—No puede ser enserio…
Harleen estaba frente a una puerta, esa puerta era del departamento que había conseguido. Departamento ubicado en un edificio en medio de uno de los peores barrios de la ciudad.
—Bueno muchacha, debiste darte cuenta de donde estabas metiéndote, no era un pent-house niñita ¿No lo sospechaste por el precio de la renta? — La casera se encontraba a su lado, una mujer vieja, gorda y repugnante, por cierto —No me digas que vas a desanimarte…
—¡No! ¡Quiero decir!... ¿Puede mostrármelo?
—Estas jóvenes y su pensamiento idiota de la independencia— La mujer sacó las llaves y abrió la puerta —¡Oh mierda! ¡Estos estúpidos dijeron que habían remodelado!
La pobre Harleen se congeló apenas entró, pues lo primero que vio al entrar fue una de las paredes manchadas de sangre seca y vieja.
—Bueno…— La casera volvió a hablar —Al menos ya sabes porque la renta está muy barata
—¿Q-Q-Que pasó aquí?
—Un asesinato, ¿No lo ves?
—Claro que lo veo, pero sólo quería saber los detalles…
—No estoy segura, no sé si sea del hombre que mató a su esposa, del raro que mató a su amigo o del ladrón que se encontró con una pobre ancianita, lo sabrás cuando se te aparezca el fantasma del asesinado. Ahí hay un balazo en esa pared, seguramente era la ancianita
Harleen miraba con desagrado a la casera, ¿Por qué hablaba con tanto cinismo? ¿Por qué demonios eligió ese sitio como su nueva morada? ¿Qué demonios estaba pensando?
—Mira escúchame, a excepción de ese detalle estúpido, limpiaron cada rincón, eso creo, puedes sentarte en el sofá sin sentir asco, ya si eres muy fina no es mi problema…
La casera hablaba y hablaba mientras Harleen se reformulaba si era buena idea decir "No, gracias". Pero sus maletas estaban afuera del departamento, se estaba quedando sin dinero y seguir pagando el hotel ya no era una opción.
—Bueno, creo que puedo quedarme aquí…
Después de arreglar papeleo, dar el primer abono y meter sus maletas al departamento, Harleen finalmente tenía un lugar seguro para dormir. Aunque la palabra "Seguro" no era la más indicada.
Miró de nuevo el sitio. Quería ver el lado positivo, siempre quería verlo. A pesar de que las circunstancias no fueran las mejores. Era algo que la caracterizaba.
Caminó, no era muy diferente a su casa, sólo que era más pequeño, y tenía más luz. Además, estaba amueblado. La situación no se veía tan mal, ella misma podría limpiar la mancha de sangre, y hacer el lugar más acogedor de lo que ya era.
Encendió el radiador, no funcionaba, dio una pequeña patada como su casera le dijo y funcionó.
Miró por la ventana, quería conocer el barrio donde viviría por ese tiempo.
—No esta tan mal Harleen, no es como si fueran los 80's…
Estando más tranquila, decidió adaptarse.
Entró a darse un baño para relajarse, se lo merecía. La tina era rosa, de sus colores favoritos. Una vez dentro del agua tibia, pensaba si poner un poco de música, y se arrepintió de no comprar algo de licor. Metió su cabeza debajo del agua. Al menos en ese entorno se sentía segura, sin necesidad de que su madre podría entrar en cualquier momento y no dejar de decirle puta por bañarse sin ropa.
Sonaba a chiste, pero a ese grado de crueldad llegaba a ser ella.
Salió del agua, pensando seriamente. Era cierto, ya no vivía con ella.
¿Así que ya era libre?
Escuchó gritos entre dos hombres muy lejanos. No se preocupó, quería pensar que era algo banal, pues también escuchaba peleas en su antiguo hogar, hasta que escuchó un balazo.
Harleen rápido salió, tomó una toalla y envuelta en esta se ocultó debajo del lavabo.
—Tranquila… Tranquila… Ay, por favor Harleen, acéptalo, esto apesta… Esto apesta…
…
Harleen despertó los siguientes días con más gritos. Aunque estos eran más desagradables que los gritos de violencia. Se levantó de la cama y fue a desayunar.
Cuando bebía su café, vio por la ventana un globo en forma de corazón subiendo por los aires.
—Oh mierda no…— Se levantó y asomó su cabeza. Vio abajo a muchas personas con regalos, globos y ramos de flores.
Corrió al calendario, confirmando la fecha de ese día.
14 de Febrero.
Era la siguiente consulta con Arthur.
Había pasado la semana tratando de sobrevivir que había olvidado por completo ese detalle.
—¿Qué hago?... — Se llevó las manos a su cabeza, estaba nerviosa, pero en el buen sentido, y se dio cuenta de eso cuando estaba buscando un buen conjunto de ropa para ese día —¿Qué carajos pasa contigo Harleen? ¿Te estas olvidando quién es? ¿Eres estúpida o algo? No, no, no, no, no…— Se decía a si misma de nuevo, recorriendo toda la habitación.
Mientras intentaba disciplinarse, volvía a buscar en su armario algo decente para ese día, además, acorde al clima.
Y se volvió a encontrar con la blusa roja y la falda negra.
—No puedes usar eso, ¿Quieres despertar al maldito dragón? — Harleen se dio la vuelta, indignada. Indignación que dejó ir, decidiéndose por usar ese conjunto el día de hoy —Como si el jodido dragón no hubiera quemado ya toda la ciudad
Después de vestirse y complementarlo con unas medias oscuras y botines del mismo color de la blusa, volvió a verse en el espejo. Para ser ropa que no había usado en años le quedaba bastante bien. La blusa no era escandalosa y la falda estaba apenas un par de centímetros arriba de la rodilla. No entendía porque se había privado de usar eso.
Volvió a peinarse de forma habitual, volvió a maquillarse de forma habitual, miró de nuevo el labial rojo.
¿Era prudente? Tal vez sí, tal vez no.
Harleen lo guardó en su bolsa de nuevo. Sólo por si acaso.
Tomó una gabardina, unos guantes y una bufanda. Hoy iba a hacer más frío de lo habitual. Salió y fue directo a su trabajo.
En el vagón del tren veía a muchas personas con sus regalos, adolescentes yendo a la escuela mientras tonteaban y tomaban sus manos. Ella sonreía, ver la felicidad y el amor en otros le hacía sonreír, con la esperanza de que algo así de bueno le pasara alguna vez.
Cuando la melancolía le atacó, apartó su mirada a otro lado.
Volvía a mirar de nuevo a un periódico ajeno, la inseguridad perduraba, y ese hombre murciélago debería de conseguir ayuda.
La bocina sonó anunciando la siguiente parada. Era hora de salir del tren.
Llegó al infierno hecho hospital psiquiátrico. La vibra del amor por ese día en especial moría al pasar por las puertas del asilo.
En su oficina, preparándose para la siguiente consulta, Harleen hacía notas que parecían garabatos. Su bolígrafo dejó de soltar tinta, buscó en los cajones algún otro, y encontró la cajetilla de cigarros y el encendedor que había comprado a su paciente.
Echaba un vistazo a la hora a cada momento. Se acercaba.
Puso en su bata la navaja, dos cigarrillos y el encendedor. Abrió su bolso, sacó un pequeña botella de perfume, usándolo en su cuello. Cuando volvió a abrir la bolsa para guardar la botella quedó perpleja.
Miró el labial, lo sacó de la bolsa. Tenía miedo, pero, ¿Por qué no?
Lo abrió y con su dedo índice tomó un poco de pigmento, sacó un espejo y empezó a darse pequeños toques en sus labios. Nada cargado por supuesto, sólo algo ligero, algo que le diera color.
Miró de nuevo la hora. Era tiempo.
"…No pierdas el control…"
Se levantó, tomó la libreta y fue a su destino.
En el elevador notó que sentía nerviosismo en todo su cuerpo, su pecho se hacía grande y pequeño, su estómago le dolía, y temblaba.
"…No ahora Harleen…"
Llegó al piso subterráneo. Lentamente caminaba hasta llegar a la celda 8181.
—¿Esta lista Dra. Quinzel? — Los guardias le preguntaron a Harleen.
"No…"
—Sí…
Los guardias abrieron la puerta.
Se sentía igual o peor que la primera consulta.
Entró a la celda, cerraron la celda detrás de ella. Miró a Arthur, y notó el detalle que ya estaba sentado.
—Buenos días Arthur— Harleen se sentó en su silla, fingiendo estar serena —¿Cómo te ha ido esta semana?
Arthur se veía serio. No había visto a Arthur así en toda su estadía.
—¿Arthur? — Volvió a preguntar preocupada —¿Estas bien?
—… Harleen… Lo pude recordar todo
—¿Qué dices?... Oh— Abrió Harleen la libreta cuando captó lo que Arthur quiso decir —Dímelo todo
Y como dijo Arthur, soltó todo a Harleen.
La libreta de Harleen, que estaba vacía por varias consultas casi se había llenado por completo. No paraba de escribir, a veces se detenía porque Arthur se lo pedía, quería ser escuchado.
Arthur le contó acerca de Penny Fleck, de su último trabajo como payaso, de los homicidios de los hombres de Wall Street (Sonrió Harleen cuando hablaron de eso), de Thomas Wayne, de Sophie (Aunque a Arthur le costaba trabajo hablar de ese tema), de Murray Franklin y de sus planes originales cuando fue invitado a su programa.
Harleen trataba de procesar tanta información que le fue dada de golpe. Ya entendía porque algunas actitudes de Arthur llegaban a ser bizarras, y recordaba el expediente, que cosa era real y mentira.
No olvidaba a quién trataba. No olvidaba porque Arthur estaba internado en Arkham.
Conforme avanzaba la consulta, Harleen se sentía cada vez más segura, ahora se sentía preparada para todo.
Todo menos por lo que iba a ocurrir.
—¿Recuerdas cuando te dije que tenía muchos papás?
—Sí Arthur, lo recuerdo
—Es gracioso. Uno de ellos se emborrachaba mucho, emborrachaba a mi mam… A Penny, y cuando ella estaba ebria, la golpeaba. Aunque a veces la golpeaba cuando estaba sentada y sin hacer nada…¿Sabes? Ahora que recuerdo…
—¿Sí, Arthur?
—Me golpeaba también…— En ese momento Harleen dejó de escribir. Miró a Arthur consternada —Y no sólo eso, también a veces tenía sexo con Penny enfrente de mí, y cuando no era con ella, era…— Las carcajadas no tardaban en llegar— Era conmigo…
Arthur empezó a tener un ataque de risa.
Harleen se llevó las manos a su boca.
—Y una… Una vez los harté… Mi papá me golpeó en mi cabeza. Estaba harto de mí, y me ataron para no molestarlos más. Lo único que recuerdo… Es que después nunca deje de reír...
Los ojos de Harleen se cristalizaron, mientras que en los de Arthur no paraban de sacar lágrimas. Harleen empezó a acompañar sus lágrimas con las suyas.
Pudo entender porque Arthur hacía tantos chistes de abuso infantil, había sido víctima de ello. También pudo saber el origen de su eterna maldición. Como sobrellevó el rechazo de la sociedad hasta que no pudo más y explotó.
En ese momento, comprendió porque Arthur se convirtió en el Joker.
Pasaron muchos minutos así, Arthur intentando dejar de reír y llorar. Sintió las manos de Harleen tomar las suyas. Arthur la miró y quedó atónito y confundido, volvieron a entrelazar sus manos, y así hasta que Arthur se calmaba poco a poco.
Despejado y tranquilo, Arthur fijó sus ojos en Harleen, y vio sus lágrimas.
—¿Por qué lloras?
Harleen cerró sus ojos.
—Arthur… Arthur, lo lamento mucho… Lamento mucho por lo que pasaste…
—Pero… Así es la vida…— Harleen abrió sus ojos y sentía como Arthur acariciaba sus manos — No hay nada más cruel que la memoria, pero a veces los recuerdos son inevitables, y siempre atacarán. Fue algo que descubrí hace tiempo, así que veo esos recuerdos como chistes… Porque mi vida es una completa comedia…— Arthur sonrió a Harleen, esperando que su sonrisa le animará —… Así que deja de llorar y empieza a sonreír…
—Pero—
—¿Qué te dije la última vez que nos vimos?
—No, no puedo…
Arthur frunció el ceño. Aunque Harleen había dejado de llorar y estaba más tranquila, no podía cumplir con la petición de Arthur.
—Creo que sé que es lo que te hará sonreír…— Dijo Arthur muy alegre —¿Recuerdas que soy comediante, y que estaba preparando material?
—¿Sí? Quiero decir, sí…
Arthur sonrió. Siempre se ponía nerviosa cuando él sonreía.
—¿Qué te parece este chiste?... Toc, toc
—¿Quién es?
—Toc, toc
Ella elevó su ceja al volver a repetirlo.
—¿Quién es?
—Toc, toc
—¿Qué quién es? — Harleen sonrió.
—Toc, toc— Volvió Arthur a hablar emocionado al verla sonreír.
—¡¿Qué quién es?! — Harleen habló animada y desesperada.
—Soy yo, el obsesivo compulsivo, lo siento, es la costumbre…— Arthur terminó sonriendo, y empezó a reír. Harleen pensó que ese realmente era un buen chiste, y no pudo evitar reírse también.
Los dos llenaron la habitación de carcajadas. Incluso empezaron a llorar, pero ahora de la risa.
—Fue muy bueno…— Harleen se estaba secando las lágrimas —Fue muy gracioso…
—Me alegra que te haya gustado, es de los mejores que tengo…— Arthur miraba a su terapeuta, agachó su mirada a la libreta, donde vio la fecha escrita —Hey, hoy es 14 de febrero
—Eh… Sí, es hoy— Harleen se tornó nerviosa cuando Arthur descubrió eso.
—¡Oh! Podríamos hacer algo para divertirnos
—¿Algo? Oh Arthur, no creo que eso sea posible
—¡¿Por qué no?!
—Es que— Harleen elevó sus manos a los lados y se encogió de hombros —No es que podamos hacer mucho aquí realmente
—¡Claro que sí! — Arthur habló en voz alta más emocionado, incluso se levantó de la silla y fue hacía con Harleen —Claro que podemos hacer algo aquí
—¿Algo como qué? — Harleen realmente estaba muy curiosa de saber que tenía Arthur en mente.
Arthur se llevó una de sus manos a su barbilla hasta que encontró una buena idea.
—Podemos bailar
—¿Bailar? Creo que no podremos Arthur
—Que negativa estas el día de hoy, ¿Por qué no podemos?
—Bueno, es que no hay música para bailar
—¿Pero que dices? ¡Sí yo puedo escucharla! Levántate, tienes que estar donde yo estoy para escuchar la música, tienes que prestar atención ¡Es imposible que yo pueda escuchar música y tu no!
Harleen hizo caso, se puso de pie frente a Arthur. Y para cumplir con su capricho, cerró sus ojos, frunció su ceño y fingió concentración.
—¡Oh, tienes razón! ¡Puedo escuchar la canción!
—¡Te lo dije! ¿No es una hermosa melodía? — Arthur no dejaba de ver a Harleen sobreexcitado —¿Me concede esta pieza? — Estiró sus manos, tomando las de ella.
—Claro que sí… Pero… Tenemos otra complicación— Harleen señaló las manos esposadas de Arthur —Esto será más complicado de lo que parece
—Eh… Bueno, siempre hay que adaptarse a las circunstancias— Arthur soltó a Harleen, elevó sus manos y la "atrapó", rodeándola con sus brazos y atrayéndola a él.
Naturalmente, Harleen se aterró, no esperaba eso.
—¡Wow! ¡Wow! ¡Wow!
—¿Qué?
—¡Esto es demasi…! ¿Cómo vamos a bailar así?
—Ah, eso es fácil, yo rodeo tu cintura, tu rodeas mi cuello con tus manos, como si fuéramos unos recién casados
El ejemplo que dio Arthur hizo que ella se sonrojará de nuevo. Insegura, siguió las instrucciones de Arthur.
Los dos empezaron a danzar al "ritmo de la música".
—¿Sabes? Hemos estado hablando de mi por mucho tiempo, es tu turno
—¿Mi turno?
—Sí, es hora de que hablemos de ti, es lo justo
—¿Lo justo? — Harleen dio una carcajada ligera llena de ansiedad —La verdad es que no hay mucho de qué hablar de mí
—Claro que sí, estoy dispuesto a escucharlo todo de ti. De hecho, estoy un tanto inquieto de algo que me comentaste acerca de tu apodo, de Harley
La sonrisa en la cara de ella se esfumó, y evitó ver a Arthur a los ojos.
—Eh… Sí, perdón, no quiero ser grosera, es que de verdad no quiero hablar de eso— Volvió a dirigirle la mirada.
—¿También tu tuviste un mal día?
—Sí, algo así… Dos días de hecho
Abrió Arthur su boca con asombro al escuchar eso.
—¡¿Dos días?! ¡¿Cómo es que no estas internada aquí?!
—Je… Bueno, no se si sea un mal día. Hace una semana que me he quedado sin hogar, tuve que gastar casi todo mi dinero en un hotel, y apenas ayer conseguí un lugar… Que no es decente, pero es bueno para llegar y dormir…
—¿Por qué te quedaste sin hogar?
—Ehm… Es extraño, pero mi madre y yo no teníamos una buena relación…— Arthur rodó sus ojos y elevó sus cejas, era como un "Te entiendo" —Ella, no lo sé, siempre veía algo malo en mí, por más que hacía las cosas bien, para ella todo estaba mal… Y siempre, siempre ella creía que yo tenía una vida indecente, e intentaba recalcármelo en cada oportunidad que tenía. Siempre tenía un insulto listo para mí
—Las madres envidiosas de sus hijos hacen eso. Sobre todo, las que tienen hijas, envidian su juventud y belleza
Ella quiso agradecer ese cumplido de parte de Arthur, pero temía caer.
Eligió seguir con su historia.
—Ojalá hubiera sido sólo envidia, en realidad son muchas cosas. Me culpaba de todo, incluso de cosas fuera de mi alcance
—Mmmm…— Arthur miraba fijamente a Harleen, ella sólo intentaba sonreír —¿Entonces escapaste?
—No. No escapé, ella me echó… Pero hey, al menos hizo las maletas por mí…
—Ya es algo
Ella intentó carcajear, pero nuevamente las emociones le atacaron, bajó sus ojos intentando evadirse.
—Oye, ¿Puedo preguntarte algo? — Arthur buscaba sus pupilas.
—¿Sí?
—¿Por qué te cierras tanto?
—¿Eh? — Harleen elevó su vista confundida hacía Arthur.
—Desde la primera vez que te vi parece que quieres ocultar algo, y no por parecer una mujer misteriosa, pareces alguien que esta reteniendo algo que crece y no puede detenerlo
Parpadeó Harleen más confusa. ¿Qué le estaba intentando decir?
—Eh… Siempre he sido así… Sólo soy tímida, no soy alguien interesante…
La respuesta no fue suficiente para Arthur. Quería indagar, saber porque su terapeuta era así de cerrada, sobre todo con él.
—¿Te digo algo? No te creo, no te creo nada. Puedo saber cuándo las personas fingen…
—¿Cuándo las personas fingen?
—Cuando fingen cordura
Harleen se quedó desconcertada al escuchar eso.
—… ¿Qué? ¿Crees que estoy…?
—¿Loca? Sí, creo que también lo estás, y estas fingiendo no serlo, estás reteniendo la locura dentro de ti
—¡No estoy loca! — Harleen protestó muy indignada. A Arthur le hizo gracia su reacción.
—Si no estuvieras loca, ¿Por qué estamos bailando ahora mismo?
—… ¡Porque me lo pediste!
—¿Crees que mis anteriores terapeutas hubieran accedido a bailar conmigo?
Harleen se sintió avergonzada.
—N-no…— Harleen se sonrojó nuevamente. Pero ahora estaba enojándose. Con Arthur y con ella misma.
—Pero oye, no tienes que avergonzarte, estas siendo tú realmente. Y eso está bien. Está bien ser delirante y demente, así que no tienes que temerlo. A veces, estar loco es mejor que estar cuerdo…
Arthur volvió a sonreír, esperando una respuesta positiva de parte de Harleen.
Pero no obtuvo eso.
—Perdón Arthur, es que ahí no puedo estar de acuerdo contigo, mi carrera me lo impide…— Arthur dejó de sonreír cuando escuchó eso — No me malinterpretes, yo te estimo Arthur, te he escuchado todo este tiempo y como dijiste, eres mi único amigo, pero… No puedo Arthur, he tratado muchos casos, y la gente no quiere est… La gente quiere estar cuerda…
Arthur levantó una ceja.
No era la respuesta que esperaba.
De repente, era como si estuviera con otra Harleen. Quería ver a la otra Harleen. A la que estaba conociendo. A la que estaba ocultando.
—¿Por qué estabas sonriendo cuando te dije que asesiné a los tres idiotas de Wall Street?
—Eh… Bueno, yo…— Harleen se puso demasiado nerviosa en ese momento.
—Parecía que ahí sí estabas de acuerdo conmigo…
Arthur la estaba acorralando poco a poco, y Harleen no sabía a donde huir en caso de que las cosas salieran mal. Tanto de forma literal como figurado.
—Sólo me trajo recuerdos de cuando todos estábamos en contra de los ricos, es todo…
—Sí… Fueron buenos tiempos… ¿No lo crees? — Arthur acercó su cara a la de Harleen, ella sólo se asustó, haciéndose hacía atrás. Pero seguía atrapada entre los brazos de Arthur.
No había forma de escapar.
—Art…— Harleen dijo su nombre a medias, empezó a temblar.
—¿Qué? ¿Por qué estas así?... Tranquila Harleen, no es como que fuera a asesinarte…— Harleen tembló más al escuchar eso, intentó sonreír a la broma, pero el temor era más real —… O como que fuera a hacer esto…
Sin que ella se lo imaginara, Arthur la tomó de la nuca y le plantó un beso en sus labios.
Su primera reacción fue quedarse inmóvil de la impresión, pues no se lo esperaba para nada. Pero eso duró dos o tres segundos.
Ella cerró sus ojos y se dejó llevar. Finalmente estaba cayendo en lo que evitó por mucho tiempo.
Y abrió sus ojos de golpe.
Apartó su rostro y se alejó de Arthur. No quería saber hasta dónde sería capaz de llegar.
—… No…
—¿Qué pasa?
—…No podemos…
—¿Qué? ¿Esto?
Arthur volvió a besarla, y ella no quería eso. Ella sabía que la tentación iba a ganarle, sabía que iba a rebasar sus límites, porque ella estaba cayendo ante el encanto de aquel psicópata.
Y algo en el hizo que algo dentro de ella despertará.
—¡Agh! — Gritó Arthur y se alejó de ella, llevándose sus manos a la boca. Harleen también se llevó una mano a su boca, se tocó y vio sus dedos con gotas de sangre.
—Me… ¿Me acabas de morder? — Arthur preguntó incrédulo, empezado a reír. Harleen estaba demasiado asustada como para responder.
Arthur ahora si estaba satisfecho. Era la Harleen que estaba buscando.
—…Lo siento…— Harleen rápidamente le dio la espalda, tomó la libreta, el bolígrafo y fue a la puerta.
—Harleen, espera, ¡Eso me encantó! — Harleen se encontraba impactada como para escucharlo —Harleen, fue increíble ¡En serio! Harleen, espera, ¿Cuándo será la siguiente consulta? — Lo último lo dijo con sarcasmo, acompañado de una carcajeo. Harleen abrió la puerta y salió rápido de ahí.
—¿Dra. Quinzel, todo está bien? — Incluso Harleen ignoró a los guardias, sólo quería irse de ahí —… Ahí va otra que renuncia por culpa de ese imbécil…
Ni siquiera tomó el elevador, subió hasta el tercer piso por las escaleras.
Llegó hasta su oficina. Dentro, dejó caer la libreta al suelo. Sacó del bolsillo los cigarrillos y el encendedor, rompió los cigarrillos y junto con el encendedor los tiró a la basura.
—… ¿Qué carajos acabas de hacer Harleen? Mierda, mierda, mierda, mierda…— Se llevaba las manos a su cabeza. Luego a su rostro.
Justo lo que quería evitar ocurrió.
¿Y ahora que demonios iba a hacer?
…
Harleen iba en el vagón del subterráneo, pensando seriamente en los sentimientos que estaban naciendo dentro de su pecho.
Cerraba sus ojos y recordaba el beso. Suspiraba de tan sólo recordarlo.
Abrió sus ojos, reapareciendo a la realidad.
No. Tenía que rechazar ese tipo de cariño. Si es que podía llamársele así a eso. Por más seguridad y confianza que le daba Arthur Fleck, tenía que recordar que él era el Joker. Un asesino, un desequilibrado, un psicópata.
Tal vez no eran las mismas razones que su terapeuta anterior, pero debía cortar eso. Mañana a primera hora volvería a Arkham con el director y renunciaría al caso del Joker.
No importaba si ella volvía a ser la burla de Arkham. No importaba si eso significaba que dejara de ver a Arthur para siempre.
Cerró sus ojos con triste pesar, pero era lo mejor que podía hacer.
Unos chicos que regresaban de una práctica de beisbol se estaban bajando del tren, y justo cuando cerraron las puertas, Harleen notó que a uno de ellos olvidó su bate.
Volvió a sus pensamientos. Sólo veía a Arthur.
"Basta…"
Tratando de distraerse, miraba su entorno, y vio a una niña que no debía de tener más de 14 años leyendo un libro, el más famoso de Lewis Carroll. Como deseaba ser ella. Como deseaba ser otra persona en ese momento.
El tren llegó a una parada, la niña bajó del subterráneo, Harleen estaba por buscar otra cosa para distraerse cuando su instinto le dijo que estuviera alerta.
Detrás de la chica iba un hombre sospechoso que le dio mala espina. Harleen se levantó de su asiento y estaba por seguirlos, pero antes, tomó el bate olvidado y salió del tren antes de que cerraran las puertas.
Se puso su bufanda de forma que cubriera al menos la mitad de su cara, se quitó sus lentes y abrochó bien su gabardina, cubriendo su vestimenta.
Empezó a seguirlos a varios metros de distancia. Caminaba por las calles frías de Gotham.
La niña notó que algo no iba bien, cuando se dio la vuelta, el sospechoso fue sobre ella, arrastrándola a un callejón.
Harleen no lo pensó dos veces, corrió detrás de ellos.
Entró al callejón y sólo vio al hombre intentando violentar a la chica.
Sin pensarlo, Harleen empuñó el bate y con todas sus fuerzas, golpeó la cabeza del abusador. Fue tanta fuerza que dejó libre a la chica.
—¡Corre! — Gritó a la chica, ella hizo caso y huyó lo más rápido que pudo. El hombre se levantó enojado del suelo, con su orgullo herido también.
—Oh vaya, vaya, mira que tenemos aquí, ¿Acaso eres la versión femenina de Batman?
Harleen empuñó su bate y golpeó a la persona, volvió a hacerlo una vez más. Ella estaba muy frenética.
El hombre empezó a sangrar de la nariz, ahora él estaba furioso, le dio un puñetazo a la cara de Harleen, cayó a la nieve —¿Qué demonios te crees? Ahora tu cadáver va a pagar con lo que iba a hacer con esa muchachita— Él corrió a su cuello, le quitó la bufanda y empezó a ahorcarla —¡Vas a morir zorra! — Gritaba el hombre con gran complacencia.
Harleen sentía que iba a morir, sentía como estaba perdiendo la vida. Pero su cólera era tan fuerte como sus ganas de vivir.
Ella, con la poca fuerza que tenía, sacó su navaja y se la clavó en el estómago. El hombre sólo gritó de dolor. Harleen pateó al hombre y se levantó. El ya escupía sangre.
Pudo haberlo dejado ahí, correr y esconderse, pudo decirle que se las pensara cuando quisiera asaltar a otra niña, pudo correr a la estación de policía más cercana.
Pudo haber hecho muchas cosas. Pero estaba cegada.
Cegada por la ira y la adrenalina, se acercó al hombre horrible. Este, al ver a Harleen empuñar su navaja, supo cual sería su destino.
En el momento que empezó a pedir compasión y misericordia a Harleen, fue el momento en que ella no pudo más. Tomó su navaja y le cortó la garganta al tipo. Después fue a su pecho, luego a su cabeza, luego a más partes del cuerpo.
Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, el hombre ya estaba muerto.
Su respiración se volvió pesada, y cuando la ira apaciguó, tocó fondo de lo que hizo.
Cayó la navaja de su mano.
Había asesinado a alguien, se había atrevido a quitarle la vida a alguien.
Las lágrimas no esperaron en salir, tampoco el sentimiento de arrepentimiento y culpa.
—¿Qué he hecho? — Se llevó una mano a su boca —Dios mío, ¿Qué he hecho?
Aterrada, tomó la navaja, la bufanda y el bate, y salió corriendo de ahí.
Huyendo de la escena del crimen que había cometido, corría y sólo corría.
Cuando perdió la noción de la distancia, se detuvo, aún estaba entre callejones. Ahí fue cuando vio su gabardina llena de sangre. Sin que llegara otra solución a su mente, y a pesar de ser una de las noches más frías que estaba sufriendo Ciudad Gotham, Harleen abrió un contenedor de basura, revolvió la basura, tiró el bate.
Corrió otro par de cuadras, y en otro callejón abrió otro contenedor. Se quitó la bufanda y la gabardina, y ambas cosas las tiró al contenedor.
—Mierda, ¡Que frío! — Se quejó Harleen cuando se quitó su abrigo, pero era lo único que podía hacer para eliminar la evidencia. Se quitó sus guantes y junto con la navaja los guardó en su bolsa.
Caminaba abrazándose a sí misma, aguantado el maldito frío.
No sabía qué hacer, no sabía a donde ir.
"¿Qué hago? Dios mío, ¿Qué hago?"
No paraba de pensar.
Quería gritar, pero temía ser descubierta.
Quería saber si había otra opción, si existía otro camino.
Ese hombre iba a hacerle daño a la niña y posiblemente iba a matarla, y también iba a matarla a ella si no se defendía, ¿Eso justificaba el asesinato? Si no lo hubiera asesinado, tal vez hubiera hecho más daño a otras mujeres y niñas.
¿Entonces si estaba justificado?
Se estaba autoconvenciendo de lo que hizo estuvo bien, pero la culpa y él frío no la dejaban calmarse.
—Maldito frío… Mierda…Mierda…— Sus lágrimas se congelaban apenas salían de sus ojos.
Morir también era una opción, y el entorno la estaba ayudando.
Salió del callejón, esperando que la muerte viniera por ella, elevó su cabeza. Se sorprendió de cuantas calles había corrido, pues estaba Arkham frente a ella.
Sin tener a otro lugar donde ir, Harleen corrió a Arkham, cuidándose de no encontrarse con alguien más.
Entró usando una salida de emergencia y se las arregló para pasar desapercibida.
¿Iba a ir a su oficina? ¿A seguridad? ¿A la celda 8181?
¿Por qué llegó a Arkham en primer lugar?
Desesperada por ser descubierta, entró a uno de los baños, aseguró la puerta y caminó a los grifos.
Temblando, elevó su cabeza hacía al espejo, y se sintió peor: Su cara estaba salpicada de sangre. Y su nariz acompañaba al arte que había en su rostro.
—No, no, no, no, no, no…
Tomando papel de baño, se limpió su rostro de la sangre ajena. Y no paraba de llorar.
Harleen estaba mirándose al espejo, estaba en trance, en shock. Había cruzado una línea que no debía de cruzar, y ya no había retorno. No lo había.
Había arruinado su vida. Lo había hecho.
¿Qué más podía hacer? Sólo podía llorar.
Terminó de limpiarse la sangre ajena, pero aún estaba su sangre saliendo de su nariz. El papel de baño ya se había acabado. Abrió su bolso, buscando un pañuelo, pero al meter su mano se encontró con la navaja y el labial rojo.
Sacó las dos cosas con sus dos manos. Las sostenía. Las observaba.
Tenía dos opciones: Elegir la navaja, encerrarse en uno de los cubículos, abrirse las muñecas y morir desangrada hasta que alguien encontrará su cuerpo.
O darle la razón a Arthur, que había algo que retenía dentro de ella, y que era hora de dejarlo salir.
Cerró sus ojos.
Escogió la segunda opción.
Dejó caer la navaja, y tomó el labial con sus dos manos. Lo abrió. Vio su reflejo.
Empezó a pintarse los labios de rojo.
Escuchaba todos los insultos que su madre le había dedicado por ese labial, pero ya no le importaba. Todos los horrendos momentos de su vida aparecieron frente a sus ojos. Dejó ir todos esos momentos. Dejó morir todos esos momentos.
Terminó de pintarse los labios.
Y por primera vez en años, se sentía libre.
No.
No había terminado de pintarse sus labios, faltaba más detalles. Llevó el labial a las comisuras de sus labios, y dibujaba una delgada línea curva. Una sonrisa.
Ahora, era libre y feliz.
Se miró al espejo. No era Harleen pretendiendo ser alguien correcta y firme. No era Harleen bajo un disfraz de mujer mojigata. No era Harleen maquillándose para ocultarse.
Estaba viéndose como realmente es. Estaba viendo a la verdadera Harleen.
Llevó el labial al espejo y dibujó un diamante de póker.
Volvió a mirarse al espejo, y por primera vez en mucho tiempo, tuvo la sonrisa más grande, espontánea y real de su vida.
Estaba viendo al espíritu de la diversión, a la Arlequín.
Ya no había vuelta atrás…
…
Harleen estaba bajando a los pisos subterráneos, tenía en sus manos unas llaves que robó de seguridad.
Se abrió el elevador. Caminó por el pasillo, deshaciéndose con una mano su peinado, dejando ahora libre su cabello.
Llegó a la celda 8181.
Tocó con fuerzas a la puerta para anunciar su llegada. Un Arthur confundido asomó su cabeza por la ventanilla.
Abrió Harleen la puerta de la celda, dejó caer las llaves al suelo, caminó directo hacía a Arthur, rodeó con sus brazos su cuello y lo besó profundamente.
Con su pie, empujó la puerta y la celda fue cerrada.
Iba a ser una noche muy larga y encantadora para ambos.
…
"I'm one card short of a full deck
I'm not quite the shilling
One wave short of a shipwreck
I'm not my usual top billing
I'm coming down with a fever
I'm really out to sea
This kettle is boiling over
I think I'm a banana tree
Oh, dear
I'm going slightly mad
I'm going slightly mad
It finally happened, happened
It finally happened, uh, huh
It finally happened
I'm slightly mad
Oh, dear
Ooh, ooh, ah, ah
Ooh, ooh, ah, ah
I'm knitting with only one needle
Unravelling fast it's true
I'm driving only three wheels these days
But, my dear, how about you?
I'm going slightly mad
I'm going slightly mad
It finally happened
It finally happened, oh, yes
It finally happened
I'm slightly mad
Just very slightly mad
And there you have it"
— Queen – "I'm going slightly mad"
