Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

Capítulo 10

Sakura escapó del Santuario a través de uno de los numerosos túneles, luego tomó el metro a casa, la mañana siguiente. Kakashi iba a estar molesto cuando descubriera su desaparición, sin ni siquiera una nota, pero sabría a dónde había ido, y no la seguiría. No después de la noche ó la puerta y entró en su apartamento con un tembloroso suspiro. La conmoción de Kakashi al ver su brazo anoche seguía carcomiéndola. Supo de inmediato que Danzo había venido por Naruto, lo que no tenía sentido. Claro, Naruto era un Nephilim inexperto, que podía ser fácilmente influido, pero ¿por qué diablos le importaría a Danzo? Mientras los médicos habían atendido su brazo, Kakashi la interrogó hasta que se quedó dormida. Lo que le dijo fue inútil. No tenía ni idea de por qué uno de los Caídos originales estaría interesado en el policía.

Dejó caer las llaves en el mostrador, yendo directamente a la nevera y sacando una botella de jugo de naranja. Tomando un largo trago, se pasó el dorso de la mano sobre la boca. El recuerdo del tacto de Danzo se sentía demasiado fresco. Le había costado meses volver al ritmo de las cosas después de la primera vez que la golpeó. Y tomó años para que las pesadillas desaparecieran. Su brutalidad en ese entonces la había dejado insegura de si podría cumplir con su deber. Se estremeció, tratando de sacudirse el horror. Ahora no podía darse el lujo de que le afecte. La ira y desesperación la llenaron, y en un rápido giro, lanzó la botella vacía a través de la habitación. Dio un golpe seco menos que satisfactorio. Ella era un completo desastre después de haber dormido con la ropa puesta. Su camisa se encontraba arrugada más allá del reconocimiento, y las rodillas de sus pantalones de cuero estaban desgastadas. Saliendo de la cocina y el desorden menor que acababa de crear, fue al oscuro dormitorio. Normalmente lo primero que haría en casa sería abrir las cortinas y dejar entrar la luz del sol. Sus habitaciones en el Santuario estaban varios niveles bajo tierra, donde la luz no podía penetrar. Había sido una de las razones por las que compró un apartamento que proporcionaba tantas fuentes de luz natural. Pero esa vez dejó las pesadas cortinas en su lugar. En total oscuridad, se desnudó y se metió en el cuarto de baño contiguo, donde preparó un baño hirviente. Se sentó en el borde de la gran bañera mientras el vapor llenaba el aire. Su mirada cayó a su muslo. La irregular carne rosada parecía tan notoria hoy como lo fue la primera vez que la vio. Los médicos mantuvieron su pierna vendada por días, y en aquella época, esa no fue su mayor preocupación. Danzo la convirtió en un numerito. Le rompió dos costillas, agrietando tres más, y fracturando su brazo. Además le dislocó la mandíbula y le astilló la cuenca del ojo izquierdo. Pero podría haber sido mucho peor, lo sabía.

Sus entrañas se tensaron mientras las náuseas la recorrían. Las horribles cosas que Danzo le había susurrado mientras la inmovilizaba en el sucio suelo, apalancando sus piernas abiertas, dejando su marca detrás mientras ella lloraba, la perseguirían para siempre. Si Sasuke no hubiera aparecido... Tragó el repentino engrosamiento en su garganta. De alguna manera Sasuke curó la peor de sus heridas después de luchar contra Danzo, exponiendo el hecho de que había conservado algunos de sus poderes angelicales de los días antes de caer. Los médicos le preguntaron cómo había sanado tan rápidamente, pero por razones desconocidas, mantuvo su habilidad en secreto. Tuvo suerte en esa ocasión.

Sakura cerró el agua y luego se hundió, dejando escapar un suspiro de felicidad mientras sus rígidos músculos se relajaban. Manteniendo el brazo vendado por encima del agua, deslizó la cabeza hacia abajo, deseando que la simple acción también pudiera lavar su mente. El silencio era acogedor. Los últimos dos días habían sido los más largos, y la semana acababa de comenzar. Quedándose sin aire, salió a la superficie y abrió los ojos, la humeante agua corriendo por su rostro. Dos extraordinariamente brillantes ojos negros se clavaron en ella. Por un segundo, su cerebro no reconoció lo que ocurría, y todo lo que pudo hacer fue mirar. Sasuke, sentado en el borde de la bañera, le devolvía la mirada. Había una pícara peculiaridad en sus labios que se desvaneció cuando su mirada cayó sobre sus rosados picos.

Saliendo de la conmoción, gritó y saltó. El agua se derramó sobre el borde y la pierna de Sasuke mientras se cubría los pechos y recogía las piernas.

—En el nombre de Dios, ¿qué haces aquí?

Él ladeó la cabeza.

—Quería verte.

Su corazón se lanzaba a sí mismo contra sus costillas.

—¿En mi cuarto de baño? ¿Cómo diablos pudiste incluso llegar hasta aquí?

—Quería estar aquí, así que estoy aquí. —Su mirada cayó sobre sus manos y la piel que no podía cubrir. Ella se sonrojó—. En realidad es muy fácil.

—¿Cómo es tan fácil?

La mandíbula le dolía por la fuerza con que apretaba los dientes. Sus labios se torcieron.

—¿Quieres ver?

En realidad no.

—Sí.

Hubo una cierta naturaleza juguetona en cómo se inclinó hacia atrás, atrapando su mirada de ojos muy abiertos y sosteniéndola. Le guiñó un ojo, y entonces simplemente desapareció. Su boca se abrió mientras se giraba frenéticamente. Ya no se encontraba en su cuarto de baño. A menos que estuviera escondido en su gabinete, y eso parecía poco probable. Esto tal vez explicaba la rapidez con que se movía, porque no estaba realmente moviéndose. Desapareció.

—¿Sasuke? —susurró.

El aire brilló junto a la bañera, tan débilmente que casi no lo notó, y luego él se hallaba sentado en el borde una vez más.

—Sí.

Ella retrocedió de un salto, golpeando su hombro contra la bañera.

—Bueno, eso... eso es muy útil. ¿Pueden todos ustedes hacerlo?

—Sólo podemos ir a un lugar que conocemos. No puedo aparecer en cualquier parte.

Se quedó boquiabierta.

—¿Cómo sabes dónde vivo?

Esa era una muy buena pregunta, porque siempre fue cuidadosa cuando iba a su apartamento, tomando diferentes rutas cada vez, y mirando de forma paranoica sobre su hombro. Por otra parte, esa mañana había estado demasiado agotada como para prestar atención. Pero habría percibido a un esbirro o un Caído si hubiera estado cerca.

—Siempre he sabido dónde vives.

Extendió la mano, retirando un mechón de cabello mojado de su hombro. Se estremeció.

—No lo hagas.

Sus ojos se estrecharon sobre ella.

—¿Cuántos saben dónde vivo?

Las lágrimas brotaron de sus ojos. Si los Caídos sabían dónde se encontraba y podían aparecer en cualquier momento, tendría que abandonar el único lugar que era realmente suyo. La dura línea de su mandíbula se suavizó.

—Ellos no saben acerca de este lugar. No tienes nada que temer.

Un poco de alivio la recorrió. Le creía. Hasta el momento, tan raro como era, no le había mentido nunca. Pero aún estaba desnuda, y Sasuke todavía miraba sus manos con tanta atención que se preguntaba si tenía visión de rayos X. Sus pezones se endurecieron contra sus manos. Apartó la mirada. Sasuke suspiró.

—Esperaré a que termines.

Y luego se fue... otra vez. Sakura se deslizó de nuevo bajo el agua y cerró los ojos, su mente corriendo. ¿Qué hacía aquí? ¿Y cuánto tiempo había estado observándola? En vez de desagradarle, su cuerpo fue en la dirección opuesta, calentándose con la idea.

Salió a la superficie.

—Mierda. Esto no era bueno.

Saliendo de la bañera, se secó rápidamente y agarró la bata de seda colgando en la parte posterior de la puerta. Aún podía sentir que se encontraba aquí. Agarró las pulseras del tocador y las colocó antes de abrir la puerta. Su mirada se dirigió a la cama, y dejó escapar un suspiro de alivio. Por lo menos no estaba allí. Sasuke se hallaba de pie frente a las puertas de cristal reforzado que llevaban al balcón, de espaldas a ella. Llevaba una llana camiseta blanca estirada sobre los anchos hombros y un par de pantalones negros que colgaban bajo en sus estrechas caderas.

Se volvió, sus intensos ojos derivando desde su cara hasta la punta de los dedos.

—Eso fue rápido.

—De alguna manera mataste la idea de relajación.

—Lo siento.

Sabía que tenía que decirle que se fuera, y luego meterse en la cama y pretender que nunca apareció en su cuarto de baño, consiguiendo un vistazo a sus bienes. Pero eso era lo que debería hacer, no lo que quería. La curiosidad tomaba lo mejor de ella, lo que era peligroso y estúpido.

—¿Qué estás haciendo aquí, Sasuke?

La miró como si debiera saber. Bueno, no lo hacía, por lo que esperaba su explicación.

—Quería asegurarme de que estuvieras bien.

Esa no era la respuesta que esperaba. Retrocedió un paso, sus dedos se apretaron alrededor de la bata hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

—Por supuesto que estoy bien.

—Danzo te lastimó otra vez —dijo, con voz dura.

Retiró sus ojos de él, mirando sobre su hombro. La marca de desgaste dejada por su anterior rabieta se convirtió en su único punto de interés.

—Gracias... por aparecer cuando lo hiciste.

Se quedó en silencio por un momento.

—Recuerdo la primera vez que me agradeciste. Eso fue meses después. Esperaste por mí, ¿verdad? Sabías que aparecería.

Ella bajó la mirada a su alfombra. Lo había esperado en el maldito edificio del reloj después del ataque de Danzo.

—Me agradeciste y saliste corriendo como si el mismo diablo estuviera tras de ti.

—Me salvaste la vida. —Levantó los ojos, encontrando los suyos— Tenía que darte las gracias. Pero no era como si pudiera pasar el rato. Todo el mundo mantenía un ojo en mí... después de lo que pasó.

Y probablemente harían lo mismo ahora. Genial.

—Lo sé —dijo—. Pero no he venido aquí para que me des las gracias.

Mordiéndose el labio inferior, decidió que no tocaría esa afirmación ni con un palo de tres metros. Sasuke ladeó su cabeza, inhalando profundamente.

—Te preguntas por qué te salvé. —La forma en que sus ojos se cerraron y sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa la hizo temblar en todos los incorrectos, correctos, lugares— Si alguien va a matarte, ese seré yo.

Arqueó una ceja. No era la primera vez que le decía eso.

—Eso no tiene sentido. Has tenido un montón de oportunidades para matarme. ¿Por qué no lo has hecho?

Se encogió de hombros. Una pequeña sonrisa jugó en su rostro hasta que aparecieron dos profundos hoyuelos.

—¿Quieres que lo haga?

Eso no merecía una respuesta. En su lugar, posó los ojos en sus labios, y se sonrojó. Recordó imaginar a Sasuke al estar con Shino. Aquello se estaba volviendo francamente estúpido.

—¿Cómo está tu brazo?

Parpadeó.

—Eh, va a estar bien, y ni siquiera duele ahora.

Eso era una mentira, pero él no tenía por qué saberlo. El silencio se extendió entre ellos, y no podía dejar de notar como él parecía ocupar todo el oxígeno de la habitación.

—¿Por qué haces esto? —le preguntó finalmente.

Ella frunció el ceño por su cambio de tema.

—¿Hacer qué?

—¿Esta vida? —aclaró— ¿No se vuelve tedioso? ¿Siempre cazando sin verdadero final a la vista? ¿Sabiendo que los Caídos siempre estarán un paso por delante, simplemente porque superan en número a los Nephilim?

—Bueno, cuando lo pones de esa manera —dijo arrastrando las palabras lentamente—. Realmente no tengo otra opción. Nací para esto.

La miró con curiosidad.

—Siempre hay una opción.

Extraño, pero Naruto le dijo lo mismo.

—Pude haber tenido una opción, pero ya no la tengo. Firmé el Contrato. Ahora no puedo salir de esto.

Poniéndose serio, asintió.

—Ahora tienes la eternidad, y es sólo tu deber y tú.

—Oh, qué alegría. —Lo rodeó, comprobando las cerraduras de la puerta. Estaban puestas. ¡Guau! En serio se limitó a aparecer en su apartamento. Cuando se dio la vuelta, el aire se enganchó en su garganta. El nivel de intensidad con la que la observaba la ponía nerviosa, muy nerviosa, y caliente. —Debes irte.

—Tiene que ser una existencia solitaria para ti —dijo, como si no hubiera oído.

Sus dedos se cerraron alrededor del borde de su bata. Por supuesto que su vida era locamente solitaria. El más cercano contacto íntimo que había tenido recientemente tuvo lugar en la barra del cuarto de lavandería. Y no le sorprendería si Sasuke lo supiera.

—¿Qué hay de ti? —lanzó la pregunta de regreso mientras caminaba hacia la cocina—. Estoy segura de que tienes un montón de gente para ocupar tu tiempo.

—Ya no más —susurró.

Se puso rígida. Lo sintió detrás e, inmediatamente, su cuerpo volvió a la vida. Respondiendo a algún tipo de llamada que no entendía, sus pezones se apretaron contra la suave seda y el calor se agrupó entre sus piernas.

—¿Por qué? —susurró.

Sasuke suavemente apartó la masa de cabello mojado por encima de su hombro mientras se inclinaba hacia adelante. Su aliento agitó los pequeños vellos de su nuca, enviando ligeros escalofríos a través de ella.

—Las cosas cambiaron para mí.

Ella se precipitó lejos de la puerta, poniendo un poco de espacio entre ambos. Pero ese espacio duró un segundo, porque cuando parpadeó, volvía a estar detrás de ella. Cada célula de su cuerpo luchó. Luchó contra él, aún quieto. Con decirle que se vaya, o no decir nada en absoluto. Él bajó la cabeza para que sus labios rozaran la piel expuesta de su cuello.

—Nunca fue un por qué, ya sabes. Más como un cuándo...

—Oh.

No era una de las respuestas más inteligentes, pero era la mejor que tenía en ese momento. Sasuke arrastró los labios sobre su piel ligeramente.

—Hace ocho años, para ser exactos.

El significado de la fecha no se le pasó a Sakura. Alguna necia parte suya quería oírselo decir.

—¿Que pasó hace ocho años?

Se rió entre dientes posando las manos en sus hombros.

—Tú —dijo mientras llevaba las manos hasta sus codos en una suave caricia—. Pasaste tú.

—No hice nada.

Ah, esto es peligroso y estúpido. Pero no era capaz de evitarlo. Echó la cabeza hacia atrás contra su duro pecho. Sólo un poco más, y luego lo echaría. Sólo unos pocos minutos más con esta magnífica cosa detrás, y el glorioso calor que creaba en ella. Entonces lo dejaría ir. Tenía que hacerlo, porque era una idiotez. Porque así fue como todo comenzó con Ino.

—¿No lo hiciste?

Sus manos siguieron la curva de sus brazos, descansando en donde sujetaba con fuerza los bordes de su bata.

—¿Además de apuñalarte? —Comenzó a alejarse, pero él la mantuvo en su lugar—. No.

El profundo estruendo de la risa de Sasuke vibró a lo largo de ella, y un pequeño suspiro escapó de sus labios.

—Eso no era lo que tenía en mente. —Sus dedos se cerraron sobre los suyos—. Ah, Sakura, me llevas a hacer cosas locas.

¿Lo llevaba a hacer cosas locas? ¿Qué estaba haciendo? Permitirle estar tan cerca y olvidar todas las maneras en las que esto podría ir mal. Tal como todo había salido mal para Ino. El hielo bañó sus venas, y se tensó. Esto era malo.

Sasuke apretó sus manos suavemente.

—Está bien —susurró justo debajo de su oreja—. No voy a hacerte daño. Si me dices que pare, lo haré.

Abrió la boca para decirle que se detuviera, pero sus pulgares rozaron la curva de sus pechos y las palabras la dejaron. El calor latía en su cuerpo, derritiendo el hielo.

—Pararé, Sakura. No voy a hacer nada que no quieras que haga —continuó, presionando sus labios contra su pulso—. Sólo no me alejes por miedo. No dejes que el miedo te controle. Eso es todo lo que te pediré hoy.

Su corazón triplicó el ritmo, y sus dedos aflojaron su asimiento sobre la suave tela.

—No puedo hacer esto.

—¿Cómo lo sabes?

Tiró suavemente sus manos lejos de la tela, llevándolos a sus costados. La floja bata de inmediato se abrió. El aire se trabó en su garganta. Cada célula de su cuerpo esperó mientras él llevaba las manos hacia sus hombros. Tenía que apartarse, pero permaneció allí, llena de una desenfrenada curiosidad que la excitaba de un modo que nunca había sentido antes.

—¿Quieres que me detenga? —le preguntó.

Las palabras se formaron en sus labios, pero no fueron más allá. Su cuerpo y su mente peleaban. Las hormonas sin duda estaban ganando en ese momento. Sasuke deslizó la seda sobre sus pequeños hombros y bajo sus brazos. El aire fresco susurró contra su piel desnuda, y cuando debería haber estado luchando contra él, en cambio le encantaba. Pasó un dedo sobre el contorno de su tatuaje.

—Sabía que serías hermosa con alas.

Lo mismo se podría decir de él, si aún tuviera las suyas. Entonces el pensamiento voló fuera de su mente cuando sintió su lengua trazando la misma línea que su dedo. Dulce Jesús, cada músculo de su cuerpo se bloqueó.

—Sasuke, yo... esto...

—¿Quieres que me detenga? —Cuando no respondió, la tiró hacia atrás para que se recargara en él—. Tú y yo compartimos este dolor. Lucha todo lo que quieras, pero es la verdad.

No había cómo negar eso. El dolor la volvía loca.

—Déjame tomar ventaja frente a toda esa soledad. —Levantó su barbilla, el pulgar trazando círculos ociosos sobre la delicada extensión de su cuello— Tan hermosa —murmuró mientras su otra mano recorría a través de su tembloroso estómago— Nadie lo sabrá. Ningún Nephilim. Ningún Caído. Sólo tú y yo.

Sus ojos se cerraron, y cuando la mano se desvió hasta arriba de su estómago y se detuvo justo debajo de un redondo globo, casi gritó.

—Dime que me detenga. —Su voz era gruesa— Y maldito sea el infierno, lo haré.

Sus labios se separaron, pero no dijo nada. Sasuke gruñó bajo en su garganta y luego llevó su boca a la de ella.