Capítulo 14
Arno entró por la puerta principal del café Teatro de San Luis, buscando con la mirada a Charlotte, pero se sorprendió cuando encontró directamente a Lucía tras la barra, atendiendo a un hombre con su eterna sonrisa a media asta, la cual siempre ocultaba un deje de tristeza.
La rubia cambió de actitud cuando el cliente se alejó, apoyando sus manos en la barra al recibir a Arno con una pequeña sonrisa.
-No sabía que también trabajases aquí. -Habló el francés al quedar frente a ella.
-Sólo cuando le hago algún favor a Charlotte, no es habitual. ¿Qué te trae por aquí?
-Sólo venía a verte y saber cómo te va. Hace días que no te veo, bueno, prácticamente nadie. Ni siquiera has pasado por el escondite de la hermandad. ¿Va todo bien?
-Oh, sí. No ha pasado nada; simplemente sigo tras la pista para saber algo sobre lo de Contamine, ya sabes. He estado demasiado enfrascada en eso, lo siento por desaparecer. -Se disculpó tras su excusa, intentando parecer relajada, pero soportar la mirada del hombre estaba costándole demasiado. Este habló tras unos instantes.
-¿Y has averiguado algo? ¿Hay novedades?
-No, nada. -Susurró ella tras un suspiro, dejándose ver abatida por aquello mientras apartaba la mirada, volviendo al asesino cuando cambió de tema.
-¿Qué hay de ti? ¿Ya sabes dónde encontrar a esa mujer?
-Sí. De hecho, mañana puede que vaya a por ella aprovechando una especie de baile que se hará, y antes de que puedas decirlo, no es necesario que vengas conmigo, tranquila. -Agregó haciéndola sonreír, devolviéndole el gesto para volver a tomar la palabra. -Intentaré enterarme de algo útil, y pase lo que pase, después de que acabe esto buscaremos juntos a quién pueda hablarnos de Contamine. Vamos a llegar al fondo de esto.
Lucía sintió instintivamente latir su corazón más fuerte ante su solemnidad y empatía, observando sus ojos fijos en los suyos hasta que Arno relajó sus facciones y sonrió con calidez, haciendo que ella emitiera el mismo gesto de forma sincera, susurrándole un gracias.
-Bueno, me marcho ya entonces para dejarte trabajar. Avísame si necesitas algo.
-Gracias, lo mismo digo, Arno. Suerte.
La chica lo observó desaparecer sin perder detalle, siendo sorprendida por Élise, quién se posicionó frente a ella sin que se diera cuenta, asustándola.
-Élise, ¿Qué haces aquí? Arno acaba de irse.
-Sí, lo sé. Tranquila, estaba esperando a que se fuera para que no me viera. Tengo a Pierre localizado, y mañana irá a una fiesta por la noche.
-No podemos ir a por él allí. Arno me acaba de decir que irá a por una templaria que tiene que ver con la muerte de tu padre en esa fiesta. -Se precipitó a hablar Lucía, sorprendiéndose de que Élise no se mostrase enfadada por aquello. La pelirroja respondió tras un breve pensamiento.
-Bien, entonces cambio de planes. Podemos ir a por él mañana antes de que se vaya, aprovechando el revuelo del servicio yendo y viniendo nos será más fácil colarnos y secuestrarlo. Sé que no tiene más que un par de sirvientes, y ni siquiera protección. Está pasando una mala época económica.
-Vale, ¿dónde nos reuniremos?
-Vive cerca de las Tullerías, así que podemos reunirnos en la taberna frente al jardín y el palacio. Se llama Los cuatro gatos. Te esperaré allí a las cinco.
-Bien. Nos vemos entonces.
Élise asintió confirmando la cita, para después abandonar el lugar tras una discreta mirada alrededor y encapucharse con su capa oscura al salir al exterior.
Lucía avanzó hacia la entrada de la taberna donde había quedado con Élise, llegando unos minutos antes de la hora acordada. A pesar de luchar contra ello, se sentía nerviosa, pero no por lo que iban a hacer. La presencia de la pelirroja hacía que se pusiera tensa, sin saber muy bien por qué.
Al meterse en la taberna pudo localizarla en una mesa relegada en una esquina, abstraída en una pequeña taza que terminó antes de levantarse al ver a la española. Lucía quedó en pie hasta esperarla, cerca de la puerta, sin desencapucharse.
-Qué puntual. -Susurró Élise mientras salían a la calle, poniéndose en camino hacia el palacete. Lucía respondió con seriedad, no cediendo al deje de burla que creyó notar, aunque no estaba segura de que fuera real; estaba demasiado tensa.
-Lo de hacerse de rogar no va conmigo. ¿Cómo vamos a entrar en la casa?
-Un criado al que han pagado decentemente ha dejado una de las ventanas del segundo piso abierta. En esa zona hay jardín, no nos verán. Me han confirmado que no debe haber más de dos criados y Pierre en la casa.
-¿Y podemos fiarnos de la información?
-Eso espero. En estos tiempos nunca se sabe, pero no hay otra opción.
La pareja calló y continuó su camino hasta llegar al edificio en cuestión, una construcción adosada a otras edificaciones más bajas, pero claramente ancha y grande, de tres plantas y altos tejados oscuros.
Lucía siguió a Élise hasta la parte trasera, saltando la tapia sin ser vistas para acceder a los jardines privados de la residencia, ocultándose tras los setos mientras la pelirroja inspeccionaba el lugar antes de hablar.
-Subiremos por esa fachada. La segunda ventana contando por la izquierda es la del despacho. Entraremos por ahí. Vamos.
Ambas mujeres se pusieron en marcha, con Élise a la cabeza, ascendiendo con velocidad hasta la ventana discretamente abierta que les permitió entrar en aquel amplio despacho con un escritorio grande, rodeado de estanterías con libros.
Lucía observó como Élise comenzaba a rebuscar por los muebles, alegando que quizás pudieran encontrar algo interesante sobre Pierre, con lo que la imitó en silencio hasta que se detuvo para hablar a la pelirroja.
-Si yo tuviera que esconder algo comprometido, lo haría mejor en mi habitación. Aquí puede entrar cualquiera en cualquier momento. Deberíamos también ir a su dormitorio antes de buscarlo.
-Sí, es buena idea. Sígueme. Creo que sé dónde ir.
La asesina asintió e hizo su camino tras Élise, saliendo del cuarto cuando le dio una señal al no ver a nadie en el pasillo. La zona cruzaba hacia la derecha en un amplio corredor lleno de puertas, y en medio de este, se encontraban las escaleras para descender al piso inferior.
-El dormitorio está al lado contrario. Aprovechemos ahora.
A las palabras de la francesa, ambas cruzaron con paso ligero, pero rápidamente tuvieron que esconderse tras la pared izquierda de nuevo, cuando un tiro fue dirigido hacia ellas desde el piso inferior.
-¿Quiénes sois? ¡Vamos, déjense ver, señoritas!
-Mierda. Ese es Pierre -intervino Élise en un susurro-. Intentaré distraerlo para que tu puedas ir a por él y reducirlo.
-Está bien.
Élise no tuvo tiempo de reaccionar cuando un hombre apareció saliendo de una de las puertas de la derecha, pistola en mano, apuntando hacia ella con claras intenciones de disparar antes de preguntar, con lo que la pelirroja alzó la voz en alerta hacia su compañera, empujándola para que corriera con ella, gritándola que saltara por la balaustrada hasta el piso de abajo.
Unos segundos después el sonido estridente del disparo inundó todo, a la par que las mujeres caían abruptamente al suelo de madera del vestíbulo principal. La templaria intuyó que había problemas serios cuando contempló que Lucía no se ponía en pie como ella.
-No he caído bien, no puedo levantarme. Me he torcido el tobillo. -Susurró con un quejido mientras Élise la ayudaba, cubriéndose detrás de una columna, donde apoyó a la chica.
-Vale, yo me encargaré. No te muevas de aquí, Lucía.
-Nadie va a moverse de aquí, me temo, señorita De La Serre.
Las mujeres observaron como Pierre las apuntaba con su arma sin atisbo de preocupación, sonriendo cuando el hombre de la planta alta llegó a su altura con unas gruesas cuerdas que mostró en señal de victoria. Ninguna pudo más que maldecir interiormente, permaneciendo quietas y con fachada de dignidad ante sus enemigos.
