EL RUGIDO DE LAS BESTIAS
Por: Escarlata
Precure pertenece a Toei, el plot es mío.
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PARTE 8
Nagisa y Honoka continuaron su viaje con sus respectivos acompañantes. Aprendían de una nueva manera sobre ese mundo que ya conocían y a la vez desconocían, era emocionante de muchas maneras. Y también nostálgico porque en serio querían compartir esas experiencias con su mejor amiga.
Por otro lado, su subida de niveles era cada vez más lenta. Llegaron a nivel 15 pasados unos pocos días, pero con los Makeres locales dándoles los mismos puntos de experiencia, era cada vez más complicado reunir los puntos (contados en miles) que requería subir al siguiente nivel. Tampoco podían contarle a sus acompañantes ese asunto de los niveles y el sistema que conocían del juego, así que estos no los dejaban acercarse a enemigos más peligrosos.
Si estuvieran juntas podrían derrotar lo que se les parara enfrente, lo pensaban y lo asegurarían sin duda. Disfrutaban el viaje tanto como les era posible y a las cuatro semanas ya casi estaban listas para separar caminos de sus cuidadores. Ciertamente esas semanas no pasaron en balde.
Nagisa estaba tan cómoda con Fergie que ya no se mostraba tan nerviosa con él, apenada y sonrojada sí, de eso no había manera de salvarse, pero fuera de ello se portaba juguetona con el joven, familiar, como lo hacía con sus amistades habituales e incluso se había tomado la confianza de tomarle el brazo en alguna ocasión. Fergie permitía ese último contacto mientras no estuvieran muy pegados, el joven no era tonto y bien sabía lo que le estaba provocando a la adolescente a su lado; al fiero León que a esas alturas hacía correr a los Makeres pero que se sonrojaba si le decía lo genial que se había visto en tal o cual batalla.
El caballero se daba una idea de lo que pasaba por la cabeza de su protegida y también sabía cómo debía actuar en este caso. Admitía que no era a la primera adolescente que tenía como fiel fan.
Estaban cerca de la frontera sur del territorio, peleaban contra un golem de roca, o al menos el León lo hacía, Fergie se limitaba a cubrirla aunque lo necesitara más bien poco. Era consciente de que la chica pronto dejaría de necesitarlo y eso lo tenía contento por más de una razón. Había cumplido su misión, una razón importante pero no la principal a esas alturas. El otro motivo era que Natalie se veía realmente contenta, estaba disfrutando de ese viaje y el que se portara con mucha familiaridad con él era la prueba de que se había acostumbrado al ritmo de viaje con todo y que cada tres noches durmiera como tronco durante largas horas. Las primeras veces se dedicó a cuidarla, pero las siguientes ella ya era consciente de lo que llamaba "una molesta condición" y se guarecía en un sitio seguro por cuenta propia hasta despertar. Se sentía orgulloso, lo admitía.
La última razón era que le había tomado cariño a la chica, un cariño puro de amigo, cabía mencionar. Algo le decía que tendría que enfrentar lo que sea que fuera a decirle apenas se acercara el momento de la despedida.
A lo que debía poner atención con más urgencia era a las rocas que salían disparadas del cuerpo del golem. Evadió los ataques y el León también, su propio elemento en especial poco hacía contra la estructura rocosa del monstruo, pero los ataques del León estaban haciendo un gran trabajo contra la criatura. Una embestida de cuerpo entero fue suficiente para derribar al golem y finalmente hacerlo pedazos. Nagisa soltó un grito de triunfo y chocó sus palmas con Fergie.
─Buen trabajo, León ─la soltó y le dio un cariño en el cabello. Notó su sonrojo pero se limitó a sonreír y tomar distancia mientras buscaba entre los restos de la criatura. Había artefactos que solían venderse bien en las ciudades, los alquimistas los usaban como materiales especiales pero no entendía la necesidad de su acompañante de cargar con todas las cosas que pudiera.
Eventualmente Nagisa se rindió. Detestaba esos toques de realismo, debía viajar ligera y no dedicarse a cargar cosas en la espalda como asno. Decidió colectar ítems cerca de las ciudades o bien sólo cargar los que necesitara en su momento.
Estaban en esa zona porque ya estaba lista para su siguiente misión, que era simplemente llamada "Rugido de León" y que al parecer tenía que ver con un arma o algo así. Seguía la ruta que le marcaba el mapa en su menú, Fergie la seguía sin cuestionar. Al menos su posición como la Elegida le daba carta libre a cualquier actividad por muy rara que fuera.
─Es ahí ─dijo Nagisa y señaló la alta montaña que bordeaba con el mar abierto.
Fergie soltó un silbido, hacía bastante que no iba por esos sitios porque era una zona relativamente tranquila, los poblados pequeños estaban bien resguardados y uno sólo se topaba con monstruos como ese golem si se metía en sitios que no debían. La montaña frente a ellos era conocida como el Guardián del Mar por una buena razón, tenía la forma de un gigante sentado. Las leyendas decían que el último de los gigantes vivió y murió ahí hace muchísimo tiempo y su cuerpo quedó petrificado frente al mar, convirtiéndose en esa montaña.
Nagisa conocía la leyenda porque Honoka SÍ leía todos los textos del juego y solían hablar de ellos al día siguiente. Nagisa los memorizaba mejor si Honoka se los contaba.
─¿Y qué encontraremos ahí arriba? ─preguntó el caballero mientras miraba a la cima y casi le daba un ataque de vértigo de sólo pensar todo lo que iban a tener qué escalar.
─Aparentemente mi rugido ─explicó Nagisa de manera divertida. Ni ella sabía con exactitud lo que iba a encontrar ahí arriba.
Sólo tenía algunas misiones completadas, primero la del Nombramiento donde recibió su piel de león, luego subir a nivel 10 y matar a treinta Makeres, aún no rozaba siquiera la mitad de lo requerido para llegar a nivel 16 y le estaba costando por culpa de esos enemigos tan enclenques. Quizá arriba encontraría su respuesta, o eso esperaba, porque Fergie ya ni siquiera la protegía tanto, solamente la miraba y la felicitaba por su buen trabajo. Acabar rápido con el enemigo era divertido en el juego, deshacerse de sus oponentes en esas condiciones no tenía nada de reto, no había nada interesante qué rescatar de esas peleas, admitía sin pena que en ese momento quería un reto.
Debe estar arriba, pensó. Una voz se lo dijo desde sus adentros, quizá el León.
Hasta ese día seguía sin ponerse la capucha, no había usado la habilidad de Berserker porque los enemigos no lo valían, quedar indefensa no lo valía en esos momentos, si iba a usarlo, quería que fuera contra algo que realmente representara un reto. Suspiró hondo y miró a Fergie.
─¿Listo?
─Andando, tenemos suficiente luz de día para avanzar un buen tramo y todo por si debemos acampar ─él cargaba un poco más, llevaba ingredientes en su mochila y un par de troncos y bastantes ramas para la fogata si lo necesitaban.
Para esos momentos Fergie le había enseñado a Nagisa todo lo que necesitaba para acampar, la Elegida por el León podría saber los secretos de campamento de su padre, pero no era lo mismo usar equipo moderno y adecuado de camping, a usar lo que tenían a la mano. Encender fuego con yesca de bosque, ramas y piedras, mantener ese fuego ardiendo toda la noche porque la leña se agotaba increíblemente rápido; no era tan simple. También estaba el asunto de la cocina, porque utensilios tenía más bien pocos y no todo era comestible, no podía cargar cien cosas de cada ingrediente como en el juego así que debían cocinar lo que encontraran en el camino.
Fue desagradable, pero el caballero le enseñó a preparar carne recién cazada para una cena nutritiva. Además, estaba el tema de los sitios seguros, porque ya un par de esas noches los había atrapado la lluvia y tuvieron que correr a un escondite. No durmieron en toda la noche, se quedaron viendo la lluvia bajo una saliente rocosa, con frío y por lo menos no hambrientos. Agradecía que el chico le prestara su capa en cada ocasión y la dejara dormir contra su brazo. Casi moría de sonrojo en dichas ocasiones, por cierto.
Había aprendido bastante en esos días y estaba muy agradecida con su guardián.
Ambos comenzaron la silenciosa escalada. Nagisa se sentía ágil gracias a sus bonos diurnos, Fergie le seguía con una agilidad muy respetuosa y prefería ir más abajo que su protegida, la razón era por costumbre y porque podría atraparla en caso de que resbalara. Ya había sucedido un par de veces así que ya sabía qué posición tomar.
Las pocas veces que hablaban era para que Nagisa indicara el tramo que veía más fácil de subir, era complicado hablar y escalar, por mucha condición que ambos pudieran presumir, controlar su respiración era importante en actividades así de exigentes. A pesar de no estar cansada, Nagisa ya estaba sudando. Iban a menos de la mitad del trayecto pasado un larguísimo rato. Ambos tomaron un descanso en una saliente plana y segura.
─Buen trabajo, León, la última vez resbalaste y caímos, pero por suerte no estábamos muy arriba ─dijo el chico entre risas pequeñas, Nagisa se sonrojó y eso lo hizo reír un poco más. No mucho, le costaba reír porque estaba agotado.
─¡Oye, no tenías porqué mencionarlo! ─estaba igualmente agitada pero eso no evitó que reclamara. ¡Tampoco fue para tanto! De todos modos rió mientras miraba el paisaje desde donde estaban. Las montañas en el juego no se sentían tan altas, ya había recorrido ese sitio manejando precisamente a Fergie.
En serio quería mostrarle todo eso a Honoka, era fantástico. Tomó un poco del agua que le ofreció el caballero y lo agradeció con una sonrisa. Por alguna razón se le ocurrió mirar al chico en lugar del paisaje ante sus ojos y lo que vio la dejó boquiabierta. La luz iluminando su masculino perfil, su rostro perlado por el sudor, su cabello ligeramente empapado y su posición relajada al sentarse.
Estaba tan embelesada viéndolo, que no percató su propio suspiro.
─¿León? ─preguntó el joven caballero al notar que le miraban. Comprendió de inmediato el significado tras esa mirada, así que lo mejor era comportarse─. Descansemos un rato y sigamos, si nos tardamos en retomar la marcha, nuestros cuerpos se van a enfriar.
Sí, eso era cierto, o al menos en circunstancias normales así sería, Nagisa lo sabía. Pero su caso no era el mismo, Nagisa tenía sus bonos de día y podría seguir en ese mismo momento, pero Fergie no y debía ser comprensiva. Asintió. Pudo hacerlo a pesar de estar sonrojada y con el corazón alborotado.
─De acuerdo, un rato más.
El caballero puso una pequeña roca delante de ellos y a una pequeña distancia de la sombra que les cubría. ─Cuando la sombra toque la roca, partiremos.
Nagisa volvió a asentir, eso tomaría minutos solamente, ya estaba aprendiendo a medir el tiempo sin necesidad de mirar el reloj del menú. La chica suspiró hondo. ¿Estaría mal decirle algo más? ¿Confesarle lo que provocaba en su corazón? Tan sólo pensarlo la hizo morirse de vergüenza y se cubrió la cara con ambas manos. ¡Él era un personaje de videojuego! Su parecido con Fujipi era asunto aparte, su personalidad era fantástica, todo él era un tesoro.
Refunfuñó para sus adentros. Además, dejaría de verlo dentro de poco tiempo, tampoco valía la pena declarar lo que sentía en voz alta. Una vez pudo decirlo en voz alta y su confesión se la llevó el viento, así de simple y así de triste.
No supo cuánto tiempo pasó, pero se sobresaltó cuando Fergie le tocó el hombro. ─¿Uh?
─Sigamos ─dijo el caballero, ya tenía la piedra en la mano y la lanzó hacia abajo.
─Ah, sí, de acuerdo ─respondió Nagisa, aún roja y con una voz extremadamente aguda, culpa de la pena.
Siguieron la escalada cuesta arriba.
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Quienes también iban cuesta arriba eran Lilia y Honoka. Según el mapa del menú, tenía que ir a una cueva escondida en la cadena montañosa de la zona oeste del territorio. Esa era su siguiente misión y Honoka estaba emocionada de seguir conociendo esos paisajes. Lilia sólo reía con nerviosismo al ver que su protegida desde hacía un tiempo se movía como si estuviera sola. Al menos se tomaba el tiempo de esperarla porque ella no podía moverse tan rápido.
El viaje hasta ese momento había sido francamente divertido, tanto para Lilia como para su protegida a la que ya no tenía nada qué protegerle. Lilia le había estado enseñando la escritura local, las recetas que conocía, todo lo que sabía sobre la vegetación y fauna local, también los mejores sitios para comer, las mejores maneras de preparar un campamento nuevo según la zona en turno y todos los poblados en un mapa que consiguieron en el camino.
Honoka estaba encantada con todo lo vivido hasta el momento. Y todo estaría mejor si tuviera a Nagisa a su lado, pero de momento no era posible y Lilia era una gran acompañante.
─Por favor, no le digas esto a mis superiores o van a despedirme ─pidió Lilia con pena, no quería parecer una debilucha, pero aceptaba y admiraba humildemente la superioridad física de su protegida.
─No, nada saldrá de mi boca, te lo prometo ─dijo Honoka de inmediato─. Además no debes hacerte la dura conmigo, eres sólo año y medio mayor que yo, ¿o no? Eres bastante joven y aún así te confiaron el trabajo de cuidarme, eso dice mucho de ti ─agregó con tono divertido.
Y lo estaba porque era ella la que escalaba mientras Lilia estaba sujeta de su cuerpo y acomodada en su espalda. Eran más o menos de la misma estatura, pero Lilia se sentía TAN pequeña a su lado en esos momentos. No quería parecer una inútil ante alguien más joven, pero no valía la pena hacerse la fuerte y quedar herida, mucho menos luego de los halagos ajenos. No tenía poderes curativos, por cierto.
─¿Tan malo es viajar en mi espalda? Te aseguro que no pesas ni me estorbas para escalar ─y vaya escalada, estaba en un muro de roca y hielo liso totalmente vertical, no había rocas a las cuales asirse y eso sería imposible en condiciones normales y sin el equipo adecuado. Pero Honoka no era normal y tenía todo lo que necesitaba: las garras de la piel del tigre. Sus garras se clavaban en el muro con relativa facilidad, a pesar de que aún no anochecía, tenía la habilidad y fuerza física suficiente para una escalada de esa magnitud, el frío no lo sufría.
─No, no, para nada, no es molesto en lo absoluto, te lo aseguro ─dijo la acólita de inmediato y se aferró con un poco más de fuerza al cuello de Honoka. Era cálida. Se recargó en su hombro y suspiró.
Honoka pudo sentirla. ─¿Todo bien, no tienes frío?
─No, para nada, eres muy cálida ─dijo con una voz totalmente embelesada, sentía la cara caliente y algo le decía que no era por el calor que Hannah le transmitía. Suspiró de nuevo.
─Haremos una parada en la primera zona segura que topemos, no quiero que te pase nada.
─Esas palabras las debería decir yo, Hannah ─dijo la acólita con una risa.
La elegida también rió. ─Ya has hecho bastante por mi y soy yo la que está hecha para éste tipo de paisajes, no tienes nada de qué apenarte ─de un salto finalmente llegó a una zona rocosa que le permitía una mejor velocidad de movimiento. Estaba agitada pero no agotada, tampoco quería jugar con su suerte y escalar de noche era algo que Lilia definitivamente NO iba a permitirle por muy seguro que le dijera que era.
─Bueno, no pensé que quisieras venir a ésta zona en especial, sólo hay bestias de nieve, casi no hay verdura salvaje ni ríos a la vista, poblados hay pocos ─y por eso ella llevaba suficientes ingredientes en su mochila. Además, Hannah había demostrado ser particularmente hábil en cazar pequeños animales salvajes y peces sólo con sus manos, comieron pescado esa mañana.
Mención aparte, a Honoka no le gustó cazar animales pero sabía que era por supervivencia. La verdad prefería los peces, pero en caso de emergencia sabía que podía hacerse de una buena comida con las habilidades de cazador del tigre dentro suyo.
─Buscaremos una cueva y descansaremos ─al menos debía dejar que Lilia se repusiera, entre más subían, menos oxígeno había y más delgado era el aire.
Por alguna razón podía con la falta de oxígeno a esa altura, ventajas que le daba su estatus de Elegida, estaba segura de ello, pero con Lilia respirándole literalmente en el cuello podía darse cuenta de que respiraba de manera honda y lenta. Quizá no había sido buena idea llevarla tan alto, estaba a punto de decirlo, pero Lilia habló primero.
─Hacía tiempo que no subía tan alto, olvidaba lo difícil que es respirar a estas altitudes ─dijo la acólita con una sonrisa aunque su acompañante no pudiera verla.
─Estaba a nada de decirte que era mejor volver a bajar y buscar otra ruta.
─No, no es necesario. El Tigre te pide que hagas algo aquí y eso es importante. Como tu protectora, debo estar contigo ─dijo con firmeza, o al menos toda la que podía reunir en esa posición más de protegida que de protectora.
Honoka rió levemente. ─De acuerdo, entonces seguiré escalando. Ya casi llegamos, puedo ver la cima. Ahí arriba te diré hacia dónde debemos movernos y con suerte no será una zona tan complicada ─revisaría de nuevo el mapa del menú.
─No lo es, al menos las rutas que yo conozco, pero no sé hasta donde debas meterte. Hay zonas que ni los locales frecuentamos, sólo los conocemos gracias a viajeros más valientes ─comentó Lilia con una sonrisa.
─Todo estará bien, lo sé ─la chica dio un salto y finalmente alcanzó la cima de esa montaña.
La vista era espectacular, nada qué ver con los gráficos de la pantalla de su computadora, lo que tenía enfrente era tan real que podía sentirlo por completo. El frío clima, la solidez de la montaña bajo sus pies, los aromas que el viento le llevaba e incluso la manera en que Lilia se aferraba a su cuerpo con fuerza. También podía escuchar algo más que no sabía interpretar, como si el viento le murmurara cosas. La sensación era hermosa.
─Es hermoso ─murmuró Honoka mientras contemplaba el paisaje. Sintió que Lilia apretaba un poco más el agarre en su cuello y eso le llamó la atención. No que la lastimara, pero el cambio fue visible─. ¿Lilia? ¿Estás bien?
No, no lo estaba pero la hechicera no dijo nada, sólo pudo sacar un sonido afirmativo de su boca. Sí, el paisaje era hermoso, lo conocía de toda su vida, pero le pareció más lindo el gesto que puso su protegida al verlo, juraría que hasta su mirada brilló, como reflejando la luz que alcanzaba a iluminar las alturas tormentosas de la cordillera montañosa.
La acólita se aclaró la garganta antes de componerse a sí misma por la fuerza. ─Tú dices hacia dónde.
Honoka asintió. Aprovechando la limitada posición de Lilia, usó su mano izquierda para manipular el menú apenas lo invocó. Debía encontrar una manera más lineal de llegar a la zona centro-norte de la cordillera. No podía calcular la distancia en tiempo real pero lo mejor era seguir hasta que anocheciera y de ahí esperar al amanecer. No quería poner en peligro a Lilia en caso de que hubiese criaturas más fuertes en su camino.
─Iremos en esa dirección y nos vamos a quedar en la primera cueva que nos encontremos ─dijo Honoka y escuchó una voz afirmativa en Lilia. Sonrió─. ¿Necesitas estirar las piernas antes de seguir? No quiero que le pase nada malo a tu cuerpo.
Lilia estuvo a punto de decir que no, pero al final cedió. ─Sí, me ayudaría mucho, gracias ─con todo el dolor de su corazón se soltó del cuello de su acompañante y caminó un poco para estirar el cuerpo. No resentía tanto el frío gracias a su magia de fuego y su ropa, pero sin duda estar en una sola posición por tanto rato era cansado. Suspiró hondo un par de veces y para esos momentos ya estaba mejor a esas alturas, ventajas de ser nativa de la zona─. Mucho mejor ─miró hacia abajo, no sufría vértigos pero sí se impresionó de buena manera por la altura─. No voy a bajar eso a saltos como tú lo haces.
─Lo sé y no quiero que lo intentes, lo último que deseo es que te pase algo malo ─repitió Honoka con una sonrisa dulce.
Lo suficientemente dulce para que se convirtiera en un potente golpe al corazón de la acólita. Sólo pudo asentir con torpeza y girarse mientras sentía que el rostro le ardía. Se aclaró la garganta e hizo algunos ejercicios de estiramiento, debían continuar antes de que se metiera el sol.
Pasados unos minutos, una apenada Lilia volvió a acomodarse en la espalda de Honoka. Una vez asegurada con cuerdas a su cintura, el Tigre siguió la marcha en línea recta y cuesta abajo. Justo como dijo la hechicera, Honoka comenzó a dar saltos hacia abajo. Por lo menos buscaba zonas seguras donde aterrizar, Lilia apostaba que por muy Tigre que fuera, no sería inmune a una torcedura de tobillo o alguna lesión similar.
Honoka tenía cuidado. Sí, en ese momento estaba pareciendo poco cautelosa, pero en serio estaba teniendo cuidado y precaución gracias a los sentidos maximizados otorgados por la piel del Tigre, era como ver todo momentos antes de que pasara, incluso veía posibles terrenos donde sí resbalaba y caía, o donde las rocas eran más endebles, todo a simple vista y ayudada de su velocidad. Sí, era como ser Cure White de nuevo.
Para antes del anochecer encontraron una cueva lo suficientemente profunda y deshabitada para guarecerse esa noche. Tenían calor gracias a trozos de carbón que encontraron en el camino y usaron hielo recién congelado para conseguir agua gracias al poder de fuego de Lilia. Justo comían una sopa, ésta vez hecha por Honoka.
─Has mejorado mucho ésta receta, no sabe como la mía pero en serio sabe bien ─comentó Lilia con una sonrisa alegre─. Incluso mejor.
─No te quites méritos, me gusta mucho cuando cocinas tú. Muchas gracias por enseñarme todas las recetas locales ─había reunido casi todas las recetas de la zona nueva, le faltaba (re)aprender las del territorio al otro lado de la puerta sellada. Estaban bastante lejos de ella en esos momentos y eso significaba que Nagisa debía estar aún más lejos en ese momento.
Honoka miró la sopa y sonrió, tenía tantas ganas de cocinar eso para Nagisa. Cada día que pasaba la echaba más de menos y eso la hacía poner un gesto de nostalgia que era imposible de ignorar. Lilia, por supuesto, lo notó.
─¿Pasa algo? ─preguntó la hechicera con sincera preocupación e interés.
─No ─pero Honoka pensó mejor la respuesta─. En realidad sí, pero no es algo que se pueda arreglar ahora mismo. Debo esperar y tengo que hacerme más fuerte.
Lilia pareció algo perdida por la respuesta de su acompañante, así que se animó a indagar un poco más. ─¿Estás nerviosa por lo que debes hacer como el Tigre Blanco? ─y le sorprendió verla negar con la cabeza.
─Estoy ansiosa porque hay una persona a la que quiero encontrar, a la que deseo ver tan pronto sea posible ─confesó Honoka, hasta ese momento se había animado a expresar esos pensamientos.
El gesto de Lilia se descompuso un poco. ─¿Alguien importante para ti?
─Tan importante que no puedo dejar de pensar en ella y en lo mucho que le gustaría comer ésta comida ─sonrió aún más de sólo imaginar a Nagisa saboreando la sopa y repitiendo plato al menos tres veces.
─¿Echas de menos a esa persona?
─Mucho.
La hechicera suspiró el ver el gesto cabizbajo de su acompañante. No tenía más detalles, Hannah no parecía muy dispuesta a decir más en esos momentos y ella tampoco tenía el corazón para preguntar más. Sonrió mientras se acomodaba las gafas. ─La encontrarás de nuevo, estoy segura ─seguro era alguien del mundo de donde había llegado. Algún familiar, una amistad, incluso un amante. Normal que se sintiera sola estando en un sitio desconocido con una misión de dimensiones gigantescas.
─Lo sé. Gracias, Lilia. Me has ayudado mucho y no sólo lo digo porque me estés cuidando, aprecio mucho tu compañía ─dijo Honoka con un tono más animado y, por supuesto, sincero.
Lilia se sonrojó un poco y mejor bajó el rostro para contemplar lo que quedaba de su sopa. ─Lo hago con gusto. Sí, es mi deber, pero me siento a gusto contigo, Hannah.
La elegida se mordió un labio y estuvo a punto de corregirla, pero no... Mejor no. Ya estaba acostumbrada a ese nombre de todos modos. Quizá se lo diría después, en sus palabras hacía eco la advertencia del Tigre sobre no confiar en nadie, pero hablaba específicamente de esos en la cima de autoridad, ¿verdad? No hablaba de la gente común y de los que sólo seguían órdenes porque eso era lo que conocían, ¿verdad?
Lo consultaría con el Tigre apenas pudiera.
La hechicera en serio le agradaba y no solamente porque se pareciera físicamente a su amiga Yuriko, si no que Lilia era su propia persona con una personalidad fantástica y muy amigable a su manera. Suspiró y mejor se acabó su sopa. Sonrió ante las palabras de su acompañante.
─Yo también, Lilia.
Terminaron de cenar, pusieron el carbón que les quedaba en su fuego y decidieron dormir. A Honoka le costaba un poco dormir por la noche porque era cuando sus sentidos estaban mucho más despiertos, así que prefería contemplar sus alrededores y poner atención a los murmullos hasta que eventualmente su cuerpo cedía y tomaba una siesta. Hacía un poco de frío, el aire se colaba por la amplia entrada de la cueva y notó que Lilia tembló un momento.
─La próxima cubriremos la entrada con algo, se cuela bastante viento ─dijo Honoka mientras se acomodaba justo al lado de Lilia.
─¿Hannah? ─la chica se puso nerviosa de repente.
─Si usamos ambas mantas no tendrás frío, ¿verdad? No quiero que te resfríes ─y justamente colocaba ambas mantas juntas.
─D-De acuerdo ─dijo la hechicera, que pese a los nervios estaba emocionada con esa idea. No tardó en sentir el cuerpo de Hannah contra el suyo, aún tenía puesta la piel, únicamente se la quitaba para asearse, pero la usaba incluso para dormir y eso le dotaba de un calor imposible de ignorar. Suspiró─. Gracias.
─Por nada ─sonrió de manera suave─. Buenas noches, Lilia.
─Bu-Buenas noches, Hannah.
Honoka no dormía, sólo tenía los ojos cerrados y meditaba para que sus sentidos no se sobrecargaran por el fuerte sonido del viento y los aromas que se colaban por la entrada. No era mala idea estar atenta por si algunos Makeres de hielo encontraban la cueva. No sería la primera vez que las atacaban durante sus horas de sueño. Lo que no supo era que Lilia le miraba con el rostro cubierto a la mitad.
Para la hechicera era imposible no contemplar la linda linea que hacía el rostro del Tigre a contraluz de la fogata. Quiso tocar la mejilla de Hannah con índice derecho pensando que estaba dormida, pero se detuvo. No era adecuado, se traba del Tigre Blanco, Hannah Whitehouse, era alguien muy importante para su reino, no podía permitirse esas debilidades, mucho menos esos sentimientos.
Con trabajos pudo dormir.
CONTINUARÁ...
