Cuando abrió por primera vez sus ojos, se dio cuenta de la infinidad de las cosas. En su mente infantil no hubo signo de temor, sino de curiosidad.

Cuando estaba en ese lugar cálido junto a otra persona, escuchaba voces; una dulce voz y otra voz igual de dulce, pero más grave y fuerte. Él entendió que eran sus padres, puesto que ellos se autodenominaban "Okaa-chan" y "Otou-chan".

Los busco con la mirada; su padre era un gigante, bueno, todos lo eran, pero él resaltaba junto a otro hombre que tenía la mirada gacha mientras movía sobre una cosa su mano, haciendo algo extraño que él no lograba ver bien. Giro su cabeza y miró a su madre, la notaba media pálida y cansada, pero aquellos ojos le miraban con un sentimiento que le hizo volver a percibir en él la calidez del vientre materno.

Con cuidado, fue acunado en el seno de la mujer que le dio la vida, quien susurro un pequeño "Issei". ¿Ese era su nombre? ¡Que genial! Se preguntaba cual sería el nombre de quién le acompaño en ese lugar cálido hasta hace poco, pero sus párpados se sintieron pesados en cuanto su madre empezó a amamantarlo.

Giro sus ojitos buscando a su padre, quien cargaba algo entre sus brazos, tal vez era la otra persona con él, no lo sabía, le estaba entrando el sueño. Por última vez y antes de caer, miró al otro gigante en la habitación, su cabello era el más curioso de todos junto a sus ojos.

Dorado y miel se encontraron y, por un solo segundo, los ojos mieles se volvieron dorados ante la sonrisa y mirada satisfecha del hombre.

Movió los labios mientras el recién nacido conciliaba el sueño, todo había empezado y estaba bien, no sería la última vez que se verían, por eso dijo

"Nos vemos pronto, Ise"


Searching the Heaven


Arco 0: [Nacimiento]


Capítulo 1: Crecer


Los ojos del bebé podían ver más de lo que cualquiera pudiera imaginar. En la cuna vecina, dormía Aria, su gemela (¿o era melliza?) mayor, a pierna suelta y babeando. Era obvio, puesto que era plena noche y por la carencia de sonido, el pequeño bebé de seis meses de edad intuía que sus padres también se habían ido a dormir.

Con algo de complicaciones, se sentó en su cuna, estaba algo gordito, pero eso no le impedía ser tan hiperactivo como su hermana mayor. ¿Era por eso que estaba despierto? No, para nada; estaba despierto porque veía con curiosidad a la figura frente a él.

Alto, bastante alto. Era el mismo hombre de aquel día cuando abrió sus ojos por primera vez, su cabello azul y ojos dorados eran inconfundibles para él.

—Hola, pequeño Ise—el peliazul metió su mano en la cuna, extendiendo un dedo para que el bebé las tomará con sus manitos, como saludando—Vaya, eres un niño muy inteligente.

Issei río con el chupón en su boca, era inteligente, ¡bastante inteligente! Sus padres se lo decían a diario…aunque no supiera para nada que era ser inteligente.

Si él era inteligente, entonces ser inteligente era ser genial.

—¿Sabes quién soy?—preguntó el hombre viendo cómo el pequeño se paraba en su cuna, agarrándose de las barras mientras giraba su cabeza, buscando algo.

Pronto, alzó su brazo y señaló un peluche, el cual era un delfín disfrazado de doctor. Eso provocó una risa en Izanagi, risa que fue contagiada hacia Issei.

—Que inteligente eres.

Allí estaba de nuevo, le dijo inteligente. ¡Que agradable sujeto! Le caía bastante bien, por lo que sacándose su chupón, se lo extendió, eso para él era un mensaje de "me caes bien".

La deidad sonrío con ternura, tomando el chupón mientras asentía—Acepto tu oferta de amistad, pequeño Ise.

Ese señor me agrada. Pensó Issei mientras le mostraba una sonrisa sin dientes, la bolita de cabellos castaños salto un poco en su cuna, feliz ante su nuevo amigo.

Sintió la mano del señor en su cabeza y no pudo evitar sentir sus párpados pesados. Fue cargado por el peliazul, quien colocó su cabeza en su hombro mientras empezaba a moverse por la habitación, susurrando una pequeña tonada para hacer dormir al castañito.

Izanagi sonrío cuando lo escucho dormir, por lo que de manera delicada lo colocó en la cuna mientras lo apreciaba dormitando. Era tan lindo.

Se dio sus cinco minutos, para cuando el reloj marco las cuatro de la mañana, salió de la habitación, encontrándose con cierta madre de ojos rojizos quien le esperaba quieta al lado de la puerta del cuarto de los más jóvenes de la familia.

—Hanako-san.—saludó el peliazul de manera cortés, inclinando levemente la cabeza.

—Izanagi-dono—respondió de manera educada la mujer, como si la presencia del dios de dorados ojos no la sorprendiera allí a esas horas de la noche.—¿Gusta un café? Aori no se levantará hasta una hora.

La deidad asintió, acompañándola a la acogedora cocina que la familia Hyodo poseía mientras la veía preparar el café con tranquilidad. Tranquilidad falsa. Pensó de manera acertada; la mujer aún no se acostumbraba a su presencia, y menos cerca de sus hijos.

La primera interacción con ambos padres se dio unos meses atrás; Izanagi-no-Okami se les había presentado y ellos no se sorprendieron…no tanto como debían.

La existencia de lo sobrenatural no era extraño para la familia Hyodo; hasta donde sabían, eran humanos. Sin embargo, la interacción con entes paranormales o que escapaban del entendimiento humano había sido normal desde hacía años con sus padres, abuelos, los padres de estos y así sucesivamente.

No eran magos, exorcistas ni nada parecido. Más bien tenían una (maldita) suerte para atraer esos seres a ellos, pero casi nunca les ocurrían problemas, o eso querían creer.

Hanako tenía su rojiza mirada puesta en el Dios de Dioses, quien le dio un leve trago a su café mientras la miraba. Entendía su miedo, un poderoso dios estaba al pendiente de su hijo menor, su pequeño Issei, si fuera humano también estaría preocupado por el más pequeño de los suyos.

—…Es bastante inteligente…y ve mucho más que ustedes—comentó el peliazul—Se que son conscientes de eso.

—Por supuesto que sí—murmuró la mujer, con una sonrisa decaída—¿Cuántas veces lo vi mirando a la nada? Hay algo que yo no puedo ver, de lo que no lo puedo proteger. No hace nada, pero yo sé que está allí.

Izanagi se le quedó mirando un momento, antes de suspirar—Tu hijo es bastante especial, Hanako.—dejó las formalidades de lado y se sincero con la mujer, tomando sus manos en un acto de confianza que la mujer acepto.

Su esposo y ella sentían que conocían a Izanagi de toda la vida, era como un amigo más de la familia pero a veces algo les decía que todo iba más allá de eso. Que había algo más que los unía a él de lo que sabían.

No, no eran sus descendientes o descendientes de los hijos de la deidad, de eso estaban cien por ciento seguros.

Hanako miro las manos de Izanagi, antes de soltar una pequeña risa—¿Algo nos pasará, verdad?—preguntó alzando la mirada, siendo recibida por una mirada neutra del dios. No había emoción alguna allí, pero la pelinegra entendió que esa era su respuesta.

Apretó las manos de la deidad con ligera fuerza, empezó a temblar y luchaba por no llorar o romperse allí mismo. No podré verte crecer lo suficiente, mi pequeño. Pensó, abatida.

Respiro hondo, tranquilizando su cuerpo y mente para alzar la mirada y ver con determinación a Izanagi—¿Prometes que lo cuidarás?

La respuesta no fue pensada, es más, salió de manera automática. Izanagi tenía esa respuesta programada desde hace mucho, así que solo la soltó.

—Lo prometo, Hanako.

Tras decir esas palabras, la mujer le dio un intento de sonrisa. Fallo estrepitosamente, puesto que intentaba reprimir el llanto que amenazaba con salir.

La deidad no dijo nada, espero a que algo pasara, y no tardo en llegar. Un llanto, el llanto de un bebé, o de dos mas bien, el llanto de los gemelos que provoco la acción de soltar por parte de la mujer quien fue apresurada a ver a sus hijos.

Izanagi le siguió tranquilo, parándose en la puerta para ver como la mujer cargaba a los dos en brazos. Tenía una magnifica fuerza para cargar a ambos, eran los misterios de ser madre, te daba una inusitada fuerza para proteger a los suyos.

Miro fijamente como arrullaba a los pequeños, ambos apoyados contra sus hombros. La pequeña Aria cayó dormida al instante, para ser una bebé hiperactiva, era de dormirse rápido y tenía el sueño pesado; entre tanto, el pequeño Issei tenia sus ojos mieles abiertos mirando fijamente un punto en la habitación, algo le llamaba la atención.

Giro su cabeza para poder verlo también; sus ojos dorados vieron con neutralidad aquella figura monstruosa en la habitación. Parecía algo sacado de las mejores pesadillas de un esquizofrénico, y eso era decir poco.

La pútrida carne caía del rostro de aquel ente, sus ojos eran dos pozos negros, quien viera fijamente ese abismo seria condenado a que el abismo le viera de regreso. Una sonrisa de oreja a oreja tenía en su "cara de mierda", dientes afilados como cuchillas que sobresalían, pequeño y todo, pero extrañamente mortal.

Alzó un brazo y movió la mano hacia Issei, saludándolo.

—Abuuu~—el pequeño movió su bracito un par de veces, devolviendo el saludo con una sonrisa feliz. Eso sería dulce, sino fuera a quien saludaba.

Izanagi frunció el ceño un poco antes de gruñir, era molesto. Ya estaban llegando y por más que quería, no podía intervenir. Intervenir en la historia sería bastante molesto, cambiar un mínimo hecho a menos que no fuera establecida su presencia sería demasiado peligroso para el desenvolvimiento del mismo destino.

Ser un "borrador" para ese "texto" no sería conveniente; la "trama" cambiaria demasiado. Prefería ser parte del "lápiz" que escribe la "historia del hombre como tal", por eso, no actuaría hasta ser realmente necesario.

Y ese día pronto llegaría.

Sonrió un poco cuando aquel ente se percato de su presencia, le oyó gruñir y se largo al instante, generando un humo dorado.

Su sonrisa se esfumó mientras veía que el humo viajaba hacia Issei, chocando contra su carita.

—¡Achu~!—estornudo el pequeño, poniendo sus manitas en su cara para quitarse esa cosa rara.

—Oh, salud, mi niño.

—Guhehehe~ —Issei rio en respuesta, fue gracioso, cosa que hizo sonreír a su madre; quien tras dejar a su hermana en su cuna, se concentro en él para hacerlo dormir mientras Izanagi seguía viendo la pared.

Mierda.

Todo avanzaba bien, bastante bien. Y eso le preocupaba como nadie tenía idea.


Para ser un niño de cuatro primaveras, a Issei le encantaba leer o por lo menos hacia el intento de hacerlo.

Desde que su madre le contaba los cuentos como "Caperucita Roja", "Los tres cerditos" y demás, junto a las historias de mitologías que "Nagi-chan", su amigo imaginario, le contaba, se había vuelto un apasionado por la lectura. Claro, sin dejar nunca atrás al niño hiperactivo que era.

Estaba solo, en medio de su habitación compartida con un libro en manos; leyendo como podía un libro que había encontrado por allí, "La Epopeya Heroica de Gilgamesh".

Gilgamesh, Rey de Uruk, era considerado como el primer héroe de la historia humana, debido a que su historia databa desde los tiempos de la Antigua Mesopotamia. El "Rey de los Héroes" como su mejor amigo le había llamado, desde su punto de vista, el pequeño lo encontraba como un tonto arrogante, pero, de alguna manera, fue adoptando un buen corazón con la perdida de su mejor amigo, Enkidu; una criatura de barro que los dioses mesopotámicos mandaron para que matara al joven rey de por ese entonces, sin embargo, terminaron volviéndose buenos amigos.

Con la muerte de Enkidu, Gilgamesh se volvió un rey bueno a ojos de Issei. No pudo salvar a su amigo, pero con lo que tenía, salvó a su pueblo.

—¡Onii-chan!—la voz proveniente de la niña de tres años se dejó escuchar en la habitación, interrumpiendo el intento de lectura del pequeño de ojos mieles, quien curioso por el llamado de su hermana mayor, alzó la mirada para verla.

Su hermana, según sus padres, era un calco exacto de él pero, obviamente, en mujer. Aria Hyodo II, o simplemente Aria para abreviar, era una bella niña de cabello largo con un color castaño y ojos mieles como los suyos. Normalmente vestida con un pequeño overol azul con un corazón rojo cosido y una camiseta azul celeste, todo cortesía de su madre quien era la que confeccionaba cada una de sus prendas de vestir.

Issei inclinó la cabeza, curioso—¿Qué sucede, Onee-chan?—preguntó, dejando su libro de lado para pararse y caminar hacia donde se encontraba su hermana mayor—¿No hablabas con Ddraig-san?

Ddraig era el amigo imaginario de Aria, según la mencionada, era un enorme dragón rojo con ojos verdes como esmeraldas. Sus padres no se extrañaron, su hija tenía una vívida imaginación sumada al hecho de que, junto a su hermano, las historias de caballeros y dragones eran sus favoritas.

La castaña inflo los cachetes, en señal de berrinche—Si, pero se puso raro cuando empezó a hablar de "el blanco". ¡Yo no sé quién es el blanco!—grito la pequeña, pisando repetidamente el suelo frustrada. Era molesto cuando su gigantesco amigo se ponía en ese plan.

Issei le miro con genuina curiosidad; ¿el blanco?. Eso le sonaba…bastante familiar.

—Hmmm…—Issei se puso la mano en la barbilla, levantándose para caminar hacia su estante y agarrar un libro de cuentos, uno de sus favoritos. Había a llegado a leérselo tres veces desde que se lo regalaron en su cumpleaños. —Blanco…—abrió el libro y con esa palabra en particular.

Aria le miró con fastidio; su hermano se ponía bastante raro también y eso la molestaba. ¡¿Por qué ninguno de los dos podía ser normal como ella?!

Le miró bien metido en su libro, cosa que le hizo rabiar más—¡Bueno! ¡Okaa-chan me mandó a decirte que el desayuno esta listo y luego nos llevará al jardín!

Issei alzó la cabeza y con libro en mano, se encaminó junto a su hermana al comedor para poder realizar lo dicho por su madre.

El sistema educativo japonés era curioso cuando menos, pero era bastante cualificado, no por nada siempre era parte del top 3 en educación. La primaria (shōgakkō (小学校)) se empezaba a los seis años hasta los doce, que es cuando se empieza la secundaria (chūgakkō (中学校)); esta duraba tres años, hasta los quince cuando se termina lo conocido como educación obligatoria.

Aun con esas, los alumnos normalmente elegían seguir estudiando en el kōkō (高校), eso vendría a ser la conocida academia o bachiller; la cual dura hasta cumplir los 18 años. Una vez terminado, se inician los preparativos para iniciar la universidad (daigaku (大学)).

¿A qué iba todo esto? Los gemelos Hyodo al ser unos niños de cuatro años no podían asistir a la primaria, por ende, existían los jardines para niños que servían más de guardería que otra cosa. Sin embargo; Japón, haciendo gala de su sistema educativo, enseñaba lo básico a los pequeños, por lo que ambos iban con su madre al trabajo de la misma. Como profesora de jardín, o inicial, parvulario, y demás términos que se le daban a la educación pre-primaria.

Y hablando de trabajos.

Issei se detuvo en medio camino, justo bajo una pared llena de fotografías familiares. Ese enorme muro blanco que iba desde el inicio de la habitación de sus padres hasta el inicio de la pared que iba hacia la sala de estar, estaba llena de imágenes tanto del presente como del pasado.

Busco con la mirada unas fotos en particular y pronto las encontró; por el papel que usaban y el desgaste que presentaban denotaba la cantidad de tiempo que habían entre las fotografías; pero el mensaje era el mismo.

Soldados.

La familia por parte de su padre y parte de la de su madre había formado parte de la milicia japonesa desde las épocas del Imperio de Japón, pero aún con lo sucedido tras el fiasco de la Triple Entente, siguió sirviendo a la tierra del Sol Naciente.

Su bisabuelo paterno, quien aparecía en la foto más antigua, tenía puesto el 3shiki Gun-i/Tipo 3; así que la foto fue tomada por los años finales de la guerra. Relucía el uniforme verde oscuro (o eso intuía) con orgullo junto a una motocicleta KS750 de color negro. Un vehículo (y más que eso) hecho por los nazis.

Tenia entendido que su bisabuela paterna era alemana, así que ella tal vez tenía algo que ver.

Poso su mirada en la siguiente foto, o más bien fotos, donde sus dos abuelos eran protagonistas. La foto ya mostraba ciertos matices de color, no tan profundos pero allí estaban; portando un uniforme similar pero totalmente diferente, adaptado a la época en la que vivían ambos como jóvenes japoneses.

La guerra de Vietnam no fue una época buena para Japón. Ni para nadie involucrado en ella; un terreno muerto queriendo ser explotado por dos bandos que no querían enfrentarse entre sí de manera directa y usaban a otros países como peones.

Finalmente, en la última foto estaba su padre unos diez años menos junto a su madre más joven. Antes de tenerlos a los dos y casarse, su padre había formado parte de las Fuerzas de Autodefensas de Japón. Formando parte de una unidad especial que se mostraba en una fotografía un poco más adelante.

Claro; todo esto no lo sabía un niño de cuatro años, puesto que para él la información de las que dependían estas imágenes no podría ser mostrada a él. Sin embargo, ante sus ojos, aquellos hombres vestidos de verde eran héroes. Héroes que protegieron a su país y lo representaron en diversas situaciones difíciles para la tierra del Sol Naciente.

—¿Qué haces campeón?—Issei fue alzado del suelo por unos fuertes brazos. Aori Hyodo tenia una sonrisa presente en su rostro mientras veía fijamente a su hijo—Tienes que ir a desayunar o tu madre se va a enojar.—sintió al menor de la familia temblar entre sus brazos al oír sus palabras y no pudo evitar reír un poco. Ciertamente, incitar el enojo en la mujer de su vida era algo que nadie que conociera su temperamento y fuerza quisiera provocar.

Guardo silencio cuando Issei señaló el recuadro de él con su uniforme. Ahh, aquellos días tan distantes pero tan lejanos; no podía decir que los extrañaba, los horrores que vio en el campo de combate fueron desastrosos que le terminaron dejando secuelas durante bastante tiempo.

Lo había dejado debido a la degradación mental de su equipo así como la propia; no quería recordar los detalles, porque no venían realmente al caso. Estaba en casa, con su familia, lejos de todos los horrores que vivió.

—Héroe—aquella palabra. La primera palabra de su hijo menor logró pronunciar en su corta vida; aunque para ese niño parecía tener más significado del que debería.

Le dedicó una sonrisa a Issei, acariciando su cabeza con mucho amor—Por supuesto que sí; tus abuelos y bisabuelo fueron héroes de su país; y tras eso, mi padre fue un héroe para su comunidad.—le dijo, recordando a su padre como un policía tras volver a casa después de la guerra. La mayoría de militares hacían eso, puesto que su vida se dedicaba en luchar para proteger a sus compañeros y a su país; si bien el objetivo era más pequeño al estar limitado en Kuoh, el sentimiento era el mismo.

—¡Héroe!—celebro el pequeño alzando sus brazos con una sonrisa feliz que se le contagio a su padre, quien le revolvió sus cabellos castaños similares a los de él. Aori adoraba el razonamiento selectivo de los niños; lo hacían ver todo tan fácil aún cuando la realidad fuera todo lo contrario.

—Bueno, mi pequeño Superman. ¿Quieres ir volando a la cocina?—pregunto con emoción, nombrando al héroe de la ficción más conocido del mundo y el favorito de su único hijo hombre, haciéndolo asentir emocionado.—¡Entonces! ¡Arriba, arriba…

—…y muy lejos!—culminó el pequeño Hyodo, siendo agarrado de los costados por su padre mientras estiraba los brazos hacia adelante con una sonrisa, yendo a la cocina.

¡El día parecía que iba a ser maravilloso!


La enseñanza había sido algo que siempre le había gustado, y cuando llego el momento, decidió dedicarse a la enseñanza de los más pequeños. Podría haberse dedicado a la educación superior, donde gracias a sus títulos podría haber conseguido un buen puesto y una retribución económica bastante alta para darse una buena vida con su esposo e hijos.

Pero su elección fue otra; eligió compartir sus conocimientos y formar a los más pequeños, dándoles lo básico pero esencial para desenvolverse en el ambiente educativo y posteriormente en el laboral. Tratando siempre de dar un ambiente tranquilo pero firme para no malcriar a los niños.

Todo lo que hacía como madre, lo hacia como maestra y viceversa. Aun cuando sus hijos estaban en el salón con ella, tenía el mismo trato con ellos que con sus alumnos de cuatro años.

Alzó la mirada de su libro y bajo suavemente sus lentes de montura negra por su nariz. Sus ojos carmesí vieron con cariño como sus veinticinco pequeños jugaban, leían, dibujan y hacían otras actividades para mantenerse ocupados de manera alegre.

Una suave y tranquila sonrisa adorno sus delicadas facciones. Se daba la buena vida enseñando, y nadie le quitaría esa alegría.

Bip bip

Un ruidito llamó su atención, por lo que giró su cabeza para tomar el aparato que lo había ocasionado. Su teléfono tenía una pequeña lucecita parpadeante, le había llegado un mensaje.

—Se le necesita en la oficina del director…—murmuró, diciendo para si misma lo que le habían enviado.

Pronto, se levantó y le dio una última mirada a sus pequeños. Todos seguían inmersos en sus actividades así que solo se levantó y encaminó a la puerta para abrirla y sacar la cabeza.

La giró levemente para ver a una mujer de cabellos castaños sentada en un escritorio viendo unos papeles. Ella era Sakimi Tanaka, la auxiliar de su pabellón.—Señorita Tanaka—la mencionada alzó la mirada, viendo a la madre de los gemelos más hiperactivos del lugar con curiosidad—El director me ha llamado, ¿puede ver a mis pequeños, por favor?

—Claro—a la mujer no le tomo mucho tiempo en responder su pedido, levantándose y caminando hacia el salón mientras la pelinegra le daba una sonrisa de agradecimiento.

A los pocos minutos, Hanako se encontraba caminando tranquilamente por los pasillos del jardín. No tenía apuro, la oficina de su jefe se encontraba bastante cerca de su aula así que la caminata servía para estirar las piernas.

Tras unos cuatro minutos llego a su destino, una puerta de madera la cual no tardó en tocar recibiendo un "adelante" más pronto que tarde.

Tomó el picaporte y abrió la puerta, siendo recibida por una oficina bellamente decorada. Las paredes blancas eran adornadas por pinturas ostentosas y algún que otro recuadro hecho por un niño, los muebles hechos de madera de roble tenían varios premios recibidos, así como implementos de oficina y varios detalles más que la hacían ver sencilla pero elegante.

El escritorio principal se encontraba lleno de papeles que estaban por firmarse o en su defecto ya lo estaban. Detrás del mismo, se encontraba un hombre de cabellos negros que veía atentamente los papeles que tenía frente a su rostro, murmurando un par de cosas inentendibles para ella.

Le pareció algo divertido, pero no le agradaba la idea de dejar a sus pequeños mucho tiempo aún si estaban siendo supervisados. Así que carraspeo levemente para llamar su atención—Director Zekram.—saludó cordialmente la ojiroja, haciendo una pequeña reverencia.

El nombrado como Zekram alzó la mirada de los documentos, mostrando un rostro de facciones agraciadas y unos atrayentes ojos morados. Su apariencia hacia denotar cierta elegancia, por lo que uno no podía evitar pensar si ese hombre que dirigía las instituciones educativas de todo Kuoh era parte de la realeza.

—Hanako.—saludó amigablemente el director de aquel lugar—Por favor, toma asiento.

La maestra asintió, caminando hasta la silla frente al escritorio para sentarse en ella, mirando a su jefe atentamente—¿Para qué me ha llamado, director?

El pelinegro no pudo evitar reírse ante las palabras de su empleada—Directa como siempre…—murmuró el hombre, revisando uno de los papeles que tenia en mano.—Como sabes; pronto será el momento de llevar a los niños a su viaje mensual a algún punto de la ciudad.—le recordó el ojimorado, con una ligera sonrisa—El día que te tomaste el día libre por el cumpleaños de los gemelos hablé con las otras docentes sobre ello.

¡RIIIIIING!

El timbre del receso hizo que ambos se mantuvieran en silencio mientras los niños salían a jugar totalmente emocionados.

—¿Ya se decidió que lugar visitaran los niños de cuatro años?—preguntó la mujer tras unos minutos de estar callada, totalmente segura que todos los niños y niñas estaban en el patio de juegos que daba contra un pequeño parque que había cerca de sus instalaciones.

Zekram le extendió un papel con una sonrisa, ocasionando que ella los tomara y leyera un momento su contenido.—El Templo Himejima, a las afueras de la ciudad.

—No.—fue la respuesta rápida y sencilla de la mujer, su tono cálido y amable paso a uno frío y serio. Sus ojos rojos mirando molestos a los tranquilos del hombre—Zekram; ya hemos hablado de esto.

—No puedes seguir ocultando más lo que sucede a tus hijos, Hanako.—habló Zekram perdiendo igualmente su tono amable, igualando la voz sería de la Hyodo—Sé de la situación de tu hijo menor, y no mencionemos a la pequeña Aria. Su "amigo imaginario" es más que eso, y tanto tú como Aori lo saben.

—...

—…He protegido está ciudad desde hace mucho, Hanako—habló el hombre con tranquilidad.—Tu familia y la de tu esposo ha sido blanco de muchas personas peligrosas. Sin mencionar lo sucedido con tu padre.

—Tch—Hanako chisto, viendo con molestia a su jefe. Odiaba cuando el tocaba esos temas.—No meteré a mis hijos en esto, Bael. Esta no es una vida que quise; el conocer lo sobrenatural nos trajo bastantes problemas desde generaciones pasadas aún cuando no teníamos nada que ver con ellos.—le dijo de manera sumamente sería, incluso molesta, cual mamá oso protegiendo a sus oseznos.—Por eso mi esposo y yo decidimos no involucrar a nuestros hijos en esta vida; por eso él volvió a casa de su despliegue aún cuando no era necesario, para asegurarnos de ello.

Zekram Bael le miró con tranquilidad por unos segundos, antes de tomar aire para responder.—¿Segura que no tienen nada que ver con nosotros?—preguntó el hombre con toda la serenidad del mundo, algo esas palabras no le agradaba a Hanako—¿Estas segura de eso, Hanako Hyodo?—volvió a preguntar, ahora poniendo incómoda a la pelinegra—Por que ellos…—señaló la ventana con un dedo, sonriendo suavemente—…tienen otra idea en mente.

La madre fue rápida al pararse y dirigirse a la ventana que daba hacia el patio de juegos donde se encontraban los niños.

Sus ojos rojos se abrieron con horror y sorpresa al ver a su hijo al fondo de todo el patio, hablando con tres hombres.

—Hola—saludó el pequeño castaño como si nada, viendo a los sujetos que habían estados sentados en esa banca durante tanto rato, viendo hacia su dirección.—¿Qué hacen?

Los tres pares de ojos le vieron con diversión, al final, había sido el menor de la camada que se les había acercado.

—Nada pequeño—respondió el sujeto sentado en el centro; un hombre de cabellos negros, piel bronceada y una barba de perilla vestido con traje , sus ojos morados viendo atento a Issei—Solo somos…tres amigos conversando.

—¿Enserio?—preguntó el chiquillo curioso, como no tragándose la historia.

—Jeje, es bueno que dudes—respondió el segundo, sentado al extremo derecho de la banca. Era extranjero, probablemente de Europa, o eso creía el pequeño Hyodo al notar sus cabellos rubios y ojos azules. Vestía como un turista de toda la vida en plena época de primavera—El parque principal está remodelando las bancas, así que vinimos aquí a conversar.—explicó el ojiazul con una sonrisa amable, de alguna manera, él era bastante cálido—Por cierto, mi nombre es Michael Morningstar y el hombre de aquí es Barakiel—el pelinegro de antes asintió levemente con la cabeza, con una sonrisa presente en su rostro.

Issei les miro por unos momentos, antes de girar su cabeza hacia la última persona. Un hombre de cabellos rojos carmesí, su color favorito, con ojos verdes azulados; pero era como una combinación de los dos sujetos anteriores: la apariencia extranjera de Michael y la profesionalidad del traje de Barakiel—¿Y tú?—le preguntó al pelirrojo, haciéndole sonreír

—Mi nombre es Sirzechs Gremory.—respondió, extendiendo su mano hacia el pequeño, saludándolo—¿Y tu, pequeño amigo?

—…—el castañito vio su mano unos segundos, antes de sonreír ampliamente, tomando la mano grande del hombre adulto con sus dos manitas—¡Mucho gusto! ¡Soy Issei Hyodo, pero pueden decirme Ise!

—El gusto es nuestro, pequeño Ise.

—¡Guhehehe~!—rio risueño, mostrando sus dientecitos a los cuales les faltaba un diente.

La inocencia de una vida pura conocía a la oscuridad que estaba fuera de su burbuja. Izanagi veía la interacción con atención desde el techo del jardín, sus ojos dorados miraban seriamente a esos tres hombres interactuar con su pequeño amigo. Ya empezó, ahora no hay nada que detenga lo que está por pasar.

En la oficina de Zekram, el hombre abrazaba a Hanako con suavidad. La pelinegra estaba llorando contra su hombro, desconsolada, pero el Bael estaba allí para darle un hombro donde llorar.

Ella lo sabía, no quedaba mucho. La realidad era una completa perra en esos momentos.

Pero afrontarla era parte de crecer

¿Verdad?


Joder, casi cuatro meses sin nada. Ni una puta señal de vida.

La cuarentena pegó a todos fuerte, agradezco no tener ningún familiar inmediato infectado o enfermo; pero eso no significa que haya estado inmune a los otros problemas traídos por la coyuntura en la que vivimos.

El mes pasado empecé la universidad, mi celular se malogró desde que empezó la cuarentena y carezco de laptop propia por la cual no he avanzado tanto como quería. Sumado a eso, perdí gran parte del capítulo cuando iba por el 80% y tuve que hacerlo de nuevo.

Pero bueno, lo importante es que no estoy muerto ni nada similar. Solo en una situación un tanto jodida, pero eso no me ha impedido (tanto) en traerles el primer capítulo de este fic.

En mi perfil, recientemente actualizado, podrán ver todo lo relacionado a mi obra principal; donde he colocado todos los arcos argumentales de este fic que abarcará desde un inventado tomo 0 hasta el tomo 11 de HSDxD. En este tomo 0 (conformado por seis arcos) será algo extenso, podrán llamarlo relleno, pero es para comentar las buenas bases para la obra.

En este capítulo, trate de dar un antecedente a la familia de Issei y los que vienen detrás de sus padres. Su padre un militar y su madre maestra, ideas que he conversado con el creador de la familia de Issei, mi buen amigo Miguel16310 y que sirven bastante en la trama. Por lo cual no pierdan mucho de vista este detalle, así como la condición de Aria.

Espero que se haya entendido el trasfondo de la familia Hyodo con lo sobrenatural. Lo conocen, pero no son nada (aparentemente). Sin embargo, hay cosas que desconocen y de las que otras personas están al tanto.

Hablando de ellas; en las novelas, Zekram Bael es el primer Bael y anterior cuidador de Kuoh a Rias. Me puse a pensar en darle un papel debido a que me situó en una época donde Rias está siendo acosada fuertemente por su hermano mayor.

Tal vez me salí un poco del personaje ya que decide que lugar visitar; se supone que él es un personaje apegado al estatus quo que envuelven a las tres facciones, pero me tomé la libertad de hacerlo un poco más amigable, humano y menos estirado.

Ahora; Sirzechs, Barakiel y Michael. ¿Por qué Barakiel? Bueno, él vivía por aquella época con Shuri y Akeno; así que me pareció buena idea darle un trasfondo con nuestro aún pequeño protagonista.

En cuanto a los otros dos, sus razones se expondrán en el siguiente capítulo, el cual espero no tarde tanto como este…

Para finalizar, avisaré que el arco 1 tendrá una extensión de 5-6 capítulos (contando el prólogo). Por lo cual tendremos muuuucho que ver antes de entrar al canon de la serie.

En fin, sin más, me despido de ustedes y les deseo una buena noche a todos.