Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

Capítulo 6

Sakura estaba excepcionalmente orgullosa de sí misma. Había seguido claramente al esbirro por DC, y luego prácticamente se arrojó sobre él. Una vez que él la visualizó, la persecución se inició, y lo dirigió justo a donde quería. Pero entonces saltó, aterrizando sobre la punta de sus pies, y todo se fue al infierno en el momento que Naruto gritó su nombre. El esbirro emo soltó su grito de batalla, girando sobre ella. Ella vislumbró el cuchillo afilado preparado, alto en el aire. Había varios metros de distancia entre ellos, pero el joven esbirro la redujo con un solo salto. Los esbirros eran estúpidos, pero fuertes.

Sacudió las muñecas y las dagas de plata en forma de carámbano se liberaron de los brazaletes que usaba. A centímetros de ella, el esbirro descendió con el cuchillo apretado en su puño. Levantó el brazo, dirigido directamente a su pecho, y ella se echó a reír. Sólo un golpe al corazón con plata inscrita y perfeccionada en agua bendita mataría a uno de los suyos. Los Nephilim habían diseñado esos cuchillos. Los esbirros simplemente usaban cualquier cosa para cortar un Nephilim hasta que no quedara nada, o los desgarraban miembro a miembro. Podría ser un caos sangriento si los tomaban desprevenidos, pero ella raramente fallaba. Probaría que esta vez no era diferente.

Su cuchillo hizo contacto con el pecho del esbirro, hundiéndose a través de la carne suave y hueso con una rapidez que requería poco esfuerzo. Los ojos transparentes del esbirro se abrieron ampliamente.

—Mierda.

—Lo siento. Escogiste el lado equivocado, amigo —susurró, sacando la navaja.

Cuando las hojas se replegaron en los brazaletes, el esbirro tembló una vez, y luego su piel comenzó a desprenderse. Sus hombros se hundieron mientras la apatía la llenaba. El joven Nephilim tenía una opción. Como seres humanos, todos tenían libre albedrío, y éste optó por convertirse en esbirro. En cuestión de segundos, quedó sólo una fina capa de polvo.

Levantó la mirada y encontró sus nuevos objetivos.

—¿En serio? —gritó, levantando los brazos— ¿No podían mantenerlo callado durante unos pocos segundos?

Sai tuvo la decencia de avergonzarse.

—Lo siento. Es más fuerte de lo que parece.

Disgustado con ellos, negó. Ganando velocidad, se lanzó hacia el balcón, aterrizando en la barandilla frente a Naruto. Su rostro palideció.

—Cristo.

Ella rodó los ojos y cayó frente a él.

—Eso es lo que teníamos que mostrarte.

Naruto se frotaba un punto sobre su corazón como si le molestara.

—¿Estás bien, hombre? —preguntó Bee.

Sai soltó un bufido.

—Creo que oficialmente lo ha comprobado.

Golpeó a Sai en su brazo.

—Naruto, ¿estás aquí con nosotros?

Aún no respondía. Esperando que el aire fresco lo estimulara, lo condujeron de nuevo a través de la escuela abandonada y en la noche. Una vez fuera, Naruto se inclinó y apoyó las manos sobre las rodillas, tragando el aire como si estuviera hambriento de oxígeno. Sai frunció el ceño antes de dirigirse hacia la parte frontal del edificio, pero Bee y Sakura se mantuvieron al lado de Naruto, dándole tanto tiempo como necesitara para entender lo que acababa de presenciar.

Sakura trató de recordar la primera vez que había visto a un Nephilim al que le había ido mal. Ella tenía como diez años, y Kakashi y Sai habían capturado una mujer solitaria que se había vuelto esbirra. En un intento para, de alguna manera, traerla de regreso, la habían encerrado en una de las celdas en el Santuario. Era la primera vez que oía los gritos horribles. Estaba tan asustada, y el sonido era tan horrible, que vomitó. Pasó la noche aferrada a Sai en un apretón de muerte, demasiado asustada para dormir sola. Distorsionada más allá de la salvación, la esbirra finalmente tuvo que ser sacrificada. A Sakura, tan aterrorizada como se encontraba, le había sido difícil entender eso.

Naruto se puso de pie lentamente, frotando el dorso de la mano por la boca.

—¿Qué era eso?

—Lo que te dijeron que era —respondió ella con suavidad—. Un esbirro.

Se volvió hacia ella.

—¿Toda esta mierda... es cierta?

Ella sonrió.

—Todo, y la parte que te dije sobre tu padre… sobre todo eso.

Sus ojos se clavaron en los de ella mientras hablaba.

—No... no sé qué decir. Nunca he creído en esas cosas, pero sé que lo que vi fue real.

—Tan real como un ataque esbirro —bromeó.

—Joder —dijo.

Bee se adelantó, palmeando al hombre en el hombro.

—¿Qué tal si damos por terminada la noche?

Aceptó débilmente, y el desconcierto se asentó en su rostro.

—Quiero ir a casa.

Ella se volvió hacia Bee con cansancio, y él asintió. Naruto tenía que volver al Santuario, donde estaría seguro. Ahora, un esbirro además de un humano poseído lo habían visto. Tenía que ser ya el tema de discusión entre los Caídos. Bee le susurró algo a él que no pudo oír. Confiaba en Bee con Naruto. De todos ellos, era el más comprensivo y el menos impaciente. Eso trajo de vuelta a Sai y la conversación que necesitaba tener con él.

Echó un último vistazo al joven policía y sintió una extraña agitación en su interior. ¿Era simpatía? ¿Posiblemente incluso comprensión? ¿Pena? La pena conseguía gente muerta. Empujó lo que fuera hacia abajo, dejándolos para buscar a Sai. Se encontraba al lado de la puerta. Lo miró en silencio durante un momento. Sus labios normalmente expresivos formaban una línea dura. Pasó una mano a través de sus ondas marrones, cortas, maldiciendo en voz baja. Sai había cambiado desde la muerte de Ino. Se volvió más y más frío. Nunca supo realmente lo que había sido su relación, pero supuso que era más que una amistad. Hizo su muerte mucho más difícil para él.

Se acercó a su lado, tocando su brazo.

—Hola.

La miró, una sonrisa irónica formándose en su rostro.

—¿Cómo está nuestro nuevo recluta?

Se encogió de hombros, miró al otro lado de la calle vacía.

—Como se esperaba.

—Genial —murmuró.

Se volvió hacia él.

—No me gusta esto, tampoco. Creo que es absurdo tratar de entrenarlo ahora, pero ¿qué podemos hacer? Ellos lo conseguirán de un modo u otro, si no lo hacemos.

Frunció el ceño, pero no dijo nada. Extendió la mano, envolviéndola suavemente alrededor de la de él.

—Una orden es una orden. Esto es lo que Kakashi quiere. Por lo menos si está entrenado, puede protegerse a sí mismo.

—Me importa una mierda lo que Kakashi quiera.

Suspiró.

—Entonces preocúpate por lo que yo quiero. No puedo hacer esto sola. Sabes que soy un desastre con los Nephilim novatos. Termino rompiéndolos, y necesito tu ayuda con esto. Por favor, Sai. Sé agradable por mí.

Bajó la mirada hacia sus manos entrelazadas. Con un suspiro que dijo que sabía que lo envolvía con su pequeño dedo meñique, asintió.

—Está bien... lo intentaré.

Finalmente, algo iba bien hoy.

—Pero si fanfarronea de nuevo, no puedo prometer nada.

—Está bien. Es un trato —concordó. Decidida a probar su nueva actitud, le pidió su primer favor—. ¿Puedes asegurarte de que Bee lo regrese al Santuario? Estoy acabada.

Comenzó a alejarse, pero Sai le apretó la mano.

—¿Por qué no te quedas en el Santuario?

Rodó los hombros.

—Quiero ir a mi casa.

—A Kakashi no le gusta que te quedes allí —respondió—. Ni siquiera le gusta la idea de que tengas tu propia casa.

Pero era su casa, su pequeño pedazo del mundo, y no tenía que compartirlo con nadie. Fue ella quien remodeló el estudio, esculpiéndolo en algo únicamente suyo. El pequeño jardín en el balcón en el que trabajó meticulosamente cada vez que tenía tiempo era su tesoro personal. Era donde lograba estar en paz, y donde escapaba cuando necesitaba ser normal. Allí podía mezclarse. Dejar su apartamento por la puerta, bajar las escaleras y salir al mundo ordinario donde los ángeles sólo existían en la Biblia y en las pinturas. Afuera de su casa, había salas de cine, restaurantes, y cafeterías. El bullicio ocupado la confortaba de una forma en la que el Santuario nunca podría.

No iba a renunciar a él por nada. Ni por Sai, ni por Kakashi.

—Pensé que no te importaba una mierda lo que quiere Kakashi —le recordó.

Sus labios se curvaron en una sonrisa genuina.

—Cuando se trata de ti, sí.

E Ino, pero no era lo suficientemente ignorante para mencionar eso.

—Sai, no voy a ceder.

Tensando la mandíbula, soltó su mano, dejándola libre.

—Ten cuidado.

Se paró en la punta de sus pies, y él se inclinó. Le dio un casto beso en la mejilla y murmuró—: Como siempre.

—Lo digo en serio.

—Sabes que eres mi favorito, ¿cierto?

Dejó escapar un suspiro.

—Lo que sea. Vete.

Sonriendo, se giró y se fue. Muchos de los Nephilim preferían los modos más habituales de viajar, como tomar el metro, pero ella prefería la ruta más solitaria para llegar a donde iba, que no era su casa, como Sai esperaba. En cambio, fue en la dirección opuesta. Cazar el esbirro y su posterior muerte tenía su sangre toda enardecida. Y bien, el enfrentamiento con Sasuke también la tenía furiosa. Estaba ansiosa. No había forma de que fuera a casa como la buena pequeña Nephilim que Kakashi y Sai esperaban que fuera.

Se lanzó entre dos edificios de apartamentos. Asegurándose de que nadie miraba, se agachó y saltó. Se dirigió a la escalera de incendios en el séptimo piso. A partir de ahí, saltó fácilmente al otro edificio. Brincó a través de las viejas escaleras de acero, alcanzando el techo rápidamente. Saltando de una azotea oscura a la siguiente, exhaló profundamente. Le encantaba la corriente de aire, la incertidumbre de la caída, y la forma en que la noche se inclinaba hacia ella. Tan cerca de volar como le era posible, estaba en su mejor momento. Así debe sentirse un ángel de pura sangre… ligero y libre. Aquí, Sakura no pensaba en Ino. En el aire, no se preocupaba por Kakashi o Sai. Mientras volaba sobre los edificios, no pensaba en Naruto y lo difícil que sería para él. Era sólo ella.

Saltando los techos como la gente en el suelo saltaba a los trenes, le tomó quince minutos precipitarse por la escalera de incendios junto al club frecuentado tanto por humanos como por Nephilim. Enderezando su falda, rodeó el edificio de ladrillos de dos pisos, y le dio una sonrisa descarada al gorila de seguridad en Deuces Wild. Bruno, probablemente no era su nombre real, apartó la cuerda, dejándola pasar delante de los clientes muy cabreados esperando en la cola. El fuerte ritmo de la música tecno penetró su sangre inmediatamente, añadiéndose a la agitación acumulada en su interior. Las personas estaban reunidas ante un escenario en forma de S, bailando juntos en algo que parecía vagamente una orgía con ropa puesta. En el escenario, las chicas del club bailaban con poca ropa, aunque las que bailaban en las jaulas colgando de los techos abovedados eran las que más fascinaban a la mayoría. ¿Cómo podían bailar esas chicas así en tacones de plataforma de quince centímetros?

Dirigiéndose directamente a la barra, tomó el primer asiento vacío. Sammy, el camarero, llegó a su lugar. Incluso en la tenue iluminación la reconoció inmediatamente. Realmente necesitaba conseguir una vida. O un pasatiempo.

—¿Lo de siempre? —preguntó, lanzando una toalla blanca sobre sus hombros con una mano muy tatuada. Diablos, cada pieza expuesta de carne, incluyendo su cara, estaba tatuada.

—Sip. Una noche difícil.

Apoyó los codos en la barra mientras Sammy le dedicaba una sonrisa dudosa, que parecía divertida considerando que tenía un dragón en su mejilla.

—No puede ser tan mala, cariño.

—Siempre es muy mala.

Era la misma conversación que intercambiaban cada vez que venía aquí. Sammy nunca preguntaba qué hacía que sus noches fueran tan malas. Probablemente pensaba que era una prostituta, por todo lo que sabía. Divertido, pero dudaba que la verdad lo perturbara.

Observó a las personas hasta que Sammy regresó. Sobre todo chicos en edad universitaria llenaban el club, emborrachándose, con la esperanza de follar de una forma u otra. Así estaba ella... de cierta forma. Mientras su mirada revoloteaba sobre ellos, se preguntó cuántos llegarían realmente a casa esta noche. ¿Y cuántos iba a enfrentar en un futuro próximo, empujando un cuchillo en sus pechos? Mierda. Ahora ella se deprimía a sí misma.

—Aquí tienes —anunció Sammy.

Se giró en su asiento, juntando las manos.

—Eres el mejor, ¿lo sabías?

Deslizó una caja de cartón de porción individual del helado Ben & Jerry y la Coca-Cola dietética hacia ella. Un inconveniente de ser un Nephilim: ninguna cantidad de alcohol en este mundo podía emborracharla. Una planta, cuando se cocinaba y guisaba correctamente, podía hacer efecto, pero era muy adictiva. Kakashi tendría su trasero si la agarraba con Triunfante de Ángel... otra vez.

Sammy se pasó una mano por la calva mientras su mirada se deslizaba detrás de ella.

—Uno de tus chicos acaba de llegar. Traten de no destruir la lavandería esta vez.

Un rubor feroz cruzó sus mejillas mientras forzaba la tapa y cavaba en el helado, esperando la sensación familiar de otro Nephilim recorrer su espina dorsal. "Uno de sus chicos" verdaderamente significaba una persona. Shino. Y no habían destruído la lavandería la última vez. En realidad no.

La bondad de los trozos de chocolate casi había desaparecido en el momento que Shino decidió saludarla, lo que estaba bien. Si ella se encontraba aquí, y él también, sólo significaba una cosa. Se detuvo detrás de la silla ocupada a su lado. Bastó una mirada amenazadora de él, y el tipo borracho prácticamente se cayó del asiento. Shino se deslizó en ella, nada arrepentido, sus labios carnosos curvándose en una malvada sonrisa de complicidad. Era un mellizo, maldita sea. Alto y con una mata de cabello castaño rizado, musculoso y tremendamente travieso, era mucho más relajado que su hermano silencioso y malhumorado, Damon. También era uno de los pocos de confianza para estar en el círculo, junto con su hermano.

—Hola —dijo, dejando caer su cuchara en la caja de cartón vacía.

Lo miró, empujando su rodilla con la suya.

—¿Qué hay?

—Nada. —Se inclinó sobre ella, su rodilla empujando lentamente sus piernas, separándolas hasta que el muslo vestido de cuero presionó contra el suyo desnudo—. Esperaba que estuvieras aquí después de la noche que tuviste.

Ella suspiró. Se imaginó que todos los Nephilim sabrían de ella y el policía. Era como si hubiera una especie de tablón de anuncios secreto que desconocía.

—Si hubiera sabido lo que era, no lo habría noqueado.

—Sí, lo habrías hecho. —Sonrió—. Me encontré con Bee. Dijo que ustedes le mostraron la... vida nocturna. Escucharlo no fue muy agradable.

—Se asustó. —Ella tomó un sorbo de Coca-Cola, amando la manera en que burbujeó en su lengua—. Pero, ¿qué se puede esperar? El tipo no tenía ni idea de lo que era. Él va a ser de cosecha principal.

—No puedo creer que Kakashi va a tratar de entrenarlo. —Su mano grande cayó a su rodilla, y su pulgar se deslizó donde la piel se plegaba, recorriendo ociosamente de un lado a otro—. Va a ser una pérdida de tiempo.

—Una pérdida de mi tiempo —corrigió—. Yo tengo que entrenarlo.

Ella tuvo la satisfacción momentánea de ver su expresión normalmente aburrida cambiar a sorprendida.

—¿Me estás tomando el pelo? —dijo.

—Me temo que no.

—Así que vas a quebrarlo. —Se rió.

—O matarlo accidentalmente, pero ya veremos.

Puso una mano sobre la suya, deslizándola por su muslo. Tomando un último sorbo de la Coca-Cola, se puso de pie, entrelazando los dedos con los suyos callosos.

Shino inclinó la cabeza en su oído, y en voz baja y ya espesa dijo— ¿Estás apurada esta noche?

Sus entrañas se apretaron, y el calor líquido sustituyó algo de la agitación. Se inclinó hacia él, presionando su cuerpo contra el suyo.

—¿Tienes algún problema con eso?

—Es lo último en este mundo con lo que tendría un problema, amor.

—Bueno.

Girando, lo condujo alrededor de la barra. Sammy puso los ojos y siguió lavando los vasos. No hablaron mientras Sakura lo conducía hacia la parte posterior de la barra y a través de la puerta claramente marcada con Sólo para Empleados. Pero cuando se detuvo para dejar que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad del pasillo estrecho, lo sintió contra su espalda, rígido y grueso. Nop. A Shino seguro que no le importaba ir rápido.

Encontrar la lavandería tomó muy poco tiempo. Ir al grano una vez que la puerta se cerró detrás de ellos fue incluso más rápido. Un segundo después de que ella tirara de la cadena de metal colgando en el centro de la habitación, dejándola en completa oscuridad, sus brazos se posaron alrededor de su cintura y la levantó sobre la punta de sus botas. Sus manos luego se movieron hacia el norte, terminando en sus pechos, buscando los pezones cubiertos de tela y satén. Ella se arqueó contra sus manos, reprimiendo un gemido mientras sus pulgares se deslizaban bajo su camiseta y se burlaban de las puntas cubiertas de satén. Ella nunca hacía un sonido. Nunca. Shino gruñó bajo en su garganta, chocando su pelvis contra ella. La oleada de calor inundando su centro la tenía balanceándose contra él. Una mano dejó su seno, se deslizó sobre la curva de su estómago y encendió su cadera. La deslizó bajo su falda, moviéndose sobre sus muslos. Cuando sus dedos rozaron las ya húmedas bragas, gruñó de nuevo.

Justo como Sasuke había predicho en la azotea, la frágil barrera de la ropa se mantuvo. Shino palmeó su sexo cubierto, frotando el pulgar sobre su clítoris hasta que ella se retorció contra su mano. La desesperación aumentó en ella tan bruscamente que casi gritó. El deseo, la necesidad de perderse en nada más que la sensación, aunque sea por unos momentos, se hizo cargo. Entonces, sin previo aviso, la imagen de Sasuke destelló detrás de sus párpados cerrados. ¿Qué demonios? No lo quería en su cabeza mientras hacía esto. Se concentró en el hermoso rostro de Shino, y cuando eso falló, se imaginó a otros hombres. Pero una vez que su mente trajo la imagen de Sasuke, la fantasía prohibida se arraigó.

Se movía detrás de ella, sosteniéndola en sus brazos fuertes, sus dedos burlándose despiadadamente. Con el corazón acelerado, se aferró a los brazos de Shino mientras la intensa presión comenzaba a construirse en su núcleo. Shino se echó hacia atrás, volviéndola y agarrando sus caderas. La subió en el borde de la lavadora, separando sus muslos con sus manos y piernas. Se situaron como dos amantes, plenamente dispuestos a disfrutar en la carne del otro. Pero había reglas, límites entre ellos que nunca serían cruzados. Nada de besos. Sin penetración de ningún tipo. Shino nunca la presionaba, nunca hablaba de ello. Y nunca se quejaba cuando lo hacían. Ni hablaba de lo que hacían. Ella sabía que él creía que Sai cortaría sus pelotas incluso si sospechaba que follaba con ella. Así que sus travesuras privadas funcionaban para ambos.

Después de todo este tiempo, y maldito Sasuke por averiguarlo de alguna manera, aún era virgen. Apenas. Tan jodido como sonaba, era la única cosa realmente suya. La única cosa que podría darle a alguien que no pertenecía al Santuario y no estaba controlada por su Contrato. Mantuvo los ojos cerrados, su mente traicionera sosteniendo la imagen de Sasuke frente a ella. No importa cuántas veces lo empujó de sus pensamientos, venía de regreso con una venganza. Maldito sea. Pero, oh, oh, Dios… la fantasía la conducía a nuevas alturas. Su piel estaba en llamas mientras bajaba la mano, abría la cremallera de la bragueta, y lo liberaba. La mano libre de él se estrelló contra la lavadora, abollándola mientras ella envolvía la mano alrededor de su pene.

Sammy iba a estar enojado.

—Maldición —gimió Shino, empujando en su mano mientras ella trabajaba sin compasión—. Una noche realmente mala, ¿eh?

—No tienes idea.

Enterró la cabeza en su cuello mientras se acercaba más, juntando tanto sus cuerpos que él tuvo que moverse para mantener la mano entre sus piernas. Ella envolvió una pierna alrededor de sus caderas mientras la tensión se acumulaba en su interior. La punta de su polla se apretó justo bajo su mano. Sus cuerpos se estremecieron juntos, pero separados. Su polla se hinchó en su mano, y ella sabía que probablemente quería enterrarse profundamente dentro de ella, pero no lo haría. Y entonces la tensión se disparó, rompiéndose en pedazos y estallando. Ella echó la cabeza hacia atrás, mordiendo sus labios hasta que probó la sangre. La inundó la dicha. En esos momentos, como un relámpago de energía por sus venas, era libre de las cadenas que llevaba. Su cerebro se apagó. Eran sólo su cuerpo y la deliciosa sensación de espasmos en sus músculos internos.

Un grito ronco vino de Shino, y se echó hacia atrás un poco, derramando líquido caliente sobre su muslo. Su polla saltó en su mano mientras su cuerpo convulsionaba. Se quedaron así por un momento, respirando con dificultad y montando las réplicas débiles. Luego buscó a tientas la pila de toallas blancas limpias, la limpió a ella, y luego a sí mismo.

Cuando terminó, presionó los labios justo en el lugar bajo su oreja.

—Ten más malas noches, amor.

Todas sus respuestas ingeniosas se secaron y desaparecieron. Él se había ido antes de que abriera los ojos. Normalmente, eso no le habría molestado. Eran dos adultos mayores de edad, y ni siquiera habían tenido relaciones sexuales. Pero cuando se sentó en el borde de la lavadora y el latido de su corazón disminuyó, sintió un anhelo de... algo más que esto.

Esto era lo que estaba fuera del Santuario, llevándola a conexiones impersonales en un oscuro cuarto de lavandería oloroso con compañeros de trabajo. Claro, no había afecto entre ellos, pero esto no se trataba de amor o incluso lujuria. Eran sólo dos personas quitándose el estrés. La soledad, de una forma con la que nunca había estado familiarizada, se instaló en su pecho. Esta es mi vida, se dio cuenta estúpidamente. Esto era lo que sacrificaba por un llamado superior. Demonios, tal vez debería haber leído la letra pequeña en su Contrato.