Capítulo 37
Lucía avanzaba a tal velocidad que casi iba corriendo, huyendo del barrio de Arno, aún con el corazón latiendo a toda potencia ante el recuerdo de lo que acababa de pasar: el beso, sus palabras… ¿qué significaba eso? ¿había cambiado de idea y ahora sí sentía algo?
Sabía que, a pesar de todo, no debía albergar esperanzas, puesto que aún tenía un serio problema encima que no desaparecería aunque Dorian tuviese claros sus sentimientos, y la quisiera después de todo. Gastón no dejaría que se acercara al asesino, pues estaba obsesionado con ella de una forma enfermiza.
Meditando sobre todo ese asunto tan complicado que despertaba su pavor, la joven apresuró más su marcha para ir hacia el escondite de la orden, en el cual había quedado con Leroux para trabajar.
Apenas había dejado el barrio de Arno atrás cuando, entrando en una calle estrecha para atravesar acortando distancias, se asustó ante la aparición inesperada de Gastón.
El hombre se dejó caer desde una baja cornisa para cortarle el paso, y sin decir nada mantuvo sus ojos furiosos sobre la rubia, quien apenas pudo susurrar su nombre antes de que todo explotara. Su mal presentimiento acertó de pleno.
El francés le lanzó una terrible bofetada en un segundo, pasando a cogerla de la pechera para estamparla contra el muro de la vivienda cercana. Enseguida la agarró del cuello al ver que trató de defenderse, apretando con fuerza mientras escupía palabras llenas de rabia.
-Eres una maldita zorra mentirosa. Sabía que no debía creerte, así que, te seguí y he visto todo, Lucía. No volverás a reírte de mí, ni Dorian, porque voy a mataros a los dos.
La española no dejó de forcejear, tratando de escapar de su asfixia hasta conseguir golpear con fuerza el estómago del hombre con la rodilla. No obstante, él se repuso velozmente y corrió tras ella antes de que pudiera huir.
Tras derribarla al sujetarla del cabello, comenzó a patearla en el suelo sin importarle nada, dejando salir toda su frustración e ira. Por otro lado, Lucía cubrió su cabeza tanto como pudo, hasta que sintió que él la levantaba del suelo con la misma brutalidad.
Intentó defenderse, pero ante el dolor físico que sentía sólo pudo recibir golpes. Varios puñetazos fueron directos a su cara hasta que no pudo resistir más aquella violencia y su cuerpo dejó de responder, cayendo inconsciente al suelo.
Aquello era, sin dudas, un milagro. Al fin Lucía llegaba al Café Teatro tras lo que había parecido la travesía más tortuosa y larga de su vida.
No recordaba mucho de la paliza de Gastón a partir de estar en el suelo recibiendo sus patadas, sólo que después al ponerla en pie había venido lo peor y había perdido el conocimiento, despertando después de un rato que no sabía calcular.
Lo que desde luego recordaba con total claridad era el malestar físico al abrir los ojos, o mejor dicho el ojo derecho, puesto que el izquierdo apenas podía. Pero el dolor de su rostro no era nada comparado con el de sus costillas. Algo iba mal por ahí dentro, pues apenas podía respirar bien, y al moverse sentía unas punzadas insoportables.
A pesar de todo había logrado llegar al café, y eso era todo lo que importaba. Tratando de acelerar su cojera se adentró en el lugar por la puerta de la cocina, abierta aún, con lo que no podía ser más tarde de la una de la madrugada.
Ahogando los gemidos de dolor, la chica enfrentó el primer escalón para subir a las habitaciones, sintiendo que a cada segundo la tristeza y la frustración iban ganando lugar, llenando sus ojos de lágrimas en cuanto la adrenalina estaba por desaparecer.
Concentrándose en la tarea, la rubia trató de seguir subiendo, consiguiendo alcanzar más de mitad de la escalera tras unos infernales minutos. Aquello la alentó a dar el último empujón para terminar la ardua tarea por fin, pero justo tropezó en el último, cayendo al suelo sin poder evitar un quejido ante el intenso dolor.
El sonido retumbó en la casa en total silencio, haciendo que poco después una débil luz saliera del fondo del pasillo, uniéndose a la penumbra que había en el corredor. Muy pronto el portador de aquella vela corrió a su encuentro.
-Dios Santo, Lucía… qué ha pasado. -Susurró alarmada Charlotte, ayudándola a ponerse en pie con cuidado. Al ver su rostro se asustó aún más.
-Estoy bien. Vuel… vuelve a la cama.
-¡Por el amor de Dios, no digas tonterías! Vamos a llevarte a tu cuarto y llamaré al médico de inmediato.
Charlotte dejó su porta velas sobre una cómoda cercana, ayudando a la chica a cargar todo el peso posible de su cuerpo para recorrer el pasillo hasta la puerta correcta.
Una vez dentro, la mujer soltó a la chica cerca del escritorio para abrir la cama y prepararla, antes de volver a soportar a Lucía y tumbarla despacio.
-¿Puedes estar sola mientras busco ayuda? ¿Tienes alguna herida grave, que sangre o algo así? -Preguntó al quitarle las botas, mirándola con seriedad.
-No… creo que me he roto algo, solo eso.
-Vale, pues vendré lo antes posible. Intenta respirar despacio y no moverte, cielo.
Tras el rápido comentario, la dueña del café salió corriendo del cuarto. Lucía entonces sintió que todo se desmoronaba en su interior al no tener que fingir, pensando con frialdad en que las cosas se habían ido al traste por completo, y entonces su llanto desgarrador llenó la estancia.
Charlotte abrió con mucha suavidad la puerta del cuarto de Lucía, asomándose levemente para contemplar si estaba despierta o no. Al ver que sí, la mujer se adentró con una leve sonrisa hasta llegar al lado de su cama.
-Creí que aún dormirías con el tónico que te dio el médico anoche. ¿Cómo te encuentras? -Preguntó mientras se sentaba a su lado, en la cama.
-Sinceramente, peor que anoche, pero es normal. -Susurró con debilidad, centrando su mirada en la de la castaña.
Charlotte fingió una leve sonrisa, ocupándose de darle agua a la joven tras que se incorporara levemente entre quejidos de dolor. Apenas podía contener el horror al ver su rostro amoratado e hinchado, y el recuerdo del resto de hematomas de su cuerpo cuando la ayudó a bañarse tras la salida del médico; sin duda le habían dado una buena paliza, que incluso había fracturado un par de sus costillas.
Era evidente que algo malo había pasado, y no en relación con el trabajo. La actitud de Lucía lo demostraba, puesto que aún no había dicho una palabra del incidente, y parecía verse imbuida en una tristeza llena de tensión y ansiedad que disimulaba muy mal. Tras un leve carraspeo, Charlotte se atrevió a indagar.
-Lucía, cielo. ¿Quién te ha hecho esto? No parece algo que tenga que ver con el trabajo.
-No quiero hablar de eso, yo…
-Por favor, Lucía -la cortó de inmediato, suplicando. -Estoy muy preocupada, porque sé bien con quién tiene que ver todo este asunto. Tienes que decirme la verdad para que pueda ayudarte, cielo. No puedes dejar que Gastón siga haciendo lo que quiera.
La rubia apartó sus ojos vidriosos de los de Charlotte, quien con decisión, continuó hablando para demostrar cuán al tanto estaba de aquella relación tan peligrosa.
-Varias veces os he escuchado discutir, y las peleas; por no hablar de las heridas que he visto varias veces en tu cuello en la cara. Y ahora encima casi te mata, por Dios… ¿Por qué estás con alguien que te trata así? Sabes que puedes contarme lo que sea, cielo.
-Si no hago lo que quiere va a matar a Arno. -Sollozó al derrumbarse, evitando mirar a la mujer. -Me controla para que no lo vea, ni nada, pero anoche me descubrió con él y por eso me hizo esto. Ahora está fuera de control y va a ir a buscarlo, Charlotte, y es todo por mi culpa.
-No, mi niña, eso no es verdad. -Agregó enseguida, pasando a agarrar su mano mientras la consolaba. -No puedes seguir cediendo, porque hará lo que quiera al final. Tienes que contarle a Arno la verdad y acabar con ese chantaje tan vil. Lucía, tú quieres a Arno, díselo.
La española negó con la cabeza varias veces, incapaz de hablar ante la magnitud de su llanto. Charlotte al ver aquello no continuó, y optó por tranquilizarla y dejar el tema, abrazándola con todo el cuidado que pudo. No obstante, su mente no cesó en urdir su propio plan para acabar con tal embrollo.
Sabía que tendría que esperar a que Arno regresara de Poissy nuevamente, pero al menos eso le permitiría pensar todo bien antes de actuar. Lo que realmente le preocupaba es que Gastón pudiera ir a por Lucía, encima ahora que estaba totalmente vulnerable y sabía dónde encontrarla. Debía protegerla a toda costa, y por supuesto haría todo lo necesario para que no volviera a acercarse a aquella pobre chica a la que tanto había torturado.
