Capítulo 1: Los Gemelos Evans.

5º Año. Gran Comedor.

El Gran Comedor estaba repleto de gente que cenaba después del discurso de Dumbledore, que había vuelto a asumir el cargo de director de Hogwarts después de todo lo ocurrido en el Ministerio de Magia. El Señor Tenebroso había vuelto y todo el mundo mágico estaba revolucionado por lo que estaba ocurriendo, había opiniones dispares sobre cómo proceder a partir de ahora, incógnitas sobre lo que ocurriría de ahora en adelante. Sin embargo, aquella última noche escolar en Hogwarts, los alumnos sabían que estarían a salvo y que podían confiar en que seguiría así.

Casi todos los alumnos se alegraban de tener de vuelta a Albus Dumbledore y de haberse despedido de la odiosa Dolores Umbridge, aunque había alguna que otra opinión diferente de los seguidores de la ex subsecretaria del Ministerio. Sin embargo, estaban teniendo una última noche agradable entre todos, y las sonrisas se dejaban ver aquí y allí pese a las despedidas y los abrazos deseándose buen verano. Se oían las voces de los estudiantes hablar entre las cuatro largas mesas de cada casa, ya fuera Gyffindor, Ravenclaw, Slytherin o Hufflepuff. Los alumnos estaban animados por la llegada del verano y las próximas vacaciones, muchos ya tenían hechas las maletas para tomar el tren al día siguiente, y algunos, los que más apuraban, tenían pensado hacerlas aquella misma noche.

-Ginny… Ginny…

La pelirroja se volteó a mirar a Hermione, que había chasqueado sus dedos frente a su cara y le miraba con cara de circunstancias mientras volteaba los ojos a su derecha, donde estaba sentado Ron Weasley y parecía querer hacerle señas.

-¿Eh? ¿Qué?

Ron tenía la punta de las orejas encendidas y miraba a su hermana pequeña suspicazmente. Neville, que hablaba con Harry y Dean sobre algo, había enmudecido para prestarles atención a ellos, igual que el resto de sus amigos. Ahora todo giraba alrededor de aquella conversación. ¿Qué se podía decir de los cotillas que solían ser los leones?

-¿Otra vez mirando a Evans?-Parecía que Ron estaba apretando la mandíbula.

Ginny carraspeó, pillada en falta, negó con la cabeza enérgicamente, con un leve sonrojo en sus mejillas pálidas.

-¡Qué va! Solo estaba pensando en…-Pero ciertamente no sabía qué decirle a su pesado y protector hermano mayor, tratando de no llevar sus ojos marrones a la personificación de su falta.

-Que no has hecho la maleta, ¿verdad?-Le ayudó Hermione, intentando quitarle hierro al asunto.-Yo te ayudaré después de cenar.

-¡Claro! La maleta… soy un desastre.-Y trató de sonreír con una falsa dulzura que no sabía si iba a colar, pero no iba a ser por no intentarlo.- ¿Tú la tienes hecha, Ronald?

Ron, que miraba primero a Hermione y después a Ginny, negó con la cabeza y volvió a su cena, no sin antes echarle otra de esas miradas de padre protector a su hermana pequeña, y se llevaba el tenedor a la boca con tranquilidad. Ginny suspiró y le dio las gracias a Hermione con la mirada, la cual negó con la cabeza con una sonrisa cariñosa y se centró en lo que Neville seguía diciendo. El pobre Longbottom se había recuperado perfectamente de las heridas que le habían causado en la cara durante su aventura en el Ministerio de Magia, y menos mal, porque no era capaz de pronunciar bien al hablar.

Ginny se apoyó en el brazo con aburrimiento, tratando de concentrarse en la conversación de sus amigos, pero imposible, y menos teniendo el pecado tan cerca. Se mordió el labio inferior y desvió la mirada hacia su izquierda, donde estaba aquel pastelito de limón. No era la única que lo miraba, se dio cuenta en aquel momento, pero no podía culpar a todas aquellas jovencitas que como ella no podían evitar mirarle y que se les cayera la baba. Las hormonas estaban desatadas a esas edades.

Allí, sentado en un corrillo de chicas que le miraban con adoración y se despedían de él con lágrimas de cocodrilo en los ojos, estaba uno de los chicos más guapos de todo el colegio. No era solo opinión de Ginny, Hermione había comentado por lo bajo lo apuesto que era mientras se sonrojaba, incluso Luna le miraba fijamente cuando recorría los pasillos. Se trataba de Kilian Evans, un apuesto chico de cabello rubio oscuro que llevaba peinado como si de un joven vikingo se tratara, varias trenzas en uno de los lados de la cabeza, mientras que el otro estaba completamente afeitado, dándole un toque rebelde que parecía engañar a todos, porque luego era una persona alegre y sociable. Algunos mechones rebeldes le caían por la frente, pero no podían boicotear a aquellos ojos de color verde esmeralda, no, aquellos ojos tenían su propia fama en el colegio, brillantes y llenos de una inteligencia que muchos no esperaban. Iba vestido con el uniforme de Gryffindor, evidentemente, pero lo llevaba de una manera informal debido a las horas que eran ya, y le daba un aspecto desenfadado y juvenil. Sus labios, deseables y apetitosos, se movían al hablar con sus compañeros mientras gesticulaba y todos a su alrededor explotaban a carcajadas. Ginny deseó estar en aquel corrillo, ¿cómo no hacerlo?

En un momento dado, Kilian miró en su dirección y sus miradas se cruzaron. Él le guiñó un ojo y le sonrió, enseñando sus perfectos y blancos dientes. Ginny dejó de respirar durante largos segundos y se sonrojó sin poder evitarlo, pensando que podría desmayarse en cualquier momento.

-¿Estás bien, Ginny?-Hermione la cogió por los hombros, pues se había resbalado en el banco y había estado a punto de caer. La castaña miró en la dirección en la que la pelirroja miraba y suspiró.-Esto tiene que acabar, Ginny…

-Es tan guapo… ¡No puedo evitar no mirarlo! Debería ser pecado…

-Lo sé…-Se quejó Hermione, mirando a Kilian hablar con sus amigos y mordiéndose el labio inferior.

-Desearía ser su hermana y verle en bañador… seguro que usa de esos estrechitos y cortitos…

-¡Ginny!

La pelirroja rio y Hermione se unió a ella.

-Pues a mí me gustaría ser él para ver a su hermana en bañador.-La voz de Seamus Finnigan les llegó desde el otro lado de la mesa. Parecía que lo que el joven Longbottom estaba contando no era de su agrado, y se había dedicado a escuchar a las dos jóvenes que babeaban por su compañero.-Este año está irreconocible…

Hermione le fulminó con la mirada, soltando a Ginny y sentándose mejor en el banco.

-¿Antes no era guapa?-Preguntó, mordazmente.

-¿Si no hubiera adelgazado no querrías verla en bañador?-Añadió Ginny, con el cejo fruncido.

-¿Eh? No… o sea… yo… no quería decir eso…

-Has cavado tu propia tumba, amigo.-Harry le apretó el hombro, parecía que también había oído algo de la conversación de las chicas y trataba de sacar a su amigo del problema en el que se había metido.-Kaisa ya era muy guapa antes… y ahora, se le ve feliz.

Hermione asintió, más contenta por lo que había dicho Harry, Seamus se encogió y centró toda su atención en su plato a medio comer.

-¿De qué habláis?-Preguntó Ron, que había alejado su plato y se giraba hacia Hermione y Ginny cuando quedó palpable que Neville y Dean se habían enfrascado en un debate en el que ninguno quería perder.

Hermione y Ginny se miraron entre ellas con cara de circunstancias y cuando Harry abrió la boca para inventarse una excusa. Una vocecilla les interrumpió.

-Hola, chicos.

-¡Hola, Kaisa!-Le saludó Hermione.

Harry se volvió y miró a la chica en cuestión, era muy guapa, con el cabello rubio oscuro recogido en una coleta alta, unos ojos verdes oscuros como aceitunas y con las mejillas ligeramente sonrojadas.

-¿Qué tal?-Le preguntó Ginny.- ¿todo preparado para las vacaciones?

La muchacha asintió, jugando con uno de los botones de su túnica y mirando a Harry con aquellos preciosos ojos. Harry le saludó con la mano.

-Yo… esto…-La muchacha parecía estar muy nerviosa, y balbuceaba con una inocencia que incluso caló el corazón de Harry Potter, que estaba pasando por momentos muy difíciles en aquel momento.-Luna Lovegood me ha dicho que… has perdido a alguien muy querido recientemente, Harry, y… y… y quería darte mis condolencias.-Y le hizo una reverencia, con las manos apretando los pliegues de su falda.

Ginny y Hermione se miraron entre ellas antes de mirar a Harry. Todos habían presenciado el grito desgarrador de Harry cuando el hechizo había impactado en el pecho de Sirius Black y este se había perdido a través del velo. Les había helado la sangre, y todos habían sentido en el corazón aquella perdida como ninguna otra.

Harry tragó saliva y trató de sonreír.

-Gracias.

Kaisa le sonrió y miró a las chicas esta vez.

-Espero que todos paséis un buen verano.

-¡Tú también!-Exclamó Ginny.-Y tu hermano…

La muchacha rubia asintió y se marchó hacia su hermano. Ginny la observó llegar hasta a él, que dejó de hacer lo que estuviera haciendo para levantarse para hablar con su hermana. Pese a que eran gemelos, Kilian era diez centímetros más alto que Kaisa, y sus ojos un poco más claros. Siempre había envidiado la relación fraternal que tenían aquellos dos, porque ella no la tenía con Ron, el único hermano que le quedaba en Hogwarts.

-Ginny, ¿vamos a la sala común?

-Claro…

-¿Estás bien, Kai?-Kilian se veía preocupado mientras miraba a su hermana, que estaba más pálida de lo normal y ojerosa, y le tocaba el rostro caliente.-No tienes buena cara y estás muy caliente, tienes fiebre…

Kaisa trató de sonreír para que su hermano no se preocupara, cogiéndole de las manos y alejándoselas.

-Creo que me voy a ir a dormir ya… estoy cansada.-Dijo con pocas fuerzas, había empezado a sentirse muy mal.-Venía a darte las buenas noches, Kil.

Kilian frunció el ceño.

-¿Seguro? Yo…

-Buenas noches, Kil.

Kilian suspiró, su hermana era demasiado cabezota, miró hacia la mesa donde estaban sus amigos esperándole y apretó un puño mientras le atraía hacia él con el otro brazo, acostando su cabeza en su pecho.

-Buenas noches, Kai.-Dijo, dándole un fuerte abrazo.

La muchacha aspiró el aroma familiar de su hermano y pareció que se relajaba un poco, se separó y se marchó hacia el pasillo. Había decidido que iría a la enfermería para que madame Pomfrey le examinara, igual podría darle un brebaje que le hiciera sentir mejor.

Salió del Gran Comedor todo lo rápido que pudo sin llamar la atención. Notó el cambio de temperatura, y fue como un soplo de aire fresco para su enfebrecida piel. El pasillo que recorría estaba vacío, frío e iluminado por grandes antorchas que guiaban su camino. Nadie le echaría de menos, aunque ella no supo que dos pares de ojos le habían visto salir apresuradamente.

Cada paso que daba parecía consumirla, su cabeza daba vueltas y no era capaz de enfocar la mirada hacia la alfombra del suelo, que parecía bailar bajo sus pies. Le faltaron las fuerzas y se apoyó en la fría piedra de la pared, donde descansó unos segundos para recobrar el aliento ya que de repente le estaba faltando. Tragó saliva, notando como gotas de sudor frío le recorrían la espalda. Se aflojó la corbata para poder respirar mejor, notaba como la fiebre le iba subiendo y no podía hacer nada para detenerla. Cerró los ojos pesadamente, dejándose llevar por la oscuridad que había saltado sobre ella y resbalando por la pared.

Un aroma predominaba por encima de toda la oscuridad que la rodeaba, era agradable y dulce, le hizo despertar de la inconsciencia. Abrió los ojos con esfuerzo, encontrándose en el suelo, la cabeza le daba vueltas y notaba un molesto pitido en los oídos que embotaba por completo sus sentidos. Se removió torpemente y se encontró en el suelo, entre unos brazos desconocidos que le estrechaban fuertemente. No pudo contener las ganas de volver a cerrar los ojos y dormir plácidamente rodeada de aquel olor embriagador y que le relajaba, y al volver a abrirlos, frente a ella encontró dos orbes grises que creía no haber visto nunca. No los reconoció, pero un último pensamiento recorrió su mente antes de perder de nuevo el conocimiento. "Que ojos tan hermosos y tristes."

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La luz que se colaba a raudales por las grandes ventanas la despertaron. Se removió entre las sábanas y abrió un ojo soñoliento tratando de ubicarse. El olor a limpio y antiséptico de la enfermería le revolvió un poco el estómago, nunca le había gustado ese olor, y le recordó todas las veces en las que tuvo que dormir en un hospital. Se incorporó un poco y notó el cuerpo de su hermano usando su regazo de almohada, con el resto del cuerpo sentado en una de las incómodas sillas y tapado con una manta para que no cogiera frío.

-Kil…-Le zarandeó un poco para despertarlo.-Kilian…

El muchacho se revolvió un poco y abrió los ojos, mirándola con sueño.

-¿Kai?-Se incorporó y la manta resbaló por su espalda al suelo.- ¡Oh, Kaisa! ¡Estás bien!-Le cogió de la mano y se la besó.- ¡Qué susto me has dado! Sabía que te pasaba algo…

-Kilian… ¿qué ha pasado?-Lo interrumpió la muchacha, que se dio cuenta de que tenía una vía con goteo en uno de sus brazos. Se sentía un poco mejor, pero seguía notando que no estaba recuperada del todo.

-Te desmayaste en medio del pasillo.

-¿Qué? No, por favor… dime que nadie me vio…

-Eh… no lo sé… me avisaron de que alguien te había traído a la enfermería y vine corriendo.-Su respuesta no era del agrado de su hermana, pero no podía decirle nada más, solo aquello. Ojala supiera quien había cargado con ella para agradecérselo de todo corazón.-No creo que mucha gente lo hiciera… Estábamos todos en el gran comedor con todo ese royo de la despedida y…

-Qué vergüenza… ¿no puedo tener un año normal y corriente como tú?

-Vamos, Kai… este ha sido un buen año.

-No, ha sido horrible, como todos.

Kilian le ofreció una sonrisa para animarla, pero Kaisa, pálida y ojerosa, no se la devolvió, se levantó de la cama de la enfermería bajo la atenta mirada de su hermano.

-¿Seguro que estás bien?-Kilian seguía preocupado por su hermana. La noche anterior había intuido que le pasaba algo, pero había sido engañado por su hermana muy fácilmente, y es lo que más le molestaba. Se suponía que eran gemelos, debían cuidarse el uno al otro, apoyarse en cualquier cosa y estar siempre ahí para el otro. Sin embargo, su hermana se había desmayado y un desconocido se había encargado de ella.

Kaisa trataba de quitarse la vía que llevaba al brazo, pero no se atrevía a arrancársela de cuajo por la aguja. Iba vestida con uno de esos horribles camisones blancos que le estaba grande y quería huir de allí, sus pies notaban la fría piedra bajo ellos, pero no le importó.

-Sí… tenemos que terminar de preparar el baúl y el tren…

-El tren salió esta mañana, lo hemos perdido.-Dijo tranquilamente Kilian, sentándose de nuevo en la silla y doblando la manta.

-¿Cómo?

Unos pasos interrumpieron su conversación, la enfermera Pomfrey se acercaba ojeando unos papeles hasta llegar a los dos hermanos. Les brindó una sonrisa y le tomó la temperatura a la muchacha.

-No tienes fiebre, ¿qué tal has descansado?-Preguntó.-El director hizo llamar a vuestros padres para que viniera a buscaros, no tardarán mucho en llegar.

-Bien…-Contestó Kaisa, sentándose de nuevo en la cama, retorciendo el bajo del feo camisón con nerviosismo.

La enfermera asintió y le quitó la vía del brazo con delicadeza, asombrando a Kaisa, que tenía experiencia y sabía que aquello siempre era desagradable. Kilian se levantó para dejar espacio a su hermana para que se vistiera con su uniforme. Por el rabillo del ojo vio el pálido cuerpo de su hermana en ropa inferior, tenía que admitir que ese año su hermanita había dejado la niñez y las formas redondeadas que la acompañaban atrás para convertirse en una jovencita muy bonita. Tendría que vigilarla mejor el año que viene para que nadie se aprovechara de ella.

Kaisa se vistió en silencio, algo torpe, pues aún estaba convaleciente. Se estaba abrochando la camisa blanca cuando volvieron a oír pasos por el pasillo de la enfermería.

-¡Isä!-Exclamó Kilian, que se lanzó a los brazos de su padre, y el mayor le beso en el cabello con una sonrisa.

Kaisa se acercó tímidamente a él con la cabeza gacha. Su padre, la miró con preocupación y la abrazó con fuerza. Era un hombre alto, de grandes ojos azules y cabello corto castaño. Iba vestido con ropa formal, pues seguramente luego tendría que volver al Ministerio a trabajar, donde ya le estarían esperando en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional.

-¿Estás bien, princesa?-Le preguntó, mirándola a los ojos.

Ella asintió, tratando de no parecer desvalida, pero después de aquel abrazo ya se sintió mucho mejor. Parecía que su padre tenía el poder de alejar todo lo malo de su lado.

Su padre, Christopher, Chris, Evans, no iba solo. El director de Hogwarts estaba a su lado. Albus Dumbledore los miraba a través de sus gafas de media luna con una sonrisa en el rostro.

-Espero que ya se encuentre mucho mejor, señorita Evans.

Kaisa asintió tímidamente.

-Mucho mejor.

-Me alegro. Sus baúles han sido enviados a su nueva casa, una suerte que lo tuvieran todo preparado. Espero que pasen un buen verano, y nos vemos en septiembre.

-Gracias.-Dijeron los gemelos al unísono.

-Siempre es un placer, Christopher, quizá podamos hablar con más tiempo en otra ocasión.

-Por supuesto, Albus. Muchas gracias por todo.-Chris tenía una sonrisa muy bonita, se giró hacia sus hijos y les hizo una seña para dirigirse hacia la salida de la enfermería mientras Dumbledore y madam Pomfrey firmaban los papeles del alta.

Kaisa pensó que era una suerte que no hubiera nadie en Hogwarts que la viera salir de allí por enésima vez y se prometió que prepararía pociones que la ayudaran con su salud antes de volver al castillo.

Wiltshire, Inglaterra.

-¿Os gusta?

Kaisa y Kilian estaban frente a las verjas de su nuevo hogar. Se trataba de una gran mansión solariega rodeada de un muro de dos metros y medio elegantemente decorado con pequeñas estatuas cada metro y medio. En la verja se veían las letras Evans forjadas en hierro oscuro y tras ellas, un largo pasillo decorado con arbustos bien cuidados. Al fondo, impresionante, una mansión de dos pisos les daba la bienvenida a su nuevo hogar.

-¿Todo esto es nuestro?-Kilian miraba a su padre con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Aquella casa era tres veces más grandes que la casita en la que habían estado viviendo desde que tenían once años, pero que mucho.

-Sí, es la herencia que nos ha dejado el abuelo Artie, donde yo me crie.-Habló Chris, mirando la casa con añoranza.-Hace años que está vacía, la salud del abuelo era muy delicada y el frío del ambiente no era adecuado para él.-Sus hijos le miraban con los cejos fruncidos y él suspiró.-Tiene piscina, está justo detrás de la casa, y también un jardín muy bonito donde solía tomar el té con la abuela Sue.

-¿Piscina? ¡Haberlo dicho antes!-Kilian atravesó la verja rápidamente y se perdió de la vista de su hermana, que seguía mirándolo todo con ojo crítico.

-¿No te gusta, princesa?

Kaisa se volvió hacia su padre con una mueca.

-Me gustaba nuestra casita en el Valle de Godric… era pequeña y acogedora. Además, vamos a pasar muy poco tiempo aquí. En unos días nos vamos a Helsinki y…

-Hablando de eso, cariño,-la interrumpió su padre mirándola con paciencia-Isoisä abuelo y Mummo abuela celebran sus bodas de oro este año y se van de crucero por el Mediterráneo y luego a París unas semanas. Por lo visto son costumbres muggles, así que pasaréis el verano aquí conmigo, ¿no es genial? Iba a contároslo durante la cena a tu hermano y a ti… pero las cosas han salido de esta manera.

-Oh… ¿no los veremos este verano?

-Quizá en Navidad. Lo siento, cielo.

Kaisa asintió, no iba a crear un problema cuando su padre estaba tan contento de enseñarles aquella casa nueva y de pasar el verano con ellos. Ya vería a sus abuelos maternos en Navidad, o quizá para su cumpleaños, o cuando quisieran venir a verlos.

La tradición de viajar a Finlandia y pasar el verano con ellos había empezado cuando eran muy pequeños, cuando su madre aún vivía y quería que sus abuelos maternos formaran parte de su vida. Sus padres se habían conocido gracias al trabajo de su padre, que era diplomático mágico en Helsinki, y se habían enamorado perdidamente. Una historia de amor preciosa que su abuela le contaba de vez en cuando. Su äiti madre era una bruja nacida de muggles que era una gran sanadora en el Hospital de San Juniper, así que su padre se mudó allí hasta que nacieron ellos. Por eso ella quería ser sanadora. Kaisa no quiso pensar en su äiti, pues apenas tenía recuerdos de ella, había fallecido cuando tenían escasamente dos años, y los que tenía era por los vídeos caseros que su isoisä les ponía para recordarla. Les encantaba ver esos vídeos, o la televisión, cuando estaban con sus abuelos paternos hacían todas esas cosas que hacían los niños muggles. Su padre siempre les decía que äiti quería que tuvieran lo mejor de los dos mundos, y así había sido. Veranos muggles e inviernos mágicos. Hasta ahora.

Kaisa observó a su alrededor, el barrio le pareció frío, aunque también podía ser porque las nubes se arremolinaban en el cielo, como si quisiera empatizar con su estado de ánimo aquel día. Había otras casas solariegas escondidas por altos muros y hierro forjado, pero le importaron bien poco. Debía centrarse en la que tenía delante. Tomó aire y traspasó la verja seguida de su isä. Aquel verano empezaba muy bien.

-¿Qué hay de los vecinos?-Le dijo a su padre que caminaba a su lado con la misma sonrisa de añoranza de antes. Le gustaba esa sonrisa, pero no lo admitiría.

Christopher observaba cada arbusto, árbol y piedra que se encontraban en el camino. Había adecentado el jardín y la casa para que sus hijos pensaran que era una pasada y no estuvieran negativos. A Kilian ya se lo había ganado, lo sabía, un chico de quince años con todo el verano por delante para disfrutar en una casa gigante con piscina era todo lo que ese gemelo podía pedir. El problema residía en la gemela.

-Nadie importante, alguna de las mansiones está vacía, es un barrio muy elitista y poca gente puede permitirse vivir por aquí. Una suerte que tengamos esa herencia en Gringotts, ¿verdad?

Kaisa asintió y subieron los peldaños hacia la puerta de su nuevo hogar. Kilian apareció con una gran sonrisa en el rostro, estaba entusiasmado con aquella mudanza. Y sí, la sonrisa de Kilian era contagiosa. Kaisa no pudo hacer nada, su gemelo la agarró de la mano y la paseó por toda la casa contándole todas las cosas que podrían hacer allí.

La magia ayudó a colocar todas las cosas de los gemelos, así que tuvieron mucho tiempo para explorar la casa, el jardín y decidir planes para invitar a sus amigos íntimos a la piscina la semana próxima. Eligieron dos habitaciones contiguas que se conectaban por una puerta interna, una puerta que prometieron no cerrar si no era necesario. Cenaron pizza y jugaron al Monopoly hasta que Chris se retiró, ya que a la mañana siguiente volvía al trabajo y se levantaba muy temprano.

Kaisa y Kilian subieron a sus habitaciones.

-Me encanta esta casa.-Kilian se dejó caer en la cama doble de Kaisa y miró al techo, con la sonrisa bailándole en los labios.-Va a ser un verano increíble.

Kilian se había tomado muy bien la noticia de que no viajarían aquel verano a Helsinki, algo que molestó a Kaisa, pero para variar no dijo nada. La muchacha se había sentado en la alfombra y colocaba sus zapatos por enésima vez. Era algo que hacía cuando se ponía nerviosa.

-Apenas hemos estado aquí, no te puede encantar todavía… y seguro que te cansas de la piscina en dos días.

Kilian se colocó boca abajo en el colchón y miró a su hermana alzando una ceja.

-¿Por qué no puedes ser un poco positiva por una vez? Isä está muy contento de estar aquí… Y seguro que tu también te alegras de tener un verano con nuestros amigos, para variar.

Kaisa estuvo tentada de decir que no tenía amigos íntimos como él, pero frunció los labios y no dijo nada.

-Puedes invitar a los Weasley o a Lovegood… Incluso aceptaría que invitaras a Potter. Yo invitaré a Hermione.

Kaisa levantó la vista y miró a su hermano, con una sonrisa traviesa en los labios.

-¿Sigue siendo tu crush?

-No es mi crush.-Dictó Kilian, levantándose de la cama.-Solo una compañera de estudio.

-No, qué va… Solo es la chica por la que bebes los vientos y con la que te quieres casar…

-¿No te enseñó Umbridge a no decir mentiras?-Kilian le sacó la lengua y se dirigió hacia la puerta que conectaba sus habitaciones.

Kaisa le fulminó con la mirada. Aún le picaba la mano cuando pensaba en ello.

-Tyhmä. Imbécil.

-Pero soy tu hermano y me quieres. No lo olvides nunca,-Kilian se giró con un floritura y le hizo una reverencia.- cuando nadie te quiera porque eres un amargada yo te amaré por siempre.

-¡Te voy a…!-Y Kilian cerró la puerta en las narices de su hermana.

-¡Te quiero, Kai!-Dijo entre los gritos amortiguados de su hermana.- ¡Buenas noches, princesa!