Konnichiwa, minna-san!

Ha pasado tiempo desde que no actualizo ni publico algo nuevo, pero estoy dedicando, dentro de mis posibilidades, tiempo para finalizar ésta historia que ha sido bastante larga, más no quisiera terminarla dejando cabos sueltos; les aseguro que pronto terminaré. También, tengo planes de escribir una nueva historia.

Sin más comentarios...


Okāsan, doko ni iru no?

(38)

Konoha / 12:25 A.M.

Sentada en el suelo con la rodilla derecha raspada, la cual sangraba, Himeko tragó saliva al ver a los tres hombres desconocidos rodearla sin dejar posibles brechas de escape mientras un cuarto hombre, sonriendo con malicia, le apuntaba con un arma de fuego. ¿Acaso, éste era su final? ¿Así terminaría, sin apenas confesar su amor por el tarado de Genji? ¿Luchó tanto en su vida y a la larga consiguió nada? No, no quería morir allí, tenía que continuar, ahora más que nunca, después de haber descubierto su nueva familia; debía seguir... Debía... El hombre que sostenía el arma, sonrió nueva vez y apretó el gatillo. Por inercia, ella cerró los ojos con fuerza, entonces escuchó el disparo retumbar fuertemente en sus oídos.

Himeko esperó y esperó, pero nada pasó. Frunció las cejas, permaneciendo con los ojos cerrados. – Qué extraño... ¿No debía haber sentido algún extraño y penetrante dolor? – se preguntó mentalmente mientras pensaba en la posibilidad de haber cruzado al mundo espectral. ¿Mundo espectral? ¿Pero debió haber sentido alguna clase de dolor antes de, no? Tomando valor y arriesgándose, abrió sus ojos negros y éstos abrieron como platos ante los acontecimientos que sucedían en ese momento. – ¿Onii-sama...? – susurró sorprendida con voz apenas audible. En efecto, un desaliñado Hiroshi forcejaba contra el hombre desconocido, sosteniéndole la muñeca derecha fuertemente agarrada mientras le mantenía el brazo derecho hacia arriba con el arma apuntando en dirección al cielo.

Forcejeando entre sí, Hiroshi procuraba arrebatarle el arma al atacante, más la fuerza empleada por su contrario, le dificultaba el arrebato. Entonces, dio un rápido vistazo hacia su pequeña hermana, quien parecía sorprendida con sus negros ojos abiertos de par en par, sus manos y cuerpo temblaban debido al miedo que vivió antes de él llegar. Agradecía haber llegado a tiempo... En verdad, lo agradecía...

Quince minutos antes...

Corriendo por las calles de la ciudad, vistiendo elegante pantalón gris, zapatos negros y camisa blanca remangada hasta los codos, Hiroshi veía de un lado a otro los altos edificios, la plaza cerrada, los pequeños comercios también cerrados y los pocos transeúntes pasar de un lado a otro despreocupadamente. Se detuvo y agachó el cuerpo, físicamente agotado, pues llevaba más de media hora buscando a Himeko por los alrededores del parque, lugar donde se reuniría con Maito Genji, quien vistiendo pantalón azul marino, camisa blanca remangada hasta los antebrazos, corbata roja y zapatos negros, estaba parado a un metro de distancia de él y se veía muy preocupado observando de un lado a otro.

Por un lado, Hiroshi entrecerró los ojos sin dejar de observar a Maito, pues por más que intentara entender, no comprendía del todo, ya que pensaba el susodicho estaba enamorado de su esposa Natsuki, pero... ¿Qué pasó entre Himeko y él? ¿Genji se había hecho a la idea de su compromiso con ella? Sacudió la cabeza, no era momento para pensar en esos temas, debía encontrar a su hermana cuanto antes. Por otra parte, Genji echó un rápido vistazo a su reloj de pulsera, dándose cuenta que eran pasadas las 12:10 A.M., y no encontraban a Mitsuki; se llevó la mano izquierda a los cabellos y los echó hacia atrás, estaba nervioso y asustado de que ella estuviera en peligro, y él no estaba cerca para protegerla. De repente, una punzada de dolor hincó en su pecho de sólo pensarlo.

Después de todo, Genji no comprendía porqué, de todas las mujeres que podía tener entre sus brazos, tenía que ser la hermana menor de Natsuki, la mujer que desde niño fue su primer amor; sin embargo, a pesar de ser trillizas, cada una era diferente, ella era diferente de Natsuki. No era delicada ni refinada, sino alegre, carismática y hermosa. Sabía que ella gustaba practicar artes marciales, pero desconocía sobre sus otros intereses y gustos, tampoco entendía la relación entre ella y Asuma Sarutobi, y el motivo por el cual ella era bastante respetuosa con los Hatake, más quería conocerla, necesitaba conocerla, necesitaba saber más de ella, necesitaba... Abrió sus ojos como platos. – Ahora lo entiendo. – susurró y explotó en carcajadas.

Confundido y extrañado por la repentina reacción de él, Hiroshi frunció las cejas mientras se reincorporaba para seguir la búsqueda de Himeko. Genji dejó de reír y las facciones de su rostro entristecieron mucho, entendía su preocupación y la necesidad de saber más sobre ella, lo entendía y sintió miedo, miedo de perderla ahora que comprendía sus sentimientos, por eso debía encontrarla rápidamente y confesarle su sentir, pero antes... Volvió la cabeza hacia el Sarutobi. – Sarutobi, aún no comprendo la relación entre Mitsuki-chan y tu padre, pero no perderé. – giró sobre sus talones y salió corriendo. Ansioso, buscó con los ojos la silueta de la Hatake.

– ¿Mi padre? ¿Qué tiene el viejo que ver en ésto? – se preguntó Hiroshi, más confundido que nunca. Entonces recordó, la noche que fue celebrada la boda de Ishida y Natsumi, su hermana hizo su entrada tomada del brazo de su padre. Probablemente, el chico confundía la relación entre ellos, debido a la situación entre ambas familias. Sonrió divertido, pero la sonrisa desapareció cuando una idea le pasó por la cabeza. – ¿Genji está enamorado de Himeko? – se preguntó a sí mismo entre susurros. Sacudió la cabeza y empezó a correr tratando de alcanzarle, pero escuchó un extraño ruido y, por consiguiente, se detuvo en seco y avanzó un poco más hacia ese extraño ruido. Estaba muy oscuro, pero logró ver a cuatro individuos agruparse alrededor de un espacio. "Qué lástima, eres muy hermosa y tu galán no vino por ti.", logró escuchar seguido de unas carcajadas.

Curioso, intentó acercarse y logró visualizar a una joven de espaldas, sentada en el suelo, vistiendo un short de color blanco, blusa verde de mangas 3/4, medias blancas hasta los tobillos y unos converse negros con blancos. Entrecerró los ojos, entonces se percató de que el hombre frente a la dama portaba un arma de fuego apuntándole a la cabeza. Estaban dispuestos a matar a esa chica y él debía hacer algo, pero también necesitaba buscar a su hermana y cada segundo que no la buscara, ponía en peligro su vida... Así que, debatiéndose entre el deber y la responsabilidad, extrajo su móvil con el propósito de llamar a la unidad policial para reportar dicho acontecer, pero volvió a observar la chica y...

Abrió sus ojos como platos mientras el móvil se deslizaba de su mano. – ¿Himeko? – la furia se apoderó completamente de él al ver los ojos de su pequeña hermana llenos de miedo, cerró las manos en puños con tanta fuerza que éstos temblaron y, de inmediato, empezó a correr en su ayuda importándole poco que ellos estuvieran armados, sólo deseaba proteger a su hermanita. Sin embargo, una figura masculina se le adelantó corriendo más rápido y, con una fuerza descomunal, le impactó una precisa patada en el estómago a uno de los individuos obligándole a encorvarse; rápidamente, esa figura se abalanzó contra el hombre armado, agarró el arma que apuntaba a Himeko con su mano desnuda, giró el brazo con el arma hacia la derecha y lanzó a la persona armada contra el suelo sosteniendo su brazo fuertemente.

Atónito, Hiroshi se detuvo de golpe ante la furiosa y penetrante mirada de aquel individuo que mantenía a la persona armada contra el suelo. – Genji...– susurró inquieto, pues nunca antes había visto una mirada tan sombría como la de él, o más bien, siempre había visto en él un rostro apacible, a veces serio o burlón, pero jamás furioso. Enseguida, volvió la cabeza hacia su hermana y vio a otro individuo apuntando con ella a Himeko. – ¡No lo harás! – gritó en su interior. Corrió tan rápido como sus piernas les permitieron y, agarrando fuertemente la muñeca derecha del hombre armado, le desvió el brazo hacia el costado derecho logrando que la bala se disparara hacia una pared, salvando la vida de su hermana.

Volviendo al presente...

Hiroshi forcejaba contra el hombre desconocido, sosteniéndole la muñeca derecha fuertemente agarrada mientras le mantenía el brazo derecho hacia arriba con el arma apuntando en dirección al cielo. Forcejeando entre sí, procuraba arrebatarle el arma al atacante, más la fuerza empleada por su contrario, le dificultaba el arrebato. Entonces, dio un rápido vistazo hacia su pequeña hermana, quien parecía sorprendida con sus negros ojos abiertos de par en par, sus manos y cuerpo temblaban debido al miedo que había vivido. De repente, vislumbró al cuarto individuo aproximarse a Genji con un palo de madera mientras éste golpeaba una y otra y otra vez al individuo que desarmó; así que, de inmediato, Hiroshi le impactó a su adversario un preciso codazo, obligándole a soltar el arma y encorvarse de dolor; rápidamente agarró el arma, se acercó al cuarto individuo desconocido y, con la empuñadura, le golpeó la cabeza noqueándolo de un sólo golpe.

Seguro de sí, Hiroshi extrajo el cartucho de la pistola y lanzó ésta bien lejos, luego guardó el cartucho dentro del bolsillo izquierdo de su pantalón, asegurando de un posible ataque. Después, miró a Genji, quien se encontraba encima del desarmado hombre golpeando su cara una y otra y otra vez con el rostro endurecido y la mirada echa un furia. Bajó la mirada hacia los puños de su amigo, entonces notó que él tenía los nudillos ensangrentados de tanto golpear al tipo. "¿Onii-sama?" Escuchó la voz temblorosa de Himeko, ella estaba asustada por todo lo ocurrido y se asustaría más al ver a Genji golpeando cruelmente a una persona inconsciente; entonces acortó la distancia entre ambos y le colocó una mano encima del hombro, tratando de calmarlo. – Es suficiente. – le susurró. Para su sorpresa, su amigo cesó los golpes.

Respirando agitado, Genji bajó la mirada hacia el tipo inconsciente debajo de él, luego observó sus manos, cuyos nudillos estaban ensangrentados. ¿Ensangrentados? Abrió sus ojos como platos, pues no podía creer que perdió los estribos de esa forma por una mujer; no obstante, ella estaba en peligro de muerte y necesitaba protegerla a sabiendas de lo arriesgado que fue lanzarse sin un plan. ¿Arriesgarse por una mujer? ¿Esa sería la segunda ocasión, no? La primera fue Natsuki, luego Mitsuki... ¿Acaso, las Hatake tenían algo especial que lograban hacerle perder la cabeza? Probablemente. Genji inhaló profundo y exhaló lentamente, debía tranquilizarse para evitar que Mitsuki le viera en ese estado; entonces, se puso en pie y echó un vistazo al Sarutobi, quien, para su sorpresa, tenía una mirada furiosa dirigida hacia aquel que había golpeado hasta el cansancio.

Onii-sama...– ambos escucharon esa reconocible suave voz.

Al instante, Hiroshi cerró los ojos y volvió a abrirlos mostrando un rostro tranquilo y sereno, pues necesitaba demostrarle que todo estaba bien, ella estaría bien; luego, giró sobre sus talones y se acercó a ella ante la expectante mirada de Genji. Por otra parte, Genji se mantuvo a distancia viendo al Sarutobi arrodillarse frente a Mitsuki y hablando con ella suavemente mientras le acariciaba la cabeza. Ellos, al parecer, tenían una relación muy estrecha y era lógico, debido a que Natsuki al ser esposa del Sarutobi, Mitsuki se convirtió en su cuñada, más no entendía porqué esa noche ella llegó a la boda acompañada de Asuma Sarutobi. Sacudió la cabeza, no debía pensar en aquello, pero le inquietaba.

Ahora que por fin comprendía sus emociones, era momento de expresarlo, así que cerrando las manos en puños, inhaló y caminó hacia ella. Se detuvo unos pasos detrás de un agachado Sarutobi, entonces se agachó frente a ella y le extendió una mano para ayudarla a levantar, sin embargo, Mitsuki se quedó mirándole fijamente y apretó los labios en una línea. Genji parpadeó ante la profunda mirada de la chica y sus labios apretados, gestos indicativos de que ella estaba enojada con él; sin embargo, decidió devolverle la mirada. Entrecerró los ojos sin dejar de observarla, la estaba mirando demasiado, pero no le importó.

Por su parte, al verlo mirándola fijamente con una mirada seria en el rostro, Himeko se puso nerviosa y desvió sus ojos hacia su hermano. – O-Onii-sama...– musitó, titubeante.

Hiroshi permaneció esperando que ella dijera algo, más notó que sus mejillas ruborizaron y sólo agachó la cabeza, probablemente ocultando su sonrojo debido a la presencia de Maito Genji, a quien visualizó observando fijamente a su hermana. La intensidad de su mirada era tal, que sus ojos brillaban, un brillo especial que sólo una persona enamorada podía tener. Hiroshi cerró los ojos por unos instantes, sonrió y luego aclaró la garganta. – Himeko, vamos a casa. – la nombrada alzó la cabeza y entristeció. Hiroshi posó una mano sobre la cabeza de ella, en un gesto tranquilizador. – Otō-san y okā-san están muy preocupados por ti. – los ojos de ella cristalizaron, pues sentía ganas de llorar. – ¿Puedes caminar? – obtuvo una afirmación.

Himeko se dispuso a ponerse de pie, pero el dolor trasiego en su rodilla le impidió levantarse por su propia cuenta, así que frunció las cejas consecuencia del punzante dolor. Dándose cuenta de que, inconscientemente, Himeko se llevó una mano a la pantorrilla mientras fruncía el entrecejo, Hiroshi extendió los brazos hacia ella para cargarla y levantarla del suelo, pero un brazo se interpuso en su camino. Desvió los ojos hacia el costado izquierdo y observó que el brazo pertenecía a Genji, quien tenía la cabeza agachada. – Maito, apártate. – el Sarutobi le ordenó con voz firme.

Genji alzó la mirada y la vio, con sus mejillas tan rojas como las fresas dulces, sus ojitos negros brillando hermosamente y sus labios entreabiertos como si gritaran ser besados. De pronto, el corazón latió fuerte y, de inmediato, sus mejillas ruborizaron, desvió la cabeza hacia el costado izquierdo y se cubrió boca y nariz con la mano izquierda. Se maldijo internamente, pues estaba comportándose como un idiota delante del Sarutobi, quien lo más probable notó su contrariedad y si tenía intenciones de confesarle a Mitsuki su sentir, necesitaba deshacerse de sus temores. – Sarutobi, ¿Te importaría permitirme unos minutos con Mitsuki-chan? – preguntó volviendo a observar a la Hatake.

Observando al chico, Hiroshi arqueó una ceja. – Sí me importaría, Himeko es mi hermana. – respondió con firmeza, desconcertando a Genji.

¿Hermana? – siseó Genji, tratando de asimilar dicha información. ¿Cómo era posible que ambos fueran hermanos? ¿Mitsuki era hija de Kakashi Hatake, no? ¡Por Kami-sama, ella era trilliza! ¡Por supuesto, sería hija de Kakashi! Separó los labios, dispuesto a cuestionar al Sarutobi, pero...

¡Mitsuki-chan! – exclamó una conocida voz femenina, llamando la atención de Hiroshi, Mitsuki y Genji, quienes desviaron los ojos hacia la persona que había vociferado. Natsumi, a pesar de llevar puesto un hermoso vestido largo color rosa, destellando brillos en la parte superior, mientras en la falda había una abertura desde el muslo hasta terminar el vestido; respiraba agitada, pues había corrido lo más rápido que sus piernas les permitieron hasta hallarlos. Estaba preocupada, muy preocupada. – Mitsu...– se le fue la voz, entonces se agachó para recuperar el aliento.

Por su parte, Mitsuki se percató de que el largo cabello de Natsumi se encontraba ondulado, los flequillos aprensados hacia atrás, permitiendo la completa visibilidad de su rostro, el cual estaba ligeramente maquillado: párpados con sombras de color blanco y labios pintados con un brillo labial resaltando así su color natural. No obstante, observando detenidamente, Mitsuki abrió sus ojos con sorpresa al notar las cejas de Natsumi fruncidas, ligeras gotas de sudor deslizando por su rostro y varios mechones de cabello desaliñados; señales indicativos de que ella estuvo buscándola desesperadamente. – Natsumi-nee-san...– susurró apenas audible y, con ayuda de Hiroshi, logró ponerse de pie, sin embargo, vio a Natsumi reincorporarse y acercarse a ella con el rostro serio. Pensaba que ella le reclamaría o golpearía, pero su sorpresa fue aún mayor cuando Natsumi se abalanzó sobre ella y la abrazó fuertemente.

A través de la oscuridad, se podía visualizar un par de ballerinas plateadas de mujer mientras se aproximaban hacia los aludidos, pero se detuvieron al lado de un teléfono móvil, el cual estaba tirado en el suelo. Se trataba de Natsuki, quien vistiendo un hermoso y largo vestido estilo strapless, color rojo, algo ondulado en la forma del pecho, ajustado en la parte superior hasta las costillas, donde alrededor tenía una cadeneta en forma de flores hechas de pequeños diamantes, y desahogado en la parte inferior; con delicadeza, agachó el cuerpo y recogió el móvil. – Es el celular de Hiro. – dijo para sí misma, observando dicho objeto en su mano derecha mientras se reincorporaba. De inmediato, sus ojos contemplaron a dos hombres tirados en el suelo revolcándose de dolor y otros dos que, al parecer, habían perdido el conocimiento.

Dado el escenario, Natsuki podía interpretar que esos individuos intentaron herir a su pequeña hermana, entonces su amado esposo Hiroshi y su amigo Genji llegaron a tiempo para impedirlo. Sin previo aviso, una fría brisa meció su largo cabello violeta recogido en una cola de caballo, provocando que, de los flequillos bonitamente peinados y aprensados hacia atrás, algunos mechones se revolvieran hacia delante, obligándole a cerrar los ojos. Cuando Natsuki entreabrió sus ojos negros, éstos abrieron de par en par al sentir una tenebrosa figura situada a su costado izquierdo, provocando la inmovilidad de su cuerpo, pero necesitaba alejarse y sus piernas no respondían; sin embargo, esa extraña figura le daba escalofríos, así que, armándose de valor, volvió los ojos hacia el costado izquierdo y, logró vislumbrar una sonrisa maquiavélica y unos anteojos circulares ocultando un par de ojos.

Natsuki separó los labios, pero esa figura movió sus labios musitando un par de palabras que le dejaron atónita. En un torpe movimiento, ella se dio vuelta en dirección a ese individuo; no obstante, los cuatro individuos que estaban tirados en el suelo, se levantaron y corrieron hacia ella, pero alguien la agarró por los hombros y la giró apartándola del camino. De repente, sintió que ese alguien la abrazó con delicadeza y deslizó una mano hasta posarla en su espalda baja y, presionando hacia sí, la apegó a su varonil cuerpo provocando que ella inhalara su leve perfume. ¿Perfume? Ese aroma no pertenecía a Hiroshi. Natsuki abrió sus ojos completamente atónita, de inmediato intentó alejarse de ese hombre con todas sus fuerzas, pero la voz de él, la tranquilizó. – Ishida...– susurró, levantó la mirada y en efecto, se trataba del Ukitake, esposo de Natsumi.

Minutos antes...

Después de llegar a la pastelería próximo al centro comercial, Ishida visualizó por última vez, en el GPS de su móvil, la ubicación del Sarutobi, quien anteriormente la había enviado mediante mensaje, pero su adorada esposa, Natsumi, no pudo soportar el esperar más tiempo sin saber nada de su hermana y salió corriendo preocupada, entonces intentó agarrarla, pero no pudo detenerla al recordar que estaba con Natsuki, a quien Hiroshi le encargó cuidar y proteger. Espiró, agotado. Volvió la cabeza hacia atrás. – Natsu...ki-chan...– abrió sus ojos de par en par, puesto su cuñada no estaba. – No puede ser... Hiro me va a matar. – nervioso, empezó a correr de un lugar a otro, tratando de encontrarla antes de que le sucediera algo, después de todo ella estaba embarazada y era un embarazo delicado.

Mientras corría, logró vislumbrar una figura usando un vestido rojo y doblando una esquina. Apresuró los pasos, entonces dobló dicha esquina y, para su desconcierto, un peligroso hombre se acercó a Natsuki y ella, asustada, respondió dándose vuelta hacia ese individuo desconocido; de repente, cuatro hombres se levantaron del suelo y corrieron hacia ella. Sin perder tiempo, aceleró sus pasos, la agarró por los hombros y la giró alejándola de ese tipo, de inmediato la abrazó con delicadeza y deslizando una mano hasta posarla en su espalda baja, la apegó a su cuerpo obligándole a ocultar el rostro entre su pecho, evitando que ella viera las armas que ellos sostenían, pero ella empezó a forcejear contra él. – Soy yo. – le susurró. Ella se calmó y ellos desaparecieron entre la negrura de la noche.

Volviendo al presente...

Ishida deshizo el abrazo, ante la furiosa mirada de su amigo, quien tenía deseos de estrangularlo. Una nerviosa sonrisa atravesó sus labios, más debía ignorar por un momento a Hiroshi y ver cómo estaba Natsuki que mantenía la cabeza agachada. Preocupado de que lo sucedido le hubiera impactado, la agarró delicadamente por los hombros. – ¿Estás bien? – le preguntó. Ella no respondió.

Asustada, Natsuki se llevó la mano derecha al pecho aún sosteniendo el móvil del Sarutobi y lo apretó contra el pecho. "Lo ocurrido ha sido una advertencia. Orochimaru-sama está impaciente.", fueron las palabras susurradas por aquel individuo. ¿Lo sucedido a Mitsuki-chan fue ocasionado por Orochimaru? ¿Sería capaz de herir, a causa de conseguir las propiedades de sus padres? Observó a Natsumi abrazando a Mitsuki, mientras ésta se veía nerviosa debido al susto vivido consecuencia de esos individuos que quisieron herirla. Natsuki desearía no haber conocido a ese hombre, pero la curiosidad por saber qué ocurrió en el pasado de sus padres, que conllevó a dos familias convertirse en, prácticamente, enemigas, hizo que el destino o su mala suerte lo llevara hacia él.

Necesitaba ponerle un alto, pero... ¿Cómo? Ese hombre era peligroso y no podía decirle a sus padres, pues no deseaba preocuparlos, menos a Hiroshi. No obstante, el peligro asechaba a su familia y, probablemente, aunque no tuviera las pruebas para confirmar, tenía la ligera sospecha de que él fue quien le disparó a Shizune. Si sucedió de esa forma, debía denunciarlo a las autoridades, pero... ¿Tenía pruebas suficientes para levantar una denuncia? No, no podía hacer nada por el momento, no era posible continuar engañándose, tenía que aceptarlo, no podía cargar con aquello. Primero Mitsuki, después... ¿Quién seguía? Ella agachó la cabeza y se mordió el labio inferior, estaba aterrada. – No sé qué hacer. – susurró, apenas audible.

¿Hm? – fue lo único que Ishida atinó a musitar, sin comprender bien qué estaba pasando, por tanto, le hizo un gesto al Sarutobi para que se acercara.

Hiroshi frunció las cejas ante la inmovilidad de su esposa, más se preocupó por el llamado del Ukitake. Rápidamente, se aproximó a ella, colocó delicadamente ambas manos en los hombros de su esposa, llamando su atención de ese modo. Ella alzó la mirada hacia él, pero se veía nerviosa y asustada al mismo tiempo. – Natsuki, ¿Qué pasa? – los ojos de ella abrieron desmesurados, luego los entrecerró mostrando dolor en ellos. No podía negar, ella tenía miedo de algo, pero ¿de qué? – Amor, ¿Qué está mal? – bajó la mirada hacia el vientre de ella y abrió sus ojos como platos. – ¿El bebé? ¿Le sucede algo a nuestro bebé? ¿Te duele en algún lugar? – preguntó, nervioso.

Ante las rápidas interrogantes del Sarutobi, Natsumi deshizo el abrazo con su hermana y volvió la cabeza hacia atrás. – ¿Onee-chan? – de pronto, recordó los repentinos desmayos de Natsuki debido a su condición delicada de salud, entonces empezó a inquietarse y luego vio a Ishida, quien negó la cabeza sin saber qué decir. Miró a Genji. – Genji-san, le encargo a Mitsuki-chan. – le dijo y corrió hacia su hermana mayor.

Con cierto aire de timidez, Genji se posicionó al costado izquierdo de Himeko, la miró y sus mejillas ruborizaron a un tono carmesí. Dirigió la vista hacia un punto incierto, pues empezaba a ponerse nervioso. ¿Nervioso? ¿Por una mujer? Se llevó su mano izquierda a la nuca mientras extendía su mano derecha hacia la mano izquierda de ella. Los nervios aumentaron, pero debía tomar las riendas. Decidido, le agarró la mano provocando que la joven Hatake mirara a los presentes con nerviosismo. Desde el momento que planeó la cita, tenía intenciones de conocerla aún más para interpretar sus sentimientos hacia ella, los cuales entendió a la perfección. Sí, era un hecho. – Me gustas. – Himeko abrió sus ojos como platos, incrédula ante las palabras de él. Así que, sin más, Genji acercó el rostro acortando la distancia entre ambos y, de inmediato, plasmó un beso en su mejilla izquierda desconcertándola.

Por otra parte, Natsuki se llevó una mano en la frente y frunció las cejas. ¿Por qué ella? ¿Por qué su familia? ¿Qué hicieron mal? ¿Por qué? ¿Era pecado amar y ser feliz? No, no era pecado, los demás estaban mal. Ella debía ocultar su miedo y enfrentarlo, por su familia, por ella misma, por su pedacito de cielo de quien esperaba su llegada y por Hiroshi, su esposo. De inmediato, sintió un fuerte dolor en la parte baja de su vientre; un dolor trasiego que le dejó sin aire durante un par de segundos. Sus piernas se entumecieron y, de repente, sus oídos fueron intervenidos por un fuerte zumbido que le obligó soltar el móvil y a cubrirse ambos oídos con sus manos mientras un ligero mareo le hacía ver todo a su alrededor dando vueltas.

Preocupado, Hiroshi le hablaba, pero Natsuki frunció las cejas como si ella sintiera dolor y ese dolor cada vez se volvía más insoportable, tanto así que cerró los ojos. – ¡Natsuki! ¡Natsuki, por favor dime algo! ¿Qué te sucede? – suplicó al punto de perder la poca calma que le quedaba. – ¿Amor? – Natsuki cayó inconsciente en su regazo. – Nat...– susurró, atónito mientras el cuerpo de la Hatake se deslizaba. Ishida y Natsumi se apresuraron a agarrar el cuerpo de Natsuki, pues Hiroshi estaba completamente paralizado, pero éste reaccionó, agarró el cuerpo de su esposa y, rodeando los brazos alrededor de ella, la atrajo hacia él posesivamente y se agachó con ella en brazos ante las sorprendidas miradas de sus amigos. – Amor...– no obtuvo respuesta. Ella no se movía. – Vamos cariño, despierta. – suplicó, más ella no despertó.


...

Residencia Hatake...

Los suaves rayos del sol se colaron a través de las cerradas cortinas cuando éstas se mecían ligeramente, e iluminaban algunos espacios de la recámara; sin embargo, uno de ellos, osadamente, enfocó el rostro de Natsuki, quien frunció las cejas debido a la incomodidad del cálido rayo de sol que le reflectaba en el rostro. Entreabrió sus ojos, entonces recuerdos de haber estado en la premiación Starlight, enterarse de la desaparición de Mitsuki, los individuos tirados en el suelo aquejados de dolor, y todo lo acontecido esa noche invadieron su cabeza provocándole un pulsante dolor en ésta. Se removió debajo de las cobijas e intentó sentarse en la cama, pero el dolor trasiego en su cabeza provocó que dejara escapar un quejido y permaneciera acostada.

Resignada, dejó escapar un suspiro, luego movió sus ojos hacia el costado derecho, entonces visualizó a Hiroshi sentado sobre una silla con los brazos cruzados y la cabeza descansando hacia atrás en el respaldo de la silla. Pues, desde aquella noche en que ella volvió a desmayarse, habían transcurrido cuatro días y, desde esa misma noche, el Sarutobi dormía sentado en la misma recámara que ella, a pesar de habérsele preparado una al lado de la suya. Ella sonrió al ver su alborotado pelo negro meciéndose ligeramente, el cual le daba un toque de no sabía qué, pero él se veía atractivo.

Lo observó con detenimiento. Él se veía tan sereno y completamente tranquilo, pero a la vez podía evidenciar las leves ojeras y bolsas debajo de sus ojos. La expresión de su rostro, entristeció; pues, era obvio para ella que él volvió a desesperarse otra vez al verla caer inconsciente, después de todo, él insistió en no apartarse de ella en esos días. – Hiro...– susurró entristecida. Por él, su familia y su bebé (se llevó una mano al vientre), necesitaba poner un alto a las atrocidades de ese hombre y, para ello, debía hacer algo. Sí, era ahora o nunca. Con la mirada firme y segura de sí misma, intentó sentarse sobre la cama, más le faltaba fuerzas para lograrlo y el dolor pulsante en su cabeza no le ayudaba. Así que, con fuerza de voluntad y respirando profundo, tomó asiento.

Volvió a mirar al Sarutobi, quien permanecía sentado profundamente dormido y cabeceándose. Sin perder más tiempo, se encaminó hacia el baño. Diez minutos más tarde, se podía escuchar proveniente del baño, el sonido del agua cayendo contra el piso, y a través de la puerta cristalina se apreciaba su figura, de nívea piel, permitiéndose refrescar su cuerpo. Cerró los ojos con pesadez y alzó el rostro hacia arriba mientras sentía las frías gotas de agua golpeteando suavemente contra las curvas, cumbres y hondonadas de su rostro para luego caer lentamente por éste hacia abajo, por su mentón, cuello, la pequeña depresión de su clavícula, entre sus pechos, su vientre ligeramente abultado, y finalmente hasta sus pies, en el resbaloso suelo de cerámico blanco.

"Lo ocurrido ha sido una advertencia. Orochimaru-sama está impaciente."

Frunciendo las cejas, agachó la cabeza permitiendo que el agua golpeara contra la misma, necesitaba enfriar su cerebro y olvidar esas palabras que desde cuatro días atrás se repetían una y otra y otra vez. Si lo sucedido en el pasado tuvo que ver con él, entonces significaba que ella estaba tratando con una persona sumamente peligrosa. De pensarlo, sentía miedo, sin embargo, tener miedo era normal, más necesitaba actuar cuanto antes. Decidida, extendió la mano hacia el grifo y lo cerró, de repente sintió unos masculinos brazos rodear su esbelta cintura que, a pesar de llevar una criatura en su vientre, seguía delgada.

Sonriendo, Natsuki cerró sus ojos dejándose llevar, pues un Hiroshi con la parte superior desnuda, la abrazó apegándola hacia su cuerpo. – Me asusté al despertar y no encontrarte en la cama. – musitó él, escondiendo el rostro en el hueco entre el cuello y el hombro de la chica. Entrecerró sus ojos negros, disfrutando la cercanía de su Natsuki; tenerla juntito a él, olfateando el rico aroma de su perfume natural... sintiendo su calor... Empezó a besar su cuello desde la oreja hasta el nacimiento de sus hombros y más abajo, ganándose suspiros desde la boca de su amada, quien se irguió hacia atrás pegándose a él al sentir los labios de él besar lentamente en la piel de su cuello. Natsuki, quien en ese momento le daba la espalda, se apartó un poco, lo suficiente, se dio vuelta y lo abrazó rodeando los brazos alrededor de la cintura.

Cariñosamente, Hiroshi le apartó un mechón de su húmedo cabello y lo acomodó detrás de la oreja sintiendo el suave tacto de la femenina piel mientras ambos se miraban directo a sus ojos. No había dudas, ella era perfecta para él, ella era su perfección, su amada, por quien daría la vida si fuera necesario y sin pensarlo dos veces. Ella, su universo... Entonces, bajó la mirada hacia los labios de ella y lentamente fue acortando los centímetros que los separaban, pues el incesante impulso de sentir sus labios le obligó a no pensar, sólo besarla, nada más. Sólo... Palpitación. Escuchó el fuerte latido de un corazón. ¿El suyo? Sí, pero también se escuchaba otro corazón alterado y era el de ella. Levantó la vista, las mejillas de ella estaban completamente ruborizadas de un rosado fascinante, dándole un aspecto tímido y avergonzado. Ella era su todo, su mundo. Un leve sonrojo apareció en sus mejillas.

Miradas intensas, rostros sonrojados mientras la temperatura aumentaba en el baño y el calor emanaba de sus cuerpos. Desearían... tantito nomás... Sólo tantito... Rozaron sus labios con los del otro, pero en un movimiento desesperado y posicionando ambas manos en las mejillas de ella, Hiroshi plasmó sus labios sobre los labios de Natsuki aprisionándolos efusivamente. Natsuki entrecerró los ojos desbordando éstos una ternura evidenciada y poco a poco iban cerrando mientras su cuerpo se relajaba ante el contacto de labios; entonces, ambos abrieron sus bocas, permitiendo el acceso de la lengua de su amante deslizarse dentro de la boca del otro, teniendo contacto con sus lenguas y empezaron a sostener una batalla, sobre quién dominaba territorio acogiendo un movimiento de saciedad, dejándose llevar plenamente, degustando y saboreando los labios del otro, atrapándolos y apretándolos repetidamente entretanto sus mentes les pedía a gritos probar más de aquel caliente y fogoso contacto.

Sin dejar de besarla, Hiroshi movió su mano izquierda desde la mejilla de Natsuki y la llevó al pómulo cerca del oído, luego deslizó la mano derecha en la femenina espalda en una suave caricia y, con delicadeza, la apegó hacia él, queriendo sentirla, así ella no podía alejarse de él... No. La apretó un poco más contra su cuerpo, procurando no lastimarla ni al bebé, entonces el beso se hizo más intenso, abriendo más la boca para tener un mayor acceso. – Natsuki...– empezó a frotar su lengua contra la de ella, quien dejó escapar un gemido. Sonido encantador para sus oídos, motor propulsor para lamer y chupar la lengua de ella con más pasión. Le gustaba tenerla así mientras repetía el nombre de ella dentro de su cabeza una y otra y otra vez. – Natsuki...– ella movió la lengua con torpeza. Debía ayudarla.

Hiroshi entrelazó su lengua con la de ella, cual ya estaba completamente húmeda, lo cual provocaba el deslizamiento de su lengua y, debido a que su saliva estaba diluyéndose, recorrió toda su boca, las suaves paredes, todo de ella. Por su parte, sintiendo la exquisitez de sus besos, Natsuki deslizó las manos desde esa masculina cintura ascendiendo suavemente hasta posarlas en la espalda de él y se aferró a Hiroshi mientras se dejaba llevar enteramente por el beso y abriendo su boca dándole acceso a él de introducir su cálida y a la vez ensalivada lengua en su boca. Ambos se besaban con gusto, devorándose los labios como si sus vidas dependieran de ello, apretando y succionando sus labios.

Sin deshacer el agarre, Hiroshi soltó los labios de ella, inhaló y exhaló nuevamente contra la fémina boca mientras Natsuki respiraba agitada, entonces inclinó la cabeza y volvió a besarla atrapándole los labios con los propios, ella imitó la acción. – Mmm... Mmm...– el beso se hacía más intenso; entonces, Hiroshi, no aguantando más, deslizó la mano derecha desde su femenina espalda hasta posarla en una de sus nalgas y empezó a apretarla varias veces, estimulándose una y otra vez, tratando de sentirla más, más y más... – Mmmmm...– sin soltar sus labios, la obligó a retroceder hasta aprisionarla delicadamente contra la esquina de la pared de aquel baño y se pegó a Natsuki, sintiendo la desnuda vagina de ella.

Rompieron el beso. Sintiendo el miembro de Hiroshi palpitando, como si éste tuviera vida, Natsuki entreabrió los ojos y un intenso rubor color escarlata cubrió sus mejillas mientras sentía éstas tan ardientes que pareciera salir humo de su cabeza, al sentirse pegada a él, pues aún no se acostumbraba a que él la abordara de esa forma. Natsuki inhaló aire y exhaló varias veces, pues su respiración estaba siendo irregular, sin embargo, Hiroshi abrió sus ojos y la miró con un lujurioso brillo, así que posó sus labios nueva vez sobre los de la chica, luego sacó un poco su lengua y sensualmente fue frotando el labio inferior de la fémina, por tanto, ella entreabrió su boca y él deslizó la lengua dentro de su boca sin darle tregua.

De repente, Natsuki escuchó varios golpecitos en la puerta, entonces abrió sus ojos como platos recordando que estaban en la residencia Hatake, a sabiendas de ambos ser marido y mujer, debían respetar las normas de la casa, pero los dos se encontraban desnudos, en la bañera, Hiroshi la tenía acorralada mientras la besaba, pero necesitaban parar. Necesitaban... – Mmmm...– musitó Natsuki mientras su boca seguía atrapada por la boca de su esposo. Volvió a escuchar los suaves golpes en la puerta. Nerviosa, ella rompió el beso. – Hi-Hiro...– él la silenció aprisionando los labios de ella con los propios. En ese instante, alguien empezó a llamar, parecía la voz de Koishi y ella rompió el contacto. – Hiroshi, debemos detenernos. – suplicó.

Dejando escapar un gruñido de molestia por haber sido interrumpidos, Hiroshi abrió el grifo permitiendo que el sonido del agua cayera contra el piso, con el propósito de que esa persona que tocaba la puerta se marchara; a su vez, el sonido del agua ocultara sus quejidos, así que continuando, en un movimiento inesperado, se inclinó un poco y, apoyando su frente contra la frente de ella, le miró fijamente a los ojos. No estaba dispuesto a apartarse, quería más, mucho más de ella y no lo podía evitar, tenía miedo de perderla. – Quiero estar así, un poco más. – le susurró, entonces plasmó un beso sobre la frente de ella. Por su parte, Natsuki cerró los ojos al sentir los labios del Sarutobi posar en su frente y se abrazó a él con todas sus fuerzas, aferrándose al masculino cuerpo. Hiroshi la apartó unos centímetros de la pared, deslizó las manos en una caricia y la abrazó fuertemente rodeando los brazos alrededor de su esbelto cuerpo y volvió a depositar sus labios en la frente de su esposa.

Al unísono, abrieron sus ojos y, al mirarse entre sí, empezaron a reír.


En la sala...

Sentado sobre el sofá mientras leía el periódico matutino, Kakashi escuchó unos pasos acercarse a él y sintió a alguien tomar asiento a su costado derecho. Sonrió, no necesitaba alzar la mirada para saber que se trataba de su adorada esposa Anko, quien estaba sirviendo dos tazas de café. Su embriagador perfume de lavanda la delató y el rico aroma del café recién colado. – ¿Natsuki ya despertó? – cuestionó sin apartar la vista del periódico. No obtuvo respuesta, entonces apartó los ojos del periódico y la observó sosteniendo una taza entre sus manos mientras soplaba el café, alejando un poco el humo proveniente de ésta y bebiendo con galantería el café recientemente servido. Sus labios se curvaron hacia arriba en una leve sonrisa, al ver la forma de cómo ella tomaba bebidas calientes.

Anko le miró fijamente, sin embargo, sus ojos se desviaron hacia un punto específico y una leve sonrisa surcó sus labios. Kakashi entrecerró sus negros ojos sin despegar la vista de ella, quien tenía una mirada amable reflejada en su rostro y bebía del café sin apartar los ojos de aquel punto. Curioso por lo que ella miraba, decidió observar también y lo que sus ojos vieron le hizo sonreír disimuladamente: vistiendo elegante traje de pantalón y chaqueta gris, zapatos negros y camisa azul marina, Hiroshi descendía los peldaños de la escalera con parsimonia mientras sostenía la mano de Natsuki, quien vestía una blusa holgada de color azul cielo, una falda blanca hasta las rodillas, y unas pantuflas blancas. Ambos bajaban lentamente, Hiroshi tratándola con toda delicadeza.

Con parsimonia, Kakashi cambió a la siguiente página del periódico, luego bajó la mirada volviendo a la lectura. Para su sorpresa, vio un artículo que llamó mucho su atención. Mientras leía, extendió el brazo izquierdo hacia la mesita frente a él y agarró la taza llena de café que Anko le había servido minutos antes, y la llevó a sus labios. Bebió un sorbo y esperó pacientemente a que los dos jóvenes terminaran de descender los peldaños de la escalera. Luego, echó un vistazo a su hija y la miró de arriba hacia abajo, y viceversa. De pronto, arqueó una ceja, al notar las gotas de agua deslizando de su largo cabello recién lavado y cayendo éstas en el suelo. Movió los ojos hacia el Sarutobi y frunció las cejas, al ver el cabello de Hiroshi también recién lavado.

Por otra parte, Anko percibió la mirada seria de Kakashi, entonces sonrió, pues ella también se había dado cuenta de que los cabellos de ambos jóvenes estaban recién lavados. Podía colegir varias situaciones, pues años atrás, al igual que ellos, fueron adolescentes; pero el tema principal, era la salud de su primogénita. Se levantó del sofá y caminó hacia Natsuki. – Cariño, deberías descansar un poco más. – le dijo mientras le acariciaba el pelo.

Okā-san, estoy bien. – respondió Natsuki con una sonrisa dibujada en sus labios. No podía olvidar el rostro demacrado y cansado de su madre cuando despertó en el hospital. Pensándolo mejor, antes era su madre quien visitaba el centro de salud constantemente y ahora los papeles se habían invertido. Irónico, ¿No? Sin embargo, su único deseo era ver a su familia feliz, unida... Desvió los ojos hacia Hiroshi... Desearía ver a su familia en armonía con la familia Sarutobi, todos felices, pero para que eso sucediera, era necesario descubrir si Orochimaru estaba detrás de los aconteceres pasados. – Otō-san...– observó al Hatake mayor colocar la taza de café sobre la mesita, necesitaba aclarar algunas dudas sobre los hechos ocurridos en el pasado, pero...

Kakashi lanzó de golpe el periódico contra la mesita, asustando a Natsuki y desconcertando a Hiroshi. – ¿Cuándo pensabas decirme? – preguntó dirigiéndole a su hija, una mirada firme. Nerviosa sin saber el motivo por el que él estaba serio, Natsuki se acercó a la mesita y agarró el periódico, entonces respiró aliviada. – Quiero que, en éste preciso momento, canceles ese concierto. – sentenció.

Frunciendo las cejas, Natsuki le miró con enojo. – ¡¿De verdad crees que, puedes decidir sobre mí vida?! – cuestionó ella, cerrando las manos en puños. Pues, últimamente él se estaba involucrando demasiado en su vida, ella entendía su preocupación, porque debido a su anemia y embarazo no se sentía bien, pero se estaba cansando. – ¡No voy a cancel...! – sintió una mano posarse encima de su hombro izquierdo. Volvió la cabeza hacia el costado izquierdo y vio a Hiroshi negar con la cabeza, indicándole que no debía alterarse, menos discutir con el Hatake. Reconociendo que el Sarutobi tenía razón, ella suspiró. – Otō-san, por favor no me pidas cancelar el concierto. Prometo, éste será el último. – musitó con firmeza en la voz.

– ¿Has olvidado la condición de tu estado de salud? – cuestionó Kakashi, mientras se levantaba del sofá. Dolida por las palabras de él, Natsuki, entristecida, frunció las cejas y agachó la cabeza.– Como estás ahora, no resistirás tanto tiempo en el escenario. ¿O acaso quieres arriesgar tu vida y la vida de mi nieto? – estupefacta por el comentario de él, Natsuki abrió sus ojos como platos. – Aún no comprendo tu insistencia de llevarme la contraria. Organizas un concierto, a sabiendas de que llevas un embarazo de alto riesgo. – entrecerró sus negros ojos, mirándola fijamente. – No me dejas otra opción.

Natsuki alzó la cabeza con sus ojos abiertos de par en par. No podía creer que su padre estuviera pensando en cancelar su concierto. – No...– sacudió la cabeza, negando las palabras que él había profesado. – No puedes...– susurró, apenas audible. Con el rostro serio, Kakashi la miró. Ella agarró bruscamente el periódico y lo extendió hacia él. – ¡No puedes siquiera pensar en cancelar éste evento! ¡Es el último concierto de °C-ute! – cejas fruncidas, manos cerradas en puños. – ¡He puesto mis energías en organizar éste concierto por mis fans, mis amigas y por mí! ¡No puedes sólo decidir por tu cuenta! Yo...– lágrimas desbordaron de sus ojos y deslizaron por sus blanquecidas mejillas. – Por favor...– de repente, un leve mareo le hizo tambalearse, pero Anko y Hiroshi la agarraron.

Enojado, Kakashi entrecerró sus ojos. No podía creer que ella suplicara, cuando su vida estaba en juego. No podía sólo quedarse de brazos cruzados viendo cómo la vida de su hija se iba apagando, no... La furia iba aumentando, pues esa niña le contradecía... ¡Su hija le contradecía! – ¿No te das cuenta...? – cerró las manos en puños. – ¡¿No te das cuenta de que no quiero perder a mí hija?! – exclamó con furia. Natsuki abrió sus ojos desmesuradamente.

De repente, la puerta principal se abrió...

Vistiendo camiseta rosada debajo de una chaqueta beige con las mangas dobladas hasta los codos, jeans azul y unos botines de color beige en material sintético de tacón fino; Natsumi atravesó el umbral de la puerta acompañada de Ishida, quien fue el primero en darse cuenta del ambiente tenso en la sala. Ella parpadeó extrañada, al ver a Natsuki tomando asiento sobre el sofá ubicado frente a su padre Kakashi con ayuda del Sarutobi, mientras su madre Anko se mordía el labio inferior. Observó fijamente al Hatake, quien tenía una mirada furiosa. Carraspeó. – Etto... He de suponer que ya lo sabes. – le dijo, obteniendo de él una mirada fulminante. Natsumi sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, luego tragó saliva. – Otō-san, yo...

Furioso consigo mismo por no evitar que su hija se arriesgara, Kakashi se marchó en dirección hacia su despacho y, de golpe, cerró la puerta a su paso. Entristecidas, Anko y Natsumi intercambiaron miradas entre sí. – Natsuki...– ambas escucharon la voz del Sarutobi y voltearon a verle. Hiroshi, agachado frente a Natsuki, le sostenía las manos con ternura. – Deberías replantearte la decisión de realizar un concierto en tu estado actual. – le dijo él, calmamente. – Estoy dispuesto a apoyarte en todo, pero no puedes negar que Kakashi-san está preocupado por ti. – ella infló sus mejillas y desvió la cara hacia el costado. – Natsuki, esperemos que nuestro bebé nazca, luego podrás organizar nuevamente el concierto. – él le apretó las manos, demostrándole que tenía razón y necesitaba de su entendimiento.

Entristecida porque él pensara de esa forma, Natsuki deslizó sus manos de entre las de él. Negó la cabeza y le miró fijamente. – Faltarán muchos meses y para entonces nadie recordará a °C-ute. – respondió ella, segura de sus palabras. Por otro lado, Natsumi entristeció al escuchar a su hermana decir tan reales palabras. – Los boletos fueron vendidos y, aunque estemos separadas, tengo la seguridad de que las demás irán a nuestro último concierto. – sonrisa. – Confío en ellas, porque somos un equipo, somos °C-ute New Generation. – de repente, Natsumi sintió una punzada en el pecho, ver a su hermana confiada hizo que le doliera, porque cabía la posibilidad de que ellas (Arika, Kimi, Yoshida y Nanami) no aparecieran el día del concierto.


...

Días después...

De pie en el centro de un amplio salón, se encontraba Kakashi vistiendo un elegante traje de pantalón y saco negro, zapatos negros, camisa blanca y corbata de seda de color rojo vino que resaltaba entre todo ese conjunto, dándole una apariencia tan perfecta. Deslizó las manos dentro de los bolsillos del pantalón sin dejar de observar la decoración, las flores, los souvenirs, los pequeños arreglos que adornaban los alrededores, los centros de mesas, las cortinas, la mesa donde irían los bocadillos... Entrecerró sus negros ojos, entonces logró escuchar una suave melodía, haciéndole volver a la realidad, pues se estaba celebrando la fiesta de compromiso de su hija Mitsuki con Maito Genji.

Miró nuevamente a su alrededor, notando que los empleados estaban caminando de un lado a otro encargándose de servir a los invitados las diversas bebidas incorporadas en el menú. Entre dichos invitados, se encontraban prestigiosos empresarios que controlaban la comercialización, otros de pequeñas empresas que habían asistido con fines de socialización, pero principalmente estaban presentes los amigos y familiares. Los invitados conversaban tranquilamente disfrutando la noche mientras el transcurrir de la misma pasaba sin el menor de los inconvenientes, y así debía continuar.

El camarero se detuvo frente a él, entonces Kakashi extrajo la mano derecha del bolsillo de su pantalón, cual extendió y tomó con elegancia un vaso con Whisky. Con la mano izquierda dentro del bolsillo de su pantalón y en la mano derecha sosteniendo el vaso con el líquido ambarino vibrando suavemente en el interior de las paredes cristalinas; movió levemente el vaso, haciendo pequeñas ondas y provocando que los dos cubitos de hielo chocaran ocasionalmente en un pequeño tintineo. Acercó el vaso a su nariz, inhaló embriagándose de aquel alcohólico aroma e iba a dar un pequeño sorbo, sin embargo los murmullos de los invitados, hizo que desviara la mirada hacia un punto específico.

Entre los murmullos, la suave melodía y las curiosas miradas de algunos presentes, vio a sus tres hijas hacer su entrada. Por un lado, Natsumi llevaba puesto un enterizo de color blanco, de tirantes y la espalda descubierta, con una cinta del mismo color atada alrededor de la cintura en forma de lazo, el cual caía como cascada en el costado derecho, unas zapatillas negras de tacón punta de aguja; sus cabellos violetas se encontraban recogidos en un rodete hecho con pequeños rizos, los flequillos bonitamente peinados y aprensados hacia atrás, permitiendo la completa visibilidad de su rostro, el cual estaba ligeramente maquillado.

Por otra parte, Mitsuki llevaba puesto un vestido corto, estilo halter, color amarillo claro, ajustado en la parte superior tallando su curvilínea cintura, y desahogado en la inferior, con una cinta negra alrededor del estómago y un gran lazo en el centro; también, llevaba puesto unos zapatos negros de tacón alto que le hacían ver más elegante mientras sus cabellos violetas caían como cascada y un broche plateado en forma de mariposa adornaba su cabeza combinando con sus largos aretes plateados. Y, por último, no podía faltar su preciosa Natsuki, quien llevaba puesto un vestido corto hasta las rodillas, de color rosa viejo y finos tirantes, ajustado en los senos y desahogado desde las costillas hasta abajo procurando estar cómoda; por encima de sus hombros, llevaba puesto una chalina del mismo color rosa viejo, y su largo cabello violeta se encontraba recogido en una cola de caballo, los flequillos aprensados hacia atrás, permitiendo la completa visibilidad de su hermoso rostro.

Una leve sonrisa surcó los labios de Kakashi, al darse cuenta que sus hijas habían crecido lo suficiente, cada una intentando formar su propia familia, lo cual significaba que él estaba volviéndose viejo. Centró sus ojos en el vientre de Natsuki, el cual estaba ligeramente abultado, luego a su rostro notando que ella no tenía maquillaje, tan sólo los labios pintados con un brillo labial resaltando así su tono natural. Ella no necesitaba maquillarse, brillaba debido al embarazo, lo que hizo recordarle a Anko cuando estaba embarazada de las trillizas. ¿Nostálgico, no? Entonces, vio a Natsumi y Mitsuki agarrar una mano a Natsuki y comenzaron a descender las escaleras con delicadeza agarradas de manos, acto que le llamó la atención y bajó la mirada percibiendo que Natsuki estaba usando unas zapatillas plateadas de tacón fino.

Kakashi respiró con frustración, consecuencia de ver a su hija usando esos tacones tan altos poniéndose en peligro y al bebé, ya que podía resbalar con dichas zapatillas. Se dispuso a caminar hacia ellas, pero se detuvo a medio camino, pues Hiroshi, vistiendo elegante traje de pantalón y saco gris, zapatos negros, camisa negra y corbata de seda de color rosa viejo; Ishida, usando elegante traje de pantalón y camisa negros, saco blanco y zapatos marrones; y Genji, llevando puesto elegante traje de pantalón y saco azul marino, zapatos negros, camisa blanca y corbata de seda de color amarillo claro; los tres se aproximaron a las trillizas, extendieron sus manos derechas hacia ellas, quienes las aceptaron colocando sus manos izquierdas en las de ellos.

Sin soltar su mano, Hiroshi colocó la mano izquierda en la cadera derecha de Natsuki, la deslizó hasta posarla en su espalda baja y, presionando un poco hacia él, la apegó delicadamente a su cuerpo, evitando alguna posible caída por culpa de esas altas zapatillas. Kakashi, mentalmente, agradeció la acción de ese chico, pero la furia se apoderó de él al observar a Asuma Sarutobi acercarse a Mitsuki acompañado de Kurenai. Comprendía, ellos cuidaron de ella, sin embargo, no podía perdonar el hecho de ellos ocultarle la existencia de su hija; más, debía calmarse, pues no era el mejor momento para crear un escándalo y arruinarle la noche a su hija. Por tanto, decidió realizar su rol de anfitrión y observó a Anko que sostenía una copa de vino con elegancia mientras charlaba con importantes empresarios y altos ejecutivos, entonces le hizo una señal para que ella se acercara.

Al momento de Anko posicionarse a su costado izquierdo, Kakashi agarró una pequeña cuchara con su mano derecha mientras en la izquierda sostenía el vaso con Whisky y, con ella, le dio un leve golpecito al cristalino vaso. – Su atención, por favor. – colocó la cuchara encima de una mesa, enseguida agarró el vaso con la mano derecha. – Bien, señores. – carraspeó. – Es un honor para mí, tener la asistencia de todos los presentes en ésta noche tan especial. – echó un vistazo a Natsuki, luego a Natsumi y, por último, a Mitsuki. – Agradezco la presencia de ustedes, porque hoy, inicia una nueva etapa en nuestras vidas, tanto en el ámbito empresarial, como en el aspecto personal. – volvió la mirada hacia Gai, quien asintió con la cabeza. – Como bien todos conocen, las familias Maito y Hatake hemos mantenido un vínculo de amistad por largos años y, también, hemos estado en constante colaboración en diversos proyectos, pero...

Kakashi miró de soslayo a Mitsuki y Genji, quienes sonrientes, se miraron entre sí. Sonrió, satisfecho de ver a su hija feliz. – A partir de ésta noche, ambas familias se han unido para celebrar el compromiso de nuestros hijos. – alzó el vaso cristalino. – Brindemos. – los presentes alzaron sus respectivas copas y/o vasos en espera de las palabras del empresario. – ¡Brindemos por el compromiso y la felicidad de mi hija Mitsuki con mi yerno, Maito Genji! ¡Salud! – exclamó Kakashi, sonriente. Bebió de un sorbo el líquido ambarino que contenía el vaso y, al terminar, vio a los presentes secundando su accionar, a excepción de Natsuki que se mantuvo al margen, pues debido al embarazo no podía ingerir bebidas alcohólicas. – Disfruten de la fiesta. – siseó, dando por terminado el discurso.

Natsumi observó a Kakashi y Anko acercarse a Gai, quien se veía bastante contento y no era para menos, su hijo se había comprometido con una Hatake, aunque ella estaba un poco confusa de si Mitsuki seguiría siendo Sarutobi u optaría por llevar el apellido Hatake, aunque de todas formas lo cambiaría a Maito. Alejando aquellos pensamientos innecesarios, volvió la mirada hacia su hermana Natsuki y Hiroshi; entonces, vio al camarero detenerse frente a ellos sosteniendo una bandeja con una sola copa con cóctel de frutas sin alcohol, la cual Hiroshi agarró y la extendió hacia Natsuki, quien infló sus mejillas como una niña de tres años y él respondió sonriendo divertido. Natsumi se sintió muy feliz por su hermana, quien pronto cumpliría su sueño de formar una familia, aunque el sueño de casarse vestida de novia no se había cumplido, pero estaba segura de que Hiroshi cumpliría ese deseo.

En una acción inesperada, Hiroshi colocó la mano derecha sobre la cabeza de Natsuki y le alborotó el cabello, más ella ruborizó furiosamente y le apartó la mano de su cabeza de un manotazo para luego acomodarse los flequillos. El Sarutobi empezó a reír, feliz por lo que provocaba en ella, pero aprovechando la concentración de ella mientras se arreglaba el flequillo, dio un paso reduciendo los pocos centímetros de distancia que habían entre ellos y, delante de los presentes, plasmó sus labios en la frente de Natsuki, desconcertándola por completo.

Natsumi, quien veía la escena desplegada frente a sus ojos, observó a Natsuki entrecerrar los ojos mientras se relajaba ante el contacto de labios del Sarutobi entretanto sus mejillas ruborizaban furiosamente. Enternecida por dicha escena, Natsumi sonrió, pero la sonrisa desapareció al ver a Kimi llegar acompañada de una recuperada Shizune, su padre y un caballero que no conocía pero había visto esa noche en los premios Starlight. Ella llevaba puesto un elegante pantalón de vestir, color blanco, una blusa verde de mangas largas y unos zapatos blancos de tacón fino mientras su corto cabello se encontraba suelto. El caballero desconocido se inclinó y le susurró algo al oído, entonces Kimi afirmó con la cabeza y, casualmente, volvió los ojos hacia ellos, pero centrando la mirada en Natsuki.

No obstante, Kimi frunció la nariz y miró con furia a Natsuki, quien se encontraba frente al Sarutobi comportándose con timidez mientras sus mejillas estaban ruborizadas. Verla ahí, le causaba tanta furia que quisiera estrangularla, así que cerró las manos en puños con tanta fuerza que sus uñas se enterraron en la piel. De repente, Genma le lanzó una firme mirada que le desconcertó, más luego ella entristeció, no comprendiendo el porqué su padre le obligó a ocultar sus emociones con una sola mirada. No entendía, ella era la culpable de la tragedia de su familia, o más bien, la que le disparó a su madre. – ¿Por qué? – se preguntó a sí misma, entonces desvió los ojos y se topó con la mirada de Natsumi. Ambas se miraron fijamente sin parpadear durante un par de minutos.

Por su parte, Natsumi apretó los labios en una línea, tratando de mantener la cordura porque, a pesar de haber aprendido a actuar, no podía ocultar en esos momentos su descontento, debido a que por culpa de la Shiranui, su hermana estuvo a poco de perder a la criatura. No odiaba a la chica, después de todo, eran amigas o eso quería seguir pensando, también compartieron muchos momentos y el escenario en incontables ocasiones, pero el hecho de ella acusar a su hermana de un crimen sin pruebas, más conociendo la clase de persona que era Natsuki, le enfurecía. Por otra parte, Natsuki sintió unas miradas sobre ella, se dio vuelta y, con sorpresa, abrió los ojos como platos al ver a Kimi en aquel salón. – Ki...mi...– la nombrada giró sobre sus talones y empezó a caminar hacia una puerta que daba acceso al jardín. Ansiosa, Natsuki la siguió con la mirada hasta que ésta se perdió de su vista e inmediatamente se encaminó hacia la misma puerta con tanta prisa que preocupó al Sarutobi, quien no pudo detenerla.


...

En el amplio jardín del hotel, Kimi caminaba pausadamente observando la luna mientras los finos tacones de sus zapatos blancos se enterraban en la tierra y césped a cada pisada. De repente, una fría brisa sopló calando por su cuerpo, por tanto un ligero temblor causado por el frío, le obligó abrazarse a sí misma sin dejar de caminar. Tenía bastante claro que si asistía a ese evento, la vería, se encontraría con la Hatake, pero no soportó verla sonreír tranquilamente, así que salió al jardín para despejar su mente. No entendía, por más que pensara, por qué su padre le obligó con una mirada reprimir sus emociones si Natsuki era la culpable de todo. El viento sopló más fuerte, haciendo bailar su corto pelo, se detuvo y cerró los ojos evitando que alguna hebra de su cabello le hiriera los ojos.

De repente, Kimi escuchó el césped ser pisado. Entreabrió los ojos y los volvió hacia un costado y ahí estaba Natsuki, de pie, a unos metros de distancia con las manos cerradas en puños agarrando la falda de su vestido rosa y apretando los labios en una línea como queriendo musitar alguna mísera palabra, más no se atrevía. Por otra parte, Kimi se dio cuenta de las intenciones de la Hatake, entonces giró sobre sus talones y la miró con enojo, sorprendiendo a Natsuki, quien abrió sus negros ojos como platos. – No necesito escuchar tus palabras, ahórratelas. – le dijo Kimi, cerrando las manos en puños. – Me vi obligada asistir a éste evento, pero de elegir el ver tu cara, no habría venido. – Natsuki frunció las cejas, dolida por las palabras de su amiga. – ¡Tú eres la culpable de herir a mi madre y sólo porque tu padre sea un empresario influyente, no te librarás tan fácil de enfrentar la justicia! – Kimi arrugó la nariz, mostrando y reprimiendo su furia.

Los labios de Natsuki empezaron a temblar y sus ojos aguarse mientras escuchaba las duras palabras de la Shiranui. No esperaba descubrir que en ella albergara tanto odio por suposiciones erróneas, como también era difícil reconocer que una amistad de tantos años podía quebrantarse por una malinterpretación. Desearía tanto entrar dentro de su cabeza, sólo para hacerle entender que ella no tuvo relación con el incidente de Shizune, pero sin pruebas no era posible aclararlo. Con la tristeza embargando su ser, Natsuki separó sus temblorosos labios y levantó la mirada hacia el cielo, tratando de reprimir las lágrimas deseosas por salir, porque dolían, sus palabras dolían. – Kimi...– la nombrada giró sobre sus talones, dándole la espalda, señal de no querer escucharla. – Al parecer, lo que diga en éstos momentos, no cambiará tus pensamientos hacia mí, pero...

– ¡Es perfecto que lo entiendas! – le gritó Kimi, girándose hacia la Hatake. – No cambiarán.

Melancólica, Natsuki dejó de reprimir su sentir, entonces una lágrima escapó de su ojo izquierdo y deslizó suavemente por su mejilla. Entendía los motivos de la Shiranui para hablarle de esa forma, como también comprendía la mezcla de sentimientos que embargaban cuando un ser querido era lastimado y culpabas al primero que te señalaban. Todo eso lo comprendía, aún así dolían esas palabras, dolía ser incriminada por algo que no hizo, pero sobretodo dolía la ruptura de una amistad que parecía inquebrantable. Dolía... Kimi tenía una mirada segura de sí misma, no titubeaba y sus ojos tampoco dudaban; entonces comprendió, que nada de lo que dijera en esos momentos, le haría cambiar la opinión sobre ella.

Con dolor pulsando su corazón, Natsuki bajó la cabeza y las lágrimas escaparon de sus ojos sin tregua deslizándose por sus sonrojadas mejillas. No podía más, estaba cansada de todo, ella no era culpable de nada, tan sólo una víctima más de las circunstancias y, las personas la criticaban y señalaban como una criminal, cuando había hecho todo lo posible por mantener una imagen amable, alegre e inquebrantable, más ya era suficiente. No podía más, ya no. – No...– susurró con voz apenas audible. – Yo no... No lo hice...– continuó susurrando.

Kimi frunció las cejas, sintiendo rabia al escucharla defenderse. – ¡¿Por cuánto tiempo más piensas negarlo?! – vociferó cerrando las manos en puños.

– ¡Yo no lo hice! – respondió una alterada Natsuki alzando la cabeza y mostrando sus ojos llorosos mientras las lágrimas deslizaban por sus sonrojadas mejillas. Kimi abrió sus ojos, completamente sorprendida. Dándose cuenta de que había mostrado debilidad al ver la sorpresa en el rostro de la Shiranui, Natsuki abrió sus ojos como platos y su boca ligeramente; pues, la impotencia de no tener las pruebas necesarias para demostrar su inocencia y la angustia de sentirse acorralada entre ir contra sus padres o sus sueños, todas esas emociones mezcladas salieron a flote, más no podía detener esas lágrimas. Se mordió el labio inferior, el cual estaba temblando notablemente. Quería dejar escapar todo lo que sentía en ese momento, pero no allí, no delante de ella... No... Pero... Ya no podía...

De repente, alguien la agarró del brazo derecho y la haló suavemente hacia atrás obligándole a girar, de inmediato sintió que ese alguien la abrazó con delicadeza rodeando ambos brazos alrededor de ella y, presionando hacia sí, la apegó a su varonil cuerpo provocando que ella escondiera el rostro en su pecho e inhalara su leve fragancia. ¿Fragancia? Ese aroma y calor lo reconocería sin ver su rostro. – Hiro...– cerró los ojos aplastando las lágrimas, pero de inmediato se aferró a él y las lágrimas continuaron deslizándose por sus mejillas. Hiroshi frunció las cejas, entristecido y sintiéndose impotente mientras sentía el cuerpo de su amada temblando y aferrándose a él; ella estaba llorando y no podía verla en ese estado, era peligroso para su salud y la del bebé, más sentía rabia porque por culpa de la Shiranui, su esposa se había abrumado.

Hiroshi intensificó el abrazo, cuidando de no lastimarla, demostrándole con ese gesto que pasara lo que pasara, él estaría allí para ella, siempre sería así... Siempre... Pero necesitaba calmarla, puesto que las fuertes emociones eran perjudiciales para su salud y no estaba dispuesto a perderla. – Estoy aquí para ti. – le susurró a Natsuki, mirando a la Shiranui directamente a los ojos. De inmediato, él depositó un beso en la coronilla de la cabeza de su amada. – Recuerda las palabras de la doctora, no debes permitir que las emociones negativas te abrumen, les hacen daño a ti y a nuestro bebé. – dicho ésto, deshizo el abrazo y colocó las manos en las caderas de su esposa. Ella, por su parte, apartó el rostro del pecho de él y, lo miró con las mejillas empapadas de lágrimas y sus ojos irritados. Por otra parte, Hiroshi suavizó las facciones del rostro y la miró con dulzura, al verla mostrando fragilidad; sin embargo, recordó que Kimi seguía allí y le dio una rápida mirada.

¿Hace un momento, él me miró con desprecio? – se preguntó Kimi a sí misma mientras intentaba comprender el significado de la mirada que el Sarutobi le había dado, la cual cambió radicalmente al momento de responder a la mirada de la Hatake. En el pasado, conocía de los sentimientos de él hacia Natsuki, era capaz de hacer muchas cosas por verla sonreír; en la actualidad, podía notar que él sería capaz de matar a quien le hiciera daño a ella, puesto que esa mirada... daba miedo... Separó los labios con intención de replicar, pero Hiroshi acariciaba las mejillas de Natsuki con tanto amor y delicadeza como si de una muñeca de porcelana se tratara. – Hiroshi-san...

– Kimi, será mejor que te marches. – le interrumpió Hiroshi sin dejar de acariciar las mejillas de su esposa, quien cerró los ojos sintiendo las suaves caricias en su rostro. Volvió la mirada hacia la Shiranui, quien separó los labios dispuesta a replicar, más se adelantó. – Espero que puedas aclarar tu mente y darte cuenta que mi esposa no tiene relación con el atentado de Shizune-san, antes de ser demasiado tarde. – Kimi cerró las manos en puños y las apretó con fuerza mientras Natsuki entreabrió sus ojos y los volvió a cerrar reprimiendo sus lágrimas. – También, espero puedas presentarte el día del último concierto de °C-ute, porque Natsuki está arriesgando su vida por...– de repente, sintió su chaqueta ser halada y al bajar la mirada vio a Natsuki moviendo la cabeza en negación. Hiroshi dejó escapar un suspiro de resignación. – Entiendo. – murmuró él. Volvió la mirada hacia la Shiranui. – Reflexiona y, cuando lo hagas, ven a mí. – giró sobre sus talones, y colocando el brazo izquierdo alrededor de la cintura de Natsuki, se alejó con ella.

Contrariada, Kimi frunció las cejas entretanto veía cómo sus amigos o los que fueron sus amigos, se alejaban cada vez más de ella sin poder evitarlo. Ellos caminaban lentamente, pero pareciera que avanzaban a pasos todos con prisa. Sabía que le había roto el corazón a la Hatake, más debía hacerle justicia a su madre. Sí, definitivamente necesitaba encarcelar al culpable de atentar contra la vida de su madre Shizune. Segura de sí misma, giró sobre sus talones y vio a Natsumi mirándola sin expresión en la mirada mientras llevaba puesto un enterizo de color blanco, de tirantes, con una cinta del mismo color atada alrededor de la cintura en forma de lazo, el cual caía como cascada en el costado derecho; sus cabellos violetas se encontraban recogidos en un rodete hecho con pequeños rizos, los flequillos peinados y aprensados hacia atrás, permitiendo la completa visibilidad de su rostro, el cual estaba ligeramente maquillado. – Tsumi...chan...– susurró Kimi, sintiendo tristeza por su amiga.

Natsumi y Kimi intercambiaron miradas entre sí. De repente, una brisa fría sopló calando por sus cuerpos, más no les importaba, tan sólo se miraban una a la otra sin parpadear hasta que Natsumi cerró sus ojos dando por terminada la batalla de miradas y desvió la cabeza hacia el costado izquierdo para luego abrir los ojos nuevamente, pero centrándolos en un punto no específico, pues no estaba segura de mirarle nueva vez, ya que le dolía la manera de cómo ella había tratado a su hermana. El viento sopló más fuerte, entonces algunos mechones de cabello deslizaron del rodete de la Hatake y cayeron hacia delante. Por su parte, Kimi se mordió el labio inferior, un poco incómoda por la presencia de la chica, porque a pesar de todo ella aún la consideraba su preciada amiga. – Tsumi-chan, yo...– bajó la cabeza.

Natsumi cerró las manos en puños con tanta fuerza que éstas empezaron a temblar, más reprimió sus contradictorias emociones y deshizo los puños. – Kimi...– susurró en un hilo de voz, pero lo suficientemente audible para la Shiranui. Cerró los ojos, volvió la cabeza en dirección hacia la Shiranui y abrió sus ojos. Mirada firme, sin titubeos. – Si aún valoras nuestra amistad, deja de culpar a Natsuki. Ella es inocente, además está embarazada. – Kimi bajó la cabeza, sin saber qué decir. Comprendiendo que no le haría cambiar de opinión, Natsumi agachó la cabeza, permitiendo a los mechones de su cabello cubrirle los ojos, así ella no podía ver su triste expresión. – El último concierto que celebrará C-ute, será en tres días. Te estaré esperando. – dicho ésto, giró sobre sus talones y se alejó de ella.

Con la cabeza agachada, Kimi permaneció allí sin moverse mientras la Hatake se alejaba cada vez más; entonces, una lágrima escapó de su ojo derecho y deslizó suavemente acariciando su mejilla...


Ja ne!