Capítulo 5

Sakura

—No me voy a acostar contigo —le digo a Syaoran con firmeza. Pero no se trata de sexo. Ya hemos superado esa conversación. Después de descubrir que era virgen y de prometerme que no me tomaría en contra de mi voluntad, Syaoran se reprimió visiblemente, apartándose de mí y afirmando que si iba a cumplir su promesa, tendría que dejar de besarme.

Me sentí aliviada, por supuesto, pero ¿estuvo mal que también me sintiera decepcionada? Había disfrutado de su beso más de lo que me gustaría admitir.

Nunca me habían besado así. El beso había provocado un calor líquido en mi vientre y entre mis muslos. Me había dejado confundida y frustrada. Quería más, pero no lo hacía. Diablos, no sabía lo que quería.

Pero después de apartarse de mí, en lugar de dejarme sola para que lidiara con mis emociones contradictorias, me agarró de la mano y me arrastró a su dormitorio con él.

—Dormirás aquí conmigo, donde puedo vigilarte —replica. —Esto no es negociable —añade con un gruñido.

—Syaoran —pego un pisotón de frustración. Es una mala costumbre que tengo desde que era pequeña y no me salía con la mía. Mi padre me decía que siempre lo hacía, desde que tenía dos años.

Syaoran se limita a enarcar una ceja.

—Pisa todo lo que quieras con ese bonito pie. Mi orden se mantiene.

Me cruzo de brazos y lo miro fijamente.

—Puedes venir a la cama por tu propia voluntad o, que Dios me ayude, te ataré a la maldita.

Mis ojos se abren de par en par, ya que no me cabe duda de que hará exactamente eso. Un músculo de su mandíbula se mueve como si estuviera medio tentado de hacerlo de todos modos, así que me acerco a regañadientes a la cama y me meto en ella, acostándome en el borde lo más lejos posible de él.

Se quita la camisa del pecho y hago todo lo posible por reprimir el grito ahogado que se me escapa cuando me encuentro con las duras líneas de su abdomen. Está marcado. Enorme y duro, cada centímetro de él es como una piedra cincelada. Se quita los pantalones, quedándose sólo con unos bóxers que se amoldan a sus muslos que son como cañones... y otra parte de su cuerpo masculino que sospecho que es mucho más grande que la media de la mayoría de los hombres.

Sonríe al ver mi mirada, y esa protuberancia entre sus piernas parece hincharse aún más. Me pongo de lado, de espaldas a él, con las mejillas encendidas, y él se ríe mientras se sube al otro lado de la cama. Entonces, siento que su fuerte brazo se extiende para acercarme a él, tirando de mí hasta que mi espalda queda pegada a su pecho.

No, esto es inaceptable. No quiero, no quiero, estar tan cerca de mi captor toda la noche. Ya es bastante malo que me haga dormir en la misma habitación que él, y mucho menos en la misma cama.

Empiezo a contonearme, intentando liberarme de su agarre, pero él solo aprieta su brazo sobre mí, y noto que el bulto que tiene entre las piernas aumenta aún más, presionando mis nalgas.

—Será mejor que dejes de retorcerte si sabes lo que te conviene, pequeña Sakura. No puedo controlarme durante mucho tiempo si esas nalgas tan llenas se mueven sobre mi polla — me advierte, con su aliento caliente en mi oído. Me estremezco a pesar de mí misma.

Mi respiración se entrecorta y siento que mi sexo se aprieta entre las piernas ante sus palabras.

—Creía que habías dicho que no me forzarías.

Hace un gruñido.

—Eso no significa que no haya otras cosas que no pueda hacerte mientras tanto.

Deja la insinuación en el aire entre nosotros y, a mi pesar, me pregunto qué otras cosas podrían ser.

—Podrías dejarme dormir en el otro lado de la cama — sugiero esperanzada.

Siento el estruendo de su pecho a través de mi espalda.

— ¿Y dejar que intentes otra fuga? No, dormirás aquí en mis brazos, donde puedo mantenerte quieta.

Pruebo el peso de su brazo con un pequeño empujón. Maldita sea. Tiene razón. No hay manera de que me libere de él aunque quiera. Ese pensamiento debería asustarme.

¿Por qué, en cambio, me excita?

—Como quieras —refunfuño y trato de tranquilizarme lo suficiente como para quedarme dormida. Lo escucho y lo siento reírse de nuevo contra mi espalda. La bestia.

Está claro que necesito dormir. Mi mente y mi cuerpo deben estar fatigados para traicionarme así. No debería gustarme la forma en que sus grandes brazos me rodean. No debería querer acurrucarme más en su abrazo.

Es peligroso. Es el tipo de hombre que hace tratos oscuros en los callejones y que se desquita con cualquiera que se le cruce. No puedo bajar la guardia con él. No puede gustarme. Ni siquiera un poco. La única razón por la que mi cuerpo reacciona ante él es por mi inexperiencia con los hombres. No conoce nada mejor. No puedo... mi pensamiento se interrumpe mientras bostezo y finalmente sucumbo a la oscuridad que me arrastra. Por la mañana tendré más control sobre mí misma.