía querer volar hacia ella; pero observarla conllevó a que recuerdos sobre las experiencias y dificultades vividas, invadieran sus pensamientos. Después de tantos años, regresar a Konoha y enterarse que su familia no era su verdadera familia, sino que tenía otra, fue difícil aceptar, a sabiendas de siempre desear tener hermanas. Ahora que las tenía, deseaba ser como ellas, sin embargo, su corazón guardaba emociones encontradas contra Natsuki, consecuencia de los sentimientos latentes por Genji, quien tardaba en llegar. Nuevamente, miró el reloj: 8:10 P.M.
Las personas caminaban despreocupadas mientras sentadas en las bancas se podían apreciar a las parejas en plan amoroso que, sin poder evitarlo, sus ojos posaron sobre una pareja que estaba besándose apasionadamente. Sus mejillas enrojecieron y se cubrió el rostro con ambas manos, ocultando su vergüenza. Deseaba verlo. Badump... "Lamento la tardanza." Su corazón dio un fuerte latido que la dejó sin aire, pero estaba feliz, él había llegado. De inmediato, apartó las manos del rostro y desvió la cabeza hacia atrás, el corazón sintió una punzada de dolor al tratarse de alguien más que le dijo esas palabras a otra mujer.
8:20 P.M. Las facciones de su rostro entristecieron, sacudió la cabeza alejando posibles causas del porqué él no había llegado. – Él llegará. – se dijo a sí misma, dándose ánimos. Diez minutos después, Himeko observó a algunas parejas marcharse abrazadas. – ¿Debería llamarle? – se preguntó con temor, entonces decidió llamarle. – Mejor no. Si está en reunión, no quiero interrumpir. – dejó escapar un silencioso suspiro y volvió a contemplar las estrellas en el cielo. Los minutos fueron pasando y ella aún esperando, viendo a los transeúntes marchar de aquel lugar, quedando sola. Bajó la mirada hacia su reloj de pulsera: 8:45 P.M. La preocupación invadió su ser, abrió la mochila para buscar su teléfono móvil e intentar llamarle, más no lo ubicó. Desesperada, rebuscó entre sus pertenencias y no lo encontró. Espiró y se puso de pie, pues no tenía ganas de permanecer en aquel lugar, donde era obvio que él no llegaría.
Himeko giró sobre sus talones y, de repente, sus ojos se desviaron hacia un punto específico y los labios curvaron hacia abajo en una triste sonrisa mientras veía una pantalla grande en el edificio del frente, la cual presentaba la transmisión de los premios Starlight y, en ese mismo momento, enfocaron a su hermana Natsuki acompañada de Genji, quien sonreía feliz. ¿Feliz? Cerró las manos en puños. No podía creer que él la dejara plantada sólo para estar con su hermana... De repente sus piernas perdieron las fuerzas, pero logró reincorporarse. No era necesario permanecer en aquel lugar; después de todo, era obvio pensar que, para él, Natsuki seguía siendo importante mientras ella no tenía espacio dentro de su corazón. Así que, en silencio, Himeko decidió marcharse a casa caminando todo el trayecto, necesitaba aclarar su mente y corazón.
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