Disclaimer: ninguno de los personajes aquí mencionados me pertenece. Todos ellos son obra de J. K. Rowling, yo solo los utilizo para llamar a mi inspiración y despejar la mente. Esta historia no tiene fin lucrativo alguno.

Consideraciones: la historia irá del presente al pasado, pero en cada caso eso estará avisado. Además, es una reversión de la historia de J. K. desde el libro (o película) número siete. Habrá una gran cantidad de cambios que se alejarán totalmente de la historia original.

Advertencias: aparecerán palabras malsonantes, insultos, situaciones de violencia/tortura/asesinato, así como posibles escenas explícitas de relaciones sexuales. Por favor, tengan en cuenta todo esto antes de leer.


CAPÍTULO VIII

-PRESENTE-

Ron había bufado al ver que Hermione reaccionaba a Draco, porque eso era solo una confirmación de que no estaba trastornada cuando les indicó que le pidieran ayuda a él. Su enojo hizo que se marchara de aquella habitación y bajara las escaleras pisando con fuerza. Harry siguió a su amigo hacia la sala y vio que tomaba un cojín del sillón para lanzarlo contra la pared.

—Ron —dijo Harry, pero el pelirrojo ya había tomado otro cojín para lanzarlo contra una pintura de un paisaje marino que colgaba arriba de la chimenea. El cuadro cayó y el vidrio se partió en pequeños pedazos —¡Ron, contrólate!

—¿Es que no lo ves, Harry? Hermione estuvo relacionándose con Malfoy todo este tiempo —medio gritó el chico —, ¡parece que fueron años! Nos ha visto la cara, Harry. No puedo creer que no nos diéramos cuenta.

—A mí tampoco me agrada la idea, Ron. Pero también veo una forma de asegurarnos que ella estará a salvo.

—Tal vez ella en realidad nunca estuvo en peligro.

—¿Qué quieres decir?

—Digo que tal vez es uno de ellos —espetó Ron con enojo, y lo que pasó a continuación lo descolocó. Harry le asentó un golpe de puño cerrado que lo envió directo al sillón detrás de él.

—No vuelvas a decir algo así —amenazó Harry —... solo porque estás enojado por no haber tenido las bolas para decirle que estabas enamorado de ella desde hace años —escupió el elegido.

—Veo que Potter ya se encargó de ponerte en tu lugar, Weasley —dijo Draco parado en el pasillo, mientras Narcissa observaba todo desde la escalera —. No puedo creer que deba aclarar esto pero evidentemente tu pequeño cerebro necesita oírlo, comadreja: Hermione no es una mortífaga.

Ron, que estaba tan rojo como un tomate, aun miraba con ira a su mejor amigo. No respondió a Draco y simplemente se limitó a acomodarse en el sofá y quedarse allí enfurruñado cual niño pequeño.

—Ella estará bien —dijo Harry a nadie en particular.

—Por supuesto que sí —contestó Draco —. Es una guerrera —Harry asintió.

—¿Vas a cuidarla, cierto Malfoy?

—Con mi vida, Potter. Creo que es más que evidente —dijo Draco. Harry asintió otra vez.

—Tenemos que irnos.

—Ella estará bien aquí —aseguró Draco.

—Lo sé —dijo Harry —. Pero quiero poder volver a verla.

—Mamá —llamó Draco —, creo que al menos a Potter podemos darle ese beneficio —Narcissa bajó los escalones que restaban con aire solemne. Al pasar junto a su hijo tomó su mano izquierda y dejó una leve caricia en su antebrazo, sobre la camisa. Sacó su varita y se acercó a Harry.

—Señor Potter —la mujer miró al elegido directamente a los ojos —, ¿va a destruirlo verdad? —Harry le mantuvo la mirada pero no dijo nada —Que sea rápido, por favor —le pidió y luego realizó un hechizo sobre el joven. Se volvió hacia Ron y también conjuró el hechizo sobre él.

—Volveremos a ver cómo se encuentra Hermione —la voz de Harry denotaba amenaza incluso cuando quería mantener las cosas en paz —. Vámonos, Ron —le dijo a su amigo, quien se puso de pie aun enojado y tomó su mano. Ambos desaparecieron al segundo siguiente.

—¿Qué ha sido eso? —le preguntó Draco a su madre apenas estuvieron solos en la sala.

—Estoy tan cansada, hijo —dijo Narcissa derrumbándose en el sillón —. Solo quiero que esto se acabe, quiero que puedas ser feliz, que no vivas sometido por tu padre, sus decisiones de mierda y sus amigos psicópatas.

—Entonces, ¿vamos a colaborar con Potter?, ¿sabes el riesgo que eso implica?

—Esto que estamos haciendo también es un riesgo, Draco —dijo su madre con obviedad —. No he dicho nada sobre colaborar con él, simplemente no voy a entorpecer sus movimientos.

—Debemos ser cuidadosos con papá.

—Lo sé —Narcissa suspiró sonoramente —. Serán tiempos difíciles.

—¿Aun más? —preguntó Draco con ironía.

Lucius llegó diez minutos después con cara de pocos amigos.

—¿Ya despertó la sangresucia?, ¿podemos quitárnosla de encima? —preguntó el hombre.

—Ella sigue dormida —dijo Draco ignorando aquella maldita palabra que él tantas veces había usado —, no sabemos cuando despertará.

—Maldita sea... Nosotros deberíamos regresar a casa —dijo Lucius con exasperación —¡No podemos arriesgarnos más!

—Regresemos nosotros, Lucius —dijo Narcissa —. Draco puede quedarse aquí a cuidarla.

—¿Y dejarlo con Potter y Weasley?, ¿acaso enloqueciste, mujer?

—Potter y Weasley se han ido —informó la señora Malfoy. Lucius soltó una carcajada, pero al notar que su esposa parecía no estar haciendo una broma comenzó a enrojecer.

—¿QUÉ DEMONIOS TIENEN EN LA CABEZA?, ¿HAN PERMITIDO QUE SE VAYA HARRY POTTER?, ¡PODRÍAMOS HABER IDEADO UN PLAN PARA ENTREGARLO AL SEÑOR TENEBROSO, LO TENÍAMOS EN NUESTRAS MANOS! —Lucius estaba totalmente fuera de sí, moviéndose de un lado para otro en la sala. Cuando momentáneamente le dio la espalda a su familia Narcissa aprovechó para apuntarlo con su varita.

—¡Desmaius! —gritó la mujer. Draco vio como su padre caía al suelo inconsciente y miró extrañado a su madre —Nunca lograríamos calmarlo. Si lo llevo a Malfoy Manor no podrá hacer un espectáculo como el de recién. Tendrá que controlarse y tú podrás al menos tener un tiempo de calma.

—Mamá, no sé si es la mejor idea porque...

—Shh —lo silenció Narcissa —, soy tu madre así que no puedes discutirme. Vas a descansar esta noche, Draco. Recupera fuerzas para acompañar a Hermione en su sanación.

—Madre, eres la mejor —dijo Draco mientras se acercaba a abrazarla con fuerza. Ella correspondió el abrazo y luego se acercó a su esposo, se agachó y lo tomó de la mano.

—Hijo, dime una cosa.

—¿Sí?

—¿Ella tiene el collar con el dragón, cierto? —Draco le sonrió y asintió —Te ayudaré en todo lo que esté a mi alcance. Nos vemos luego.

Narcissa desapareció llevándose consigo a su esposo desmayado, dejando a Draco solo allí. El muchacho se quedó de pie por un momento antes de subir a chequear a Hermione. La chica continuaba igual que cuando él había dejado la habitación antes. La observó unos instantes, dejó un beso en su frente y bajó nuevamente a la sala. Allí notó que había vidrios esparcidos por la alfombra, "cortesía de la comadreja" pensó, así que los recogió con la varita y los desechó en un pequeño cesto que había en la cocina. Revisó los estantes de la alacena e incluso la heladera, aunque no encontró nada allí para comer. Pero entonces recordó algo.

—Dixie —llamó Draco, sin embargo nada ocurrió —. Dixie —intentó nuevamente, aunque el resultado fue el mismo —¡Dixie! —dijo por tercera vez y oyó un "crac" justo frente a él.

—Amo Draco, ¿me llamaba, señor?

—Sí, Dixie. Necesito que traigas comida. No hay nada comestible en este lugar.

—Claro, mi señor —dijo Dixie haciéndole una pequeña reverencia. El elfo chasqueó los dedos e hizo aparecer en la pequeña mesa de la cocina una apetitosa cena.

—Gracias, Dixie —dijo Draco —. Puedes volver a Malfoy Manor.

—Por supuesto, amo —el elfo desapareció nuevamente y Draco se dispuso a cenar un trozo de pastel de carne y otro tanto del pastel de calabaza. Sin embargo, pronto estuvo saciado por lo que guardó los restos en la heladera. Seguramente necesitaría comida para Hermione, para que recuperase sus fuerzas cuando despertara. El chico se sentó en el sofá y pronto, sin darse cuenta, se quedó dormido.

En Malfoy Manor el clima era horrible, con vientos lo suficientemente fuertes como para levantar árboles desde las raíces; además, llovía como si nunca fuera a detenerse. Draco luchó contra las inclemencias del tiempo y logró llegar a la puerta principal; al abrirla la calidez del interior lo acogió de golpe. Sin embargo lo que lo esperaba adentro le heló la sangre. Reunidos en un pequeño círculo los mortífagos hablaban y reían a carcajadas, parecían desquiciados. Su padre se encontraba dentro de aquel grupo, mirándolo con una sonrisa burlona. Voldemort chillaba eufórico mientras su tía Bellatrix bailaba y tarareaba una melodía mientras mantenía los brazos en alto. Draco cayó de rodillas y comenzó a llorar sin control cuando vio que en el suelo, cubierto de cadáveres, yacían sin vida su madre y Hermione.

Un ruido lo sobresaltó y Draco despertó aun desorientado, comprendiendo que lo que estaba viendo solo unos instantes atrás era en realidad un sueño. Más bien una pesadilla bastante recurrente. Otro ruido se produjo en el exterior de la casa y supuso que eran los muggles que había de vecinos, entonces recordó que su madre había dicho que no había realizado el encantamiento muffliato y se dispuso a hacerlo. Luego se asomó a las ventanas delanteras y, aunque era de noche, pudo observar que la casa tenía un jardín bastante descuidado, con hierbas altas que daban la impresión de ser un lugar abandonado. Había un pequeño camino hacia la acera y una valla oxidada; las otras casas eran todas iguales, con sus jardines arreglados, plantas con flores y con esas máquinas que los muggles utilizaban para trasladarse abandonadas frente a sus casas.

Cuando el rubio terminó de curiosear decidió chequear nuevamente a Hermione, quien seguía dormida en la cama. Rebuscó en las habitaciones contiguas y decidió arrastrar un colchón junto a la cama donde estaba la chica. Se acostó allí y cerró los ojos implorando no volver a soñar con aquellas visiones desagradables y aterradoras. El muchacho despertó cuando la luz del día había vuelto a aparecer por la pequeña ventana de aquel pequeño cubículo, porque pensaba que no tenía sentido decir que era una habitación con tan pequeñas dimensiones. Draco se desperezó y observó el techo durante varios minutos antes de que una voz lo sobresaltara.

—Buenos días —aquel susurro era ronco. El chico se sentó con rapidez en el colchón, miró hacia Hermione y casi se pone a saltar de alegría al notar que la chica le devolvía la mirada. Aquellos ojos chocolate que tanto amaba lo estaban mirando con confusión.

—Despertaste —dijo Draco con obviedad —. Hola, leona —susurró mientras se acercaba a ella moviéndose sobre sus rodillas. Se quedó quieto junto a la cama, sin saber si tomarla de las manos, besarla o esperar a que ella lo mandara al diablo —¿Sabes quién eres? —le preguntó. Ella asintió.

—Hermione Jean Granger.

—Así es, ¿y sabes quien soy yo?

—Draco Malfoy —oír su nombre salir de la boca de la chica fue como un bálsamo para su mente. Había estado tan preocupado sobre la infinidad de posibilidades respecto a las secuelas que podría tener.

—¿Sabes porqué estás aquí?

—No, pero me hago una idea —Hermione intentó moverse para sentarse pero inmediatamente dio un gritito de dolor.

—Intenta no moverte, por favor —le pidió Draco —. Tienes las costillas fracturadas y posiblemente una conmoción cerebral —le informó. Aquello hizo sonreír a la chica.

—¿Desde cuándo te has vuelto un experto en medicina?

—No lo digo yo —el chico le sonrió —, te ha revisado alguien con experiencia —el rostro de la chica se ensombreció de repente.

—¿Dónde están Harry y Ron? —preguntó con miedo.

—Ellos están bien, pero se han ido. Volverán a ver cómo estás, no te preocupes.

—¿Y dónde estamos?

—Es una casa de seguridad que tenían escondida mis padres... Yo ni siquiera sabía de ella.

—¿Tus padres me han traído aquí?

—Algo así. Mi madre quiere protegerme, mi padre creo que está todo el tiempo replanteándose si dejarte morir es una buena idea para deshacerse de mí.

—Draco —susurró Hermione. A ella le dolía todo lo que él había sufrido a causa de Lucius —, lo siento.

—Descuida, leona, no es algo nuevo —ambos se miraron a los ojos unos instantes, como si pudieran transmitir con sus pensamientos todo aquello que habían estado guardando por un año —. Yo también, Hermione —Draco, de hecho, era un excelente legeremante.

—No te aproveches de mi debilidad —se quejó ella.

—Lo siento, no lo haré más —prometió el joven —¿Qué puedo hacer por ti?, ¿quieres agua?

—Eso estaría bien —Draco bajó las escaleras casi corriendo, tomó un vaso polvoriento de la alacena y lo lavó antes de llenarlo con agua.

—Déjame ayudarte —el chico mientras dejó el vaso sobre una pequeña mesa de noche que estaba en un rincón de la habitación —. Permiso —dijo antes de pasar un brazo detrás del torso de Hermione, tomando así su espalda para empujarla hacia delante. Logró que ella se sentara, pero no pasaron desapercibidas las muecas de dolor y una pequeña lágrima que se deslizó en su rostro —. Lo siento, ¿duele mucho?

—Sí, pero no te preocupes —dijo Hermione quitándole importancia —¿Me pasarías el agua, por favor?

—¡Oh! Claro —dijo Draco al mismo tiempo que iba a por el vaso para entregárselo.

—¿Quieres contarme de qué me he perdido? —le pidió la joven justo antes de beberse el agua de una sola vez.

—Claro —accedió el rubio.