Sí, sí, ya sé lo que están pensando: "¡Esto es un milagro! ¡Ahiru-san por fin se dignó a continuar con esta historia! ¡Aleluya!" Y no puedo culparlos por pensar así, porque incluso yo estoy sorprendida de haberlo conseguido, ¡pero ya ven! Los milagros existen (?) Solo espero que la motivación e inspiración no me abandonen, porque justo ahora tengo muchas ganas de continuar con todos mis fics pendientes T_T
Han pasado seis meses desde que comencé con esta historia, por lo que les recomiendo leer de nuevo el primer capítulo para refrescarse la memoria.
Asondomar, espero que puedas perdonarme por haberte hecho esperar tanto, no te lo merecías.
¡Que disfruten la lectura!
Nota: Este capítulo fue actualizado junto al anterior. La que van a leer ahora es la versión 2.0 del que publiqué en su momento.
II
¿Sentido común? ¿Qué es eso?
Ken no dejaba de preocuparse. La falta de sentido común de Daisuke era impresionante, tanto así, que había decidido salir a la calle tal cual lo dejó Miyako. Con ello, el muchacho de cabello azulino comprendió que esos dos eran un peligro.
—Ya que estamos, debería ir acostumbrándome a esto, ¿no? —opinó el trigueño, intentando no levantar demasiado la voz para no despertar sospechas en las personas que pasaban junto a ellos.
—Y lo dices tan tranquilo —musitó su amigo, incrédulo.
—Ay, admite que me veo bien —bromeó.
—Espero que no estés hablando en serio.
Motomiya rio.
—No te preocupes tanto. Te recuerdo que solo estoy haciendo esto porque quiero entender a las mujeres.
«Me asusta la facilidad que tiene para adaptarse» pensó Ken.
—Daisuke, deberías parar con esto.
—Oye, no me llames así —le reclamó—. Ahora soy Daiko, ¿recuerdas?
—¿Q-Qué?
—Si no me llamas por mi nombre femenino, nunca me acostumbraré. Necesito pensar como una mujer, Ken.
Ichijouji meditó un momento y dijo:
—Bueno, si lo planteas de esa forma, podríamos decir que solo estás tratando de introducirte en el personaje, como un actor.
—Sí, eso —rio una vez más.
Reflexionó sobre aquello y recordó que a Daisuke se le daba bien la actuación. Todos los años, él se ofrecía para actuar en las obras teatrales que preparaba su clase para el festival cultural, y varias veces le habían dado el papel principal porque sus compañeros reconocían su talento.
—¿Nunca has pensado en estudiar teatro, Daisu… Daiko? —se corrigió. No le agradaba en lo absoluto tener que tratarlo como a una chica, pero Daisuke parecía tan entusiasmado con aquel asunto que no se atrevió a continuar llevándole la contraria.
—¿Teatro? —repitió, extrañado—. No, para nada. Aunque, ahora que lo dices, no me parece mal.
«Es definitivo: Daisuke está demasiado receptivo y con una buena disposición excesiva» aseveró Ken en su fuero interno. «Creo que sería capaz de regalarme su colección de videojuegos completa si se lo pidiera ahora mismo. Tendré que cuidarme de decir cualquier cosa que pueda llevarlo a hacer una estupidez.»
—Y bien, ¿qué quieres hacer ahora? —le preguntó.
—Seguir con mi… eh —dudó. Tenía la palabra en la punta de la lengua.
—¿Investigación? —sugirió.
—No, eso no.
—¿Trabajo?
—Tampoco.
—¿Recopilación de datos?
—¡Eso! ¡Quiero seguir con mi recopilación de datos sobre las mujeres!
—¡Shh! No levantes la voz.
—Oh, sí, lo había olvidado —musitó, agachando la cabeza.
—¿Y por dónde quieres partir? —le preguntó Ken, alzando las cejas.
—No sé —confesó Daisuke—. ¿Qué tipo de cosas hacen las mujeres?
—Eh… ¿salir de compras? ¿Hablar de chicos? ¿Depilarse?
—¡ESO ES! —gritó.
Ichijouji se maldijo a sí mismo en silencio por haber dicho aquello.
—¡Daisuke, la voz! —lo regañó por segunda vez.
—Si quiero entender a las mujeres —prosiguió el muchacho de cabellos desordenados, en un tono más bajo—, tengo que empezar por algo simple y que hagan seguido. ¿Cómo no se me ocurrió? Eres un genio, Ken.
—Como digas —masculló él, rodando los ojos.
—Ay, no seas tan pesado conmigo —le pidió con una voz intencionalmente dulcificada—, ¿no ves que hieres mis sentimientos de doncella?
Ken lo miró, horrorizado, y tomó a su travestido amigo por los hombros para ordenarle:
—¡Sácate esa ropa ahora mismo!
—¡Cálmate, Ken! —le pidió—. ¡Era broma!
—¡Debes parar con esto! ¡Te está dañando el cerebro!
En ese preciso instante, ambos se dieron cuenta de que las personas a su alrededor los miraban con ojos desorbitados… sobre todo a Ichijouji.
«¡Maldición! ¡Había olvidado que Daisuke ahora se ve como una chica!» pensó, sintiendo como si le hubiesen volcado un balde de agua fría. «¡Deben estar pensando que soy un acosador sexual!»
—Vámonos de aquí, por favor —suplicó en voz baja, rojo como un tomate.
—Sí —asintió Motomiya.
«No entiendo cómo fue que llegamos a esto…»
Ken no sabía cuánto tiempo había transcurrido, pero sentía que llevaba siglos escuchando los gritos de Daisuke en el cuarto de depilación.
—¿Es tu novia? —le había preguntado una mujer de mediana edad que esperaba, sentada cerca de él, su turno para cortarse el cabello.
—No, es… una amiga —mintió en parte.
—Pues tiene una voz muy ronca.
—Sí, es que está resfriada —y, habiendo dicho esto, rio con mal disimulado nerviosismo.
La martirizante espera llegó a su fin y Daisuke abrió la cortina del pequeño cuarto para salir a la estancia principal. El muchacho de ojos claros se levantó del sillón y se acercó a él.
—¿Qué tal? —le preguntó—. ¿Te sirvió de algo?
—No —respondió—, solo sé que me dolió mucho y que no quiero volver a hacerlo nunca. ¡Nunca! —recalcó.
Salieron del salón de belleza y doblaron en una esquina para llegar a una de las calles más abarrotadas del distrito comercial.
—¡Las mujeres están locas! —prosiguió—. ¡Mi papá no se equivocaba cuando decía que les gusta sufrir!
—¡Daisuke, la voz! —lo reprendió otra vez. En ese momento, sintió unas enormes ganas de decirle «Daisuke, eres un grandísimo idiota», pero pensó que aquello sonaría muy cruel, por lo cual se limitó a decirle:
—Daisuke, eres un idiota.
—¿Ehhh? ¿Por qué…? ¡Oye! ¡Que no me llames así!
—¡Pero es tu nombre!
—¡Ahora mismo no lo es!
Ken se cubrió el rostro con una mano.
—Es que —suspiró—… date cuenta, por favor. Comprender a las mujeres no es tan sencillo. De hecho, dudaba que fueras a comprenderlas mejor con solo depilarte.
—¿Entonces por qué me dijiste que lo hiciera?
—¿Qué? Nunca dije eso. Tú me preguntaste qué cosas hacían las mujeres, y yo te respondí que se depilaban. El que decidió hacerlo fuiste tú.
—… Tienes razón.
—Y supongo que la mujer que te depiló se dio cuenta de… ya sabes.
—Ah, sí —asintió, captando sin dificultad a qué se refería—, pero no le importó. Me dijo que muchos chicos como yo se atienden ahí. Me pregunto qué habrá querido decir con eso. ¿De verdad hay tantos hombres que se travisten para entender a las mujeres?
Ken suspiró, sorprendiéndose con la inesperada inocencia —por no decir estupidez— que demostraba tener Daisuke.
—Da… Daiko, no se refería a eso. Ella pensó que de verdad quieres ser una mujer.
—¡¿Quéee?! ¿Y por qué pensó eso?
Ichijouji se llevó una mano al rostro… de nuevo. No sabía cuántas veces lo había hecho a lo largo del día ni cuántas veces seguiría haciéndolo si aquel muchacho no comenzaba a mostrar un poco más de inteligencia.
—Olvídalo —murmuró—. ¿Adónde vamos ahora? —le preguntó. Quería marcharse de allí lo antes posible.
—¿A comer? Tengo hambre. ¡Vayamos a una fuente de sodas!
«Esto ya parece una cita» se dijo Ken en su fuero interno, con agobio y pesimismo. «¡No! ¿Pero qué estoy pensando? Nada podría ser peor que tener una cita con mi mejor amigo.»
Entonces, escuchó a alguien llamándolo.
—¡Hola, Ken! —lo saludó un chico rubio, muy animado. Lo acompañaba un joven tres años mayor que él, también rubio.
El aludido se quedó helado.
—T-Takeru y Yamato —murmuró, maldiciendo para sus adentros—, q-qué sorpresa.
—¿Qué tal? —dijo Yamato, con un gesto de su mano.
—Hola, ¿cómo están? —respondió al saludo, intentando aparentar serenidad.
—Muy bien —contestó Takeru, sonriente—. ¿Quién es la chica que te acompaña?
—¡Ah! Esto —Ken se dio la vuelta de forma que su rostro no fuera visible para los hermanos. De la forma más disimulada que se le hizo posible, le dirigió una mirada de circunstancias a su amigo y articuló con los labios un «no hables». Justo después, volteó para mirar a los muchachos—… es una amiga. Es extranjera —mintió— y… está enferma de la garganta, así que el médico le prohibió hablar.
Tanto Yamato como Takeru observaron con detenimiento a la chica que, sin que ellos supieran, en realidad era Daisuke. Este último se sintió algo cohibido por ello.
—Pues es muy guapa —opinó el menor de los hermanos.
«No, Takeru, no digas eso» pidió Ken en su mente. «Es demasiado perturbador oírte decir algo así. No sabes cuánto.»
—También es bastante alta —comentó Yamato—. Mide casi lo mismo que Takeru, ¿no?
—Sí, bueno, ¿y qué los trae por aquí? —preguntó Ken, en un intento por cambiar de tema.
—Ah, pues Yamato quería ver la tienda de instrumentos y yo quería comprar unos libros —explicó Takeru—. Después pensábamos tomarnos algo por allí. ¿Qué les parece si se nos unen? —les propuso—. ¿Están libres ahora mismo?
—Esto… no, no lo estamos —contestó, negando con la cabeza—. De hecho, estamos algo cortos de tiempo, debemos marcharnos pronto.
—Oh, es una lástima. Dejémoslo para otra ocasión, ¿les parece?
—S-Sí, para otra ocasión será —asintió, nervioso.
Se despidieron de ellos y caminaron a toda prisa hacia la avenida principal.
—Takeru dijo que yo era guapa —meditó Motomiya en voz baja—. Eso fue tan extraño que fue desagradable.
—Por lo menos estamos de acuerdo en eso.
Ken se masajeó el entrecejo, cansado.
—¿Por qué no vamos a mi casa? —propuso.
—Pero Ken, tengo hambre —protestó el trigueño.
—¡Compraremos algo en la tienda de conveniencia(1) que queda cerca del edificio y ya! —zanjó Ichijouji, hastiado—. Larguémonos de aquí ahora, porque no quiero arriesgarme a que nos encontremos con ningún conocido más.
Subieron al vagón del tren que los conduciría de regreso a sus respectivas casas. Estaba atestado de gente, así que hablaban en susurros.
—Tendríamos que haber venido más tarde —opinó Daisuke—, cuando esto no estuviera tan lleno.
—No puedes pedirme que aguante tanto tiempo inventando excusas y mentiras por ti.
—¡Bah! —habló, apartando la mirada con desdén—. Podría haber salido yo solo, así no habrías tenido que hacer nada de eso.
—Jamás —declaró—. Quién sabe qué podría llegar a pasarte si te dejo salir con esas pintas. Con lo descuidado que eres…
—Hablas como si fueras mi mamá.
«Pues pareciera que lo soy» pensó Ken, disgustado. Entonces, recordó que llevaba todo el día queriendo preguntarle algo en particular.
—Oye… Daiko. Esta mañana me contaste que Yoshida-san te prestó uno de esos juegos… ¿cómo se llamaban?
—Eroge.(2)
—¿Y? ¿Lo jugaste?
—Sí.
Daisuke permaneció en silencio, lo cual era inusual en él.
—¿Y qué tal? —lo instó a proseguir Ken.
—Meh, nada especial —contó—. Al principio me gustó, estaba lleno de chicas lindas que se interesan por ti, te buscan para pasar tiempo contigo y te dicen todas las cosas que cualquier hombre querría escuchar. Podías invitarlas a salir, ¡incluso tener sexo con ellas! Pero… mientras jugaba, solo logré darme cuenta de lo solo que me siento.
Ken se quedó sin palabras.
—No entiendo cómo Yoshida dice que le basta con las chicas de 2-D —continuó diciendo Daisuke—. Nada podría reemplazar a una persona de verdad, ¿no lo crees? Ninguna chica de la computadora podría reemplazar a Hikari —pronunció con tristeza.
Ichijouji tardó unos instantes en responder.
—Esto… sí, es verdad.
Estaba impresionado. Pocas veces había oído a su mejor amigo decir algo tan maduro.
—Vaya, me alegra que pienses así. Tenía miedo de que te volvieras como Miyako.
—¿Cómo? ¿Miyako también juega de esos?
—No exactamente, pero…
—¡AHHH!
Daisuke había gritado al sentir que alguien lo tocaba en un sitio que nadie debería haber tocado. Como tenía reflejos rápidos, consiguió atrapar la mano del pervertido casi de inmediato, sin necesidad de voltear. Sin soltarlo, giró sobre sus talones y lo fulminó con la mirada. El hombre, de cabello oscuro, ojos pequeños y baja estatura, lo miró con un profundo terror justo antes de recibir un potente puñetazo en la nariz.
Glosario:
(1) Tienda de conveniencia: "Conbini" en japonés. Son los típicos mini-market que abren durante todo el año y a prácticamente cualquier hora. Ofrecen una amplia variedad de productos, desde comida hasta ropa.
(2) Eroge: Videojuego simulador de citas con contenido pornográfico. Son una invención japonesa sumamente popular entre los otakus del país, y en los últimos tiempos se han estado popularizando en occidente.
En el próximo capítulo sabrán cómo terminó el asunto del pervertido. Les pido paciencia y que recen a sus deidades predilectas para que yo pueda actualizar pronto T_T
