Capítulo Dos.
Hagamos un trato
"Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama."
-Jaime Sabines.
La biblioteca de Hogwarts está casi vacía. A menos de dos semanas de comenzando el curso, la mayoría de los estudiantes tienen mejores cosas que hacer que pasar la tarde de un domingo estudiando: perder el tiempo en la sala común de su casa, salir a pasear por los jardines o jugar un amistoso partido de quidditch en el estadio son algunas de las opciones que se le ocurren a Harry. Pensar en esos últimos, son quienes más envidia le provocan.
Está sentado en una mesa junto a la ventana y lleva más de media hora viendo su pergamino en blanco, esperando que el ensayo que tiene que terminar para mañana se escriba solo. Únicamente a Snape se le ocurriría dejar cuarenta centímetros de "cómo reconocer a un hombre lobo" como primera tarea del curso.
"Como sino supiera reconocerlos" piensa Harry "¡He crecido junto a uno!"
—Yo más que nadie debería poder escribir esto —se dice mientras vuelve a sumergir la pluma en el tintero, esperando el golpe de inspiración que le hará terminar de escribir el ensayo.
—Tuviste diez días para terminarlo —dice Hermione, sentándose junto a él.
—No me lo recuerdes —contesta bufando el chico.
La chica opta por quedarse callada, abriendo su libro de Advanced Making Potions. Es la mejor de la clase y de lejos la estudiante preferida del profesor Slughorn, quién se la pasa haciéndole cumplidos y dándole puntos a Gryffindor cada que responde una pregunta. Si no fuera porque él es el jefe de la casa de Slytherin, muchos de los alumnos ya lo habrían acusado de favoritismo.
—Hermione… —comienza a hablar Harry con la voz más suave que puede.
—Ni lo intentes, Potter —responde Hermione, sin levantar la vista de su libro —Ron ya intentó usar todos sus encantos en mí y ni a él le funcionó.
—¿Estás insinuando que Ron es más encantador que yo? —finge ofenderse el chico.
—Por mucho —contesta ella riéndose, volteando para verlo a los ojos.
Con sus brillantes ojos verdes, Harry le lanza una mirada que normalmente deja perplejas a la mayoría de sus compañeras (e incluso una vez logró que McGonagall le perdonara una detención). Es una mirada bien ensayada y totalmente copiada de su padre, quien la usa cada vez que él quiere convencer a su esposa sobre algo.
Si Hermione no hubiera sido su amiga durante los primeros años del colegio, tal vez habría tenido algún efecto sobre ella pero, desgraciadamente, el paso del tiempo la ha hecho inmune.
—¿Por favor? —suplica Harry, todavía conservando la mirada.
—No —contesta Hermione, ampliando su sonrisa y regresando a su lectura.
Una hora después, cuando Harry por fin está encontrando un ritmo de escritura, el sonido de una risa estridente termina con su concentración. Ahora es el turno de Hermione para bufar.
—En serio desearía que se llevara a su club de fans a otro lado —dice.
—¿Cormac?
Hermione asiente mientras la risa de Romilda Vane vuelve a escucharse.
—No me deja concentrar —se queja la chica.
—Es que quiere asegurar un lugar en la fiesta —dice Harry, con tono confidencial. Sin pensarlo, Hermione se acerca a él, esperando oír el rumor que sabe está a punto de contarle. —En el último entrenamiento que tuvimos, cuando estábamos yendo hacia los vestidores, todo el equipo de Slytherin estaba comentando la fiesta que está planeando Slughorn.
—Creí que era sólo para los miembros del Club de las Eminencias —dice Hermione —Se supone que van a venir algunos exalumnos y será una oportunidad para "comenzar a establecer conexiones con figuras importantes" fuera de Hogwarts.
—¿Sabías que Slughorn va a tener una fiesta para los de séptimo año y no te molestaste en mencionármelo? —dice Harry, fingiendo ofenderse.
—¿Por qué habría de haberlo hecho? —responde la chica —No es como si tú y yo fuéramos amigos.
Hermione se vuelve a concentrar en su libro y tarea después de eso, dejando a Harry frustrado consigo mismo. No, no son amigos. Él lo había dejado claro en su tercer año, durante aquella fatídica pelea, a la cual (en aquel momento) no le prestó demasiada atención y cuyas consecuencias sigue pagando.
—No pensé que te importara —vuelve a hablar Hermione después de un rato—¡Dejaste de ir al club después de la primera sesión!
—¡Porque me pareció aburrido y se interponía con las sesiones de quidditch! —se defiende el muchacho —Si hubiera sabido que Slughorn iba a ordenar barriles de hidromiel constantemente de Rosmerta, me hubiera quedado.
Al oírlo, Hermione cierra su libro de un golpe seco.
—¡Las sesiones son mucho más que la copa de hidromiel que nos ofrece! —espeta —Son realmente interesantes. He podido conocer a muchos magos y brujas, algunos con profesiones fascinantes como el magizoologista Rolf Scamander, nieto de Newt Scamander.
—Fascinante —Harry habla antes de que ella comience a hablar de los muchos logros del tal Rolf —¿Cuándo es la fiesta?
—En una semana —contesta.
—¿Y ya tienes con quien ir? —pregunta el chico, volviendo a lanzarle la mirada.
Hermione rueda los ojos, termina de recoger sus cosas y se va de la biblioteca. Al llegar a la sala común, va a sentarse junto a Neville, que está leyendo un libro sobre botánica. Sin decir nada, saca el pergamino donde escribió su tarea de pociones y comienza a revisarlo.
—¿Ya revisaste el tablón de anuncios? —pregunta Neville, sin voltearla a ver.
—No —contesta Hermione, bajando su libro —¿Debería hacerlo?
—Deberías —dice el chico, subiendo su libro para intentar ocultarse detrás de él.
Siguiendo el consejo de su amigo, Hermione se levanta de su asiento y va a ver de qué está hablando Neville. Ahí, al lado del cartel que anuncia las pruebas para el equipo de quidditch, arriba de una lista de objetos perdidos y debajo de un anuncio dónde venden plumas y pergaminos está el anuncio que más ha temido la chica desde su primer año: el registro para el examen de vuelo.
Hogwarts tiene una serie de requisitos que debes cumplir antes de poder graduarte: pasar tus TIMOS y EXTASIS son sólo uno de ellos. También debes pasar un examen para obtener tu licencia de aparición y un examen de vuelo en escoba. Este último es, según la opinión del estudiantado, el más fácil de todos.
La mayoría lo pasa después de la materia de vuelo que se va en primer año y si no lo hacen en ese momento, lo pueden hacer al inicio del segundo. Hermione falló en las dos ocasiones. Se estaba preparando para hacerlo al inicio de su tercer año, cuando ocurrió la pelea y se quedó sin instructor.
Después de eso, cada que ve el registro se le hace un nudo en el estómago. Se inscribió en cuarto y quinto, pero se arrepintió a último momento y no presentó el examen. El año pasado, le dio demasiada vergüenza como para siquiera anotar su nombre, pero esta es su última oportunidad y no solamente tiene que presentarlo, está obligada a pasar. Hermione comienza a sudar frío.
No sabe que la pone peor: si ser la única estudiante de séptimo en presentarlo o no poder graduarse de Hogwarts por no hacerlo. Es retórico, claro: sería mucho peor no poder graduarse (cuando es la primera de la clase en muchas materias) por un requisito tan tonto.
Está comenzando a pensar en las opciones que tiene cuando escucha una voz a su lado.
—Es una lástima que no seas amiga del capitán del mejor equipo de quidditch que hay en el colegio. Seguramente, él podría ayudarte a pasar ese examen de vuelo —dice Harry.
Hermione se voltea y le tapa la boca con una mano, impidiéndole seguir hablando. Es un acto que los deja perplejos a ambos por un momento, porque no lo había hecho desde que tenían doce años y todavía eran amigos. Harry alza las manos, como rindiéndose. Ella retira inmediatamente su mano.
—¿En serio podrías ayudarme? —dice Hermione.
—¡Claro! —asegura el chico —Si me invitas a la fiesta de Slughorn.
—¿Acaso me ves tan desesperada? —replica ella.
—¿Honestamente? —contesta Harry —Si.
Hermione se muerde un labio nerviosamente. Efectivamente, está desesperada. Aunque por un lado quería ver si alguien la invitaba a la fiesta, por otro, en serio necesita pasar el examen. Y Harry ha sido la única persona que en algún momento logró que no solamente se montara en una escoba, sino que hasta lograra separar los pies del suelo.
—¿Por qué tienes tanto interés en ir? —pregunta Hermione para ganar un poco de tiempo.
—¿Conoces a Malvai Morgan? —contesta Harry y ella niega con la cabeza —Es una de las cazadoras de las Holeyhead Harpies, se graduó hace unos cinco años. Quiero hablar con ella para que me cuente su experiencia en los circuitos de pruebas.
—¿Sigues con la idea de ser un jugador profesional de quidditch cuando nos graduemos? —pregunta Hermione suavemente, recordando como era el sueño de Harry desde que logró entrar al equipo en su segundo año.
Hary sonríe al recordar como la chica lo ayudó a encontrar tiempo para prepararse para las pruebas, y luego a acomodar sus horarios para los entrenamientos.
—Claro que si —contesta él —Entonces, ¿qué dices? ¿tenemos un trato?
—En serio estoy desesperada —contesta la chica —Trato.
Y ambos se estrechan la mano.
Los siguientes días se pasan volando y el sábado Harry se intenta pasar un peine por el cabello, pero es inútil. Frustrado, entiende perfectamente porque su abuelo se pasó media vida en su laboratorio de pociones perfeccionando una fórmula para manejar cabelleras como la suya. Pensando si aplicarse un poco o dejarlo cómo está, opta por lo segundo y baja a la sala común para esperar a Hermione.
Mientras ve a sus compañeros de casa, la mayoría platicando entre ellos, jugando al snap explosivo o al ajedrez, se pregunta que hubiera pasado si Hermione, Neville, Ron y él nunca se hubieran peleado. ¿Estarían los cuatro alistándose para la fiesta? ¿Irían como grupo, o cada quién hubiera conseguido una cita?
Ese pensamiento hace que se le pese el estómago. No por Ron, ni Neville (quién seguramente en otro universo también estaría saliendo con Hannah), sino por Hermione.
La única ocasión que había visto a la chica en una cita "formal" había sido en cuarto año, durante el baile de gala del Torneo de los Tres Magos. Cuando la vio entrar del brazo de Viktor, su estómago, cerebro y corazón se habían sentido raros. Cómo para ese momento ya llevaban más de un año casi sin hablar, se había encargado de enterrar la sensación en lo más profundo de su ser, hasta casi olvidarla.
Casi, porque lo estaba sintiendo de nuevo al verla bajar desde su dormitorio, viéndose completamente primorosa en su vestido color rosa pálido.
—¿Nos vamos? —dice Harry, ofreciéndole su brazo.
La fiesta no es para nada como se la imaginaban y, de alguna manera, eso la hace perfecta.
Si, la inmensa mayoría de los invitados son exalumnos pertenecientes al club de las eminencias del profesor Slughorn pero lejos de ser la pomposa multitud que Harry y Hermione habían esperado la mayoría de ellos son, de hecho, geniales.
Después de un rato de charlar con otros invitados a Harry y Hermione les queda claro que todos se habían sentido como ellos cuando estuvieron en el colegio: que las reuniones del club eran bastante aburridas, diseñadas para entretener al maestro de pociones y aumentar su popularidad. Pero la realidad era que, después de salir del colegio, los miembros tenían algo en común: su desprecio por pertenecer a dicho club.
Esto ocasionaba que de pronto dos extraños que en apariencia no tenían nada en común, de pronto encontraran un tema del cual hablar, lo cual producía una mutua simpatía, y en las mejores ocasiones, ayudaba a entablar una relación laboral o amistosa. Sentimental, en algunos casos.
Después de un rato paseando entre las personas, Harry logra encontrar a Malvai Morgan y se acerca para intentar hablar con ella.
—Originalmente yo entré al club porque era buena en pociones y Slughorn quería que conociera al inventor de la poción matalobos pero, una vez en la reunión, con quién terminé hablando fue con Gwenog Jones. Fue ella quién me convenció de hacer la prueba para las Harpies —le dice Malvai, encogiéndose de hombros —En cierta forma, le debo agradecer al profesor Slughorn mi elección de carrera.
—No lo había pensado así —contesta Harry.
—Además, algo que le reconozco es que, aunque una pequeña parte de los miembros lo son sólo por sus apellidos, Slughorn también aprecia los talentos. Eso es una cosa que no muchos magos de sangre pura hacen. Con él, basta que destaques en alguna materia para estar dentro. —continúa hablando Malvai. —Además de Slughorn, ¿a cuántos slytherins de cien años conoces que se codeen con gryffindors hijos de muggles?
Harry piensa en Hermione y la enorme diferencia con que la trataban los profesores Slughorn y Snape.
—No me hagas sentir mal —dice Harry, intentando cambiar de tema —A mí sólo me invitó porque uno de mis abuelos inventó la poción alisadora de cabello.
—Además de ser el buscador más joven de Hogwarts en cien años —interviene Hermione, reuniéndose con ellos.
—¿Eres Harry Potter? —exclama entonces Malvai —Oliver Wood me habló de ti.
—¿Conoces a Oliver Wood?
—Nos conocimos durante la prueba para la selección nacional de Inglaterra, hace más o menos un año —confirma Malvai —Dijo que cuando estés fuera de Hogwarts, vas a quitar de una patada a todo aquel que se interponga en tu camino para ser el buscador de la selección.
—Aún no estoy seguro de poder ser un jugador profesional —confiesa Harry, sonrojándose por el cumplido que le había hecho su antiguo capitán.
—Es el único que aún lo duda —dice Hermione, casi mostrándose orgullosa.
—¡Malvai! —se oye el llamado de alguien a la distancia.
—¡Wilda! —contesta saludando la aludida —Me retiro. Fue un placer conocerlos, Harry y… —duda intentando recordar el nombre de Hermione, el cual no sabe.
—Hermione Granger —se presenta la chica ofreciendo la mano.
—Un gusto, Hermione —responde Malvai apretándole la mano —Espero verte en las pruebas —concluye dirigiéndose a Harry.
—Tal vez —concede él.
—Ahí estará —afirma Hermione.
—Hacen linda pareja —dice riéndose Malvai y se retira.
Quizá, en otro universo, ese comentario no hubiera provocado que Harry y Hermione se sintieran incómodos.
—¿Quieres seguir buscando a la persona que nos va a ayudar a obtener el trabajo de nuestros sueños? —dice Harry, haciendo caso omiso de lo dicho por Malvai e intentando cambiar de conversación.
Hermione dirige una mirada a su alrededor. La mayoría de los invitados han pasado de querer ayudar a todos los estudiantes a simplemente tomar hidromiel y socializar con otros invitados. La mayoría están el centro del salón bailando.
—De hecho, estaba pensando que tal vez podríamos… —Hermione uso su cabeza para señalar la pista de baile.
—¿Estás pidiéndome que bailemos, Granger? —dice Harry con sorpresa fingida.
—No —contesta ella, riéndose —Tal vez.
—Vamos —dice él, tomándole la mano y llevándola a la pista.
También en otro universo, quizá Harry se hubiera sentido apenado de tener que bailar con ella (o con cualquiera) en frente de alguien más. No en este. No cuando Sirius Black es su padrino y le ha enseñado desde los trece años como hacerlo porque, en sus palabras "ninguna chica se puede resistir a un chico que sabe cómo bailar."
Es pasada la media noche cuando las personas comienzan a retirarse. Los estudiantes se dirigen a sus salas comunes y algunos de los invitados esperan su turno para irse mediante la red flu, mientras que otros salen pequeños grupos para dirigirse a los terrenos del colegio y aparecerse desde ahí.
Es cuando ve a estos últimos que a Harry se le ocurre una idea.
—¿Tus zapatos son a prueba de agua? —le dice a Hermione.
—No —contesta ella intrigada, pero con una gran sonrisa en la boca. —Pero conozco un hechizo para hacerlos.
—¿Por qué no me extraña? —dice Harry, mientras le vuelve a tomar la mano para dirigirla a los grupos que están saliendo del castillo.
Una vez afuera del mismo, ambos usan sus capaz para cubrirse e intentar alejarse del resto de las personas. Lo logran sin mucho esfuerzo, pues no hay ningún profesor (o Filch) en los alrededores.
—¿A dónde vamos? —pregunta Hermione, pero Harry no le contesta.
Después de unos diez minutos de caminar en silencio, llegan hasta el estadio de quidditch.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —dice Hermione, ya no tan contenta.
—Cumpliste tu parte del trato, es hora de que comience a cumplir la mía —contesta Harry.
—¡Es media noche!
—No hay mejor hora para volar —dice Harry mientras va al armario dónde guardan las escobas que usan los estudiantes de primer año.
Las observa con cuidado y se selecciona una que no se ve muy maltratada. Al regresar junto a Hermione, se la enseña pero no se la da.
—¿Verdad o reto? —dice.
Habían comenzado a jugar "¿verdad o reto?" cuando tenían doce años. Ambos conocían la versión muggle, pero una vez que sus compañeros de Hogwarts les explicaron que en el mundo mágico se podían hacer hechizos para hacer del juego una experiencia aún más verídica, les fascinó la idea. Poco a poco dejaron atrás las clásicas preguntar de la escuela muggle, y comenzaron a ponerse retos cada vez más temerarios.
—Verdad —dice Hermione.
—¿Qué es lo que más miedo te da de volar?
Hermione piensa antes de contestar. La respuesta lógica (y la que estuvo a punto de salir de sus labios) hubiera sido "la altura". Pero es algo más que eso, porque no le da miedo cuando están en la torre más alta, recibiendo clases de astronomía.
—A caerme —contesta —Creo que me da miedo perder el control y caerme.
—Perder el control —repite Harry —Bueno, podemos trabajar con eso.
—Mi turno —dice la chica —¿Verdad o reto?
—Reto —contesta Harry.
—Te reto a que intentes dar una vuelta al campo de quidditch —al oírla, Harry levanta las cejas, incrédulo. Es un reto demasiado sencillo —Con los ojos cerrados, utilizando esa escoba.
—Si me quiebro algo, no me lleves con Madame Pomfrey —dice Harry, montándose a la escoba.
Da una patada en el suelo y siente como se eleva un poco, pero no tiene ni idea de a dónde dirigir la escoba. Comienza a comandarla (esperando no darse de lleno con alguna de las gradas) cuando oye la voz de Hermione gritar.
—¡Reto cumplido, reto cumplido!
—¡Apenas estaba comenzando! —responde Harry desde el aire, abriendo los ojos.
—No creí que en serio estuvieras tan loco como para intentarlo —dice ella, negando la cabeza.
—¿Acaso no me conoces? —contesta bromeando Harry, aterrizando a su lado.
Ella se queda callada. Él se da un golpe mentalmente. Por supuesto que no se conocen; en los últimos años no han hablado de nada que no tenga que ver con las clases o tareas. Las veces que se han sentado juntos para estudiar han sido mínimas y esta noche ha sido el mayor tiempo que han pasado solos desde el segundo año.
—¿Verdad o reto? —vuelve a hablar Harry, tratando de ignorar el incómodo silencio.
—¿Cuándo le digo que no a un reto? —dice Hermione sonriendo.
Harry no responde. En vez de eso, se hace para atrás en la escoba y da unos golpecitos enfrente suyo, indicándole a Hermione que se siente.
—No —dice ella negando —¡Estás loco!
—Tienes que perderle el miedo –contesta él.
—No cuando traigo puesto un vestido —alega ella.
—De acuerdo —dice él —Supongo que podemos esperar al siguiente sábado, cuando estés en ropa de deporte y tengamos que entrenar en la tarde, a la vista de todos.
Primero, Hermione lo mira con cara de terror. Después, ajusta bien la capa que trae puesta sobre su vestido y va a sentarse frente a Harry.
—Si haces una pirueta o algo, te juro que… —dice ella.
—Tranquila —responde él, mientras se elevan en el aire.
Harry no hace movimientos bruscos, ni trata de ir rápido. Simplemente eleva la escoba y comienza a dar vueltas por el campo de quidditch, observando el paisaje nocturno. La luna reflejada contra el lago negro se ve particularmente bella y espera que Hermione también esté disfrutando de la vista, cuando la oye hablar.
—Que poco me gusta esto —murmura ella, mientras hace un esfuerzo por no enterrar su cara en el pecho del chico —Pero que poco me gusta esto.
—Abre los ojos —dice él riendo.
—¡No!
—Ábrelos —insiste él.
Hermione le hace caso y por un breve momento olvida que está suspendida en el aire a cincuenta metros sobre el suelo. El paisaje realmente es hermoso. Voltea a ver a Harry sonriendo, contenta de haberle hecho caso.
—Agárrate —dice el chico y antes de que ella pueda protestar, se lanza en picada hacia el suelo.
—Te voy a hechizar tan fuertemente que no vas a poder mover las piernas en un mes —dice Hermione cuando aterrizan —No sé cómo ni cuándo, pero que no te quepa duda de que voy a hacerlo.
—Quiero verte intentarlo —contesta él riéndose, antes de ir a dejar la escoba al cobertizo.
Por toda respuesta, Hermione saca su varita y lanza un hechizo que hace que las piernas del chico se peguen y caiga al suelo.
—Te lo advertí —se ríe ahora ella.
—Pagarás por esto, Granger —dice él mientras deshace el hechizo con su varita y comienza a correr detrás de Hermione.
—¡A qué no me alcanzas de regreso! —grita ella mientras sale corriendo rumbo al castillo.
Seis años de entrenamiento en quidditch, lo hubieran ayudado a ganar fácilmente; pero al ser un buscador también sabe cuándo es momento de dejar que la snitch se confíe, piensa Harry cuando llega a la torre de Gryffindor detrás de ella.
—Alea iacta est. —dicen y entran a la torre.
Animales fantásticos es mejor la segunda vez que la ves y no sé porqué. ¿Tú qué opinas?
Los comentarios son el oxígeno de los escritores, ¡no me dijes morir ahogada!
Kisses de Chocolate, Aliathna.
