Disclaimer: Los personajes no me pertencen, son creación de Rumiko Takahashi. FF creado sin fines de lucro.

* Publicación: 02-10-12


129 DÍAS JUNTO A TI

Capítulo 4: ¿Un Café, Lord Sesshomaru?

Día 42: 6 de Mayo de 2012

Kagome atravesó con pasos lentos y desganados el recibidor de la casa, respirando un tanto disconforme el aroma que pululaba por todo el lugar. Era el olor característico de la escarcha artificial que se forma en la estructura interna de los congeladores. ¿Cómo lo conocía? El congelador y ella tenían una intermitente historia de amor, una que sólo surgía en verano. Remontándose a una época en la que no era mucho mayor que Rin, la pequeña Kagome enterraba la cabeza en el congelador, dejando que el frío aire que exudaban los cubos de hielo, la escarcha y el electrodoméstico en sí, le regalaran la frescura necesaria para soportar esos días de intenso calor. Sí. Ése mismo olor era el que caracterizaba a la mansión de Sesshomaru.

Ella no podía esperar menos del imperturbable hombre. La frase "Las cosas se parecen a su dueño" le venía de mil maravillas. La "casa" no sólo era tan o más grande que la de su padre, era igual de elegante, decorada con excelente gusto y ambientada en la época dorada del romanticismo. Una mezcla bastante perfecta entre lo moderno y lo antiguo, que encajaban con la imagen de "Príncipe" que encarnaba el pedazo de idiota que tenía como concuñado. Suspiró.

Los primeros días, la joven de ojos azules aguardó esperanzada que la actitud de Sesshomaru mejorara, o se volviera más tratable ya que ahora vivían en el mismo lugar y trabajaban juntos. «"Tema que en este momento prefiero olvidar…"», se dijo a sí misma mientras seguía ensimismándose en la situación. Sus pasos inconscientes la llevaron hasta la sala principal.

El hombre se había vuelto aún más frío con los días, y Kagome tenía que llevar continuamente la vista hasta sus fosas nasales para descubrir si respiraba aún o no. Notó que sólo se comportaba tranquilo al estar cerca de Rin, como si esa niña fuera la única capaz de darle un poco de calidez a su corazón. «"Si es que tiene uno…"», tuvo que repensar la idea. Sesshomaru era como un padre para Rin, lo fue prácticamente desde que la pequeña nació, era imposible pensar que no tuviera siquiera un ventrículo de corazón.

—Rin, bájate —le escuchó pronunciar con voz autoritaria.

La piel se le erizó, pero no permitió que esto la atajara de observar el sofá en donde Sesshomaru estaba sentado. Sus ojos dorados clavados en la portátil frente a él, sus finos dedos tecleando incesantemente, mientras una alegre y jovial Rin se encargaba de jugar con las largas y lisas mechas plateadas de su tío, las estiraba y las anudaba unas entre otras, arruinando la pulcritud etérea de su aspecto. Kagome pudo notar el ligero tic que comenzaba a evidenciarse en una de sus cejas, sus labios estaban apenas fruncidos. Reprimió una carcajada mientras decidía entre salvar a su concuñado de su adorable pero traviesa sobrina o dejarlo pagar por los desplantes de esas últimas semanas. La segunda opción era más que tentadora.

—Rin —dijo Kagome con tranquilidad al adentrarse en la sala.

Los ojos dorados de él se elevaron hasta los azules. Kagome podía jurar que estaban suplicando por ayuda. Era el momento perfecto para tomar venganza, lo sabía. Pero, finalmente, no pudo evitar ayudarlo ya teniendo la atención de la niña.

—¿Por qué no buscas a Jaken y miran en la cajuela de mi auto? —preguntó mostrándole las llaves de su auto.

Rin sonrió de oreja a oreja y de un salto tomó las llaves, corriendo por su vida en busca del hombrecillo. Kagome la observó con una sonrisa y suspiró, otra vez, antes de retirarse de la sala. No esperaba que Sesshomaru le hablara y mucho menos que le "agradeciera". Por su parte, él internamente gratificó el silencio que le otorgó la mujer con una ligera, muy, muy ligera sonrisa que ni siquiera ella la pudo notar.

Día 45: 9 de Mayo de 2012

Los días continuaron pasando tranquilos, sin noticias aparentes. Una mañana en especial, la oficina estaba notablemente tranquila. Kagome suspiró mientras acomodaba unos folios sobre su escritorio temporal. Toga, placenteramente sorprendido con los estudios universitarios de Kagome, le había cedido el puesto como reemplazo temporal para el trabajo que Inuyasha realizaba en la empresa. Ese puesto no era nada más, ni nada menos, que el de Gerente de Recursos Humanos.

Un muy ligero vuelco a la agitada vida de mesera que solía disfrutar.

«"Era más fácil convencer al Sr. Bark acerca de la consistencia de su crema…"», se dijo pensativa. El Sr. Bark era un cliente habitual de la cafetería, uno de esos que siempre llega a la misma hora, pide los mismos platillos que la semana anterior y la anterior a esa, leyendo el diario con parsimonia mientras lanza miradas de desaprobación a las parejas que van a tomar su desayuno al local, acaramelados como en los primeros días de primavera.

El intercomunicador sonó y la voz, que Kagome aseguraba podía congelar al sol, inundó los espacios de la gran oficina —: Higurashi, tráeme un café.

Ella se limitó a levantar una ceja antes de hablar.

—¿Acaso tu asistente no puede llevarte uno? —dijo entre dientes, con la mandíbula tensa, las manos en puño y la arteria temporal palpitando en su sien.

—Con una de azúcar —la ignoró.

—NO-LO-VOY-A-HACER.

Kagome apretó con rabia el botón del intercomunicador, bufando mientras se paraba molesta de su sillón. «"Está bromeando, ¿no?"», se preguntó internamente.

Tras varios minutos, escuchó que alguien tocaba a su puerta y luego los débiles susurros de su secretaria. Entonces la puerta se abrió y ahí, con un aire aristocrático que sólo él y los reyes de antaño podían tener, estaba parado Sesshomaru con sus ojos fundiéndose con el aburrimiento de su habitual costumbre de chupar clavos y la molestia de un capricho negado.

Kagome frunció el ceño y los labios.

—¡No voy a prepararte café, Taisho! —dijo haciendo un hueco sonido con su zapato de tacón.

Minutos más tarde, podemos encontrar a una bella joven de cabellos azabaches con un satisfecho Sesshomaru parado detrás de ella. Kagome, por su parte, luchaba contra su orgullo y una máquina de café. Bufó. «"¡Es un idiota!"», pensó. «"Más idiota tú, por hacer lo que te pide."», lo pensó mejor. «"Sería muy desagradable tropezar y que se le caiga la taza encima."» La mente de Kagome maquinaba las formas en que podía tomar venganza. Sin embargo, a la hora de entregarle la taza de café, lo hizo de manera educada… Casi tirándole la taza encima —por supuesto—, pero educadamente. Tal cual su madre le había enseñado.

—¿Gracias? —pronunció Kagome cuando lo vio girarse y caminar hacia su oficina.

—Por nada —respondió él divertido.

La escuchó gritar —: ¡¿Perdón?!—, y movió la cabeza para observarla.

—Es un honor para ti que yo, Sesshomaru, esté complacido con el café que preparas —dijo él con voz casi aterciopelada antes de girarse de nuevo.

Kagome parpadeó, mirando como el cabello plateado se balanceaba suavemente siguiendo el camino que su dueño tomó.

—Eso, novata, es un halago en su idioma.

El pequeño respingo que dio Kagome, produjo una suave risa de parte de su intermediaria.

—Soy Sango, su asistente —se presentó la mujer de cabellos castaños que caminaba lentamente hacia ella.

Extendió la mano hacia Kagome, quien la estrechó aún sin saber qué decir.

—Eres la nueva gerente de RRHH, ¿no? Deben ser muy cercanos para que te trate así.

—¿Un halago? ¿Cercanos? —repitió Kagome más para sí misma, negando con la cabeza—. No, él es… cuñado de mi hermana… Yo…

—¡Oh! ¡Perdóname, no sabía…! Entonces tú… —dijo la joven de cabellos castaños cuya mirada almendrada ahora se veía dolida.

Ahora que la observaba mejor, guardaba mucho parecido con la esposa de Inuyasha —y era de esperarse—.

—Sí… ¡Pero no te preocupes! —dijo agitando las manos a modo de negación —Soy Kagome —se presentó con una delicada sonrisa.

—Es un gusto, Kagome.

Kagome sólo sonrió.

—Muy bien. Si necesitas ayuda con algo, sólo pídela.

La azabache sólo asintió y se despidió. Todavía tenía trabajo pendiente antes de poder escapar de ese edificio.

.

Unas botas sucias de tierra seca y lodo húmedo en las plantillas se posó sobre la tierra firme de un gran montículo de rocas, su mano morena surcó su frente limpiándola al paso de las gotas de sudor que resbalaban por ellas. A lo lejos podía observar la orilla. Sus ojos se mezclaban con el azul del cielo como si fueran un reflejo. Kouga observó con las manos empuñadas sobre sus caderas cómo sus hombres todavía luchaban por alcanzar la cima.

—¡Apúrense, inútiles! ¡No quiero que nos agarre la noche!

—¡Sí, jefe! —respondieron al unísono antes de dispersarse.

Kouga se puso en cuclillas, observando la tierra que lo rodeaba. Mirando unos pedazos de algo, cubiertos de polvo y tierra.

—Esto es…

Levantó con cuidado una de las piezas destruidas de lo que parecía un celular de última generación, la pantalla todavía podía verse intacta, pero no podía decir lo mismo de las otras partes.

—Si serás idiota, cara de lodo —dijo en voz alta.

Fue en ese momento que sus subordinados lo declararon loco. Riéndose a carcajadas, no pudo evitar caer al piso, golpeando con una mano rítmicamente el piso, como tratando de controlarse.

Después de varios minutos de exorbitante risa, recuperó la seriedad, frunciendo sus cejas ante el entrelace de circunstancias que se iban entretelando en su cabeza. Perdidos en esa isla. Sin comunicación con el exterior. No había señales en la playa de que buscaran ayuda. Y ya habían pasado varias semanas.

—¡Rastrillen la zona! ¡Quiero noticias de ellos para mañana en la mañana! —les ordenó con las fuerzas renovadas.

Sus hombres asintieron y empezaron a movilizarse detrás de él. Era momento de realizar algunas llamadas.

Para esa tarde, Toga ya estaba al tanto del nuevo descubrimiento. Tras un análisis del microchip que pertenecía al celular comprobaron que se trataba del celular de Inuyasha.

Esa era sin duda, una muy buena pista.

.

Los ojos de Sesshomaru estaban perdidos en el paisaje que le proporcionaban los grandes ventanales de su oficina. Pensamientos que lo perturbaban, claro está. Pensamientos sobre ella. Escuchó el intercomunicador hacer un leve ruido, anunciando una inesperada visita.

—Sr. Taisho, el Sr. Nisegi desea verlo antes de la junta —dijo Sango con un tono casi imperceptiblemente molesto—. Está esperando afuera.

—Que pase —respondió Sesshomaru.

No mucho después, atravesó las puertas un hombre de oscuros cabellos, los cuales estaban anudados en la parte baja de su nuca. Sus ojos le parecieron casi rojos y contrastaban con el traje negro que llevaba puesto.

—Dime, Onigumo —dijo Sesshomaru sin dejar de mirarlo—. ¿Qué es tan urgente que no puede esperar 20 minutos más?

La voz de Sesshomaru, a pesar de no mostrar un gramo de emoción, hizo estremecer al hombre frente a él. Pero este se limitó a sonreír de lado.

—Ha pasado tiempo, Sesshomaru —dijo Onigumo al acercarse al escritorio.

Le ofreció la mano como saludo, pero Sesshomaru decidió ignorarlo. Onigumo, entonces, tomó asiento en una de las sillas frente al escritorio.

—Sabes de lo que vengo a hablarte.

—Mi padre rechazó tu oferta una vez. ¿Por qué debería reconsiderarlo? —preguntó Sesshomaru con sus ojos dorados escrutando al hombre, había algo en él que no terminaba de gustarle.

Colocó los codos sobre la mesa, con las manos entrelazadas y, encima, dejó reposar su mentón.

—Antes no éramos tan poderosos ni tan influyentes como ahora, hijo de Taisho —dijo Onigumo.

Sesshomaru podía comparar la voz del con el siseo de una serpiente, acercándose a su presa.

—Juntos dominaríamos la economía, y no me refiero sólo a la nacional.

—No estamos interesados en una fusión —dijo Sesshomaru, levantándose.

Rodeó su escritorio y caminó hacia la puerta, abriéndola. Onigumo entendió la indirecta y lo siguió, con una expresión de disgusto en su rostro.

—Sango, ofrécele café al Sr. Nisegi mientras aguarda la reunión —ordenó—. Y dile a Higurashi que se apresure en traerme esos papeles.

La intensa mirada de Sesshomaru fija en el hombre. Sango respondió con un escueto "Ok" antes de ver llegar a Kagome justo en ese momento.

—Piénsalo, Sesshomaru —habló Onigumo sin rendirse—. Te puedes arrepentir.

La sonrisa que surcó el rostro del hombre le provocó escalofríos a ambas chicas. La mirada que con la cual recorrió de punta a punta el cuerpo de Kagome, no pasó desapercibida por Sesshomaru.

—Hn…—fue todo lo que salió de los finos labios del "Príncipe" antes de encerrarse nuevamente en su oficina, dejando la puerta entreabierta para que Kagome pudiera pasar.

Sango se apresuró a preparar la taza de café y la acercó hasta Onigumo, que la esperaba sentado en los cómodos sillones que tenían para la espera. Cuando él tomó la taza, se aseguró de rozar las manos de la joven con las suyas.

—Gracias… —dijo el hombre produciéndole un terrible desagrado a la pobre chica.

Sango corrió hacia la seguridad de su escritorio.

Kagome, por su lado, atravesó las grandes puertas de madera y se sorprendió de encontrarlo ahí, recostado en la pared junto a la entrada de la oficina. Cerró la puerta y se acercó a él con los papeles que le había solicitado. Una elegante ceja levantada la instó a hablar.

—Aquí están los papeles que me pediste, más una copia de los expedientes de ese hombre —dijo ella haciendo una mueca.

Sesshomaru asintió, cerrando los ojos.

—¿Ocurre algo con…?

—¿Qué opinas de Nisegi? —la interrumpió en voz baja y neutral.

—¿Eh? —preguntó ella sorprendida se llevó una mano empuñada al pecho y prosiguió —: No me agrada —confesó tras pensar unos segundos.

¿Para qué le pedía su opinión? No era propio de él. Aparte, no lo había visto más que por unos segundos, los cuales bastaron para erizarle la piel de una manera no muy agradable… Sólo para añadir la desagradable mirada que le dirigió.

—Hn.

Sus ojos se abrieron y la observaron, con la primera emoción que Kagome logró ver en esas esferas de oro. Enojo. Eso era lo que las llamas doradas le decían. ¿Ahora qué se traía?

—Todo está listo para la junta de esta tarde —empezó a decir Kagome al ver que él se dirigía a su escritorio.

Ella lo siguió.

Él era tan alto —o ella tan baja— que prácticamente tenía que doblar el cuello para mirar su cabeza.

—Las copias de los informes para cada uno de los miembros de la junta están en sus correspondientes asientos, Sango se encargará de las proyecciones y unos bocadillos dulces les llegaran a eso de las… —levantó su muñeca para observar su añejo reloj antes de continuar—: … 16:30. —concluyó con una sonrisa.

Sesshomaru tuvo que retraer la sorpresa que generó la eficiencia de la mujer y se sintió aliviado. Al menos no tendría que lidiar aparte con una gerente de RRHH buena para nada a la que no podía despedir. Ignoró el resto de los informes que ella le continuó ofreciendo, perdido en la manera que sus manos se movían explicando todo lo que sus labios iban diciendo al paso… al menos lo hizo hasta que ella murmuró algo acerca de irse a casa. Kagome notó el entrecejo fruncido de Sesshomaru.

—¿Algún problema? —preguntó.

—No puedes irte.

Ella frunció el ceño. Él lo relajó.

—No puedo quedarme. Rin… —replicó Kagome con rapidez.

—Isayoi se encargará de ella. Te quedarás —le dijo Sesshomaru.

Dando por terminada esa discusión, procedió a tomar estaba muy equivocado si pensaba que ella lo dejaría así. Era Kagome después de todo.

—¡Ese no fue el acuerdo al que llegamos, Sesshomaru! —reclamó ella bajando con fuerza las manos sobre el escritorio.

—¿Acuerdo?

—Sí… si no voy a poder cuidar a Rin, entonces no debí renunciar a mi trabajo.

Su tono le demostró cuán indignada estaba por ese tema. «"Ahí vamos…"», pensó Sesshomaru comprendiendo el asunto.

—Ese tema ya está más que hablado, Higurashi. Te necesito en la junta. El resto de los días puedes gastarlos como desees.

Sesshomaru comenzó a revisar unos papeles mientras hablaba, haciendo que la joven sintiera las terribles ganas de ahorcarlo por restarle importancia al asunto.

—¿Entonces ya tenías esto calculado? ¿Tengo acaso el derecho, oh gran Lord Sesshomaru, de preguntarle cuándo pensaba informarme de este pequeño detalle? —preguntó ella mientras intentaba reprimir su intenso deseo de voltear los ojos mientras usaba el tono más subyugado que pudo fingir.

Sesshomaru frunció el ceño.

—¿Tu diploma y mención de honor en Administración de Empresas no te dejaron adivinar qué ocurriría?

La mirada dorada que se posó en ella le erizó los pelos de la nuca, mas se contuvo para no exteriorizarlo.

—Abstente de preguntas estúpidas, mujer.

—¡Hasta parece que el hecho de yo sea mujer es de gran molestia para ti, querido concuñado! —dijo Kagome retrocediendo unos pasos antes de girarse y caminar hacia la puerta—. Y sí, adiviné que esto pasaría. Por eso me tomé la molestia de asegurarme de que todo esté en su respectivo lugar. Me voy a casa con Rin —dijo antes de abrir la puerta y poner un pie afuera.

Kagome no lo advirtió. Sesshomaru no lo pensó.

Él se levantó del sillón en el que estaba sentado y caminó raudamente hasta tomar el brazo de ella, sus uñas —aunque cortas y perfectamente limadas— se clavaron en la piel de Kagome, provocando una isquemia en las zonas inmediatas a las yemas de sus dedos.

—A mí también me preocupa Rin —le confesó—. Pero está con su abuela. Nuestra Rin no está sola, Higurashi.

—¡Suéltame en este instante, Sesshomaru Taisho! —ordenó ella.

Sus manos forcejearon con las de él, pero sólo consiguió disminuir la fuerza del agarre.

—¡Mi nombre es Kagome! ¡Ka-go-me!

Sesshomaru le devolvió una mirada entre aburrida y molesta.

—¡Me voy antes de las 6! ¡Y te lo advierto, si no…!

—Me tiene sin cuidado —La voz de él empezaba a sonarle peligrosa.

Él se acercó, agachando la cabeza para enfrentarse a los fulgurosos ojos de Kagome, así dejó que su cabello cayera alrededor de ella creando un velo que los apartaba del mundo. Ella se sentía terriblemente atrapada.

—¿Cómo hago para callarte? —se preguntó a sí mismo en voz alta—. No te callas ni en mi mente, humana.

—Vaya, un nuevo apodo —dijo ella con sarcasmo.

¿Qué pensaba Sesshomaru que era? ¿Un caracol?

Y fue en ese instante en el que Kagome, tras irritarse de sobremanera, se dio cuenta de la posición y situación en la que estaban. Obviamente, el Príncipe no tendría la intensión de besarla ni mucho menos, pero de todas maneras hacía mucho tiempo que no tenía tal acercamiento con un hombre. Tragó saliva. Muy mal momento para ese tipo de pensamientos. Y MUY mal momento para detenerse a mirar cómo los labios de él se fruncían ligeramente siguiendo su usual línea fina y recta.

Casi podía sentir sus labios sobre los suyos. Ella se dio cuenta que él era atractivo. Él decidió que los labios de ella se veían apetitosos.

Dos ligeros golpes en la puerta fueron como su conciencia abriéndose paso. Esa conciencia que misteriosamente había ido al baño y olvidó estirar la cadena para estar pensando en esa clase de… cosas.

Hijo, ¿has visto a Kagome? Necesito… —escucharon a Toga antes de que la puerta se abriera.

Para el momento en que Toga ingresó a la oficina, Kagome y Sesshomaru se encontraban a una distancia bastante prudente. Las mejillas coloradas de ella, sin embargo, no pasaron desapercibidas. Mucho menos esa mirada caprichosa de su hijo. Sus labios se curvaron en una sonrisa pícara. . Esa misma sonrisa astuta, que te hacía suponer que lo sabía todo. Tan característica, Kagome declaró, de los hombres de esa familia.

—Oh, aquí estás, Kagome —dijo cerrando la puerta tras él—. Necesito que vayas a la sala de juntas y recibas a los que van llegando. Matsumoto ya está esperando. Te lo encargo, querida.

Kagome no pudo más que asentir rápidamente y salió con torpeza de la oficina.

—Así que… —comenzó a decir cuando Sesshomaru lo interrumpió.

—Nisegi estuvo aquí…

Toga frunció el ceño de una manera muy parecida a la de su hijo.

—Quiere replantear la fusión con su compañía —le informó Sesshomaru.

—Ese es un tema que no se volverá a tocar —dijo Toga—. No confío en él. No voy a poner el legado de mi familiar en una bandeja de plata, para entregársela a ese hombre.

Sesshomaru asintió con la cabeza.

.

—¡Maldición! —gritó tirando una pequeña piedra contra la gran pared de rocas más grandes frente a él.

Bufó mientras se volvía a sentar en el piso con las piernas y los brazos cruzados sobre el pecho. Uno de sus pies se movía inquietamente mientras con los ojos cerrados continuaba ideando maneras de salir de la cueva, sin provocar que un montón de escombros se le cayeran encima.

—¡Feh! ¡Estúpidas rocas!

Inuyasha decidió que era momento de descansar.

La luz que se filtraba por los espacios entre roca y roca le hacía saber que estaba cayendo la tarde, pues con su naranjado resplandor iluminaba la fría y húmeda cueva en la que había quedado atrapado. A él todavía le parecía increíble la manera en que una pequeña roca, podía traer consigo muchas rocas más. Pero ¿qué podía hacer? ¡Esa roca tenía la cara de un presidente en ella! Y, aunque no lo admitiría, a Inuyasha le encantaba de sobremanera coleccionar rocas con caras de personas famosas. Bufó nervioso. Estaba perdiendo la razón. Sus párpados se abrieron, revelando dos hermosas orbes doradas apagadas por la nostalgia. «"Rin… Kikyo…"», pensó en ellas y se sintió culpable. Eso podía admitirlo. Pero todo lo demás era culpa de Kouga.

Él debió prever que la señal del celular no llegaría hasta esa isla. Y, por supuesto, el tendría que haberle avisado que había más de una isla en ese lado de la isla mayor. Por dentro sólo esperaba que Kikyo estuviera bien. No había regresado y en lo más profundo de su corazón, deseaba verla ya en casa con Rin.

Observó un insecto pasar por el costado de su cuerpo. Inuyasha sonrió de lado.

Al menos esa noche sí cenaría.


¡Bien! ¿Qué les pareció? ¿Les gusto? ¿Me lo hacen saber con un review? ¿Sí? ¿Por fa? Espero... de verdad espero que les gustara mucho más que a mí! Como le comentaba a Sasunaka doki, la pc donde tenía este cap escrito... decidió morirse - ojo con los cargadores de lap que compran - y hasta ahora ... ya más de una semana, no le encuentran solución. Así que... como sólo pude recuperar archivos de la universidad tuve que reescribir el capítulo... Blah blah blah excusas - ciertas - pero excusas al fin. La primera versión era mucho más larga, más explicativa sobre ciertos puntos. Pero no es que no haya quedado satisfecha igual... Pudo ser mejor.. sí... sí pudo ser mejor. Espero que les agrade. Prometo que este capitulo VA a tener una V2 proximamente, o si encuentro la manera de... va a tener una parte 2 nada más.. Cualquier HORRORtográfico que exista, también lo voy a modificar futuramente.

Ahora...

Emily Castro: Te juroooo te juro que no conocía esa pelicula! Estuve leyendo la sinopsis y la verdad la trama me recuerda mucho a la de mi fic... Pero juro que no sabía de esa película hasta que la mencionaste. Y no la voy a ver! hasta terminar! Así mi mente y mis ideas no son corrompidas por cosas ajenas.

ISYLU: Me inspiraste a cambiar el resumen del fic! Me alegra que te animaras y sobre todo que te gustara!

Setsuna Taisho: Sï, ellos están perdidos en una isla Francesa que está en el mar mediterraneo, "Córcega", que tiene otras islas de menor tamaño a su alrededor... si no mal recuerdo eran 3 de las cuales 1 es una reserva natural. (Si google no me falló).

sAYa21ANGEL: Leí los primeros dos caps de tu historia hace tiempo, me quedé ahí por falta de tiempo pero en estos días prometo ponerme al día! Continúa con tu historia, sí?!

Espero haber respondido algunas de sus preguntas! y por mientras gracias a yuebella1, pam, Natita Morrison y todos los que me siguen! Muy contenta de verdad!

No se decepcionen! Por favor! De verdad no saben la alegría que fue para mí ver los hermosos reviews que me dejaron! Y saber que me leen, me saca lágrimas. Estoy llorona! Lo siento! Pero mil mil gracias por el apoyo! Ahora... me dan más apoyo? Sí? Un abrazo a todos! Prometo no tardar en aparecer! Tengo ideas... tengo diálogos! Tengo sueño! Pero no tengo mucho tiempo...

Besos!

A.

* Re-edición: Corrección de errores ortográficos y gramaticales, entre otros.