Capítulo 33

Lucía resopló con cansancio al contemplar desde su escondite, apostada sobre un tejado, que de la casa que vigilaba no salía el hombre que le habían encomendado vigilar, y la hora de irse a la reunión en la Sainte Chapelle se acercaba.

Su mal humor era peor a cada segundo por la lluvia que había comenzado a caer pocos minutos atrás, que aunque fina, calaba casi igual que una fuerte. Ante tal panorama no tenía otra opción que irse y desistir, aplazando el seguimiento de aquel templario, con lo que descendió con cuidado de la cornisa, poniéndose en marcha velozmente hacia el Café Teatro.

Tras cambiarse la ropa mojada y salir del lugar esquivando a Charlotte, emprendió el camino hacia la capilla gótica a paso raudo, sintiendo como en su estómago comenzaba a formarse un nudo ante el encuentro con Gastón, como venía sucediendo desde hacía ya demasiado tiempo. Sabía que aquello no iría a mejor, pero estaba contra las cuerdas; no podía dejar que fuera a por Arno, porque ella había comenzado aquel enredo.

A pesar de sus malos pensamientos, otros eran los que reemplazaban sus típicas quimeras respecto a su pésima situación personal tras el descubrimiento de aquel nombre: Jean Jacques Perriand.

Élise y Arno seguían una nueva pista que paraba en un callejón sin salida. El hombre estaba muerto, el único que quedaba y podía tener algo de información sobre los dichosos documentos, y aquel nombre en el cuaderno de François volvía a perder sentido. Quizás no tuviera que ver con nada en relación al viaje o los documentos, igual sólo habían dejado que sus emociones vieran oasis en el desierto, espejismos para tratar de ver sentido a aquella misión que parecía desdibujarse a cada día transcurrido.

Todo era frustrante, y para colmo ni siquiera podía avisarlos para que ahorraran tiempo y recursos, y seguir una nueva línea de investigación. Tendría que esperar a que volvieran de Poissy, donde ya llevaban una semana.

La rubia despejó su mente, cambiando de actitud cuando llegó a la entrada del escondite de la hermandad, caminando por el pasillo mientras escuchaba a lo lejos la voz de Quemar. Llegaba tarde finalmente, y aunque apenas unos 10 minutos, el mal humor volvió a sacudirla.

Con el mayor silencio posible se adentró en la sala de reunión tras subir la escalera, quedándose en un lado junto a la puerta, encontrando la mirada de Leroux poco después. Ella enseguida apartó la vista de aquella tan profunda, tragando saliva con discreción, a la par que se centraba en las palabras del líder asesino.

-No esperaremos más; mataremos a Germain ya. No podemos dejar que esa tétrica idea de Robespierre sea usada por los templarios para eliminar a guillotinazos a sus disidentes. Si usan la revolución para ello, con el visto bueno del pueblo, estaremos perdidos. Seguid vigilando a Robespierre, y mientras orquestaremos cómo deshacernos de Germain. Una vez dicho esto, quería informar de novedades de última hora llegadas desde Marsella. Trenet envió una carta urgente que ha llegado hace apenas unas horas. Parece ser que el núcleo de antiguos templarios de la ciudad se ha visto desmantelado, puesto que ya sólo quedan hijos de los que fueron antiguos miembros de la orden y huyeron a tiempo de la limpieza de ideales. No obstante, han descubierto algo que podría cambiarlo todo. Un hombre que conoció bien los documentos y fue cercano al núcleo del Temple pudo escapar. Al parecer fingió su asesinato y huyo a Marsella, pero desde hacía años ya no vivía allí. Nada más han conseguido averiguar nuestros hermanos. Se trata de Jean Perriand. Puede que no lo conozcáis muchos de vosotros, pues no era alguien importante de la orden, más bien el hijo de una de las familias importantes de la misma. Era buen amigo de François De la Serre. Habrá que averiguar qué ha pasado con él y qué sabe. Antoine, tú y tu grupo podríais…

-Señor Quemar -interrumpió rápido Lucía- yo puedo ocuparme de eso, por favor.

-Está bien, ¿pero puedes llevar dos misiones a la vez de tal calibre sin conocer la ciudad?

-Yo la ayudaré, Quemar. No te preocupes.

A la intervención de Leroux, la chica posó sus ojos en él un segundo, pasando a escuchar la aprobación del maestro asesino poco después. La española fingió que aquello no la desanimaba profundamente, haciendo como que le daba igual para seguir atendiendo.

-Muy bien, pues eso es todo. Ya sabéis cada uno vuestra misión. En cuanto tengamos novedades de Germain comenzaremos a trazar un plan.

Ante el fin de la reunión, los presentes empezaron a movilizarse entre un leve murmullo. Lucía sin embargo se quedó quieta en su posición, esperando la llegada de Leroux, quien no se hizo de rogar.

-Volvemos a trabajar juntos de nuevo, querida. No quieras huir de mí, Lucía; no puedes.

La rubia no dijo nada, dejando que el hombre acariciara fugazmente su rostro con aquella sonrisa de triunfo y socarronería. Tras aclararse la garganta, ella habló con fingida calma.

-¿Sabes por dónde podemos empezar a buscar el rastro de ese hombre?

-Tengo algunas ideas, sí. Empezaremos en París, siguiendo el rastro de los que quedan que lo conocieron, pero me temo que hoy es demasiado tarde para eso. Primero voy a recuperar el tiempo que hemos pasado distanciado estos días.

Gastón susurró las últimas palabras, pasando a besar el cuello de la chica mientras la abrazaba por la cintura, susurrándole que fueran a su casa. La rubia no dijo nada, dejándose guiar mientras aquella gigante losa, ya tan conocida, volvía a aplastar su pecho una vez más.


Élise se alertó al escuchar las pisadas de alguien cerca de la puerta de su cocina en Paris, con lo que se detuvo en la preparación de la sencilla cena para acercarse despacio al foco del sonido, cuchillo en ristre.

La pelirroja pronto pudo observar una nota pasar bajo la puerta, seguida después de nuevos sonidos de pasos dispuestos a alejarse, con lo que, rápidamente, abrió para encontrar a aquel del otro lado.

-Lucía… ¿qué haces? ¿por qué no has llamado? -Comentó con sorpresa, contemplando a la joven dubitativa.

-Creía que no estabas en casa, y como tengo trabajo luego pensé que esto sería más rápido.

-Bueno, pues si quieres puedes contármelo en persona. -Agregó mientras recogía el papel, zarandeándolo a su vista con una leve sonrisa. La española pareció no muy conforme, pero ante su nueva insistencia, accedió.

Lucía tomó asiento en la mesa de la cocina, mientras Élise continuaba cocinando después de que la rubia declinara la oferta de tomar algo, pasando a preguntarle por el tiempo en Poissy.

-Volvimos ayer, y con las manos vacías, me temo. Nadie sabe nada sobre ningún André Manet. Encontramos algunos templarios cabales por allí con los que pude hablar, pero no sabían nada en absoluto y no querían problemas con Germain. Lo único que conseguimos es saber que los documentos estuvieron a punto de llegar al gran consejo templario de Borgoña, que es como la cúpula de mandamases de la orden, y gracias al cielo, tendentes al cambio que defendía mi padre. Al parecer fue hace como un año. Germain encontró quién los custodiaba y lograron asesinarlo antes de que llegara a los jefazos. En fin, que aún tenemos muchas piezas que encajar en todo esto. Seguiremos investigando sobre el nombre del cuaderno, es evidente que debe ser algo importante si estaba ahí, y de ese modo. Bueno, ¿y qué hay de ti? ¿Qué contabas en esa nota?

-Los asesinos que fueron a Marsella han averiguado algo importante sobre el tema. Al parecer, uno de los que fue al viaje de hace 20 años, Jean Jacques Perriand, fingió su asesinato y huyo. Podría haber ocultado él los papeles, aunque al parecer fue a Marsella y después volvió a irse de allí. Estoy investigándolo. Se supone que fue amigo de tu pa… de nuestro padre.

Ambas se miraron unos instantes con un deje de incomodidad, pero pronto Élise obvió aquello para centrarse en las novedades.

-Me suena el nombre, sí, pero teniendo en cuenta las fechas y que huyó en ese tiempo, me temo que era demasiado pequeña si alguna vez lo vi. Mi padre no hablaba de él; solo comentó alguna vez su nombre, y que estaba muerto… me pregunto si sabría él la verdad. ¿Has averiguado si podría estar vivo?

-Aún no. Ayer pude contactar con el antiguo servicio de su familia, pero no dijeron nada que ayudara, así que ahora debo encontrar templarios que lo conocieran y puedan dar información de algo por lo que empezar a saber a dónde pudo ir tras abandonar Marsella. Sólo quería informarte para que tú y Arno tengáis las novedades.

-Nos pondremos a ello, por supuesto. -Agregó con velocidad, sentándose frente a la chica tras terminar de cocinar, abandonando la comida.

-¿Puedo hacerte una pregunta? -al ver a la joven asentir, prosiguió, escudriñándola. - ¿Por qué has venido directamente a mí y no a Arno? Aunque lo hayan expulsado sigue siendo tu compañero; tenéis más confianza.

Élise no quitó ojo a su lenguaje corporal, vislumbrando que aquello la incomodó al instante. La rubia respondió mientras evitaba mirarla a los ojos, luchando por encontrar naturalidad.

-Necesito alejarme un poco. Tengo sentimientos confusos hacía él, y yo estoy con Gastón.

-¿Y tú quieres a Gastón? ¿por eso lo haces? -Preguntó, fingiendo que no conocía la respuesta. Encontró como aquellas cuestiones la incomodaban más. No obstante, Lucía contestó veloz.

-Sí, además me ha ayudado mucho. Sabe la verdad, así que me ha pedido que me alejé de Arno, y tiene razón, por eso estoy aquí y le dije a él que no me buscara.

-¿Seguro que Gastón te lo ha pedido, y no ha sido que te lo haya ordenado? Perdona mi atrevimiento… Arno está preocupado, y me ha dicho que ese tipo es algo oscuro…

-Estaría bien que le dijeras a Arno que se preocupara de sus asuntos -la cortó velozmente, poniéndose en pie-; estoy bien y puedo decidir por mí misma, aunque os cueste creerlo. Me gustaría que me dejaseis en paz con el tema, porque obviamente Arno no va a dejar de quererte, y estoy cansada de sentirme como una imbécil. Te avisaré si descubro algo, Élise. Adiós.

La española avanzó con decisión hasta la puerta, saliendo con velocidad para dejar a su hermanastra aún perpleja, aunque comprendiendo que se sintiera de esa forma. Estaba más que segura de que la corazonada de Arno era cierta.