¡Hooola, hola!

Como nadie rezó a sus deidades predilectas, no conseguí actualizar antes, qué se le va a hacer.

...

No, la verdad es que me siento FATAL por haber pasado casi DOS AÑOS sin actualizar, pero tal y como conseguí terminar Corazones Desvencijados en poco tiempo cuando me lo propuse de verdad, me preocuparé de hacer lo mismo con este reto. Hablo en serio T_T MUY EN SERIO. CRÉANME, POR FAVOR ;A;

Asondomar, querida, ya sabes que este fic nació gracias a ti y que hago lo posible para no defraudarte. Aunque he tardado eones en subir capítulos, jamás dudes que me centro en cumplir con tu petición de que desatara toda mi locura, aunque ahora no me pude lucir tanto con lo absurdo. Ya en el próximo tendrás una mayor concentración de idioteces con las cuales reírte xD

A quienes leyeron mi historia, tanto a los que lo hicieron hace años como a los que la descubrieron hace poco, les doy las gracias por sus reviews. De verdad que quiero terminar este fic y espero que se diviertan a lo largo del mismo.

Sin más dilación, los dejo con el capítulo :)


III

La sensatez brilla por su ausencia


—Señorita, nos encargaremos de que ese hombre pague por lo que hizo —le aseguró a Daisuke el jefe de policía.

—Ojalá —respondió—, porque fue bastante asqueroso.

Al salir de la comisaría junto a Ken, Daisuke volvió a quejarse:

—Lo que me deprime es… pensar que la primera persona que me tocó allí fue un hombre y, más encima, un depravado de mierda mucho mayor que yo. ¿Cuántos años tenía ese viejo? ¿Cuarenta y seis?

Su acompañante bajó la mirada, entristecido.

—Lo siento por ti —le dijo de corazón.

«No me gustaría haber estado en su lugar, para nada» pensó.

—Bah, tendré que superarlo, no se puede hacer nada más.

—Pero fue horrible —insistió—, y me frustra saber que se podría haber evitado. Si no te hubieras vestido como mujer, esto no te habría pasado.

Las facciones de Motomiya se endurecieron de golpe. Le dirigió una mirada de indignación justo antes de reconvenirlo:

—¡¿Pero qué estás diciendo, Ken?!

—¿Eh?

—¿O sea que está mal que las mujeres salgan vestidas con ropa de mujer, también? ¿Acaso deberían vestirse como hombres para que los pervertidos no intenten abusar de ellas?

—No, no quise decir e…

—No sabía que eras tan machista —le ensartó.

—¡¿Qué?! —saltó, ofendido— ¡No soy machista!

—¡Sí, lo eres! "¡Hola, me llamo Ken y creo que las mujeres deberían taparse más para que no las toqueteen!" —lo imitó, burlándose.

—¡Cállate, Daisu…! ¡Argh! ¡Daiko! —gritó, corrigiéndose a sí mismo— ¡No consigo acostumbrarme a llamarte así!

—Ya lo lograrás, tranquilo —habló, serenándose de pronto.

—¿Por qué me pides que me tranquilice? ¡Tú también deberías pensar que es extraño!

—¿Y por qué tendría que hacerlo? —contestó, desafiante.

—¡Está bien, no lo hagas! ¡Pero no digas que soy machista!

Se taladraron el uno al otro con los ojos, hasta que Ichijouji cedió, agotado.

—No quiero pelear contigo.

—Bueno, como sea. ¡Oye, vamos a comer algo! —propuso Daisuke, cambiando de tema— Recordé que tengo hambre, además, no quiero seguir pensando en lo que pasó.

A causa del desagradable incidente en el vagón del tren, ambos habían tenido que descender varias estaciones antes de las que les correspondía a cada uno, y a Ken le estaba dando hambre también. Se llevó una mano al rostro.

—Alguna fuerza misteriosa no quiere que regresemos a casa —murmuró, hastiado—. Como quieras, comamos algo.

—¡Síiiiii! —exclamó su amigo, muy contento.

Ken seguía lamentando lo que ocurrió con el pervertido, sobre todo porque aquella ropa, que pertenecía a Miyako, no era nada provocativa, y aun así…

«No, la manera en la que vista una persona jamás debería ser un aliciente en estos casos» sentenció en su fuero interno. «La gente está cada día más enferma.»

Entonces, cayó en la cuenta de que nadie en la estación de policía pareció haber descubierto que Daisuke era un hombre por su voz.

«¿Cómo es posible? Esto es… muy extraño.»


—¡Que aproveche! —dijo Daisuke antes de agarrar el muslo de pollo frito crujiente con ambas manos y comenzar a devorarlo a grandes mascadas.

—¡Cuida tus modales! —le ordenó Ken, sosteniendo unos cubiertos de plástico entre sus dedos— Compórtate como señorita, Daiko. Recuerda quién eres ahora.

El trigueño refunfuñó, sin embargo, obedeció e hizo un esfuerzo por comer con más delicadeza.

—Ahora entiendo lo que quería decir Hikari: ser mujer es un fastidio.

—Las mujeres no son las únicas que saben ser educadas —le hizo ver su amigo, dando un sorbo a su bebida.

—¿Ah, no?

—¿Acaso crees que todos los hombres del mundo comen igual que tú?

—Ay, discuuulpa, querido —usó una vez más esa voz afeminada que tanto repugnaba a Ken—, no sabía que te molestaba tanto.

—Me molesta más porque estás vestido así y pareces una chica.

—¿O sea que las chicas no pueden comer como se les dé la gana? —le preguntó, buscando provocarlo.

—La verdad es que los malos modales en la mesa me suelen molestar en cualquier persona —explicó, calmado—, pero viniendo de ti me da igual. La diferencia es que ahora no pareces tú mismo y por eso me choca que comas como una bestia.

Daisuke bufó.

—Esto es muy tonto. No debería haberle pedido ayuda a Miyako.

—¡¿Verdad que no?! —casi gritó su compañero, entusiasmado de ver que parecía estar rindiéndose con el plan. Ya no interesaba si Daisuke trataba de entender a las mujeres, si estaba interpretando a un personaje o si solo quería hacer el ridículo, a Ken empezaba a agotársele la paciencia—. Entonces volveremos a casa en cuanto terminemos de comer, te quitarás todo lo que te puso Miyako y nos olvidaremos de toda esta locura.

—Sí, pero antes de irnos, tengo que ir al baño.

—Recuerda que debes entrar al de mujeres.

—… Oh, es verdad —asintió, y siguió comiendo.


Tras acabar con su comida, Daisuke pasó al servicio para vaciar el tanque. Cuando terminó de hacer sus necesidades, abrió la puerta y caminó hacia los lavamanos. Segundos antes de que él saliera habían entrado al cuarto dos guapísimas kogals(3) que tenían el cabello teñido en tonalidades rubias: una lo llevaba rizado y recogido, y la otra, suelto y lacio. Mientras el travestido muchacho limpiaba sus manos con jabón bajo el grifo, una de ellas —la que usaba coleta— echó una mirada al retrete que segundos atrás había usado él, y se escandalizó.

—Pero qué… ¡¿qué es esto?! —chilló.

—¿Qué pasó? —le preguntó su amiga, corriendo hacia donde la otra se encontraba.

—¡Mira! —y apuntó hacia el interior, donde era posible apreciar que las dos tapas del excusado se hallaban levantadas— ¡Oye, tú!

Daisuke volteó.

—¿Ah? ¿Qué? —habló, confundido.

—¿Que acaso eres hombre? —lo acusó.

—¿Q-Qué? —se sobresaltó.

«Carajo, ¿me descubrieron?»

—¿Cómo dejas la tapa del inodoro así? —lo encaró la chica de cabello suelto.

Él estiró el cuello para mirar el retrete.

«¡No! ¡¿Cómo pude ser tan tarado?!» se reprochó a sí mismo por haber tenido semejante despiste.

—Qué desagradable —articuló la de cabello crespo—. Ninguna mujer que se respete haría eso.

—Y que lo digas —asintió su amiga, cruzándose de brazos.

—Si dejas la tapa arriba es porque debes tener algo colgando entre tus piernas, querida —rio—. ¡Qué mal!

—¡Mal, muy mal!

Las dos estallaron en carcajadas. El rostro del chico se tornó rojo; se sentía cada vez peor.

—Así seguro que no conquistas a nadie —se burló la primera.

—Y seguro que después se pregunta por qué nadie le hace caso —especuló la segunda—, ¡con lo bruta que es!

—¡Qué pena tu vida! —exclamaron al unísono.

Y mientras reían como hienas, él estalló.

—¡Arghhh! —profirió, con una voz claramente masculina— ¿Saben qué? ¡SÍ! ¡TENGO PENE! —y se bajó la falda y las calzas para demostrarlo.

Las chicas chillaron, horrorizadas, y salieron corriendo del baño.

Ichijouji, quien se había quedado esperando afuera, las escuchó.

—¿Eh?

Pasaron frente a él como una flecha, todavía gritando, y luego las vio perderse por el pasillo del centro comercial.

Su amigo apareció por la entrada del baño segundos después con expresión de autosuficiencia.

—¡Daiko! ¿Qué demonios les hiciste?

—Nada, solo me bajé las calzas para que me dejaran en paz.

Ken se quedó mudo unos instantes.

—No entiendo —terminó diciendo.

Daisuke le contó lo que había ocurrido.

—¡¿Pero tú quieres ser demandado?! —explotó.

—No me bajé los calzoncillos.

—¡Eso da igual! ¡No creo que quieras volver a la comisaría encontrándote ahora en la posición del acosador!

—Nah, eso no pasará —le bajó el perfil al asunto, haciendo un gesto con su mano—. Además, no saben quién soy en realidad.

—¡Sí, pero tampoco corresponde que abuses de eso!

—¡Pero se lo merecían! No sabes lo crueles que fueron conmigo —se defendió, recordando lo mal que le sentó que asumieran que no conquistaba a nadie, sobre todo porque con ello le vino a la mente el rechazo de Hikari.

—¡ESA NO ES EXCUSA!

Y luego de recibir un extenso sermón sobre lo incorrecta que había sido su actitud, Daisuke propuso que tomaran el tren bala una vez más para, esta vez sí, regresar a casa.

—¡Cierto! Lo había olvidado. Además, está oscureciendo y eso podría ser peligroso para ti.

—¿Por qué?

—Dime, ¿acaso quieres arriesgarte a ser atacado por otro pervertido?

Daisuke hizo una mueca de disgusto.

—Si eso llega a pasar, ¡le daré la paliza de su vida! —aseguró, haciendo movimientos de combate con sus puños— ¡Le desfiguraré el rostro! ¡Y después de eso, le arrancaré los ojos! ¡Y lo mataré, y…!

—Vámonos —lo apuró, cogiéndolo del brazo.


Ya había oscurecido. Caminaban por las calles de Odaiba siendo alumbrados por la amarillenta luz de los postes. Habiendo recorrido un trecho sin cruzar palabra, el muchacho que usaba pantalones decidió hablar:

—Cuando lleguemos, llamaremos a Miyako y le diremos que ya no necesitamos su ayuda.

—Hum… bueno, la verdad es que comenzaba a acostumbrarme a esto. Podría intentarlo mañana también —sonrió Daisuke.

Ken suspiró, lamentando que su amigo se estuviera retractando de haberse arrepentido de seguir con ese condenado plan.

—Cambias de idea con demasiada facilidad… Daiko —pronunció, perdiendo las esperanzas de que aquello fuera a terminar pronto.

De repente, escucharon a un hombre joven decirle a quienes lo acompañaban:

—Vamos, intentemos coquetear con esa, que se ve linda y tiene cara de tonta.

Daisuke y Ken voltearon a verlos, y empezaron a hablar en voz baja entre ellos.

—¿Están hablando de ti?

—No, Daiko, obviamente están hablando de ti.

—Pero tú tienes cara de chica.

—¡Hey! Yo no me visto como chica.

—Buen punto —reconoció—. ¡Oye, ¿a quién llamas tonta?! —le espetó al desconocido.

—¡Es hombre! —captó un segundo joven.

—¡¿Eh?! ¡Qué asco! —soltó el que había hablado primero.

—¡Já! ¡Qué linda novia tienes, muchacho! —se burló de Ichijouji el tercero del grupo.

—¡No somos novios! —respondió Daisuke por él.

—Daiko, ignóralos —le pidió, muy serio.

Y aceleraron el paso hasta que llegaron a la estación de metro.

—Esto de ser mujer es de lo peor —masculló Motomiya, harto—. Oye, dime, ¿las mujeres tienen que aguantar estas porquerías todo el tiempo?

Él meditó su respuesta un momento antes de decirle:

—Con la suerte que has tenido hoy, creo que el universo compensó a muchas mujeres haciéndote pasar a ti los horrores que ellas viven no tan seguido, para que ellas descansen.

—Pero Ken, tú no crees en la suerte —objetó.

—Estoy comenzando a creer en ella, porque lo tuyo no puede ser casualidad. Es demasiado —hizo una pausa—. Por lo menos no te hicieron nada cuando se dieron cuenta de que estabas disfrazado —señaló—, y no hemos vuelto a toparnos con conocidos.

—Sí, sí —asintió—. Imagínate cómo sería si apareciera Jun.

—¡Momoe, por aquí!

—¡JUN! —gritaron ambos al unísono. La hermana del trigueño, quien andaba a trote por la estación, escuchó que alguien pronunciaba su nombre y volteó a mirarlos. Cuando reconoció al de cabello azul, cambió la dirección de sus pasos hacia él.

—Recuerda que eres extranjera y que el médico te prohibió hablar porque estás enferma —le susurró a toda velocidad al travestido.

—Ken, ¿cómo estás? —lo saludó Jun, tan alegre como siempre— ¿Quién es esta chica? ¿Es tu amiga? —quiso saber, curiosa.

—¡Ah! Jun, ¿qué tal? —le respondió, tratando de esconder su nerviosismo— Sí, qué coincidencia, justo le estaba hablando de ti a Daiko. Es una amiga que vino de viaje, es de Vietnam y habla poco japonés —inventó.

—¡Hey! ¡No salgas corriendo así! —le reclamó Momoe, quien acababa de alcanzarla.

—Es que tú eres muy lenta —contestó su amiga, levantando las cejas. Mientras Ken y Momoe se saludaban, observó a Daisuke con detenimiento.

«Carajo, carajo, carajo, carajo, carajo, carajo, carajo…» repitió él en su cabeza, entrando en pánico.

—Conque Daiko-chan, ¿eh? Pareces simpática —dijo la joven al final.

Daisuke recuperó el aliento e hizo una educada reverencia a modo de respuesta, tratando de sonreír. Sabía que si su hermana lo llegaba a descubrir, le haría bullying por el resto de su vida, así que mucho le convenía esmerarse en aparentar.

—Daiko no puede hablar, está enferma de la garganta —mintió Ken.

—Oh, ¿en serio? Qué mal —dijo Jun, mostrando empatía—. Espero que te mejores pronto —le deseó—. Ya que estamos, tomemos el tren juntos —sugirió.

—Sí, me parece buena idea —concordó Inoue.


Ken miró a su alrededor, sin querer creer lo que estaba sucediendo.

«Genial, acabo de tomar el tren con mi mejor amigo vestido de mujer, la hermana de mi mejor amigo —que no tiene idea de que se encuentra junto a su propio hermano— y con la mejor amiga de ella, que tampoco sabe nada al respecto ni sería capaz de imaginar que su hermana menor provocó toda esta situación. Siento como si la suerte, el destino y todas esas cosas en las que nunca creí se estuvieran riendo de mí…»

—¡Esta noche nos divertiremos! —anunció la joven de cabellos alborotados.

—Hace tiempo que no hacíamos una pijamada —dijo su amiga, contenta.

«¡Maldita sea!» pensó Daisuke. «¡Había olvidado que hoy, Jun tendría otra de esas fiestas en casa con sus amigas!»

—Solo espero que mi hermano se digne a pasar la noche fuera. Sería una molestia que se quedara —comentó de forma desconsiderada. Aquello irritó al aludido, quien trató de no demostrarlo.

—Él sabe que puede quedarse en mi casa —acertó a decir Ken, con la intención de que su amigo captara la indirecta. Este le guiñó un ojo, lo cual le dio repelús.

—Mi hermano es un tonto, ¿sabes? —le contó la joven a Daiko— Todo el tiempo me hace rabiar, no me respeta… ¡y eso que soy la mayor! ¡Y por seis años!

Daisuke hizo un gran esfuerzo por evitar que su rostro delatara el fastidio que le producía escucharla, manteniéndose callado e inexpresivo.

—Jun, ella no puede entenderte —le recordó Momoe—, ¿no oíste a Ken cuando dijo que apenas habla japonés?

—¡Oh! Es verdad, lo había olvidado —rio.

Ken emitió un casi inaudible suspiro de alivio. Después de eso, platicó con las dos universitarias sobre cosas sin importancia hasta que les tocó descender.

Solos otra vez, y pudiendo relajarse un poco, Ken le pidió a su amigo que les avisara a sus padres que pasaría la noche en casa de él.

—De verdad pareces mi mamá —le soltó.

No le contestó, aunque su cara mostró una mezcla de aversión y resignación. De pronto, cayó en la cuenta de lo complicado que sería explicarles a sus propios padres quién era esa linda chica que lo acompañaba.

Y eso no era todo: cuando pensó en la posibilidad de entrar a un baño público para que Daisuke se cambiara de ropa, reparó en que su amigo no había traído con él ninguna prenda de vestir de varón.

—No.

—¿Qué?

—No puede ser.

—¿Qué cosa? —quiso saber Motomiya, asustándose.

—Tenemos que volver adonde Miyako. Tu ropa se quedó allí.


—¡Qué bien que pensaran en ello! —exclamó la chica de anteojos, quien ya los había dejado entrar a su casa— Estuve a punto de llamarlos. Además, los cosméticos que usé para maquillar a Daiko son de alta calidad y cuesta bastante sacarlos sin una buena crema desmaquilladora.

«¿Ella también lo seguirá llamando Daiko?» notó Ken. «No, por favor, ya basta…»

Daisuke y Ken pasaron a su habitación, y Miyako entró en último lugar para cerrar la puerta con llave desde dentro.

—¡Al fin puedo sacarme esto! —exclamó el trigueño, despojándose de sus prendas superiores.

Cuando Ken lo vio sin camisa, sin chaqueta y sin peluca pero con las calzas, la falda y el maquillaje todavía puestos, sintió algo difícil de describir… era entre fascinación y desconcierto.

«Parece un transformista en plena metamorfosis, solo que en este caso es al revés.»

—Espéranos aquí, ¿sí? —le pidió la chica—. No tardaremos tanto esta vez.

—No hay problema.

Miyako se encerró en el cuarto misterioso —dado que Ken seguía sin saber qué había allí dentro— junto a Daisuke. Entretanto, el muchacho de ojos azules se entretuvo revisando los libros de la estantería: semanarios de informática y tecnología, revistas de maquillaje, manuales para estilistas, textos de estudio para la escuela, entre varios más. Llegó a la sección de mangas y novelas ligeras y encontró de diversos géneros: acción, aventuras, comedia, sobrenatural, romance, ciencia ficción…

… Y yaoi.

«Estoy seguro de que gracias a esto fue que Miyako tuvo la idea de transformar a Daisuke en mujer» declaró en su fuero interno a la vez que sostenía un tomo entre sus manos, muy convencido de aquella idea. Observó la cubierta y leyó la reseña de la contraportada, preguntándose si sería tan terrible como imaginaba.

—Miyako, ¿no tienes problema con que vea tus mangas?

—¡Para nada! —le respondió desde el interior del cuarto— ¡Lee todo lo que quieras!

Él hojeó el pequeño libro hasta que dio con una escena subida de tono.

MUY subida de tono.

Y lo cerró.

Y lo dejó de regreso en el librero, disgustado.

«No debí haber hecho eso».

Pocos minutos después, Daisuke salió del cuarto sin ningún rastro de maquillaje en su juvenil rostro. A Ken se le hizo extraño ver que recuperaba su aspecto habitual.

—¿Qué miras? —le preguntó el chico de cabellera granate.

—Nada —rio un poco—. Es solo que… comenzaba a acostumbrarme a que te vieras como una chica.

Aquella respuesta lo desconcertó.

—No sé si alegrarme por eso. Creo que debería, pero al mismo tiempo es raro.

—Por fin te das cuenta —suspiró.

Miyako los observó, sonriéndose, mientras sus lentes mostraban un espeluznante destello.


Glosario:

*(3) Kogal: Tribu urbana japonesa. Se divide en las categorías "gal" (de veinte años o más) y "kogal" (de diecinueve años o menos), dado que la mayoría de edad en Japón se cumple a los veinte, y el "ko" (traducción: "niño/a" en japonés) sirve para diferenciar a las gals que no son legalmente adultas. Las gals son chicas muy preocupadas por la moda, capaces de gastar dinerales en su aspecto físico (prendas de vestir, cosméticos, peluquería, solárium, etc.) Intentan imitar el estilo californiano, o sea, chicas con piel tostada, cabello rubio, ropa y maquillaje atrevido. En Internet hay imágenes de otros sub-estilos diferentes con las que se podrían confundir, así que si necesitan referencias visuales, les puedo mandar alguna por interno :)

Nota: La R.A.E. no reconoce la palabra "pijamada", pero consideré que sonaba demasiado siútico "fiesta de pijamas" en una conversación tan cotidiana como la que tuvieron en el tren xD