Capítulo 29
Élise se adentró hasta acercarse a Arno, quedando de pie frente a él hasta que se rindió ante la posibilidad de que se levantara, con lo que se sentó a su lado y habló mientras lo miraba.
-¿Qué es lo que ha pasado, Arno? Háblame, por favor. -Añadió ante su mutismo, haciendo que él obedeciera tras un suspiro.
-Me han expulsado de la orden. Matar a Bellec sin decir nada ha sido la gota que ha colmado el vaso, por lo visto. Me han prohibido trabajar sobre todo el asunto de los papeles y Germain. Lo siento mucho.
-Tranquilo, trabajaremos por nuestra cuenta, como hacíamos antes. Aún tenemos que resolver el misterio de esas dos palabras ininteligibles. Pero debemos ser discretos, así que, debes dejar de liarte a puñetazos en cada taberna de la ciudad. -Agregó con voz calmada, viendo que él afirmaba con la cabeza.
-Lo sé, no pretendo seguir en esa línea. Sólo ha sido la rabia del momento, ya sabes.
-Bien. -Susurró, guardando unos instantes de silencio hasta que cambió de tema, volviendo a sentir curiosidad por lo vivido al llegar. -¿Qué le ha pasado a Lucía? ¿Por qué huía de ese modo?
Élise pudo vislumbrar como él se tensaba, y volvía a evitar mirarla mientras trataba de hablar con indiferencia. La pelirroja tuvo que contener una leve risa ante aquel nefasto intento de engañarla.
-No lo sé, ella simplemente se fue. Estamos hablando, me consolaba…
-Bueno, si no sabes qué le pasaba, quizás si puedas decirme qué te pasa a ti respecto a ella. Oh venga, Arno; no puedes engañarme. -Agregó tras ver que pretendía inventar una excusa, mostrándole una leve sonrisa. -Ella te gusta, se nota. Veo cómo la miras. Y te lo digo de nuevo. Tú a ella también le gustas, y está claro que lo sabes. ¿Por qué tratas de fingir lo contrario?
Por fin Arno fijó sus ojos en ella. No tenía opción de huir del tema, no con ella que tan bien lo conocía. Sintió un deje de culpabilidad al hablar, a pesar de que en los ojos claros de la pelirroja no encontró reproche ni dolor.
-No lo sé, bueno al menos no exactamente. -Agregó al ver la cara que ella puso, sumamente sospechosa acerca de sus palabras. -Ella está con ese tipo de la orden, y además se comporta como si huyera de mí. Tampoco me siento muy cómodo respecto a ti. Te quiero, Élise.
-Lo sé, y yo a ti, Arno. Pero las cosas han cambiado, y sé que también lo has notado. No creo que estar juntos fuera tan bueno como habíamos pensado. Después de todo lo pasado yo… simplemente no puedo hacer otra cosa que ir tras esa gente. Sé que no te haría feliz. Tú quieres vivir en paz, alejado de todos los líos de una vez; y yo quiero seguir los pasos de mi padre. Estar metida de lleno y cumplir su voluntad. Siempre nos querremos, pero de otro modo.
Arno la miró directo a los ojos tras sus últimas palabras, observando aquella leve sonrisa nostálgica. Sí, sabía que tenía razón, también lo había notado. Finalmente habló, haciendo que ella sonriera más.
-Supongo que hemos madurado, ¿no? Obviando esto, claro. -Añadió mientras se señalaba. La pelirroja rio levemente antes de hablar.
-Sí, eso creo. Desde luego que hace años no hubiera pensado que aquel chico que siempre estaba metiéndose en problemas por apostar, iba a querer dejar una vida de aventuras y perderse en la monotonía de una vida normal.
-Ya, ni yo, la verdad. -Sonrió levemente, contagiando a la chica. Tras un silencio, Élise habló de nuevo.
-Creo que harías buena pareja con mi hermanastra, la verdad. Y que podríais ser felices juntos. ¿Qué pasó antes de que llegara?
-Nos besamos. En realidad, empecé yo. Ha pasado más veces con anterioridad. Es algo recíproco.
Élise asintió despacio, manteniendo la vista en el frente mientras pensaba. Ocultó aquel inconsciente deje de tristeza por saber que la historia que mantenían había acabado, pero pronto se repuso y centró sus ojos en los de él.
-Os gustáis. Deberíais dejaros de niñeces y hablar, porque creo que ella se comporta de ese modo porque sabe lo que teníamos. No quiere meterse en medio, ni sufrir.
-Sí, puede que tengas razón. Hablaré con ella. -Sentenció tras un silencio, fijando sus ojos en los de la pelirroja de forma dubitativa. Al verla sonreír levemente se sintió más relajado.
Comenzaba a llover con más fuerza mientras el reloj iba aproximándose a las 12 de la noche, y Arno caminaba decidido hacia el Café Teatro.
Habían pasado varios días desde la conversación con Élise y su expulsión de la orden, y aunque había trabajado con la pelirroja, lo que lo había tenido más distraído mentalmente habían sido sus pensamientos respecto a la española.
Arno en un principio simplemente meditó sobre si sería buena idea hablar con Lucía, puesto que tampoco estaba muy aclarado en cuanto a sus propios sentimientos, pero tras decidirse a ser sincero, no fue capaz de encontrarla para hablar a solas. Ella lo evitaba deliberadamente.
Tras aquellas circunstancias sospechosas y ya molestas para el francés, había terminado por dejar incluso de pensar en qué decirle y cómo, para simplemente ansiar dar con ella de una vez. Aquella noche tenía la certeza de que no escaparía de él.
El hombre llamó a la puerta trasera del edificio que conectaba con las cocinas, siendo abierto por Charlotte, ya vestida de forma cómoda tras haber cerrado el local.
-Hola. ¿Está aquí? -Preguntó directamente, entrando cuando ella se apartó.
-Sí, en su habitación. No sabe nada, tal y como me pediste. ¿Qué es lo que pasa, Arno?
-Nada malo, no te preocupes. Muchas gracias, Charlotte. -Esquivó el tema el asesino, pasando a dirigirse veloz a la segunda planta, dejando a la mujer con una mueca de extrañeza y poco convencimiento.
Lucía frunció el ceño al escuchar que llamaban a su puerta, y de forma automática, simplemente deseó no encontrarse a Gastón. Pronto cambió de idea al ver ante ella a Arno. Los dos se quedaron unos instantes mirándose con incomodidad, hasta que él habló.
-Hola, siento aparecer de este modo… ¿podemos hablar? Por favor.
La rubia asintió despacio, haciéndose a un lado para que entrase, pero fue incapaz de moverse lejos de la puerta o hablar. Lucía se limitó a observar a Arno caminar por la estancia unos pasos hasta detenerse. La miró y comenzó a hablar sin rodeos.
-Quería hablar contigo sobre lo que pasó el otro día. Yo… bueno, ya viste que no estaba en mi mejor momento, y te doy las gracias por los ánimos. Siento haber hecho aquello, haberte besado… sé que estás con Gastón, y no estuvo bien -añadió al ver la cara que ponía no entendiendo mucho-. Me salió solo, sin pretensiones extrañas… espero que me entiendas.
-Estabas triste y enfadado. Entiendo que pudieras reaccionar así. -Susurró, tratando de fingir naturalidad, aunque supo que lo hacía igual de mal que él.
-Sí, eso es. Estaba hundido. Me dejé llevar. Pero al mismo tiempo debo reconocerte que sentí algo, y que algo me empujó a aquello. Estoy confuso, Lucía.
La rubia tragó saliva con discreción mientras escuchaba aquello, observando en su rostro que no mentía en absoluto. Su corazón empezó a bombear con fuerza mientras Arno volvía a hablar tras unos instantes, visiblemente avergonzado.
-Tú estás con Leroux, y yo a pesar de no tener nada con Élise, la quiero; es algo que no puedo evitar, y ni sé si cambiará algún día. Creo que, por eso mismo, no debería dejar que lo qué sea que me impulsa a besarte se adueñe de mí. No sería justo para ti que lo hiciera pensando a la vez en Élise si tú y yo tuviéramos algo…. perdóname, y por malinterpretar cosas si no es el caso. -Añadió con rapidez, sintiéndose estúpido.
Lucía tuvo que forzarse a despegar los labios resecos para hablar, calmando el dolor dentro de su pecho ante aquellas palabras, pero lo logró finalmente con la entereza que le quedaba.
-No pasa nada, Arno. Yo también te he besado alguna vez, no eres estúpido. Yo también lo siento, supongo que los dos hemos estado confusos. Sólo eso. Han pasado muchas cosas en este poco tiempo, y a veces sentirse solo y perdido hace surgir cosas así.
-Sí, supongo. -Dijo con una leve sonrisa triste, que ella devolvió con esfuerzo. -¿Tú estás bien?
-Sí, claro. ¿Qué podría pasar? -Agregó la rubia encogiéndose de hombros, obligando a su voz a no sonar tan triste como se sentía.
-Bueno, no has pasado un buen momento tampoco. Has estado evitándome, o eso me ha parecido.
-Lo siento. Es solo que, ya sabes… me quedé un poco extrañada, y encima al llegar Élise… supongo que me asusté y me pudo la vergüenza de volver a verte. Todo está bien, Arno. Ya está aclarado.
El francés escudriñó su rostro ante la afirmación, percibiendo cierta falsedad en sus ojos claros. Pronto ella los apartó de él y habló de nuevo, incapaz de soportar más aquello,
-Bueno, si no hay nada más que quieras decir… me duele la cabeza, no me encuentro muy bien hoy y pretendía acostarme.
-Sí, claro. Disculpa. Ya nos veremos entonces. Si hay alguna novedad estaremos en contacto.
-Claro, gracias. -Respondió la mujer, viendo como él se dirigía a la puerta mientras ella se alejaba, saliendo después de un leve asentimiento.
Lucía suspiró cuando se quedó sola en el cuarto, y luchó porque sus ojos no se tornaran vidriosos.
