Disclaimer: ninguno de los personajes aquí mencionados me pertenece. Todos ellos son obra de J. K. Rowling, yo solo los utilizo para llamar a mi inspiración y despejar la mente. Esta historia no tiene fin lucrativo alguno.

Consideraciones: la historia irá del presente al pasado, pero en cada caso eso estará avisado. Además, es una reversión de la historia de J. K. desde el libro (o película) número siete. Habrá una gran cantidad de cambios que se alejarán totalmente de la historia original.

Advertencias: aparecerán palabras malsonantes, insultos, situaciones de violencia/tortura/asesinato, así como posibles escenas explícitas de relaciones sexuales. Por favor, tengan en cuenta todo esto antes de leer.


CAPÍTULO X

-PRESENTE-

—Sé que no te gusta la idea, Hermione —dijo Draco mientras caminaba en la pequeña habitación —. Pero realmente estaba desesperado, tenía que encontrar alguien que te ayudara.

La joven estaba sentada sobre la cama y tenía su espalda apoyada contra la pared. Sus ojos reflejaban la tristeza que sintió al oír que Draco planeaba lanzarle un Imperio a un sanador.

—No te preocupes, Draco. Creo que... yo haría lo mismo —admitió —. Si tu vida corriera peligro yo buscaría hasta la solución más impensada. Gracias —dijo mientras levantaba una mano en su dirección. El chico entendió inmediatamente lo que quería y se acercó a ella para corresponderle el gesto. Se sentó en la cama.

—De todas formas no lo hice. Tuve que encontrar otra alternativa porque se me acababa el tiempo y no había logrado interceptar a nadie.

—¿Y qué hiciste?

—Busqué a un viejo amigo. Su nombre es Bastian —la chica lo miró extrañado.

—¿Fue a Hogwarts?

—No, y de todas formas por su edad podría ser mi padre.

—¿Pero entonces dónde lo has conocido?

—Es una larga historia —suspiró el chico.

—Cuéntamela —le pidió ella. Él apoyó también su espalda contra la pared.

—Un día, cuando tenía nueve años, estaba en el Callejón Diagon con mis padres. Ellos estaban haciendo compras y me dieron dinero para que fuera a por un helado pero me perdí. De alguna manera fui arrastrado por la multitud que había ese día y terminé en el Callejón Knockturn. Estaba algo asustado y entonces Bastian apareció y me ayudó a regresar. Su aspecto era bastante malo, parecía un indigente, de hecho en aquel momento lo era —Draco hizo una pausa y miró a la chica para asegurarse de que lo seguía. Ella asintió en silencio —. Le quise agradecer dándole el dinero del helado y aunque al principio se negó, finalmente lo aceptó. Nos encontramos un año después y vi que su vida había mejorado, trabajaba para diferentes tiendas haciendo recados, encargándose de la limpieza o el mantenimiento. Me agradeció porque aquel dinero le permitió mejorar su aspecto y hallar trabajo. Al año siguiente, cuando estaba haciendo mis compras para mi primer año en Hogwarts, vi que había montado su propia tienda en el Callejón Knockturn. Lo he visitado algunas veces. Su vida era un desastre.

—Es hermoso lo que has hecho Draco, incluso si realmente no tenías idea de lo que estabas haciendo —lo felicitó Hermione —, pero ¿cómo es que él me sanó?

—Era un médico muggle que había vivido toda su vida pensando que era squib. No ha logrado saber si sus padres le ocultaron su carta para asistir a Hogwarts, pero ellos eran magos, ambos. Un año antes de cruzarse conmigo por primera vez su esposa y su pequeña hija fallecieron en un accidente de tránsito. Sus padres habían muerto hacía mucho tiempo; comenzó a beber, a apostar y perdió todos sus bienes en el mundo muggle. Logró entrar al Callejón Diagon tras recordar algunas historias que sus padres le había contado y luego, por descarte, fue a parar al sucio y abandonado Callejón Knockturn. Después de aquella vez que lo vi trabajando para las tiendas decidió que intentaría comprarse una varita, solo para internarlo. Allí descubrió que en realidad podía hacer magia.

—Es terrible —dijo Hermione en un susurro. Draco asintió.

—Le he estado regalando mis viejos libros de Hogwarts desde el primer año, y además ha estudiado la medicina mágina por su cuenta. Es brillante.

—Pues tendré que agradecerle.

—Él tiene que regresar —entonces el rubio frunció el ceño —. Dijo que iba a volver pero no estoy seguro de que pueda entrar sin nosotros.

—¿Qué quieres decir?

—Que mi madre ha hechizado a Potter y a Weasley para que puedan entrar aquí, pero no sé si Bastian podrá. A él no le ha puesto ningún hechizo.

—Tal vez puedes ir a buscarlo —propuso Hermione.

—No puedo dejarse sola.

—Claro que puedes, será solo por un momento. No iré a ningún lado —la chica le sonrió con sorna.

—Como si pudieras —dijo Malfoy mientras besaba la mano de ella que aun se mantenía agarrada a la suya —. Está bien, iré a buscarlo para que puedas sanar las costillas de una vez. Por favor, espera aquí y no te muevas.

—Lo prometo -aseguró ella. El chico le sonrió antes de salir casi corriendo. Se desapareció en el recibidor y llegó directamente a la puerta de la tienda de Bastian. Se golpeó mentalmente al darse cuenta que no usó el lugar de seguridad ni tampoco se esforzó en ocultar su aspecto. Por ese motivo se apresuró a ingresar al lugar antes de que alguien lo reconociera.

—Bastian -dijo el joven al ingresar en la tienda —, ¿estás aquí? —esperó a que contestara pero no lo hizo. Rápidamente comenzó a impacientarse. ¿Y si los mortífagos se lo habían llevado? No, su madre le habría avisado. Pero, ¿y si algo les había ocurrido a sus padres también? Contó las horas desde la última vez que los había visto y una punzada de angustia atravesó su pecho.

—Draco —el nombrado se sobresaltó y vió como su amigo bajaba por la destartalada escalera de caracol —, ¿está todo bien?

—Sí, más que bien diría. Ella ha despertado —le informó.

—Esa es una gran noticia.

—Así es y te lo debo a ti —dijo con tono agradecido el rubio —. Pero necesito un último favor, vine a buscarte para que puedas sanar sus costillas.

—Por supuesto, es lo que había acordado —asintió Bastian —. Déjame lanzar unos hechizos protectores antes de salir.

Draco salió de la tienda y esperó de espaldas al callejón, rogando que ningún conocido estuviera por allí. Esperaba que Bastian no tardara tanto porque no quería llamar mucho la atención. De pronto oyó una voz conocida no muy lejos de allí y sintió como si su cuerpo se desconectara por un instante.

—¡Eh, tú! Ven aquí —gritó el mortífago. El rubio tuvo miedo —. No intentes huir, perra —amenazó el hombre —Draco giró su cabeza solo un poco hacia la derecha para verificar sus sospechas. Miró de soslayó y notó que efectivamente se trataba de Dolohov, quien en aquel momento estaba arrinconando a una bruja en el Callejón Knockturn. El chico vio como la mujer estaba atrapada y sin salida mientras el mortífago comenzaba a meter las manos entre sus ropas —¿Dónde está tu varita? —la mujer respondió entre sollozos —¿Qué dices? —ella continuaba balbuceando mientras el mortífago seguía su inspección. A Draco se le revolvió el estómago —¡¿DÓNDE ESTÁ TU VARITA?!

—¡Dolohov! —Draco volvió rápidamente su rostro hacia la puerta que tenía enfrente, pues estaba totalmente expuesto allí —Ya vámonos, ese ni siquiera es tu trabajo —le ordenó Yaxley.

—Vete a la mierda, tú no me das órdenes —le recriminó Dolohov. El chico pensó que sería mejor entrar pero oyó que finalmente los dos hombres se alejaban discutiendo a gritos.

—Eso ha estado cerca —dijo Bastian luego se salir de la tienda. Llevaba consigo una bandolera de cuero marrón.

—Son animales —se quejó Draco.

—Yo diría que menos que eso —su amigo conjuró un encantamiento no verbal en la puerta de su tienda; luego, con un movimiento de cabeza le indicó que podían marcharse. Al joven le fascinaba y le enorgullecía la rapidez con la que Bastian había manejado su magia, incluso después de tantos años de estar reprimida.

Apenas puso un pie en la casa Draco supo que alguien más estaba allí e internamente rogaba que no fuera su padre. Subió rápidamente las escaleras y oyó voces en la habitación donde estaba Hermione.

—¿Segura que estás bien? —era la quinta vez que Ron le hacía aquella pregunta a su amiga —, ¿él te ha hecho daño?

—Ron —en la voz de Harry había un aviso encubierto —, ya basta —le pidió.

—Estoy bien, Ron —aseguró Hermione con voz cansada —. Solo un poco dolorida.

—Me alegra que estés despierta —dijo Harry.

—¿En serio estás con él? —Ron soltó la pregunta que había estado guardando desde el momento en que volvieron a aquella casa y encontraron que la chica había recuperado la conciencia.

Draco, que hasta ese momento había estado oyendo afuera de la habitación, decidió que iba a intervenir.

—He traído a Bastian —anunció mientras entraba a aquel pequeño lugar. Potter lo miró y si sintió repulsión o desagrado lo disimuló muy bien, pues no hizo ningún gesto. Weasley, al contrario, se puso rojo como un tomate y comenzó a refunfuñar en voz baja. Hermione seguía en la misma posición, cubierta por su chaqueta sucia —. Tal vez quieran salir mientras la revisa —Harry miró a Hermione, quien asintió con su cabeza, y comenzó a retirarse. Ron lo siguió pero al pasar al lado del rubio se detuvo y lo miró con enojo.

—Tal vez quieras salir tú también, Malfoy —le dijo el pelirrojo.

—Si eso es lo que Hermione quiere —respondió tranquilamente Draco. Eso hizo que Ron la mirara.

—Puedes quedarte —susurró la chica algo preocupada por la reacción de su amigo. Ron se quedó allí plantado sin poder creerlo, hasta que Harry tironeó de la manga de su chaqueta y lo llevó escaleras abajo. Bastian entró cuando ellos se fueron.

—Buenos días, Hermione —saludó el hombre.

—Buenos días, Bastian —contestó ella —. Estoy muy agradecida contigo.

—No fue nada, niña. Una amiga de Draco es amiga mía —le aseguró —¿Puedo revisarte? —ella asintió y se quitó la chaqueta y la sábana con las que cubría su cuerpo. No era una persona que se sintiera cohibida frente a un médico, sabía que en cuestiones de la salud no podía existir la vergüenza —He traído esto —informó el hombre mientras rebuscaba dentro de su bolso para mostrarle a Hermione unas vendas elásticas —, servirán mejor que las de algodón. De todas formas con la poción crecehuesos tus costillas estarán recuperadas en dos días —el médico ayudó a Hermione a sentarse en el borde de la cama para que pudiera quitarle las antiguas vendas —¿Cómo te has sentido desde que despertaste?

—Bastante bien, en realidad. He tenido un fuerte dolor de cabeza pero tenía una poción para eso y ya la bebí —aquello hizo que Bastian la mirara con reproche.

—No deberías automedicarte —la reprendió mientras comenzaba a colocar las vendas nuevas.

—Lo sé, lo siento —dijo la chica con una pequeña sonrisa.

—Está bien, no te preocupes. Posiblemente tendrás más dolores de cabeza, así que necesitarás más de esa poción o medicamentos muggles —le informó —. En mi próxima visita te traeré aspirinas.

—De acuerdo.

—Ya está —dijo Bastian cuando terminó de vendar las costillas de Hermione —. Tendrás que quitártelas para bañarte, ¿tú has visto cómo las coloqué? —le preguntó a Draco, quien se mantenía en silencio en una esquina de la habitación. El chico asintió —Entonces tendrás que ayudarla para colocárselas nuevamente. Sobre la poción crecehueso... Nunca la he bebido pero me han dicho que es asquerosa.

—Sí, lo es —dijo el rubio.

—Pero tendrás que beberla, Hermione. Es una dosis por la mañana y una dosis por la noche, por dos días.

—Bueno —la chica hizo una mueca de resignación.

—Ya he terminado aquí —dijo Bastian mientras tomaba su bolso —. Ven a buscarme mañana para otra revisión, Draco, o antes si es necesario. Tienes que hacer reposo, Hermione —le ordenó a la joven —. Quédate en la cama y no hagas esfuerzos. Comienza con movimientos suaves y camina con tranquilidad, será normal que te marees al principio.

—Está bien. Muchas gracias, Bastian —agradeció ella. El hombre le sonrió y se marchó, no sin antes darle una mirada a Draco que indicaba que quería hablar con él.

—Ya vengo —le dijo el rubio a Hermione y siguió a su amigo escaleras abajo —¿Qué ocurre?, ¿qué está mal? —le preguntó apenas estuvieron en el piso inferior. Aquello hizo que Harry y Ron se alarmaran, por lo que se acercaron rápidamente.

—Tranquilo, Draco —le pidió el médico —. Todo está bien, ella está totalmente lúcida y recuperándose —los tres chicos suspiraron aliviados.

—¿Entonces? —insistió el rubio.

—¿Entiendes que le receté reposo, verdad? —quiso saber Bastian.

—Sí, te he oído —contestó Draco mirándolo sin comprender el punto.

—Ella no puede hacer actividad física extenuante... de ningún tipo —aclaró el hombre y Draco se ruborizó como nunca justo frente a Potter y Weasley. Harry tuvo la amabilidad, si así podía llamarla el rubio, de alejarse y no decir nada. Ron era una tetera hirviendo, casi se podía ver el humo salir de sus oídos.

—Ya, ya entendí —replicó el joven Malfoy de mala gana —. Gracias por todo, Bastian.

—Haz que tome su poción —le recodó el hombre —. Nos vemos, amigo —dijo justo antes de desaparecerse.

Entonces el piso inferior de aquella casa muggle se transformó en el lugar más incómodo del mundo. Draco podía sentir las miradas de los otros dos chicos casi perforando su cabeza.

—¿Podemos verla? —preguntó finalmente Harry, Draco solo asintió y se quedó allí viendo como él y Ron subían las escaleras. Ambos regresaron casi una hora después, cuando el rubio ya estaba aburrido de aquella biblioteca muggle y comenzaba a plantearse la idea de echarlos —Volveremos luego —informó Potter y simplemente desapareció junto al pelirrojo.

—¿Ustedes discutieron? —preguntó Hermione apenas Draco cruzó la puerta de su habitación.

—No —dijo Draco extrañado —¿Eso te han dicho ellos?

—No, pero Ron estaba algo alterado. Quiero decir, obviamente no está contento por esto pero había algo más que no quiso decirme.

—Tal vez sea algo sobre su misión —dijo Draco —. O tal vez el hecho de que Bastian me recordó que no podemos follar hasta que tus costillas sanen, y Weasley lo oyó.

—Oh —susurró Hermione —, supongo que eso lo explica.

—¿Cómo te sientes? —el joven cambió de tema mientras se tomaba el vaso con el que le había llevado agua más temprano.

—Estoy bien.

—Eso es bueno —Draco sirvió la poción crecehuesos en el vaso y la tendió hacia ella —. Debes beberla.

—¿Es realmente muy mala?

—Asquerosa —dijo el chico mientras asentía.

—¿Podría comer algo? Para quitarme el mal sabor.

—Espérame, ahora regreso —Draco buscó una gran porción del pastel de calabaza y otra gran porción del pastel de carne que había dejado en la heladera.

—Gracias, Draco —dijo Hermione cuando recibía los platos. Ella se bebió la poción e inmediatamente sintió que las nauseas la harían vomitar todo. Se apresuró a comer lo que el chico le había llevado para olvidar el sabor desagradablemente amargo y picante que persistía en su boca.

—No puedo creer que hace menos de un día creí que tal vez no volvería a verte —Draco sonaba cansado y triste.

—Bueno, en realidad no sabemos qué ocurriría después de nuestras muertes.

—Sabes a lo que me refiero, leona. Esta guerra no me gusta.

—A nadie le gusta. Mucha gente está muriendo.

—Lo sé —dijo Draco mientras recordaba los escenarios que había visto regularmente en su hogar.

—Ey, ven aquí —le pidió la chica —. No pienses en eso ahora.

Draco se sentó junto a la chica mientras ambos se tomaban de las manos con cariño. Él buscó su mirada chocolate y ella la suya, gris hielo. Por un instante, después de un año sin verse, sintieron como si regresaban en el tiempo a aquellas paredes seguras del Castillo de Hogwarts, donde se escondían a amarse. Por un momento se olvidaron de la guerra, de Voldemort, de Harry, y simplemente se besaron con todo el anhelo que habían sentido por tantos meses.