Habían sido semanas productivas.

Aunque no habían avanzado nada realmente.

Harleen se encontraba estudiando el caso del Joker, tratando de encontrar una solución a sus infinitos problemas. Pero era difícil por tres razones.

La primera: Un paciente como Arthur, quién tenía trastornos psicóticos tan graves y arraigados no iba a curarse de la noche a la mañana, ni siquiera los 7 medicamentos que tenía en su anterior receta. Harleen buscaba dosis y medicinas que el cuerpo y mente de Arthur pudieran aguantar, pero su psique estaba tan contaminada que se estaba volviendo un verdadero martirio.

La segunda y la que más le avergonzaba a la chica: Harleen se sentía cómoda con Arthur, a pesar de que no era una persona cuerda. Aunque no progresaban mucho, sentía que las conversaciones con él eran amenas, y a veces retrasaba a propósito las sesiones sólo para pasar más tiempo a su lado.

La tercera y la más grave de las tres: Les habían mentido a ambos, el Joker no tenía ninguna mejora en su salud mental, de hecho, estaba retrocediendo. Harleen lo sospechó en la tercera consulta, cuando Arthur volvió a contar chistes de mal gusto, pero esta vez en exceso y como imaginaba su muerte, y sus sospechas se confirmaron una vez que notó que hacían falta algunas hojas del expediente de Arthur. Así que investigó por su cuenta, encontró las hojas faltantes en la oficina del director, y sólo pudo hacerlo en una ocasión donde el Dr. Jeremiah se encontraba fuera de Arkham.

Había una nota del anterior psiquiatra, diciendo que renunciaba, que si pasaba otra consulta con el Joker iba a volverse loco.

Esa absurda venganza estaba yendo demasiado lejos.

Normalmente Harleen era alguien que al más mínimo signo de peligro ella renunciaba y huía.

Sin embargo, a pesar de lo peligroso que estaba tornándose el asunto, Harleen no huyó esta vez, decidió tomar el reto. No sólo por Arthur, sino también porque quería ser respetada en Arkham de una vez por todas.

Era la cuarta consulta, inicios de Febrero de 1992.

Harleen entraba al elevador para ir al piso subterráneo, en ese recorrido no había notado que había Botones de Pánico por todos lados. Seriamente pensó si sabía en lo que se estaba metiendo.

Al menos no había intentado matarla en las últimas sesiones. Pero sólo por si acaso, llevaba consigo su navaja.

Llegó al piso y salió del elevador. Caminaba por el pasillo sola.

Cuando llegó a la celda 8181 notó que no había guardias de seguridad. Haciendo un gesto con su cabeza, decidió esperarlos.

Mientras lo hacía, se acercaba a la pequeña ventanilla que tenía cada celda. Se puso de puntillas, quería ver cómo era él en su entorno privado.

Lo único que encontró fue ver a Arthur golpeándose la cabeza contra la pared.

—No deberías de hacer eso— Harleen habló en voz alta. Arthur volteó hacía la voz.

—Hey Dra. Quinzel…— Arthur se acercó a la ventanilla con una sonrisa —Me preguntaba hoy si íbamos a tener la sesión

—Sí Arthur, pero seguridad no ha llegado, y tenemos que esperar, ellos tienen las llaves

—Oh, ya veo…— Arthur comprendió. Harleen miró a los pasillos, sin ningún rastro de los guardias —Deberías de robarte sus llaves

—¿Eh? — Volteó Harleen a la ventanilla.

—Así no tendríamos que esperar a seguridad. Entras, hacemos la sesión y sales, todo como si nada

Harleen intentó de nuevo no sonreírle, pero sólo asintió con la cabeza.

—Es un buen plan, pero hay reglas que respetar

—¿Las reglas se respetan aquí?

—Debe de ser así, ¿Por qué no lo sería?

Arthur volvió a reírse, pero de forma ligera.

—Aquí no respetan a las personas, no creo que respeten las reglas

Tenía un punto. Y eso temía mucho Harleen. Odiaba que el tuviera la razón varias veces, aunque fuera un desquiciado.

Escucharon el elevador, Harleen se hizo a un lado, sentía que tener un plática con el Joker era algo mal visto por los demás.

Los guardias salieron del elevador, miraron a Harleen que ya estaba lista. Ni siquiera se disculparon por el retraso.

Abrieron la puerta y Harleen entró.

Los dos se sentaron en sus respectivas sillas, era hora de iniciar la consulta.

—Bueno Arthur, cuéntame, ¿Cómo te has sentido estos días? ¿Has podido dormir bien?

—Una pregunta a la vez por favor…

—Lo siento. Iniciemos con la más fácil ¿Has dormido bien?

Arthur movía sus ojos a todos lados, tratando de formular una respuesta coherente.

—Sí, si he dormido bien… Creo que puedo dormir más de 6 horas…

—Eso es bueno Arthur, la meta son d horas, poco a poco podrás recobrar tus horas de sueño. Sigamos con la siguiente pregunta, ¿Cómo te has sentido estos días?

—Creo que estoy sobreviviendo… Pero no me siento bien…

—¿Por qué no te sientes bien?

—He tenido recuerdos… Y quiero verlos, pero no puedo, por eso golpeo mi cabeza, estampo mi cabeza para ver esos recuerdos, pero no puedo verlos…

Arthur intentaba concentrarse en su respuesta, y esperaba no tener un ataque por concentrarse.

—Arthur, está bien que quieras saber lo que ocurrió en tu pasado, pero estas haciéndote daño a ti mismo, esa no es la manera. Puedo ayudarte a sacar esos recuerdos de la mente a través de nuestras terapias

—Ok…— Harleen de nuevo hacía anotaciones en su libreta —Es gracioso

—¿Qué es gracioso?— No dejaba de ver la libreta.

—Recuerdo que decías que no querías tutearme porque no era profesional, y desde la sesión pasada empezaste a hacerlo— Carcajeó un poco Arthur cuando se dio cuenta de eso. Harleen en cambió se quedó suspensa al escucharlo.

Era cierto, ¿En qué momento ocurrió eso?

Harleen miró lentamente a Arthur, la había atrapado con las manos en la masa.

—Si te sientes más cómodo podemos trabajar de ese modo— Intentó quitarse esa observación de encima lo más rápido posible —Respecto a lo que hablábamos, ¿Hay fragmentos de algún recuerdo que quieras contarme?

Arthur intentó de nuevo entrar a su propia cabeza.

—Cuando era niño… Yo…— La risa se hizo presente. Cada vez que aparecía, se frustraba —… Yo quería ser comediante, porque siempre he creído que mi propósito en la vida es traer risas y alegría a este mundo oscuro… Le decía a mi mamá "Quiero ser comediante mamá, quiero ser comediante" y me reía para hacerla reír a ella…

—Vaya, querías ser comediante

Arthur aún no terminaba, sólo estaba esperando a que su risa pasará pronto.

—Y…— Volvía a reírse más fuerte —Y, entonces ella… Ella… Ella me gritaba que me callará, yo me reía más fuerte, entonces le hablaba a papá, y me golpeaba, y me decía que no los molestará más…

Mientras Arthur se burlaba de su propia desgracia, Harleen quedó acongojada.

Arthur reía, y no sabía qué era lo que le daba risa.

Sí el hecho que aún recordaba el dolor de los golpes o que no estaba tan seguro de que ese recuerdo fue real.

Daba igual, a ese punto de su vida, ya todo le daba igual.

Harleen tenía una fachada de mujer seria frente a Arthur mientras escuchaba cada tragedia, pero con cada consulta podía presentir que esa fachada iba a caer en cualquier momento.

Sintió un mechón de cabello fuera de lugar, inmediatamente lo acomodó detrás de su oreja. No quería que fuera en ese instante.

Anotaba en la libreta todo lo que Arthur le contaba, escribía con rapidez, pues no quería bajar la guardia y dejar de verlo ni un solo segundo, no sabía si era por lo peligroso que Arthur es, o por otra cosa.

Era lo primero, se estaba convenciendo que era lo primero.

Harleen tenía que ser fuerte ante su paciente, tenía que demostrar que iba a ser la que tomará las riendas de la situación. No él.

—Un día… Un día uno de mis papás llegó conmigo…— Arthur continuó.

"¿Uno de sus papás?" Vaciló Harleen al escuchar esas palabras.

—¿Y que hizo?

—No… No lo recuerdo…— Arthur quedó mirando a la nada. Estuvo así la mayoría de la sesión. Harleen de vez en cuando le hacía preguntas, tratando de llamar su atención. De vez en cuando Harleen miraba a la frente y cabeza de Arthur, buscando alguna cicatriz quirúrgica. Lo hacía por sí no había pasado alguna vez por la lobotomía.

Llegó a preguntarse eso, pues en todas las sesiones Arthur se comportaba demasiado pasivo con Harleen, incluso, si no eran los episodios de la epilepsia gelastica, eran episodios de silencio absoluto.

—¿Arthur? ¿Sigues conmigo Arthur?

—… Sí, aquí estoy…— Arthur respondió finalmente, casi al final de esa sesión.

—Bueno Arthur, lamentablemente ya no tenemos tiempo para continuar. Nos veríamos dentro de una semana. Por las consultas no quiero que te estreses, son ilimitadas

—Ok…

Harleen tomaba de nuevo su libreta y la cerraba mientras Arthur fruncía el ceño.

—Dra. Quinzel, ¿Puedo hacerle una pregunta?

—Sí, por supuesto

—Ya que tenemos más confianza, ¿Puedo llamarte Harleen?

Dudó por unos segundos, ¿Era correcto?

—Sí, supongo que sí, desde el principio te he llamado por tu nombre. No hay problema para mí

—Bueno, pensaba en un diminutivo de tu nombre, pero creo aún no llegamos a ese grado de confianza

—¿Qué tenías en mente?

—…¿Tus amigos te llaman Harley?

Harleen quedó un poco estupefacta. Desde hace un tiempo, ella odiaba ese diminutivo de su nombre y obligaba a todos los que se relacionaban con ella a llamarle por Harleen. Nunca Harley.

Pero por alguna extraña razón, cuando Arthur lo dijo, no le molestaba en absoluto.

—En realidad no tengo muchos amigos— Harleen bajó la mirada con una sonrisa tímida —De hecho, ninguno…

—Oh, que pena… Pero no tienes que preocuparte por eso más

—¿Por qué?

—Ya tienes a un amigo

Harleen vio a Arthur a los ojos, y aunque lo intentó evitar, se sonrojó un poco.

—Gracias Arthur… Y eh… Respecto al nombre, Harley me trae algunos malos recuerdos, dejémoslo en Harleen, por favor

—Malos recuerdos para ambos ¿Eh? Puedes hablarme de ellos alguna vez— Arthur sonrió a ella.

Harleen sólo hizo una mueca con su boca, era ella misma intentando detener su propia sonrisa.

—Tal vez, pero por ahora, nos enfocaremos en ti, ¿Ok?

—Bien—Sin otra cosa que decir, Harleen se levantó y caminó a la puerta.

—¡Oh Harleen! Una última cosa

Harleen se giró completamente.

—¿Si, Arthur?

—No la ocultes

Harleen encorvó sus cejas cuando escuchó eso, ¿Se habría dado cuenta de la navaja que siempre llevaba con ella?

—¿Qué cosa? — Preguntó con cierto temor, Arthur sólo carcajeó antes de seguir

—Tu sonrisa. Sólo la vi una vez, y la tuve que dibujar. No la ocultes

Esto provocó que nuevamente Harleen se sonrojará, incluso más.

—Nos vemos la siguiente semana. Pasa un lindo fin de semana— Salió rápido de la celda. Ni siquiera volteó a ver a los guardias de seguridad, sólo quería salir de ahí.

Entró al elevador. Una vez dentro de la confidencialidad de las cuatro paredes, empezó a reírse y a llevarse una mano a su rostro. Sentía mucha vergüenza y ganas de llorar.

Cuando salió de su turno, no dejaba de pensar en el cumplido de Arthur, cuando estaba acostada en su cama, no dejaba de escuchar la voz de Arthur. Es demasiado obvio señalar con quién soñó esa noche.

Al día siguiente, en Arkham, Harleen confirmaba la fecha de la siguiente sesión.

"Me tienen que estar jodiendo" Fue su pensamiento al leer la fecha.

Era el 14 de Febrero.

Y en los siguientes días, Harleen aguardaba a que llegará la fecha. Como si fuera a tener una especie de cita con Arthur. Incluso había comprado una cajetilla de cigarrillos y un encendedor como regalos.

En uno de esos días, Harleen salió más temprano de su departamento y caminaba por Gotham. En un par de calles se dio cuenta que habían instalado una tienda de disfraces y bromas.

Curiosa, Harleen se acercó y vio en el aparador vio un disfraz de payaso que le recordó a su paciente, un disfraz de mimo, un disfraz de princesa.

Y un disfraz de Arlequín. De color rojo y negro.

Llamó su atención apenas lo vio. Se acercó, quedando hipnotizada. Obviamente recordó su nombre y la relación con ese pintoresco personaje.

Entró a la tienda, estaba dispuesta a comprarlo.

Pero una vez dentro, Harleen se comportó como Harleen.

Salió con una baraja de cartas de Póker inglesa.

Llegó a Arkham, subió al tercer piso donde se encontraba su oficina. Cuando entró, se dejó caer en su silla, abrió la baraja, miró el as de diamantes. Rojo, el color prohibido que tanto le gustaba.

Pero no era la carta que estaba buscando.

Buscó hasta encontrar la carta del Joker, la miró con mucho encanto, incluso empezó a sonreírle a la carta, como si estuviera viendo una fotografía de Arthur. Como si lo estuviera viendo frente a frente.

"Tu sonrisa. Sólo la vi una vez, y la tuve que dibujar. No la ocultes"

Y no lo estaba haciendo, estaba sonriendo más y más.

—… ¿Qué carajos Harleen?

La realidad volvió de nuevo a ella.

Su sonrisa se esfumó.

Asustada, rompió la carta en muchos pedazos y la tiró al bote de basura. Luego se levantó de su silla, asimilando lo que estaba pensando.

Estaba siendo atraía por Arthur, estaba empezando a sentir atracción hacía él.

Y lo único que podía significar era riesgo. Era peligro. Esa atracción podía llegar a ser fatal.

—No Harleen, no. Él no Harleen. Es el Joker… Es un criminal… Es un psicópata… Es un asesino… Es el Joker Harleen. Es el jodido Joker…

Se repetía a si misma para recordarse quien era Arthur Fleck, se sentó en la silla y se llevó ambas manos a su cara.

—No caigas Harleen… No caigas, maldita sea… ¡Maldita sea!

Harleen regresaba a su departamento esa noche. Metió la llave dentro de la cerradura y abrió la puerta, sólo para encontrarse a su madre sentada en el sofá, sin ver la televisión.

—He vuelto... — Harleen anunció su llegada mientras se sobaba su cuello, tener un paciente con cientos de trastornos era agotador.

—Oh, que bueno, tus maletas están hechas

—¿Eh?

Con el corazón a mil por hora, corrió Harleen a su habitación.

Efectivamente, había 4 maletas a los pies de su cama, cama que sólo tenía el colchón. Abrió su armario, vacío. Miró su tocador, todo su maquillaje estaba desaparecido.

Sólo 4 maletas y la caja de su trabajo.

—¡Mamá! ¡¿Qué significa esto?!

—Ah, simplemente quiero que te vayas

—¿Qué? — Harleen se acercó corriendo a su madre —¡¿De que hablas?! ¡¿Por qué quieres que me vaya de mi casa?!

—Oh Harleen, debí echarte de esta casa cuando supe que eras una zorra. Quizá era cuestión de tiempo

—¿Qué era cuestión de tiempo, mamá? ¡No te entiendo nada! ¡Habla por favor! ¡Mamá! ¡Habla!

La madre, quién estaba ignorando hasta en ese momento a Harleen, fijó sus ojos verdes en ella.

—Oh, mi dulce y bella Harley, no sabe lo que le espera…

Harleen, quién estaba a punto de darle un infarto, no entendía aún de que carajos estaba hablando su madre. La juzgaba tanto que ni siquiera sabía ahora él porque era señalada esta vez.

—¿Ahora que hice mamá?

—Oh nada hija, hoy no has hecho nada, ¿Pero sabes? Hoy en la televisión pasaron un reportaje de lo que ocurrió en Gotham hace 10 años. El ascenso de crimen en Gotham, crimen que no ha muerto… ¿Sabes que recordé Harleen? Cuando tu padre murió en esa revuelta… ¿Lo recuerdas?

Harleen, avergonzada, bajó la cabeza.

—Sí mamá

—Sí, debes de recordarlo… 10 años y no me he dado cuenta que realmente sólo estas siendo un estorbo en mi vida. Te veo y sólo recuerdo las tragedias de mi vida, por tu culpa mi vida entera se volvió una… Una maldita mierda. Todo por tu maldita culpa. Y hoy he abierto los ojos, y decidí deshacerme de todo lo que me hace daño. Tú me haces daño Harleen

Empezaron las lágrimas a salir de forma involuntaria, ¿Era enserio? ¿Harleen le provocaba daño a su madre?

—Mamá…

—No me llames así, yo no tengo una hija. Mi pequeña Harley murió el mismo día que su padre, y mis ojos ven a una puta. Ahora vete de mi vista, de mi casa y de mi vida

¿Valía la pena intentar convencer a su madre de lo contrario?

No.

A pesar de que afuera del edificio el frio estaba tan potente que podría congelar a cualquiera y de la inseguridad de esa famosa ciudad, Harleen aceptó sin protestar la petición de su madre.

Tomó las maletas y la caja con dificultad, abrochó su gabardina y sin mirar a su madre, salió de su departamento.

¿Qué iba a hacer ahora?

Harleen tomó un taxi y fue al hotel más cercano. No era tan barato, pero no se iba a arriesgar a convertirse en una cifra más de la cantidad de homicidios en Ciudad Gotham.

En el cuarto de hotel con sus maletas y su caja en el suelo, Harleen no paraba de llorar.

"¿Por qué?"

Era lo único que se preguntaba…

Al día siguiente, Harleen despertó sobresaltada.

Olvidaba que su hogar ya no era su hogar. Si es que a ese lugar se le podía llamar hogar.

Tenía que pensar bien que hacer en su vida en ese momento para reacomodar todo, buscar un departamento amueblado, tratar que ese departamento no estuviera en zonas peligrosas de Gotham.

Pero mientras pensaba, no podía dejar de llorar. Las palabras de su madre y su pasado llegaron a atormentarla de nuevo.

¿De verdad era su culpa? ¿Era su culpa?

"Tal vez" Pensaba. Pensaba. No paraba de pensar.

Se levantaba, intentó recordar los momentos que cambiaron su vida. Se miraba al espejo del hotel. Retrocedía, se acercaba, se miraba más y cada vez de forma más obsesiva.

"Si, si fue mi culpa"

Ese pensamiento de nuevo. Rememoraba el tren subterráneo sucio. Las luces que no funcionaban. Su chaqueta favorita. Las risas burlonas. La forma bufona cuando le llamaban Harley. Los golpes. El dolor.

"Tal vez si fue mi culpa… Y a todos les importa recalcar que fue mi culpa"

Harleen miró como de nuevo salían lágrimas de sus ojos.

—Es por eso que no tengo amigos… Bueno, al menos tengo uno…

"Yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así
Porque nadie me ha tratado con amor
Porque nadie me ha querido nunca oír

Yo soy rebelde porque siempre sin razón
Me negaron todo aquello que pedí
Y me dieron solamente incomprensión

Y quisiera ser como el niño aquel
Como el hombre aquel que es feliz
Y quisiera dar lo que hay en mí
Todo a cambio de una amistad

Y soñar y vivir
Y olvidar el rencor
Y cantar y reír
Y sentir sólo amor"

Jeanette – "Soy rebelde"