Disclaimer: Los personajes de Supernatural no me pertenecen sino a Eric Kripke.
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Título: Muerte
Categoría: Wincest
NA: Guiño de Star wars (déjenme saber si lo encuentran xD)
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Despertó confundido sin poder entender el cambio brusco de escenario. Lo último que recordaba antes de despertar en esa cama era la negrura de la noche, el barro bajos sus zapatos y a Dean corriendo hacia él con la cara descompuesta de rabia, ferocidad y miedo. Dean corrió con todo lo que dieron sus piernas, pero no llegó a tiempo y algo punzante se clavó en su espalda.
Sam tenía la certeza de que cuando cerrara los párpados sería para siempre, ya que, lo que sea que Jake le hubiese enterrado en la espalda le estaba literalmente matando y de forma tan rápida que ni tiempo de sentir miedo le había dejado. Fuertes brazos se habían cerrado en torno a su debilitado cuerpo, pero sin importar que tan fuerte fuese el agarre de su amado, Sam se encontró cerrando los párpados, trayendo consigo a la helada e indolora oscuridad. Un último suspiro escapo de sus labios y su corazón se encontró sin fuerzas para un último latido.
Un ruido proveniente de la planta baja logró sacarlo de sus cavilaciones, aún no sabía dónde se encontraba o qué había sucedido, pero estaba resuelto a averiguarlo. Bajó los escalones y llegó a una pequeña sala de estar, luego se dirigió a la cocina. Sam se detuvo justo en el umbral de la cocina, dándose cuenta que se movía por la casa como si ya la conociese, es más, ese lugar le era extrañamente familiar.
—Hey, Sammy, ¿vas a pasar o te quedaras plantado allí? —llamó Dean con una gran sonrisa, mientras se daba la vuelta para apagar la estufa y colocar los platos llenos de comida en la mesa que los separaba.
Sam giró ante la familiaridad de la voz de Dean, tan guapo, tan fuerte y relajado, sin nada que ver con la mueca de terror que Sam recuerda.
—¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó confundido ante la normalidad que pintaba esa radiante mañana.
—Sucede que te quería sorprender con el desayuno, luego meterte en la cama y sorprenderte aún más —Dean ronroneó conforme se acercaba a su hermano—. Por cierto, quería comunicarte que hoy nos tomaremos el día libre, así que, ponte tus mejores trapos, Sammy, que hoy saldremos a donde tú quieras.
Una sonrisa tonta se formó en el rostro de Sam mientras se movía para darle un beso a su chico. La normalidad en esa rutina le trajo consuelo y le permitió olvidarse de todo aquello que le aquejaba en ese momento, o eso fue hasta que sintió que Dean le rodeaba con los brazos para luego liderar una mano hacia su espalda baja. Un dolor fantasma de una herida que no estaba allí hizo que Sam pegase un brinco y respirase con dificultad.
—¿Sucede algo? —inquirió Dean ante el respingo que pegó el castaño.
—Es que, ayer... —fui interrumpido por un repentino beso al cual Sam puso cero resistencias—. Por mucho que ame tu boca...
—Y mi polla —agregó Dean con descaro, restregando su notoria excitación contra la propia de Sam.
—Sí, sí, sí, también amo tu polla ¿feliz? —Sam puso los ojos en blanco ante el asentimiento entusiasta de Dean—. Como decía, por mucho que ame tu boca y tu polla, quiero saber ¿qué está ocurriendo?
—¿A qué te refieres?
Sam dudó por un momento al ver la innata desorientación de Dean, no había preocupación ni temor en esa mirada, por un momento pensó en dejar el tema de lado y seguir disfrutando del festín de besos y caricias que habían iniciado en esa cocina, pero la punzada en su espalda le obligó a escarbar más en lo que estuviese sucediendo allí.
—¡Dios, Dean! Ayer Jake me... ¿él me mató? —hubo duda en su pregunta, ya que, como podía estar argumentando su propia muerte cuando se encontraba de pie, hablando y respirando.
Era una completa locura, quizás todo lo que él creía recordar vívidamente se trataba de un sueño, o una alucinación causada por la sangre de demonio corriendo por sus venas.
—Sí, lo sé, por supuesto que estás muerto sino no estarías aquí, tontito —Dean comentó con tal naturalidad que dejó a Sam helado donde se encontraba.
De todas las cosas que Sam esperó escuchar esa fue la que más duro le pegó. ¿Acaso, Dean le estaba confirmando lo que él locamente supuso? No, eso no podía ser cierto. ¿Cómo podía estar muerto y andar y hablar? ¿Cómo podía estar muerto y Dean estar bien con eso? Tenía que ser algún tipo de broma enferma o, si, quizás estaba en lo correcto al pesar que se trataba de un sueño solamente que en vez de estar recordando el sueño lo estaba viviendo de una forma muy loca y real.
—¿Quieres dejar de pellizcarte? Estás muerto y aquí no hay dolor físico ¿o acaso sientes algo en tu brazo?
Sam se detuvo a contemplar lo que decía su hermano, percatándose que tenía razón, sin importar cuanto se clavase las uñas solamente sentía un leve cosquilleo, nada de dolor.
—Entonces, estoy muerto ¿de verdad? —logró balbucear a través de la sobrecarga de información.
—Sammy, se supone que yo soy el lento en esta relación. O estas muerto definitivamente o no lo estas, y tu mi gigante amigo estas más muerto que mis promesas de dejar de comer hamburguesas.
—¿Esta es alguna de tus bromas siniestras? —aún se encontraba incrédulo, pero ¿acaso podía ser culpado por eso?
—Esto no es ninguna broma, tampoco una mentira —Dean tomó la mano de Sam y lo guio al sillón de la sala, sentándose a su lado—. Estas más familiarizado con la muerte que cualquier persona en el mundo, así que, ¿por qué te es tan difícil aceptar el hecho de que has muerto?
El hecho de que Dean tratase la muerte de su hermano y pareja con toda normalidad era lo que le impedía aceptar esa realidad a Sam. No, había algo más, algo que Sam sentía que faltaba. Al sentir el firme, pero reconfortante agarre de Dean en sus manos le dijo lo que le costaba aceptar.
—¿Estás muerto? —su voz se quebró ante la horrible afirmación a esa pregunta.
A Sam no le costaba aceptar su propia muerte, no, esa la había aceptado desde que salía a cacerías con su padre y hermano, desde pequeño había aprendido que los cazadores no entraban en la lista de personas jubiladas que gozando de sus pensiones. A Sam le costaba aceptar la muerte de Dean, un mundo sin su hermano era un mundo sin esperanza, sin un héroe por el cual levantar una plegaría antes de dormir.
—No, sí. Bueno, el yo real está vivo —Dean se masajeó la frente como si enfrentase una gran confusión, siendo el mismo Sam quien se encontraba hecho un revoltijo de pensamientos.
—¿El tu real? Dios, Dean no te comprendo nada, me estás diciendo que estoy muerto y tú no, porque resulta que tú no eres real pero aun así eres Dean —Sam habló tan rápido que las palabras le salían en una lluvia desenfrenada, solo la mano de Dean en su muslo le devolvió un poco de calma.
—Por eso no es divertido jugar a los acertijos contigo, siempre tienes que cuestionarlo todo —Dean bufó con diversión, arrastrando su mano por el largo muslo de su chico, proporcionándole la tan ansiada calma ante cada momento difícil de su vida.
—Una buena investigación puede salvarte la vida —proporcionó Sam después de unos minutos de silencio.
—Sí, pero esto no es ninguna cacería —Dean guardó silencio como si pensase muy seriamente cuáles serían sus siguientes palabras—. Esto es lo que viene al final de una larga lucha, esto es tu pedazo de felicidad, aquí no hay cabida para la tristeza ni el dolor, esto es lo que siempre quisiste y es lo que se te ha otorgado.
Sam sintió como se le humedecían los ojos y se le cerraba la garganta. Así que esto era lo que quedaba después del último suspiro.
—¿Esto es el cielo? —la garganta de Sam se encontraba apretada ante el cumulo de emociones de su propia muerte y la perdida de lo que era su vida, ante la pérdida de su Dean real.
Un vistazo mucho más detallado a su alrededor le dijo Sam dónde y cuándo era que se encontraba, ahora entendía el porqué de la familiaridad de esa casa. Esto era lo que siempre había querido, regresar al lugar al que había cambiado todo y poder elegir a Dean por encima de cualquier universidad o sueño tonto que solamente acabaría en fuego y cenizas. Este era el lugar donde su padre había arruinado la sorpresa y propuesta que tenía para Dean, había tomado su carta de aceptación en la universidad y la había vuelto en su contra, ese era el lugar que había abandonado sin Dean a su lado.
Para ese entonces Sam se cuestionaba si se encontraba realmente en el cielo o en el infierno.
—Ya le atinaste, Sammy. Este —hizo una pausa para abrir sus brazos y abarcar su alrededor y seguramente más allá de la casa—. Es tu propio cielo, el lugar donde pasaras hasta que el cielo caiga y muera, aquí serás feliz y no tendrás que preocuparte por monstruos, andar escondido de las autoridades o pensando en cómo conseguir dinero, aquí ya nada de eso importa. Solo nosotros dos.
Sam se dejó atrapar en esa perfecta publicidad del más allá de la vida. Sabe que debería de estar cuestionando y peleando como siempre lo hace un Winchester, y quizás lo haga más tarde, pero en ese momento lo único que quiere es esconderse en entre los brazos de su amado novio y sentirse protegido, y ya sea real o no, tomara lo que se le ofrece y por el momento con ese Dean bastara.
Esa misma noche Sam se encontraba acostado en la cama entre los brazos de su hermano, lo que le dejaba varias grandes incógnitas. ¿Las almas dormían? Se suponía que en ese plano las necesidades básicas eran obsoletas, aunque el sexo era igual de genial que estando vivo.
Y también estaba el tema del sexo. Se encontraba en el cielo, el hogar de Dios y de sus ángeles, teniendo sexo fuera del matrimonio, sexo gay y para rematarla, sexo gay incestuoso. ¿Acaso sus acciones no encabezaban los requisitos para arder en el infierno según varias sino eran todas las religiones existentes actuales?
Y hablando del infierno, él no era ningún demonio pero el hecho de que haya sido alimentado con la sangre de uno le convierte en un tipio de hibrido entre demonio y humano, un ser con poderes malignos, encabezando una lista de futuros líderes de un ejército demoniaco, ¿acaso eso no era suficiente para ir al infierno al palmarla?
Quizás el encargado de presionar los botones se confundió y mandó su alma al cielo, dándole algo a lo que aferrarse ilusamente para que luego le sea arrebatado. O quizás ya estaba en el infierno y esta era parte de la tortura, darle todo lo que siempre quiso, una eternidad con Dean a su lado, así en cualquier momento la puerta se abriría y las llamas entrarían para consumirlo todo, dando así el inicio de la tortura y pasar al momento creativo donde solo habría sangre y huesos arrancados.
—Quieres callarte, Sammy. No me dejas dormir con tus pensamientos —Dean comentó tan bajo e íntimo que Sam tuvo que recordarse que ese no era el verdadero Dean sino su premio de consolación.
—No puedo asimilar esto —Sam soltó el aire que retenía en sus pulmones, nuevamente cuestionándose por poder respirar al estar muerto.
—¿Qué es esto? —Dean le incitó a hablar más, moviéndose para quedar cara a cara con Sam.
—El cielo, no es posible que me quieran por siempre aquí. Soy malvado —agregó bajo y con dolor en su corazón. Lo habían convertido en todo aquello que más odiaba.
—Escúchame bien, Sam. Nada en ti es malvado, eres la persona más buena que conozco, tu corazón es tan grande que al querer ayudar a los demás terminas lastimado porque no puedes aceptar que el mal triunfe sobre el bien y te niegas a abandonar a quien necesite ayuda sin importar que luego esa persona te pagara de la peor manera. Tienes tanta fe en la humanidad, pero tan poca en ti. Estás hecho para grandes cosas y ninguna de ellas es para sufrir por siempre o para ser malvado.
Sam se sintió conmovido ante esas palabras, porque sería lo mismo que le diría su Dean. Lágrimas rebeldes escaparon de sus ojos sin poder detenerlas, su pecho se apretó y lloró por su propia muerte, por la pérdida de su Dean real, pero sobre todo lloró porque se sentía perdido y solo en un lugar donde solo debería de haber paz y felicidad.
—Shh, no llores, Sammy —Dean tomó el rostro de Sam entre sus manos, juntando sus frentes—. Aquí no hay cabida para la tristeza ni el dolor, así que ¿a qué te aferras tanto que después de muerto no puedes dejar de sufrir?
—A ti, al verdadero tu —comentó entre sollozos. Le destrozaba pensar en Dean, su Dean real sufriendo por su muerte.
—Ya sufriste mucho ¿no crees? —Dean siguió limpiando las lágrimas de Sam, arrullándole entre sus brazos hasta que logró calmarlo—. Deja de preocuparte por la vida de los vivos, tú ya no perteneces allí. ¿O es que acaso quieres volver allí para seguir de motel en motel, cazando sin descanso y como único consuelo sumergirte en los brazos de Dean?
—Eso es más que suficiente para mí, con Dean a mi lado todo lo malo se desvanece —por muy extraño que sonase hablar de Dean con la copia celestial de este era terapéutico.
—Aquí puedes ser feliz, pero si decides regresar no te puedo asegurar que no sufrirás. Allá abajo la vida es efímera y a lo que tanto te aferras puede morir en una semana, un mes o un año, los humanos tienen fecha de caducidad y Dean no te durara para siempre y es allí cuando deberás de aprender a vivir con uno de los dolores más grandes de la vida, la muerte de un ser amado, ¿estás dispuesto a seguir sufriendo?
—El amor es sufrimiento, pero también es uno de los dolores más hermosos —Sam inhaló profundo, tratando de recomponer su respiración, no haciéndose falsas ilusiones a lo que había escuchado—. Cuando dijiste que si decido regresar, ¿te referías a que puedo hacerlo si realmente quiero?
Sam sabía que este Dean en parte no era real, pero ante el pequeño asentimiento que recibió de este Dean, Sam le otorgó una habitación muy especial en su corazón.
—No muchos tienen la posibilidad de elegir volver, pero la mayoría de las almas nunca se enteran que han muerto, siguen viviendo en sus momentos más felices sin percatarse de su último exhalo. Eres especial Sam, quizás sea tu sangre de demonio o que eres un cazador, pero hay grandes cosas para ti más delante y ahora tienes la oportunidad de elegir, así que, hazlo con sabiduría porque esa elección te perseguirá por siempre.
—Elijo volver con Dean —Sam susurró esperanzado—. Por favor, necesito volver con Dean.
—Recuerda esto, estar vivo es muchas veces sinónimo de sufrimiento y del sufrimiento al lado oscuro solamente hay un paso, el dolor nos consume y nos hace odiar tanto que el mal se esparcirá por dentro de la alma más pura y es en ese entonces que las puertas del cielo se cerraran para siempre.
—¿Porque me dices todo esto? —Sam no era tonto, sabía que había una advertencia en el camino, pero tanta era su desesperación por volver con su amado que no le quiso prestar la debida atención a las palabras de este Dean.
—Para prepararte para lo que viene —pronunció sus palabras acompañadas de un largo y cálido beso, trayéndole a Sam una pacifica oscuridad.
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Sam abrió los ojos de golpe, jadeando por una bocanada de aire. Con algo de dificultad llevó su cuerpo a una posición sentada y fue en ese momento que el dolor en su espalda baja dejó de ser fantasmal para convertirse en agonizante, sentía que moría con cada movimiento, pero no era así.
Por un breve segundo se preguntó si está vez se había despertado en el infierno, donde realmente sentía que pertenecía. Con pasos cautelosos se levantó de la cama y caminó hacia el espejo de cuerpo entero, mas no logro echar un vistazo a su zona adolorida.
El sonido de pasos rumbo a la habitación le hizo voltear, olvidando todo lo relacionado con el cielo, el infierno o su posible muerte y resurrección. Dean estaba allí de pie en el umbral de la puerta, mirándole como si fuese la cosa más preciosa de este mundo. Escasos segundos pasaron cuando Dean corrió a su lado y lo tomó entre sus brazos, nuevamente como si fuese la cosa más preciosa de este mundo.
—Dean, duele —por mucho que disfrutara del contacto la leve presión en su espalda traía un mundo de dolor que le dejaba viendo puntos negros.
—Lo siento, es solo que estoy feliz de ver de pie —Dean sonrió, sintiendo ganas de llorar desconsoladamente de pura felicidad—. Ven, siéntate.
—Dean, ¿qué me paso? —A esas alturas Sam ya no sabía que era real y que no. Estaba tan confundido como si tuviese una conmoción cerebral.
Dean se aclaró la garganta y procedió a explicar como Jake había apuñalado a Sam por la espalda, que casi había muerto, pero por uno de los muchos conocimientos del viejo chatarrero habían logrado salvarle.
Sam tenía muchas dudas acerca de la historia contada, pero el semblante desencajado de dolor en el rostro de su chico le hizo callar y sellar la fortuna de sus vidas con un beso lleno de vida y necesidad. Ya habría tiempo para discutir los huecos de la historia o planear la búsqueda de Jake y poner su corazón en una estaca. En ese momento solamente importaba el presente y ese era al lado del amor de su vida.
"Recuerda esto, estar vivo es muchas veces sinónimo de sufrimiento" más tarde, exactamente un año después, recordaría esas palabras y sabría que todo lo recordado había sido real.
Con su propia muerte había ido al cielo sin merecerlo, pero con la muerte de su amado Dean, Sam sentía que su vida se había transformado en un verdadero infierno y ese sí que no lo quería.
"El amor es sufrimiento, pero también es uno de los dolores más hermosos" una sonrisa agridulce nació en su rostro después de intentar pactar con un demonio de crucero y fallando en el proceso.
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Gracias por leer.
