Ni la historia ni los personajes me pertenecen.
Capítulo 12
Sakura comprobó su reflejo en la ventana del Santuario. Alisando las ondas salvajes, estudió su expresión. Parecía normal, no como si hubiera pasado la noche teniendo orgasmos alucinantes. No era como si "me encamé con Sasuke" estuviera estampado en su rostro. Dios, esperaba que no, sino estaría mortificada. Bueno, no mortificada. Extrañamente, no se avergonzaba de lo que hizo. Sabía que debería hacerlo, pero no pudo encontrar una pizca de arrepentimiento en ello. Quizás los orgasmos borraron su sentido común. Si ese fuera el caso, entonces no tenía nada de sentido considerando la cantidad que había tenido en las últimas doce horas. Se sorprendió de que los músculos de sus piernas aún funcionaran. Después de quedarse dormida en los brazos de Sasuke, había sido despertada por un beso profundo dirigido a un lugar muy privado. Había protestado al principio, pero él la había persuadido.
Una oleada de recuerdos calientes la forzó a cerrar los ojos. Había cosas que tenía que hacer, pero la forma en que su lengua se había burlado de ella... y lo hizo una y otra vez. Nunca entró en ella, ni siquiera cuando se lo pidió. Maldita sea, había rogado también. Mucho. Sólo había salido de sus brazos hacía una hora. No se extrañó al ver que él se había ido después de la ducha rápida, pero la rosa roja que dejó en el mostrador sí la sorprendió. Aún más sorprendente fue su reacción. Inmediatamente agarró un vaso sin usar y lo llenó de agua, colocando la rosa cerca de una ventana. Una estúpida sonrisa se extendió por su rostro.
Suspirando, se precipitó a través de la sala de recepción y saludó a Sandy.
—Hola, chica.
—¿Cómo está tu brazo?
Sakura miró el vendaje.
—Ah, está muy bien.
Sandy sonrió, murmurando que se sentía aliviada. Después de preguntarle a Sandy sobre su último novio, salió de la sala de recepción y esperó el ascensor subterráneo, sin prestar atención al cosquilleo que se deslizó por su espalda. En el Santuario, aprendías a ignorar esa sensación ya que el lugar estaba repleto de Nephilim.
Una vez en el ascensor, los nervios la hicieron inquietarse. Apretó el botón para el nivel cinco, exhalando con fuerza. Kakashi no iba a estar feliz con su desaparición durante todo el día, sobre todo desde que más o menos abandonó a Naruto con Sai. Tratando de olvidar eso, se preguntó cómo habría sido su primer día en el Santuario. Con suerte, ahora les creía. Si no era así, iba a darle una patada en la cara. El ascensor se detuvo y las pesadas puertas se abrieron para revelar a Sai. Sakura dio un pequeño grito de sorpresa y retrocedió.
—Por Dios, Sai.
—¿Dónde has estado todo el día? —exigió.
—Oh, ¿me has echado de menos?
Él se rió.
—Kakashi no está muy contento contigo.
Sus hombros se hundieron.
—Como si fuera algo nuevo.
Hizo una mueca mientras entraba en el pequeño ascensor con ella.
—Vas a venir conmigo.
Ella se cruzó de brazos.
—¿A dónde?
Pulsó el botón para el nivel inferior que los llevaba a los sistemas subterráneos, estudiándola de cerca.
—Vamos a lo de Naruto para recuperar algo de su basura personal. Guy se nos unirá allí. —Se detuvo, entrecerrando los ojos— Te ves diferente. ¿Te has hecho algo en el pelo?
Con los ojos abiertos, tímidamente se pasó una mano por el pelo suelto.
—No.
Se encogió de hombros.
—Hay algo que quiero hablar contigo.
Reprimió un suspiro de alivio, contenta con el cambio de tema.
—¿Qué?
Sai puso un dedo sobre sus labios. Ella rodó sus ojos, pero permaneció en silencio cuando las puertas del ascensor se abrieron una vez más. Rápidamente se dirigieron por el pasillo donde esperaban dos guardias. La puerta estaba abierta, y entraron en el túnel poco iluminado.
—Entonces, ¿qué has estado haciendo que era tan importante para que no estuvieras aquí para ayudarnos con tu poli?
Sus ojos se estrecharon peligrosamente.
—En primer lugar, no es mi poli. Sólo le di un puñetazo. Eso es todo lo que me atribuyo. En segundo lugar, en realidad no es de tu maldita incumbencia.
Sai se detuvo, volviéndose tan de repente que Sakura se estrelló contra él. Él puso las manos sobre sus hombros y bajó la cabeza, mirándola.
—Es sólo que no quiero verte hacer algo estúpido.
Abrió la boca para lanzar una observación mordaz, pero se detuvo. Lo que hizo era estúpido, y tenía la sospecha de que Sai de alguna manera sabía que no fue a casa y descansó todo el día en la cama. Sintiéndose expuesta y un poco mentirosa, un ardor se arrastró hasta su pecho mientras su temperamento estallaba.
—Sai.
—No quiero que te hagan daño.
Dejó escapar un sonido de exasperación.
—Todo el mundo sigue diciéndome eso, como si tuviera dos años. ¡Maldita sea! Soy más fuerte que la mitad de los Nephilim de aquí, y puedo cuidar de mí misma. Ya no soy esa niña. Tú y Kakashi necesitan recordarlo.
—¡Nos preocupamos por ti! Sales corriendo sin pensarlo dos veces. ¿Te acuerdas de lo que pasó la última vez que desapareciste todo el día?
Se estremeció ante el recuerdo de su primer encuentro con Danzo.
—Sai, no vayas allí. Volví a mi casa. Necesitaba un poco de tiempo a solas.
—¿Necesitabas un poco de tiempo para ti misma? ¿Has pensado en alguien más? ¿Quieres saber en lo que pensé hoy? —No le dio la oportunidad de responder—. Ese día, hace ocho años, cuando el hijo de puta de Sasuke te trajo de nuevo a nosotros. Sigo viéndote allí tendida, sin vida. ¿Y todas las noches que huyes, sin decirle a nadie a dónde vas? Me temo que voy a verte así de nuevo. Insensata, Sakura. Eso es lo que eres. —Se interrumpió, tomando una respiración inestable—. No puedo perderte a ti también.
Sus hombros se hundieron mientras su ira se evaporaba, y el corazón le dolía. No. No había pensado en nada de eso esta mañana. Ni una sola vez cruzó su mente mientras yacía en los brazos de Sasuke. La culpa le carcomía el estómago.
—Lo siento —susurró—. No me vas a perder. No soy ella, Sai.
—Dime que no vas a hacer nada estúpido, Sakura. —Sus ojos se cerraron brevemente, dejando caer las manos a los costados—. Quiero que me lo prometas.
Oyó el conflicto en su tono, la discordancia evidente en todo su hermoso rostro. Sabiendo que estaba mintiendo, porque no podía recuperar lo que había hecho, Sakura se lo prometió. Luego se levantó sobre sus dedos del pie, envolviendo sus brazos alrededor de él. Inhalando su aroma familiar, apoyó la cabeza contra su pecho.
—¿Qué haría yo sin ti? —murmuró hacia la camisa de algodón que llevaba.
Él se relajó, abrazándola.
—No lo sé. Estarías corriendo frenéticamente por las calles de DC, o harías a Kakashi comer de tu mano pequeña.
Se echó hacia atrás, sonriendo.
—No veo nada malo con ninguna de esas.
—Sí, ya tienes a Kakashi comiendo de tu mano. El maldito hombre se está volviendo demasiado viejo como para caer en tus juegos. —Le acunó la barbilla ligeramente—. Confías en mí, ¿verdad?
Esa era una pregunta extraña e increíblemente estúpida.
—Con mi vida —afirmó con fuerza—. ¿Por qué?
Él se dirigió a la salida que conducía a la estación de metro. Ella se quedó mirando su espalda por un momento, perpleja. ¿Por qué le preguntó eso? Mirando a su alrededor, se apresuró a seguirlo.
—¿Sai?
—Sé que Kakashi compartió su miedo contigo —dijo en voz baja.
Ella se encogió.
—¿Te lo dijo?
Asintió, mirando el único túnel vacío por el que se podía acceder al Santuario.
—Por eso no quería hablar de esto en el Santuario. Si Kakashi tiene razón, podría ser cualquiera.
Sakura se rodeó con sus brazos por el repentino frío de la oscuridad, en el túnel húmedo, deseando haber llevado algo más que un par de pantalones 5.11 Tactical y una camisa fina.
—¿Tienes alguna idea de quién podría ser?
Lo siguió por otro túnel. Odiaba usar los sistemas de túneles. Claro, eran útiles y se conectaban a casi cualquier andén del metro en la ciudad, pero le recordaban a una celda. Nunca le gustaron los lugares cerrados y confinados, se encontraba con dificultades para conseguir suficiente aire en los pulmones.
—No —dijo— ¿Quién sabe si alguna vez lo sabremos? —Sai se detuvo, marcando un código de acceso en la puerta gruesa y circular—. Guy ha descubierto algo potencialmente grande. —La puerta se abrió suavemente, y miró alrededor para asegurarse de que el andén se encontraba vacío—. Vio a un jugador importante con el asistente de un senador hace unos pocos días, el senador Sharpe.
Lo siguió dentro y cerró la puerta detrás de sí. Una vez en el área abierta del metro, respiraba un poco mejor.
—¿A quién vio?
—Madara —respondió en voz baja.
Sakura casi tropezó con sus pies.
—¿Qué? —Danzo estaba de vuelta, ¿y ahora esto? Cristo.
Sai estudió el andén vacío.
—El asistente ha fallecido recientemente debido a una herida de bala autoinfligida.
—Por supuesto —murmuró ella—. ¿Crees que quien sea que envía a los Caídos realmente está trabajando con Madara? —Cuando asintió, ella volvió a maldecir—. Oh Dios, eso no es bueno. —No quería nada más que darle una paliza a quienquiera que fuese—. ¿Por qué alguien haría esto? Todo el mundo es como una familia aquí.
Él miró hacia abajo a las vías, una mirada lejana en sus ojos claros.
—Alguien que odia el Santuario —dijo en voz baja—. Tal vez alguien que odia a Kakashi.
—¿Odiar a Kakashi? —cuestionó.
Sai se encogió de hombros.
—Es el jefe. Podría ser una venganza contra él, alguien que quiere causar tanta destrucción como sea posible.
Ninguna de esas era una razón lo suficientemente buena para ella. Los Nefilim estaban ya muy superados en número por los Caídos y esbirros. Pero perder a más Caídos los dañaría severamente.
—Necesitamos saber quién es esta persona, porque sólo Dios sabe lo que Madara está haciendo con los jóvenes Nephilim... o si tiene algo que ver con el senador.
Su mirada siguió a Sai, y las brillantes luces del tren que se aproximaban, les lanzaron un resplandor amarillento espeluznante. Cuando el tren frenó, sintió un repentino destello de inquietud. Se acercó más, envolviendo el brazo alrededor de Sai.
—No quiero creer que uno de nosotros conviviría con Madara.
Bajó la mirada hacia ella.
—Yo tampoco, pero tenemos que tenernos como prioridad, tú y yo.
El tren se detuvo frente a ella. Cuando la puerta se abrió, frunció la nariz contra el olor corporal y desinfectante. Miró a Sai, la mitad de su rostro ensombrecido. La inquietud aumentó.
—¿Como en los viejos tiempos? —susurró ella.
—Como en los viejos tiempos.
No tardaron mucho en llegar al apartamento de Naruto. Sakura se resistió ante la puerta de la escalera. La idea de ser arrinconada ahí de nuevo le retorció el estómago. Con una mirada de contrariedad en su brazo vendado, empujó a Sai hacia el ascensor.
—¿Qué? ¿Ahora tienes estrés postraumático? —bromeó.
Como en los viejos tiempos aparentemente significaba burlarse de ella. Sai cedió cuando ella lo amenazó con empujarlo hacia el hueco del ascensor y le lanzó un golpe fuerte en la cabeza. Él sacó una llave de su bolsillo.
Sakura alzó las cejas.
—¿Naruto sabe que tienes eso?
Se encogió de hombros, deslizándose en el interior.
—No.
Puso los ojos, siguiéndolo, y luego cerró la puerta detrás de sí. Se quedaron en el apartamento oscuro y vacío. Después de haber estado demasiado enojada la última vez que estuvo aquí, realmente no había mirado nada. Ahora vagó hacia la mesa y tomó un pequeño marco.
—No tengo idea de lo que él querría. ¿Y tú?
Sai se dirigió directamente a la pequeña cocina, abriendo armarios hasta que encontró una caja de bolsas de basura.
—Sólo agarra la ropa y todo lo que creas que es personal.
Le entregó varias bolsas, arrastrando los pies más allá de un cuarto de baño del tamaño de una caja de cerillas. ¿Cómo iba a saberlo? Pasó junto a una foto, mirándola fijamente. Una rubia muy joven sonreía a la cámara, con los brazos envueltos alrededor de un pequeño niño que le sonreía con picardía. El pequeño era Naruto, pero eso no fue lo que le llamó la atención. Fue la mujer que supuso que era su madre. La foto había capturado su felicidad de una manera que la conmovió. No pudo evitar comparar los pocos recuerdos de su propia madre con aquella imagen. Su madre nunca había sido feliz. Su madre había sido la sombra de una mujer deprimida, amargada y enojada.
Levantando la imagen, se dio cuenta de un pequeño crucifijo en el cuello de Naruto y de la mujer.
—Me siento mal por mirar sus cosas —le dijo a Sai mientras deslizaba el marco en una de los bolsillos más grandes de los pantalones.
Él resopló desde el baño.
—Realmente, nunca he pensado que eso te molestaría. —Se quedó callado por un momento—. ¿Sabías que el nombre de Naruto nunca surgió en el Libro de los Nombres?
Sorprendida, se detuvo a medio camino entre la habitación de Naruto y la sala de estar.
—¿Qué?
—Sí. —Salió del cuarto de baño— Me pregunto qué significa eso.
Lo miró boquiabierta.
—¿Acaso Kakashi te dijo eso?
Asintió.
—No quería que nadie lo supiera. Supongo que está preocupado por cómo tomaría ese pequeño pedazo de conocimiento otro Nephilim. Así que no vayas corriendo a Kakashi exigiendo respuestas.
Herida, quería volver corriendo a Kakashi y demandarle por qué no se lo había dicho. Obviamente, no confió en ella con esa información, y quería saber por qué. ¿Pensaba que era la rata?
No lo haría. Me conoce.
Sai se deslizó en la cocina con una bolsa llena de objetos personales. La mirada de Sakura cayó a su bolsa vacía y suspiró. Él abrió la nevera y sacó una botella de cerveza. Sacudiendo la cabeza, lo vio desenroscar la tapa. No tenía la menor idea de por qué Sai insistía en beber cerveza. Era bastante inútil. Se alejó hacia la habitación de Naruto para recoger tanta ropa como le fuera posible. Sin estar segura de lo que preferiría, empezó a tirar en la bolsa de basura todo lo que podía tomar en sus manos. Abriendo un cajón, se preguntó cómo un hombre podía tener tantos pares de calcetines que no coincidían. Encendiendo una lámpara de noche, vio a un pequeño plato de cristal que había sido empujado a la parte posterior de la mesa. En el interior había dos crucifijos. Sakura levantó los collares y los metió en su bolsillo, junto con el marco. Al ver una caja de zapatos pequeña en la parte superior de la cómoda, dejó caer la bolsa de pertenencias de Naruto y se acercó a ella. Rápidamente sacó la tapa, rebuscando en los documentos. Dentro había un par de fotos de su madre y él, unos recortes de prensa anunciando su graduación, y varios documentos personales de identificación. Una de las imágenes le llamó la atención. La sacó, sosteniéndola suavemente entre sus dedos. Su madre era una mujer hermosa, su sonrisa irradiaba. Sakura no pudo evitar pensar que esta mujer no se parecía a alguien de luto por la pérdida de un ángel caído.
No.
Lucía contenta de estar viva y con su hijo. No alguien con la intención de quitarse la vida como una forma de escapar de la dolorosa herida que un Caído siempre dejaría en su estela.
