Draco se ha despertado con un dolor de cabeza horrible. Le ruge la barriga como si un monstruo marino estuviera dentro de él, aunque el ruido que le está martillando las sienes es más insoportable.

Abre los ojos. Sí, definitivamente están aporreando algo. Se da un segundo para recordar dónde está. El culo del mundo llamado Inovik lake, cierto. Se incorpora con lentitud, aún adormilado.

No tarda demasiado en darse cuenta de que lo que están aporreando es su tejado. O están lloviendo piedras o alguien es demasiado madrugador. Por cierto, ¿qué hora es? Ahora que no puede conjurar ni un Tempus tiene que hacerse con un reloj de bolsillo. De muñeca, mejor. Así por lo menos podrá seguir un horario normal, espera que no lo despierten cada día destrozándole el tejado.

Debería salir para ver qué ocurre. No es que le importe mucho, a estas alturas y a estas horas, pero no tiene ganas de buscarse otro techo. Ni de arreglarlo, ¡por Merlín!

Se calza las botas del día anterior que dejó resguardadas de posibles goteras y sale al exterior. Había usado la ropa del día anterior como pijama, así de cansado se había encontrado. Sabía que debía empezar a poner un poco de orden a su vida, pero después de los juicios, Azkaban y sus padres… Su estado físico y mental era un auténtico desastre. Cuesta salir del hoyo cuando estás tan ahogado de mierda…

Vale. Eso no se lo esperaba. Dos hombres, uno de ellos mayor y otro joven están subidos a una escalera, sobre su tejado. Para ser honestos, el mayor está arriba y el otro está aguantando la escalera y ahora lo mira con el ceño fruncido y cara de pocos amigos. No tarda en reconocerlo, es el muggle de anoche que hoy parece haberse levantado con el pie izquierdo. El falso Potter. Su suerte no para de sorprenderle.

-¿Qué le estáis haciendo a mi tejado? - ha conseguido evitar improperios por poco. Necesita un café.

El mayor se ríe pero al tal Nilak parece que no le hace tanta gracia.

-¿Tú qué crees, muchacho? - responde el mayor, con una voz grave y profunda, que le recuerda a la de su abuelo, aunque algo menos severa.

-Ya te dije que no era una buena idea… - señala Nilak enfurruñado.

El chico ha dejado de mirarlo. Menos mal. Esos ojos verdes tan similares a… lo descolocan demasiado. No le dejan pensar con claridad. De nuevo, busca en su repertorio la cortesía necesaria para continuar.

-Es todo un detalle si estáis arreglando el tejado pero, ¿era necesario despertarme a martillazos?

- Mal… - Draco da un respingo. Seguramente aquello iba seguido de "dito", se dice, para calmarse. Por un momento ha pensado que lo reconocían como Malfoy. Se te empieza a ir la chaveta, Draco. Respira. Estás a salvo. O tan a salvo como se puede estar con dos desconocidos muggles armados con martillos, clavos y maderas potencialmente peligrosas.

-Disculpa, princesa, pero hemos intentado despertarte y ni el ladrido de Caos ha conseguido que levantaras un párpado.

El perro sale disparado de dentro de la cabaña. ¿Qué coño hacía ahí?, ¿cuándo carajos habían entrado en su casa? Eso era un allanamiento de morada, aunque su morada pudiese echarse abajo con cuatro golpes de viento.

Lo cierto era que ahora se daba cuenta de que sin protecciones mágicas de ningún tipo, cualquiera podía entrar… y pillarlo desarmado y en pijama. ¿De verdad estaba más seguro allí que en su mansión de Wiltshire? Tenía que reconocer que su maestro plan empezaba a hacer aguas por todos lados, como su tejado, pero era demasiado tarde para echarse atrás.

-Podrías al menos echar una mano, ¿no Daniel?

Pues no, no iba a ayudar a arreglar el tejado. No sabría ni por dónde empezar. Y ahora que lo pensaba… ¿por qué estaban arreglando el tejado?, ¿querían dinero?, ¿cómo iba a pagarles? No le quedaba casi nada y aún no sabía cómo sacar lo que tenía en el banco. Se había dado cuenta que usaban una especie de maquinitas que llamaban "cajeros automáticos" pero ni zorra de cómo usarlos. En el mundo muggle todo era taaaan difícil.

-Necesito café. - dice buscando una excusa. Era consciente de que se está escaqueando, es su especialidad. Y la mirada que le clavaba Nilak no da pie a duda.

-Dr.. Daniel..

Definitivamente, el tal Nilak tenía algún problema con su nombre. O era un poco tartamudo. Parecía que le costaba pronunciarlo, lo hacía demasiado lento, sonaba demasiado falso.

-Venga, muchachos… Soy demasiado viejo para hacer de árbitro. - el hombre mayor estaba bajando de la escalera - Seguro que no sabe cómo arreglar un techado. Hijo, hazme el favor y clava las tablas que quedan. Voy a buscar más madera…

Ya estaba abajo pero en vez de alejarse, se acercó al porche donde aún estaba plantado Draco.

-Y tú, jovencito presumido, aguanta la escalera. Eso sí sabrás hacerlo, ¿verdad?

Estúpido abuelo. Claro que sabía hacerlo. No quería, que era diferente. No es que nunca hubiera tenido que recurrir al bricolaje pero no podía ser tan difícil.

Ahora sí, el viejo empezó a alejarse. Por la paz y porque puede que aquel hombre le recordase un poco a su abuelo - y no quería poner a prueba si tenían la misma mala leche-, Draco hizo caso de la orden asignada. Se acercó hasta la escalera.

Al mirar arriba, Nilak ya se encontraba faenando sobre él. La vista desde abajo no era desdeñable. Las nubes grises hacían juego con el pantalón de chándal de ese chico, que dejaba entrever sus virtuosas posaderas, prietas y apetitosas. El paisaje alaskeño de repente le resultaba de lo más interesante. Se permite deleitarse unos minutos con el culo de ese tal Nilak, al que empieza a tener ganas de saborear a fondo. Se ha estirado y ha dejado entrever parte de piel de su cintura. Para ser de Alaska, el chico está bastante moreno.

Draco se obliga a apartar la vista. Se estaba excitando con el culo de un muggle, uno que además se parecía terriblemente a Potter. Pero no. Además de muggle, este falso Potter está bastante más ejercitado que el debilucho de Hogwarts. Y no está siendo tan idiota, solo un poco retrasado…

Necesitaba sexo. Demasiado tiempo fuera de circulación. El miedo, las torturas y las pesadillas no le habían dejado tiempo para pensar en otra cosa. Sin embargo, por alguna razón, el frío salvaje de Alaska y ese alaskeño desgarbado habían despertado deseos propios de su edad y juventud. Eso debía ser una buena señal. Su cuerpo reaccionaba. No le hacía gracia pensar en tener sexo con un muggle, ni siquiera sabía cómo hacerlo. Se hizo buena nota mental de que por su seguridad debería investigarlo.

El falso Potter había dejado de picar. La verdad es que una duda no dejaba de asaltarle la mente.

-¿Por qué estáis haciendo esto?

No tenía dinero para pagarles pero tampoco iba a confesar que, en el fondo, se sentía agradecido. Sentaba bien que alguien no intentase asesinarlo a la mínima oportunidad y hasta parecía que le estaban haciendo un favor. Dormir sin goteras resultaría de una gran diferencia, sobre todo habiendo probado el suelo húmedo y putrefacto de Azkaban durante más tiempo del necesario.

-Le ayudo a él . No a ti.

-Gracias, igualmente. - ese "gracias" había sonado real. De hecho, lo era. Para ser sincero, estaba cansado de tanto odio por doquier. Un respiro no vendría mal.

En ese momento, el señor mayor se estaba acercando.

-Esto… Antes no me he presentado debidamente y no os he podido agradecer el gesto a usted y a su hijo...

Los dos hombres se echaron a reír al unísono.

-John no es mi padre, burro. Somos más bien compañeros de casa. Yo vivo en su casa, básicamente.

-Me hace compañía y me ayuda. Pero basta de hablar de nosotros. No creas que este trabajo te va a salir gratis, muchacho. - Ya se lo había imaginado. Nadie hacía nada sin esperar nada a cambio… - Ahora mismo nos vamos al bar de Seth, tengo un favor que pedirte...

De nuevo, se deja arrastrar sin saber muy bien por qué. Puede que quisiera darle una oportunidad a la vida, o que estuviera demasiado cansado para oponer resistencia o simplemente que aquello de "bar" no sonaba tan mal cuando llevabas algo más de 24h sin probar bocado.

Y ahí estaban. Lemmini, el bar de Seth o el único bar del pueblo, hasta donde Draco sabía. El dueño había resultado ser un chaval de su edad, con una sonrisa amable y unos ojos que desprendían felicidad. Un Hufflepuff de pies a cabeza, si fuera mago.

Entre Draco y él parecía que se disputaban el premio a rubio albino del año. Draco lo llevaba más largo, a la altura de los hombros. No le gustaba nada, le recordaba demasiado a su padre pero no había logrado el valor de cortárselo él mismo ni de ir a una peluquería muggle. A saber qué podrían hacerle con un puñado de sus cabellos. Encima solíanconfundirlo con una chica. Cierto es que que, a pesar de resultar molesto, alguna vez había utilizado esa confusión a su favor. Uno tenía que usar sus armas como pudiera… El caso es que ese tal Seth podría confundirse fácilmente con su hermano, si no fuera porque Draco tenía los ojos grises, sin atisbo de azul en ellos, y Seth parecía haberse tragado todo el azul del mar de Alaska.

En definitiva, era guapo, porque se parecía a él, por supuesto. Pero él seguía prefiriendo a los atléticos morenos y si estaban algo musculosos y tenían un culo como ese tal Nilak mejor que mejor.

-¿Así que no sabes cuánto tiempo te quedarás? - pregunta el susodicho. Esa barba algo descuidada le quedaba especialmente bien. Merlín bendito, necesitaba sexo más de lo que creía. Un revolcón, al menos. Qué pena que ese tal Nilak pareciera un témpano de hielo.

-Un tiempo. Es una especie de… vacaciones, por así decirlo. Un retiro.

El moreno lo mira con cierto recelo. El joven dueño del bar aparece con unos bocadillos bien cargados de consistencia.

-Eso no te lo crees ni tú. A Inovik lake todo el mundo viene a subir montañas, hacer mushing o porque está huyendo de algo. - Seth le clava la mirada una fracción de segundo y luego la acompaña con una gran sonrisa. Brillante, amable, transparente. Todo lo contrario a él. - aquí tenéis, la especialidad de la casa, salmón.

Es increíble como pueden parecerse tanto y tan poco al mismo tiempo. Está claro que es de esas personas abiertas y honestas, en las que se puede confiar. A veces admite sentir envidia de la gente así.

-Gracias - balbucea Nilak mirándolo con ojos bobalicones.

Interesante. Draco capta una cierta mirada cómplice entre esos dos. Nilak incluso se ha puesto un poco rojo cuando Seth le ha guiñado el ojo. ¿Serán amantes? Un atisbo de enojo se le escapa por la garganta. Carraspea para tragar. ¿Será posible? Ni que ese muggle fuera tan especial. Si no hace ni 24h que lo conoce. O lo que es lo mismo, no hace ni 24h que ha dejado de lado sus prejuicios de sangre para decidir que era una gran idea irse a la cama con esos ojazos verdes, que, por cierto, no paran de mirarlo como si Draco estuviera a punto de saltarle al cuello. No por falta de ganas pero no en el mismo sentido. Parece que le moleste mi presencia. Eso va a tener que cambiar si vamos a tener algo tú y yo, guapo.

Después de la degustación de platillos alaskeños, quizá la comida más decente que Draco ha probado en años, se dispone a levantarse para ir al baño. Debe pensar alguna manera de escaquearse sin pagar y sin quedar mal. Al fin y al cabo, esos dos saben dónde vive y no puede hacerles un Obliviate. De nuevo, la varita le sería tan útil…

-¡Maldito Wingenzamot! - se queja para sí mismo.

- ¿Perdona? - pregunta John. Nilak ha empezado a toser como un loco y el hombre que podría ser su padre pero no lo es le palmea la espalda con fuerza.

Mierda. Draco está demasiado acostumbrado a hablar solo, sin compañía y, desde luego, sin muggles cerca. Tendré que ir con más cuidado, recuerda.

-Nada, disculpa. Decía que no sé cómo pagarles por todo lo que…

-Yo sí sé cómo, hijo. - No le gustaba un pelo por donde iba ese hombre… y tampoco le gustaba que le llamase "hijo". - Has llegado justo a tiempo. Empieza la temporada de turistas y como veo que no tienes mucho que hacer por aquí, puedes ayudar a Seth y Nilak con el bar.

- ¡¿Qué ?!?! - gritan los dos a la vez, Nilak y él..

- No, ni hablar. - se avanza el moreno.

-Nilak… - amenaza John serenamente.

-No. Una cosa es echarte una mano con el tejado de este… chico, y otra muy diferente que trabaje aquí. Ya te conté por qué no podemos… - le susurra a John. Draco no oye el resto de la frase.

-No trabajará aquí. Trabajará para ti, que es diferente. Y te recuerdo que no puedes negarte.

Parece que se han olvidado de que él sigue allí, lo cual le irrita bastante.

-John… No es una buena idea, de verdad. Hazme caso. Solo en esto…

Draco sigue comiendo mientras observa y analiza la escena. No se lo había planteado, quizá por lo absurdo de la idea. ¿Él trabajando? ¿En un bar? ¿Para muggles? No, no iba a aceptarlo. De ninguna de las maneras. Aún no tenía ni idea de cómo sacar dinero del banco muggle y no tenía ni un dólar americano para comida, pero no se iba a rebajar a servir mesas.

Aunque la idea de trabajar con ese culo prieto andante podía tentarlo… Y, bien pensado, era la mejor tapadera que podría encontrar. Incluso si alguien que estuviera al tanto de las noticias del Antiguo continente y la guerra que habían sufrido lo reconocía, podía hacerse pasar por el hermano de ese tal Seth. Seguro que le cubría las espaldas. No había más que verlo, con esa cara de confiado que tenía, con dos palabras, lo tendría de su lado.

No era un mal plan. Podría ganar dinero, tener una tapadera, estar ocupado para no pensar en el pasado y, como regalo, alegrarse la vista con ese culo prieto que al parecer también trabajaba allí. Por lo menos se entretendría sacándole de quicio.

-Acepto. - los otros dos seguían discutiendo y retándose con la mirada cuando se giran con rapidez hacia él - Solo aceptaré pago en efectivo.

Los cuatro ojos seguían clavados ahora en él.

-¿Cuándo empiezo, jefe? - soltó poniendo la voz y la sonrisa más seductora (o eso esperaba) que sabía.

Nilak parecía realmente aturullado. Parece que por fin logra tragar.

-Voy a hablar con Seth.

En menos de un minuto, un extrañado Seth y un indignado Nilak se plantan delante de él.

-Nilak me ha dicho que quieres trabajar en el bar.

-Así es.

-¿Qué sabes hacer? - pregunta sin atisbo de malicia. Parece que esté valorando seriamente su oferta. Bueno, en realidad él no se ha ofrecido, ha aceptado, que es diferente.

-Aprendo rápido - No pensaba fregar platos ni hacer tareas de elfo doméstico. Por ahí sí que no.

-¿Puedes tomar nota y servir platos?

- Supongo - dice con menos entusiasmo del que debería, encogiéndose de hombros.

-Seth, de verdad, es una pésima idea… - los argumentos de Nilak no llegaban a desarrollarse, solo decía una y otra vez que no era buena idea. Ese chico no tenía don de palabra, precisamente.

Por alguna extraña razón, quizá por el parecido de ese chico con Potter, Draco se estaba irritando por momentos. No es que la idea de ser mesero fuera atractiva, lo que sí lo hacía atractivo era taparle esa bocaza al chico más insufrible y caliente de Alaska.

-¿Por qué?

-¿"Por qué" qué?

-¿Por qué es una pésima idea? ¿Es que acaso me conoces? Puedo trabajar de mesero como cualquiera.

-No hace falta conocerte para ver a leguas que eres un vago.

-Vas a comerte esas palabras…

- ¿En serio?

Hasta ese momento, Draco había permanecido sentado. Se levanta para plantar cara. De verdad que estaba cabreado. Nunca había estado en una pelea muggle pero de repente tenía ganas de averiguar qué tal serían. Había leído algo sobre un guante en algún libro de historia pero no tenía ninguno a mano y tampoco estaba seguro de si seguía siendo una práctica habitual. Suponía que no.

-Está bien. Sin peleas en mi bar. Nilak normalmente se encarga de los pedidos y las mesas. A partir de ahora lo harás tú, así él puede estar detrás de la barra con las bebidas. Vente conmigo que te explicaré cómo funciona todo esto.

-No sabéis lo que estáis haciendo. Os habéis vuelto todos locos.

-No has oído la parte de "mi" bar? Ese posesivo quiere decir algo, Nilak. Y ahora, daos la mano. No quiero malos rollos en mi bar - dice enfatizando de nuevo el posesivo.

Nilak pone los ojos en blanco y se encoge de hombros. Draco no piensa levantar la mano antes que el otro. Sin embargo, este no tarda demasiado. Draco se lo piensa un segundo, más por hacerse de rogar que por ser maleducado.

En ese momento algo pasa. Una especie de hormigueo, como eléctrico, que le deja una sensación extraña en la nuca. Las lámparas petan. Magia. Ha tenido que ser magia involuntaria. Está seguro. Pero… no ha notado su magia, más bien ha sido como una bofetada mágica.

Merlín, cómo la echaba de menos. Ese golpe había sido un bálsamo para su resentido cuerpo, que se veía debilitado desde que no podía hacer magia. Si tan solo pudiera sostener una varita…

Pero si no había sido él, eso solo quería decir una cosa. Alli había mínimo un mago más, aparte de él. Mira a su alrededor, intentando memorizar la cara de los pocos clientes del lugar.

En ese bar había por lo menos dos magos. Él era uno. E iba a averiguar quién era el otro.


NdA

: es mi primer fic y seguro que está lleno de fallos. Me encantaría que dejarais vuestras opiniones y comentarios para ir mejorando.