Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

Capítulo 8

El sonrojo sorprendió a Sakura cuando Naruto no la cuestionó. Ella podía sentirlo a sus espaldas cuando se dirigió a la puerta.

—Maldita sea. Te han descubierto, amigo —miró por encima del hombro— Te lo advertí. Lo mismo pasó con Bee y Sai. Pero no pensamos que iba a suceder tan pronto, porque no te habían encontrado antes.

—Si están detrás de alguien, esa eres tú —dijo él—. Has traído esta mierda sobre mí.

—¡Ja! —Agarró el pomo de la puerta—. Pensé que los policías tenían que ser inteligentes. Tú, querido, eres tan tonto como un Poseído.

Él trató de empujar más allá de ella, pero lo bloqueó con facilidad.

—Déjame chequear el pasillo.

—¿En serio? —dijo arrastrando las palabras lentamente— ¿Quieres probar y ver qué pasa? Regresa. Mira y aprende, Naru.

Chispas prácticamente estallaron en sus ojos.

—No me llames así.

Sacándole el dedo medio, ella abrió la puerta. En el otro lado del umbral había un esbirro vestido con un traje de negocios. Se habría visto bastante normal si no fuera por los ojos muertos y la boca torcida. Naruto levantó su arma, pero ella fue más rápida. Las dagas salieron de sus puños de plata mientras empujaba una profundamente en el pecho del esbirro. Él se echó hacia atrás antes de caer al suelo. Ni siquiera tuvo la oportunidad de hacer un sonido. Así es como a ella le gustaban, silenciosos y muertos.

—¡Uno menos —contó alegremente— restan dos! —Pasó por encima del cuerpo ya disuelto— Tal vez he subestimado el número de Poseídos. Hay más de tres.

Naruto se acercó a ella.

—Tengo este sentimiento extraño de que podrías estar disfrutando esto.

Encogiéndose de hombros, se acercó por el pasillo.

—¿Qué puedo decir? Son las pequeñas cosas.

Puso los ojos en blanco.

—¿Cuántos crees que hay?

—Tal vez cinco.

La luz en el pasillo parpadeó y luego se apagó. Ella reprimió un suspiro aburrido. Siempre tenían que ser dramáticos, haciendo alarde de su malvada bolsa de trucos de salón como si fueran a asustarla realmente.

—¿Qué demonios? —murmuró él a sus espaldas.

—No hagas caso a eso. ¿Hay algún hueco de escalera por aquí cerca?

Él hizo un gesto enfrente de ella.

—¿Por qué no bajamos?

—Tú pensarías en eso. —Suspiró—. Está bien, Naru Naruto, las cosas están a punto de ponerse un poco desagradables.

—¿Qué? —Se detuvo detrás de ella.

—Hagas lo que hagas —se dirigió hacia las escaleras—, por favor no me dispares por accidente.

Resopló.

—Tengo mejor puntería que eso, muchas gracias.

—Espero que sí.

Abrió la puerta y subió un escalón. Afortunadamente, las luces seguían allí. Aunque podía ver bien en la oscuridad, no estaba segura de que Naruto también pudiera, y no quería que cometiera alguna estupidez con la pistola. No estuvieron en la escalera ni durante cinco segundos antes de que la puerta del piso de abajo se abriera de golpe. Ella miró hacia abajo.

—¿Cuántos pisos tiene esto?

—Diez.

—¿Y en qué piso estamos?

—Cinco —respondió con cierta impaciencia.

Maldición, odiaba correr por las escaleras.

—Naru, ponte detrás de mí.

Cuando él la miró con su expresión yo-hombre-tú-mujer, ella lo empujó un paso. Fue justo a tiempo, porque lo que sonaba como una manada de elefantes se aproximaba por el nivel debajo de ellos. Ella se inclinó, mirando hacia abajo.

Genial, vamos a tener una fiesta.

Dos seres humanos, Poseídos, aparecieron desde la esquina, clamando uno sobre el otro. El más joven parecía tener cerca de veinticinco años y babeaba. Ella hizo una mueca. El otro era nuevo y terriblemente rápido. Detrás de ellos había un esbirro dando las órdenes, y ella sabía que había por lo menos dos Poseídos más y otro esbirro en alguna parte.

Una voz resonó, haciendo eco a través del hueco de la escalera de ladrillo.

—Mata a la mujer. No al hombre.

Sakura giró la cabeza, al hombre asustado detrás de ella.

—¿Y yo soy la que trae la mierda?

Sus ojos se abrieron mucho con incredulidad.

—Dispárales en la cabeza. Los detendrá. —Ella se volvió hacia los Poseídos—. No te preocupes por sus cuerpos. Voy a ocuparme de ellos antes de que alguien tenga la oportunidad de llamar a la policía.

El más nuevo apareció. Una mujer, usando pantalones cortos y zapatillas Nike. Al parecer, la habían encontrado en medio de una carrera por la noche. Un iPod seguía conectado a su brazo, creando la ilusión de que todavía era humana. Todo era bastante molesto. Una vez que obtuvo un vistazo de Sakura, se echó a reír histéricamente.

—Mata a la mujer —cantó—. Mata a la mujer.

Sakura arqueó una ceja. Definitivamente no iba a tener una carrera como cantante en su futuro. Ni iba a respirar. Se echó hacia atrás justo cuando un arma se disparó en su oído. Se estremeció cuando la bala silbó pasando junto a su cara, golpeando en el pecho de la mujer.

¡Dulce Jesús! Se acarició la mejilla para asegurarse de que la bala no la había rozado. La corredora se miró el top. Había un agujero en su camisa, a unos cuantos centímetros de su corazón.

—Mata a la mujer.

—¡La cabeza, Naruto! —gritó—. ¡Dije la cabeza!

Él se quedó boquiabierto.

—Mierda.

Exactamente. Ella se echó hacia atrás, plantando su pie derecho en el rostro de la mujer. La Poseída se tambaleó hacia atrás, chocando contra uno que se encontraba más abajo. Un hombre de mediana edad, que tenía el aspecto de un profesor, levantó la cabeza, rugiendo una cadena de palabras guturales.

—Sube las escaleras, Naruto. —Bajó un escalón, pateando a la corredora de nuevo. Esta vez la Poseída cayó contra la pared con un grito furioso—. Y no dispares de nuevo, ¿de acuerdo? ¡Sólo guarda la maldita arma!

Con eso, se bajó de un salto al lado del profesor y le clavó el puñal en el pecho. Él cayó encima de la barandilla y, luego, su piel comenzó a desprenderse. La mujer se puso en pie, y Sakura se giró para mirarla. En vez de escuchar, ahora Naruto se encontraba en el rellano junto a ella. Al parecer, él había decidido que las balas no eran eficaces. Golpeó con la pistola a la Poseída. Su cabeza se echó a un lado con un crujido repugnante. Incluso con el cuello roto, se las arregló para darse la vuelta hacia Naruto y reír.

—Al diablo con esto —susurró mientras le disparaba con el arma a quemarropa en la frente.

Ella cayó hacia atrás y se deslizó hasta el suelo, retorciéndose y chillando. Sakura esquivó las piernas agitadas de la corredora, bajando la daga. Era una pena. La chica había sido bonita.

—Apuñálalos en el pecho con este tipo de plata grabada con símbolos sagrados y estarán acabados. En cualquier otro lugar sólo va a dolerles terriblemente y los cabreará—le informó ella fríamente—. Esas balas son muy malditamente inútiles.

Naruto la miró.

—¿Estás tratando de enseñarme?

Ella lo empujó por las escaleras.

—Ve.

—Nephilim —llamó el esbirro desde el rellano de abajo— ¿Quieres jugar?

Tomando una respiración profunda, Sakura se volvió y sonrió. Al igual que el de la noche anterior, este esbirro era joven, pero las similitudes terminaban allí. En lugar de pelo negro, su pelo estaba teñido de rubio, y no mostraba ningún adorno gótico. Parecía más bien un niño rico en su polo y pantalones vaqueros de diseño, sonriéndole.

Ella se colocó delante de Naruto, esperando que él no intentara pasarla como un idiota.

—William, ¿cómo has estado? ¿Te volvió a crecer el dedo?

Una sonrisa se deslizó por la cara del esbirro.

—¿Por qué no vienes aquí y lo averiguas?

Ella fingió tener en cuenta su solicitud. La mayoría de los esbirros eran pura lucha y poco cerebro, pero William conservaba sus habilidades de pensamiento cognitivo, y tenía un par de cuentas que saldar con ella. Una de ellas involucraba a la mano izquierda de cuatro dedos. Bordeando a Naruto, sintió a otro viniendo detrás de William. Atrapada en un rellano estrecho no era el lugar ideal para ocuparse de esto.

—Entonces, ¿quién está sosteniendo tu correa, Willy?

—Lo sabrás muy pronto.

Sin estar convencida, rodó los ojos. Era más probable que ella besara la nalga rosa de William antes de que uno de los Caídos realmente se involucrara en una pelea. Su mirada se precipitó hacia la llegada más reciente. Prácticamente era un calco de William, el otro esbirro se puso delante de él. Ah, el peón. Ante ella estaban los cerebros y luego la fuerza. El peón se apresuró a bajar las escaleras.

Detrás de ella, Naruto se movió y levantó su arma. Distraída, gritó una advertencia para él.

—¡No hagas eso!

Ella se dio cuenta un segundo demasiado tarde que él no sabía lo que hacía. Al estar entrenado para disparar un arma de fuego cuando su vida corría peligro, tenía que ser difícil para él superar la lógica detrás de ello. ¡Disparó un par de veces y dio en el blanco! La bala acertó en uno de los esbirros justo en el centro de los ojos. Ella se encogió por dentro, agachándose. Esto no iba a ser bonito. Y tenía razón. El esbirro reaccionó, tomando dos escalones a la vez. Ella se lanzó hacia él, bloqueando su intento de correr más allá. Se estrellaron uno contra el otro, deslizándose por un escalón o dos en una maraña de piel y ropas color caqui. Cuando el esbirro se echó hacia atrás, ella se retorció fuera de su alcance. La luz de la bombilla captó el brillo de la plata en su mano. No era la cuchilla lo que la impactó. Todos los esbirros tenían algún tipo de arma. Era la intrincada escritura desplazada en la longitud de la hoja lo que la hizo tomar nota. Era como la de ella, lo que significaba que podía matarla.

Sin tener tiempo para considerar dónde podrían haber estado sus manos sucias sobre la cuchilla Nephilim, la hundió profundamente en la carne del esbirro. Su peso cayó sobre ella.

—Ugh —gruñó.

Naruto bajó los escalones de dos en dos, arrancando el esbirro de ella. En el momento en que lanzó a la criatura sobre la barandilla, su rostro ya había comenzado a desintegrarse. Ella le dio una sonrisa agradecida.

—Dos menos... —Los labios de Naruto temblaron. —Queda uno más.

Ella arrancó la cuchilla que el esbirro había tenido y se volvió hacia William. Tres Poseídos más lo rodearon. Y eran completamente nuevos en el mundo de la posesión. ¿Cuántas vidas humanas se han perdido esta noche?

—Mátenla —ordenó William fríamente.

Los tres levantaron la cabeza, con las miradas fijas en Sakura. Normalmente, ella habría ido felizmente detrás de los tres y William, pero ahora estaba Naruto. Los Poseídos eran sin duda un señuelo para llegar a él. La mantendrían lo suficientemente ocupada para que William pudiera tomarlo. La puntería de Naruto había mejorado drásticamente, pero William era fuerte e inteligente. No creía que Naruto estuviera listo para eso.

—Es su día de suerte —anunció ella. Sin dar a ninguno el tiempo suficiente como para entender lo que hacía. Se volvió y agarró la mano de Naruto—. ¡Vamos!

Llevándolo detrás de ella, subió corriendo las escaleras.

—¿Vamos a correr? —Parecía sorprendido.

—No puedo dejar que te atrapen. Ese es el plan del chico Willy. — Completó el octavo nivel—. Están tomándose muchas molestias por ti, muchacho.

—¿Por qué vienen por mí?

Ella le lanzó una mirada dudosa sobre su hombro.

—¿De verdad tienes que preguntar eso? —Completó otro nivel con Naruto sobre los talones. Soltó su mano, agarrando la barandilla—. Eres un Nephilim adulto que no tiene conocimiento de lo que es. O bien van a utilizarte o matarte.

Él se movió y estuvo a su lado.

—No puede ser verdad.

Irritada por eso y por el hecho de que estaba corriendo por las escaleras, lo cual tenía que ser su propio infierno personal, luchó contra el impulso retorcido de hacerlo entrar en razón. Rodearon el último rellano, y llegó a la puerta. Una sensación de malestar se apoderó de ella. El temblor que la recorrió fue diferente al hormigueo que los esbirros le provocaban. Vaciló en la puerta de la azotea.

—¿Naruto?

—¿Sí? —Se encontraba a su lado, entornando los ojos mientras estudiaba su rostro—. ¿Qué es?

Se apartó de la puerta. ¿Dónde diablos está Sai? Tenía que sacar a Naruto de aquí. Ahora. No había más tiempo. En el otro lado de la puerta estaba la muerte, y debajo de ellos William y su equipo. Habían quedado atrapados, y ella había corrido directamente allí.

Maldijo en voz baja, mirando a su alrededor salvajemente. La única manera de salir de esto era a través de William y sus esbirros.

—¿Qué es, Sakura? —preguntó Naruto mientras mantenía la pistola amartillada y lista. Dio un paso hacia ella—. ¿Sakura?

Se volvió hacia él con los ojos muy abiertos.

—Si te digo que corras, Naruto, corre. No preguntes por qué, y... por favor escúchame.

—Mierda. —Las puntas de sus mejillas se sonrojaron—. No voy a dejarte.

Ella tomó su mano libre una vez más y lo arrastró unos pasos atrás, escuchando los sonidos de una pelea y a William maldiciendo. A continuación, se escuchó el inconfundible golpe de un cuerpo contra el suelo y luego otro.

—¿Sakura, que pasa? —llamó Sai desde cuatro pisos más abajo.

Aliviada, abrió la boca para responder, pero fue interrumpida. Se volvió y sintió su corazón caerse cuando la puerta por encima de ellos se abrió. A la vez, ella se retorció y saltó delante de Naruto, obligándolo a quedarse detrás.

—Naruto, por favor, escúchame.

Una risa distante hizo eco alrededor de ellos. Ella se estremeció una vez. El olor a azufre llenó el estrecho hueco de la escalera. Su paso se tambaleó un poco mientras apretaba con fuerza la barandilla. Palideció cuando él apareció a la vista, sintiendo como su corazón se derrumbaba. La rabia y el miedo se arremolinaron en su interior, mareándola. Su nombre vino a sus labios, quemándolos.

—Danzo...