La sensación de volver a volar es sobrecogedora. Draco se siente libre, exultante, feliz. Vuelve a sentirse un mago, por fin.
Ni siquiera le importa compartir escoba, lo que reduce la experiencia, desde luego. Sin embargo, sentir la cintura de Nilak entre sus brazos, el aroma que emana de su pelo alborotado y el calor de su espalda y trasero hacen que merezca la pena sacrificar un poco de libertad.
Está helando. De hecho, han caído cuatro copos de nieve, pero Nilak ha conjurado un hechizo que los aísla del frío y los impermeabiliza. Eso hace que Draco sea más consciente de la magia del otro, envolviéndolo por completo. Es una energía fuerte pero no agresiva, más bien le hace cosquillas por toda la piel, como una caricia de magia pura y Draco se imagina que son las manos de Nilak, piel con piel, las que lo acarician así.
Después de unos minutos aclimatándose a las viejas y nuevas sensaciones, Draco está deseando pasar al siguiente nivel.
-¿Esto es todo lo que sabes hacer? He visto a brujas centenarias volar más rápido.
Consigue chincharlo. La risa traviesa del piloto le provoca un brinco a su entrepierna, ya medio activa por la misma excitación de volver a surcar el cielo.
Nilak acelera con una rapidez vertiginosa y, justo antes de caer en picado, grita:
-¡Agárrate fuerte!
No hace falta que se lo repitan dos veces. Draco aprovecha para abrazarse al máximo y no precisamente por miedo. La sensación del giro brusco y la caída libre lo desorientan y le hacen sentir el estómago en la garganta. Esa sensación tan extraña y tan anhelada. No se había dado cuenta de lo mucho que había echado de menos eso. Se le humedecen los ojos del viento y de la emoción contenida. Es un instante etéreo, sin conciencia ni tiempo, donde te dejas caer y fluir. Después de la primera caída y de las risas de ambos, Nilak vuelve a ascender para realizar otro movimiento. Esta vez caída con aceleración. Las risas se han convertido en carcajadas nerviosas. Ningún mago, en su sano juicio, haría esos movimientos con dos personas sobre la escoba pero el cuerpo de Draco se acopla tan bien al de Nilak y se mueve en la inclinación justa y necesaria que parecen dos bailarines sobre el aire.
Una vez de nuevo en horizontal a un ritmo solo un poco más tranquilo, Draco aprovecha para relajar el agarre, por cortesía.
-¿Estás bien?
Nilak se gira y Draco se traga las ganas de plantarle un beso, aunque solo sea de agradecimiento.
-¡Eso ha estado genial! ¿Repetimos?
Nilak le regala una sonrisa limpia, blanca, sincera que le arranca a Draco una igual de honesta.
-No me sueltes - Susurra Nilak al oído de Draco.
Y antes de que este pueda reaccionar, vuelven a la trepidante carrera. Nuevas fintas y giros altamente peligrosos, no recomendables para paseos tranquilos en escoba. Podrían tener un accidente y si Nilak se queda inconsciente, Draco lo tendría crudo sin poder hacer magia a unos cientos de metros de altura.
Por eso, Draco debería temer por su vida. Siempre se ha considerado una persona prudente, sobre todo, cuando no es él quien domina la situación. Pero con Nilak todo siempre es diferente. El miedo se ve arrollado por una sensación indescriptible de seguridad. Nilak desprende tal cantidad de confianza que es imposible no sentirse arropado por ella. A salvo. Donde nada malo puede ocurrir. Casi como si estuviera en casa.
Draco aprovecha el momento de desaceleración para aspirar profundo el aire frío y el perfume del chico que le está haciendo ver las estrellas. Literalmente hablando. Porque lo bueno de ir en escoba también son las vistas. Hay miles de estrellas en el cielo nocturno de Alaska. Draco no recuerda haber visto una noche tan bonita y despejada como esa. Ni en Wiltshire.
Se acerca mucho a Nilak, tanto que tiene su nuca y un suculento lóbulo de oreja a unos escasos centímetros de su boca. Siente la tentación de morder esa piel morena. Se estremece y se mueve un poco, colocándose aún más pegado a él. Nota como Nilak se tensa y aspira con fuerza por la nariz, como si fuera a aguantar la respiración. Draco consigue frenar el impulso pero apoya su barbilla en el hombro del otro, ahora ya casi parados. Nilak se gira al momento y lo mira, un segundo, profundamente, a los ojos.
Desvía la mirada con los ojos enormes y brillantes, sorprendido. Con cara de alucinado.
-Draco, mira ahí.
Es consciente que Nilak acaba de romper un momento mágico. Lo mira con cierto recelo pero el otro insiste en que se gire haciendo un gesto con la barbilla.
Draco solo vuelve la cabeza porque Nilak tiene hasta la boca abierta de asombro, trazando una sonrisa y lo que ve le deja totalmente extasiado. En su vida había visto un espectáculo tan bonito. No entraba en sus planes ver una aurora boreal. Y menos una así de preciosa. Mil colores que se mueven a la vez en medio de la oscuridad más densa, como si estuvieran cortando el cielo con un cuchillo muy afilado. Un corte preciso del universo que desprende toda esa energía contenida. Pura magia.
Draco no ha ni parpadeado y, de golpe, siente como sus pies tocan suelo. Nilak ha aterrizado tan lento que no se ha dado ni cuenta.
El suave golpe lo ha devuelto momentáneamente a la realidad. Se bajan de la escoba y sigue a Nilak como un autómata, sin apartar la vista del espectáculo.
En algún momento, Nilak le coge de la mano, como guiándolo hacia algún lugar. Su calidez hace que la experiencia sea aún más intensa.
Nilak da un salto para ponerse encima de unas rocas, de cara a Draco, que ha dejado de mirar el cielo. Un sentimiento de vergüenza muy poco propio de él le invade al pensar, sin darse cuenta, que Nilak está guapísimo esta noche. Y ya poco tiene que ver con el sexo. Sin dudar, Nilak le tiende la mano para que suba a su lado. Draco podría llegar de un bote igual que el otro ha hecho, pero la tentación es demasiado. Le coge de la mano y justo cuando parece que va a trepar, estira con fuerza de ella, haciendo caer a Nilak.
"A ver si eso le enseña a no tratarme como una chica", piensa, y le hace una señal de burla.
El otro ha empezado a reírse mientras se sacude los pantalones.
-Esta me la pagarás. - susurra entre dientes.
Ahora es Draco quien le tiende la mano.
-¿Amigos? - dice con una media sonrisa.
Nilak le choca la mano, pero no se la da. Coge su escoba y vuela hasta posicionarse detrás de Draco. Se sienta con las piernas abiertas.
Toma posición y ambos cuerpos se acomodan, encajándose con extrema facilidad, como si lo hubieran hecho toda la vida.
Ninguno dice nada. Se dedican a disfrutar de la aurora boreal y, por lo menos Draco, aprovecha para relajarse. Resulta fácil al notar los brazos fuertes de Nilak, que lo envuelven suavemente. Tiene las manos entrecruzadas sobre el vientre de Draco y lo acaricia con el pulgar casi de manera imperceptible. Y ese gesto tan ínfimo pero, a la vez, tan íntimo, lo catapulta al éxtasis emocional.
Draco se ha vuelto oficialmente adicto a Nilak. Cree que podría enloquecer si deja de tocarlo con esa sincera dulzura.
Sintiendo un impulso que contradice cualquier sentido lógico, se remueve en su cómodo asiento, buscando más contacto, deseando más, mucho más. Oye una especie de gemido de Nilak, que se recoloca y se aleja un poco, casi imperceptiblemente. Si no fuera por el frío gélido que hace, no lo habría notado. A Draco le da un escalofrío del contraste entre el calor que desprende Nilak y el viento nórdico. Ha habido un segundo de duda, por parte de los dos. Draco se muere de ganas pero no quiere que lo vuelvan a rechazar, tiene otros planes en mente.
-No soy muy asiduo a decir esto, pero… Gracias, de verdad. Aunque estaría más agradecido si no hiciera tanto frío.
A Nilak se le escapa una risa floja. Se remueve lo justo para sacar su varita y conjurar un hechizo calefactor.
-¿Así mejor?
Draco se reacomoda usando el pecho de Nilak como respaldo.
-Mucho mejor.
Un silencio cómplice los acompaña como el de dos personas perdidas que han encontrado un punto común de paz. Un faro de luz en una oscura noche. Draco no quiere pensar en las implicaciones de eso pero no puede evitarlo.
Esta atracción tan intensa era algo más que simple tensión sexual. Lo leía en los hombros caídos de Nilak. Por más que pensara, no entendía qué estaba mal con ellos.
Una nube densa empieza a cubrir ese espectáculo del cielo y, al mismo tiempo, ciertos pensamientos oscuros empiezan a embargarlo. Le sube por la garganta un sabor amargo. ¿Y si sabía de la guerra? No es que hubiera ocultado toda la verdad, pero su nombre y su papel al lado del Señor Tenebroso, el intento de asesinato de Dumbledore, la entrada de los Mortífagos en Hogwarts, Malfoy Manor, la Marca…
En ese momento se daba cuenta de que no había sido más que un crío inmaduro que intentaba impresionar a los adultos equivocados. Ese error que le perseguiría toda la vida. Puede que Nilak hubiera investigado por su cuenta y por eso no quería nada con él. ¿Sería eso de verdad? No coincidía con la concepción que se había formado de Nilak en esos meses, pero, al fin y al cabo, solo hacía eso, unos meses, que se conocían. De los cuales Draco había tenido que sudar tinta para conseguir información del moreno. Y, en cambio, la química y complicidad que había nacido entre ellos no hacía más que crecer y consolidarse. Era más que una evidencia para Draco.
Cada vez se hacía más difícil sostener la fina línea que dividía al Draco mortífago al Draco de Inovik lake. Ya no sabía dónde empezaba uno y acababa el otro. Siente que, para que todo tenga sentido, debería sincerarse con aquellos que lo han acogido. Especialmente, con el moreno que lo está abrazando ahora mismo. No quiere acostumbrarse a eso y que después huyan de él por su pasado. Pero es tan difícil, renunciar a sentir que vuelves a pertenecer y encajar… y tan bien como encaja entre esos brazos fuertes que lo arropan ahora mismo. Está tan cómodo que se resiste y su boca busca una solución antes de su cerebro consiga acallarlo.
-Esto… ¿Deberíamos volver?
-Mmh… - Nilak intensifica el abrazo, como intentando evitar que Draco huya. No estaba en su intención, precisamente. Oye como su respaldo humano inspira con profundidad aunque intenta ser disimulado - Un poco más. Estoy muy bien aquí. ¿Tú no?
Le susurra suave esas palabras al oído. A Draco se le ponen los pelos de punta de manera involuntaria. Qué difícil era tenerlo ahí, tan cerca pero tan lejos, parecía un maldito cliché romántico. Sin poder evitarlo, se deja seducir por esa voz atractiva, grave y varonil que le mece los pensamientos y le relaja el alma.
Sí, él también estaba muy bien así. Demasiado.
…
Deciden de mutuo acuerdo volver antes de coger una pulmonía. La cita, el restaurante, el vuelo… todo ha sido fantástico. Draco se siente como en un sueño que amenaza con convertirse en pesadilla. Tiene la mente algo adormilada y cansada. Quizá solo por eso se permite el pensamiento de que a lo mejor se ha enamorado de Nilak. La idea lo reconforta y aterra a partes iguales.
En ese momento Caos aparece tan enérgico y arrollador como siempre y se lanza encima de Draco. Es cierto que estos días no le ha estado prestando la misma atención que al principio. Se siente algo culpable.
Una vez en el suelo Draco se deja atacar y le sigue el juego al peludo. También lo ha echado de menos. Se promete que irá a buscarlo todas las mañanas para correr juntos. Esa actividad que empezó más como evasión que otra cosa le está empezando a gustar, sobre todo porque empieza a ver los resultados. Se siente más fuerte y resistente. Ya puede correr casi 10 millas sin salírsele el estómago por la boca. Seguro que, para Caos, aquello sería un paseo ligero. A lo mejor podría pedirle a John uno de esos arneses para correr juntos.
-Vale, vale, Caos. ¡Ya está bien!
En medio de la noche solo se oyen las carcajadas entrelazadas de ambos magos y los quejidos de felicidad del chucho que parece que por fin decide aplacar su ataque.
Nilak se acerca con cara de estar pasándoselo en grande con el espectáculo. Están en la misma postura que cuando se encontraron por primera vez. Caos se pone al lado de Nilak, que le da unas caricias, ambos de pie mirando a un Draco rebozado en tierra, con el culo en el suelo mirándolo desafiante. Pero esta vez no hay rabia ni dolor, solo complicidad mutua. Se quedan en esa posición unos segundos intensos, mirándose fijamente a los ojos. A pesar de la poca luz que hay, los de Nilak parecen brillar con luz propia. Una tenue luz verde que tiene a Draco hipnotizado. Nunca nadie lo había mirado así. Lo más parecido lo había visto en su madre observando a su padre. Admiración, respeto y mucho, mucho amor. Sacude la cabeza para ahuyentar esos pensamientos.
- Tu perro se me ha tirado encima y me ha hecho caer. ¿Piensas ayudarme o te vas a quedar ahí parado?
Nilak pilla la broma, le ha dicho lo mismo que la primera vez que se vieron en esa posición, y dibuja una sonrisa amplia. Nilak le tiende la mano, aún con la sonrisa en la boca, y estira fuerte de Draco que da un bote hacia él quedándose ambos muy, muy cerca. Tanto que pueden notar la respiración acelerada del otro.
Y tal y como se acercan, vuelven a alejarse.
Como si hubiera sido una imaginación de ambos. Como si no hubieran estado a punto de volver a besarse.
….
