Ni la historia ni los personajes me pertenecen.
Capítulo 26
El domingo debería haber consistido en cazar e investigar más, pero en su lugar, involucró comer en la cama y ver malas películas de acción. Y sexo, un montón de sexo.
—No te dejaré salir nunca de esta cama —murmuró Sasuke— Creo que podría tenerte aquí para siempre.
Se subió encima de él.
—¿No has tenido suficiente?
Agarró sus caderas, deslizándola hacia su erección.
—Nunca tendré suficiente.
En serio le creía. Era insaciable. No que ella se estuviera quejando. Era agradable poder olvidar todo por un momento, especialmente después de la noche anterior. Cerniéndose sobre él, Sakura aferró sus manos al colchón.
—Tengo que regresar al Santuario mañana.
—No puedo creer que vayas a regresar a ese lugar. —Puso mala cara.
—Sasuke —suspiró.
—No puedo entender tu devoción a ese lugar y a esa gente que por voluntad propia te dieron la espalda.
Se contoneó un poco, observándolo retorcerse mientras intentaba concentrarse.
—No todos me dieron la espalda, Sasuke —Sai la había llamado a su celular al menos una docena de veces desde anoche— Sé que es difícil entenderlo, pero no es como ser expulsado del Cielo. Tengo permitido regresar al Santuario. Y bueno, tú no tienes permitido volver al Cielo.
Sasuke le dio una mirada divertida. Se rió disimuladamente.
—De cualquier forma, prometiste que ya no sacarías ese tema.
Arqueó una negra ceja hacia ella.
—Algunas promesas son difíciles de mantener.
Sakura sonrió.
—Bueno, necesitas trabajar en eso —Se deslizó hacia él, sus labios tan cerca de esa parte suya que crecía rápidamente— Tengo que regresar mañana. Y mañana por la noche necesitamos empezar a buscar algunos esbirros.
La observaba con los ojos llenos de anticipación.
—Sí, mañana… la cosa de los Nephilim. Seguro.
—Sasuke, nunca te había escuchado hablar tan incomprensiblemente. Esa oración ni siquiera tiene sentido.
—¿No?
—No.
Su rosada lengua se movió rápidamente por la palpitante cabeza de su polla. Sus labios se abrieron. Lo hizo de nuevo, y esta vez, sus labios siguieron su camino. Sus manos se apretaron debajo de las suyas. Observándolo a través de sus pestañas, miró hacia su fascinado rostro y deseó darle el mismo placer que Sasuke tan egoístamente le había dado al principio. Por supuesto, Sasuke tenía otros planes, y con un suave movimiento, la sentó sobre su palpitante miembro. Sakura lanzó la cabeza hacia atrás, disfrutando de cuán bien se sentía.
En algún lugar durante el fin de semana, Sakura había decidido que demostrar que Sasuke no era malvado era más importante que buscar a quien estaba traicionándolos. Cuando se lo había dicho, él se rió y luego le deseó suerte. Pero Sakura estaba determinada. Tenía que haber una forma para que los otros Nephilim lo vieran como ella lo hacía, y le había dicho que encontraría una. En lugar de reírse de ella esa vez, le besó ligeramente.
—Tenerte a ti, viéndome de la forma en que lo haces, es suficiente para mí, Sakura.
Esas palabras tocaron una parte de su ser, una que era sensible y vulnerable. Doblándose sobre él, descansó la cabeza en su pecho y sonrió. Su teléfono sonó una vez más, pero como las otras veces, lo ignoró.
—¡Detén la limosina! —gritó el senador por segunda vez mientras ajustaba su esmoquin— Maldición, es difícil encontrar un buen conductor estos días.
El hombre frente a él sonrió perezosamente.
—Remold era un buen conductor, pero no me gustaba cómo lucía, y conoces mi temperamento. No es mi fuerte.
La mirada del senador Sharpe se dirigió a la cosa desparramada a lo largo de su asiento de cuero. Dios, odiaba a los esbirros más de lo que odiaba a los ángeles caídos que lo tenían cogido por las bolas. Con quien compartía la limosina era temperamental e impredecible, esa noche le rompió el cuello de su conductor de la semana pasada. Sharpe no tenía idea de lo que había provocado que Gareth hiciera ese movimiento, pero nunca entendería a los esbirros.
—¿Cuánto tiempo tenemos que estar aquí? —preguntó Gareth, claramente molesto con el evento de caridad que se celebraba en The Mayflower.
—No necesitas asistir —respondió Sharpe débilmente. Sinceramente, hubiera deseado que Madara no enviase a uno de sus esbirros con él. No es como si fuera a hacer algo que arriesgara sus planes. Sharpe no tenía deseos de morir. No aún, al menos.
Gareth suspiró.
—Odio las recaudaciones de fondos. Es domingo por la noche. Podría estar haciendo algo mejor.
Ni siquiera se molestó en responder. Retirando un hilo de su esmoquin, se preparó para mezclarse con los empresarios élites más poderosos de la ciudad asistiendo para la recaudación de fondos en el magnífico hotel. El senador sólo tuvo un momento para preparase antes de que la puerta se abriera, y una oscura forma se moviera a través de la apertura. Desplazándose asombrosamente rápido, la sombra entró en la limosina, tomando forma junto al sonriente esbirro. La puerta se cerró.
Su corazón latía dolorosamente. Baba manchó el asiento mientras se esforzaba por respirar. Su rostro fue empujado hacia el frío cuero cuando intentó alzar la cabeza.
—¿Qué es esto? —Jadeó mientras sus dedos se clavaban en el asiento.
Gareth se rió perezosamente.
—Hola, hermano Nephilim.
El senador Sharpe se congeló cuando la mano apretó su cráneo. Era el Nephilim, el único del Santuario.
—¿Cómo te atreves a incluso hablarme? —dijo el Nephilim, su voz teñida con repulsión.
Gareth se rió disimuladamente y luego dijo—: Oh, crees que eres mejor que nosotros. Cuando eres tan malvado como yo, Nephilim.
La tensión en la limosina se intensificó hasta niveles insoportables. El senador tenía miedo de que si Gareth continuaba burlándose del Nephilim, él sería el único que terminaría con el cuello roto. El Nephilim se movió sobre él, y hubo un chasquido que hizo que el interior de Sharpe temblara. Tratando de conservar la calma en su precaria posición, Sharpe se las arregló para girar la cabeza lo suficiente, así podía respirar un poco mejor.
—¿Tienes nombres… para darme? —preguntó, su voz sonando frenética y lamentable incluso para él. Odiaba cómo sonaba, detestaba cuánto poder tenían esas cosas sobre él. Dios, si pudiera regresar en el tiempo, nunca habría dormido con la secretaria que había comenzado todo eso. ¡Debería haber quemado a esa perra!
—¿Por qué otra razón estaría cerca de la escoria que eres?
El senador sabía que era mejor no señalar alguno de los defectos del carácter de los Nephilim. Esperaba que Gareth también se abstuviera de hacerlo. Se esforzó por decir las palabras.
—¿Qué quieres que le diga a Madara?
—El poli está progresando más rápido de lo que inicialmente esperaba. Se ha ofrecido por el contrato al Santuario.
—¿Contrato? —balbuceó. No tenía ni una maldita idea de lo que el Nephilim hablaba.
—Madara sabrá de lo que estoy hablando.
La mano que no presionaba bajo su pecho se apretó en un puño. Se sentía indefenso. Lo que lo hacía sentir enfermo.
—¿Eso es todo?
Se rió. Era un sonido mucho más molesto del que Gareth hacía. Era retorcido, frío y plano.
—Dile que dos Nephilim más han sido descubiertos en Montana. Son mujeres. Debería encontrar eso particularmente interesante.
Algo cayó junto al rostro del senador. Por lo que podía ver, parecía una carpeta.
—¿Eso es todo? —rechinó de nuevo.
—Por ahora —respondió el Nephilim.
La presión sobre su cabeza desapareció repentinamente, y el dulce olor a madreselva flotó por la puerta abierta de la limosina. El senador Sharpe se enderezó e inmediatamente comenzó a alisar su arrugado esmoquin. Miró hacia un sorprendentemente silencioso Gareth. Un grito se atascó en su garganta. Pálidos ojos muertos miraban, sin ver, al senador. La cabeza del esbirro yacía en los relucientes zapatos del senador, la boca abierta con un grito silencioso. Horrorizado por la brutal violencia, miró hacia el desplomado cuerpo del esbirro mientras su mano se apretaba ante el repentino dolor en su pecho.
—Jesucristo.
El lunes consistió en entrenar a un muy enojado Naruto, quien lucía como si no quisiera escuchar ninguna de sus palabras. Evitó estar sola con él, ya que no tenía las respuestas que necesitaba. También pasó tiempo evadiendo a los miembros del Círculo, lo que no era demasiado difícil teniendo en cuenta que la mayoría de ellos la evitaba como si tuviera la peste negra. Permaneció en la habitación de entrenamiento y en la cafetería, donde las probabilidades de confrontaciones eran escasas. Los únicos que le hablaban eran Yamato y Bee. O no sabían todo lo que había sucedido o eran buenos fingiendo que Sakura aún era la mejor. Trató de encontrar a Kakashi para decirle sobre Danzo y sobre la información que había conseguido del esbirro, pero nunca se encontraba en la oficina, y ni siquiera respondía los mensajes que le había dejado con Sandy. Sai la había acorralado en el momento en que entró al Santuario, exigiéndole saber por qué no había podido responder alguna de sus llamadas en todo el fin de semana. Le dio una mirada que decía que preferiría no saber, y ahora también lo evitaba.
El lunes por la noche, ella y Sasuke exploraron la ciudad entera, buscando más esbirros, pero volvieron con las manos vacías. Ni un Nephilim corrupto, ni un humano poseído moviéndose por las calles. La noche fue un total desperdicio cuando no hicieron ningún progreso en la búsqueda de quién estaba traicionándolos. Por otro lado, Sasuke y ella habían regresado a su apartamento por otra estimulante ronda de sexo. Esa vez no fue demasiado desgastadora.
El resto de la semana fue de la misma forma. Naruto estaba cada vez más molesto, especialmente después de darse cuenta de que su tiempo libre era más como unas vacaciones indefinidas. Molesto no era la mejor descripción. Finalmente explotó, y sólo después de que se encerró en la oficina de Kakashi, sin Sakura, se calmó. Sakura continuaba jugando a las escondidas con el Círculo. Eventualmente, dejó de tratar de evadir a Sai y le dijo sobre Danzo y Madara. Gracias a Dios se lo dijo en la esquina de la habitación de entrenamientos, porque cuando comprendió que había estado cazando con Sasuke, también explotó.
—¿Has estado cazando con él? —demandó Sai.
Su mirada se movió rápidamente hacia Yamato y Naruto.
—Sai, baja la voz. Ya me oíste la primera vez. No importa. Danzo está muerto. Y sabemos que el Nephilim que está traicionando al Santuario es un tipo arrogante y que está dándole información a Madara.
—¿Que no importa? —Su voz se elevó—. ¿Estás loca?
Naruto falló al objetivo con el cuchillo y los miró con el ceño fruncido.
—Mira lo que hiciste ahora —murmuró.
—No me importa —dijo, mucho más bajo—. Sakura, cuando eres acusada de trabajar con un Caído, la peor cosa que puedes hacer es pasar el rato con él.
Sakura exhaló lentamente.
—¿Siquiera me escuchaste? Sabemos que Guy está trabajando con Madara. Todo lo que necesitamos es la evidencia.
—Sakura —suspiró Sai—. ¿Por qué estás tan emperrada con Guy?
—¡Porque es él! —siseó.
—Pequeña idiota, ¿crees que Kakashi no ha estado vigilando a Guy? ¿Crees que yo no lo he estado observando?
Resopló.
—Como sea. Kakashi no cree que sea Guy. Piensa que estoy siendo coaccionada.
Sai pasó los dedos por su desastroso cabello castaño.
—Estás equivocada. Kakashi ha estado siguiendo a Guy, pero no ha encontrado nada. Ahora está viendo otras posibilidades.
Sakura no estaba lista para dejar ir el sentimiento de traición que sentía hacia Kakashi.
—Así que, ¿está buscando información?
Sai se volvió para mirar a Naruto. El silencio fue su respuesta. Sakura maldijo.
—¿Qué esperabas? —preguntó Sai silenciosamente. La miró con ira entonces—. Vas a odiarme, pero concuerdo con Kakashi. Esto tiene que parar. Y tú necesitas ser encerrada.
Se volvió hacia él, sus manos cerrándose en puños.
—Si lo haces, si me delatas, nunca me verás de nuevo.
Inclinó la cabeza hacia un lado, sin preocuparse.
—Ya no tienes quince. No puedes sólo marcharte.
Abrió la boca, pero no se le ocurrió nada ingenioso. Nunca olvidaría la noche en que había huido después de que Kakashi se rehusara a dejarla acompañar a Sai a una cacería. No había sido uno de sus momentos más finos.
—Estoy preocupado por ti —dijo Sai silenciosamente.
Escaneó su rostro. Lucía preocupado, como si no hubiera dormido en días. Habían ligeras sombras bajo sus ojos, y sus irises eran casi transparentes.
—No te preocupes por mí, Sai. Tengo todo bajo control. Dame un par de días más y tendré algo para probar mi inocencia.
Con suerte, conseguiría una forma de demostrarles que Sasuke no era malvado también.
—No lo sé.
—Por favor, Sai. —Agarró su brazo—. Me conoces. Sabes que lo conseguiré. Siempre lo hago. Por favor, sólo dame unos pocos días más.
Sai se tensó. Un músculo palpitó en su mandíbula. Un lacónico e incómodo silencio se estableció entre ellos.
—Tú e Ino se parecían demasiado, ¿lo sabes? Ambas tenían a Kakashi comiendo de sus manos. Y ninguna de las dos podía ver lo que le hacían a la gente que se preocupaban por ustedes. A veces es difícil diferenciarlas.
Sakura respiró profundamente.
—Vas a terminar como ella.
—Sai —Jadeó.
Él cerró los ojos, como si estuviera recobrando el control.
—Lo amas, ¿no?
Abrió la boca para negarlo, pero su respuesta murió en sus labios. ¿Amaba a Sasuke? Quería decir que no, que era sólo sexo y compañerismo, pero su corazón revoloteó. Sai se rió, pero sin el típico humor de Sai. Por un momento, bueno, no lo reconoció en absoluto mientras la miraba como si fuera un desconocido virtual para él. La incomodidad la llenó.
—Sai…
Parpadeando, finalmente puso su mano sobre la de Sakura.
—Sí, sé que normalmente logras todo. Aún no sé si me gustará el resultado de todo esto o no.
El alivio la recorrió.
—Sé que odias esto, pero por favor, dame un par de días más. Por favor.
—Esto apesta —Se quejó—. Sólo no me decepciones. Prométeme que te mantendrás lejos de Sasuke, y no iré con Kakashi.
Sakura apartó la mirada, incapaz de mentirle mirándolo directo a los ojos. Incluso ella tenía sus límites.
—Lo prometo.
Sudor lo empapó y sus piernas gritaron en protesta, pero Naruto siguió empujando. Horas atrás, Yamato había dejado la sala de entrenamientos. Su última orden fue para Naruto, para que corriera a toda velocidad e hiciera ejercicios hasta que ya no pudiera moverse.
—¿Tuviste suficiente?
Naruto se levantó del lugar donde hacía flexiones de brazos. Estaba sorprendido de que Sakura aún estuviera allí, considerando que normalmente desaparecía segundos después de que el entrenamiento terminara.
—No.
Sakura lo observó mientras corría rápidamente una distancia en la habitación para agacharse para otras flexiones de brazo. La empujó a un lado mientras pasaba. La ira hervía debajo de su piel mientras corría de nuevo, agachándose para otras flexiones de brazo. Sakura se rió, parándose frente a él.
—Detente… es una orden.
Se detuvo con las manos en las caderas. Se tomó un momento para tranquilizar su respiración. Sólo cuando creyó que no iba a comenzar a jadear como un idiota, la encaró.
—¿Vas a decirme quién mató a mi madre?
—Ya te he dicho que no lo sé. Nadie lo sabe.
—No te creo —dijo—. Sabes quién lo hizo.
Sakura suspiró.
—Oye, sólo estaba revisándote. No vine aquí para discutir. Te veré más tarde. —Se giró.
No quería que se fuera… no aún. Apartando la ira, pasó la palma de su mano por la frente.
—Lo siento. Sólo estoy algo agitado. Así que, ¿cuánto tiempo hasta estado viendo?
Lo miró de nuevo, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Lo suficiente como saber que necesitas más tiempo.
Sus cejas se dispararon. Ella dudaba de él, pero al menos, se había quedado.
—Estoy listo ahora.
—¿Crees que estás listo para pelear conmigo? —Inclinó la cabeza hacia un lado— Si puedes golpearme, entonces sí, tal vez.
—Creo que lo haré bien —ofreció sin una pizca de duda.
Sabía que si podía probarle que estaba listo, entonces podría alejarse tanto como pudiera de ese lugar. Casi había olvidado como lucía el mundo exterior. Sakura lo miró fijamente. Sombras oscuras crecían bajo sus ojos, haciéndolos lucir sin brillo.
—No voy a hacerlo fácil para ti, camarada.
—No esperaba que lo hicieras. —Sonó su cuello. Los pantalones de trote colgaban en la parte baja de sus caderas mientras se enderezaba—. Hagámoslo.
Sakura lo invitó con una descarada sonrisa. Esperó hasta que estuvo a un solo metro de distancia antes de lanzar una brutal ofensiva. Era rápida y ligera. Fintaría hacia un lado para evadir un duro empujón y terminaría con una patada de costado en su abdomen. En breve, cayó sobre su espalda, jadeando y soltando maldiciones debido a la violenta patada.
—Creí que estabas listo —anunció, sin siquiera sonar sin aliento.
Respirando ásperamente, saltó sobre sus pies. Él era mejor que esto. Había estado peleando no sólo con Yamato, sino con dos o tres Nephilim más al mismo tiempo.
—No he terminado todavía, querida.
—¿Querida? —repitió—. Eso me impresiona demasiado.
Naruto sonrió con suficiencia, agarrando dos de las cuchillas semi-circulares del suelo.
—Oh, así que quieres jugar duro, ¿no? —Sakura sacó las espadas de su sitio—. Te estás creyendo demasiado.
Naruto no respondió. En su lugar, lanzó una patada al estilo mariposa, moviendo las espadas mientras aterrizaba. Sakura lo encontró con una risa salvaje. Golpe tras golpe, fueron tras el otro. Naruto bloqueó una serie de patadas y puñetazos que habrían noqueado a un hombre inferior. Siguió el ritmo de los movimientos fácilmente, e incluso un poco arrogante.
—Vamos, Sakura, había escuchado que podías hacerlo mejor.
Sakura se burló justo antes de girar sobre su talón elegantemente, y con una poderosa patada en círculo, golpeó sus piernas, lanzándolo al suelo. Las espadas volaron lejos debido al impacto. Sakura se paró junto él, sonriendo con suficiencia.
—Nunca bajes la guardia.
Naruto tosió, girando sobre su costado y mirando hacia su petulante rostro.
—¿Nunca bajes la guardia?
Moviéndose rápidamente, fue a por sus piernas. Le dio al borde de sus pies. Incapaz de hacer algo, aterrizó sobre su esbelto cuerpo. Pero antes de que Naruto pudiera reaccionar, Sakura puso el afilado borde de la espada en la frágil piel de su garganta.
—Ahora, ¿qué vas a hacer?
Miró hacia la afilada espada y luego de nuevo hacia sus brillantes y risueños ojos. Sakura era fuerte e increíblemente rápida, pero él pesaba cerca de cuarenta y cinco kilos más que ella, y le ganaba por casi treinta centímetros. Utilizando las habilidades que Yamato le había enseñado y la ventaja que tenía en fuerza, se aferró a las caderas de Sakura con sus piernas y giró. La miró.
—¿Qué vas a hacer? —se burló.
Ella trató de mover sus piernas, pero la fuerza férrea de sus muslos las sujetaba al suelo. Cuando levantó la parte superior de su cuerpo para desbalancearlo, Naruto rápidamente la forzó hacia abajo.
—Bueno —escupió—, aparentemente eres un experto en la lucha.
Naruto sonrió con suficiencia.
—Ahora, ¿quieres decirme que no estoy listo? ¿Aún a pesar de que te vencí?
—Bueno, mierda. —Sonrió—. Podrías estar listo.
Mirándola, se rió.
—Eso era todo lo que quería escuchar.
Sakura frunció el ceño.
—Bien. Ahora bájate de mí.
Rodó hacia un lado y se sentó con las piernas cruzadas junto a ella.
—No puedo creer que te haya ganado. Soy impresionante.
Lentamente, Sakura se sentó y lo miró.
—Que no se te suba a la cabeza. Sólo ha sido una vez.
—Podríamos hacerlo de nuevo, pero me siento mal patear tu trasero. —Sonrió, pero la sonrisa rápidamente decayó mientras se levantaba—. Mierda. ¿Sabes de qué acabo de darme cuenta?
—¿Qué?
—Algunos de esos poseídos y esbirros serán mujeres. —Movió su peso de un pie a otro—. Hombre, aparte de esa poseída en el pozo de las escaleras ese día, nunca había golpeado a una mujer en mi vida.
—Bueno —dijo lentamente—. No las veas como mujeres, ¿vale? Y créeme, cuando la primera trate de arrancarte los intestinos, lo superarás rápidamente.
—Espero que todas traten de hacer eso. No quiero complicarme demasiado.
Sakura sonrió. Parecía que algo de tensión había dejado su cuerpo. La observó por unos cuantos segundos, preguntándose qué debía haber sentido al crecer en este mundo. Cuando se lo preguntó, le sorprendió que le respondiera.
—Es difícil de explicar —dijo—. El Santuario se convirtió en mi familia, ¿sabes? Y todo esto: las peleas y la locura, es una segunda naturaleza para mí. Hay días en que nada me impresiona.
—¿Y los otros?
Sakura levantó la cabeza, sus ojos amplios y, de alguna forma, distantes.
—Hay días en que desearía ser tú y que nadie me hubiese encontrado.
—No lo sé. ¿Vivir y no saber lo que era? Todo esto habría sido más fácil si lo hubiera sabido. Podría haber evitado años de sentirme como si hubiera algo más que debería estar haciendo. —Se rió, sacudiendo la cabeza—. Sé que suena como una excusa.
—¡No! No. No suena como una excusa. ¿En serio, te sentías así?
Asintió, aliviado de en realidad estuviera teniendo una conversación normal con alguien.
—Siempre me sentía como si me estuviera perdiendo de algo como a propósito.
—Guau —murmuró—. No tenía idea.
Comenzó a responder, pero fue interrumpido por una alarmante cantidad de gritos. Sakura se levantó rápidamente y luego se dirigió hacia la puerta. Casi sacándola de las bisagras, abrió la puerta. Naruto la siguió hacia el pasillo. El resplandor del corredor le dio un duro brillo a la escena frente a él. Más allá en el pasillo, donde se encontraban los laboratorios, Sakura estaba paralizada. Parte de él, deseó no haberla seguido. Había visto muchas cosas malas en su vida pero… esto era la peor cosa que había visto nunca.
Sai y Azuma respaldaban a un hombre que estaba desplomado entre ellos; su cabeza colgaba hacia abajo y sangre salía a raudales de su desastroso cabello oscuro. Naruto ni siquiera podría decir de qué color había sido su camisa. Empapada con sangre, se había desgarrado, y tiras de piel colgaban de sus huesos. Ambos avanzaron un paso, y la cosa levantó la cabeza, dejando escapar un aullido que espantó a Naruto. El Nephilim estaba totalmente irreconocible. Profundos cortes avanzaban desde su cuero cabelludo hasta su barbilla, exponiendo tejidos y músculos.
—¿Guy? —Jadeó Sakura.
La recepcionista en el vestíbulo se movió detrás de ellos con un móvil presionado a su oído. Su normalmente cuidado exterior parecía haber desaparecido mientras movía una mano sobre su firmemente apretado peinado.
—No me importa quién eres —Siseó al teléfono— ¡O que cena estoy interrumpiendo! ¡Si no pones al doctor Winchester al teléfono ahora, te quedarás sin trabajo y una cabeza!
—¿Qué sucedió? —preguntó Sakura.
—No lo sé —respondió Azuma, visiblemente alterado—. Sai lo encontró.
Sandy cerró su teléfono de golpe.
—El doctor está en camino. Llamaré a Kakashi. —Corrió por el pasillo.
Sakura los siguió al interior de una habitación.
—¿Sai?
Sai guió al lastimado hombre hacia la cama.
—Sakura, deberías irte.
Ella se enderezó, desafiante.
—¿Qué le sucedió?
—Nunca había visto a alguien tan herido antes —gruñó Azuma mientras ayudaba a Sai a subir al hombre a la camilla—. No sé si lo logrará.
Guy gimió, abriendo un ojo manchado con sangre.
—Él… él me hizo esto.
Azuma se movió hacia el costado de Guy.
—Shhh, no hables. Todo va a estar bien. El doctor está en camino. Él va a arreglar esto.
—Él hizo… esto. —Sangre goteó de su boca.
Sakura se inclinó hacia delante, pero Sai agarró su brazo, alejándola de la camilla. Se alejó de su agarre.
—Sai, ¿qué demonios sucedió allí afuera?
Sai maldijo, hurgando en el gabinete hasta que encontró lo que había estado buscando. Sacó una caja de agujas y una bolsa de sedantes lo suficientemente potentes como para dormir a un caballo. Azuma quitó los restos de la camisa de Guy, exponiendo lo que quedaba de él. Sakura cubrió su boca, retrocediendo hasta Naruto. La sujetó, tratando de darle algo de consuelo, pero incluso él había apartado la mirada. Sai inyectó la aguja en el brazo de Guy mientras le susurraba algo. En segundos, el Nephilim estuvo inconsciente. Sai se alejó de la cama, cerrando los ojos brevemente. Cuando se repuso, sus pálidos ojos encontraron a Sakura.
Llámalo intuición o una terrible corazonada, pero Naruto puso su mano en la pequeña espalda de Sakura.
—¿Qué? —preguntó, su voz apenas un susurro.
—Fue Sasuke quien le hizo esto —dijo Sai, sin siquiera romper el contacto visual con Sakura.
Su rostro se puso tan pálido que Naruto temió que se desmayara.
—No. Él no lo haría… —Se volvió hacia Azuma, que se había retirado hasta una esquina—. No lo hizo.
Azuma la miró a través de los dedos.
—Es verdad.
—¡Lo vi hacerlo, Sakura! —dijo Sai, sosteniendo su mirada—. Deberías haber dejado que Guy lo matase cuando tuvo la oportunidad. Ahora mira lo que le sucedió. Tu valioso Guy hizo esto. ¡Este es el por qué has estado arriesgando todo!
—Es suficiente, Sai —ordenó con serenidad Kakashi mientras entraba en la habitación.
—¿Suficiente? —Se volvió hacia él— ¿Será suficiente cuando traigamos a Azuma aquí? ¿Cuándo traigamos a Sakura? ¿Será suficiente, entonces? ¡Es un Caído! ¡Esto es lo que hacen!
Sakura se alejó de ellos, saliendo hecha una furia de la habitación, sus ojos destellando con terror e ira. Naruto comenzó a ir detrás de ella.
—Déjala ir, Naruto —Kakashi se volvió hacia la recepcionista— ¿Cuándo llegará el doctor?
Ella se aclaró la garganta, sus ojos fijándose en Kakashi.
—Debería estar aquí en unos minutos.
—Por favor, asegúrate de que Sakura este en su habitación. Enciérrala si es necesario. —Miró hacia Naruto—. Deberías irte — ordenó Kakashi silenciosamente—. No necesitas ver esto.
Era demasiado tarde para borrar ese recuerdo de su memoria. Mirando hacia Guy, tumbado a lo largo de la camilla. Ahora veía de primera mano la violencia que existía entre Nephilim y Caídos. Nunca había visto tal destrucción o tanta sangre. Esta formaba un charco debajo de la cama, en cantidades tan grandes que Guy ni siquiera habría estado vivo a ese punto.
—¿Estás seguro de que fue Sasuke? —preguntó Kakashi mientras ponía su mano sobre la cabeza de Guy. Su intensa mirada encontró la de Sai. Cuando el Nephilim asintió, se levantó—. ¿Qué sucedió?
—No lo sé —respondió Azuma.
Naruto había olvidado que estaba allí. Miró por encima del hombro y vio que el detective tenía la cabeza en sus ensangrentadas manos. Antes de que Kakashi pudiera responder, Sandy entró.
—¿Kakashi?
Él inclinó la cabeza rápidamente, sin perderse el desesperado tono en su voz.
—No me digas.
Sandy parecía afligida y asustada. Descarriados cabellos se habían soltado, y sus dedos los movían a un lado.
—Fui a la habitación de Sakura —dijo. Su nerviosa mirada se movió desde Kakashi hacia Guy—. Se ha ido.
Sai se puso rígido. El estómago de Naruto cayó. Se volvió hacia Kakashi, rezando para que su suposición no fuera correcta.
—No lo haría. —Miró hacia Guy—. No, no lo haría.
Kakashi encontró su mirada.
—Sakura lo haría. Fue tras Sasuke.
