Y después de tanto tiempo, aquí tenemos un nuevo capítulo, espero que sea un capítulo en el que sientan que la espera valió la pena.
IN OMNIA PARATUS
(Listo para todo)
—Lo lamento, no tenemos los productos en este momento —dijo la vendedora—. El nuevo lote llegará en Enero. Pero pueden visitar nuestras tiendas principales en Cambridge y en Londres.
Deslizó un folleto hacia Draco. Y a pesar de su frustración, él fue lo suficientemente educado como para aceptar el folleto, mantener su expresión controlada y salir con calma, antes de llegar a la esquina y comenzar a pasarse las manos por el cabello y el rostro.
Hermione fue tras de él.
—¿Malfoy?
Él no le hizo caso y continuó con su frustración, apretando los puños y luego sacando una cajetilla de cigarros de su bolsillo.
—¡Malfoy, deja de hacer eso! —lo tomó del brazo—. ¿Qué es lo que te pasa?
El chico logró zafarse y le dió la espalda mientras encendía un cigarrillo.
—¿Qué es lo que me pasa? ¿Qué me pasa? ¿Eh, Granger? —increpó inicialmente con el cigarrillo entre los labios y luego dejando escapar el humo a centímetros del rostro de la chica—. Pasa que me dicen que para conseguir los materiales que necesito tengo que ir a Londres o a Cambridge. ¡Y yo estoy jodidamente atado a este lugar! —gritó extendiendo los brazos a los costados y dando varios pasos hacia atrás.
—¿Y así de fácil te exasperas? Tú, el chico que entró a un equipo de Quidditch cuando tenía 12 años, quien formó otro equipo de la nada. El que intentó asesinar al mago más poderoso del último siglo y estuvo a segundos de lograrlo. —a medida que hablaba se acercó a él y empujó su pecho con sus manos—. ¿En serio te vas frustrar por esto?
Draco le mostró los dientes, apretando la mandíbula y tiró su cigarrillo al suelo.
—Mencionas cosas de las que no me siento orgulloso.
—Aún así, entiendes el punto.
Ambos se calmaron y retrocedieron, con la discusión terminada, al fin se dieron cuenta de que habían llamado la atención de varios transeúntes.
No dijeron nada más mientras caminaban de regreso. Era ya de noche, cuando regresaron a las estrechas calles de Gamla Stan mágico. Cruzaron el umbral, y pareció que la furia se disipó de Malfoy.
—¿Qué solución sugieres?
Hermione lo miró entre enojada y orgullosa.
—Mis padres—sonrió a su confusión—. Puedo pedirles que te compren las cosas en Londres y nos las envíen por la oficina postal.
El joven analizó su propuesta con la mirada perdida y los dedos inquietos dentro de los bolsillos de sus pantalones.
Su asesor financiero asignado por el Wizengamot podría ayudarle a cambiar el dinero necesario a la divisa muggle. Así que el dinero no era problema, y haciendo cálculos aproximados, podía gastar todo el dinero que quisiera en materiales y a penas le haría cosquillas a su bóveda. El problema, en realidad, era que no sabía si podía confiar en dos personas desconocidas, y no solo desconocidas, sino muggles.
Su padre definitivamente no estaría orgulloso de él. Draco ya podía ver la mueca de decepción en ese rostro tan parecido al suyo.
Y ese fue el pensamiento determinante que lo llevó a tomar una decisión.
A la mierda con su padre, Draco ya no estaba atado a él ni a sus expectativas.
—Está bien —respondió girando levemente hacia Granger—. Te daría el dinero necesario en un par de días, tengo que escribirle a mi asesor financiero. ¿Cuándo crees que tus padres podían comprar y enviar los materiales?
Si a la bruja le sorprendió su respuesta, no se molestó en demostrarlo.
—El servicio postal se tarda unos días. No suelo usarlo a menudo pero hace unas semanas mamá me envió algo de ropa de invierno y tardó cuatro días en llegar desde Londres.
—Entonces esto llevaría más de una semana. Tengo que tener listo ese trabajo entre el miércoles y jueves.
Pasó una mano por su frente y luego por su cabello. Y Hermione empezó a reconocer esos gestos como muestras de nerviosismo y desesperación.
—Puedo llamar a mis padres ahora —continuó, aclarándose la garganta para disimular su repentino bochorno—. Lo del dinero lo arreglaríamos después, con las cuentas algo más claras—miró su reloj—. Mi papá puede ir mañana temprano y enviarlo tan pronto como pueda. Y… —se detuvo y parpadeó un par de veces.
Hermione mordió su labio inferior y miró a Malfoy, nuevamente con duda.
—¿Cuánto estás dispuesto a gastar por esos materiales?
Él levantó una ceja, como inquiriendo desde ya lo ridícula que era la pregunta. Ella no cambió su expresión.
—Eso es en absoluto irrelevante, lo único importante es conseguir esos materiales. —bufó.
Lo siguiente que supo es que estaba regresando al mundo muggle y después estaba junto a Granger dentro de una especie de cabina roja.
—Sí, mamá. Todo va bien. No, no me estoy saltando las comidas. Sí, duermo las horas necesarias.
Draco no se perdió la manera en la que ella ponía los ojos en blanco pero a la vez sonreía. Él sintió un poco de anhelo. Hacía tanto que no escuchaba la voz de su propia madre.
—Te llamo para pedirte un favor. Bueno, a tí y a papá. No es para mí. Es para… —sus ojos se dirigieron hacia su rubio acompañante—. Para un amigo. Verás… hay un lugar en Londres, donde…
Pasaron más de quince minutos en esa cabina, Hermione hablando con su madre y Draco tratando de dictar una lista con los materiales que necesitaba con más urgencia, en lugar de lanzarse a pedir cada artículo que estaba en el catálogo.
Resultaba que la idea de Granger era que sus padres utilizaran algo llamado aviones para que sus cosas lleguen pronto. Se suponía que su padre iría por la mañana a la tienda, luego iría a Heathrow a hacer el envío. Tras ello, aproximadamente 3 horas después, Hermione y Draco irían al Aeropuerto de Arlanda con tren desde el Centro de Estocolmo a recoger el envío.
¿Por qué ellos irían juntos? Porque el paquete se enviaría a nombre de Hermione, ya que su madre quería mandarle algunas cosas; además era bien sabido que ella era quién se movía mejor por el mundo muggle.
Eran ya pasadas las 7 cuando al fin volvieron a pisar las calles mágicas de Gamla Stan.
—Me encanta el chocolate que hacen en ésta cafetería —exclamó la bruja—. ¿No quieres tomar algo?
—Es un poco tarde, Granger. Puedes tomar lo que quieras cuando lleguemos —trató de ser lo más conciliador que pudo, lo que le costó reprimir un par de muecas y un gruñido.
—No hay manera que lo que haya en la residencia sea parecido al chocolate de allí.
Por su parte, ella se moría por decirle que podía irse si estaba tan cansado, pero a la vez quería retenerlo por más tiempo, ya que todavía no se sentía nada valiente para regresar sola y menos de noche.
Por suerte, él no puso más pegas y entraron al establecimiento. Incluso no dijo nada mientras hacían cola para llegar al mostrador.
—Buenas noches. Un chocolate caliente, sin marshmallows y bajo en azúcar, por favor —inclinó la cabeza hacia su acompañante—. ¿Quieres algo, Malfoy?
El joven miró por un momento hacia el menú colgado frente a ellos.
—Un café.
—¿Qué tamaño desean sus bebidas? —sacó varios vasos. —¿Alto, grande o venti?
—Ambos grandes, por favor.
¿Por qué Granger era tan amable con los desconocidos?
—¿Para beber aquí o para llevar?
Esta vez Draco se adelantó.
—Para llevar.
Hermione bajó la mirada para sacar dinero de su bolso, pero cuando su atención regresó al mostrador, Malfoy ya estaba recibiendo su cambio.
—No es justo, yo iba a pagar —le frunció el ceño enojada.
—Que me arrastraras aquí no significa que perderé mis modales.
La chica entreabrió los labios para reclamar pero el señor parado detrás de ellos se aclaró la garganta y se vieron obligados a avanzar.
Al salir del lugar, reanudaron su viaje en silencio, cada uno sosteniendo sus bebidas. Discretamente satisfechos de tener algo caliente luego de estar tanto tiempo en las calles frías de Gamla Stan.
No obstante, parecía que nunca llegarían a Elysian. O al menos, Draco nunca llegaría si seguía al lado de Granger.
Había un niño de unos 3 años, llorando desconsoladamente en la esquina de la calle, y el resto de personas solo lo miraban antes de continuar con sus caminos.
Hermione no, en su lugar, ella rápidamente se dejó conmover, caminando hacia el pequeño e inclinándose frente a él.
—Hola —su voz se hizo suave, pero para nada infantil—. ¿Puedo ayudarte?
El niño la miró con sus ojos llorosos y cientos de lágrimas cayendo por sus mejillas. Hizo un puchero y susurró.
—Mamá.
Volvió a llorar y Hermione lo abrazó con mucho cuidado. Levantó la mirada, notando a Malfoy de pie junto a ella.
—Creo que se perdió. Si tienes prisa debes regresar, yo me quedaré a ayudarlo—dijo frotando la espalda del niño—. Gracias por acompañarme y por ayudarme cuando…
Draco asintió sabiendo a qué se refería cuando no quiso decir más.
Con las manos en los bolsillos y los dedos inquietos por sujetar un cigarrillo, se dió la vuelta y comenzó a caminar.
Granger era tan innecesariamente amable, que a veces podrías pensar que estaba fingiendo para aparentar ser carismática. Y él no podía quedarse más tiempo fuera, hacía frío y estaba harto de estar lanzándose hechizos de calentamiento cada 7 minutos; además que ya había echado a perder toda su tarde por esa chica.
Esa chica que parecía no poder superar sus pesadillas. Esa chica quien la mayoría de veces era tan valiente y obstinada, pero que también podía ser completamente vulnerable.
Ay, carajo.
Draco se dió cuenta de que no podía dejarla sola. Su conciencia, de por sí mancillada, no se lo iba a permitir. Del mismo modo que sus razones egoístas. Él era la última persona que había sido visto con Granger. Si esos idiotas le hacían algo de nuevo, Draco se vería involucrado y, por sus antecedentes, sería el principal sospechoso.
Se detuvo, y primero notó a Granger todavía de rodillas frente al niño, y luego miró a un hombre con su insignia de auror caminando calle abajo.
—Disculpe.
Dio unos pasos hacia el auror que se detuvo cuando lo oyó.
—Allí hay un niño perdido, esa chica lo está ayudando.
Y así, perdió las dos horas más aburridas de su vida con Granger y el niño más hablador del mundo. El cual le recordaba un poco a Blaise cuando se conocieron, pero por lo menos, él había podido entender a Blaise y tener una charla/discusión sobre sus equipos favoritos de Quidditch; en cambio, no podía entender ni una sola palabra de lo que decía el niño.
Dos aurores se encargaban de buscar a la madre en tanto ellos cuidaban del niño, de regreso a la cafetería. Primero consolándolo, luego oyéndolo a hablar sobre una y otra cosa, sin seguir alguna secuencia.
—Mamá ompo a poteto eo Ans no uta opa e poteto.
—Pero tu mamá te quiere mucho, y quiere que crezcas y seas fuerte —le respondió Hermione como si realmente le hubiera entendido. Aunque parecía que sí—. Por eso debes de comer la sopa de tomate que te prepara.
—Eo no uta opa e poteto —el niño frunció su rostro—. Ans uta mel… eo abea meo.
—¿Así que te gusta la miel? —sonrió la bruja—. ¿Qué te parece si a tu leche le ponemos un poco de miel?
El niño se iluminó por completo, irguiéndose en su silla y aplaudiendo con total alegría.
Bien, parecía que Granger entendía sus bobos balbuceos.
El pequeño, encantado con Granger, tomó su leche sin ninguna queja, y al terminar bostezó y parpadeó con ternura. La chica no pudo contener su sonrisa.
—Creo que al fin se quedará dormido —le comunicó a Malfoy, quien estaba sentado justo frente a ella, con claras muestras de tedio y cansancio—. No debiste regresar, pero… gracias.
Él solo asintió, apenas reconociéndolo. Hermione decidió continuar.
—No logro entender, cómo es que una madre no regresa a buscar a su hijo después de tanto tiempo. Se debió dar cuenta al instante y comenzar a buscarlo. No tiene por qué tardar tanto.
—Olvidas que no eres madre, Granger. Y tampoco la conoces, así que no puedes saber cómo ella reaccionó al darse cuenta de que había perdido a su hijo —la miró con hastio.
Sus mejillas se ruborizaron, haciendo más notorias sus pecas. Odiaba sentirse regañada.
—Lo sé, lo lamento.
—Oe, Ans ere bao —el niño, le tocó el brazo a Hermione, llamando su atención.
—¿Quieres ir al baño? —preguntó para asegurarse.
—Sí.
Hermione se puso nerviosa, sin saber qué hacer en ese momento. Solía ayudar a sus padres con los niños en su consultorio, pero nunca los había acompañado al baño.
—Eh… ¿Malfoy?
Él estrechó sus ojos con suspicacia.
—No. Ni se te ocurra Granger —se pegó más hacia el respaldo de su silla.
—Tú eres un chico, tú… podrías… no sé… ¿ayudarlo mejor que yo? —terminó la oración con una pregunta, mordiendo su labio inferior.
Draco resopló. Qué maravilloso día estaba siendo aquel.
Minutos después entró al baño, tomando la mano del niño. Revisó las puertas y encontró un cubículo vacío.
—Ahí tienes, amigo—le dio un ligero empujón en su espalda para que se adentrara—. Yo te esperaré aquí.
Cruzó los brazos, sintiéndose satisfecho de sí mismo.
El pequeño ser humano frente a él, lo miró haciendo un puchero.
—Te equivocas, amigo. Ya te hice un favor, no excedas mis límites.
El puchero se hizo más y más triste.
Un hombre, de al menos unos cinco años mayor que él, aclarándose la garganta.
—¿Tienes problemas? —inquirió mirándolo a través del espejo—. ¿No eres algo joven para tener hijos? —dijo con una ceja levantada, un segundo después, resopló—. ¿Pero quién soy yo para hablar? Me convertí en padre a los 23.
Draco lo miró extrañado por sus desvaríos.
—En realidad no es mi hijo —refutó incómodo—. Se perdió de sus padres y lo estamos ayudando mientras consiguen averiguar dónde está su madre.
El otro hombre se mantuvo tranquilo aunque su ceño se frunció con ligereza.
—Qué desafortunado. ¿Ese golpe tiene algo que ver? —señaló su pómulo.
Draco se tocó el rostro y se miró en el espejo, dándose cuenta de que ciertamente tenía un moretón en el pómulo. A ese punto, eso iba a tardar más en sanar.
—Oe, ero pis. —el niño jaló el pantalón de Draco.
El rubio frunció la nariz. Frente a él, el extraño se limpió las manos en sus pantalones y dio un pasó hacia adelante.
—Si quieres, puedo ayudarlo.
El joven no dudó en hacerse a un lado y que el otro mago tomara la mano del niño. Mientras se quedaba solo, reconoció que el mago le recordaba un poco a él. Con ese aire de aristocracia, la indiferencia con asuntos que no se relacionen con los suyos, los rasgos tan duros y marcados, y en definitiva, esos muros de oclumancia tan sólidos y altos.
Salieron juntos de los servicios.
—¿Es tu novia? —preguntó el hombre cuando vio al niño corriendo hacia Granger y subiéndose en su regazo.
—¿Quién? ¿Granger? —espetó con incredulidad. —No, en absoluto.
—¿Y qué esperas para convertirla en tu novia?
—¿Por qué querría que Granger fuera mi novia? —casi se atoró con la palabra.
El hombre junto a él, sonrió de lado, como si supiera el gran secreto del mundo mágico y Draco fuese tan ignorante como para no saberlo.
—Es bonita, inteligente, astuta, con una personalidad propia y una moral solo delimitada por ella, aunque eso no quita que sea extremadamente ética—enumeró con soltura y sin ninguna pizca de duda—. Eso sí, no cometas el error de pensar que por ser compasiva puede perdonar todo.
Eso solo hizo que Draco lo mirara con más extrañeza.
—¿Cómo sabrías eso si no la conoces? En cambio, yo sí he estado cerca de ella desde los 11 años, y te puedo decir que tienes razón en una sola cosa.
—¿Por qué sé que ella es todo eso? Porque tiene la misma mirada que mi esposa. —deslizó su pulgar por su aro de matrimonio—. En cambio, ¿puedes tú decir que la conoces en realidad?
Cualquier cosa que estuvo por decir Draco, murió en sus labios.
El otro mago, sofocó una risa y le dió una palmada en la espalda.
—Un placer. Debo regresar a casa.
Arreglando las mangas de su saco, dió media vuelta y se marchó.
Y Draco regresó a la mesa que compartía con Granger, durante otra larga hora. En tanto, tomaban más tazas de café y el niño se dormía.
Él lo envidiaba de cierta manera, a diferencia suya, el pequeño no tenía un nido de acromántulas caminando en la cabeza.
Era cierto que Granger era inteligente, a estas alturas no podía negarlo pero… ¿el resto de cualidades que el extraño enumeró? Y su actitud. Daba la impresión de que tenía todas las respuestas a miles de incógnitas. Y al final todo era tan absurdo. Su aparición, su charla, sus palabras, su despedida.
Todavía con el ceño fruncido, se dejó vencer por la impaciencia.
—¿Crees que la madre aparecerá algún día?
—No lo sé —se mordió el labio—. Ya me estoy comenzando a preocupar en serio, por el niño y por el toque de queda en Elysian.
—¿Y si…
—¿¡DÓNDE ESTÁ!? ¡MI HIJO! ¿¡DÓNDE ESTÁ!?
Ambos se giraron hacia la puerta, que era de donde venía el grito. Sin embargo, no tuvieron tiempo a distinguir nada antes de que una mujer corriera hacia su mesa, seguida del par de aurores que se habían encargado de buscarla.
Estrechó a su hijo en sus brazos en un reencuentro emotivo.
Lo que había pasado es que mientras regresaba a casa del trabajo, esa tarde, se distrajo un momento con un conocido y no supo el momento en el que su hijo, Frans, se soltó de su mano y se perdió. El shock de darse cuenta de que no sabía donde estaba su hijo, la llevó a la inconsciencia en medio de la calle y terminó en el hospital mágico de Gamla Stan. Así que, como una mujer inconsciente, y desconocida en el ala de emergencias, fue muy difícil encontrarla.
—Mi esposo está regresando de Copenhague —les comentó, ya más tranquila, de regreso en las calles de Gamla Stan—. Nos preocupamos muchísimo. Nuevamente muchas gracias.
—No fue una molestia, señora Mattson —respondió Hermione en nombre de ambos—. En realidad, Frans fue un niño muy tranquilo y educado.
El mago junto a ella puso los ojos en blanco.
—Si no le molesta, señora Mattson—se adelantó Draco antes de que Granger decidiera continuar contando su vida—. Tenemos que regresar a Elysian.
—¿Después de todo lo que hicieron para ayudar a mi niño, creen que seré tan desagradecida? —la mujer giró hacia ellos muy seria—. De ninguna manera. Los invitaré a cenar al restaurante de mi familia.
—Lo agradecemos, pero se nos hace tarde para el toque de queda y…
—Insisto, por favor —tomó el brazo de Draco con su mano libre y lo arrastró junto a ella.
Hermione sofocó una risa y siguió a ambos por la avenida.
La puerta de Elysian estaba absolutamente cerrada.
—Joder. Joder. Joder.
Ignorando el gruñido de Draco, Hermione consultó su reloj, dándose cuenta que solo habían llegado tres minutos fuera del toque de queda. Lamentó el hecho de no haber encontrado un lugar oportuno para aparecer.
—Aunque maldigas mil veces no conseguirás que las puertas se abran —lo regañó.
—¿Y si nos aparecemos dentro?
—¿Acaso no leíste el reglamento? —cruzó los brazos—. Puedes aparecer en cualquier lugar dentro de los terrenos, pero no puedes aparecer desde algún lugar fuera, por ejemplo; puedes aparecerte desde el comedor principal a la residencia, pero no desde Gamla Stan a tu habitación, hay protecciones mágicas antiaparición para esos casos.
—Gracias, Granger. ¿Es posible que también quieras mencionar la página? —dijo con sarcasmo, encendiendo un cigarrillo con el chasquido de sus dedos y olvidándose lo que ella pensaba respecto a fumar.
—Deja de hacer eso, Malfoy. Tenemos que buscar una solución. —ella hizo otro chasquido y apagó su cigarrillo.
Él la miró enojado y nuevamente chasqueó los dedos para encender su cigarrillo.
—¿Ves alguna solución? —extendió sus brazos a ambos lados, con la cosa llena de nicotina entre los labios—. Yo no.
—¿Y entonces qué hacemos? ¿Quedarnos parados aquí hasta el amanecer? ¡Oh mira, ese árbol parece muy acogedor como para pasar la noche.
Malfoy resopló y le dio la espalda.
Se quedaron así, frente a las puertas, ella sentada junto al árbol, con mucho frío y tozudez, durante más de 10 minutos.
—Ponte de pie. —le ordenó Malfoy con la voz rígida.
—¿Por qué? —levantó el mentón, aunque de todas formas le hizo caso.
—Vamos a buscar donde pasar la noche, ¿piensas que es mejor resfriarte aquí?
No la esperó y comenzó a caminar de regreso al pueblo. La joven sopesó sus limitadas opciones y lo siguió.
En las pocas de posadas y hoteles que podían ubicar cerca, no tenían habitaciones disponibles, y era razonable. Gamla Stan era un precioso destino que visitar en Navidad, así que había mucho turismo en esa época.
Encontraron otra posada más pequeña al sureste de Elysian, y fueron recibidos por un anciano.
—Ahora solo tengo una habitación matrimonial disponible, los huéspedes llegarán mañana al medio día.
Draco estableció su gesto cortés para rechazar la habitación.
—La tomaremos —dijo Hermione antes que él pudiera manifestarse—. Nosotros veremos cómo podemos… disponer… la habitación.
—Pero tendrán que marcharse antes de las 10 de la mañana.
—Ese no será un problema.
El hombre, muy contento, anotó sus nombres y los acompañó a la acogedora habitación.
—Aquí tienen las llaves, pueden prender la chimenea si desean.
Malfoy reprimió su mueca mientras pagaba la habitación, y solo la miró con enojó cuando el hombre cerró la puerta.
—¿Y cuál se supone que es tu gran idea, Granger?
Ella lo ignoró, tras lanzar un hechizo a la chimenea, agitó su varita frente a la cama.
No sucedió nada.
Sacó una lapicera de su bolso, le lanzó otro hechizo, y tampoco sucedió nada.
Eso no podía ser culpa de su magia, había podido encender la chimenea sin ningún inconveniente.
Miró con frustración a Malfoy.
—Mi gran idea era transfigurar algo en otra cama, como hice la primera noche en Elysian— dijo casi con derrota—. Al parecer, la habitación está encantada contra ese tipo de hechizos. —declaró, haciendo un mohín.
—¿Es enserio? —con las cejas fruncidas, Draco le quitó la lapicera y agitó su varita frente a ella y soltó otra grosería cuando no funcionó.
Hermione se sentó en la esquina de la cama. Y se puso a pensar con relativa calma. Querían aparecer otra cama pero era imposible, tal vez porque la posada era un negocio y no podían arriesgarse a que una habitación matrimonial se convirtiese en una doble o triple y perdieran dinero.
—Un sofá.
Miró al joven de forma interrogante.
—Piensa, Granger —sacudió sus manos—. No podemos transfigurar camas, tal vez podamos intentar con sofás.
Los dos se apresuraron a conjurar sofás, y la situación siguió siendo la misma. No podían aparecer otro mueble en el que uno de los dos duerma.
La temida realidad les cayó encima.
Tenían que compartir la única cama disponible en la habitación.
—No hay forma —negó Hermione con la mirada fija en la cama.
Lo único que Draco sabía, era que necesitaba otro cigarrillo para poder gestionar toda esa situación. Así que abrió la ventana e ignoró tanto como pudo a Granger.
Todo era tan paradójico. ¿Ayudar a Granger? ¿Acompañarla a hacer sus compras? ¿Pedirle ayuda a sus padres? ¿Dormir con ella en la misma cama?
¿Cuándo la vida podía dejar de jugarle tan terribles bromas?
La escuchó moverse por la habitación, abriendo la puerta del baño y de los armarios, mientras él encendía un nuevo cigarrillo, aparentemente inmerso en sus pensamientos.
Tal vez no era muy tarde y podía encontrar una habitación en otra posada. Sí, esa era una muy buena idea. Una mejor idea que meterse en esa cama con Granger al lado o…
Alguien le tocó el hombro.
—Encontré pijamas en el armario, puedes ponértelo para dormir —la bruja le extendió las prendas con estampado a cuadros.
—Gracias Granger, en serio lo aprecio.
La chica miró con apatía su cigarrillo y le empujó la ropa al pecho.
—¡Estoy tratando de ser la persona lógica aquí, Malfoy! ¡Aporta un poco, por el amor de Godric!
—¡Cómo quieres que sea una persona lógica, si estoy atrapado aquí contigo!
A Hermione se le cortó la respiración por un segundo. Al siguiente, su furia solo era más arrolladora.
—¡Oh! ¡Qué halagador! Créeme, yo también preferiría estar en esta situación con otra persona, ¡alguien más optimista!
—¿¡Alguien más optimista o alguien que no sea un mortífago!?
—¡Vete al demonio, Malfoy! Por un momento, deja de estar revolcándote en la lástima ¡y ponte la maldita pijama!
En ese momento, Draco estaba muy cerca de ella, con todo el rostro contorsionado de ira.
—¿¡Cómo…
Su rostro se contorsionó en indignación.
—¡Ve a ponerte el pijama! ¡AHORA!
El último grito hizo retroceder a Draco, quien recogió las prendas del suelo y se dirigió al baño. Antes de cerrar la puerta, miró a Granger sobre su hombro.
—Solo para recordarte Granger, que no estoy obedeciendo tus órdenes, estoy siendo una persona lógica.
Y cerró la puerta con un sonoro golpe.
—Malfoy.
—Qué.
—Hace mucho frío.
—Vuelve a encender la chimenea.
—¿Y si…
—Déjame dormir, Granger.
—¿Si juntamos nuestros pies? Solo los pies. —dio media vuelta quedando frente a la espalda del joven—. Tú también tienes frío, escuché cómo castañeaban tus dientes.
Luego de unos segundos Draco acortó ligeramente la distancia entre ellos y, sin siquiera girarse, enredó sus pies con los de ella y resopló.
Contenta con haber obtenido lo que deseaba, Hermione escondió una sonrisa sobre su almohada y finalmente se quedó dormida.
El dueño de la posada les entregó dos vasos de café cuando le devolvieron las llaves de la habitación y se despidieron.
—Camina más lento, Malfoy. Son poco más de las… —Hermione bostezó—. 6 de la mañana, las puertas no se abren hasta las 7.
—En realidad, son las 6:5o. —le dijo en tono de reprimenda—. Y eso no quita que ya haya alguien despierto en la residencia.
Aceleró sus pasos y la joven tuvo que trotar intentando de no quedarse demasiado atrás.
Cuando llegaron a las puertas de Elysian, esperaron unos minutos para que la rejas se iluminaran y con un suave crujido se abrieran de par en par.
En pocos minutos, estaban cruzando las puertas traseras de la residencia, con mucha cautela, colocándose hechizos silenciadores en los zapatos mientras subían las escaleras hasta el tercer piso. Las habitaciones de ambos estaban en el pasillo de la izquierda, por lo tanto se separaron cuando Hermione llegó a su puerta. Con la mano en la manija, giró la cabeza hacia Draco y preparó su voz para que fuese lo más baja posible.
—Gracias. Por todo. —él se detuvo—. Nos vemos luego del almuerzo.
No espero ninguna respuesta, deslizándose dentro de su habitación, dispuesta a dormir muchas, muchas horas.
Terminaron yendo al Aeropuerto de Arlanda acompañados de Blaise, quien estaba muy emocionado por ver "las cosas voladoras de metal".
Draco tampoco fue ajeno al asombro cuando llegaron a su destino, luego de su viaje en el Arlanda Express desde el centro de Estocolmo. La verdad era que no podía creer cómo los muggles podían confiar su vida, y la de cientos, a un piloto y una lata con alas.
—Tú confías la tuya a un palo de madera.
Esa fue la burla audaz de Granger cuando él expresó sus dudas en voz alta.
El paquete que le enviaron los señores Granger era grande, realmente grande. Por lo que recibieron la ayuda de un hombre uniformado que les trajo otra cosa metálica con ruedas que les ayudó a llevar la gran caja a un lugar discreto donde lanzar un encantamiento ligero como una pluma y uno reductor para llevarlo en su bolsillo.
Con su boleto de vuelta a Estocolmo, estuvieron de regreso en el tren con él y Blaise planeando los siguientes entrenamientos del equipo y con Granger entretenida en su libro.
Su gran "aventura" terminó cuando le entregó su propio paquete a Granger, el dinero que tenía que devolver a sus padres y un sincero pero frío gracias.
Viernes 24 de Diciembre de 1999
Los días pasaron volando, hasta que los exámenes fueron rendidos por completo, y gran parte de sus compañeros subían o bajaban arrastrando baúles y terminaban de prepararse para su breve regreso a casa.
A pesar de que Draco, Blaise, Pansy y Theo no iban a regresar a casa, y tampoco sabían si podían ir al campus de invierno, fueron llevados al auditorio.
—Bien, jóvenes —inició el rector cuando todos hicieron silencio—. Felicitándolos por su magnífico desempeño en esta primera mitad del semestre, quiero brindarle más información respecto a nuestras vacaciones de invierno y absolver sus dudas.
Unos cinco profesores se acercaron al medio y extendieron un gran pergamino, dejándolo flotar en el medio del podio de presentación, a vista de todos.
—Primero, revelar que el campus se encuentra en Noruega. ¡Preparen sus mejores vestimentas de invierno! —aplaudió con entusiasmo, lo que los jóvenes replicaron—. Partimos a Tromsø este miércoles 29 al medio día, así que disfruten de sus vacaciones de Navidad y empaquen sabiamente.
Continuó demostrando su alegría conforme les contaba más y más detalles de Noruega, los días eran cortos pero las noches largas, conocerían otras ciudades, recibirían el nuevo milenio allí y la siguiente ronda de partidos de Quidditch también se llevaría a cabo en Tromsø.
Aunque residirían en Noruega hasta fines de Febrero, sus clases continuarán con regularidad desde el 10 de Enero al 25 de Febrero, esperando que se reanudacen en los primeros días de Marzo.
Cuando estaban por retirarse, Ekman se detuvo al lado de Theo esperando tener una breve reunión con ellos.
Mientras sus compañeros regresaban a sus residencias para recoger sus cosas e ir a la estación, Draco, Pansy, Theo y Blaise, se sentaban con Ekman en su oficina.
—La directora Mcgonagall y el Ministro, me han puesto en conocimiento respecto a su situación desde que llegaron aquí. Sé que no pueden salir de Suecia hasta que se gradúen, y en el caso suyo, señor Malfoy, tiene una restricción en el uso de magia.
Pansy se puso de pie, empujando su cabello fuera de sus hombros y con los puños cerrados.
—Si nos va a decir que nosotros no iremos a Noruega, rector Ekman, no es necesaria toda esta ceremonia, ya lo sabemos.
El hombre solo se reclinó más en su sofá y sonrió, a pesar de su insolencia.
—En realidad, señorita Parkinson—hizo una pausa—. La directora Mcgonagall y yo apelamos a esa norma. Respaldándonos en motivos académicos, hemos conseguido obtener un beneplácito a lo impuesto para ustedes.
Los cuatro se irguieron con interés.
—Sin embargo, aún se quedarán aquí en este periodo de vacaciones—su gesto decayó en algo similar a la frustración—. Escapa de mis manos el poder ayudarles a prepararse para este viaje. Necesitarán ropa de invierno y algunas otras cosas…
—No se preocupe, rector. Nosotros nos encargaremos del resto, usted ha hecho más de lo que esperábamos—concedió Theo.
Minutos después, los cuatro salían de la oficina con más esperanzas y hambre de libertad.
Hermione y Ginny caminaban junto a Neville y Luna, un poco más atrás del grupo de Padma y Daphne, que incluía a Tracey, Hannah, Parvati y Susan. Aunque Daphne iba tomada de la mano con Blaise.
—Mi abuela quiere que visitemos a mis tíos en Viena—comentaba Neville—. No sé cómo decirle que tengo menos de una semana para estar con ella. Tal vez me quede solo en Londres, Harry me dijo que podía unirme a ustedes el día de Navidad.
Hermione esperó que Ginny le extendiera la invitación, pasado un minuto se mantuvo en silencio y observó cómo las orejas de Neville comenzaban a sonrojarse.
—Creo que Molly estará encantada de tenerte en la Madriguera —intervino con tanta sutileza como pudo—. Yo no podré ir, haré un viaje rápido con mis padres.
Neville sonrió y continuaron comentando sus planes para Navidad hasta llegar a la estación.
Había cola para subir al tren y quedaron detrás de Daphne y Blaise, quienes intentaban hablar en tono bajo.
—Dile a Wytie que estaré en la Residencia de Invierno, que no me busque en la Mansión. —decía Daphne.
Ginny hizo lo posible para no mirarla con hastío. Claro, Daphne tenía mansiones y residencias para cada estación del año. En cambio ella qué podría decir. ¿Dile a tu elfo que me busque en mi única y poco espaciosa casa sin salas de té, bibliotecas enormes y salones de baile?
Casi rió por lo paradójico.
—Se lo haré saber. Gracias —Zabini se inclinó dejando un beso en su mejilla antes de dar un paso hacia atrás y observarla subir al tren.
Ginny subió al segundo siguiente con la mirada fija en sus pasos pero distraída del resto del mundo.
Lo que quedó del viaje fue una neblina, que no se disipó hasta que vio a Harry y fue cobijada en sus brazos.
Aunque la tranquilidad fue momentánea.
De un tiempo acá, su relación con Harry no había ido tan bien como dejaban ver al resto del mundo. Obviamente tenían la distancia como obstáculo, sumándole el hecho de que Harry creía que sus anhelos eran una prioridad para su relación y por ello se esperaba que Ginny se casara con él cuando se gradúe, como si Elysian fuera un tipo de prórroga antes de dar inicio a lo que suponía fuera el verdadero sentido de su vida.
¿Lo peor de todo?
Su madre estaba de acuerdo con Harry.
Molly no esperaba el momento en el que ella terminara Elysian y se fuese a vivir a Grimmauld Place con Harry y portando un anillo en el dedo.
Entonces, Ginny, a veces sentía que la equivocada era ella.
¿Qué necesidad había de querer estudiar en Elysian cuando si se convertía en la señora Potter, tendría su vida servida en una bandeja de plata, no, no de plata, de oro?
Y sin embargo ella se sentía tan… libre en Suecia, con sus amigos más cercanos y otras personas con las que iba forjando importantes lazos. Se sentía tan libre y absolutamente real, sin tener que fingir normalidad ante George, y estar bien frente a sus padres.
En Elysian estaba absuelta de todo miedo, duda o preocupación, todos tenían rasguños, no rotos, ninguno de ellos estaba roto, pero tenían miles y miles de rasguños, y nadie tenía que ocultarlos.
No sabía qué pensar de sí misma si quería volver a Suecia en lugar de quedarse con su familia y su novio, y en Navidad.
Así que fue la chica que ellos esperaban que fuese, con el consuelo de que solo tenía que mantener esa fachada por cinco días.
Fue la hija obediente y cariñosa.
Fue una hermana divertida.
Fue la chica que estaba enamorada de Harry desde que tenía 10 años.
Y todo se mantuvo "bien".
—¿Y quién era ese amigo al que ayudamos?
Hermione detuvo la cuchara a medio camino de su boca, mirando de forma nerviosa a su mamá.
—Solo un compañero de Hogwarts que también va a la universidad.
—¿Y ese compañero tiene nombre? —Jean entonó la pregunta con cierta insinuación.
La joven se sonrojó.
—¡Mamá!
—¿Qué? Solo quiero saber a quien ayudó mi hija con tanto esmero.
De repente la risa de su padre hizo que la atención recayera en él.
—Lo siento, calabacita, pero tu madre tiene razón —levantó las manos cuando Hermione le lanzó una mirada fulminante—. Sueles ser muy independiente, es rarísimo que nos pidas ayuda para ti, y resulta totalmente extraordinario que pidas nuestra ayuda para alguien más.
Hermione dejó que su vergüenza se desvaneciera cuando entendió la lógica de su padre. Bien, podía contarles algo sobre Malfoy, pero no todo, como por ejemplo; que habían compartido una habitación en dos ocasiones, y solo una cama en una de ellas.
—De acuerdo, ustedes ganan.
Sopesó lo que era correcto para decir y tomó aliento.
—Él es… está lejos de sus padres, antes… —bufó —. Antes parecía el rey del mundo, pero ahora es algo callado aunque sigue siendo igual de… avasallador— frunció el ceño por su elección de palabras—. Creció en el mundo mágico, su familia viene de cientos y cientos de años de magia. Nunca había puesto un pie en el mundo muggle. Estudia algo así como arquitectura, sin embargo adaptado a la magia.
—Lo suponíamos —asintió su papá.
—Y en realidad, él me ayudó primero. Al tener poco contacto con lo no mágico, él estuvo trabajando con recursos limitados y le pregunté si le molestaría usar artículos muggles porque lo necesitaba para uno de sus exámenes; cuando fuimos a la tienda, no tenían stock para los productos que él necesitaba. Y los exámenes son importantes, ¿cierto? Era importante ayudarlo en ese asunto.
Su mamá continuó sonriendo.
—Claro, los estudios siempre son importantes para ti.
—¡Mamá!
Ella solo rió.
—Y dinos, ¿eran amigos en Hogwarts?
Le tocó sonreír a Hermione mientras la señora Granger se inclinaba con interés sobre la mesa.
—No éramos ni somos amigos. Todo lo contrario, nos llevábamos terriblemente. —bebió de su vaso en un vago intento de refrescarse—. Y por favor, ya no más preguntas.
Su mamá rió y redirigió la conversación hacia uno de sus últimos pacientes.
Sin embargo, Hermione se quedó pensando en esa pregunta ¿eran amigos?.
Lo primero que su mente respondía era no. Y luego se ponía a pensar en cómo él se aseguraba que todos fueran acompañados a clase, cómo la había ayudado y susurrado su nombre, dejándola llorar en sus brazos, él había regresado por ella a pesar de estar cansado y tener frío, para ayudarla con Franz. Sí, era pesimista, gruñón y, aunque no alardeaba como antes, aún se mantenía siendo algo arrogante, y ello no quitaba que al final del día era el chico más correcto y centrado que conocía.
Pero, ¿eran amigos?
Enemigos no eran, más que simples conocidos, sí. Amigos… tal vez por ahora no, pronto quizá.
Sí, tal vez serían amigos pronto. Ese pensamiento la reconfortó y pudo continuar su cena.
Miércoles 29 de Diciembre de 1999
Pansy le arrebató el maletín a Daphne, lanzándolo hacia su cama y comenzando a hurgar dentro de él.
—Espero que Livly haya puesto mi abrigo de piel de Annabella Company, no puedo pasar un invierno sin él —murmuró para sí misma, aunque con mucho ahínco.
—Es solo un abrigo Pans, no exageres.
Daphne, Blaise y Theo miraron con horror a Draco, mientras lentamente, en serio, muy muy lento, Pansy giraba la cabeza hacia su rubio amigo con los ojos entrecerrados y su mejor expresión de que ella tenía las de ganar, y matar.
—¿Podrías repetir lo que dijiste, Draco, querido? —su voz era intimidantemente melodiosa.
Parecía que Draco al fin había caído en consciencia de su error. Levantándose de su silla y retrocediendo en dirección a la puerta.
—Dije que… es solo un… ¿abrigo?
Quién iba a imaginar al avasallador Draco Malfoy buscando una salida para escapar de su amiga más antigua, la cual era más delgada y algunos centímetros más pequeña que él; a la vez que miraba a sus amigos con signos de alarma.
Compadeciéndose del tormento que le iba a caer a su amigo, Blaise rodeó con sus brazos la cintura de Pansy.
—Déjalo Pans. Es tan ignorante al no saber que tu preciado abrigo es italiano y fue heredado de tu bisabuela —dejó un ruidoso beso en su mejilla.
Pansy se deshizo de su abrazo y se acercó a Draco.
—¿Sabes cuándo llegará mi venganza? —sacó a relucir su mejor sonrisa estilo Slytherin—. Cuando te enamores en serio y llenes de halagos a tu novia aunque ella esté vestida con un pergamino viejo y polvoriento.
El rubio bufó en tanto Pansy regresaba a la cama a continuar revisando su maleta.
Él enamorarse. Qué broma tan absurda.
Además era tan estricto con la imagen personal, que Pansy estaba equivocada. Aun enamorado, le diría a su novia cuando algo se le veía mal o terrible.
Daphne les había hecho el favor de traerles el equipaje que sus respectivos elfos les habían preparado. Y la única preocupada por el contenido era Pansy, los otros tres chicos estaban seguros de que sus elfos sabían lo que necesitaban con exactitud. Además, habían acudido a la oficina de Gringotts a retirar el dinero que sus asesores financieros dispusieron para ellos.
Y con todo listo se reunieron con la sala de estar con el resto de sus compañeros, quienes apenas se molestaron en desempacar o siquiera subir a sus habitaciones. Ekman no tardó en llegar, con su propio baúl levitando tras él, y con su habitual sonrisa.
—Atentos, jóvenes —solicitó su atención—. Haremos esto rápido, ya que tenemos un largo, largo viaje por delante— aplaudió contento cuando todos lo estuvieron mirando—. Bien, bien. Los rectores hemos tenido una charla sobre el traslado al campus de invierno, la cual no ha sido nada fácil. Si partimos en tren desde el centro de Estocolmo, son casi veinticuatro horas de viaje. Con el fin de hacer nuestro desplazamiento mucho menos tedioso, hemos evaluado muchas maneras de llegar a Tromsø y optamos por una opción viable pero aún tediosa.
Los jóvenes pensaron que si su rector estaba redundando tanto, no podía ser un viaje cómodo.
—Tomaremos un traslador hacia el Valle de Tarfala, está autorizado por las autoridades académicas y políticas —con una agitación de su varita, convocó un baúl frente a él —. Una vez llegado al punto de aparición, tomaremos el tren que nos llevará a Tromsø, específicamente a la estación de trenes que se preparó en las instalaciones del campus de invierno. El punto en contra, es que son 5 horas de viaje en tren, aunque son dos horas menos de lo que un transporte muggle lo haría.
Nadie podía ver eso como una ventaja.
Tal vez, solo Luna.
La chica estaba dando saltitos junto a su equipaje mientras todos terminaban de prepararse y comenzar a rodear el traslador/baúl.
El hecho de que en los siguientes dos días el año se acabaría y con ello daría inicio no solo un nuevo año, sino también un nuevo milenio, sumado al hecho de que se aventurarían a un nuevo país, generó un zumbido en sus mentes jóvenes y paradójicamente maduras.
Tuvieron dos minutos para recuperarse de su viaje en traslador para darse cuenta de que se encontraban a metros de la entrada de una estación algo antigua.
Comenzaron a abordar, con el interventor apresurándolos y casi empujándolos, a su respectivo lugar; luego de caminar por los pasillos del tren, aún desorientados, lograron acceder a un vagón, no un compartimento, un vagón solo para ellos. Tenía dos puertas de vidrio, con un marco de caoba, y un rótulo de cobre en el que se podía leer "Draco Dormiens Nunquam Titillandus".
El vagón era majestuoso; las paredes del tren brillaban en un caoba encantador, las cortinas eran elegantes, los asientos eran acolchados y de lejos parecían absolutamente cómodos, habían ventanas pequeñas en los primeros asientos, y en la parte de atrás, las ventanas eran grandes, brindándoles una vista maravillosa, así como habían filas de tres asientos, también habían otros lugares para cuatro o seis personas con una mesa en medio.
Hermione avanzaba detrás de Neville, pero Crookshanks saltó de su agarre, cayendo al lado del asiento de Malfoy y Blaise. El rubio hizo una mueca cuando vio a la criatura tan cerca de él.
—Granger, ¿en serio necesitabas traer a esa cosa peluda?
—No exageres, Malfoy. No te hace nada.
—¿No? —se limpió el saco del traje que vestía—. Me está dejando pelo por todas partes.
Como si quisiera fastidiarlo en serio, Crookshanks pasó acariciando sus piernas y con la cola levantada.
—Ahí lo tienes, tu gato es horrible —se inclinó a sacudir su pantalón con los labios en un mohín de enojo.
—No te quejes, Malfoy, tú te…
—¡Avance, señorita! ¡No tenemos tiempo! —el interventor apareció detrás de ella. La tomó por los hombros, y la empujó al asiento libre junto a Malfoy.
—Pero… yo…
—¡Ubíquense de una vez! ¡El tren parte en dos minutos!
Sus demás compañeros se sentaron en los sitios libres que quedaban sin importarles junto a quién quedaban. Cuando estuvieron en sus lugares acomodaron su equipaje de mano en silencio.
—Mocosos tontos— murmuró por lo bajo el interventor dejando el vagón.
Hermione le puso los ojos en blanco a Malfoy y saludó con una entusiasta sonrisa a Blaise.
—Oye, tengo algo para ti —aprovechó para decirle al moreno—. Encontré el álbum de Michael Jackson que lanzó el año pasado— rebuscó en su bolsa—. Aquí está, The Bad Mixes.
—No —Blaise entreabrió los labios en sorpresa y tomó el regalo con delicadeza, inesperada pero propia de él. —No debiste, Granger. —acarició el envoltorio y el lazo que lo adornaba.
—Sí debía. Te gusta tanto su música, que es injusto que solo tengas un disco —le sonrió y su mirada cayó en Malfoy—. También tengo algo para ti, pero está en mi baúl, no quería que se maltratara.
Draco frunció el ceño, y ella no supo descifrar si era de enojo o de desconcierto. De pronto se sintió dubitativa, confusa si había sido malo comprarle algo por Navidad.
—¿Para mí? —finalmente soltó.
—Sí —se mordió el labio—. Y para Pansy y Theodore. ¿Regalos de Navidad? Algo tarde pero cuando fui de compras, encontraba cosas que tal vez les gustaría y… me pones nerviosa, Malfoy, deja de mirarme así —le entrecerró los ojos—. No tienes derecho a hacer sentirme como si hubiese hecho algo malo por traerles regalos.
—Creo que tú…
—No seas desagradecido, Draco —Blaise golpeó su hombro —. Me disculpo por él, Granger. Generalmente suele tener modales, pero quizá le hizo mal el viaje en traslador. O quizás solo es el mismo gruñón de siempre.
—No te preocupes, hace tiempo que comencé a hacer oídos sordos a sus reclamos —les dirigió una última mirada mientras el tren se ponía en marcha—. Crookshanks, ven aquí.
La criatura se subió a su regazo, y ella abrió un libro, ignorando a sus acompañantes e intentando continuar con su lectura.
Disfrutó tranquilamente de los primeros párrafos con la charla de Malfoy y Blaise como un zumbido a su alrededor. Ellos eran discretos y, gracias a Godric, nada escandalosos.
Hasta que la risa de Luna irrumpió su concentración. Giró su cabeza, dándose cuenta que Luna estaba en el asiento detrás de ella junto a Theodore Nott, ambos sosteniendo la última edición de El Quisquilloso.
La pequeña rubia se cubrió los labios con su mano y le dijo algo a Theo al oído, que hizo que él también se riera pero de forma más sigilosa.
—¿Y qué pasa con esos dos? —dijo Malfoy a su costado.
—Parece que encontraron algo divertido en su lectura.
—No, no Theo y Lovegood, ellos —apuntó con el mentón hacia los asientos del otro lado del pasillo.
Ernie y Tracey ocupaban los asientos un par de filas más adelante de ellos, estaban hablando en susurros, lo raro era que Ernie tenía un brazo sobre los hombros de Tracey y ella estaba casi acurrucada en su pecho.
—Oh —Hermione sonrió—. Están así desde el primer viaje en tren esta mañana, aparentemente han estado saliendo por unas cuantas semanas. Nos contaron en el viaje que habían pasado las navidades con los señores Davies y el Boxing Day* con los Macmillan.
—Deben ir muy en serio si han visitado a sus familias— dijo Blaise deslizándose un poco más hacia adelante.
—Demasiado en serio— recalcó Draco—. En las familias Sangre Pura, eso es estar a un pie del compromiso cuando se trata de relaciones que no han estado… eh… preestablecidas por los padres. Aunque no sé si los padres de Macmillan, pero los de Tracey son un poco más… indulgentes —le explicó a Hermione, al final intercambiando una mirada con Blaise.
—¿Qué quieres decir con relaciones preestablecidas por los padres? —se intrigó Hermione.
—Tal vez en otro momento, Granger —Blaise extendió su brazo por sobre Draco y palmeó su rodilla —Aún no has llegado a tu lección avanzada de "Costumbres de los Jodidos Sangre Pura".
Ella los miró con los ojos entrecerrados y su atención regresó a la novedosa pareja.
—De todas formas, creo que es la pareja más inesperada, pero es bueno ver a más personas siendo felices —concluyó volviendo a abrir su libro.
—Tenemos que despertarlos.
—No, espera —el joven se movió sobre su sitio—. Pans, ¿tienes tu cámara?
—¡¿Qué?
—Shhh —hizo un gesto exigiendo que la otra chica baje la voz —¿Tienes o no?
—Sí, espera.
Hubo otros movimientos lo más silenciosos posibles.
Click Click
—Esto es tremendo.
—¿Ahora sí podemos despertarlo? —inquirió Hermione, intentando reprimir una carcajada.
—Espera —la detuvo Blaise y tomó aire —. ¡Draco! ¡Es tarde! ¡Para la clase de Snape!
El rubio gimoteó y se movió de lado.
Hermione se inclinó y tomó a Crookshanks del regazo de Malfoy.
—¡DRACO LLEGAS TARDE A POCIONES!
Draco se sobresaltó, casi cayendo de su asiento, se puso de pie rápidamente, sacudiendo su cabello y su traje. Parpadeó varias veces, intentando enfocar su mirada, cuando lo logró, todo su cuerpo se relajó.
—No me jodas, Zabini —volvió a acomodar su cabello —. Creí que era una pesadilla.
El otro mago rió con las manos rodeando su abdomen.
—Te… te hubieses… visto —dijo entre carcajadas—. Además… el gato… estabas durmiendo con el gato.
Draco buscó al gato y estaba seguro que, desde su lugar en los brazos de Granger, lo miraba con total orgullo. Granger, en tanto, estaba intentando disimular una risa.
—Solo necesito advertirte de que Blaise y Pansy te tomaron fotografías con Crookshanks —se acercó a Malfoy —. Y voy a pagar por ellas —no pudo detener su risa.
—Todos ustedes se creen muy graciosos —bostezó.
—Deja de gruñir, la cena nos espera —Blaise golpeó su hombro y pasó por su lado.
El rubio esperó a que los demás avanzaran para acomodar su cabello y estirarse un poco antes de seguirlos. Todavía se le hacía difícil conciliar el sueño, pero su siesta en ese momento había sido tan tranquila, y tenía más ganas de golpear a Blaise por despertarlo que intentar averiguar a qué se debía.
Siguió los pasos de sus compañeros y descubrió que en medio del vagón los esperaba una gran cena, en algún momento las sillas se habían movido y todo el espacio pasó a cambiar, gracias a la magia, para simular un comedor, con candelabro incluido.
Habían carritos de té y café a los lados, mientras la mesa estaba muy abastecida de comida de todo tipo y algunos postres. Su estómago se sintió complacido y tomó asiento al lado de Theo.
Pronto todos olvidaron que apenas llevaban dos horas de viaje y que el frío estaba comenzando a calar sus huesos.
Se sentía como su primera vez en Hogwarts, sus padres le habían dicho que iba a emocionarse cuando vislumbrara por primera vez el castillo.
Ahora no estaban bajando de barcas con la boca abierta y el corazón saltando de emoción. En cambio, caminaban entre la nieve, tratando de abrigarse más y susurrando hechizos de calentamiento, pero igual de emocionados que cuando tenían once años.
El viaje al final no terminó siendo del todo aburrido, luego de la cena las conversaciones fueron más animadas y se organizaron para jugar ajedrez y snap explosivo.
Ekman los conducía en grupo y se separaron del resto cuando cruzaron las puertas y luego de pasar el edificio administrativo.
El campus estaba rodeado de abetos, olmos y cipreses, habían bloques de aulas, no como los grandes edificios para las facultades y áreas como en Estocolmo, sino aulas de madera amplios y elegantes. Todo parecía una encantadora villa navideña.
—Mañana, después del desayuno habrá un recorrido por las instalaciones para que se familiaricen con ellas —indicó Ekman, como si leyera sus pensamientos.
Metros más tarde se alejaron de la parte principal del campus para seguir otro camino de cipreses y abetos
Hacía frío y a pesar de los postes a ambos lados del camino y lo bonito que todo era, el cansancio del viaje se hacía sentir.
Entre los árboles pudieron distinguir un conjunto de luces que pronto dio forma a una casa de techos altos, hecha de madera con una amplia puerta y una gran chimenea a la derecha. En el camino hacia la entrada había una hoguera rodeada de algunas sillas, tal recibimiento en conjunto con las luces, le brindaba una gran sensación de calidez.
Y mientras se acercaban unos cuantos no se resistieron a frotar sus manos delante del fuego.
Cruzaron las puertas y el suspiro de alivio fue colectivo, la residencia tenía hechizos de calefacción, e instantáneamente se sintieron felices de que la residencia por dentro no fuera un iglú. Siendo capaces de apreciar todo, descubrieron que a la derecha, junto a la sala de estar, había una chimenea de hormigón lista para ser encendida, en lugar de una pared al lado, tenían una gran mampara para disfrutar de la vista y de la nieve cayendo, un árbol de navidad descansaba en la esquina opuesta, también tenían una cocina y una larga mesa de comedor, además de una pequeña terraza y a la izquierda unas escaleras para el segundo piso.
—Bien, sé que están cansados, así que haremos esto rápido —Ekman caminó hasta quedar en medio de la sala de estar, sujetando un pergamino—. Notan que el espacio no es tan grande como suele ser en nuestra residencia en Suecia, así que habrán habitaciones compartidas. La lista se hizo por orden alfabético y claramente por brujas y magos, así que; Abott, Bones y Davis, habitación uno, pasillo izquierdo, puerta azul. Granger, Greengrass, Lovegood y Parkinson, habitación dos puerta amarilla. Patil Padma, Patil Parvati y Weasley, habitación tres puerta escarlata —levantó la vista, observando a las chicas con expresión cansada—. ¿Olvide a alguna?— bostezó mientras ellas negaban—. Continuamos. Boot, Finch-Fletchley, Finnegan, Goldstein, habitación cuatro, pasillo derecho, puerta verde. Longbotton, Malfoy y Macmillan, habitación cinco, puerta blanca. Nott, Thomas, Zabini, habitación seis, puerta marrón. Eso es todo, vendré mañana temprano por ustedes. Como les dije, luego del desayuno habrá un recorrido por el campus. A las 11 am partiremos a Bergen para almorzar en KODE y para ir en crucero por el Fiordo de Nærøyfjord. En la noche iremos a Lillehammer y… mañana les daré el itinerario completo. Pero al día siguiente, ustedes estarán libres y podrán organizar su celebración de año nuevo. Eso es todo, buenas noches.
Cruzó la puerta, dejándolos algo animados con la expectativa de organizar su propia fiesta no secreta. Hablaron extasiados de lo que haríaa en los siguientes días, manteniéndose inquietos por unos minutos.
Luna subió unos cuantos escalones y miró a todos con una enorme sonrisa.
—Entonces, ¿por dónde empezamos?
*Cabe recalcar que Draco tiene restricciones en su varita, pero es bastante capaz de hacer hechizos sin varita.
*Boxing Day: Es una celebración adicional a Navidad, suele ser conocida como "2° día de Navidad" festejada el 26 de Diciembre, generalmente en el Reino Unido.
N/A: ¡Domingo de Decisiones Deliberadas! En serio deseo que cada domingo haya actualización, había planeado que el siguiente capítulo fuera hasta el final del 2 año en Elysian, pero eso sería en otros tres meses, así que ya no me importa cuán larga quede la historia porque hay tanto que contar y no quiero omitir.
Crucemos los dedos para que la actualización del próximo domingo sea realidad.
Sé que estoy poniendo un poco mal a Harry por aquí, pero luego lo van a entender.
Por otra parte, quizá al igual que yo ustedes nunca hayan ido a Noruega así que estaré compartiendo un documento de Drive con enlaces de los lugares de los que he ido cogiendo inspiración para estos capítulos, igualmente compartiré un tablero de Pinterest con mi inspiración para la historia.
Sin más, coméntenme, ¿qué fue lo que más les gustó del capítulo? ¿Ya notaron las pistas que dejé? ¿Saben quién era el extraño que ayudó a Draco con Franz?
