Disclaimer: Los personajes no me pertencen, son creación de Rumiko Takahashi. FF creado sin fines de lucro.

* Publicación: 04-02-13


129 DÍAS JUNTO A TI

Capítulo 9: Emociones. Parte II

Día 58: 22 de Mayo de 2012

—¡No!

El grito de la mujer recorrió las silenciosas salas del hospital.

—¡Necesito verlo, mamá! —la voz de Kikyo se rompió entre llantos —. ¡Necesito saber que él está bien!

Sonomi abrazó con fuerza a su hija, haciendo que sus brazos hicieran las veces de una soga. Recibió las lágrimas de su hija, paciente y comprensiva. Nunca la había visto comportarse de una manera tan poco controlada y desesperada. Kikyo siempre era la que mantenía la calma hasta en el peor de los momentos.

—Pero yo quiero verlo… mamá —rogó—. Yo necesito verlo…

Kikyo se abrazó a su madre y lloró. Sus heridas ahora podían empezar a sanar.

Era de ya de madrugada en Córcega cuando Kouga cruzó el umbral de la sala de espera. Su sonrisa de lado la consoló y dejó que su corazón volviera a palpitar.

—Creo que deberías ir a ver al cara de lodo —dijo con sus ojos azul cielo resplandeciendo con diversión —. Está por asesinar a uno de los médicos.

La pálida mujer, con sus ojos rojos por las lágrimas y pequeñas magulladuras en proceso de cicatrización, se levantó de la silla presurosa. Entre sus manos, tomó las de Kouga y tras agradecerle un millón de veces, salió disparada hacia la habitación de su esposo, a la máxima velocidad que le permitieran sus muletas.

Y Kouga no bromeaba al decir que Inuyasha estaba a punto de matar a uno de sus médicos. En efecto, él lo estaba intentando. La futura madre sintió su fina ceja cosquilleando. ¿Ella pensaba entrar a esa habitación para bajar a su marido de la cama y sacarle el tonto tenedor de la mano? Oh, por supuesto que lo haría… Y después de besarlo, se aseguraría de golpearlo justo en medio de esa hermosa y descerebrada cabeza. Inuyasha, por su parte, al notar la presencia de su esposa en el marco de la puerta, bajó el tenedor y la observó con los ojos muy abiertos, para luego cerrarlos, cruzarse de brazos —con el tenedor aún en la mano— y hacer un pequeño puchero.

—Feh, ellos no me dejaban ir a verte —se explicó.

Los sentimientos se mezclaron y arremolinaron en medio del pecho de Kikyo. Sus ojos cubiertos de lágrimas dejaron escapar algunas mientras caminaba con prisa hacia la cama e Inuyasha bajaba de ella para estrecharla entre sus brazos.

—Estás vivo… —susurró ella con la voz rota.

—¡Ja!, las dos mujeres de mi vida no se van a deshacerse de mí tan fácilmente.

Inuyasha la observó con una sonrisa ladeada, mientras removía con las manos —ahora limpias y callosas— las gotas saladas que rodaban por las mejillas de Kikyo.

—Así que… ¿tendremos un nuevo cachorro? —preguntó Inuyasha, entusiasmado.

Kikyo asintió una tímida y cálida sonrisa en los labios.

—¡Ja! ¡Vaya que mis amigos son geniales! ¡¿Y ustedes que miran?! —preguntó a los médicos que aún esperaban.

—Necesitamos revisarlo, Sr. Taisho —dijo una de ellos con el ceño fruncido.

—¡Feh, estoy perfectamente bien!

Cariño… —dijo Kikyo.

¡Ella uso ese tono! Tragó saliva mientras observaba los ojos de su mujer relumbrando con determinación.

Inuyasha estaba en problemas, sin dudas.

.

La respiración de Kagome se detuvo. Los labios de Kagura y Sesshomaru estuvieron a punto de unirse frente a sus ojos azules, ahora molestos y humedecidos. ¿Cómo se atrevían? Retrocedió al ver como Sesshomaru se apartaba velozmente de la mujer. Sabía que él estaba enojado por la manera en que sus ojos se volvían tan fríos que podía imaginar el vaho brotando de ellos al contacto con el aire.

¿Qué demonios fue todo eso?

«"Soy una tonta..."», pensó y sus pies volvieron a tocar el fondo del pozo que comenzaba a hundirse.

Kagura frunció el ceño al verlo apartarse y dejó que sus ojos rojizos recorrieran la pequeña forma de Kagome de arriba abajo, con una mueca de desprecio formulada en sus labios. Instintivamente, Sesshomaru cerró distancias con Kagome, dejando que la exquisita tela de su traje rozara la piel descubierta del brazo femenino. En un gesto, tanto posesivo como atenuante para la angustia que provenía de ella, deslizó su mano hasta su cintura presionándola levemente. Kagome se tensó entre sus brazos. Sesshomaru lo notó. Se sintió reducida frente a Kagura, cuya mirada se posaba pesadamente sobre ella, mientras el agarre de Sesshomaru quemaba la piel bajo la tela. Deseaba arrancar todos y cada uno de sus dedos y arrojarlos a la mujer frente a ella.

—¿No nos vas a presentar? —preguntó la mujer, sonriendo.

Él observó de reojo a Kagome, que hacía de todo menos mirar hacia ellos. Ante la tardanza del Lord, Kagura extendió la arreglada mano libre a Kagome.

—Soy Kagura Shikabane, asistente y mano derecha de Onigumo Nisegi.

La azabache observó la mano con reticencia, haciéndola pronto encontrar con la suya en un apretón tímido.

—Kagome Higurashi.

—Oh, sí —recordó la mujer—. ¿La de RRHH? —preguntó—. Vaya, Sesshomaru. Pensé que tenías una política con tus empleados…

—Buenas noches, hermosas damas —dijo Miroku acercándose a ellos.

La mirada de Sesshomaru lo congeló por un instante, hasta que éste poco a poco consiguió calmar sus instintos —los que le rogaban arrancar el cuello de esa mujer—. Definitivamente, era una idea que él y Kagome compartían.

—Para ti también, mi buen amigo —dijo Miroku reparando en los fastidiados ojos dorados que le devolvían la mirada.

—Buenas noches, Miroku —saludó Kagome reponiéndose y ofreciéndole una ligera sonrisa—. ¿Sango vino contigo? —preguntó apresuradamente.

Miroku asintió.

—Está en la entrada, lidiando con la prensa —respondió él mirando a Sesshomaru.

Él se masajeó el puente de la nariz y miró a Kagome.

—Infórmales que mañana podrán preguntar lo que gusten en una conferencia de prensa a las 10 am. —le dijo éste en un tono monótono.

—¿Conferencia de prensa? —preguntó ella descolocada.

—Haz lo que digo.

Kagome bufó antes de asentir y alegarse presurosa, soltándose de su agarre.

Kagura sonrió, llevando distraídamente la copa a sus labios, bebiendo del dorado líquido sin dejar de observar a Sesshomaru. Miroku siguió a Kagome y Sesshomaru aprovechó la relativa privacidad para llevar sus manos hasta el cuello de la mujer, en lo que parecería una íntima caricia.

—Mantente alejada de mis asuntos Kagura —le advirtió—. O me encargaré personalmente de que no te acerques a ellos.

Los ojos rojos lo miraban con astucia y desagrado. ¿Se atrevía él a amenazarla? Tan pronto como sus manos dejaron su cuello, sintió la corriente que le quitaba el aire desaparecer, mientras Sesshomaru se internaba en los polutos rincones de la mansión.

Un ligero suspiro abandonó los labios de Kagome, mientras se acercaba a un tumulto de periodistas que rodeaban a la joven asistente. Alzando la barbilla, se acercó con la mayor rapidez que el estúpido vestido le permitía. Colocando una mano sobre el hombro de Sango, les habló con suavidad a los periodistas.

—Estoy segura que sus preguntas pueden aguardar a la conferencia de prensa que el Sr. Taisho dará mañana a las 10 a.m. —dijo con tono conciliador.

Los periodistas callaron por unos segundos y Kagome aprovechó para salvar a Sango.

—Sango, te estás perdiendo de una gran velada —le dijo ofreciéndole a su amiga una copa—. Con su permiso, señores.

Los periodistas comenzaron a anotar, llamar y preguntar. Sango y Kagome lograron encontrarse con Miroku en el lobby exitosamente.

¿Cómo se habían acercado tanto esos molestos periodistas?

—¿Por qué tanto escándalo? —preguntó Kagome.

Sango le agradeció en silencio, mientras tocaba la manga de Miroku con confianza.

—Es por Inuyasha —dijo Miroku—, la prensa local info…

—¿Inuyasha? —interrumpió Kagome—. ¿Qué pasó con Inuyasha?

Los ojos azules de Kagome se inundaron. ¿Por qué Sesshomaru no había mencionado nada?

—Lo encontraron hoy —dijo Sango—. ¿Sesshomaru no te lo dijo?

Kagome negó con la cabeza mientras buscaba con la mirada al Lord.

—Él está estable, pero lo dejaran en observación un par de días antes de darle el alta —comentó Miroku—. Supongo que la conferencia de prensa es para comunicarlo.

Sango suspiró y observó el nerviosismo creciendo en la azabache.

—Pensé que lo sabías, Kagome —dijo ella—. Discúlpame.

—No te preocupes. Ese pedazo de idiota me va a escuchar —dijo encaminándose hacia Sesshomaru.

—¡No, Kagome! ¡Espera!

Una alarmada Sango trató de detener a Kagome, que ahora caminaba graciosa y presurosamente hacia Sesshomaru. Suspiró. «"Parezco un pingüino caminando con esto…"», se dijo Kagome mientras trataba de dar grandes pasos, que le eran restringidos por la falda.

—Tú tendrás que lidiar con él después —dijo Sango. Dirigió su dedo acusador hacia Miroku, quien sólo se encogió de hombros.

Kagome buscaba a Sesshomaru entre la multitud.

Elegantes vestidos y trajes ululaban al moverse con la más primorosa suavidad. Ella observó a lo lejos a Sesshomaru, hablando con un par de hombres. No era momento para acercarse. Los ojos dorados de él se posaron sobre los suyos enigmáticos. ¿Por qué no podía leerlo esta vez? Kagome dio un paso atrás cuando sintió de lleno la dureza de un cuerpo contra su espalda. Grandes y rasposas manos se posaron sobre sus antebrazos, atajándola. Se giró lentamente, zafándose del agarre y mirando al hombre de cabellos negros frente a ella.

—Disculpa —dijo Kagome.

El hombre tomó una de sus manos y llevó sus labios hasta sus nudillos, depositando un imperceptible beso en ellos.

—La culpa es mía —se excusó él—. ¿Con quién tengo el placer?"

—Kagome… Higurashi —dijo ella retirando lentamente su mano.

Las palabras quedaban atoradas en su garganta bajo la intensa mirada violeta.

—Mi nombre es Naraku Nisegi.

Kagome retrocedió al escuchar el apellido. ¿Era familiar de ese hombre?

—Es un placer —respondió ella insegura.

—¿Disfruta de la fiesta, Srta. Higurashi? —preguntó Naraku llevando una mano a su espalda.

—Kagome —dijo cortante—. Sólo Kagome, por favor.

Naraku sonrió.

—Kagome, ¿disfrutas de la fiesta? —se corrigió.

—Es una hermosa recepción —dijo ella distraída.

¿Dónde se había metido Sesshomaru?

—¿Tienes algún parentesco con Onigumo Nisegi? —preguntó Kagome finalmente.

—Es mi padre —respondió el hombre—. ¿Se conocen?

—No he tenido el placer —respondió ella. El tono de voz de Kagome ocultó su sarcasmo.

Había visto al hombre sólo una vez, y fue suficiente para llenar su espina de escalofríos. Desvió sus ojos hasta un mozo que pasó junto a ellos y Naraku le hizo señas para darle una copa a la hermosa mujer que tenía delante. Kagome aceptó la copa y la elevó un poco hacia él, a modo de brindis, antes de beber un sorbo. Alcohol era lo que necesitaba su sangre… quizás.

—Entonces me encantaría presentarlos —dijo Naraku, con una sonrisa—. ¿Te complacería bailar conmigo la primera pieza?

—Yo…

—Aquí estás, querida.

Kagome frunció el ceño antes de voltearse y encontrar a Sesshomaru. Sus ojos dorados resplandeciendo cual oro fundido y su voz congelando el ambiente como nitrógeno líquido. ¿Estaba molesto? Oh… ¿Y ahora qué había hecho para ganarse la mirada del desprecio 2013?

Por supuesto que él estaba molesto. Sus labios fruncidos y las yemas de sus dedos casi blancas por la presión en la pobre copa. Kagome podría jurar que el cristal tarde o temprano sucumbiría y se caería en pedazos. Pero si él estaba molesto, ella lo estaba mucho más.

—Pensé que estabas ocupado —dijo ella llevando su copa nuevamente a los labios.

Sesshomaru entrecerró los ojos.

—Sesshomaru, ¿conoces al Sr. Naraku? —preguntó Kagome mirando hacia él.

El hombre de cabellos encrespados y negros sonrió de lado.

—¿Sesshomaru Taisho? No sabía que la dama estaba tan bien acompañada —dijo.

—Lo está —respondió Sesshomaru.

—Muy bien —dijo Naraku asintiendo—. De verdad sería un honor para mí que conocieras a mi padre, Kagome.

Sesshomaru frunció el ceño. ¿Kagome? ¿La conocía?

—E… El honor será mío —respondió ella mirando hacia alguna pared.

Naraku asintió antes de despedirse de ellos con una ligera reverencia.

—¿Lo conoces? —preguntó molesto Sesshomaru apartándose de ella.

—No, acabo de…

Click…

¡No me vengas con eso! —exclamó Kagome con enojo—. ¿Por qué no me dijiste que encontraron a Inuyasha?

—¿Te importa? —preguntó él con hiel en la voz.

—¡Por supuesto que me importa! —replicó ella—. Sesshomaru, estuvimos juntos… todo el maldito día. ¿En algún momento se te ocurrió informarme de ese pequeño detalle?

Al ver la mirada sin emoción alguna en él, lo supo.

—Correcto —dijo herida.

Empinó la copa, bebiendo de ella con la intención de vaciarla. Pero la fría mano de Sesshomaru se posó sobre la suya, deteniéndola. El contacto de su piel contra la propia hizo temblar sus rodillas. Su toque firme y comandante. ¡Oh, era un imbécil! Su elegante y maquillada ceja se elevó inquisitivamente.

—No deberías beber de más.

Más que un consejo, fue una orden.

—Creo que estoy lo suficientemente grande como para decidir cuándo estoy bebiendo de más —respondió ella.

Esa conversación se le hacía muy conocida a Sesshomaru.

—Hn. Parecías muy entretenida conversando con Naraku —dijo él.

La mano de Sesshomaru le quitó la copa con ridícula suavidad de los dedos, dejándola en una mesa cercana. La respiración de Kagome se detuvo mientras él se agachaba para hablarle al oído.

—Conocerás a su padre y luego ¿qué? ¿Te acostarás con él?

—¡¿Disculpa?! —exclamó Kagome más que ofendida.

Giró el rostro encontrando los fríos ojos dorados resplandeciendo con rabia pura.

—¡Cómo te atreves a decirme eso! ¡Hace menos de una hora eras tú el que estaba a punto de besar a Kagura…! —reclamó.

«"Después de todo lo que dijiste…"» Algo en su interior se rompió. El agridulce tono de su voz se pegó a las orejas de Sesshomaru, haciéndole sentir un molestoso ardor en medio del pecho.

—Te equivocas —le dijo él rodeando la muñeca de Kagome.

Sus finos y largos dedos funcionando como grillete.

—¿Entonces debo suponer que saludas a todas las mujeres con la misma familiaridad?

Las palabras salieron afiladas de su lengua. La amargura se desbordaba en cada una de sus palabras.

—¿O es que acaso a ella también la cortejas? —preguntó.

Sesshomaru se mantuvo en silencio, pero aumentó la presión de su agarre.

—Me estás lastimando, Sess…

—No bailarás con Naraku, Kagome —dijo él ignorando todo lo demás.

Los ojos dorados fundidos en un mar de obstinación y frialdad penetraban en los ojos azules, evaporando el océano con cada pestañeo. Su voz salió con cizaña, recordando la familiaridad con la que Naraku se había referido a ella.

—Tú no puedes decirme qué hacer… ¡¿Quién te crees?! —inquirió ella soltándose con un movimiento rápido.

—¿Debo entender entonces que eso es lo que quieres? —preguntó Sesshomaru moviendo la cabeza hacia donde estaba el hombre al lado de su padre y junto a Kagura. Sus plateados cabellos moviéndose tras sus movimientos.

, Sesshomaru —respondió ella—. Quizás eso es lo que quiero.

Aún con los tacones puestos, tenía que elevar la cabeza para observar al estoico hombre que tenía delante.

—Haz lo que te plazca.

Sin decir más, Sesshomaru le dio la espalda y comenzó a caminar.

—Idiota… —masculló ella.

Kagome quería llorar, con todas sus fuerzas. Estaba molesta por lo estúpido que él podía ser. Molesta con ella misma por querer correr detrás de él y evitar que vaya con esa… mujer. ¡Definitivamente ella no haría eso! ¿En qué momento su mundo empezó a gravitar alrededor de ese pedazo de hielo espacial? «"No, no. Kagome…"», habló para sus adentros mientras la repentina tristeza se volvía furia. No podía creer que por un momento pensó que él era honesto con lo que decía. ¡Cortejarla! Seamos sinceros: ¡Kagura lo besó frente a ella…! O al menos lo intentó… ¿Necesitaba más pruebas? «"¿Honor?"», se preguntó. Kagome deseaba saber en dónde tenía él honor.

—¿Kagome?

La guerra que se llevaba a cabo en su interior, no le permitió percibir lo que ocurría a su alrededor, hasta que sintió la pesada mano de un hombre colocarse sobre su hombro. Incómoda, imaginando que sería Sesshomaru, volteó para encontrarse con Naraku. Sus ojos violetas la observaban entretenidos mientras sus labios se curvaban en una ligera sonrisa. La piel de Kagome se erizó.

—Quiero presentarte a mi padre —dijo Naraku—, Onigumo Nisegi.

Sus ojos azules se abrieron observando con casi terror al hombre que estaba detrás del apuesto joven.

—Ella es la persona de la que te hablé, padre —dijo él extendiendo su mano hacia Kagome.

—He tenido el honor de verla anteriormente —comentó Onigumo—. Trabaja para los Taisho.

Naraku entrecerró los ojos, aparentemente, sorprendido.

—Es un honor que accediera a venir, Srta. Higurashi —dijo Onigumo con empalagosa voz.

—El honor es mío —respondió ella con frialdad.

¿Estaba pasando mucho tiempo con él? No le sorprendería que pronto se sentaran juntos en su estúpido sofá a chupar estúpidos clavos. El ambiente a su alrededor se tensó, eran las ráfagas de cólera que emanaban con violencia de ella.

—Espero que tomen esto como una tregua —continuó Onigumo, ignorando la perturbadora corriente de aire.

—No soy la indicada para asegurarle eso, Señor —dijo después de unos momentos—. Pero creo que a mi jefe le encantaría platicar de ello.

La diversión cruzó sus ojos.

—Oh, me encantaría hablar con él —respondió Onigumo—. Es una lástima que Toga no pudiese venir. ¿Siguen buscando a su hijo menor? —preguntó.

—Oh, no —dijo Kagome—. De hecho, lo encontraron esta mañana.

Kagome observaba distraídamente la habitación, buscando –sin notarlo– un mechón de cabellos plateados, por lo que no se dio cuenta de la mirada que intercambiaron ambos hombres.

—Esa es una excelente noticia —dijo finalmente Onigumo observando a la joven con intriga.

Una hora después del pequeño encuentro con el terrorífico hombre. Sango, Miroku y Kagome pasaron a ocupar sus lugares en una de las mesas laterales. Sesshomaru estaba sentado en una de las principales, mientras ignoraba olímpicamente a Kagome.

Ella hacía lo mismo con él.

No había pasado mucho tiempo desde que sirvieron el postre, cuando el estridente sonido de una cuchara golpeando una copa, alertó a los presentes de un brindis. Kagome observó cómo Onigumo se levantaba de su asiento, siendo seguido por los ojos de todos los presentes. Tras unas breves palabras de agradecimiento por la asistencia, Onigumo explico el motivo de la reunión, haciéndoles partícipes de un nuevo aniversario de fundación de la compañía. Sesshomaru frunció el ceño cuando los ojos de Onigumo se posaron en él y mencionó algo trillado como 'expandir los horizontes' de la compañía.

Cuando Kagome quitó los ojos de su postre a medio terminar, observó a Naraku parado a su lado, con la mano extendida hacia ella. Sango entrecerró los ojos mientras estudiaba con detenimiento las acciones del recién llegado. ¿Qué quería ese detestable y caprichoso hombre con la joven? Se giró para buscar la ayuda de Sesshomaru, pero este se encontraba con un semblante aburrido. Sus nudillos isquémicos, sin embargo, le decían otra cosa. Fue tarde cuando Sango notó que Kagome se levantaba de su asiento mirando de reojo a Sesshomaru y caminaba con Naraku hacia la pista de baile, para dar inicio al primer vals de la noche.

Sesshomaru elevó la copa, bebiendo un sorbo del líquido en su interior, que recorrió su garganta con acritud dejándole un mal sabor en los labios. A él no le importaba lo que ella hiciera. No. ¿Por qué le interesaría? Era esa estúpida necedad de tenerla protegida entre sus brazos. ¿Protegida? «"Tonterías…"», se dijo a sí mismo bebiendo un poco más. Kagome no necesitaba ser protegida de nadie. Ella parecía saber muy bien en lo que se metía. «"O es lo suficientemente estúpida como para no hacerlo."» Sesshomaru decidió que lo segundo era más probable y, tras vaciar su copa de un trago, se levantó de su asiento.

Los pies de Naraku se movían ligeros por la pista, guiando a Kagome en una amena conversación sobre fusiones y surgimiento de nuevas empresas líderes. Para la chica era difícil considerar que el padre de Naraku fuera un hombre cuya presencia causara estremecimiento, no precisamente en el buen sentido de la palabra. Naraku tenía una mano entrelazada con la suya, mientras la otra se posaba suavemente en su cintura y las palabras salían fluidas de sus labios. Era tan diferente a Sesshomaru. «"Sesshomaru…"» Su mente invocó al hombre, preguntándose nuevamente porqué había confiado en él. Fue cuando sintió a Naraku detenerse y soltar su mano, lo observó haciendo una reverencia.

La música cesó lentamente, cambiando de tonada tras unos segundos bajo el fuerte sonido de los aplausos de la multitud que los rodeaba. Las parejas que continuaban bailando se esparcieron nuevamente por el salón, dejando que las finas y exquisitas telas de sus vestidos volaran al ritmo del cuarteto de violines.

—Espero volver a tener el placer, Kagome —dijo Naraku.

Ella asintió levemente mientras se disculpaba y caminaba lejos de la pista. Decidió ingresar al baño común y, cuando lo hizo, dejó reposar sus manos sobre el mármol blanco. Unos ligeros mechones de cabello cayeron sobre su rostro y ella elevó sus azulados ojos al espejo donde se reflejaron un par orbes rojizas. Contuvo el aliento mientras fruncía el entrecejo.

—Kagura… —dijo con despacio.

Tan pronto como terminó de nombrarla, sintió unas uñas clavarse en su antebrazo y se giró aterrada hacia la mujer que la observaba con desdén.

—¡¿Qué haces…?! —preguntó asustada.

—No tienes nada especial, niña —La mujer habló para sí misma, en un tono neutro.

Kagome se soltó de su agarre, observándola como si hubiese perdido la cordura.

—Exudas simpleza en cada poro… ¿Qué haces aquí? —preguntó Kagura estudiando con cuidado cada detalle de la joven azabache —. Tu cabello —empezó—, está mal cuidado.

Hundió una de sus manos en la masa de cabellos oscuros, haciendo que cayera en cascada por la espalda de una horrorizada Kagome. Arrancando algunos mechones en la intrusión. ¿Qué demonios le pasaba a esa mujer? Kagome se alejó de ella, empujando sus manos.

—¡¿Qué diablos estás haciendo?! —preguntó de vuelta.

—Estoy mostrándote que no eres suficiente mujer para estar con Sesshomaru —respondió Kagura con una mueca en los labios.

Los ojos de Kagome se abrieron de par en par, pero permaneció callada.

Este no es tu mundo, querida —dijo Kagura, moviendo sus manos en dirección a la fiesta, mostrándole de paso a Kagome el lujo que rodeaba el no tan diminuto baño—. Se nota que Sesshomaru hizo todo lo posible para que encajaras en él.

Kagura tomó un borde del vestido y lo haló con fuerza, desprendiéndolo.

—¡Detente! —suplicó Kagome cuando Kagura la tomó del brazo, una vez más.

Sus uñas clavándose puntiagudas en su blanca piel.

—Tú sabes bien que a la hora de escoger una esposa, Sesshomaru va a tomar a la más apta para él. ¿Acaso piensas que tú serías esa mujer? —preguntó Kagura con sorna.

Ella apretó con más fuerza a Kagome, zarandeándola.

—¡No me toques!

Kagome se soltó con rabia del agarre de Kagura, que al arrastrar las uñas, dejó en su brazo derecho unas marcas de fogoso color rojo que empezaban a edematizarse. Ardían como el mismo infierno.

Yo sé bien cuál es mi lugar, Kagura —dijo Kagome con sus labios fruncidos, su voz rompiéndose entre sílabas.

Por supuesto que Kagome sabía muy bien cuál era su lugar en la vida de Sesshomaru. Ahora que Inuyasha había aparecido, no quedaban más que un par de días como tutores de Rin. «"Sólo un par de días más…"», pensó mientras colocaba sus manos empuñadas en la cresta de sus caderas.

—Si esos son los modales de una mujer a su altura, prefiero permanecer por debajo de sus talones —le dijo mirándola de arriba abajo.

Llevó una de sus manos a su pecho mientras se adelantaba hacia Kagura que la miraba con los ojos entrecerrados.

—¡Es todo tuyo! —exclamó—. ¡¿Por qué no vas con él en este mismo momento?! Estás perdiendo tu tiempo conmigo…

Con la mano contraria se limpió las gotas de sangre que empezaban a brotar de sus arañazos.

—Toma esto como una amenaza, niña. Aléjate de hombre —la amenazó Kagura desprendiendo furia y, al final, la empujó contra una pared.

Después de esto, se alejó de ella perdiéndose tras la blanca puerta de madera maciza. Kagome, aún abrumada, sin poder decidir si era por el golpe o por las palabras de Kagura, dejó que su espalda se deslizara hasta el piso.

Quería salir de ese lugar.

Kagura, por su parte, tenía razón —decidió Kagome—. Ella jamás encajaría en ese mundo. Mucho menos como una Taisho… como la esposa de ese Taisho. ¿Se había imaginado como tal? No. Ella simplemente no había pensando en eso. Toda su vida huyó de ese tipo de vida, y no era el momento para correr a sus brazos. Se elevó sobre sus pies, observándose en el espejo. Sus ojos azules recorrieron su cuello portando la preciosa y antigua joya que Sesshomaru había colocado en él. El maquillaje, el vestido y el peinado, todos ahora destruidos.

Sus mejillas se volvieron rojas por la fiebre que volvía a cubrir su cuerpo con temblores.

Sesshomaru dentro de su ferviente frialdad, aburrimiento y seriedad. Era el hombre perfecto. Ella misma se lo había confesado bajo los efectos del alcohol. Era simplemente perfecto, hasta que abría la boca y mostraba cuán egoísta, elitista y controlador podía llegar a ser. Y aún así, bajo cualquier predicamento, él seguía siendo simplemente inalcanzable.

Suspiró mientras limpiaba sus manos con ahínco y borraba las rojas líneas de sangre. Kagome sabía que ella nunca llegaría a ser la mujer ideal para Sesshomaru. No era parte de su mundo. No planeaba siquiera ser parte de él. Era charlatana, torpe, rebelde, sencilla. Él respiraba aristocracia. ¿Encajarían?

Jamás.

.

Usualmente, Sesshomaru prefería estar sobrio… Usualmente era la palabra clave, por supuesto. Sin embargo, la sexta copa de vino lo tentó desde el momento en que el mozo derramó el oscuro líquido dentro de ella. Sus largos dedos jugaron con la copa, testeando su color, su olor y su textura.

Sí. Sesshomaru prefería estar sobrio.

Bebió los últimos milímetros que quedaban en el fondo de la copa cuando sus ojos dorados, furiosos desde hacía más de una hora, se posaron en la figura de Kagome. Su cabello negro, revuelto, caía en olas sobre su espalda moviéndose ligeramente al paso de su dueña. Su vestido, ajado y maltrecho con un trozo de tela perdido en los rincones de la gran mansión. La mente de Sesshomaru, atontada por las seis copas de vino tinto, trabajó a marcha forzada uniendo los puntos que terminaban en esa particular situación.

Sus finos dedos se estrecharon contra el cristal, un hábito reciente que había adoptado esa noche, mientras su mente ideaba cómo asesinar al bastardo, no sin antes torturarlo —por supuesto—. Sintió a su bestia interna tocar piel al tiempo que sus largas piernas seguían los pasos de la nerviosa mujer.

Kagome reconoció los dedos que se aferraron a su adolorido brazo. Un respingo deshizo el agarre mientras unos ojos dorados la miraban iracundos, una ceja se elevó inquisitiva.

—¿Qué es lo que quieres ahora? —preguntó ella.

La voz de Kagome se rompía entre sus labios. Sesshomaru endureció su mirada.

—¿Conseguiste lo que buscabas, Kagome? —preguntó él en cambio.

Ahí estaba de nuevo, el tono helado que emanaba de los confines del refrigerador colándose por el marco de sus impecables y blancos dientes. Rabia, dolor y orgullo se mezclaron en el aire.

—Sí, se podría decir que sí —respondió ella.

Cubrió con una de sus manos el arañazo que empezaba a sangrar nuevamente.

—Veo que a Naraku le gusta lo rudo —dijo él con sarcasmo.

Sonrió cínicamente, metiendo las manos en los bolsillos.

—¿Naraku…? —preguntó ella mientras su mente tejía con rapidez los pensamientos que podrían estar enredando al Lord —. ¡Maldito imbécil! ¡¿Eres más idiota de lo que pareces o tus celos te consumen el cerebro?!

Sesshomaru caminó con determinación hacia ella, intentando controlar la furia que circulaba por sus vasos.

—¿Te obligó? —preguntó él.

Ella parpadeó…

…varias veces.

—¡Idiota! —exclamó ella—. A diferencia de ti, Naraku se comportó como todo un caballero! —dijo finalmente—. ¡Mucho más que tú en todos estos años!

Las manos de Sesshomaru tomaron con firmeza los antebrazos de Kagome, robando un grito de dolor en ella. Con sobresalto él estudió las marcas de uñas en su brazo derecho.

—¿Quién fue? —preguntó Sesshomaru.

Su barítono tono de voz, demandante y firme la hizo temblar. Kagome desvió la mirada hacia el vasto jardín que se extendía a los costados de la propiedad. Le decían siempre que tenía que ser honesta con sus emociones y pensamientos. Entonces, pensó.

¿Cómo se sentía en ese momento?

Fu-rio-sa.

—¡Te sugiero que controles a tu gata! —exclamó Kagome, empujándolo.

Sesshomaru retrocedió ante la furia con que la mujer le estaba mostrando.

—¡Estoy harta de esto! —confesó—. ¡Estoy harta de ti!

Kagome bajó sus brazos, vencida.

—Tú —continuó ella—…no confías en mí.

La mandíbula masculina se tensó.

—¿Kagura me acorrala en el baño y lo primero que piensas es que me acosté con Naraku?

Se sentía peor al decirlo en voz alta.

—Qué retorcido eres —dijo Kagome y retomó su camino con sus labios profiriendo todo tipo de insultos hacia él.

—¿A dónde crees vas, insufrible mujer?

¿Ella? ¿Insufrible? ¡Él debía estar delirando!

—¡Me voy a mi casa, Sesshomaru! —gritó sin frenar su marcha—. ¡A casa!

Sesshomaru la observó quitarse los zapatos de manera muy poco femenina mientras los tiraba hacia él con molestia. Kagome le dio la espalda y caminó molesta hacia la salida del lugar. «Suficiente por una noche.», se dijo. Él frunció el ceño, sus ojos se agudizaron mientras sacaba del bolsillo de su traje su teléfono celular y, usando la marcación rápida, esperaba impaciente a que contestaran su llamada.

—No la pierdas de vista —ordenó una vez que escuchó a Byakko del otro lado de la línea.

Cuando colgó, se quedó pensando por un momento. No sabía por dónde empezar.

—Kagura —siseó bajo su aliento.

Fue entonces que Sesshomaru giró sobre sus talones y caminó con exagerada altitud hasta la fiesta. Observó a Kagura escondida junto a una gran columna de mármol, la sonrisa que adornaba sus labios hizo que una corriente de energía subiera por sus venas.

Kagura sonreía complacida, recordando la expresión en el rostro de Kagome vívidamente. Esa insignificante niña se había metido en su camino. Sintió una fuerte mano aprisionando su estrecha figura y un trabajado torso apoyarse contra su espalda. El aire escapó de sus pulmones cuando su masculina fragancia la hizo voltear para encontrarse con los ojos dorados que la hacían suspirar de deseo. Sesshomaru bajó la cabeza, dejando que sus labios tocaran el lóbulo de la oreja de Kagura.

—¿Por qué no me acompañas a un lugar más privado?

Su profundo tono de voz y su textura rasposa la hicieron perder el aliento.

¿Había escuchado mal?

Asintió con la cabeza mientras lo tomaba de la mano y lo dirigía hacia una puerta al final de un corredor.

—Nadie nos encontrará aquí —dijo Kagura refiriéndose a un pequeño estudio.

—Perfecto —dijo Sesshomaru.

Cuando cerró la puerta tras él, acorraló a Kagura contra una de ellas. Kagura había esperado tanto tiempo para que todo aquello pasara que necesitaba infligirse dolor y así saber que no estaba soñando. Suspiró con anhelo su nombre.

—Se…Sessh…—suspiró ella.

De pronto sintió que el agarre en su muñeca ganaba fuerza hasta el punto en que el placer se volvió dolor. Definitivamente, ese no era el tipo de dolor que deseaba para romper su ensueño. Kagura jadeó al observar que los ojos dorados, hacía un momento impasibles, ahora se mostraban oscuros y penetrantes.

—Te lo advertí —dijo él encendiendo la alerta de peligro en el cuerpo de Kagura haciéndola retorcerse por escapar de aquel tan anhelado acercamiento. —Aléjate de mis asuntos.

Ella había caído en su trampa.

—¿Tan hechizado estás por esa cazafortunas? —le preguntó con celos.

Kagura había recuperado su compostura. Sus labios se movían sensuales y su voz salía de entre ellos con un tono bajo, atrayente. Sesshomaru permaneció en silencio.

—¿No te das cuenta? —preguntó al ver que él no respondía—. Esa muchachita es igual a su hermana. ¿Crees que nadie lo sabe?

Las orbes doradas la observaron con furia. Él lo había pensado. Tan pronto como Kikyo aceptó casarse con el ex-novio de su hermana.

Pero los años transcurrieron y Kikyo, bajo la profunda mirada de Sesshomaru, demostró ser más que digna para ocupar un puesto en la familia. «Aún siendo esposa del idiota de mi medio-hermano», pensó. Y luego estaba Kagome.

Kagome.

Era todo menos una cazafortunas.

—Mis abogados se contactarán contigo —dijo finalmente, tratando de no matar a la mujer entre sus manos.

Sin más, Sesshomaru la soltó y salió del estudio, dejándola jadeando en un rincón junto a la puerta.

—¡Maldita seas!

Kagura no iba a dejar las cosas así. Ella se encargaría de que las cosas fueran tal y como debían ser. La resolución cubrió sus ojos y, tras reponerse, tomó rumbo hacia la fiesta.

.

Kagome sintió como todo el peso de un atareado día caía sobre sus hombros, derrumbándola en el sofá de su pequeño departamento. En definitiva, era demasiado para un solo día. No le alcanzaban los dedos de las manos y los pies para numerar uno a uno lo más resaltante. La fiebre parecía haber vuelto y ella sólo deseaba acostarse en su cómoda cama… ¡Bueno! Su cómoda cama en la casa de Sesshomaru… La cual no quería volver a pisar.

¡Oh, estúpido colchón!

Suspiró. ¿Qué había sido todo eso? Se había permitido perderse por un momento en las caricias tan cálidas y diestras del Lord. Pero su estabilidad emocional volvió a precipitarse al recordar lo idiota que él podía ser… y lo desconfiado… y lo mujeriego.

¡Pensó que se había acostado con Naraku!

¡Y la misma noche que lo conoció!

Negó con la cabeza mientras cerraba los ojos. Al menos ahora no tendría que lidiar con él… por un par de horas. O eso pensó. Tan pronto como dirigió sus pasos hacia su cuarto, escuchó como golpeaban estrepitosamente la puerta principal. ¿A esa hora? Frunció el ceño mientras caminaba una vez más hacia la sala.

—Kagome, ábreme —escuchó.

¡¿Qué había hecho en sus vidas pasadas para merecer tal tortura?!

—Vete de aquí, Sesshomaru —le pidió.

—Voy a echar la puerta.

Kagome escribió tres puntos suspensivos mentalmente y le dio ENTER al mensaje.

—Si la rompes, la pagas —dijo ella con los brazos cruzados, aún ataviada en el destruido vestido verde.

—Hn, como si costara mucho.

Kagome volteó los ojos ante su pedante comentario.

—Sólo vete —repitió hastiada.

Tras un breve lapso silencioso, Kagome dio un respingo al escuchar un estruendoso golpe contra la puerta.

—¡¿Estás demente?! —preguntó—. ¡¿Qué demonios estás haciendo?!

—Voy a echar la puerta.

Fue su simple respuesta antes de volver empujar la puerta con su hombro.

—¡Detente! —gritó Kagome.

Con seguridad no tardarían en despertar los vecinos... Más problemas para ella. Sesshomaru volvió a intentarlo y no fue hasta varios intentos más, que Kagome dejó de escuchar los choques del cuerpo de su contra la madera maciza. Se acercó a la puerta y lo escuchó hablar de nuevo.

—Kagome… —dijo agotado.

Su voz sonaba rota y rendida. Sesshomaru estaba desesperado. Durante todo el trayecto desde la mansión de Onigumo hasta la casa de Kagome, su mente lo acosó con imágenes de todo lo que había pasado en el día. No había tenido el suficiente valor para explicarle porqué no había mencionado palabra sobre Inuyasha, tampoco había sido lo suficientemente sabio como para explicarle lo que ocurrió con Kagura. Mucho menos tuvo las agallas para disculparse por todo lo que le había dicho esa noche. En ese momento, la palabra "hombre" le quedaba por demás grande.

Y ahora… Kagome se negaba a hablar con él.

Pasó una mano por sus cabellos, frotando sus ojos. ¿Había perdido a Kagome? Su mente repitió la última pregunta, una y otra vez en pocos segundos. ¿Tenía miedo a perderla? Sus ojos dorados se abrieron de golpe ante la realización, al igual que la puerta.

—Más te vale que tengas algo bueno que decir —dijo ella abriendo la puerta.

La ojiazul aún tenía una mano en el pomo de la puerta y lo observaba ligeramente impaciente.

—¿Por qué viniste aquí? —preguntó él traspasando el portal y Kagome retrocedió.

El maquillaje se había corrido de sus pestañas y párpados, ahora hinchados.

Ésta es MI casa, por si no lo recuerdas —respondió ella con la amargura brotando en cada sílaba.

Sesshomaru asintió.

—¿Y bien? —preguntó Kagome al ver que él no hablaba—. ¿Qué haces aquí, Sesshomaru?

Se cruzó de brazos, enfrentando su mirada con la de él.

—Vine a dejar en claro mis intenciones contigo, Kagome —respondió él.

Ella bufó.

—Creo que quedaron claras cuáles son tus intenciones —replicó.

Sesshomaru la observó sin expresión alguna. Buscando la fuerza necesaria para no ir y estrecharla entre sus brazos como siempre terminaban cada vez que hablaban del tema.

—Ambos sabemos que yo no soy la mujer para ti, Sesshomaru —dijo con dejo de tristeza.

—Eso me toca a mí decidirlo —respondió él.

—Hace unas cuantas horas pensabas que era una mujer tan fácil como para meterme en la cama de un desconocido —reclamó—. Si ese es el tipo de mujer que buscas, puedes volver con Kagura.

Sesshomaru apretó la mandíbula.

—Estaba molesto… —confesó.

«Celoso…», admitió para sí mismo.

—¿Y por qué? —preguntó ella—. No recuerdo haberte dado razones para eso... ¡Sino todo lo contrario!

—¡Bailaste con él!

El mundo se detuvo por un instante y Kagome quiso caer de bruces. ¿Estaba molesto porque... ella bailó con Naraku? Sesshomaru debía estar bromeando.

—¿Es una broma? —preguntó con una gota de sudor en la frente.

La mirada inexpresiva del Lord y sus labios puestos en un ligero puchero —muy ligero—, le hicieron entender a Kagome que él hablaba enserio. Todo tuvo sentido en su cabeza.

«Él estaba…»

¿…celoso?

Sin darse cuenta, sus labios dejaron pasar la última palabra en voz alta.

—Por supuesto que no —dijo él con orgullo.

—Eres bastante idiota, Sesshomaru Taisho —dijo suspirando—. Bailé con él porque no quería sentirme como una estúpida.

Su voz era tan pequeña como se sentía en ese momento.

—Me sentí como un juguete tuyo y, definitivamente, no lo voy a ser —dijo ella.

—Kagura y yo, Sesshomaru, nunca tuvimos ningún tipo de relación —explicó él.

Una delgada ceja de Kagome se elevó.

—Y eso continuará igual —dijo Sesshomaru finalmente.

Ella asintió brevemente.

—¿Ella lo sabe? —preguntó Kagome.

Sesshomaru movió la cabeza de arriba abajo.

—Kagura no volverá a acercarse a ti —prometió—. No voy a permitir que vuelva a lastimarte.

—¿Por qué no me dijiste nada de Inuyasha? —preguntó ella.

Sesshomaru se tensó.

—¿Vas a responder? —inquirió al no recibir respuesta alguna.

—Hn.

—¡Ahh, no! —exclamó—. ¡No vamos a volver a los 'Hn' y a los monosílabos!

Kagome lo apuntó con el dedo índice.

—Ahora, dime: ¿Por qué no me dijiste nada de Inuyasha? —repitió hastiada.

Sesshomaru se incorporó en toda su altura, su mentón apuntando hacia arriba y su cabeza ligeramente girada hacia la cocina.

—Pensé que saldrías corriendo a verlo.

La voz de Sesshomaru escapó con miedo de sus labios, su orgullo difuminándose por la habitación con mucha más fuerza que su tono de voz. Kagome apenas pudo distinguir entre susurros.

—¿Qué? —preguntó.

—Pensé que volverías a él… y me… —dijo esta vez mirándola a los ojos, casi gritando lo que muy en el fondo ni él mismo quería admitir.

Kagome sintió una corriente de sangre caliente, quemando las paredes de sus arterias, elevando su nivel de adrenalina.

—¡Inuyasha está al otro lado del mundo! —exclamó—. ¡Con su esposa! ¡Mi hermana! ¡Que está embarazada por segunda vez!

Su voz chocó fuerte y aguda contra sus tímpanos. Sesshomaru aflojó su postura, observándola con los ojos dorados aturdidos.

—¡Estamos cuidado a su hija! —continuó—. Ni si tuviera todo el dinero del mundo iría a buscarlo.

Kagome cerró los ojos, privando a Sesshomaru de leerlos.

—Después de todo lo que ocurrió... ¿Todavía crees que estoy enamorada de él? —preguntó.

Él se limitó a tensar la mandíbula. Ella abrió los ojos, esperando una respuesta. Que por supuesto no llegó.

—Idiota…

Sessshomaru asintió.

—Lo soy —admitió—. Pero confío en ti…

«¿En serio?», era la pregunta que sarcásticamente pasaba por la mente de ella. Pero pronto escuchó que él continuaba.

—Confío tanto como para hacer lo que nunca hice por nadie.

Kagome lo vio acercarse.

Esto es lo que soy cuando estoy contigo —dijo moviendo una de sus manos hacia sí y Kagome lo comprendió.

Sesshomaru estaba parado ahí, en medio de su pequeño departamento, con los ojos aturdidos, las expresiones de su rostro cambiando de la constipación al pánico en segundos. Sus manos se empuñaban y relajaban con la rapidez de los músculos cardíacos. Él tenía miedo de perderla. Ella aún no lo comprendía.

—Confía en mí, Kagome —pidió él—. Una última vez.

La duda que nació en los ojos azules de Kagome lo hizo endurecerse.

Un silencio incómodo los rodeó mientras Kagome caminaba hacia la cocina. Sus pasos apingüinados por la falda se hicieron insoportables, más aún cuando tropezó contra una silla, cayendo de rodillas sobre el suelo. No pudo evitar que las lágrimas y la sangre de la herida, que por décimo quinta vez se había abierto, mancharan el piso mientras sus cabellos se movían al suave compás de sus sollozos. Sesshomaru la escuchó llorar suavemente mientras colocaba la mano en el pomo de la puerta. Tomó su retirada como un rechazo hacia todo lo que él le había dejado saber. A pesar de la incómoda presión que se había mantenido palpitando en medio de su pecho, y por primera vez en su vida, retrocedió sus pasos, extendiendo su mano hacia ella.

Kagome observó la pálida extremidad luego de unos segundos, mientras la expresión en su rostro continuaba incierta. ¿Podría confiar en él? ¿Aún después de todo lo ocurrido? Y por alguna razón, sabía la respuesta… por más estúpida que fuera. «"Siempre."», se dijo mientras dejaba caer su mano sobre la de Sesshomaru, que al sentir sus pieles unidas, la apretó con fuerza y la levantó atrayéndola hacia su pecho.

La abrazó con desesperación mientras hundía la mano entre sus cabellos presionándola más cerca suyo. Casi podía oler la tristeza que emanaba de ella, mezclada con el salino olor de las lágrimas. Kagura pagaría muy caro. Pero por ahora, Kagome era más importante.

—Idiota… —la escuchó pronunciar entre sollozos, mientras trataba de consolarla.

«Sólo déjame permanecer a tu lado.», era la súplica que Kagome elevaba al cielo.


Muy bien, sres y sras... ¿Qué les pareció? Espero que les gustara. Las cosas se me salieron de las manos, no podía dejar de tipear. Por lo que dividí este capítulo en dos. Aunque todavía no estoy muy segura con todos los hechos... Muchas cosas para un solo día, ¿no? Tomenlo como un pequeño obsequio pre-obsequio de navidad. Tengo un pequeño extra que estaré publicando antes o después de las doce. Otro pequeño corte en la continuacion de la historia.

Ahora, respecto a sus comentarios:

1) Sí, Kagome es dueña de la cafetería. Cosa que será explicada más adelante junto con todas las chácharas de por quué trabaja como mesera y por qué no quiere que nadie sepa.

2) Por favor, si dudan de algo o encuentran errores o cosas sin aclarar, por favor no duden en preguntar o decirlo! Por reviews, por twitter o por email (tienen los datos en mi perfil de Fanfiction)

3) De nuevo, ¡Mil gracias por todo el apoyo! Me encanta leerlos y verqué tipo de reacciones les provoca.

4) Sesshomaru... Sessho... Sessh.. Admitámoslo... Él es así de crudo y elitista en el anime... Yo intento no salirme mucho del personaje... Espero no estarme saliendo mucho. En este capítulo sí siento haberme salido... pero lo pongo así... ¿queé pasa cuando el controlfreak, elitista y frío Sesshomaru se encuentra dominado por sus propios impulsos hacia una mujer de clase media, a la que lo que menos le importa es ser parte de ese mundo? Una mujer a la que "odia" desde hace años, a quien ni siquiera puede escuchar...

Diganme lo que piensan! Tienen todos los medios para contactarme! Y yo siempre estoy ansiosa por leerlos!

No se olviden dejar un review (?)

Espero que pasen una muy buena Noche Buena (Valga la redundancia) rodeados de aquellos a quienes aman. Sea cual sea su creencia religiosa, la familia es algo muy importante y cualquier excusa es válida para disfrutar una noche con ellos.

Nos estamos leyendo en unas horas!

Muchos besos!

* Re-edición: Corrección de errores ortográficos y gramaticales, entre otros.