Vale. Eso había sido el anticlímax. De todos los escenarios eróticos que había imaginado, ese no entraba en la lista.

Con las ganas que tenía de beberse al moreno, Draco no esperaba que daría un saltito y le plantaría un beso casto en los labios, volviendo un segundo después a su posición original, como si de un niño tímido de preescolar se tratase.

Encima se estaba poniendo rojo. Mucho. Por momentos. Nota todas las mejillas hasta las orejas ardiendo. Es una mezcla entre deseo desesperado y vergüenza arrolladora.

Draco es completamente consciente de que ha sido el peor beso de la historia. No culpará a Nilak si se ríe de él. No es para menos. Pero no se está riendo.

Nilak parpadea con cara sorprendido. Parece ¿preocupado?, ¿triste?, ¿por qué cuesta tanto entenderlo?, ¿por qué ahora mismo no puede lanzarle un Obliviate y desaparecerse?

Cuando Draco está a punto de desviar la mirada y correr un tupido velo, unas manos calientes como el infierno lo retienen cogiéndole de la mandíbula.

Nilak lo besa. Y ahora sí es un beso de verdad. Profundo, suave, intenso. Sus labios se sienten calientes y húmedos. Demasiado calientes. Creo que tiene fiebre, piensa. Pero los dedos que le sostienen el rostro empiezan a enterrarse en su nuca, entre sus finos hilos de cabello y Draco olvida cualquier pensamiento racional.

Es el momento de demostrar que él también puede besar bien y recuperar algo del orgullo perdido. Draco le rodea la cintura con sus brazos e insinúa su lengua contra los labios del Nilak. Este responde con una especie de gruñido anhelante, sin despegar su boca, y acerca sus cuerpos. Sabe a gloria bendita. No hay otra manera de definirlo.

Nilak lo empuja contra la encimera de la cocina, se desplazan juntos unos pasos, como un paso descoordinado de baile y Draco ahoga un quejido en su boca al chocar con el frío mármol. Se separan un momento para tomar aire y se miran, ambos predadores. Draco aprovecha ese intervalo para sentarse encima, con un bote preciso. Atrae a Nilak con sus piernas entrecruzadas detrás de su culo y, oh-mi-buen-Merlín, nota un incipiente bulto duro y delicioso apretando contra su pierna.

Así permanecen unos largos segundos o unos cortos minutos. Draco se encuentra en una nube de placer. Hacía demasiado tiempo que no se sentía tan bien. De hecho, no recuerda haberse sentido tan deliciosamente excitado nunca, con nadie. No sabe si es cosa de muggles o no pero está claro que tienen química o como quiera que se llame eso. Ahora no es el momento de pensar en terminología concreta. Solo puede pensar en piel, calor y en el sabor de la boca de Nilak, el cual acaba de separarse y está farfullando algo que Draco no procesa.

Al ver que tiene la boca libre, ataca sin vacilar ese cuello que hace semanas que desea lamer y morder.

-¡Dios! Para… Esto no está bien…

Eso sí lo ha oído. Por desgracia. Pero no va a darse por vencido tan fácilmente. La voz rota de Nilak, su temperatura y la erección que nota en el vientre le indican que siga, que no se detenga.

-A mí me parece que sí está bien.

Sigue atacando sin tregua. Pero Nilak ha dejado de tocarlo e incluso parece que está forcejeando.

Draco para un momento. Solo para analizar la situación.

Nilak vuelve a agarrarle de la mandíbula y le planta un beso suave. Sin apartarse ni un milímetro de sus labios, susurra:

-No puedo. - Draco aún está mareado de excitación y no consigue aterrizar - Siento haberte besado…

Una pequeña parte de su cerebro interpreta que se ha acabado. Ha sido el mejor jodido beso que le han dado en la vida. Y se ha acabado. Así, sin más. Con excusas baratas que no logra entender. No es que lo haya intentado con ahínco.

Draco desenreda las piernas y Nilak se aparta definitivamente de él. Está mirando al suelo, el muy cobarde. Ahora mismo le da exactamente igual que estuviera enfermo, tiene unas ganas horribles de pegarle. O de seguir lo que estaba haciendo. Pero no hace ninguna de las dos cosas.

Nilak se gira, aún con Draco lanzándole lo que espera que sea una mirada mortal.

-Lo siento… Vete, por favor - murmura sin levantar la cabeza y encerrándose en su cuarto.

Draco oye el estúpido ruido de la puerta al cerrarse. Le parece absurdo.

Empieza a sentirse frustrado. Frustrado y traicionado. Lo acaban de rechazar. Es la primera vez que alguien lo rechaza. No es que fuera un casanovas, ya había quedado claro que, desde la guerra, su popularidad había tocado suelo, pero nunca, jamás, nadie le había rechazado. Y menos de esa manera tan arrolladora. Joder, si hasta lo había estampado. Parecía que se lo iba a comer y Merlín sabe que lo estaban disfrutando. De eso no le cabía duda.

Hubiera preferido que se hubiese reído de él. O que lo hubiera apartado sin más. Era suficientemente maduro para aceptar un rechazo directo; pero no lo bastante para que le dejasen plantado con un incipiente dolor de huevos.

Maldito Nilak. ¿Qué cojones había significado ese beso?, ¿y por qué dice que no puede? Si tiene novio o novia en algún lugar del mundo (porque en Inovik lake seguro que no), poco le importaba.

Bueno, igual sí que algo escocía. Quizá, sólo quizá, se había ilusionado un pelín. Claro que ese beso valía la pena como para ilusionar al más pintado. ¿Dónde diablos había aprendido a besar así?

Aún le pican los labios y las manos solicitando más de esa piel, de ese calor que le había calado hasta las entrañas. Pero acaba de darse cuenta que deben de haber pasado algunos minutos y la puerta de Nilak seguía igual de cerrada. Nunca mejor dicho.

Se siente estúpido al bajar de la mesa. Mira con rabia la ofrenda de Seth y Naaja. Es un arrebato infantil pero se niega a quedarse también sin cenar, así que agarra la tartera de comida y deja la infusión antes de salir de la cabaña dando un sonoro golpetazo.

Huelga decir que esa noche para Draco fue imposible conciliar el sueño, y no precisamente por las pesadillas que solían acompañarlo. Alternaba entre la frustración sexual y las ganas de matar a alguien.

Un par de pajas breves y furiosas consiguieron que descansara unas horas. Por suerte para él, Sialuk le había dado un pequeño despertador digital que había aprendido a usar. Quién iba a decir que un Malfoy acabaría manejándose bien con los aparatitos muggles. Claro que viviendo con ellos y sin varita, pocas opciones había. A lo mejor esa había sido la lección que había querido enseñarle la sabelotodo Granger.

La cuestión es que gracias al cacharro ese llegó puntual a su puesto de trabajo. Hizo su mejor esfuerzo para no descargar su ira sobre Seth y Sialuk, aunque por sus miradas Draco supone que se habían percatado que no estaba de humor.

Al acabar el turno, Sialuk se le acerca. Había permanecido muy callada toda la tarde, cosa que Draco agradeció en silencio.

-Siqiniq, ¿fuiste a ver a Nilak, se encuentra mejor?

-No me pareció que estuviese tan mal. A lo mejor solo quería unas vacaciones - suelta con cierto desdén.

-Le he hecho un bizcocho de zanahoria. Hay para los dos. ¿Se lo llevarás hoy? - Habla flojito, sin querer ofender a Draco, por lo que este toma aire antes de responder. No es culpa de ella, se repite cual mantra.

-Hoy estoy muy cansado. ¿Os importaría ir uno de vosotros? La verdad es que anoche no dormí bien y tengo una jaqueca espantosa.

Sorprendentemente, todo lo que ha dicho es cierto. Nada mejor que la verdad para ocultar algo. Todos esos años en Slytherin le habían enseñado un par de cosas.

-Claro, no te preocupes. Vete a casa. Mejor que descanses - duda antes de añadir -. Llévate la mitad del pastel. Lo he hecho para los dos.

Draco no puede evitar devolverle la sonrisa a Sialuk. Aunque sea un poco forzada. Esa chica es demasiado buena. Si no fuera tan gay, intentaría robársela a Seth.

Sin esperarlo, Sialuk le da un breve abrazo amistoso.

-Gracias - susurra.

-Todos necesitamos un amigo de vez en cuando - dice mientras se apartan. - Sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad?

Draco le ofrece un leve asentimiento como respuesta.

-¿Puedes avisar a Seth?

No quiere que este sea más intrusivo que Sialuk.

-¡Por supuesto! Nos vemos mañana, ¿vale? - Parece que ya está un poco más contenta. Y Draco también. El abrazo le ha sentado bien.

Nota cómo empieza a resucitar la versión amable de sí mismo.

Enlaza el camino hacia su casa pensativo.

Seguramente Nilak tendría sus razones para rechazarlo. Y ciertamente él no era nadie para reclamar explicaciones. Es un poco triste que aquel beso vaya a quedarse ahí, porque fue maravilloso (ya ni hablemos de lo delicioso que sería algo más allá), pero si uno no quiere, no se puede forzar la situación.

Tampoco es como si Draco pudiera ofrecerle algo más aparte de unos revolcones. Siendo mago, tarde o temprano tendría que contarle la verdad. Es posible que le diese un ataque o que lo tomase por loco. Ha oído algunas historias así. Y siendo él muggle, siempre habría una barrera infranqueable entre ellos. Pertenecen a mundos distintos. Esa idea, por alguna razón que no está dispuesto a indagar, lo entristece más de lo que debería.

Por eso quizá lo mejor era dejarlo así. Hablaría con Nilak, cuando se le acabara de pasar el enfado, para quedar como amigos, sin malos rollos.

Se aclara la garganta. Se siente realmente muy cansado, casi tanto como cuando llegó a Inovik lake. Está a punto de llegar al sendero oscuro que le llevará a su casa. Ve la cabaña de John (y Nilak) al fondo, con las luces encendidas. Suspira.

En ese momento se da cuenta de que lo están persiguiendo. Se lo había parecido en el pueblo pero se había imaginado que sería un grupito de turistas borrachos y que se quedarían en el centro. Allí sólo hay bosque y lago, además de su casa y la de John.

Acelera el paso, está decidiendo si esconderse en el bosque o correr hasta su casa. A lo mejor si se adentra en la arboleda, dejan de seguirle.

Echa un rápido vistazo atrás. Son cuatro. Está demasiado oscuro para reconocerlos. Se pone a correr.

-¡Eh, tú! - Gritan sus perseguidores, que han abandonado el perfil bajo y se han lanzado a la carrera.

Draco se sorprende por no estar tan asustado. Parece que la guerra y la cárcel lo han fortalecido, pero tendría que haber sido más precavido. Hacerse con un arma o algo. Busca en la oscuridad algún tronco lo bastante grueso para plantar cara.

Justo lo encuentra cuando uno de ellos se le echa encima. Draco cae de cara al suelo, por lo que no tiene mucho margen de movimiento. Intenta alcanzar el palo pero es imposible. De hecho, tiene la mejilla pegada al suelo frío y duro, alguien lo mantiene en esa postura. El pelo le tapa la visión. Malditos.

-Ahora ya no eres tan valiente, rubito.

-¿Qué deberíamos hacer contigo ahora?

-Meterle un palo por el culo. Tiene una pinta de marica que seguro que le gusta.

Todos se carcajean. No puede verlos, pero ya sabe quiénes son, aquellos trogloditas que venían al Lemmini. Los ha reconocido por la voz. Desde que Draco les plantó cara, habían dejado de venir. Pero, al parecer, seguían rondando el pueblo. Draco se maldice por su gesto valeroso. Ahora mismo no estaría siendo atacado en medio de la noche, sin armas y en menor número.

Forcejeando, consigue morderle un dedo al maldito que lo tiene atrapado.

-¡Cabronazo! ¡Me ha mordido!

Oye las risas de fondo. Aún y así, Draco aprovecha el momento de descuido para girarse boca arriba y plantarle un codazo en la cara a su atacante.

Se arrastra para intentar escapar pero el tipo lo tiene bien agarrado de las piernas con las suyas.

-¡Cuidado, Jake, que la rubia tiene dientes!

Parece que los demás se lo están pasando en grande. Draco nota como empieza a quedarse sin aire. El tal Jake lo tiene agarrado con las dos manos al cuello. Draco intenta con las suyas encima que no lo ahogue más. Le parece ver un destello.

-¡Desmaius fulminens! - Oye mientras el cuerpo de su atacante cae encima de él cual peso muerto. - ¡Oppugno!

Draco consigue deshacerse del cuerpo que lo retenía mientras oye los hechizos. Se levanta, aún aturdido y con las manos en el cuello. Siente un fuerte martilleo en la cabeza, como si le fuera a estallar.

Nilak se acerca a él.

-¿Estás bien?

Su voz suena rota y desesperada.