Capítulo 42

Lucía volvió a meterse en la cama tras haberse aseado y vestido con una ancha camisa desgastada que usaba para dormir. Lo hizo despacio, observando que Arno no despertara con su movimiento.

La chica se recostó por completo poniéndose de lado, contemplando al asesino que había pasado la noche con ella después de terminar la reunión en la capilla cercana al Sena. Había sido otra noche increíble, incluso mejor que la primera, ya que allí estaba él aún.

No podía creer que todo aquello estuviera ocurriendo de verdad, y no en su cabeza. Todo era sencillo, algo que le había parecido imposible tras tantas pegas y problemas. Estaban juntos y él correspondía sus sentimientos.

Lucía pensó en que, a pesar de todo, Gastón volvería, pero se sorprendió al ver que su emoción se hallaba inmutable ante aquel nombre que tanto había aborrecido. Ahora nada podía importunarla, pues tenía todo lo que necesitaba.

Sonrió sin darse cuenta, centrándose en el rostro del hombre a quién tanto quería, observando que empezaba a moverse hasta abrir los ojos. Arno sonrió levemente al verla, dándole los buenos días mientras se estiraba y cambiaba de posición, quedando de cúbito supino.

La joven pasó entonces a abrazarse a su torso, preguntándole si había dormido bien, siendo respondida a la vez que él la abrazaba con una de sus extremidades. Cuando el asesino le preguntó lo mismo y ella respondía escuetamente, pasó a hablar de nuevo.

-Eh, eso es trampa. -Dijo con burla al verla vestida, alzando la manta levemente.

-Me he despertado hace un rato y tenía frío. Creí que con lo de anoche tendrías suficiente. -Agregó con su mismo tono de diversión, haciéndole sonreír.

Ella pasó a besarle sin decir nada, deshaciendo la postura cuando Arno se incorporó para poder hacer que ella quedara sobre él. Ambos se besaron con cariño, manteniendo la pasión a raya hasta separarse tras un largo rato. La chica buscó los ojos de Arno, acariciando su áspera mejilla con una leve sonrisa que él le devolvió, a la par que apartaba unos mechones rubios de su cara. Pronto Lucía pasó sus dedos por la cicatriz horizontal que el asesino tenía en la mejilla, hablando suavemente.

-¿Cómo te hiciste esto?

Él llevó la mano diestra a la zona que ella tocaba, rememorando el agrio momento.

-Me lo hicieron al prenderme tras el asesinato de François en el palacio. No recuerdo qué pasó; perdí el conocimiento y me desperté en la Bastilla.

-Lo siento mucho, Arno. -Agregó al contemplar su nueva seriedad. El asesino pronto cambió su expresión, negando con la cabeza para que no se preocupara.

Tras un fugaz beso, la joven volvió a recostarse sobre él, abrazándolo sin decir nada. Enseguida sintió que él la correspondía, envolviéndola con sus brazos.

-¿Seguro que estás bien? Te has puesto muy serio. -Susurró sin moverse, reposando en su pecho. Arno acarició su espalda, hablando a la vez.

-Sí, de verdad. Sólo ha sido el momento del recuerdo, ya sabes. Acabaremos con esto y al fin podremos ser libres en todos los sentidos.

-Y lo haremos juntos; ninguno tendrá que sentirse solo más. -Agregó mientras se incorporaba, pasando a mirarle. Él sonrió y acarició su rostro, antes de darle razón y besarla.


Las palabras cesaron de pronto cuando llamaron a la puerta de Arno.

Tras una breve mirada con Lucía, el hombre se levantó del sofá y fue a abrir. Su expresión se relajó cuando en la oscura noche encontró aquel rostro familiar que no esperaba.

-Élise, creía que aún no ibas a volver. ¿Estás bien? -Preguntó mientras la hacía pasar. Lucía se puso en pie enseguida, poniéndose seria al instante. La pelirroja habló entonces.

-Oh, genial que estéis aquí los dos. He vuelto porque tengo algunas novedades, y creo que deberíamos volver a Poissy cuanto antes.

-Justo mañana mismo íbamos a partir para allá. Aquí también ha habido alguna que otra novedad, pero tú primero. -Añadió Dorian, vislumbrando que la española seguía de pie, rígida en el mismo lugar.

-Mi contacto dentro del Temple, el que me contó lo de la hija de Perriand, me ha informado de que el otro hijo que tuvo también es templario, lo inició Perriand en secreto muy joven, aunque lleva unos años medio desaparecido de mercenario en solitario. Puede que su hermana mintiera, o puede que no lo sepa. Sea como fuere es un nuevo dato que podemos usar para buscar su pista, y sobre todo para intentar descubrir si es partidario de Germain y sabe algo de la copia de los documentos.

-El asunto es delicado. No podemos hablar abiertamente de eso con él si no encontramos información antes.

-Sí, así que habrá que esforzarse bastante para ganar terreno… ¿Cuáles son vuestras novedades? -Dijo la pelirroja mirando a ambos. Al igual que Arno, ella también encontró una extraña y nerviosa actitud en la rubia, quien permaneció callada.

-Vuelvo a estar en la hermandad. Sólo los maestros saben las novedades, y nos han encargado que vayamos a Poissy y averigüemos lo que podamos. Nos permiten trabajar contigo también, Élise.

-Genial, me alegro de que las cosas se hayan solucionado. Creo que sería mejor que vosotros partáis antes que yo a Poissy, y allí nos veamos en secreto para no levantar sospechas. ¿Qué pensáis?

-Sí, puede ser la mejor idea. -Agregó el asesino, mirando a Lucía en busca de su opinión. Ella asintió de forma rápida.

-Bien, pues yo saldré la semana que viene para poder investigar por aquí antes de marchar de nuevo. Volveré a quedarme en casa del hermano de Weatherall. Comunicaos conmigo por carta y sabré dónde estáis. En fin, no quiero interrumpiros, así que me marcho…

-No, yo me iba ya -agregó velozmente Lucía, dirigiéndose a la puerta. -Tendréis cosas de las que hablar; nosotros hemos acabado de planear todo lo de mañana… estaré aquí a la hora acordada, Arno. Adiós.

La joven desapareció al instante de acabar sus palabras, haciendo que la pareja quedara muy sorprendida ante aquel comportamiento. Élise entonces rompió el silencio, directa al grano.

¿Qué le pasa? Está rarísima… parece que tiene miedo de verme.

-En realidad creo que tienes razón. -Murmuró el castaño mientras se giraba, volviendo a buscar los ojos de la pelirroja, quien arrugó el ceño ante la confesión, esperando más explicaciones. -Le dije la verdad, y ella a mí. Estamos juntos desde hace sólo unos días. Iba a quedarse aquí a dormir, pero supongo que a pesar de todo lo que le he dicho, tiene miedo por nuestro pasado y eso.

-Oh, Arno, cuánto me alegro de que al fin lo hicieras; sabía que era cuestión de tiempo que acabarais juntos. Supongo que para ella no debe ser fácil ver que nos llevamos tan bien después de haber compartido tanto; debes darle tiempo.

-Sí, claro. Sólo me preocupa que no crea la verdad e intente fingir en vez de hablarme. Tiene muchas inseguridades. No quiero fallar más.

Élise atisbó aquel cambio en el rostro del asesino, y ella misma abandonó su tierna sonrisa al verbalizar sus temores.

-¿Por qué dices eso? ¿Teníamos razón con el tema del otro asesino?

-Sí, totalmente. Como sabía que ella me quería, la chantajeaba con hacerme daño si le dejaba. Nos descubrió besándonos y le dio una paliza terrible. Me enteré después de volver de Poissy, y entonces me dejé de tonterías, pero ya he llegado tarde y el daño ha sido hecho. Gastón la ha hecho daño, yo también se lo he hecho, y la he fallado. No quiero poder provocarle más sufrimiento de ninguna manera.

La joven se acercó más hasta poder agarrar una de sus manos y apretarla, hablándole con firmeza cuando se miraron a los ojos.

-Y no lo harás, Arno. No podemos revertir el pasado, pero sí hacer que no se repita nuevamente. Conseguirás ayudarla a que todo aquello sea sólo un mal recuerdo lejano; y por nosotros no te preocupes. Lucía enseguida dejará de tener miedo cuando vea que sólo somos buenos amigos y ya está. Hablaré con ella también para que vea que realmente no tiene por qué estar incómoda. Me alegro mucho por vosotros, de verdad. -Añadió con una nueva sonrisa.

El hombre pronto le respondió del mismo modo, agradeciéndole aquello antes de que se abrazaran con cariño durante unos instantes. Élise entonces volvió a hablar al separarse.

-Bueno, me marcho ya. Recuerda escribirme a la granja para contactar conmigo y saber dónde estáis. Tened mucho cuidado, Arno.

-Descuida, lo tendremos. Tú también, Élise.

La chica sonrió levemente mientras asentía, antes de dirigirse a la salida y abandonar la casa, la cual terminó por quedar en silencio por completo. El francés pensó en ir en busca de Lucía, pero comprendió que ella podría necesitar estar sola, y sería mejor abordar la cuestión al día siguiente, ya en frío.

Arno suspiró tras tomar la decisión de quedarse en casa, avanzando hacia la mesa donde descansaba la lampara de aceite que iluminaba el salón, para después perderse hacia las escaleras ante la intención de ir a dormir.