Capítulo 15

Élise y Lucía habían dejado de intentar desatarse un par de minutos atrás, viendo que aquellas cuerdas no cedían. Ambas se encontraban atadas por los brazos a las sillas donde estaban sentadas, la una frente a la otra, separadas por un par de pasos dentro del despacho de Pierre Foucault, quien regresó solo pasado poco tiempo después, portando aún su pistola. Lucía pudo encontrar rasgos de su hermano en él, pero aquel hombre era más joven y alto, de pelo muy corto.

-Bueno, ya estoy aquí. He de decir que esperaba que vinieras tan rápido, Élise De La Serre. Uno de mis criados te vio hablando con otro del servicio, así que supe de tus planes enseguida. Quiero que sepas que he renunciado a la diversión de esta noche para quedarme con vosotras. ¿Quién es tu amiga? No eres templaria, ¿verdad?

-Soy una asesina. -Respondió sin achantarse la rubia, clavando su mirada gélida en la de él.

-Oh, por supuesto. Qué pasa, Élise ¿Has cambiado de bando?

-No todos somos tan traidores, Pierre. Ni tan cerrados de mente, por cierto. -Dijo la francesa, haciendo reír al hombre.

-Por favor, ¿vienes a darme lecciones sobre progreso? Ese hombre que habéis visto es mi amante. Siempre me han gustado los hombres, y no para simple lujuria. Pero no estamos aquí para hablar de mí, sino de qué hacéis aquí y qué queréis. Estás en la lista negra del gran maestre, Élise, y aunque no voy a matarte, lo hará Germain cuando te entregue; pero a tu amiga sí que puedo matarla y granjearme un poco del favor de Germain por quitarle un adversario de encima. Los asesinos estáis siendo un poco molestos últimamente, y resulta que tengo especiales ganas de matar a uno tras lo de mi hermano.

-No te cortes, templario, porque si no actúas primero, seré yo quien acabe contigo.

Pierre apuntó con su arma a Lucía tras que hablara, desafiándose ambos con la mirada llena de ira hasta que la pelirroja intervino, distrayéndolo, con miedo de que actuara.

-Quiero saber qué pasó con Contamine.

Aquel apellido hizo que el hombre cambiara de expresión, y se girara para mirar a la chica, hablando con un deje de dolor que sorprendió a ambas mujeres.

- Lo asesinaron hace ya muchos años, sabes bien por qué, como todo el mundo. ¿Qué tiene que ver Louis Contamine con nada que pueda importante a ti?

- Tú eras su amante, lo vendiste y por eso lo mataron. Así os ganasteis tu hermano y tú entrar en la orden y ganaros el favor de Germain y su grupúsculo, y por eso mataron a mi padre.

- ¿Y qué? ¿Qué pasa aun así? -Preguntó exasperado, no queriendo hurgar en el pasado.

- Contamine fue a España a un viaje para ver al rey junto con otros, hace veinte años. Eso es lo que me interesa. ¿Estaba allí con mi padre?

- Sí, también estaba François. Ambos se quedaron allí, me parece, después del regreso de los demás. Al volver lo mataron una semana después. Fue un tiempo horrible.

- Para ti seguramente… -Susurró ácidamente la española, llena de ironía, haciendo que él saltara enfadado.

- ¡Yo lo quise de verdad! Fue por mi hermano por lo que lo traicioné. ¿Qué te importa ese viaje de hace veinte años? No entiendo nada.

- Contamine podría haber tenido un hijo en España en ese lapso de tiempo que pasaron allí él y mi padre, sin los demás. -Soltó Élise sin revelar mucho, haciendo que Lucía se tensara ante el nerviosismo de respuestas, las cuales no tardaron en llegar.

- No lo creo, querida. Louis era homosexual, y terriblemente fiel, por cierto. No creo que hubiera sido capaz de acostarse con una mujer en la vida.

- ¿Fue alguien más a ese viaje que pudiera haberse quedado allí?

- Basta ya de preguntas. No sé nada más de ese absurdo viaje que te tiene trastornada. Ahora vosotras vais a darme respuestas. Sobre, todo tú, asesina; Élise es para Germain. Sabemos que buscáis los dichosos documentos que incriminan a gente de nuestra orden, que Mirabeau está obsesionado con acabar con esa tarea en la que trabajaba con De La Serre. ¿Quiénes van a ser los siguientes, asesina?

Lucía no dijo nada, observando de soslayo a una sorprendida Élise, quién había descubierto información que desconocía. Unos instantes después el silencio se rompió cuando Pierre golpeó a la rubia en el estómago con el puño, gritándole que hablara.

-El siguiente serás tú, idiota.

Ante su respuesta, Pierre volvió a golpearla, está vez en el rostro, haciendo que su labio superior y nariz sangraran.

La puerta del cuarto se abrió mientras el templario volvía a formularle preguntas a la joven, dando paso al amante del hombre, quien le dijo que alguien había llegado ya. Pierre salió de la sala sin mediar palabra con las chicas, dejándola solas. Élise fue la primera en hablar, escudriñando el rostro sangrante de la española.

-¿Estás bien? No deberías vacilarle más; te matarán.

-Va a hacerlo de todos modos, ya lo sabes. Nadie sabe que estamos aquí, no tengo muchas opciones. -Añadió ante la cara de la francesa, quien buscaba en su mente excusas.

-Ahora me arrepiento de no haber querido avisar a Arno.

-Al menos no pensará que nada de esto es su culpa. Ya tiene bastante cargo de conciencia para toda una vida. -Susurró Lucía mientras pensaba en él, en el silencio creado. Élise la observó unos instantes, pensando en sus palabras, pasando a atreverse a formular lo que cruzó por su mente.

-¿Te gusta Arno?

-¿Qué? No, no… es un buen hombre y todo eso, pero sólo somos compañeros de trabajo, yo… ¿por qué preguntas eso? -Habló atropelladamente, sonrojándose mientras trataba de parecer tranquila, sin conseguirlo.

-Bueno, me he fijado en cómo le miras, y a veces me ha dado esa sensación. No pasa nada si te gusta realmente. No voy a decirle nada.

Lucía guardó silencio, queriendo que la tierra se la tragara, y finalmente habló sin mirar a la pelirroja, pero evadiendo sus palabras para centrarse en lo que a veces pasaba por su mente, haciéndola sentir muy extraña.

-Él te quiere, se ve claramente cuando estáis juntos. No importaría mucho si me gustara, porque te ama a ti.

-Es cierto que me quiere, y yo a él. Pero da igual porque no podemos estar juntos, y no sólo por lo que somos. Cada vez el destino nos separa más, y tengo la sensación de que es algo inevitable con todo lo que va ocurriendo. Hemos cambiado mucho los dos.

La rubia vislumbró en la sonrisa a media asta de la mujer un deje de nostalgia y pena, y no pudo evitar sacar su curiosidad sobre Arno.

-¿Cómo era él antes?

-Alegre, optimista. A pesar de todo lo que había pasado con sus padres, siempre estaba bromeando, y de aquí para allá haciendo de las suyas. A mi padre lo traía de cabeza muchas veces. -Comentó volviendo a sonreír, haciendo que Lucía respondiera tras reflexionar sobre sus vivencias.

-Alguna vez he atisbado algo de eso, pero es evidente que ya no es su estado natural. Suele estar bastante serio, y pensar demasiado. Tiene algo en la cabeza constantemente.

Antes de que Élise pudiera intervenir, la puerta volvió a abrirse para dar paso a Pierre, quien sin decir nada desató a la asesina de la silla, llevándosela del cuarto.

Arno había conseguido colarse dentro de aquel palacio, más lleno de lo que esperaba, entrando por la parte trasera de la fachada y forzando una ventana.

Sin saber muy bien cómo iba a deshacerse de su objetivo, anduvo con discreción por salas vacías de la parte alta, aprovechando que la fiesta ocupaba solo el piso bajo.

Pronto accedió a un despacho igualmente vacío, decorado ricamente como el resto de la casa, y teniendo en cuenta que pertenecía a un alto cargo de la orden templaria, comenzó a revolver en los cajones del escritorio por si encontraba algo interesante.

Pasados unos minutos, el asesino paró en su tarea al escuchar pasos ágiles acercarse, con lo que rápidamente buscó un escondite al darse cuenta de que su puerta podría ser la elegida. Segundos después se metió dentro de un gran armario de madera oscura, sintiendo como a los instantes, alguien entraba en la sala.

-¿Cómo que Germain va a marcharse antes? -Habló una voz masculina que no reconoció, siendo respondido por una mujer.

-Ha venido un criado de Pierre Foucault a decir que tiene en su casa a Élise De La Serre y una asesina. No puede desperdiciar la oportunidad. Y sabes que no se fía de él, pero ha dicho que volverá en cuanto se las lleve de allí. Venga, recojamos esos papeles y bajemos.

Arno escuchó como los pasos volvían a alejarse y salir de la habitación, dejándolo solo de nuevo, dándole vueltas a aquella horrible noticia. Al salir de su escondite corrió a la ventana para observar qué sucedía en la calle, contemplado como un carruaje partía del lugar.

-Mierda… -Espetó el francés, saliendo por el balcón con velocidad para perseguir el vehículo, esperando que le revelase el lugar donde vivía Pierre Foucault, no pudiendo evitar el miedo en su mente.