Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

Capítulo 9

Había una parte salvaje e instintiva de Naruto que se dio cuenta de que lo que sea que estaba bajando las escaleras era de lejos peor que lo que esperaba abajo. Sakura dio vueltas enfrente de él, su rostro sin color y con ojos amplios.

—¡Corre!

Él no estaba acostumbrado a tomar órdenes de cualquiera, pero el miedo en la voz de Sakura lo impulsó a avanzar. Solo la había conocido por veinticuatro horas, y durante ese tiempo la había visto hacer, sin más que una mueca, cosas que habría hecho a un agente experto encogerse del horror. Ahora, ella estaba visiblemente asustada. Aunque sabía eso, la curiosidad era de lejos más fuerte que cualquier pizca de sentido común. Mientras Sakura lo arrastraba bajando las escaleras, él titubeó. Y miró sobre su hombro. Un hombre vestido todo de negro se paraba encima de ellos. No fue la impecable línea de su traje de diseñador o el corte moderno de su cabello oscuro lo que hizo a Naruto detenerse. El hombre llamado Danzo era absolutamente impresionante. Por naturaleza, sabía que esta cosa era un ángel. Un simple mortal no podría tener un rostro tan perfecto u ojos de un azul tan brillante y antinatural.

Su repentino escaso movimiento debió haber lanzado a Sakura fuera de balance porque sintió su tropiezo sobre el siguiente escalón. Dándose la vuelta, vio sus brazos sacudirse mientras trataba de agarrarse.

—¡Mierda!

Trató de alcanzarla, pero era demasiado tarde. Su caída fue afortunadamente breve, pero su sien chasqueó en el barandal. Se deslizó hacia abajo en la pared de cemento, aparentemente aturdida.

—¡Sakura! —rugió. Sentía la mirada fija en su espalda como brasas calientes—. ¡Mierda, Sakura!

Ella se puso de pie, balanceándose un poco.

—Estoy… bien.

Danzo se echó a reír.

—¿La gran Sakura cayó un escalón o dos? Creo que podría haber visto esto antes.

Naruto envolvió el brazo alrededor de su cintura, sujetándola firme.

—Vamos.

Ella presionó la palma de su mano contra su sien, haciendo una mueca de dolor.

—Vete, Naruto. ¿Qué estás haciendo? ¡Vete ahora!

—Mi pequeña Sakura —murmuró Danzo, lentamente bajando las escaleras. Su sonrisa nunca alcanzó sus ojos—. ¿Cómo va esa pierna tuya?

Ella levantó su cabeza.

—Va muy bien.

—¿De verdad? —preguntó. Danzo deslizó una mano perezosamente hacia abajo por el barandal. La pintura amarilla se agrietó y burbujeó bajo su toque. Bucles de humo flotaron en el aire—. Creo que dejé mi marca detrás.

Ella tragó mientras bajaba su mano y se volvió hacia Naruto.

—No lo dejes que te toque, sea lo que sea que hagas.

Santa mierda. No pudo dejar de mirar fijamente a la pintura. Danzo sonrió con afectación.

—No vayas y arruines todas mis sorpresas. —Su mirada lentamente se movió sobre ellos.

Sakura retrocedió, y Naruto se alejó lentamente con ella. Su mano temblando contra él, y pensó que era por miedo, pero la firme colocación de sus labios le decía algo diferente. Una onda cálida de ira irradiaba de esa pequeña cosa.

—Te das cuenta de que si corres te atraparé —se burló Danzo— Tuvimos mucha diversión antes. Me encantó oír tus gritos.

Pisadas resonaron por las escaleras. La cabeza de Sai apareció.

—Lo siento, me entretuve con… Oh, mierda.

Danzo le echó un vistazo a Sai, sus labios carnosos frunciéndose.

—Ya me aburrí de esto.

De pronto, Sakura se movió y empujó a Naruto hacia Sai. Un mensaje silencioso pasó entre los dos, y Sai agarró su brazo.

—¡Maldito infierno, Sakura! —gritó Sai sobre su hombro mientras arrastraba a Naruto—. ¡Retrocede! ¡Retrocede!

—¿Qué demonios? —Naruto trató de liberarse del agarre de Sai. Quería poner a Sakura entre ellos. No estaba bien que ella se quedara atrás con eso… esa cosa detrás de ellos— ¡Saca a Sakura de aquí! ¡No te preocupes por mí!

Ella lo empujó por la espalda.

—¡Eres un idiota!

Naruto continuó protestando, pero el olor del azufre creció, y sus ojos ardieron. Con ganas de vomitar, sintió el empuje en su espalda más fuerte. Dio un traspié pero se recuperó. Entonces, sobre los fuertes latidos de su corazón, la escuchó jadear. Y luego, ella comenzó a gritar. El tipo de gritos que había escuchado en llamadas que envolvían disparos y puñaladas. Volviéndose, su corazón se detuvo. Sakura estaba sobre sus rodillas. El ángel caído, Danzo, la tenía agarrada del antebrazo. Placer sádico inundaba su rostro. Carne quemada superaba el olor del azufre.

Maldiciendo vehementemente, Sai lo empujó fuera del camino.

—¡Sakura!

—¿Sobre tus rodillas? —dijo Danzo, riendo entre dientes— Una vez más, encuentro todo esto tan terriblemente familiar. Y un poco cliché.

Vio a Sakura inclinarse hacia adelante y poner una mano en el piso justo antes de que un destello de luz subiera por las escaleras, cegándolo. Un segundo después, la luz se aclaró. El impacto había enviado a Danzo varios metros arriba en la escalera, y Sakura tenía su frente presionada en el piso, su brazo acunado en su pecho. Comenzó a ir hacia ella, pero se detuvo. Alguien ya había llegado a su lado. No era Sai. Se trataba un hombre con cabello negro largo hasta el hombro, alto como una montaña y construido como una casa de ladrillos. Sus rasgos competían con los de Danzo en términos de niveles inhumanos de belleza, pero estaban oscurecidos mientras se inclinaba hacia abajo y levantaba su cuerpo desplomado con sorprendente ternura. Colocó a Sakura sobre sus pies y le dio un ligero empujón.

—Ve, te daré suficiente tiempo para escapar. Ve. —entonces, el extraño se giró hacia Danzo con una sonrisa sardónica—. Viejo amigo, nos encontramos otra vez.

Danzo se tropezó en sus pies, sus manos curvadas en puños.

—Esto se está haciendo repetitivo, Sasuke. ¿Te has olvidado de lo que eres? ¿A quién sirves?

El hombre rió mientras subía rápidamente las escaleras, agarrando a Danzo alrededor de la garganta

—No soy siervo de nadie.

Todo el edificio tembló mientras las dos criaturas se golpeaban entre sí contra la pared de las escaleras. Yeso y polvo llovían tan pesadamente que parecía nieve. Sai sujetó el brazo intacto de Sakura.

—Salgamos rápido de aquí antes de que desplomen el edificio sobre nosotros.

Su cabeza se movió de arriba a abajo débilmente, y ella miró sobre su hombro una vez más antes de que Sai la jalara por el resto del camino. Naruto odiaba que tan lastimada como estaba, ellos lo estaban llevándolo para ponerlo a salvo. Una vez afuera, disminuyeron el paso mientras la gente comenzaba a esparcirse alrededor del edificio de apartamentos, preocupados y curiosos. Las sirenas de policía se podían oír en la distancia. Un pequeño niño se aferró a la mano de su mamá y siguió apuntando hacia arriba.

—Ma, mira arriba. ¡Ma!

Naruto siguió el dedo regordete del niño, divisando al Caído llamado Sasuke y a Danzo en la azotea, antes de desaparecer retrocediendo en el cielo nocturno. Maldición, eso va a ser difícil de cubrir. Se empujaron a través de la multitud de gente. Mantuvo un ojo precavido en Sakura. No había hablado desde que Danzo la había tocado. Un fino brillo de sudor cubría su rostro demacrado, y sus labios estaban presionados firmemente.

Sai los guió a donde Bee los esperaba, cruzando la calle en una Cayenne. Naruto entró en el asiento delantero sin discutir, girándose hacia donde Sai había forzado a entrar a Sakura, en el asiento de atrás.

—Déjame ver tu brazo —demandó Sai.

Ella se alejó de él.

—No está… no está tan mal.

—Tonterías. —extendió su brazo, levantando el de Sakura de su cuerpo. Miró hacia abajo, a su piel ampollada en forma de una mano. Sai exhaló lentamente. —Llévanos de vuelta al Santuario. Ahora, Bee.

—¿Qué pasó allí? —preguntó Bee mientras arrancaba antes de que los carros del escuadrón de policía y bomberos llegaran—. ¿Qué demonios, chicos?

Naruto lo ignoró.

—¿Estás bien?

—¿Parece como que está bien? —demandó Sai, sus ojos quemando.

—La siguiente vez que te diga que corras. —Un temblor retorció su cuerpo— Por favor, escúchame.

Naruto miró fijamente su rostro contorsionado con dolor. Su mirada cayó a su brazo, y tragó con fuerza. Su piel literalmente borboteaba.

—Lo siento. Yo estaba…

¿Él estaba qué? ¿Paralizado? Nunca había visto un ángel antes, pero esa no era una buena excusa. Sakura se removió en su asiento, su ceño frunciéndose.

—Sólo escúchanos. ¿De acuerdo? Cuando te digamos que corras, no estamos bromeando. Hay una buena razón para eso. —Se detuvo, abriendo un ojo—. ¿Qué les pasó a William y a sus bobos?

Sai apartó su mirada de ella.

—Lo maté a él y a los Poseídos.

Su otro ojo se abrió de golpe.

—¿De verdad? —preguntó con una pequeña voz—. ¿En serio?

Él asintió. Sakura soltó una risita con poco entusiasmo.

—Ah maldición, esas son buenas noticias. Ojalá hubiera podido… ver la cara del idiota cuando lo atrapaste. Buen trabajo, Sai.

Bee puso los ojos en blanco.

—¿Alguien va a decirme qué pasó?

—Lo haremos —habló Sai—. Sólo llévanos al Santuario primero.

Sakura giró su rostro hacia Sai, quien se inclinó y susurró algo que Naruto no pudo oír. Ella se alejó del asiento, frunciendo el ceño mientras Sai deslizaba un brazo alrededor de su espalda, cuidadosamente jalándola hacia él. Sostuvo su brazo inmóvil, y finalmente sus ojos se cerraron. Parte de él quería subir al asiento trasero y disculparse otra vez. Había sido su culpa que hubiera salido herida. Si no se hubiera detenido, ellos podrían haber logrado salir.

Volteó su rostro al frente, mirando a ciegas las calles abarrotadas. Ella pudo haber muerto ahí, ¿y para qué? Descansó un lado de su cabeza contra la ventana, cerrando sus ojos. Mierda. No podía negar que esas cosas habían estado tras él. Incluso se encontraban dispuestos a matar a Sakura para llegar a él. El ácido ardió a través de su estómago. Definitivamente era uno de ellos… o algo así.

Tan pronto como llegaron al Santuario, Sakura fue entregada a un hombre extraordinariamente alto que Sai había llamado Kakashi. Los había encontrado en una gran recepción, sorprendentemente normal. Naruto sintió que este Kakashi parecía ser el líder por allí. Con un vistazo del brazo de Sakura, había maldecido furiosamente, y desapareció con ella por el corredor. Había querido seguirlos, pero Sai lo guió en una dirección opuesta. Sentada en un escritorio, en medio de una habitación grande en forma de óvalo, estaba una bonita rubia. Ella sonrió mientras caminaban a su lado. Garabateado en grandes letras a lo largo de la pared negra en lo que sospechosamente lucía como oro puro estaba la palabra Santuario.

Sai se inclinó, y movió la manga de la blusa de la recepcionista.

—¿Trabajando tarde, Sandy?

Ella sonrió.

—Siempre es hasta tarde por aquí.

La dejaron atrás mientras pasaban a través de un grupo de puertas dobles. Justo adentro, dos guardias armados estaban de pie. Todo esto era nuevo para él. Cuando se había ido, la noche anterior, ellos lo habían hecho a través de un sistema complejo de túneles debajo del Santuario.

—Maldición, ustedes chicos tienen más seguridad que Fort Knox —murmuró.

Bee resopló.

—Hay una razón para eso.

Los guardias inclinaron sus cabezas ante los hombres. El que estaba en el lado izquierdo con un gafete que decía Número Uno dio un paso adelante, tecleando un código en la pequeña interfaz de computadora. Las puertas de acero vibraron antes de abrirse. Entraron en la habitación que contenía dos elevadores. Él miró a Sai, quien sonrió.

—¿Quieres conseguir algo de comer? —ofreció Sai.

Echó un vistazo hacia atrás, pero las puertas se habían cerrado.

—Seguro.

Sai los guió al elevador que Naruto rápidamente se dio cuenta se dirigía a los pisos de arriba. Se detuvieron en el segundo piso. Bee frotó su estómago.

—Espero que la cafetería todavía esté abierta.

—¿Hay una cafetería aquí? —preguntó Naruto.

Bee asintió mientras seguía a Sai.

—El segundo piso tiene una cocina completamente operativa y cafetería. —hizo un gesto con la mano hacia las puertas de cristal— Allí está el gimnasio, y si vas de vuelta abajo, al primer piso, encontrarás una piscina y una guardería para los empleados que tienen niños. Arriba está la agencia de seguridad.

Las cejas de Naruto se fruncieron.

—¿De verdad hay una agencia de seguridad?

Sai rió entre dientes mientras empujaba las puertas de la cafetería.

—Sí. Varios pisos son centros de atención dedicados a clientes. Arriba de están los cubículos de subcontratos que alojan a los analistas, y entonces nuestras oficinas ejecutivas ocupan los dos pisos superiores. Todos los humanos son dirigidos y supervisados por Nephilim.

—¿Ellos saben lo que son?

—Sí.

Sus ojos se entrecerraron hacia Sai.

—¿Puedes confiar en ellos con eso?

Bee echó un vistazo sobre su hombro.

—Sí. Si le dijeran a alguien sobre nosotros, nadie les creería de cualquier forma.

—Y los mataríamos —agregó Sai con indiferencia.

Dio un traspié.

—¿En serio?

—No. —Bee le disparó a Sai una mirada sucia—. No lo haríamos. No podemos matar a humanos que no estén poseídos, no importa qué. La sola acción nos volvería esbirros.

Bueno saberlo. Sai miró abajo, a los varios pedazos de pizza que habían sido calentados en una caja debajo de una lámpara de calor.

—Y realmente quiere decir que no importa qué. No podemos matarlos incluso si tratan de matarnos a nosotros. —Agarró dos pedazos de pizza y las dejó caer en su plato—. Eso apesta si me preguntas, pero nadie jamás lo hace.

Naruto reflexionaba eso mientras levantaba un plato blanco y dejaba caer dos pedazos en éste. No iba permitirse pensar mucho en eso. Tenía los nervios de punta.

—¿Sakura va a estar bien? —preguntó.

Bee agarró tres sodas del refrigerador y las llevó a la mesa en donde Sai se había sentado.

—Eso creo, pero de nuevo, no tengo idea de lo que pasó.

Sai tragó una gran mordida de pizza.

—Ella estará bien. Kakashi la curará. Tenemos algunos de los mejores doctores aquí. De esos quienes son aptos para el tipo de heridas con las que nos aparecemos.

Se sentó enfrente de ellos.

—¿Qué fue eso de allá atrás? Bee destapó su soda. —Sí. Dinos.

—Danzo —dijo Sai con una boca llena de pizza. Bee dio un silbido bajo. —Oh, hombre.

—Él habló como si conociera a Sakura —dijo Naruto.

Sai se tensó.

—Cuando Sakura era nueva, cometió el error de ir detrás de Danzo al verlo con un inspector de policía a quien estaba sobornando. No, no pregunten quién. No voy a decirles. —Alejó su plato, el último pedazo de pizza sin tocar—. Nunca vayas tras un Caído solo, y especialmente no a Danzo.

Él realmente quería saber quién era el inspector, pero la cerrada expresión en el rostro de Sai decía que no conseguiría ninguna respuesta.

—¿Por qué ella haría eso?

Bee se encogió de hombros.

—Porque es Sakura, y aunque no lo creas, lo que ves hoy es una versión atenuada de lo que solía ser. —sacudió su cabeza, enviando temor en su rostro ovalado—. Ella era realmente joven cuando fue detrás de Danzo. A los diecisiete, nuestros Nephilim están listos para pelear. Ella aprendió de la forma dura.

—¿Diecisiete? —No podía creerlo—. ¿Ustedes dejan que los niños salgan y peleen?

—Nuestros Nephilim de diecisiete años pueden patear tu trasero limpiamente a través de la ciudad. —Sai jugueteó con su soda—. La edad no tiene nada que ver con pelear con un Caído. Ella lo sabe muy bien, pero… mierda, es Sakura.

—¿Cuántos años tiene ahora?

Los labios de Bee se curvaron.

—Sakura tiene veintiséis. Aceptó el Contrato a los veintidós.

Mierda, esa chica apenas se veía de veintidós.

—¿Contrato? —cuando ninguno de los hombres contestó, suspiró. El conocimiento que habían compartido sobre Sakura antes de pelear con Danzo era vago, y estaba seguro que ellos estaban dejando detalles fuera por su bien— ¿La quemadura en su brazo era de él tocándola?

—Come algo, y te diré todo. —Cuando Naruto accedió, Sai se reclinó en su asiento y dobló sus brazos en su pecho—. Danzo es uno de los más malvados bastardos que jamás conocerás. Ha estado en la tierra desde los días de Adán y Eva. Su toque, si quiere, puede quemar cualquier cosa.

Bee hizo un gesto hacia él con su rebanada de pizza.

—Los rumores dicen que cuando otros ángeles comienzan a caer, Danzo quema y arranca las alas de sus espaldas.

Naruto tenía problemas para tragar la comida.

—¿Qué estaba haciendo ahí?

—Aparentemente estaba aburrido —comenzó Sai—. O estaba yendo tras de ti. Es muy extraño. El Caído no tiene el hábito de ensuciarse las manos.

Él también alejó su plato. No tenía mucho apetito. No después de todo lo que había pasado.

—¿Era el otro un… buen ángel?

Bee lentamente se volvió hacia Sai, su expresión expectante.

—¿Y quién sería ese?

—Sasuke —murmuró Sai.

Bee dejó caer la rebanada que estaba sosteniendo.

—¡No inventes! ¿En serio?

El rostro de Sai re arrugó.

—¿Bromearía con algo como eso?

—¿Entonces quién es Sasuke? ¿Cuál es la gran cosa? —preguntó Naruto—. Salvó nuestros traseros allá atrás.

—Sasuke es uno de los Caídos —dijo Sai—. Cayó hace cientos de años, si no es que más.

—Eso no tiene sentido. Dijiste que los Caídos son malvados. ¿Entonces por qué nos ayudaría?

—No nos estaba ayudando —Sai envolvió sus dedos alrededor de la lata vacía de soda—. Sasuke no da una mierda por nosotros. Él estaba ayudando a Sakura.

Eso no aclaró nada para él. Bee miró a Sai cautelosamente.

—Es como el amistoso vecino acosador angelical.

—¿Qué? —escupió.

Bee se reclinó y agregó.

—Sasuke es complicado. Ha ayudado a Sakura un par de veces. La última vez que Danzo puso sus manos en ella, Sasuke fue quien la sacó de eso.

Sai aplastó la lata de soda y miró fijamente a Naruto.

—No se puede confiar en Sasuke. Sí, sus hábitos de acosador ayudan de vez en cuando, pero no puedes confiar en él. Si nos agarrara a cualquiera de nosotros, no dudaría dos veces en terminar con nuestras vidas.

Naruto deslizó su lata de soda media llena lejos de Sai. No estaba hambriento, pero tenía sed.

—¿Sakura confía en él?

Bee apartó la mirada, pero Sai explotó.

—¡No! Sakura no es tan estúpida.

Los ojos de Naruto se entrecerraron hacia Bee, quien levantó una ceja, pasándole una mirada de advertencia para no continuar con los asuntos de Sasuke.

—Sabes que no puedes regresar a tu apartamento —dijo Bee, cambiando de tema—. Ellos saben dónde vives.

Cerró sus ojos, frotando su frente. Podía seguir negando lo que era obvio, o podía enfrentar la verdad. Ninguna de las opciones iba a ser fácil.

—Cuando sea seguro, enviaremos a un equipo a recuperar tus pertenencias personales —continuó Bee—. No es seguro que vayas allá. Podría ser que nunca lo sea.

Su mundo se movió, el peso del mismo era casi opresivo.

—¿De verdad creen que soy…un Nephilim? ¿Qué mi padre era un ángel caído?

Sai lo observó.

—Sí.

Se reclinó, exhausto.

—¿Así que mi vida está acabada ahora?

No era como si tuviera una vida de cualquier manera. Sólo tenía a su madre, pero cuando murió, era su último familiar. Aunque no era cercano a nadie en particular, todavía había sido su vida. Inclinando su cabeza a un lado, Sai sonrió. Era una sonrisa real. La primera que Naruto había visto en su rostro.

—No. Tu vida comienza ahora.


Danzo estaba hecho una furia a través de su penthouse, arrasando con tres esbirros que habían dado un paso adelante para servirlo. Sus gritos no habían mitigado su ira. Nada lo haría. Esa perra se había escapado otra vez debido a Sasuke. Danzo no quería nada más que extender los muslos de esa pequeña zorra y quemarla desde adentro hacia afuera mientras Sasuke observaba. Abrió de golpe las puertas francesas de su habitación, y se detuvo.

Un muchacho estaba de pie junto a su cama, sus manos dobladas cuidadosamente. En un traje hecho a la medida, adecuado para un chico de su edad, lucía como si estuviera asistiendo al Sunday mass9. A Madara le entretenía vestirlos así. Muchachos poseídos por un alma engañada, podrida en un rango más lento. Algunas veces tomaba años para que eso pasara. Madara esperaba pronto tener a más como él, pero de los que nunca mostrarían señales de posesión.

—Danzo. —El chico habló con un suave acento—. Le he traído un regalo.

Eso hizo. Tumbada a lo largo de satín negro estaba una joven mujer con cabello marrón profundo y piernas curvilíneas que se asomaban del borde de su falda. Su blusa blanca había sido arrancada hasta el medio, y sus abundantes pechos se derramaban a través de la prenda. El pequeño prodigio de Madara siempre sabía cómo complacer a la gente. Danzo se acercó a la cama, mirando fijamente a la encantadora cosa.

—¿Está viva?

—Por supuesto —respondió—. ¿Desea algo más?

—No.

El muchacho hizo una reverencia antes de silenciosamente cerrar las puertas detrás de él. Danzo se volvió hacia la inconsciente mujer. Se cernió sobre ella, pasando sus manos a través de su cabello. Ella se movió, y un lloriqueo sin aliento se escapó de sus labios entreabiertos.

—Despierta —ordenó suavemente.

Observó mientras sus pestañas se agitaban contra sus mejillas y entonces, para su deleite, llamativos ojos verdes se encontraron con los suyos. Ah, necesitaría darle las gracias especialmente a este chico. Lo había hecho bien.

Los ojos de la joven mujer se ampliaron mientras veía a Danzo. Él sabía lo que había visto. Su belleza sofocó el terror, haciéndola olvidar como llegó ahí.

—¿Cuál es tu nombre?

Ella humedeció sus labios.

—Alicia.

Danzo sonrió completamente.

—Ven a mí, Alicia.

Ella se puso de rodillas delante de él, sonrojada y ansiosa. Su pecho subió y bajó rápidamente. Danzo extendió el brazo y pasó las puntas de sus dedos a lo largo de su rostro.

—Quítate la blusa.

Ella obedeció con un pequeño estremecimiento. Su mirada de deslizó a sus rosados pechos. Las puntas se endurecieron bajo su mirada. ¿Tal vez aquello suavizaría su repugnante humor? Trataría, al menos.

—¿Disfrutando por ti mismo? —preguntó Madara.

No apartó la mirada de la mujer ante sonido de su voz.

—Estoy por hacerlo.

—¿Por qué te involucraste esta tarde?

Danzo bajó su mano a uno de sus carnosos montículos y presionó. La mujer gimió, un sonido de dolor mezclado con placer.

—Sentí el propósito de William de tomar al nuevo Nephilim. Lo habría tenido si no fuera por Sasuke. El Nephilim habría sido mi regalo para ti.

Madara dio un paso desde un rincón oscuro de la habitación.

—Sasuke no es problema.

—Quiero matarlo —anunció Danzo mientras ociosamente tocaba el pezón de la mujer.

Se endureció con el sonido de su suave gemido.

—A su tiempo, pero él no es quien me preocupa en este momento —Madara dio un paso más cerca de la cama.

La mujer le echó un vistazo ansiosamente. Danzo podía fácilmente leer sus sentimientos. Ella estaba en shock, encendida por los dos hermosos hombres. Sabía que estaba considerando irse a la cama con ambos, y entonces miró los ojos de Madara. Se achicó retrocediendo, mostrando miedo real por primera vez.

Danzo atrapó su barbilla, subiendo su cabeza, forzando a su espalda a arquearse. Se deleitó con el rápido latido de su pulso y el picante olor de su inseguridad.

—¿Qué quieres con el policía? No entiendo qué es tan importante sobre él. —Le echó una mirada a Madara—. Es sólo otro Nephilim.

Madara se alejó, sonriendo con suficiencia.

—Él es muy importante para mí. No espero que lo entiendas.

—¿Y el Senador? —preguntó.

—El asistente sirvió a su objetivo, pero ya no es útil. Para nada —Madara rió, y la mujer se estremeció con el frío sonido—. Me reuniré con el Senador pronto.

El agarre de Danzo se apretó en su barbilla; su piel destelló. La mujer chilló, pero la sujetó mientras el olor a carne quemada flotaba en el aire.

—Silencio, Alicia.

—Te dejaré con tus… placeres. —Se detuvo en la puerta—. Tengo una petición, Danzo.

Danzo levantó su boca de donde su pulso latía frenéticamente.

—¿Sí?

—Si vas detrás de la mujer Nephilim una vez más, desearás que simplemente hubiera removido tu cabeza de tu cuerpo.

Un segundo después, Madara se había ido. La mujer Nephilim podría estar fuera de los límites ahora, pero eso no hacía nada para calmar su deseo de romper a la pequeña puta en pedazos. Cerrando sus ojos, juró bajo su aliento, e imaginó a Sakura delante de él, lo cual no era difícil debido al parecido. Sin hablar, movió su cabeza abajo a la garganta de ella y bajó más. Los lloriqueos de la joven mujer se convirtieron en gritos aterrorizados.

Danzo sonrió.