Ni la historia ni los personajes me pertenecen.
Capítulo 5
—¿Qué pasó con tener paciencia? —preguntó Bee, claramente divertido.
—La paciencia está sobrevalorada. —Sakura bajó la mirada hacia su prisionero—. Ahora vas a escucharme. Voy a dejar que te levantes, pero te sentarás en silencio y nos escucharás.
Naruto la miró. Lo azul de sus ojos se profundizó. Al principio, no creyó que fuese a responderle, pero finalmente asintió.
—Lo digo en serio —le advirtió—, la próxima vez que intentes irte corriendo, voy a dejar que Bee se haga cargo de ti. Y él lo hará doloroso. ¿Lo entiendes?
Se tensó.
—Bien.
Sakura sonrió abiertamente.
—Genial.
Empujándolo, aterrizó ágilmente sobre sus pies. El asombro en su rostro la complació. Observó cómo él se sentaba incómodamente. Naruto dejó escapar una profunda respiración mientras levantaba la mirada, inmovilizándola con los ojos.
—¿Van a decirme lo que está ocurriendo?
Bee sacó una silla y se sentó.
—¿Conoces a Azuma Archer? Creo que es un sargento en tu distrito.
Reconocimiento parpadeó por su rostro.
—¿El detective Archer?
Bee sonrió mientras tiraba de un hilo suelto, girándolo entre sus largos dedos.
—Azuma es muy amigo nuestro. Cuando Sakura notó el… error que cometió, llamamos a Azuma y le explicamos lo que ocurrió. Se encargó de todo. Tanto como tu departamento sabe, tienes una emergencia familiar y tuviste que irte. Nadie lo cuestionará.
Sakura se metió.
—Tomamos tu cinturón y tu radio porque no podíamos arriesgarnos a que arruinases todo el trabajo duro de Azuma. Metió su cuello en el asunto y, amigo, nuestros cuellos son tremendamente valiosos.
Naruto se frotó la parte de abajo de la barbilla.
—¿Por qué habría de ayudarlos el detective Archer?
—Porque es uno de los nuestros —dijo él suavemente. Abrió la boca, pero Sakura lo interrumpió—: Voy a empezar desde el principio. Todo lo que pido es que no me interrumpas y silenciosamente reces para que Sai regrese pronto con el batido, porque me hacen feliz. Y tú quieres mantenerme feliz.
Su expresión se agrió.
—Y mantén la mente abierta —lanzó Bee—. Ya tienes que saber que no somos tus capellanes militares promedio.
Naruto soltó un bufido.
—No sé qué pensar. Un viejo casi me mata. Ésta chica parece ser capaz de lanzar a hombres de tres veces su tamaño. Hombre, dime lo que quieras.
Sakura casi se rió. Intentó recordar cómo era cuando había aprendido la verdad sobre lo que era, pero era tan joven y asustadiza. Kakashi podría haberle dicho lo que sea, y le hubiera creído. Empujando esos oscuros recuerdos hacia la parte trasera de su mente, se aclaró la garganta.
—¿Has oído hablar de los ángeles caídos?
Sus cejas se alzaron.
—Aparte de que los has mencionado hace unos minutos, vas a tener que refrescar mi memoria, gracias.
En lugar de ser el matón que generalmente era, Sakura se sentó en una silla y empujó su maraña de pelo.
—Los Ángeles solían caminar entre los hombres, sirviendo como fuente de esclarecimiento y fe. Solo los ángeles en los que Dios más confiaba eran enviados a la Tierra, un tercio de todos los ángeles en el Cielo. Él tenía fe en que no lo desobedecerían.
—Los ángeles que fueron enviados a la Tierra, se deslumbraron con los humanos —continuó—. Quizás fue por la fragilidad de la naturaleza humana o el hecho de que ellos tenían almas, y eso sólo los hizo apasionados de una forma en la que los ángeles no podían serlo. Al final, realmente no importaba. Los ángeles tomaron a las mujeres como sus amantes y, después de hacerlo, cayeron. Se convirtieron en los Caídos.
—Espera un segundo —interrumpió Naruto—. ¿Estás hablando de ángeles acostándose con mujeres?
Sakura asintió.
—Y ellas tuvieron hijos, llamados Nephilim. Como te puedes imaginar, esto enfureció a Dios. Hizo todo lo que estaba bajo su poder para evitar que se esparcieran los hijos mitad-humano y mitad- ángel. Envió más ángeles para arrebatarlos de sus madres, se incendiaron pueblos enteros, e incluso inundaron la tierra. Los Caídos eran fuertes, sin embargo. Nunca podría detenerlos, y eso pronto se convirtió en la última de sus preocupaciones.
—Verás, Dios no les habló más, y esto enfureció a los Caídos —dijo Bee inclinándose hacia delante—. Los ángeles ven a Dios como su padre, y para los que cayeron, Dios los abandonó. Su odio los infectó, volviéndolos en contra de los seres humanos que alguna vez apreciaron. Una vez que cayeron, perdieron toda misericordia por los hombres. En lugar de ayudarlos, los Caídos comenzaron a encontrar formas de herirlos, y así, perjudicar a Dios en el proceso.
Naruto parecía dudar.
—¿Cómo herían a las personas?
Sakura intentó determinar dónde se encontraba Naruto en todo esto. Actualmente, él los miraba, aturdido, una mezcla de desconcierto y fascinación morbosa en su rostro. Pero la siguiente fase de información era donde las cosas se volvían un poco complicadas. Afortunadamente, Bee siempre sabía cuándo aportar su granito de arena y ayudar. Había una cierta facilidad en él a la que la gente, Nephilim o no, respondía. —Verás, ángeles y Nephilim tienen una habilidad única. Cuando la gente muere, sus almas deben ascender al Cielo o, en algunos casos, ir al Infierno. —Se interrumpió con una media sonrisa—. Como sea, hay algunas almas que son vulnerables. No saben a dónde ir y, en la mayoría de los casos, se niegan a renunciar a la vida. Se espera que los ángeles los guíen a donde se supone que vayan. Es un rasgo que los Caídos mantuvieron después de su caída y que pasó a los Nephilim.
Las cejas de Naruto se levantaron un poco con cada palabra que salía de la boca de Bee. Miró a Sakura, y ella sonrió con simpatía. Estaba a punto de ponerse mucho peor. Aprender sobre los ángeles era una cosa. Aprender lo que las almas podían hacer a las personas relativamente normales, era otra historia. Decirle que no era realmente humano iba a ser la cereza del postre, pero iba a dejar esa parte para después. Bee le explicó con rapidez y con un fervor que hasta el mayor cínico tenía que creerle. Describió como los Caídos aprendieron que podían persuadir las almas en los cuerpos humanos, y las devastadoras consecuencias de tal acto. Haciendo esto, los Caídos habían hecho dos strikes de un solo golpe. No sólo que dañaban las almas que habían fallecido recientemente, sino que también destruían el alma y el cuerpo de un poseído.
—Todo cambió, entonces —dijo en voz baja—. No fue más un problema por su desobediencia o sus actividades en el dormitorio. ¿A quién le importaba si producían niños? Destruían almas inocentes, y cuando se dieron cuenta que sus hijos también podían sentir esas almas, vieron su venganza contra Dios.
Naruto dejó escapar un silbido bajo.
—Chicos, se dan cuenta de lo loco que esto suena, ¿verdad?
Sakura se rió. Iba a sonar incluso más loco.
—Los Caídos están bastante enojados con Dios y extremadamente celosos de los humanos. Es una mezcla repugnante de emociones.
—De acuerdo —dijo él lentamente—. ¿Me estás diciendo que hay ángeles malvados dando vueltas y niños mestizos? ¿Por qué debería importarme? ¿Por qué habría de hacerlo?
Sakura se preguntó si era lento. ¿Por qué no podía sumar dos y dos y hacérselo más fácil?
—Porque soy una Nephilim y también lo son Sai y Bee.
Sus labios se separaron como si quisiera reírse.
—Si tu eres una Nephilim, ¿no eres mala como esos ángeles?
Estaba a punto de responder, pero afortunadamente, vio lo que Sai traía hacia la habitación. Saltó de su asiento, corriendo hacia él.
—Gracias. Te lo debo, Sai. En serio. —Tomó una de las copas esmeriladas.
Sai rodó los ojos, alcanzándole la otra a Bee.
—Entonces, ¿cómo lo está llevando el policía?
Agarrando la copa en sus manos, Sakura se hundió en la silla. Levantó la vista. Naruto la miraba.
—¿Quieres un poco?
Él parpadeó.
—No. No, gracias.
Ella sonrió.
—Estábamos por decirle a Naruto sobre las diferencias entre nosotros y los caídos.
Sai se impulsó de la pared.
—Bueno, eso es fácil. Ellos están básicamente para destruir la humanidad. Nosotros para detenerlos. Es así de simple. Matamos a los Caídos y a esos que trabajan para ellos sin preguntas.
Sakura, chupando del sorbete, miró a Sai. Sí, eso no ayudó. Tomó un gran trago del frío y espeso liquido y tragó.
—Hay Nephilim buenos y malos. —Inclinó el vaso contra su pecho—. Obviamente, nosotros somos buenos. Todos los del Santuario, y hay muchos de nosotros, son buenos. Operamos como un sistema de controles y contrapesos.
Naruto se tiró hacia atrás, pasando la mano por su rostro mientras la miraba fijamente. La expresión que tenía le dijo a Sakura que estaba a punto de correr de nuevo, y ella no podía permitirse eso. No con Sai aquí. Él haría algo mucho peor que derribarlo. Miró su vaso casi vacío, con el ceño fruncido. Debería haber pedido dos.
—Como podemos sentir las almas que son vulnerables, tenemos que llegar a ellas primero. Hay algunos de nuestra especie que luchan con sólo encontrar esas almas y las ayudan a cruzar. ¿Las personas que pueden hablar con los muertos? —Hizo una pausa, dejando que eso se hundiera—. Son Nephilim, y su trabajo es ayudar a esas almas, pero a veces no somos lo suficientemente rápidos.
Naruto asintió como si entendiera. —¿Qué pasa si no lo hacen?
—Es lo que pasó con ese pobre hombre en el callejón. Una vez que un alma entra en un humano, es demasiado tarde. El alma se corrompe y se vuelve mala. Los llamamos Poseídos. Lo sé, no es muy creativo o clásico, pero así es como los conocemos. Cuando ocurre, el humano tiene que ser asesinado.
Él soltó una breve carcajada, cerrando los ojos.
—Ésta ha sido una noche infernal. ¿Así que ustedes van por ahí matando a la gente que creen que está poseída por las almas malignas?
—No es lo que nosotros creemos —lo corrigió Bee—. Es algo que sabemos. Podemos sentir las almas antes de que entren en un cuerpo, y una vez que lo hacen. Se siente como la muerte: fría y definitiva. Lo sabes cuando ocurre. No hay forma de confundirlo.
Naruto se volvió hacia Sakura.
—Entonces ¿mataste a ese hombre porque tenía un alma mala en él? ¿Por qué no simplemente… exorcizabas el alma?
Sai se rió.
—Esto no es la televisión, amigo. No se puede quitar un alma una vez que entran en un cuerpo. Como ella dijo, el alma se vuelve mala en el momento en que sube por la garganta de los desafortunados que se encuentran cerca de la misma. Deberías saber lo que ocurriría si trepara por la tuya.
Había una buena probabilidad de que Sakura lanzara la copa a la cabeza de Sai. Con una fuerza de voluntad que no se dio cuenta que tenía, dejó el vaso en el suelo y cruzó las manos.
—Míralo de esta forma, Naruto. El alma infecta al huésped. Como un resfriado o un virus, pero este tipo de infección es permanente. Ya no recuerdan quiénes son. No se preocupan por las cosas molestas como la moral o la compasión. Se vuelven máquinas asesinas, y es nuestro trabajo ocuparnos de ellos. Nos han entrenado para… deshacernos de ellos.
Naruto sacudió la cabeza.
—Ustedes están malditamente locos.
Era demasiado esperar que absorbiera la información como una esponja y luego preguntara dónde podía firmar para el trabajo. Sabía que era bien pasada la medianoche, y no tenía idea de cuánto tiempo Naruto había estado en su turno antes de que lo encontrara. Supuso que sólo tenía un par de horas con él antes de que se negara a todo, y tanto si le gustaba como si no, planeaba utilizarlas.
—Tengo un par de cosas más para decirte. Después tenemos algo que queremos mostrarte. —Hizo caso omiso de la sensación de confusión que Bee y Sai le dispararon—. Es realmente importante que sepas lo que está allí fuera. Hay personas como nosotros que son malos. Fueron Nephilim una vez, pero los Caídos los corrompieron. Se convirtieron en lo que nosotros llamamos esbirros. Sip, de nuevo, apestamos con los nombres, pero hay una legión de ellos.
Naruto comenzó a levantarse, pero volvió a sentarse. Una especie de sonrisa torcida se formó, pero su rostro palideció varios tonos.
—Esperaba haber oído mal cuando dijiste esbirros.
—Lo siento, pero no lo hiciste. Los esbirros están constantemente buscando almas y… a Nephilim como nosotros.
—Quieren matarnos —agregó Sai con indiferencia—. Y también los Caídos.
La mirada cansada de Naruto pasó a Sai.
—No veo cómo esto es mi problema.
—Bueno… —comenzó Sakura con una sonrisa forzada—. Como que es tu problema. ¿Recuerdas cuando te advertí que cada esbirro y Caído estarían buscándote? —Naruto asintió—. Bueno, una vez que un alma entra en un cuerpo humano, lo que sea que vea o sienta se lo comunica al esbirro que los persuadió y luego al Caído que lo corrompió. Es algo así como un sistema de mensajería instantánea realmente jodido.
Las cejas de Naruto se juntaron.
—¿Y?
Sakura respiró profundamente, exhalando lentamente.
—Los Caídos y los Nephilim pueden sentirse entre sí. También las almas. Es un sistema de alarma interno. Algo así viene muy bien también, pero eso no viene al caso.
—Sólo dilo, Sakura —gruñó Sai desde su esquina.
Ella lo miró.
—Es porque eres como nosotros, Naruto. Tu padre era uno de los Caídos, y eso te hace uno de nosotros.
—Basura —susurró él.
—Y siendo que el alma sabe lo que eres, eso significa que también lo sabe el esbirro… y los Caídos. Saben que no estás entrenado y prácticamente indefenso ante ellos. Van a ir por ti. Primero, intentarán coaccionarte para que te unas a ellos.
—Pasarte al lado oscuro y todo. —Bee sonrió.
—¿Y si no lo haces? —continuó ella—. Te matarán.
Naruto manejó esa pequeña parte sorprendentemente bien. Los miró y se echó a reír tan fuerte que pensó que se había hecho daño a sí mismo.
—No estamos bromeando —dijo ella, encontrando y sosteniéndole la mirada—. En absoluto.
Comenzó a levantarse, pero no llegó muy lejos.
—Esto… esto es una locura.
No dijo mucho más después de eso. Estaba negado, y había mucho que no sabía. No habían llegado al hecho de que los Caídos estaban detrás de la mitad de los políticos sucios en esta ciudad. Sakura se puso de pie y se desperezó. Tenían un par de horas antes de la salida del sol y para que los esbirros se arrastrasen de regreso al lugar más húmedo y oscuro que podrían encontrar. Bueno, probablemente vivían en algún lindo pent-house, pero como sea.
—Sé que se está haciendo tarde, pero hay algo que necesitamos mostrarte. Creo que ayudará.
—Creo que nada me ayudará a entender —respondió secamente.
Ella le disparó una sonrisa.
—No, esto lo hará. En el peor de los casos, sabrás que no estamos locos.
—Luego se rió cuando vio la mirada de incredulidad en su cara—. No voy a matar a otro hombre, si eso es lo que estás pensando.
Bee se alejó de la pared.
—¿Iremos al viejo reformatorio St. Mary?
Sakura asintió, ganándose una sonrisa de Sai. Se volvió hacia Naruto.
—Te haré una promesa. Si vienes con nosotros, y no probamos que todo lo que te dijimos es cierto, entonces te dejaremos en paz, y nunca nos volverás a ver.
Sus cejas bajaron con incertidumbre. Le ofreció su meñique.
—Lo juro por el meñique.
Naruto sacudió la cabeza, poniéndose de pie.
—¿Puedo volver a casa y no preocuparme nunca por ángeles o…. lo que sea?
Casi se sintió mal por hacerle esto.
—Lo prometo.
Dio un largo suspiro antes de aceptar. Se dio la vuelta, pasando a Sai mientras salía.
—Sé agradable.
Una mirada abiertamente inocente apareció en su rostro.
—Por supuesto.
—¿A dónde va? —exigió Naruto inmediatamente.
Sai se volvió hacia él, su sonrisa fría.
—Vas a verlo muy pronto.
Rodando los ojos, se dirigió hacia la puerta. Maldita sea, ella esperaba que Sai no lo matara antes de que peleara con un esbirro… o dos.
Naruto siguió a los dos hombres por las calles de DC en un aturdimiento surrealista. Después de quitarse el uniforme azul de la marina y el chaleco, se sintió extrañamente desnudo en su camisa. Ni siquiera sabía por qué había aceptado. Quizás fue porque, por debajo de la incredulidad, confusión, e incluso un poco de miedo, estaba curioso. Y a pesar de golpearlo antes, ninguno de ellos intentó lastimarlo de verdad, y él sabía que podían. El único pensamiento que lo impulsó a través de la niebla era saber que pronto podría dejar todo esto atrás. Echarle la culpa a una noche llena de locos; despertarse en la mañana para volver alegremente a lo suyo, como si nada de esto hubiera pasado.
Salieron de la acera, en dirección al puente. Deseaba que le devolvieran su arma. Mierda, podía ser reconocido incluso sin el uniforme. Las calles por aquí no eran agradables.
—¿A dónde estamos yendo?
Bee lo miró.
—¿Conoces el viejo reformatorio cerca del Congreso Heights?
Lo conocía. Todos sabían dónde estaba el Congreso Heights. Había sido uno de los barrios más descuidados en DC, y sólo recientemente se habían mudado allí desarrolladores urbanos. Con el aumento de la presencia policial y el esfuerzo general de la limpieza, había mejorado, pero todavía no era genial. Los tres giraron en la calle Clay, y delante de ellos apareció el alguna vez prestigioso reformatorio que había sido olvidado hace mucho tiempo. Él frunció el ceño mientras Bee tomaba la valla metálica y, con un simple giro de muñeca, rompía la cerradura.
Su estómago se congeló. ¿En qué diablos me he metido? Puede que no creyese en los ángeles y toda esa mierda, pero no había duda de que había algo radicalmente diferente en estas personas. Tal vez eran producto de un experimento gubernamental encubierto que salió mal. Más creíble que la basura sobre los Nephilim, pero aún así, era bastante aterrador. El césped no había sido cortado en años, y la hierba había crecido hasta las rodillas. Los arbustos y malezas cubrían el antiguo camino de entrada, y se pegaban a sus pantalones.
—¿Vamos a entrar ahí? —preguntó en voz alta.
Bee le sonrió antes de desaparecer por el costado del edificio. Naruto se volvió hacia Sai, cruzando los brazos.
—¿Qué estamos haciendo?
—Bee va a encontrar una manera de entrar. Una que no sea demasiado obvia.
—¿Por qué querríamos entrar?
La mueca en la cara de Sai se profundizó.
—Haces un montón de preguntas estúpidas, ¿sabías?
Su ira se encendió. No quería nada más que golpear la sonrisa arrogante de su rostro, y aunque el hombre era mucho más grande que él, Naruto pensaba que podía ganarle. O por lo menos, hacerle algo de daño en el proceso.
Sai le hizo señas para que lo siguiera por el lado del edificio de ladrillo deteriorado.
—Vamos, Bee —murmuró—. No tenemos mucho tiempo.
¿Mucho tiempo antes de qué? Dios, ¿realmente quería saberlo? Una de las placas que cubrían una ventana inferior se astilló, asustándolo. Bee sacó la cabeza, recordándole a un enloquecido Jack Nicholson.
—Entren.
Se detuvo. Cada célula de su cuerpo le advirtió que no entrara. Además del hecho de que estaba bastante seguro de que los pisos debían estar podridos hasta el punto de no ser seguros, también sabía que no le gustaba a dónde se dirigía esto.
Sai se movió a su lado. Extendió el brazo.
—Entra.
Naruto apretó los dientes. Viendo que no podía salirse de esto, le disparó una mirada sucia por encima del hombro y trepó por la ventana tan cuidadosamente como le fue posible. Una vez dentro, apenas podía ver lo que lo rodeaba. Sai saltó por la ventana y aterrizó sobre sus pies a su lado. ¿Cómo un tipo tan alto puede ser tan silencioso?
—Están cerca. —Bee se dirigió hacia la puerta—. Síganme.
Naruto hizo lo mejor que pudo para seguirle el paso por el laberinto de escritorios rotos y sillas desparramadas. Dondequiera que la luna era capaz de filtrarse, vio grafitis pintados en las paredes y pisos. Dejaron la habitación en silencio, entrando en los pasillos. Tuvo cuidado de seguir los pasos seguros de Bee. Partes del suelo estaban podridas, pero de alguna manera, los chicos las evitaron sin siquiera mirar. Quizás eran ninjas.
Casi se rió, pero dudaba que alguno de los hombres lo apreciara. Subieron las escaleras, y cansado del silencio, pidió saber cuál era el plan. Sai le lanzó una sonrisa cínica, pero Bee fue un poco más informativo.
—Algo que tienes que ver, algo que va a poner las cosas en perspectiva.
Dudó en la cima de las escaleras.
—No hay nada que puedan mostrarme que ponga esta noche en perspectiva.
Sai se rió entre dientes pero no respondió mientras hacían su camino por el corredor. Al final, Bee abrió la puerta doble cubierta con pintura roja desvanecida y oxidada. Medio esperando que algo le saltara, Naruto quedó un poco decepcionado cuando se dio cuenta que estaban en la cima de un gimnasio vacío. Se giró hacia Bee.
—¿Hay un juego del que no soy consciente?
Bee inclinó la cabeza hacia atrás, riendo.
—Un juego de clases.
Poniendo los ojos, se volvió hacia el suelo agrietado por debajo de ellos. Las gradas se habían retirado, y sólo quedaba un poste de baloncesto. La red había desaparecido y el tablero colgaba en un ángulo extraño. Sintió a los hombres moverse en silencio a su lado.
Sai le tocó el brazo.
—Cállate.
Quería romper ese maldito dedo, pero pasos sonaron por el suelo y algo… algo se agitó en su estómago. Era el tipo de sensación que tenía cuando estaba a punto de arrestar a alguien, pero más fuerte, mucho más fuerte. Excitación nerviosa mezclada con temor salió de su estómago y viajó por su columna vertebral en un estremecimiento. Se inclinó para mirar por encima de la barandilla, pero Sai tiró de su brazo.
—Retrocede —siseó.
Desde su nuevo punto de vista todavía podía ver la zona de abajo, pero se ocultaba en las sombras que se arrastraban por las paredes y el techo. Alguien entró por las puertas de las tribunas en el lado opuesto del gimnasio, parado en el centro de la cancha, bajo un rayo de luz de luna que entraba por una ventana rota. Era un chico. Un joven. Probablemente ni siquiera en sus veinticinco años, por lo que se veía. Su pelo negro estaba desordenado, y llevaba delineador, lo que acentuaba los ojos inusualmente pálidos. Naruto podía ver una banda en la camisa negra del chico, pero el logotipo se había desvanecido.
Sus palmas comenzaron a sudar.
—¿Quién es ese? —susurró. Sai lo miró severamente.
—Alguna vez fue un Nephilim —respondió en un susurro—, pero ya no es cálido y difuso. Es un esbirro.
El chico levantó la cabeza, oliendo el aire. Los ojos de Naruto se ampliaron mientras el chico alcanzaba el bolsillo de sus pantalones negros, retirando un cuchillo de aspecto desagradable. Del tipo que él imaginaba se usaba para destripar un ciervo.
—¿Qué está haciendo?
Sai exhaló lentamente.
—Está buscando a Sakura. Él nos siente, pero cree que es ella.
Naruto fue sorprendido por la repentina aparición de la pequeña fiera frente a ellos. Situada en el borde de la baranda del balcón, tenía los brazos a los costados, la cabeza inclinada hacia abajo.
—Sólo observa —susurró Sai.
Lo hizo, paralizado por la belleza salvaje de Sakura. Se agachó allí con una facilidad que era poco común. Con el pelo recogido en un moño desordenado y lo que era más una sonrisa de satisfacción en su rostro, parecía aburrida, como si estuviera a punto de ir al supermercado o algo así. Luego, bajó la mirada, vigilante, se puso de pie con elegancia y saltó al piso de abajo. Una oleada de proteccionismo estalló profundamente dentro de él. Sakura era una niña, ¿y se suponía que ellos debían quedarse ahí parados? Al diablo con eso. Cada instinto en él exigió que hiciera algo.
Sai y Bee debieron haber sentido su asombro repentino porque se movieron para bloquearlo. Pero empujó, y empujó más fuerte. Ambos hombres cayeron a los costados, y él fácilmente cerró la distancia entre ellos y la barandilla. Se inclinó, gritando su nombre—: ¡Sakura!
El chico alzó la cabeza con la boca abierta. Dejó escapar un grito que cortó el interior de Naruto. El aullido viajó hasta su alma, dejándola helada. La boca del chico colgaba abierta, distorsionándola hasta convertirse en un enorme agujero de la oscuridad que casi se tragaba todo su rostro. El sonido siguió llegando, chillando hasta que se convirtió en un lamento que llenó todo el gimnasio.
—¡Nephilim! —gritó.
Con el corazón tronando, Naruto se tambaleó hacia atrás de la barandilla. No podía haber imaginado eso. Ni en sus sueños más salvajes. No había manera de que pudiera deshacerse de lo que vio u olvidarse de él. Esa cosa en el piso con Sakura no era humana.
Santa mierda, todo lo que habían dicho era verdad.
