Capítulo 41
Lucía entró en el escondite de la orden, frunciendo el ceño en cuanto vio que varios asesinos caminaban por el pasillo hacia la salida. Parecía que todos se iban justo en aquel momento.
Por un momento pensó que llegaba tarde, pero se había cerciorado bien de que llegaba a la hora estipulada por Quemar, las once de la noche; justo la hora que marcaba un reloj en la sala de las escaleras, por las que empezó a subir mientras esquivaba compañeros a los que devolvía levemente el saludo sin hablar.
Vio desde el umbral de la puerta del despacho que dentro se hallaban los tres maestros de París y Arno. Todos callaron al percatase de la presencia de la joven, haciendo que Quemar hablara primero.
-Señorita Ripoll, adelante. Estábamos esperándola.
La española obedeció tras un leve asentimiento, quedando frente a los dos hombres y la mujer, y a un lado de Arno. Intercambió una breve mirada con él teñida de incomodidad. Lucía miró a sus superiores y habló con un hilo de voz que rectificó tras aclararse la garganta.
-Siento si llego tarde, pero entendí que debía estar aquí a las once...
-Llegas con total puntualidad, Lucía -agregó el hombre de piel oscura, cortándola con afabilidad-. La reunión anterior tenía otros intereses. Queremos hablar contigo en privado, y además hablar de algo altamente secreto que Arno reveló a su vuelta. Adelante, Quemar.
-Bien, primero iré al tema peliagudo. Dorian me contó lo sucedido con Leroux anoche, y también qué ha estado haciéndote este tiempo.
Lucía quedó estupefacta al escuchar aquello, llena de vergüenza, miedo y enfado. Inconscientemente miró a Arno con reprobación, pero la voz del maestro asesino le hizo de nuevo volver la vista la frente.
-No le culpes a él, yo le obligué a decir lo que supiera; y ahora los tres que estamos a cargo de esta hermandad asesina te pedimos que nos confirmes si es cierto que el asesino Gastón Leroux ha estado chantajeándote dentro y fuera de la vida de esta hermandad, maltratándote y amenazándote durante meses hasta poner en peligro tu vida y el trabajo que os ha sido encomendado en este tiempo.
-Sí, es verdad, maestros. -Agregó tras inspirar, atreviéndose a mirarlos a la cara. Tras un breve silencio, Sophie habló por primera vez, mostrándose más seria, incluso, que de costumbre.
-Esto es muy serio. Deberías haberlo contado, Lucía.
-Nunca descuidamos el trabajo como para meter a la hermandad en problemas...
-Podría haberte matado. -agregó veloz Quemar, completando lo que su compañera quería decir. -No nos referimos al trabajo, porque hemos visto que seguiste cumpliendo tu deber. Esto es algo más que un grupo unido por un fin común; somos una familia unida por lazos muy profundos, aquellos que solo pueden forjar los que derraman su sangre juntos en la lucha. Nunca dudes en pedir ayuda a tu familia, y menos aún si la agresión viene de quién debiera ser un hermano. Es intolerable y repulsivo. Gastón será expulsado de esta hermandad mañana en un consejo extraordinario, pero no podemos asegurarte que te deje en paz. Rogamos que ambos tengáis cuidado con él -añadió, mirando también a Arno. Desde luego que el francés había contado todo.
-Algunos de los nuestros vigilaran a Leroux igualmente -dijo Beylier-. Es muy probable dada su actitud y enajenación que intente ir contra nosotros, Dios sabe de qué formas y en cuántas múltiples posibilidades. Aún así, extremad la precaución.
La pareja asintió firmemente, contemplando al trío con la misma seriedad hasta que Quemar suspiró y cambió de tema, haciendo que Lucía se relajara por fin.
-Entrando en lo que sólo es trabajo, hablemos de los siguientes pasos que daremos. Lucía, Arno nos ha contado lo que ha alimentado nuestras esperanzas para detener a los templarios, como ya sabrás. Hay que encontrar esa copia de los documentos y llevarla a Borgoña para que se ocupen los responsables, y así eliminar a Germain y sus seguidores. Seguimos teniendo permiso para matarlos, claro, pero la prioridad es esa. Sobra decir que todo esto es alto secreto, y nadie más dentro de la hermandad lo sabe; solamente los que estamos aquí reunidos. Hemos pensado que podrías ayudar a Dorian en Poissy para localizar dichos documentos cuando el hijo de Perriand vuelva, quien supuestamente podría saber algo del tema, en palabras de su propia hermana. Dadas las circunstancias, creemos que sería muy conveniente para ambos.
-Sí, claro. No hay problema. -Respondió ella al instante, ocultando la emoción que aquello había suscitado en su interior.
-Perfecto, entonces hemos acabado aquí por ahora. Recordad la prioridad de la misión. No importa cuánto tardéis ni cómo lo hagáis, pero nadie no enterado debe saber nada. Debéis partir el sábado, después de la última reunión de la semana. Daremos una excusa ante el resto para vuestra ausencia, encubriéndoos. Podéis marchar.
Ambos asintieron y caminaron hacia la salida en silencio, descendiendo por las escaleras de piedra en la sala ya desierta. Los dos se sentían incómodos, pensando a la vez en romper aquella atmósfera. Lucía fue la que lo logró recurriendo al trabajo.
-¿Sabes algo de Élise?
-Supuestamente debería volver pasado mañana de Versalles. Le contaré todo, estamos autorizados a que nos ayude. -Agregó mientras llegaban a la calle, notando el frío al instante.
-Bien. ¿Deberíamos ir los tres a Poissy a investigar?
-Quizás no sea buena idea, no lo tengo claro. Hablaremos de eso cuando vuelva ella. Hasta el sábado igualmente tenemos unos días para ponerlo todo en orden.
Lucía asintió mientras respondía de igual modo a la leve sonrisa de Arno, pero no le salió tan despreocupada como a él. Tras un silencio en aquel camino lejos de la Sainte Chapelle, Dorian habló de nuevo, intentando disimular su poca seguridad.
-Espero que encontraras la nota esta mañana, fue descortés irme sin decir nada…
-La vi, no te preocupes. -Intervino rápido, girándose para mirarle con una tirante sonrisa. Se sintió tremendamente idiota con aquella actitud. ¿Por qué se sentía así? Arno sin embargo se veía más estable, y lo demostró al atacar el tema de forma directa.
-Oye, todo lo que te dije anoche fue verdad. Quería repetirlo por si pensaras que pude aprovecharme de tu vulnerabilidad y acostarnos…
La española sonrió por primera vez con relajación, pasando a abrazarse al cuello del asesino para besarle con cariño y dedicación. Cuando se separó lentamente de él tras haber disfrutado aquel beso tanto como pudo, habló sin tanto nerviosismo mirando sus ojos marrones.
-Te creo, Arno. Y lo que yo te dije también es verdad. Te quiero, y me encantaría que estuviéramos juntos, sin escondernos ni sentirnos raros.
Esta vez fue él quien prácticamente la cortó con un beso más breve que el anterior, aunque más pasional. Sin dejar de abrazarla por la cintura tomó la palabra con decisión.
-Entonces hagámoslo. A partir de ahora haremos las cosas bien de una maldita vez.
Lucía ensanchó su sonrisa y asintió, pasando inmediatamente después a ponerse de puntillas para llegar de nuevo a los labios del francés, recreándose ante la magnitud de la alegría que sintió.
Élise abrió la puerta que usaba el servicio en su antigua casa de Versalles, recibiendo con una sonrisa a Weatherall. El hombre llevaba en la mano un papel plegado, que agitó en el aire mientras hablaba con energía.
-He recibido contestación de Lefebvre. No han descubierto que está en contacto contigo, pero ruega que a partir de ahora sólo yo le escriba y no lo hagas tú. Al parecer Germain lo tiene muy controlado, y ha descubierto que incluso cuando no está en sus aposentos revisan su correspondencia.
-Pero no se enteraron de que me escribió aquella carta hablando de Perriand, ¿verdad? -Preguntó la joven con congoja, contemplando al hombre sentarse en la mesa de la cocina.
-No, todo está aún controlado. Toma, léela tu misma.
La pelirroja tomó la carta, leyendo con rapidez las breves palabras que no llevaban ningún encabezado, ni distintivo de a quién iban dirigidas.
"No sabía que tuviera otro hijo, y menos con la misma mujer. Eso me hizo pensar que pudiera tener para él planes importantes en relación con lo que nos ocupa, así que hice unas investigaciones, harto difíciles para ser discreto, averiguando que en Borgoña si saben de la existencia del joven. Fue iniciado en la orden de forma secreta hace ya 10 años, pero hace algo más de un par que está desconectado de todo esto, viviendo como mercenario prácticamente. No sé qué pensar, así que os aconsejo cautela y mucha precaución. Hablaré directamente con tu hombre por la vía que ya conocéis. Estaremos en contacto ante las novedades. Suerte"
-Regresaré a París hoy mismo y nos pondremos en marcha de nuevo a Poissy. La hermana no sabía mucho de él, pero quizás podamos dar con alguien que sí lo haga y adelantar trabajo. Quizás no podamos fiarnos de él.
-Bien, Élise. Prepararé el carruaje para esta tarde. Saluda a Arno de mi parte.
Ella sonrió levemente, viendo como el viejo hombre se ponía en pie y salía de la estancia, haciendo que de nuevo se pusiera seria, fijando los ojos en el papel.
