Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

Capítulo 4

Naruto sentía como si hubiera sido golpeado en la cabeza por un apoyador de la NFL y luego caminado por el desierto de Mojave. Nunca había estado tan sediento en su vida.

—Oh, creo que se está despertando.

Hizo una mueca. Esas palabras fueron excepcionalmente altas. No tenía idea de por qué le dolía la cabeza. Finalmente, la bruma que se había apoderado de sus recuerdos comenzó a aclararse. Hubo una llamada por disturbios en un callejón, y luego un anciano. Naruto recordaba eso.

—Supongo que no conozco mi propia fuerza.

Y recordó esa voz y a quién le pertenecía. Sus ojos se abrieron de golpe. Estaban mirando a un par de sorprendentes ojos verdes. Se quedó observando torpemente a la chica encaramada en una silla al lado de su cama, con esta pequeña media sonrisa. La intensidad de su cabello castaño rojizo favorecía el tono rosado de su perfecta piel, haciendo que sus ojos brillaran como joyas de esmeraldas. Sus labios rosados eran exuberantes. Labios que normalmente habrían tenido a su polla saltando fuera de sus pantalones, pero algo sobre ella volvía helado su interior.

La chica movió sus dedos.

—Hola.

Apartó la mirada, dándose cuenta de que no se encontraban solos. Dos hombres corpulentos estaban al pie de su cama. Por los intrincados tatuajes cubriendo los brazos y manos de piel blanca, supo que no eran colegas policías. ¿Qué significaría? Extendió la mano hacia su arma, pero no encontró nada. Se irguió, haciendo una mueca, y forcejeó por el pequeño micrófono que se conectaba al sistema de radio. Pero también había desaparecido.

—Yo tendría cuidado —dijo ella—. No deberías moverte tan rápido.

Se giró hacia ella, sorprendido de que esa pequeña cosa lo hubiera noqueado. La ira estalló, los músculos se endurecieron en sus entrañas y, más allá de eso, una sensación de cansancio.

—¿Dónde está mi cinturón de servicio?

Su sonrisa nunca vaciló.

—Lo tomamos. Ninguno de nosotros quería recibir un tiro. El doctor de aquí odia sacar cosas de nosotros.

—¿Dónde está mi pistola?

—Oye, muchacho. —El de piel más blanca dio un amenazador paso más cerca—. Cuida tu tono.

La mirada de Naruto giró hacia él.

—¿Quién eres tú?

Sus labios se torcieron en una mueca burlona.

—Soy el que te pondrá en un ataúd si me hablas así de nuevo.

Naruto sacó sus piernas de la cama y se levantó. Al diablo los golpes en la cabeza y la mandíbula, y olvida el hecho de que se tambaleaba sobre sus pies.

—¿Sí?

La chica suspiró.

—Chicos.

Ninguno de los dos la escuchó. El de tez blanca inclinó su cabeza hacia un lado.

—Si ya no te hubieran noqueado hoy, estarías en el suelo.

Entonces, la chica se puso frente a él, firmemente plantándose entre ellos. Ambos eran más altos que ella, pero no había ni una pizca de miedo en sus ojos.

—No tenemos tiempo para este concurso de meadas que está a punto de ocurrir —dijo dulcemente—. Así que vamos a tomar un respiro antes de que los patee.

Divertido por la pequeña amenaza, bajó la mirada. El humor escapó cuando vio una navaja en su garganta. La pequeña perra... Pero una parte de él aún quería reír.

—¿Te vas a comportar? —preguntó ella.

Respirando profundamente, dio un paso atrás.

—De acuerdo, quiero saber dónde estoy.

La navaja desapareció en el brazalete.

—¿Qué tal si primero nos presentamos? Mi nombre es Sakura. —Haciendo una pausa, hizo un gesto hacia el tipo enojado—. Este es Sai. Y este es Bee.

El instinto le dijo que no iba a llegar a alguna parte con esa actitud, así que empujó su temperamento tanto como pudo y trató de mantenerse calmado.

—Mi nombre es oficial Naruto Uzumaki, y ustedes están en un montón de problemas.

Sai soltó un bufido.

—Eso es dudoso.

—¿Naruto? —murmuró Sakura—. Quién lo hubiera imaginado. Como sea, estás en el Santuario.

—¿La compañía de seguridad en el Triángulo Federal? —preguntó, rogando que hubiera escuchado mal. De ser así, estaba muy lejos de su distrito. Cuando ella asintió, perdió la calma—. ¿Dónde demonios está mi patrulla? ¿Y por qué me tienen aquí?

Sai dio un paso adelante, pero Sakura arqueó una ceja hacia él.

— Tu patrulla está de vuelta en la estación del Séptimo Distrito. Te has registrado y, de hecho, has solicitado un permiso debido a problemas personales. —Sonrió tímidamente y añadió—: Cortesía de nosotros.

Sacudió la cabeza débilmente. No sabía si estar enojado o reírse. Esto era una total mierda y tenía que ser una bizarra alucinación.

—Puedo ver que estás un poco conmocionado. Puede ser útil si te explicamos las cosas. —El que se llamaba Bee dio un paso adelante con una sonrisa amistosa.

—Tal vez desees sentarte —aconsejó Sakura.

—Estoy bien de pie.

Ella se encogió de hombros.

—Sai, ¿puedes traer algo de beber?

—Como sea. Sólo estás tratando de sacarme de la habitación.

Sabes que él va a volverse loco. Centró sus ojos brillantes en Sai.

—¿Por favor?

El permanente ceño fruncido en el rostro de Sai comenzó a ablandarse, sorprendiendo a Naruto.

—¿Qué quieres? —Sai suspiró.

—Un batido —pidió con una emoción que él envidió.

—Tienes que estar bromeando. —Sai negó con la cabeza— Tendré que hacer uno o ir a comprarlo, Sakura. Vamos.

Hizo un mohín.

—Un batido.

Bee se echó a reír.

—Bien podrías ir y traerle uno. —Hizo una pausa—. Y uno para mí, también, mientras estás en eso.

Sai maldijo, pero se giró rápidamente y salió de la habitación. Sakura se giró hacia Naruto, cruzando los brazos.

—¿Recuerdas algo del callejón?

—¿Además de cómo golpeaste a un oficial? —replicó.

Ella sonrió suavemente.

—Me refiero al anciano. ¿Recuerdas algo de él?

Recordó la fuerza bruta del viejo. Y su horrible aliento y algunas otras cosas raras que relacionaba con los golpes que recibió en su cráneo.

—¿El que asesinaste?

—¿El que estaba a punto de arrancarte la garganta y hacer bonitas imágenes en la pared con tu sangre? —devolvió—. Sí, ese.

Se mordió el interior de la mejilla. Algo estaba totalmente mal con esta gente. Su patrulla estaba en algún lugar, su arma desaparecida, y todo el departamento probablemente se encontraba buscándolo ya que no había respondido ninguna de sus llamadas. Habrían encontrado al hombre muerto a estas alturas.

—Iba a matarte, Naruto. Eso es lo que los de su especie hacen —prosiguió—. Intervine porque eso es lo que nosotros hacemos.

¿En serio? Dio un silbido, no estando seguro de por dónde comenzar con la carga de locura.

—De acuerdo. ¿Por qué querría hacerlo?

Ella miró a Bee, quien se encogió de hombros.

—Un esbirro, uno de los de nuestra especie que ha sido corrompido por un ángel caído, persuadió a un alma para invadir el cuerpo del hombre. El alma lo poseía.

Cuando ella no se rió ni admitió que estaba bromeando, él empezó a preocuparse.

—¿Perdón?

—No hay una manera fácil de decírtelo, y realmente no tengo la paciencia para facilitarte esto.

—Esta es la parte en la que tal vez quieras sentarte —recomendó Bee.

Lo ignoró, concentrándose en ella. —Mira, no sé a qué están jugando, pero creo que lo mejor es que me dejen ir.

—No podemos —dijo.

Los vellos de su nuca se erizaron. Rápidamente examinó la habitación, notando sólo una salida.

—Déjame ver si entiendo esto. ¿Me están reteniendo en contra de mi voluntad?

Las manchas verdes en sus ojos se encendieron cuando se acercó.

—Lo que sea. Eso no es importante. —Colocó las manos en sus caderas—. Naruto, si abandonas la seguridad del Santuario, cada Caído, esbirro y humano poseído estará a la caza de tu trasero.

La miró boquiabierto. Estaba completamente loca. Más ida que la mujer que pensó que su gato había usado su línea telefónica. ¿Qué hizo para merecer una noche como esa? Maldita sea, él era una buena persona. Después de graduarse con honores de la universidad y pasar varios años como contador para una firma de abogados en Sterling, la necesidad de hacer algo más con su vida lo había superado. Como un idiota, aplicó para el Departamento Metropolitano de Policía en el segundo en que se había enterado de que estaban contratando. Hacía seis meses que se había graduado de la academia.

Y eso era lo que obtenía de ello, por el amor de Dios.

—Me largo de aquí.

Naruto pasó junto a ella. Escuchó la risa profunda de Bee, y luego ya no estaba sobre sus pies. De alguna manera, la pequeña Sakura lo había alzado e inmovilizado sobre la cama. Mirando fijamente los más verdes ojos enmarcados con las más gruesas pestañas que jamás había visto, admitió que generalmente hubiera estado satisfecho con el giro inesperado de los acontecimientos. Pero una vez más, se sintió como si alguien hubiera soplado aire frío por su espalda. Y sabía que una mujer normal de su tamaño no podía hacer eso.

Oh, demonios, no. Algo no estaba bien. Había sido derribado por una chica con fuerza sobrehumana. Hombre, había subestimado seriamente la situación. Justo ahora, él realmente extrañaba a la loca mujer del gato.