EL RUGIDO DE LAS BESTIAS
Por: Escarlata
Precure pertenece a Toei, el plot es mío.
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PARTE 10
La vista era espectacular. El par ya estaban sobre la cabeza cima y podían ver el interminable mar ante ellos. A un par de metros tenían una peligrosísima caída al vacío, al fondo había rocas afiladas y las olas chocaban de manera furiosa contra el muro y los pies de la montaña.
─¡Genial! ─exclamó Nagisa con infantil asombro.
─Es un paisaje espectacular. Debo admitir que nunca había escalado hasta aquí, sólo a la mitad para colectar ingredientes para los alquimistas ─dijo el caballero, tan asombrado como ella.
Poco y nada se sabía de la cara montañosa que daba al mar, esa zona del Gigante estaba inexplorada por las complicaciones que daba el escalar o el tratar de descender por la extremadamente vertical ladera. Caer, desde luego, era mortal. Nagisa suspiró hondo, Fergie mantuvo su sonrisa calmada y se quedaron unos minutos más contemplando la magnífica vista.
─¿Y ahora hacia dónde? ─preguntó el caballero, eso era camino muerto a menos que uno quisiera literalmente matarse desde ahí.
─Espera un momento, deja me concentro ─dijo Nagisa, le dio la espalda y se sentó con las piernas cruzadas. Fingía pensar en algo pero la verdad estaba revisando el mapa del menú de manera discreta, según la señal ese era el sitio, lo que quería decir que debía revisar un poco más. Algo le decía que era hacia abajo y de cara al mar y sólo suspiró hondo─. Debo revisar algo, pero tendrás que esperar aquí, no quiero que caigas.
Fergie de inmediato se puso alerta. ─¿Piensas bajar por ahí? ─señaló la caída que tenían al frente─. ¡Es peligroso! Por mucho que seas el León Negro, no puedo permitir que algo malo te pase. ¡Podrías matarte! ─dijo el joven tan rápido y tan desesperado como Nagisa nunca lo había visto antes. En serio estaba asustado.
Pese a sentir la preocupación del caballero, Nagisa se mantuvo firme y negó con firmeza. ─Debo hacerlo, es lo que el León me pide. Lo que quiere que encuentre, está ahí ─señaló hacia abajo y usó como excusa a la tan idolatrada figura de todos en el castillo y el reino.
La estrategia funcionó, Fergie bajó los brazos en señal de derrota pero no que eso lo calmara. No solamente su deber era protegerla, Natalie le agradaba bastante, comprendía que se sintiera sobrepasada por estar en un papel que definitivamente no había pedido pero ponerse en peligro de esa manera le pareció demasiado... Al menos por un momento. La mirada que su protegida le dirigió era dura, era fuerte, se sentía poderosa.
Y lo era, porque en ese momento Nagisa se sentía más que nunca como Cure Black. Suspiró por lo bajo, de estar su Honoka ahí, ella se lanzaría al vacío a su lado sin pensarlo siquiera y ya abajo verían cómo arreglárselas. Sí, eran guerreras de cien batallas, nadie podía culparlas por ser tan arrojadas en ocasiones.
─Como tú ordenes, León Negro ─dijo Fergie con voz seria y hasta se inclinó. Su deber le golpeó directo en la cabeza, recordando que el León era libre de hacer lo que quisiera, y si quería bajar por esa ladera extremadamente peligrosa, debía dejarla.
Nagisa asintió y luego recuperó su sonrisa llena de energía y vigor.
─Volveré antes de que te des cuenta, lo prometo, después podremos ver qué sigue.
─De acuerdo.
Ambos se sonrieron una vez más y ésta vez Nagisa dio un paso más hacia el vacío.
─Diablos...
Estaba alto. MUY alto. Sí, un mal paso y podría matarse, pero al menos conocía la parte frontal porque la había recorrido con Honoka en busca de ingredientes para sus misiones. En esa cara de la montaña había grietas, salientes y cuevas que dotaban de humanas facciones a la montaña, lo que quería decir que lo que buscaba podría estar en alguna de esas cuevas. No las recordaba todas a detalle pero confiaba en su instinto. Debía confiar en el León.
─Aquí voy ─se dijo Nagisa a sí misma y comenzó a bajar. Con la luz del sol justo en la espalda y sus estadísticas beneficiadas por el día mismo, no tenía problemas en bajar e incluso hacer algunos peligrosos movimientos para revisar si había algo a sus lados. Su calzado no resbalaba por la roca, afortunadamente, mientras que sus garras eran su única manera de asirse a la roca sobre los largos tramos lisos. Tan lisos que reflejaban la luz del sol cual cristales.
A decir verdad parecía demasiada luz, no recordaba que reflejase tanto la última vez que Honoka y ella recorrieron esa zona en el juego algunas noches antes. Sujeta de una sola mano, dejó su cuerpo colgando como si de un mono se tratara y miró hacia abajo. Más o menos a la mitad de la ladera, cerca de unas salientes era donde parecía haber más luz reflejada. Con su mano libre revisó el mapa una vez más y, sí, le marcaba que era más abajo. Debía ser ahí.
Siguió el descenso, lo hacía despacio y con cuidado pese a saberse capaz de bajar más rápido, no había necesidad de arriesgarse si no era necesario, dudaba mucho que su poder le salvara el trasero si caía en las afiladas rocas al fondo, podía verlas perfectamente desde donde estaba.
Pasado un rato, finalmente llegó a las salientes de roca y ahí pudo ponerse en pie. Sí, sus garras eran perfectas para ese trabajo, pero igualmente los brazos se le entumecieron un poco por estar levantados y haciendo fuerza en todo momento. Se estiró un poco y buscó con la vista, más a su izquierda podía ver ese brillo y algo que prometía ser una cueva o por lo menos una grieta.
─Debe ser ahí ─se dijo así misma con una sonrisa y volvió a afianzarse del muro con sus garras, tampoco quería resbalar de manera ridícula y caer; conocía, reconocía y abrazaba su lado más torpe, pero justo ahí no debía ser torpe. Llegó a la zona luminosa y pudo sujetarse bien al borde sólo con su mano.
Sí, una caverna como las que recordaba, sólo que en esas cavernas había minerales de los que solían recolectar. ¡Y justo ahí estaban dichos minerales! Pero eran más grandes a como pudo haberlos imaginado y cargar un par estaba totalmente fuera de tema. A decir que no eran los minerales los que reflejaban la potente luz del sol, si no algo más al fondo.
Siguió avanzando y notó algo similar a una puerta, o al menos así podía describirla. Era como si alguien hubiera dibujado una puerta con un trozo de carbón, incluso la linea estaba chueca por las mismas imperfecciones de la roca. Sintió que las manos le hormigueaban y simplemente hizo lo que su cuerpo le pidió hacer: puso sus palmas contra la "puerta" luminosa y de pronto se fue de frente. El sólido muro ante ella simplemente desapareció con una luz más intensa y Nagisa acabó de boca al suelo dentro de un sitio totalmente nuevo al interior del Gigante.
Se levantó de inmediato sacudiéndose la ropa como si alguien la hubiera visto y no quisiera quedar en ridículo, pero lo único que había era un largo pasaje que iba más al fondo y más abajo. No estaba totalmente oscuro, pequeñas piedras luminosas permitían dar un paso frente al otro sin el peligro de estrellarse de frente contra algo o tropezar. Por el otro lado, la visión mejorada de Nagisa le ayudaba a transitar mejor por el estrecho y rocoso espacio.
─¡Ah, diablos! ¡Si estuvieras aquí seguro que estarías emocionada, Honoka! ─pudo gritarlo, pudo decirlo al fin y eso la hizo sentir bien. No poder hablar con su mejor amiga era algo que podía comprender, pero no poder hablar de ella con otras personas era más molesto.
Le gustaba hablar de Honoka, le gustaba presumir a Honoka y todos los logros de su amiga los sentía como propios; no podía hacer más que sacar el pecho con orgullo cuando le lanzaba todos los halagos del mundo. Tenía semanas sin poder decir su nombre en voz alta y se sintió demasiado bien, incluso más tranquila.
─Si estuvieras aquí, seguro que querrías tomar alguna de éstas piedras ─dijo entre pequeñas risas─. O me dirías que me apresurara para ver qué hay al final del camino, así que... Aquí vamos ─aceleró su paso cuidando de no golpearse la cabeza en las zonas donde el techo del túnel era más bajo.
Finalmente llegó a una caverna más amplia y se quedó con la boca abierta.
La caverna tenía señales de haber sido tallada, en los muros había cabezas de león rugiendo que parecían nacer de las rocas. Cuatro exactamente, y de estar Honoka ahí le diría que cada cabeza estaba posicionada en un punto cardinal. Al centro había un círculo y le parecía vagamente familiar al que vio en la habitación donde pisó por primera vez ese mundo. No tenía tan buena memoria pero sí parecía ser similar. En el techo cupular había un grabado posicionado para leerse desde la cabeza del león al sur. Las letras no las conocía, no se parecía a la escritura local que Fergie le estuvo enseñando en el camino, pero por alguna razón podía leerlas.
Eso hizo, comenzó a leerlas en voz alta.
Soy Tú y soy Yo. Soy el Tú que respira ahora y Soy a quien dejarás en el camino de ésta vida. Soy de quien platicaras a Madre, soy quien te mostrará éste mundo, soy tu fuerza del Ahora, soy tu recuerdo a Futuro. Dame la Fuerza Ahora para alcanzar el Futuro que ambos merecemos. Soy Tú y respiro, eres Yo y me miras.
Nagisa sintió que el aire comenzaba a faltarle, como si hubiera corrido demasiado rápido. La última línea salió sin que ella fuera totalmente consciente de decirla o no por voluntad propia.
─Soy el León Negro.
Y todo a su alrededor brilló, cegándola por un momento.
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Era alrededor de mediodía cuando Honoka y Lilia llegaron al pueblo que marcaba el mapa, de inmediato les dieron un lindo cuarto en la casa del Anciano de la ciudad. Honoka poco a poco comprendía que ahí los ancianos, los viejos, eran los que tenían la autoridad. Hasta el momento había conocido hombres con muchos años encima que eran gruñones pero justos, otros que eran como el abuelo de todo el mundo, unos que parecían tener el alma de un niño y otros que se portaban apacibles. Todos los escuchaban y obedecían sus indicaciones como si fuera ley.
Lo que estaba aprendiendo de ese reino la tenía francamente fascinada. Tendría TANTO para contarle a Nagisa apenas se vieran que no podía esperar. Pero antes, lo mejor era ver hacia dónde debía seguir para encontrar lo que quiera que le aguardara al final de esa misión.
Aprovechando que Lilia hablaba con él Anciano local y ella misma estaba en su hora de aseo personal dentro de una amplia tina, Honoka revisó el mapa del menú. Estaba a nada de llegar a la zona marcada, bastante cerca del pueblo, así que le pediría a Lilia que esperara por ella.
Por lo que vio antes de llegar ahí, había un denso bosque de pino pasando el pueblo. La marca del mapa estaba por el bosque, así que su destino era obvio. No había más detalles de la misión, sólo que debía ir ahí. Ya se las arreglaría llegando, después de todo era un sitio sagrado del Tigre (o al menos eso se atrevía a pensar) y nadie le debía negar el ir ahí, ¿verdad?
Terminó de ducharse y ya se estaba terminando de arreglar cuando tocaron la puerta del dormitorio y Lilia entró, ya había terminado de hablar con todos y la gente estaba demasiado feliz de saber que el Tigre Blanco estaba ahí, ya le tenían comida preparada . De paso les contó a todos que Hannah Whitehouse, el Tigre Blanco, era una persona amable pero reservada.
Los Tigres son reservados, eso respondió el Anciano local con una sonrisa desdentada y todos aceptaron no atosigarla demasiado, era libre de andar por el pueblo a capricho y pedirle lo que quisiera a quien quisiera. Honoka seguía fascinada y sorprendida por el nivel de devoción que sentían todos por la felina figura.
─Veo que ya estás lista ─dijo Lilia con una sonrisa, ella también necesitaba una ducha caliente.
─Lo estoy, y ahora ya sé hacia dónde ir.
─¿Ahora? ─preguntó Lilia. Se dio cuenta de sus palabras y negó firmemente, no podía cuestionar a su protegida a menos que pensara hacer una locura, como tratar de asearse con agua fría de la montaña─. Digo... Deberías comer al menos, ya te han preparado de comer.
Honoka sonrió y negó suavemente con la cabeza, pero no que estuviera rechazando la cortesía, si no que le caía en gracia más de una reacción de su acompañante. ─De acuerdo, comeré. De hecho podría descansar un poco mientras te lavar, luego iremos a comer y terminando yo iré a donde debo ir. Es en el bosque, el que vimos más al Este del pueblo.
─Oh ─Lilia sonrió, no era demasiado lejos. Se acomodó las gafas─. No es mucha distancia y hay animales y vegetación para alimentarse. En cuanto terminemos de comer, podemos...
Honoka tuvo que cortarla antes de dejarla seguir hablando, ya sabía que iba a querer acompañarla, pero esa incursión en especial quería hacerla sola, todo dentro de ella le indicaba que debía ir sola. Ya sabía qué decirle, Honoka se daba una muy buena idea de qué decirle a las personas. No tenía nada qué ver con imponer su opinión, más bien con decir lo que consideraba sensato para la otra persona. Ya sabía por dónde atacar a Lilia.
─Por favor, ayúdame a prepararme para ese viaje al bosque ─dijo de manera respetuosa y firme─. Puedo sentirlo desde que llegamos al valle, el Tigre me ha estado llamando y debo ir ─Honoka no mentía, simplemente hizo más énfasis en ese detalle de la voluntad del Tigre.
Lilia de inmediato se puso seria también, asintió como solía hacerlo cuando recién se conocieron, con mucho profesionalismo, incluso se inclinó. Lilia sabía que no podía portarse caprichosa con Hannah. Se le dijo que ella era el Tigre y como a tal, debía respetarle.
─A la orden, ayudaré a que todo esté listo.
Honoka asintió y terminó de acomodar su piel de tigre en su espalda, caminó hacia la puerta. ─Muchas gracias, Lilia, estaré afuera mientras te bañas, quiero dar una vuelta por el pueblo.
Lilia acabó por relajarse y asentir. ─Adelante, muchos desean conocerte y hablar contigo.
Ambas compartieron una sonrisa y Honoka salió de la habitación.
La plática con las personas fue entretenida, Honoka en especial tenía facilidad de conversación, pero eventualmente marcaba una pequeña distancia si no tenía un ancla que la mantuviera en su sitio. El ancla, al menos en su mundo, solía ser Nagisa. En ese otro mundo Lilia cubría a momentos ese papel, pero muchas veces era la acólita la que mantenía toda la plática mientras Honoka se limitaba a asentir y apoyar. Nada personal, simplemente no podía decir demasiado sin dar a saber lo mucho y lo poco que sabía de ese mundo. No quería quedar como loca. Preguntaba y le gustaba escuchar y aprender, pero era todo.
Luego de la comida y una animada conversación, Honoka se preparó para salir con ayuda de su escolta y prácticamente todo el pueblo estaba ahí para despedirla. Le pareció un tierno gesto.
─Volveré tan pronto termine lo que debo hacer allá, no prometo tiempo, pero sí prometo regresar ─dijo Honoka de manera solemne, todos respondieron con un pequeño escándalo repleto de despedidas y deseos de buena suerte.
Lilia se le acercó y simplemente le nació acomodar bien la piel de Tigre de Honoka. Se sonrojó ligeramente cuando lo hizo. Honoka también sintió un fugaz calor en sus mejillas al notarla.
─Te espero aquí. Vuelve entera, ¿de acuerdo?
─De acuerdo.
Fue todo lo que Honoka respondió, pero lo hizo con un tono agradable, sincero. Dio media vuelta y simplemente caminó sin mirar atrás. Lo último que la Elegida quería era que vieran a su idolatrado Tigre Blanco con las mejillas rojas. Algunas actitudes de Lilia la tenían sobrepasada, bien sabía de qué iba el asunto, no era tonta, simplemente no pensó experimentar algo así con alguien de un juego del que aún desconocía su naturaleza.
Lo otro que la tenía sobrepasada era que la idea no le desagradaba. ¡Eso era tonto! ¡A ella le gustaba Nagisa! ¡Nagisa era la persona de la que estaba perdidamente enamorada! No tenía sentido comenzar a caer por alguien más. ¿O sí? No tenía idea, estaba confundida al respecto y no tenía a nadie para preguntarle. Si estuviera en casa lo platicaría con Mipple y ella sin duda le daría buenos consejos, también podría contar con su abuela, o con Akane, incluso con Hikari aunque ella no pudiera darle consejos sobre el amor. Decirle a Lilia estaba totalmente fuera de lugar. Decirle a Nagisa estaba en duda porque se sentiría incómoda contándole que una chica comenzaba a moverle algo cuando Nagisa YA le movía todo. Conocía a Nagisa y sabía que ella la apoyaría si le contaba que le gustaban las chicas, pero tampoco tenía a su querida amiga ahí.
Estaba sola.
Estaba completamente sola
Esa revelación hizo que se abrazara a sí misma como si el frío del bosque le hubiera golpeado con fuerza. Suspiró hondo y dejó que su suspiro se escuchara en el bosque. Sus afilados sentidos le dieron a saber que a su alrededor sólo había animales locales.
─No puedo creerlo ─murmuró en voz baja. Ya que no podía hablar con nadie, al menos hablaría sola, escucharse a sí misma podía ayudarla a saber si estaba diciendo tonterías o no─. De todos modos a Nagisa ya le gusta alguien y... Y no me quedaré mucho con Lilia, ella es mi acompañante temporal ─suspiró de nuevo, más fuerte que la vez anterior. Lanzarle su corazón a Nagisa era tonto si la misma Nagisa ya tenía a alguien entre manos, intentarlo con Lilia no era posible porque eran de mundos distintos y más temprano que tarde se despedirían. Además, Honoka misma tenía una sola misión en manos, sólo una.
La guerrera sonrió al darse cuenta de cuál era su verdadera misión:
─Debo encontrar a Nagisa y volver a casa. Iremos al Tako Café.
Sus propias palabras la animaron a caminar con más velocidad dentro del bosque. Tenía una sola misión y era importante. Debía volver a casa con Nagisa, por eso estaba ahí.
Ya después vería el asunto de Lilia, primero debía seguir el camino a ese sitio donde podía percibir una brillante luz, era más adelante, en la zona más densa del bosque, tan densa que no se podía seguir en línea recta sin tener que sortear rocas y algunos troncos caídos, tampoco era totalmente plano, todo subía y baja a capricho de la naturaleza y percató que seguía descendiendo. Se acercaba a los límites del bosque pasado un rato, pudo correr por un tramo y admitía que la velocidad que tenía en ese momento pecaba de absurda.
Dio con una serie de altas rocas, sí, eran rocas. La marca en el mapa y su instinto le decían que era ahí. Muchas de esas rocas eran más altas que los propios árboles pero no resaltaban del todo en el paisaje, eran casi inexistentes a lo lejos dentro de ese inmenso paisaje. Sin pensarlo demasiado comenzó a escalar. Su lugar de destino podría estar en el medio de la larga formación rocosa, podría ser una de las cimas, podría ser al otro lado o podría ser bajo éstas, sólo había una manera de averiguarlo.
Para esos momentos ya tenía de regreso su instinto aventurero y su escaso sentido de autoconservación. Saltaba como niña pequeña, no podía dejar de sonreír y más de un momento se había pasado en su salto en turno, pero sus agilizados sentidos la salvaban de último minuto. Si Nagisa estuviera ahí, saltaría con ella, lo sabía.
Ya de pie en la roca más alta de todas, pudo ver lo que parecía haber estado buscando. Un agujero al fondo, entre las rocas, la entrada a una caverna subterránea probablemente. Su primer instinto fue entrar de inmediato, pero se imaginó a Nagisa temiendo que hubiese un monstruo enorme ahí abajo y eso la detuvo mientras reía.
─De acuerdo, iré con cuidado ─dijo ante el imaginario regaño. Hablar como si Nagisa estuviera ahí ya era un consuelo.
Con todo el cuidado del mundo entró al oscuro agujero. Se sentía resbaloso, lo que quería decir que podía deslizarse si quería. Y lo hizo. Que estuviera oscuro era irrelevante en ese momento, su visión aumentada de Tigre le permitía ver incluso en una densa oscuridad como esa. Sintió deslizarse por más de cinco segundos hasta tocar con suelo firme, calculó que la bajada fue de unos quince metros gracias a la velocidad de deslizamiento.
Abajo había más camino, una cueva larga que seguía derecho. Hasta ese momento descubrió que estaba iluminado por unas pequeñas piedras incrustadas en la pared que parecían emitir luz ó algunas de ellas e incluso intentó conseguir una, pero al final se arrepintió. Según lo aprendido en todas esas películas que había visto con Nagisa, nunca era buena idea tomar algo de una cueva sospechosa.
Además, sería una pena dejar el hueco ahí. Quizá si encontraba una suelta podría llevársela e investigar qué era, ¡podría ser un nuevo mineral para armas y equipamientos! Emocionada con esa idea, siguió su caminata en la estrecha cueva. No pegaba con techo pero tampoco podía abrir los brazos completamente sin golpearse. Percató que seguía bajando.
Pasados unos cuantos metros más, pudo ver una luz más intensa al final de ese túnel. Apresuró el paso y llegó a una enorme cueva cupular que claramente había sido tallada por alguien. Era hermosa, parecía estar hecha de hielo, roca y esas piedras brillantes hermosamente dispersadas en todo el sitio. Alrededor de la alta cúpula había cuatro cabezas de tigre talladas en hielo, cada una acomodada en un punto cardinal y entre todas ellas se podía distinguir un texto tallado en la roca que parecía sostener toda la construcción.
No reconoció las letras en un principio, no se parecía al lenguaje que Lilia le estuvo enseñando en el camino y del que ya sabía lo básico. Y a pesar de ello, podía leerlo, podía entender el texto por alguna razón. Se posicionó en la cabeza norte y desde ahí pudo leer mejor. Lo hizo en voz alta por una razón que no entendía pero que tampoco cuestionó. Incluso tomó aire y su voz hizo eco en la caverna apenas abrió la boca.
Soy Tú y soy Yo. Soy el Tú que respira ahora y Soy a quien dejarás en el camino de ésta vida. Soy de quien platicaras a Madre, soy quien te mostrará éste mundo, soy tu fuerza del Ahora, soy tu recuerdo a Futuro. Dame la fuerza ahora para alcanzar el futuro que ambos merecemos. Soy Tú y respiro, eres Yo y me miras.
Esas palabras golpearon el pecho de Honoka de una inesperada manera, ¡incluso tenía ganas de llorar! ¿Qué era todo eso? ¿Porqué sentía esa necesidad de abrazarse a sí misma, de buscar el abrazo de Nagisa? Sin embargo, no pudo moverse. Algo dentro de ella la obligó a decir la última línea del texto con firmeza, con fuerza.
─Yo soy el Tigre Blanco.
Suspiró hondo luego de decir eso y, de repente, una intensa luz que llegó de todos lados la deslumbró.
Para cuando abrió los ojos se dio cuenta que ya no estaba en la cueva de hielo y rocas, si no de nuevo en el mundo del Tigre. Y el Tigre estaba ahí. Sonrió ampliamente y corrió con torpeza hacia él, sentía el cuerpo pesado por alguna razón en la que no paró a pensar en ese momento. Sólo quería acercarse a la inmensa bestia.
La majestuosa bestia, por cierto, estaba tumbada cual costal de papas en el suelo y le daba la espalda, su cola se movía de un lado a otro de despreocupada manera. No movió ni una oreja cuando su visitante se acercó.
─Te veo de nuevo ─dijo Honoka con una sonrisa luego de rodear por completo al animal para encararlo. El Tigre parecía dormitar.
─Veo que sigues viva ─respondió el Tigre─. Y te has hecho un poco más fuerte ─agregó.
─He estado trabajando tan duro como puedo, o al menos tan duro como me dejan ─respondió Honoka, sentándose enfrente de la Bestia─. Dentro de poco tengo planeado seguir por mi cuenta y hacer lo que deba hacer ─el Tigre no le respondió nada, continuó─, aunque en serio me gustaría saber en realidad qué es lo que debo hacer.
El Tigre respiró tan hondo que su enorme cuerpo se infló antes de relajarse. Gruñó un poco. ─Estás aquí por las Garras del Tigre, ¿verdad?
─Sí, eso dice la misión en el sistema. Dice que es un arma.
─Lo es.
─Que es poderosa. Puede que sea una espada o unos nudillos o...
─Los tigres no usan ese tipo de armas, pequeña, los tigres tienen sus propias armas.
Honoka abrió más los ojos. ─Las garras y los colmillos.
El Tigre sonrió. ─Y tú ya tienes los colmillos, es hora de darte las garras, si es que las resistes ─el animal pareció sonreír antes de moverse con insana velocidad. En un momento estaba ahí tumbado cual costal y al siguiente estaba encima de Honoka, en sus cuatro patas para después atacarla. O al menos esa impresión daba, porque su enorme enorme zarpa estaba por atacarla.
Y pese a eso, pese a tener a un monumental tigre encima que parecía a punto de devorarla, Honoka no sintió miedo. Simplemente cerró los ojos y sonrió.
CONTINUARÁ...
